Resumen: Para muchos, el 11 de setiembre de 2001 marca una nueva etapa en la política internacional. Para otros, este cambio se inicia con lo que se conoce como la Post Guerra Fría. Se puede interpretar también que estamos inmersos en una tercera guerra mundial o guerra contra el terrorismo, en el lenguaje del presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, cuyo comienzo podría ubicarse en 1979, año de tremenda agitación en Medio Oriente que coincide con la intervención de Afganistán por parte de la Unión Soviética. En esta invasión surge la figura de Osama Bin Laden y una nueva manera de actuar a partir de la ocupación de algunos países musulmanes por parte de países ajenos a esa religión. En este trabajo se hace referencia a las causales que llevaron al grupo Al Qaeda a declarar la guerra santa contra Estados Unidos.
Palabras Clave: Política internacional, política exterior, terrorismo, Bush, guerra mundial.
Abstract: It is generally stated that September 11th 2001 set a new era in international politics. However, some argue that the change started with the Post Cold War. The author considers that we are going through a third world war, or a “war against terrorism” according to US President George W. Bush, that has begun in the trembling year of 1979 in the Middle East with URSS intervention in Afghanistan. It was during the sovietic intervention that the name of Osama Bin Laden first appeared and new responses and actions of muslim countries against the presence of extraterritorial states in the region emerged. This article describes the causes that made Al Qaeda declared the holy war against the United States.
Keywords: International politics, foreign policy, terrorism, Bush, world war.
Artículo
La tercera guerra mundial. Causas del ataque terrorista del 11 S
Para muchos, el 11 de setiembre de 2001 marca una nueva etapa en la política internacional. Para otros, este cambio se inicia con lo que se conoce como la Post Guerra Fría. En 1985 asume como Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética Mijail Gorbachov, quien introduce una serie de transformaciones políticas y económicas en ese país que luego traen como consecuencia la liberación de los países que participaban en el bloque soviético (Pacto de Varsovia) y de los países que componían la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas en 1991. Se puede interpretar también que estamos inmersos en una tercera guerra mundial o guerra contra el terrorismo, en el lenguaje del presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, cuyo comienzo podría ubicarse en 1979.
Ese año fue de tremenda agitación en el mundo musulmán. Según el analista Hiro, era el nacimiento del nuevo siglo en su calendario, tradicionalmente un momento de cambio. En enero, el sha de Persia (Irán), fue derrocado y el ayatolá Jomeini regresó de París a Teherán. En marzo, Egipto e Israel firmaron un Tratado de Paz, en noviembre centenares de radicales islamitas armados habían tomado el más sagrado de los lugares sagrados del Islam, la gran mezquita de La Meca librando una encarnizada batalla con las fuerzas de seguridad de Riad con centenares de muertos y, finalmente, el 25 de diciembre de 1979 se produce la invasión de Afganistán por parte de la Unión Soviética (Hiro, 1989: 128). En esta guerra surge la figura de Osama Bin Laden y una nueva manera de actuar a partir de la ocupación de algunos países musulmanes por parte de países ajenos a esa religión. En ese contexto aparecen dos concepciones distintas: por parte de Estados Unidos la elaboración de las guerras preventivas y por parte del grupo Al Qaeda de Osama Bin Laden, la puesta en práctica de la guerra santa para defender los territorios ocupados y atacar centros neurálgicos del enemigo. En este trabajo solo se hace referencia a las causales que llevaron al grupo Al Qaeda a realizar el ataque en territorio norteamericano.
A Afganistán, como a la mayoría de los países del Tercer Mundo en el período de la Guerra Fría, se le presentaban tres opciones para su inserción en el sistema internacional: responder a los intereses de la Unión Soviética, Estados Unidos o del Movimiento de No Alineados. La ubicación estratégica del país es realmente importante como Estado tapón entre la Unión Soviética y la India y es campo de disputa a nivel regional entre esos países y Pakistán, Irán y Uzbekistán. En las últimas décadas del siglo pasado la Unión Soviética incrementó su interés por Afganistán, mediante el apoyo logístico en infraestructura, tratando de conectar vías de acceso entre los dos países.
