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Usos de la Transición a la Democracia. Ensayo, ciencia y política en la década del ’80.
Victoria Gobbi
Victoria Gobbi
Usos de la Transición a la Democracia. Ensayo, ciencia y política en la década del ’80.
Revista SAAP, vol. 1, no. 3, pp. 608-611, 2004
Sociedad Argentina de Análisis Político
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Reseña

Usos de la Transición a la Democracia. Ensayo, ciencia y política en la década del ’80.

Victoria Gobbi
Autor Independiente, Argentina
Revista SAAP, vol. 1, no. 3, pp. 608-611, 2004
Sociedad Argentina de Análisis Político
Lesgart Cecilia. 2003. Rosario. Homo Sapiens Ediciones. 249pp.

Aun cuando se ha escrito mucho sobre los procesos políticos de transición a la democracia en el Cono Sur, el libro que nos convoca propone una mirada diferente y, a la vez innovadora, para la ciencia política. Esta obra, tesis doctoral de Cecilia Lesgart -profesora en la Universidad Nacional de Entre Ríos- se cuestiona sobre el proceso de construcción conceptual que dio nombre a los procesos políticos inaugurados en Argentina en 1983 y en Chile durante 1990. A través de la revisión de textos escritos, eventos llevados a cabo en América Latina, proyectos de investigación y grupos de discusión institucionales e informales, la autora estudia la historia de la producción de la idea de Transición a la Democracia en el cruce de las décadas del ‘70 y del ’80 como un proceso de innovación teórica que ocurrió antes de los procesos históricos que se inauguraron con las elecciones fundacionales.

El objetivo del libro es, entonces, presentarse como una síntesis analítica de aquellas producciones intelectuales. Asimismo, se propone mostrar la fuerza que esa idea tuvo para la historia del pensamiento intelectual de la región: cómo dio fin a experiencias políticas y cómo produjo nuevas expectativas.

Metodológicamente, la investigación se encuadra en la “nueva historia del pensamiento”, que entrecruza la historia conceptual, la intelectual y la semántica histórica. A través de la lectura crítica de textos pasados y del estudio de las categorías fundamentales del pensamiento, permite analizar las maneras en que cada época se argumenta y conceptualiza a sí misma.

La hipótesis que adelanta la autora en sus primeras páginas y que atraviesa todo el trabajo da cuenta de que la producción y el uso de la fórmula Transición a la Democracia y la recuperación del término democracia fueron efectivos como armas contra los regímenes militares y como generadores de identidades grupales que impulsaron el movimiento histórico hacia nuevas realidades. Así lo expresa Lesgart: “no pienso que se pueda probar que los intelectuales llegaron hasta ellas por haber transitado el camino de la madurez intelectual, del mejor discernimiento teórico o del crecimiento político” (p. 18), sino que se constituyeron “más en una herramienta de combate y de denuncia en un momento político altamente adverso y menos en una categoría altamente rigurosa” (p. 98).

El libro está organizado en tres partes: la primera es la antesala al objeto de estudio propuesto por la autora, pues revisa las discusiones en torno al autoritarismo. En la segunda parte, núcleo central de la obra, Lesgart reconstruye la aparición de la fórmula Transición a la Democracia, la revalorización de la democracia política y los diversos usos que estos términos adquirieron. A modo de conclusión, la tercera parte se centra en las tareas pendientes que hereda el término consolidación.

La primera parte indaga, entonces, cómo a partir de la revisión del término autoritarismo se disparan nuevos usos y significados conceptuales. Por un lado, estudia el intento de diferentes intelectuales de delimitar el Nuevo Autoritarismo como objeto de estudio, resaltando las continuidades y discontinuidades con los autoritarismos pasados. Por otro lado, describe los diversos términos que se usaron para calificarlo: fascista, burocrático-autoritario y corporativista. Finalmente, la discusión en torno a la conceptualización de los nuevos autoritarismos decanta en otra disputa, aquella relativa a cómo entender el cambio político: si desde las tipologías de Estado o desde la categoría de régimen político. La decisión por ésta última, permitió que se desafiaran las visiones economicistas e instrumentales que se tenían de la política y se avanzara en la autonomía de ésta variable. Fue este proceso el que condujo a la elaboración de la fórmula Transición a la Democracia y a la revalorización del propio término democracia.

Entrando en la segunda parte, núcleo central del libro, Lesgart analiza el surgimiento de las discusiones que son condición de producción de la idea de Transición a la Democracia, a través de la reconstrucción del contexto intelectual en que se produce esa idea. El congreso que en 1978 organiza CLACSO en Costa Rica representa la puesta en escena de la idea democrática y marca el inicio de un programa de reflexión donde el término democracia actuará como impulsor de nuevos rumbos teóricos.

