Reseña

Mark Thurner y Jorge Cañizares-Esguerra (editores), The Invention of Humboldt: On the Geopolitics of Knowledge

Susana V. García
Universidad Nacional de La Plata, Argentina

Mark Thurner y Jorge Cañizares-Esguerra (editores), The Invention of Humboldt: On the Geopolitics of Knowledge

Prismas, vol. 28, no. 1, pp. 133-136, 2024

Centro de Historia Intelectual, Departamento de Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Quilmes

Thurner Cañizares-Esguerra, Jorge Cañizares Esguerra. 2023. Nueva York. Routledge. 323pp.

The Invention of Humboldt, editado por Mark Thurner y Jorge Cañizares-Esguerra, reúne una serie de ensayos de historiadores de la ciencia y el conocimiento con aportes al inagotable campo de estudios sobre el científico y viajero prusiano Alexander von Humboldt (1769-1859). Quizás sea una de las figuras de las ciencias más tratadas por la historiografía, y da lugar a una extensa bibliografía académica que parece no tener fin y, paralelamente, a biografías con gran éxito comercial, recepción pública y una propaganda envidiada por los historiadores. Algunas de estas biografías han consolidado una figura acartonada, “precursora” de ideas y de varias disciplinas, que más que con la historia se relacionan con las preocupaciones y sensibilidades del presente. Este tipo de producto resurge cada tanto, mostrando que el género es un buen negocio, con temas que emergen y luego caen en el olvido para dar lugar a otros, una dinámica de producción y consumo que, poco a poco, se ha ido instalando en la vida académica. Como analizó el historiador holandés de la ciencia Nicolaas Rupke en 2005, a lo largo de casi 200 años de biografías de Humboldt se han producido diferentes narrativas e “inventado” muchos Humboldt, lo que demuestra que el personaje ha dado lugar a múltiples interpretaciones y ha servido a la construcción de linajes patrióticos y disciplinares, así como a sucesivas ideologías socio-políticas.1 En el contexto de las inquietudes actuales por el cambio climático y la degradación ambiental, señala este autor, los biógrafos del barón toman rasgos de su vida de explorador, geógrafo de las plantas y escritor científico para hacer surgir un “Humboldt verde”, para muchos un pensador clave sobre el medio ambiente, para otros el padre fundador de la idea de naturaleza y del ecologismo moderno y la globalización. La “industria humboldtiana”, como la darwiniana y tantas otras, ha dado (y sigue dando) trabajo y fama a muchos.

En el 2019 se conmemoraron los doscientos cincuenta años del nacimiento de Humboldt con publicaciones, jornadas y celebraciones en Alemania, España, el mundo angloamericano y varios países de América Central y del Sur. The Invention of Humboldt surgió de un simposio realizado en Ecuador en el marco de ese aniversario, organizado por la flacso Ecuador y la Red Internacional de investigación laglobal, y del que participaron historiadores de diferentes países. En ese encuentro se trataron varios aspectos de las investigaciones de Humboldt sobre América, destacando las condiciones y las fuentes del saber que las hicieron posibles. Entre ellas, se remarcó el papel de la Ilustración española como la plataforma epistémica sobre la cual Humboldt edificó su obra sobre la naturaleza americana, temática retomada en el libro y que ya había sido analizada, entre otros, por los investigadores alemanes Wolfgang Schäffner y Ottmar Ette. Sus editores afirman que el naturalista prusiano fue “un beneficiario directo de las ciencias naturales y la globalización ibérica” y que “la ciencia ilustrada, elaborada por peninsulares y americanos estaba en pleno esplendor en todos los lugares que visitó”. Este legado, según los editores, es invisibilizado por la imagen de Humboldt proyectada en las biografías y tradiciones historiográficas anglosajonas dominadas por la leyenda negra.

La leyenda negra, sin dudas, parece estar viva entre los autores que desconocen las investigaciones que desde hace décadas promueven, por ejemplo, los historiadores españoles José M. López Piñero, José Pardo Tomás y Juan Pimentel. Como menciona Irina Podgorny en su capítulo, López Piñero y Pardo Tomás en 1996 cuestionaban el libro sobre Humboldt publicado por el británico Douglas Botting, señalando sus incontables falencias. Así, aunque Humboldt en su obra resaltaba los progresos en la botánica fomentados por la corona española y había estudiado las obras renacentistas sobre América, Botting, en el libro por entonces más difundido sobre la vida del prusiano, “desde la más completa ignorancia”, se suma al manido tópico del “primer científico europeo que estudió la naturaleza americana”.2