En un estado de rebelión interna se produce la invasión de la Unión Soviética el 25 de diciembre de 1979, con el objetivo fundamental de no perder los años de influencia que había mantenido sobre ese país, nombrando como presidente a Babrak Karmal. A pesar de la defensa de las grandes ciudades, con 118.000 soldados, los soviéticos no lograron desalojar a los rebeldes. En mayo de 1986 Karmal fue reemplazado por Mamad Najibullah quien se desempeñaba hasta ese entonces como jefe de la policía del Estado. Dentro de este contexto aparece la figura de Osama Bin Laden, quien participaba de la empresa familiar dedicada a la construcción, pero cada vez daba más muestras de religiosidad1.
Para este cambio el mismo Bin Laden ha señalado que lo motivaron tres acontecimientos registrados hacia fines de los ’70: los acuerdos de paz promovidos por Estados Unidos en Camp David entre Egipto e Israel, la revolución islámica en Irán y la invasión soviética a Afganistán. Este último acontecimiento hizo que el líder de Al Qaeda expresara al diario al Quds Al Arabí de Londres: “esto me enfureció y me trasladé allí inmediatamente” (Miller, 2001). A las pocos semanas de la invasión soviética, Bin Laden, que tenía 22 años, decidió brindar su apoyo personal y económico a las fuerzas afganas que se oponían a la intervención de la Unión Soviética y viajó a Pakistán para reunirse con los líderes de aquel país, Burhanuddin Rabbani y Abdul Rasul Sayyat a quienes ya conocía. Regresó a Arabia Saudita a fin de lograr apoyo económico por parte de sus familiares y amigos para fortalecer el movimiento de los muyahidin (luchadores santos afganos), continuando con sus viajes a Pakistán. Fue Azzan quién influyó sobre Osama para financiar a los combatientes árabes que iban a Afganistán.
Con relación a su compromiso con los muyahidin afganos existen dos versiones. Para Bergen, los viajes nacían del convencimiento de defender a una nación musulmana soberana que había sido ocupada por la fuerza de los comunistas ateos (Bergen, 2001). Para Tomás Eloy Martínez, el gobierno de Arabia Saudita advirtió que el conflicto le permitía exportar a tierras afganas el wahabismo, una versión extremadamente austera del islamismo sunnita, y vengar así la profanación que, según ellos, en el siglo XIX habían cometido contra las ciudades santas los sufíes (el otro ala mayoritario del Islam). El príncipe Turki al Faisal Saud, jefe de la agencia de inteligencia saudí, decidió entonces enviar a la vanguardia de esa cruzada religiosa al millonario Osama Bin Laden, con la misión de que recorriera los pueblos árabes de Medio Oriente y Africa del Norte (Eloy Martinez, 2001). Los fondos de las contribuciones eran administrados por el príncipe Salman, gobernador de Riad. De hecho, según Bergen, Bin Laden trabajaba como brazo de la inteligencia saudí.
A principios de la década de 1980, Bin Laden, experto ya en demoliciones gracias al tiempo que había trabajado en la empresa constructora de la familia, hizo sus primeros viajes a Afganistán llevando centenares de toneladas de maquinarias para la construcción, como excavadoras, cargadores, volquetes y equipos para abrir trincheras que puso a disposición de los muyahidin. Este material serviría para la construcción de carreteras, cavar túneles en las montañas que hicieran de refugio y levantar hospitales rudimentarios. Los seguidores de Bin Laden también trazaron planes para limpiar de minas las tierras afganas (Bergen, 2001: 79).
Osama Bin Laden, según la descripción de Bergen, se instaló en 1986 en Peshawar y dirigió las operaciones desde su casa del barrio de la Universidad Town y creó su primer campamento en Afganistán, llamado al-Ansar situado cerca del pueblo de Yayi en la provincia de Paktia a pocos kilómetros de la frontera noroeste de Pakistán. En ese lugar, Bin Laden y a sus seguidores tuvieron su primera experiencia bélica. El asedio soviético al campamento de Bin Laden comenzó el 17 de abril de 1987. Durante una semana soportaron un bombardeo de una tropa compuesta por doscientos soviéticos, algunos de los cuales vestían uniformes de las Spetnaz, fuerzas especiales rusas. La fortaleza estaba custodiada por cincuenta árabes, más de diez murieron en la refriega y cuando comprendieron que ya no podían resistir se retiraron del lugar. Pese a esa retirada, el mundo árabe celebró la batalla de Yayi como una victoria. Era la primera vez que los árabes afganos se mantenían en sus puestos contra las fuerzas de un ejército muy superior (Bergen, 2001: 86). Una semana de asedio soviético se iba a convertir en la piedra angular de la leyenda popular que rodea a Bin Laden.