A partir de allí, y más allá de los usos generales con los que se cargó al término democracia -como idea límite contrapuesta al autoritarismo y como reivindicación por el establecimiento de condiciones mínimas contra el uso arbitrario de poder- la pregunta que se instala en la producción teórica es la de qué es y cómo se va a llevar a cabo la política democrática. El intento de darle respuesta definirá nuevos usos y significados de la categoría: una concepción de la democracia política como variable independiente; el acento en las condiciones internas y en los actores domésticos que harán viable la democratización; preferencias teóricas por definiciones de democracia procedimental y la importancia de un pacto fundacional, constructor de un nuevo orden político.

Los diversos usos y significados que tiñeron a la democracia permitieron que a su alrededor se generara un consenso tácito y se reunieran nuevos y heterogéneos agentes que se identificaran con la misma. Este proceso es el que explica que dos grupos de intelectuales, que tienen como interlocutores argumentativos diferentes pasados, hayan justificado racionalmente el mismo punto de llegada: la democracia política.

El primero de esos grupos de intelectuales está formado por un conjunto de politólogos que acuñan el término Transición a la Democracia y se convierten en los primeros estudiosos del tema. Entre estos, la autora destaca a aquellos nucleados alrededor del proyecto de investigación del Woodrow Wilson International Centre for Scholars, cuyo resultado sería la publicación, en 1986, de los volúmenes “Transitions from Authoritarian Rule”. Estos politólogos desarrollan el uso de la idea de Transición a la Democracia como metáfora y como modelo. Su uso como metáfora espacio-temporal fue eficaz para transformar las nociones de cambio político, ya que al transmitir una idea de movimiento permitió pensar en un punto de partida y uno de llegada: desde el inicio, la democracia política fue el objetivo deseable per se. Como modelo teórico, su uso generó que, poco a poco, fuera transformado en un marco de referencia omniabarcativo con el cual se describieron y compararon diversos regímenes políticos, provocando innovaciones conceptuales en el análisis del comportamiento de los actores políticos.

El segundo grupo de intelectuales que justifica la democracia como el punto de llegada, es aquel que Lesgart denomina de izquierda intelectual. Éste está formado por aquellos que, con la instauración de los regímenes militares, reflexionan respecto de sus ideas y prácticas y renuevan, así, el pensamiento socialista en un sentido democrático. A través de un profundo proceso de revisión del marxismo anterior, someten a crítica todo su vocabulario y lo resemantizan a la luz de la democracia como expectativa, como proyecto de reforma moral e intelectual. Mediante la lectura de Antonio Gramsci y a la luz de la experiencia italiana, pierden centralidad los análisis basados en las alianzas de clases y la idea de un sujeto preconstituido y revalorizan, en cambio, la autonomía de lo político como ámbito específico.

En sentido conclusivo, la tercera parte se ocupa de analizar aquellas tensiones que la acuñación y los diferentes usos dados al término Transición a la Democracia le legan a los primeros gobiernos civiles y cómo el concepto de consolidación se ve obligado a recoger aquellas tareas pendientes que la transición no pudo resolver.

Instalados los gobiernos fundacionales, el ideal democrático se enfrenta con la democracia como régimen político y se dirime, así, entre lo posible y lo verdadero. Esta tensión denota que el término democracia fue condensador de diferentes percepciones sobre lo que ella debía ser o cumplir. En consecuencia, se resquebraja lentamente aquel consenso inicial y se abre un momento para el desencanto. Éste se relaciona, al menos en parte, “como la quiebra de expectativas auto producidas medidas con el funcionamiento de la democracia como régimen político” (p. 237). Sin embargo, el desencanto fue desafiado por los intelectuales a través de la reinterpretación teórica de la categoría poliarquía, mediante un proceso de readecuación entre los modelos teóricos construidos y la marcha de los procesos históricos de consolidación.

Si bien durante toda la obra Lesgart destaca los problemas de ambigüedad conceptual en el uso de los términos, el estiramiento conceptual y la utilización de categorías universales para analizar procesos específicos, considera que la importancia de los términos radicó en su nivel propositivo antes que en el analítico. Dicho en otras palabras: la existencia del desencanto da cuenta de la efectividad de la idea Transición a la Democracia y -de democracia política- ya que muestra la habilidad que tuvieron ambos términos en constituirse en ideales, en impulsores de nuevas realidades y su capacidad de moldear los procesos políticos. El desencanto indica que “el proceso de producción de ideas a partir de la tensión entre experiencias y expectativas, entre recuerdo y esperanzas, fue efectivo” (p. 242).

El comentario que me resta hacer es destacar la labor de la autora en la rigurosidad, en el tratamiento minucioso y en la consistencia evidenciada en toda la obra. Si bien no es posible sostener que la producción de términos sea espejo del mundo ni que los proyectos políticos se elaboran a la medida de las ideas y categorías, es logro de Cecilia Lesgart demostrarnos que existen ciertos momentos históricos donde coexiste una íntima interrelación entre proyectos, ideas y términos elaborados previamente. En esos momentos históricos, los términos suelen crear y darle sentido a las representaciones del mundo, moldeando actores, prácticas y elecciones. El mayor mérito de Cecilia Lesgart es recordarnos la importancia de reflexionar sobre cómo se construye y emplea el vocabulario de la política.

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