El mismo tópico reaparece en el reciente best seller The Invention of Nature: Alexander von Humboldt’s New World (2015) de Andrea Wulf, un éxito editorial traducido a varios idiomas. Contra ello protestan los editores de The Invention of Humboldt, para deconstruir el mito acuñado sobre Humboldt como el “genio solitario en la salvaje naturaleza americana” y el “padre fundador” de la ecología, del concepto moderno de naturaleza, la biogeografía y la globalización, entre otras cosas. Cuestionar el carácter hagiográfico de los escritos sobre Humboldt y resaltar las tradiciones epistémicas y las comunidades intelectuales con las que el viajero prusiano interactuó en el Nuevo Mundo son dos aspectos de este libro. Sus editores proponen hacer “una arqueología de lo que yace enterrado bajo la huella epistemológica del barón”, para discutir una geografía política de la ciencia, donde los aportes del “sur” y las tradiciones de conocimiento hispánicas habrían sido borrados, ignorados o reinterpretados sin el debido reconocimiento, primero por Humboldt, luego por los republicanos antihispanistas y más tarde por los estudios humboldtianos y poshumboldtianos que “han inventado un culto poderoso que ha servido para borrar las fuentes de sus conocimientos y prácticas”.

Como han estudiado varios autores y se menciona en este libro, Humboldt modeló una imagen de sí mismo que sigue cautivando a sus admiradores y biógrafos. Su autoconstrucción como “descubridor de la naturaleza americana” se analiza en el capítulo de Juan Pimentel, en relación con el papel simbólico y visual del volcán Chimborazo, por entonces considerado la cima más alta del mundo, mientras que Jorge Cañizares-Esguerra examina la presentación de Humboldt como un segundo Colón, una frase de Simón Bolívar, también asumida por el prusiano al estudiar los viajes del genovés, usando selectivamente los trabajos de historiadores españoles para proyectar su propia imagen de Colón. Las contribuciones de Neil Safier y de José Enrique Covarrubias revisan la construcción de otros escritos del barón y Mark Thurner contrasta sus interpretaciones “orientalistas” sobre el origen de la civilización incaica con la ofrecida por el peruano José Hipólito Unanue (1755-1833). Por su parte, Leoncio López-Ocón trata la apoteosis de Humboldt en el siglo xix, producto de las redes científicas transatlánticas, que sirvieron para cultivar legados locales. También nos recuerda la gran capacidad comunicativa de Humboldt, que publicó en 60 años más de 600 libros y artículos y escribió miles de cartas, ampliándose, además, la difusión de su obra con múltiples ediciones y traducciones. Hace tiempo y en esta misma revista, Irina Podgorny y Wolfgang Schäffner advertían sobe la complejidad del análisis de la narración humboldtiana, compuesta por varios estratos y que “exige un estudio profundo de las ciencias y medios técnicos para determinar el modo de representación del saber en los textos y para precisar el estado científico” en sus narraciones.3

Mucho se ha escrito sobre el viaje de Humboldt con su compañero francés Aimé Bonpland (1773-1858) por América entre 1799 y 1804, sus aportaciones al conocimiento sobre la naturaleza americana y al desarrollo de una nueva manera de procesar los datos allí recopilados. Recordemos que esa expedición fue un emprendimiento privado, sustentado gracias a la rica fortuna que heredó el barón y que contó con un permiso real para explorar las posesiones americanas de España, gestionado en Madrid, donde se aprovechó la estadía para ampliar sus contactos y reunir información. Viajaron durante casi cinco años por los territorios que más tarde serían los países de Venezuela, Colombia, Cuba, Ecuador, Perú y México, y haciendo una corta escala inicial en las islas Canarias (tratada en el capítulo de Peter Manson). El recorrido americano terminó con una visita a Estados Unidos, donde se embarcaron para Francia. Instalado en París, Humboldt se dedicó a procesar los datos reunidos y elaborar su obra de viajes por América, modelando cuidadosamente su propia imagen de explorador y erudito, convirtiéndose así en una de las estrellas del mundo científico. Su compañero se emplearía como jardinero de la emperatriz Josefina de Beauharnais, esposa de Napoleón, y como muestra el capítulo de Irina Podgorny, aprovecharía la fama del viaje americano para la venta de plantas exóticas. Analizando la trayectoria de un cactus comercializado por Bonpland, muestra que no importa si un objeto está bien estudiado científicamente o si se reconocen los trabajos previos sobre el mismo para convertirse en un suceso comercial, como también ocurre con los best sellers sobre Humboldt. El cactus de Bonpland, como los tópicos de esas biografías, adquiere una vida propia independizándose del problema de la verdad, pero también de su autor gracias a su éxito comercial.