Periodistas y observadores concuerdan que esta guerra iniciada por la Unión Soviética se describió como la más santa de las guerras. El periodista Rob Schultheis escribió: “los bravos guerreros, sin esperanza, con quienes caminé, y sus familias, que tanto sufrieron por la fe y la libertad y que todavía son libres, eran sin duda el pueblo de Dios” (Schultheis, 1992: 155). Según el periodista pakistaní Yusufzai, los afganos montaban tiendas blancas a plena vista con la esperanza de atraer el fuego soviético y así convertirse en mártires. “Vi llorar a una persona que había sobrevivido a un ataque aéreo”2.
El 15 de febrero de 1989 la Unión Soviética se retira de Afganistán con un saldo de un millón de afganos muertos y obligando a un tercio de la población, cinco millones de personas, a exiliarse.
Luego de los atentados del 11 de setiembre de 2001 en los Estados Unidos, el presidente de ese país, George W. Bush, en un discurso ante una sesión conjunta del Congreso y el pueblo norteamericano, el 20 de diciembre de 2001, manifiesta con relación al tema que “toda la evidencia que hemos recolectado apunta hacia una colección de organizaciones terroristas afiliadas informalmente y conocida como Al Qaeda. Son los mismos asesinos acusados de bombardear las embajadas estadounidenses en Tanzania y Kenia y los responsables del ataque al destructor U.S.S.Cole”3.
Los actos terroristas contra Estados Unidos por parte de Al Qaeda comienzan en diciembre de 1992 cuando se coloca un artefacto explosivo en un hotel de Yemen donde se alojaban soldados norteamericanos que se dirigían a Somalia. Este atentado no produjo bajas entre los soldados norteamericanos pero como consecuencia del mismo falleció un turista australiano. Luego del atentado de Yemen Al Qaeda se involucra en la guerra civil de Somalia en 1993, los atentados a las embajadas norteamericanas en Kenia y Tanzania en 1998 y el atentado contra el destructor norteamericano Cole en el puerto de Aden en 2000.
Con referencia a Somalia se puede decir que es un conflicto que se da como consecuencia de los últimos años de la Guerra Fría. En 1977, con apoyo norteamericano, había atacado e invadido Etiopía, adscripta al bloque soviético. En esa ocasión Somalia sufrió una terrible derrota y dejó un país con múltiples bandas armadas. El control del país lo asumió con mano dura el militar Mohammed Said Barre quien fuera asesinado en 1991. En julio de ese año se llevó a cabo una conferencia en Djibouti con partidos y facciones rivales titulada Conferencia Nacional de Reconciliación Somalí, que designó presidente interino al general Ali Mahdi Mohamed. Este nombramiento no fue aceptado por el más poderoso jefe militar y rival del presidente interino, general Mohammed Farra Aidid, quien luego sería presidente del Congreso de Unidad Somalí.
Estos dos actores principales del conflicto se enfrentaron en una guerra civil dejando como saldo tremendas consecuencias de hambre y enfermedades. No fueron suficientes los esfuerzos de la Cruz Roja, del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia y del Programa Mundial de Alimentos.
Frente a esta situación se presentaron distintas alternativas de mediación por parte de la Organización de Unidad Africana, la Liga de Estados Árabes y las Naciones Unidas hasta que el primer ministro interino de Somalia, O Arteh Qualib, solicitó una reunión urgente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. En el organismo internacional se aprobaron distintas resoluciones sin que la situación de caos existente en la zona cambiara. El Consejo de Seguridad adoptó la resolución 751 del 24 de abril de 1992, por la cual se adoptó por unanimidad establecer una operación de las Naciones Unidas para Somalia (ONUSOM).
En una visita del Secretario de Estado interino de los Estados Unidos, Lawrence Eagleburger, al Secretario General de las Naciones Unidas Boutros Ghali informó que si el Consejo de Seguridad decidía autorizar a estados miembros a utilizar la fuerza para garantizar la entrega de suministros de socorro al pueblo somalí, Estados Unidos estaba dispuesto a tomar la iniciativa de organizar y desempeñar el mando de una operación de este tipo, en la cual participarían también otros estados miembros.
