Reseña
El asedio a la política. Los partidos latinoamericanos en la era neoliberal
Cavarozzi Marcelo, Medina Juan Manuel Abal. 2002. Rosario. Homo Sapiens Ediciones y Konrad Adenauer Stiftung. 516pp. |
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¿Cuál es la realidad de los partidos políticos en América Latina? ¿De qué manera impactaron los procesos de consolidación democrática y las reformas neoliberales sobre los partidos y sobre los sistemas de partidos? Estas son algunas de las preguntas que recorren este trabajo colectivo, donde cada uno de los autores intenta rastrear las razones que dan cuenta de la actual configuración partidaria en la región. Con este objetivo, el libro está organizado en dos partes principales, cuya intención es la de combinar los principales desarrollos conceptuales y el conocimiento en profundidad de casos nacionales. Dada la cantidad de información que contiene el volumen, resulta ser un importante libro de consulta. Por lo tanto, se hace difícil realizar comentarios generales, lo que obliga a hacer un análisis más detallado de la temática que aborda cada artículo.
En la introducción al libro (“Los partidos políticos en América Latina hoy: ¿consolidación o crisis?”), Marcelo Cavarozzi y Esperanza Casullo analizan, a través de una revisión de los recorridos históricos de las configuraciones partidarias en América Latina, la dificultad de su estructuración política. Con este fin, estudian los déficit que obstaculizan la institucionalización política, concluyendo que los partidos resolvieron los dilemas a los que se enfrentaron a través de una sucesión de “fugas” donde “el patrón predominante fue el tratar de resolver dichos dilemas a través del abandono de la fórmula vigente y su reemplazo por una radicalmente diferente” (p. 29). De esta manera, los problemas estructurales no se han resuelto sino que se han ido acumulando unos sobre otros.
La primera parte del libro, denominada “Perspectivas Comparadas”, comienza con un artículo de Juan Manuel Abal Medina (h.), “Elementos teóricos para el análisis contemporáneo de los partidos políticos: un reordenamiento del campo semántico”, en el cual el autor se aboca al análisis de los principales enfoques del estudio partidario así como a las más relevantes discusiones contemporáneas y a los acuerdos que existen al respecto. Con esta intención, aborda de manera acabada aspectos tales como las definiciones existentes de partidos políticos, los modelos de partido, su organización y los sistemas partidarios. Da cuenta de la extensa bibliografía que aborda el estudio partidario, teniendo en mente el hecho de que las tipologías propuestas por los distintos autores surgen a partir de la variable que cada uno de ellos evalúa como más relevante para echar luz sobre ciertos aspectos de los partidos políticos.
En su artículo “El sistema de partidos y la transformación de la representación política en la era neoliberal latinoamericana” Kenneth Roberts propone una nueva tipología de los sistemas de partidos, basado en sus estructuras de clivaje y en su modo de articulación partido-sociedad en su devenir histórico, durante el proceso de industrialización por sustitución de importaciones (ISI). Distingue así entre sistemas de partido elitistas y de movilización obrera, y cómo cada uno fue afectado de manera diferente por la crisis de la ISI y por la consecuente aplicación de reformas estructurales. En su conclusión, argumenta que la transformación de la representación política derivó en una “reoligarquización” de la misma, producto de tres tendencias en la actual competencia partidaria: la desinstitucionalización de la representación política, su desmasificación y la verticalización de los lazos entre partido y sociedad.
Eusebio Mujal-León y Eric Langen-bacher (“El Estado-partido europeo de posguerra: posibles lecciones para latinoamérica”) identifican las fortalezas y desafíos del Estado de partidos europeo con el fin de transformarlas en lecciones para América Latina, concluyendo que las lecciones de Europa demuestran que “las estructuras inclusivas, consensuales y activistas del Estado de partido son la clave” (p. 113)
En su artículo “Las elecciones primarias presidenciales en América Latina y sus consecuencias políticas” Joseph Colomer analiza los efectos políticos de la introducción de las elecciones primarias para la selección de candidatos presidenciales en cuatro países de América Latina a finales del siglo XX, tomando el caso de Estados Unidos como referencia. La hipótesis que sostiene el autor es que un aumento en la participación en las elecciones primarias tiende a favorecer la selección de candidatos impopulares o posibles perdedores, argumentando que un nivel alto de participación aumenta la influencia de activistas y votantes con preferencias minoritarias entre el electorado, y esto aumenta la distancia entre el ganador de la elección primaria y la preferencia del votante medio. La paradoja partidaria reside en que reglas de organización partidaria más inclusivas pueden disminuir el apoyo partidario.