Varios capítulos siguen los pasos de los viajeros por Quito, Lima, Bogotá, México, y examinan las interacciones de Humboldt con los eruditos de la América española, abordan el estudio de sus colecciones y bibliotecas y de los papeles de la administración española. También muestran que los intelectuales de la región tuvieron ocasión de cuestionar, criticar y ofrecer alternativas a las observaciones y afirmaciones de Humboldt, como analiza Thurner para el caso del Perú, mientras que Alberto Gómez Rodríguez menciona el caso del neogranadino Francisco José de Caldas (1768-1816), que ideó un esquema biogeográfico de las laderas del volcán ecuatoriano Imbabura, de forma simultánea al del Chimborazo de Humboldt. Esto puede deberse a los encuentros en Quito y a la circulación de manuscritos, pero también a una larga tradición de historia natural y trabajo de campo en las montañas, como analiza el capítulo de Florike Egmond. Por su parte, José Antonio Amaya examina la visita en Bogotá de Humboldt y Bonpland al botánico español José Celestino Mutis (1762-1808), quien no solo los hospedó en su residencia, donde yacían los materiales de la Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada, sino que les ofreció mucha información sobre plantas y les cedió colecciones para el Museo de Historia Natural de París, que terminarían perdidas en esa institución. Esto nos recuerda las contingencias de la ciencia y los objetos, pero también plantea la pregunta sobre qué esperaban los naturalistas de estas tierras que entregaban sus muestras o colecciones a los viajeros extranjeros para que llegaran a las instituciones europeas. Un tema también presente en el capítulo de Miruna Achim y Gabriela Goldin Marcovich, donde se analiza la trayectoria de tres objetos que Humboldt llevó de México: el “eritronio” (un metal), la producción de cochinilla y la descripción de un yacimiento arqueológico. Estos objetos viajaron en forma de muestras de minerales, descripciones y dibujos, mostrando los problemas y el tipo de trabajo que demanda el traslado de cosas físicas y conceptuales de un lugar a otro, en este caso, de Hispanoamérica a Europa, del campo al gabinete, de gabinete a gabinete o de un archivo mexicano a un texto diseñado para un lector europeo de los inicios del siglo xix. Los olvidos, la fragmentación, la pérdida y la mala traducción, señalan estas autoras, fueron inherentes a las prácticas coleccionistas de Humboldt, como a la de cualquier colección.

El libro está conformado por 12 capítulos y una introducción. Esta contiene varias afirmaciones cuestionables, como analizó minuciosamente el historiador español Miguel Angel Puig-Samper.4 Como sugiere Rupke, la literatura sobre Humboldt revela “la sorprendente plasticidad del registro histórico en forma de una pluralidad de representaciones diferentes y, en algunos casos, opuestas de él”.5 El libro presenta una imagen un tanto negativa de Humboldt, al enfatizar en el escaso, o ausente, crédito hacia sus informantes hispánicos, sus fuentes y sus colaboradores, o por no cumplir sus promesas. Algunos capítulos exponen las deudas intelectuales de Humboldt con los actores e instituciones de América del Sur, mostrando autores y tensiones que se silenciaron en las publicaciones. Esto remite a los mecanismos selectivos de citación, agradecimientos y dedicatorias que subyacen, no solo en los textos de Humboldt, sino en todo tipo de publicaciones. En ese sentido el libro discute un problema actual: el no reconocimiento de los investigadores locales por parte de los visitantes, quienes, sobre todo hoy, se escudan en la ignorancia de la lengua y de las tradiciones académicas locales de sus lectores y revisores y se arrogan créditos por algo que lo único que tiene de original es estar publicado en otro idioma que el español o el portugués. No es precisamente el caso de Humboldt, que pasó más de 30 años compilando datos, estudiando, leyendo y escribiendo sobre los territorios americanos.

Desde hace tiempo, distintos autores han señalado lo que se insiste en este libro: los resultados del viaje americano de Humboldt y Bonpland se conectan con la historia de la administración de los datos de la Corona española y con las colecciones y los conocimientos de los eruditos del mundo hispanoamericano. Hace tiempo que los estudiosos de Humboldt, como Marie-Noëlle Bourguet, Ottmar Ette, Wolfgang Schäffner o Puig-Samper, han propuesto que los viajes y la obra del barón no deben pensarse como la travesía de un individuo solitario sino como el resultado de los intercambios con los naturalistas, coleccionistas e ingenieros de minas americanos, y de la consulta a los archivos y bibliotecas hispanoamericanos. Los distintos capítulos de The Invention of Humboldt vuelven a recordarnos la importancia de ese legado para apreciar la obra humboldtiana, pero también abren otras preguntas acerca de la construcción del saber, las prácticas de escritura y el reconocimiento al trabajo ajeno.

Notes

1 Nicolaas A.Rupke, Alexander von Humboldt: a Metabiography, Frankfurt, Lang, 2005.
2 José María López Piñero y José Pardo Tomás, La influencia de Francisco Hernández (1515-1587) en la constitución de la botánica y la materia médica modernas, Valencia, Instituto de Estudios Documentales e Históricos sobre la Ciencia, Universitat de Valéncia-csic, 1996, p. 229.
3 Irina Podgorny y Wolfgang Schäffner, “La intención de observar abre los ojos. Narraciones, datos y medios técnicos en las empresas humboldtianas del siglo xix”, Prismas, vol. 4, n° 2, 2000, p. 223.
4 Miguel Angel Puig-Samper, “The Invention of Humboldt: On the Geopolitics of Knowledge”, Hispanic American Historical Review, vol. 104, n° 1, 2024, pp. 147-149.
5 Nicolaas Rupke, “Humboldt and Metabiography”, German Life and Letters, vol. 74, 2021, pp. 416-438.
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