Según Cardón la situación de Somalia no constituía una amenaza real y comprobada a la paz y seguridad internacionales, en el sentido que se tuvo en cuenta en San Francisco en 1945 al establecer los términos del artículo 39 de la Carta de las Naciones Unidas4. El 3 de diciembre de 1992 se aprueba la resolución 794. La parte dispositiva de la misma parece restringir el objeto de la operación autorizada al establecimiento de “un ámbito de seguridad para las operaciones de socorro humanitario”. Pero esto a su vez exigía la cesación o limitación de las hostilidades y, probablemente, la detención de los jefes o cabecillas facciosos que obstaculizaban o impedían el suministro de la ayuda a los necesitados, así como la eliminación del bandorelismo y el desarme de civiles culpable de hechos criminales o anarquizantes.
El 4 de diciembre de 1992, un día después de la resolución de Naciones Unidas, el presidente George Bush, con la aprobación del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas resolvió el envío de una considerable fuerza norteamericana a Somalia para permitir el socorro humanitario de la población sitiada por el hambre. Esta operación se denominó Restore hope (Restaurar la esperanza). El 6 de diciembre el comandante de la Junta de Jefes de Estado Mayor de las fuerzas norteamericanas, general Colin Powell, declaró que emplearía toda la fuerza que fuera necesaria. Inicialmente se dispuso el envío de 28.000 hombres. El despliegue se inició en Mogadiscio el 9 de diciembre, con varios centenares de infantes de marina. Los otros miembros que enviaron fuerzas a Somalia fueron, Francia, Italia, Bélgica y otros doce países.
Inicialmente el presidente Bush había dicho que la misión militar norteamericana en Somalia sólo tendría por objeto permitir que la ayuda humanitaria llegara a los que padecían hambre y que esta intervención sería de poca duración. Esta misión para el mantenimiento de la paz tenía como objetivo atacar a Muhammad Aidid, jefe de uno de los bandos más poderosos, creyendo que de esta manera se podía lograr la paz.
El envío de tropas de Naciones Unidas a Somalia se producía a dos años del envío de tropas de Estados Unidos a Arabia Saudita como consecuencia de la Guerra del Golfo (Intervención de Irak en Kuwait). La operación en Somalia fue consideraba por Al Qaeda como una estrategia de ese país para quedarse con porciones cada vez mayores de territorios del mundo musulmán. Este grupo terrorista había sido creado por Osama Bin Laden en octubre de 19895.
El Comité de la fatwa (decretos basados en la ley islámica) de Al Qaeda convocó a sus soldados para atacar a los tropas de Estados Unidos en Somalia con el argumento que había que cortarle la cabeza a la serpiente. A principios de 1993 el grupo Al Qaeda proporcionaba formación y ayuda militar a los somalíes. En Mogadiscio se producía la primera acción bélica de importancia de este grupo. El 3 y 4 de octubre de 1993 murieron 18 soldados norteamericanos cuando la Fuerza Delta y Rangers, al margen de Naciones Unidas, intentaban capturar a Mohamed Farrah Aidid, esta cifra hubiera sido mayor si no intervenían fuerzas de Pakistán bajo mandato de Naciones Unidas. En esta operación murieron 24 soldados pakistaníes, 300 somalíes, y fueron también abatidos tres helicópteros norteamericanos Black Hawk (Halcón Negro). Una semana después de esta batalla Estados Unidos anunció planes de retirada. El 28 de abril de 1993 el comandante de las fuerzas norteamericanas en Mogadiscio entregó el control de la ciudad a un militar paquistaní designado por el Consejo de Seguridad para comandar las fuerzas de las Naciones Unidas en Somalia (ONUSOM II).
La política de la Administración Bush con relación a Somalia tuvo dos etapas bien diferenciadas. En las primeras reuniones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para intervenir frente a la hambruna en Somalia, Bush se mostraba reticente a considerar cualquier acción que pudiera emprender la organización internacional. Marchal interpreta que a partir de julio de 1992 se observa un cambio significativo que estaba sustentado en la necesidad de obtener respaldo popular para las elecciones presidenciales (Marchal, 1993: 194).