En la segunda parte de libro, denominada “Casos Nacionales”, es posible agrupar las experiencias en tres tipos de casos. En un polo, está Brasil, donde el sistema de partidos está en proceso de consolidación. Al menos, así lo plantea Rachel Meneguello en “El impacto de la democratización del Estado en el desarrollo de los partidos brasileños (1985-1998)”. La autora articula teoría y descripción empírica para realizar una lectura positiva del proceso de consolidación del sistema de partidos brasileño. Partiendo de una crítica a las nociones clásicas de consolidación y desarrollo partidario, propone una concepción ampliada de los partidos políticos, a la que denomina “tridimensionalidad interactiva de los partidos”.
Así, una de las características principales del periodo “está dada por el funcionamiento de una dinámica circular entre el impacto de la participación de los partidos políticos en el gobierno sobre la arena electoral y el impacto de la arena electoral sobre la relevancia de los partidos para los gobiernos” (p. 227), y es a través de este círculo virtuoso que los partidos se desarrollan, fortalecen y consolidan en el sistema político brasileño.
En el polo opuesto se encuentra la experiencia de Perú, donde se ha dado una desestructuración del sistema partidario. El caso es analizado por Martín Tanaka (“Los partidos políticos en el fujimorismo y los retos de su reconstrucción”) y analiza la situación de los partidos políticos peruanos en la etapa autoritaria del gobierno de Fujimori, entre 1992 y 2000. Durante este lapso de tiempo, el sistema partidario peruano fue destruido, debido principalmente al carácter desinstitucionalizante del fujimorismo pero también debido a que los partidos tradicionales no fueron capaces ni de limitar los rasgos autoritarios del gobierno de Fujimori ni de constituir una opción electoral alternativa ante el colapso del régimen.
Entre el caso de Brasil y el de Perú, están los de aquellos países donde persiste estabilidad y crisis. En el caso de Argentina, Ana María Mustapic (“Del Partido Peronista al Partido Justicialista. Las transformaciones de un partido carismático”) realiza una narración histórica de la sucesión peronista. Lo que le interesa ver a la autora es cómo siendo un partido carismático en su origen logra sobrevivir al carisma de su fundador e institucionalizarse. Juan Manuel
Abal Medina (h.) y Julieta Suárez Cao en “La competencia partidaria en la Argentina: sus implicancias sobre el régimen democrático” analizan el sistema partidario argentino recurriendo a una tipificación del sistema de partidos basado en cuatro propiedades que les permiten distinguir dos momentos en el sistema partidario argentino: durante el primero (1916-1983) coexiste un régimen político inestable con un sistema de partidos estable, donde la estructura de competencia fue cerrada y predecible. A partir de 1983, la estructura de competencia partidaria se volvió abierta e impredecible. A pesar de contar con un régimen político estable, los autores se cuestionan sobre los efectos que un sistema partidario inestable pudiera tener sobre una democracia vulnerable como la argentina.
En “Sistemas de partido y neo-populismo en Bolivia” Fernando Mayorca se pregunta por las razones del agotamiento de la fase de estabilidad del sistema partidario en ese país. A través de la distinción de tres fases del sistema partidario y del análisis de los clivajes que fueron reordenando la configuración partidaria, el autor encuentra que tanto la crisis de los partidos neopopulistas como la pérdida de credibilidad de los partidos (consecuencia de la insatisfacción ciudadana con la implementación de la reforma política) son factores centrales de ese agotamiento.
En el caso de Chile, Tomás Moulián (“El sistema de partidos en Chile”) compara el sistema de partidos de 1932-1973 con el actual y analiza las características del imperante desde 1990. Si bien el efecto polaridad fue eliminado (por la adopción de un sistema electoral binominal) la autoprivación de discursos ideológicos de la izquierda generó una configuración en que los partidos relevantes gozan de un consenso básico respecto a los fines. Al mismo tiempo, el creciente copamiento del campo político por las dos grandes coaliciones y la ausencia de alternativas políticas en los extremos hacen que aun cuando el sistema partidario chileno goce de estabilidad, también se haya “calcificado”.
Andrés Dávila Ladrón de Guevara y Felipe Botero Jaramillo estudian el caso de Colombia en “La compleja modernización de los partidos más antiguos de América Latina” contrastando y revisando críticamente la bibliografía desde la cual se suele estudiar a los partidos colombianos (partidos en crisis vs. partidos en auge). Argumentan que tanto el Partido Conservador como el Partido Liberal siguen teniendo vigencia y presencia indiscutible en la arena política colombiana pero que “el control sobre el sistema político y sus mecanismos de funcionamiento, acceso y conservación del poder ha sufrido modificaciones”, cambios tanto de las reglas del juego político como transformaciones de la sociedad (p. 290). Sin embargo, los partidos han sabido adaptarse y apropiarse de los nuevos contextos para conservar el control político, aun cuando perdieron capacidad en canalizar los conflictos sociales y el control hegemónico que históricamente habían tenido.
