2024
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Karen Guadalupe Castillo Acosta karenca@unam.mx
Universidad Nacional Autónoma de México, Mexico
Reseña
Dip, Nicolás. Movimientos estudiantiles en América Latina. Interrogantes para su historia, presente y futuro
Karen Guadalupe Castillo Acosta karenca@unam.mx
| Dip Nicolás. Movimientos estudiantiles en América Latina. Interrogantes para su historia, presente y futuro. 2023. 83pp.. 978-987-813-458-1 |
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Nicolás Dip presenta su más reciente obra en un libro de bolsillo, editado por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), donde sintetiza de manera magistral un panorama general de los movimientos estudiantiles en América Latina, a partir de la Reforma Universitaria de 1918 hasta los feminismos contemporáneos.
La rigurosidad de análisis que muestra el autor denota una metodología que lleva en línea de tiempo, a la par con el contexto nacional, regional y mundial, para entender cómo fueron los movimientos estudiantiles y, con ello, visualizar los alcances políticos, culturales y sociales que representaron.
Dip parte de seis interrogantes que plasman lo que fueron, son y, posiblemente, serán los movimientos estudiantiles en América Latina, con el objetivo de poner sobre la mesa diversas panorámicas que atraigan nuevas reflexiones sobre los activismos estudiantiles. Al final de cada pregunta deja otros interrogantes para profundizar en un análisis que permita observar a los estudiantes desde otros enfoques.
Definir qué son los movimientos estudiantiles implica una dicotomía donde se conoce la existencia de los mismos, empero, no siempre el conocimiento coincide con los objetivos y alcances del surgimiento de ellos. La consolidación de los movimientos estudiantiles ameritó organización, coordinación y formalización para ser visualizados como el contra peso político desde el cual en la educación brotan luchas que continúan con su legado hasta nuestros días. Luchas que permitieron que los estudiantes fueran adquiriendo espacios tanto en las instituciones educativas como en lo político y lo social.
El libro resalta cuatro ciclos de protestas entre los siglos XX y XXI que recorrieron el sur, centro y norte de América Latina. De esta manera, muestra experiencias estudiantiles que cruzaron fronteras y propone romper con el falso ideal de la educación como un ámbito despolitizado, al reconocer el carácter político de las instituciones educativas, donde diversos autores y grupos disputan su organización y fines (Dip, 2023, 20). De lo anterior, han surgido debates donde se enmarcan las disputas políticas dentro de los espacios educativos con el fin de preservar una autoridad que ha denigrado, vulnerado y obligado a los estudiantes a replantearse los fines y contenidos de la educación.
En 2018, se cumplieron cien años de la Reforma Universitaria de 1918 y cincuenta años de los movimientos estudiantiles y populares de 1968. En aquellas fechas, en América Latina surgieron protestas donde los estudiantes impulsaron cambios políticos, sociales y culturales incidiendo en reformas y mecanismos que abonaron a la educación pública.
La Reforma Universitaria se originó en Argentina donde los reformistas establecieron sus reclamos en el Manifiesto Liminar que se publicó en la Gaceta de la Federación Universitaria de Córdoba. Los reclamos versaban en que el demos de la universidad recaía en los estudiantes, los cuales debían participar en el gobierno de la misma, así como en la libertad de cátedra para terminar con el autoritarismo académico y pedagógico.
De esta forma, inició la propagación por el territorio en cuestión, hasta llegar a 1968 donde simultáneamente en Brasil, México y Uruguay existieron protestas donde las demandas tuvieron mayores alcances, y el Estado se destacó por reprimirlas. En México, el 2 de octubre estuvo signado por la masacre en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco; en Brasil, se originó una movilización contra la dictadura militar al asesinar al estudiante secundario Edson Luis y, con ello, surgieron la marcha de los cien mil en Río de Janeiro y otra por el desagrado de mil estudiantes presos en Ibiúna. Y en Uruguay la movilización sucedió contra las medidas represivas y autoritarias del gobierno, originando más tarde el día de los mártires estudiantiles cada 14 de agosto.
El autor lleva a preguntarnos ¿existió un 68 latinoamericano? seguramente, al concebir al año como un símbolo de los movimientos estudiantiles en la región. Existen diversos casos en esta parte del mundo donde la lucha versó en la no intromisión de Estados Unidos e instancias extranjeras que opinaban sobre el mecanismo de educación, ingresos y egresos monetarios, así como la búsqueda de reformas que entablaran una regulación y programas educativos acordes a dichas latitudes.
Estados Unidos influyó en las instituciones educativas en los años sesenta y setenta al proponer, mediante su informe Atcon, la formación de técnicos que simplemente servían para el mercado y eliminando la participación política de los estudiantes. Si bien es cierto, cada movimiento estudiantil permite hacer diferentes lecturas no precisamente existe una uniformidad en sus causas, pese a haber protestado en torno a la privatización, los presos políticos o la democratización. Por esta razón, no se puede derivar el protagonismo de los activismos estudiantiles latinoamericanos del procedente del Mayo Francés y de las luchas en los campus universitarios de los Estados Unidos por los derechos civiles y la oposición a la Guerra de Vietnam.
Dip cuestiona si están vivos los movimientos latinoamericanos y si existen irrupciones de los estudiantes en la región como lo sucedido en la Universidad Nacional Autónoma de México en 1999; o en Argentina, Chile, Brasil, Guatemala, El Salvador, Paraguay y Uruguay, donde el activismo se pronunció contra las políticas neoliberales y ajustes estructurales a la educación, emitidas por organismos internacionales.
Recientemente, el activismo feminista contemporáneo ha cuestionado los sesgos en las instituciones educativas derivadas de las desigualdades de género y ha buscado la vía para promover políticas de igualdad y erradicar la violencia que se vive día a día desde diferentes jerarquías. A ellas, les debemos que en las universidades existan cambios estructurales que han beneficiado a las mujeres, toda vez que han puesto sobre la mesa la crítica a la violencia de género en las universidades de América Latina.
Finalmente, el hecho de que sea un libro de bolsillo denota los alcances que puede tener en las nuevas generaciones el acercamiento a la historia de los movimientos estudiantiles latinoamericanos, motivo por el cual es una lectura obligada para todo estudiante y estudioso en la temática. La necesidad de conocer a los activismos estudiantiles en nuestra propia región implica que no somos ajenos a estas temáticas y nos debemos a aquellas luchas estudiantiles gestadas en América Latina.