Bergen se sorprendió cuando Bin Laden le relata su activa participación en el adiestramiento de soldados somalíes encargados de la operación y le afectó haber visto las imágenes del cuerpo mutilado de un soldado norteamericano arrastrado por las calles de Mogadiscio (Bergen, 2001: 120). Sobre estos acontecimientos se realizó, en Estados Unidos, una película en 2001, cuyo título es “La caída del halcón negro”, basada en relatos diarios de Ridley Scott. Luego de esta intervención Osama Bin Laden revela a Robert Frish, periodista de Le Monde, que sus seguidores se quedaron estupefactos ante el derrumbe de la moral norteamericana en esa acción. A raíz de ese hecho Osama Bin Laden expresa “estamos convencidos que los norteamericanos son un tigre de papel”. En una entrevista realizada por la CNN en 1997 Bin Laden declaró que uno de los éxitos que más le enorgullecían de su época sudanesa, era el papel de sus árabes afganos en la matanza de una docena de soldados norteamericanos en Somalia.
La oposición a la presencia norteamericana en Arabia Saudita, que venía de lejos, se intensificó de manera drástica a partir del 7 de agosto de 1990, fecha que se enviaron tropas norteamericanas a ese territorio dentro de la Operación Escudo del Desierto. Para Bin Laden fue un acontecimiento tan decisivo como, una década antes, la invasión rusa a Afganistán. En una entrevista para la CNN, Osama Bin Laden manifestó que “nuestro principal problema es el gobierno de los Estados Unidos. Al ser leal al régimen de Estados Unidos, el régimen saudí ha cometido un acto contra el Islam. Confiamos que los musulmanes alcanzarán la victoria en la península arábiga, y que la religión de Dios, loado sea, prevalecerá en esta península. Es una gran esperanza que la revelación recibida por Mahoma sea usada para gobernar”. Se debe recordar que desde Medina, el profeta Mahoma libró una guerra casi continua durante ocho años hasta reconquistar La Meca, que estaba en mano de los infieles. En su lecho de muerte, había manifestado “que no haya dos religiones en Arabia”.
Luego de los atentados del 11 de setiembre de 2001, el presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, en un discurso ante el congreso de su país, se preguntaba: ¿por qué nos odian? Él mismo se respondía: “odian lo que vemos aquí mismo en esta Cámara, un gobierno elegido democráticamente. Sus líderes surgen de elecciones internas. Odian nuestras libertades, nuestra libertad de religión, nuestra libertad de expresión, nuestra libertad de elección y asamblea y nuestro derecho de tener diferentes opiniones”6.
La interpretación de esta guerra por parte de Osama Bin Laden es completamente opuesta y comienza una década antes, a partir de la invasión del emirato de Kuwait por parte de Irak el 2 de agosto de 1990. El 7 de agosto de ese año el gobierno norteamericano envía tropas a Arabia Saudita en el marco de la Operación Escudo del Desierto luego llamada Tormenta del Desierto. Instalado nuevamente en Afganistán en 1996, Osama Bin Laden se oponía abiertamente a la presencia de tropas norteamericanas en Arabia Saudita. Ya hacía mucho tiempo que había incomodado al régimen saudí con sus advertencias sobre las intenciones del dirigente iraquí Saddam Hussein. “Un año antes de entrar Saddam en Kuwait -recordaba Bin Laden- yo, en mis discursos en las mezquitas, había dicho muchas veces que cuidado, que Saddam intervendría en el Golfo. Sólo empezaron a hacerme caso después de que ocurriera, y a creer en mi análisis de situación”. Inmediatamente después del 1 de agosto de 1990, fecha en que las fuerzas de Hussein invadieran el pequeño Estado petrolífero, Bin Laden ofreció sus servicios y los de sus guerreros santos. Alegaba que para defender el reino bastaría con el ejército saudí y sus propios hombres. Los saudíes no se tomaron en serio la proposición. Pese a la docena de millones de dólares que se habían gastado en el ejército del país, prefirieron pedir ayuda a Estados Unidos y a su presidente, Bush, quien debía su fortuna al negocio del petróleo y comprendía muy bien qué estaba en juego en la invasión iraquí de Kuwait (al margen de la retórica que se empleara en el tema de un “Nuevo Orden Internacional”) (Bergen, 2001: 112).