Soledad Loaeza (“El tripartidismo mexicano: el largo camino hacia la democracia”) estudia la transición mexicana, entendida como “el paso de un régimen de partido hegemónico a un régimen pluripartidista” (p. 295). La intención de la autora es reconstruir el papel de los partidos en este proceso de transición, enfatizando el desarrollo del PRI, el PAN y el PRD. Las tensiones en las relaciones entre el poder ejecutivo y el legislativo en el tripartidismo dan a entender que la dinámica del sistema de partidos vigente no hace posible la distribución tripartita del poder.
El caso de Uruguay, en cambio, muestra signos de estabilidad. Alicia Lissidini en “Uruguay y la centralidad de la política” se propone dar respuesta al interrogante de por qué la política sigue siendo central en Uruguay y por qué los partidos políticos uruguayos son todavía mecanismos legítimos de expresión y representación y cumplen con la función de gobernar. La autora propone al respecto dos hipótesis que desarrolla a lo largo del artículo. En primer lugar, la respuesta se relaciona con cómo se configuró originalmente el sistema partidario y su vinculación con el Estado. A pesar del quiebre institucional en 1973, la política no perdió centralidad con la redemocratización. El Frente Amplio, principal actor en este proceso y principal defensor de la estatalidad, dotó de sentido a la política, ya que “el debate político se ha recreado fundamental, aunque no exclusivamente, con la presencia electoral y política del Frente” (p. 376).
Si bien hasta hace poco Venezuela era considerado el país más fuertemente institucionalizado de América Latina, los últimos años han demostrado que lo presagiado es más aparente que real y que el sistema partidario venezolano, tal como se daba, está en descomposición. Alfredo Ramos Jiménez en “Partidos y sistemas de partidos en Venezuela” distingue tres fases principales en el desarrollo del sistema partidario para ilustrar las transformaciones que ha sufrido el mismo y para poner en relieve los clivajes que lo han estructurado. Aquello que identificaba a Venezuela como modelo exitoso, ese bipartidismo estable, ha devenido, acentuado por el gobierno de Chávez, en un pluripartidismo polarizado (equivalente, según el autor, a un multipartidismo moderado en la tipología de Sartori) y en una democracia de carácter plebiscitaria que, junto a la debilidad de los partidos de oposición, obstaculiza “todo esfuerzo autónomo de estructuración de partidos” (p. 408). En sintonía con el artículo de Ramos Jiménez, Thais Maingon (“La sentencia del desastre”) se aboca en este caso al gobierno de Chávez y en particular a los efectos que la manifestación del 11 de abril de 2002 desató sobre el futuro de la democracia en Venezuela. El presagio no es positivo: “la confrontación puede comenzar en cualquier momento, porque ya él (Chávez) no tiene el silbato para comenzar el partido. No se sabe quién va a pitar el inicio de un desastre” (p. 420).
En el Post-Scriptum, Juan Abal Medina (h.) y Julieta Suárez Cao (“Recorriendo los senderos partidarios latinoamericanos de la última década”), presentan los elementos más importantes de la evolución de los partidos en la última década del siglo pasado. Su análisis está basado en los contenidos de los capítulos de caso y en los datos del anexo en el libro. Durante la década mencionada, la evolución de los sistemas de partidos en América Latina fue dispar. A través de la operacionalización de las variables de estabilidad e institucionalización, el artículo identifica tres senderos que siguieron los sistemas partidarios (estabilización, debilitamiento y derrumbe) ubicando en cada categoría a los países estudiados en el libro. La conclusión de los autores es que, a pesar de que la década del ’90 aumentó las brechas entre los sistemas partidarios -donde algunos se han consolidado y otros se han desestructurado- el elemento común entre ellos sigue siendo un cierto “malestar social con los partidos que, en muchos casos, se trasladó a la política misma” (p. 433).
En la parte final, el libro cuenta con un anexo político electoral (“Evolución estadística de los sistemas de partidos en América Latina”) a cargo de Flavio Fuertes y Juan Pablo Micozzi, de gran utilidad por la cantidad de datos recabados y por la sistematización de los mismos.
Esta compilación de artículos es un libro de consulta importante para todos aquellos interesados en los partidos latinoamericanos. A pesar de la pluralidad de enfoques y de la disparidad de cada experiencia nacional, el libro logra articular el eje de discusión en torno a las transformaciones acaecidas en las distintas configuraciones partidarias. Los artículos de perspectivas comparadas representan otra forma de reflexionar acerca del mismo eje, complementando y enriqueciendo la discusión. Finalmente, los trabajos introductorios y de conclusión reorganizan y refuerzan la coherencia interna de todo el volumen.