Además, el 23 de agosto de ese año, Osama Bin Laden hace conocer un mensaje con el título: “Declaración de yihad contra los norteamericanos que ocupan el país de los santos lugares”. Cuando se incluye yihad, para Al Qaeda se interpreta guerra santa o guerra contra los infieles. En ese documento, declara que “los musulmanes se han dado cuenta de que constituyen el principal objetivo de la agresión por parte de la coalición de judíos y cruzados (...) El último de tales asaltos es el mayor desastre desde la muerte del profeta Mahoma (Dios sea con él), es decir, la ocupación del país de las dos mezquitas santas, la tierra natal del Islam”. El documento concluye con este llamado: “Hermanos musulmanes de todo el mundo (...) vuestros hermanos del país de los dos santos lugares y de Palestina solicitan vuestro apoyo. Os piden que participéis junto con ellos y contra los enemigos de ellos, que también son los vuestros - los israelíes y los estadounidenses-, haciéndoles todo el daño posible”.
Luego de permanecer un tiempo en la ciudad de Jalalabad, Bin Laden se traslada a Kandahar donde tiene su centro de operaciones el mullah Omar. En esta ciudad de Afganistán, el 22 de febrero de 1998, crea el Frente Islámico Mundial. Esta es una propuesta de luchar contra Estados Unidos que ocupó la tierra más sagrada del Islam, Arabia Saudita, agredió al pueblo iraquí y está al servicio del Estado judío. En el documento se expresa que teniendo en cuenta esos antecedentes “y a fin de obedecer al Todopoderoso, comunicamos ahora a los musulmanes el siguiente dictamen: matar y combatir a los norteamericanos y sus aliados, sean civiles o militares, es obligación de cualquier musulmán capaz de hacerlo en el país que sea (....) En nombre de Alá, llamamos a todo
musulmán que crea en Alá y se someta a Él a que acate la orden de Alá matando norteamericanos y robándoles su dinero donde y cuando sea, en cualquier ocasión. Llamamos también a todos los sabios musulmanes, fieles dirigentes, creyentes y soldados a lanzar un ataque contra los soldados norteamericanos de Satán y sus aliados del Demonio”.
Este documento además llevaba la firma de Ayman al-Zawahiri (Yihad Islámico) de Egipto, Rifia Ahmed Taha (La Tamaa Islamiyya), también de Egipto, y los líderes de organizaciones de Pakistán y Bangladesh. Era la primera vez que estas organizaciones se ponían de acuerdo en alcanzar los mismos objetivos. El texto fue enviado a Londres para ser publicado por el diario Quds al-Arabí.
La oposición de Osama Bin Laden a los Estados Unidos no era una opinión minoritaria sino que contaba con un gran consenso en la región. El 12 de marzo de 1998 se reunieron cuarenta ulemas o juristas afganos para estudiar la cuestión de cómo se debía reaccionar ante la presencia militar norteamericana en el Golfo. Los religiosos afganos concluyeron que “la Unión de estudiosos de Afganistán (...) de acuerdo a la ley islámica, declara el yihad contra América y sus seguidores”. A fines de abril del mismo año, un grupo de ulemas paquistaníes con base en Karachi emitió una fatwa (decretos basados en la ley islámica) parecida a la anterior, firmada por el jeque Ahmed Azasm.
En junio llegaron nuevos apoyos a los llamamientos de Bin Laden. El jeque Alí al-Hudaifi, imán de la mezquita del profeta, en Medina, durante la oración del viernes, pidió el retiro de las tropas norteamericanas y criticó a Estados Unidos. Casi inmediatamente circularon cassettes del discurso por todo el mundo musulmán, y en Pakistán aparecieron folletos con su traducción al inglés y el urdu (lengua indoaria oficial de Pakistán). Estos respaldos fueron muy importantes para Al Qaeda. Se interpreta que Bin Laden conocía a fondo el Corán, pero sus discípulos reconocían que no era un estudioso del mismo y que por lo tanto no tenía autoridad suficiente para emitir una fatwa. De acuerdo a la apreciación del biográfo Bergen, recién entonces Bin Laden contaba con el respaldo de varias decenas de estudiosos de la religión para llamar a un verdadero yihad o guerra santa.
No fue coincidencia que ocho años después del envío de tropas norteamericanas a Arabia Saudita, el 7 de agosto de 1998, los militantes de Al Qaeda hicieran volar dos embajadas norteamericanas en África, con sendas bombas que explotaron con una diferencia de nueve minutos. Para el Departamento de Estado, esta operación era la respuesta terrorista a la participación norteamericana en la “Operación Restaurar la Esperanza” de Somalia de 1993. Según Pollister, para los miembros de Al Qaeda era la respuesta a los Estados Unidos por haber ayudado a extraditar de Albania a Egipto a un miembro clave del Yihad. Los atentados en Nairobi (Kenia) y Dar es Salam (Tanzania) dejaron un saldo de 224 muertos y 4.600 heridos. Estos atentados tendrán una respuesta directa por parte del presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, que atacaría a dos países, Sudán y Afganistán en el mismo año.
Luego de los ataques terroristas de Al Qaeda a las embajadas de los Estados Unidos en Kenia y Tanzania el 7 de agosto de 1998 el presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, decidió atacar como represalia a dos países, Sudán y Afganistán. Trece días después de los ataques de Al Qaeda a las embajadas de Estados Unidos en Kenia y Tanzania, el presidente Bill Clinton, ordenó atacar por aire a Afganistán y Sudán el 20 de agosto de 1998. De acuerdo a la CIA y al Pentágono se elaboró una lista de objetivos para atacar. El primero era un grupo de campamentos que tenía Bin Laden en Afganistán con casi seiscientos combatientes. El segundo objetivo, la supuesta planta de armas químicas de Jartum en Sudán.
El ataque a los campamentos de Bin Laden en Khowst, Afganistán, se hizo con 75 misiles cruceros Tomahawk lanzados simultáneamente desde el Mar Rojo y Arábigo dejando como saldo veinte muertos entre afganos, pakistaníes, yemeníes, egipcios y turcos. El ataque de Estados Unidos se hizo en esa fecha, ya que los servicios secretos norteamericanos tenían información sobre una importante reunión de Bin Laden con otros dirigentes de Al Qaeda. Esta información resultó errónea ya que Bin Laden y sus seguidores se encontraban en otro lugar.
Los ataques tuvieron una consecuencia importante que no se buscaba: convirtieron a Bin Laden, hasta entonces figura marginal del mundo musulmán, según Bergen, en una celebridad mundial. Por su parte la operación de los Estados Unidos en Sudán destruyó una supuesta planta de armas químicas al-Shifa, situada en Barhi a veinte kilómetros de Jartum con más de veinte misiles Tomahawk. El ataque a esta planta se justificaba porque Bin Laden tenía personas y empresas en el país, que habían realizado reuniones entre funcionarios sudaneses e iraquíes para mejorar la cooperación militar. Además, el director de la fábrica estaba viviendo en la misma casa donde había vivido con anterioridad Bin Laden y estaba muy vigilada por tropas sudanesas. Las afirmaciones hechas públicas por los funcionarios del gobierno manifestaban que la planta fabricaba armas químicas, que estaba muy vigilada, formaba parte del complejo militar-industrial sudanés que tenía vínculos tanto con Irak y con Bin Laden7.
El Ministerio de Información sudanés denunció por televisión a Bill Clinton como mentiroso consumado y hombre de más de cien novias (Miffin, 2001). Como reacción al ataque, en Jartum, la capital de Sudán, varios manifestantes ocuparon la embajada norteamericana. El embajador de Alemania en Sudán telegrafió a Bonn para informar a su gobierno que Estados Unidos había cometido un error. El 6 de mayo de 1999 el periódico ingles The Independent resumió esta situación con el siguiente titular “Uf, qué metida de pata”.
Mientras Mónica Lewinsky declaraba nuevamente ante el fiscal
Kenneth Starr por el escándalo que podría derivar en un juicio político,
Clinton señaló que el objetivo de los ataques era disminuir el poder de
Osama Bin Laden, que había promovido los atentados contra las embajadas norteamericanas y otras atrocidades. En su discurso efectuado desde Edgartown, Massachussets, en su tercer día de vacaciones, después de haber impactado en el país con la admisión de la relación que mantuvo con Mónica Lewinsky, Clinton explicó que había ordenado el ataque fundamentado en cuatro razones: “primero, tenemos pruebas convincentes de que estos grupos desempeñaron un papel clave en los ataques con bombas contra las embajadas de Kenya y Tanzania. Segundo, porque estos grupos han ejecutado ataques terroristas contra norte-americanos en el pasado. Tercero, porque tenemos información de que estaban planeando ataques terroristas adicionales contra nuestros ciudadanos y otros con las inevitables bajas que vimos trágicamente en África. Y cuarto, porque están buscando adquirir armas químicas y otras armas peligrosas” (Elias, 1998: 2).
De acuerdo a los escritos del teniente coronel retirado de la fuerza aérea, Robert Patterson, quien fuera el encargado durante dos años, 1996 a 1998, de custodiar y llevar junto al presidente la valija con los códigos secretos para el lanzamiento nuclear, cuestiona la inactividad de Bill Clinton para atrapar a Bin Laden. Estados Unidos pudo haber terminado con la vida de Bin Laden a fines de 1998, dos años y medio antes de los atentados contra la Torres Gemelas y el Pentágono, pero el presidente Bil Clinton no pudo ser encontrado por el Consejo de Seguridad Nacional para que diera la orden de lanzar misiles Tomahawk que apuntaban contra el refugio del líder terrorista (Rosales, 2003). Según el escritor García Márquez, “vencido por la fatiga mental, Clinton llegó hasta la locura imperdonable de castigar a sangre y fuego a un enemigo inventado a cinco mil trescientos noventa y siete millas náuticas de la Casa Blanca, sólo para desviar la atención de su desgracia personal” (García Márquez, 1999: 28).
Siempre quedará la duda sobre esta acción militar de Clinton. ¿Era realmente para destruir a Al Qaeda o servía para desplazar los problemas internos de su país que podían llegar al juicio político?
Como se mencionó en la introducción, se perciben dos enfoques distintos entre los Estados Unidos por un lado y los países musulmanes por el otro. Uno de los aspectos más debatidos dentro y fuera de los países musulmanes es el tema del yihad. De acuerdo a Martín Muñoz el yihad es una noción que los occidentales suelen entender mal y traducir como guerra santa. El significado básico de la palabra es esfuerzo, esforzarse por el gran yihad es el esfuerzo o la lucha que debe llevar a cabo el musulmán contra las pasiones interiores. El pequeño yihad o “lucha legal” (mejor que “guerra santa”) ocupó un espacio en la historia del Islam medieval, defensivo primero, luego ofensivo, porque muchas veces los musulmanes se sentían amenazados, algo inevitable en el mundo de luchas y de guerra. Pero yihad no se limita a ese aspecto guerrero, también es yihad la lucha contra el subdesarrollo, los esfuerzos de difusión o resistencia cultural, la respuesta a campañas calumniosas (...) (Martín Muñoz, 1986: 346).
Existen en ese aspecto otras interpretaciones de las cuales trataremos de expresar la que utiliza Bin Laden para poder comprender el accionar de la organización Al Qaeda. En la Universidad Rey Abdul Azziz de la ciudad de Yidda de acuerdo al relato de Bergen, Bin Laden se contactó con los Hermanos Musulmanes y asimiló las ideas de dos destacados profesores de estudios islámicos, Abdullah Azzan y Muhammad Qutb.
Azzam iba a crear más tarde la primera red yihadí realmente internacional del mundo moderno. Y Muhammad Qutb era hermano de Sayyid Qutb, autor de Maarím, en español “Jalones” también conocida como “Milestones”, el texto más importante del movimiento yihadí. Después de la ejecución de Sayyid en Egipto en 1966, Mahammad se encargó de difundir la obra de su hermano. Qutb sostiene que las sociedades modernas, incluidas casi todas las sociedades musulmanas, se hallan en yahiliya, (el estado de ignorancia que existía en la Arabia preislámica antes de las revelaciones del Corán). Los musulmanes auténticos deben liberarse de las “garras de la sociedad yahili, y la única manera de conseguirlo es por medio del yihad (Guerra Santa). Qutb ataca la idea de que el yihad sea sólo una guerra defensiva, como insinúan algunos versículos del Corán. Afirma que quienes apoyan ese razonamiento minan la grandeza del estilo de vida islámico. Así pues sostiene que la forma de establecer el orden islámico es lanzar un yihad ofensivo contra los enemigos del Islam, ya sean sociedades no islámicas, como las musulmanas que no siguen los preceptos del Corán (Bergen, 2001: 75).
Se hace necesario conocer las distintas percepciones de estilos de vida y cultura. Esto no obsta para que los conflictos internacionales se puedan solucionar por la vía pacífica. Estados Unidos debe comprender que tiene que detener su avance imperial en territorios y regiones que le son ajenos. Las intervenciones realizadas por Estados Unidos en distintas naciones, en distintos lugares o regiones y en distintas épocas de la historia, tendrían que ser suficientes razones para no continuar con este comportamiento que establece un desequilibrio mundial.