Reseña
Escritos sobre terrorismo
López Ernesto. 2003. Buenos Aires. Prometeo libros. 138pp. |
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En estos últimos años parece que las palabras escritas por Marx y Engels en el Manifiesto comunista han recobrado su valor profético, hoy más que nunca “todo lo sólido se desvanece en el aire”. Es cierto que los creadores del materialismo histórico pretendían señalar con esto el carácter revolucionario de la propia burguesía y con ello, su propia ruina. El 11 de septiembre de 2001 hemos asistido al acto mediático y globalizado de ver cómo dos aviones de línea norteamericana se estrellaban contra un ícono vivo del capitalismo: las torres gemelas del World Trade Center. La sociedad del riesgo quedaba instaurada en el comienzo del nuevo milenio dejando a la sociedad occidental perpleja. El terrorismo había pasado también a la nueva era. La política exterior de los Estados Unidos comenzaba a mutar hacia un unilateralismo por fuera de los consensos de la OTAN y las Naciones Unidas. Evidentemente la política internacional ha mutado, está cambiando vertiginosamente y, desde las ciencias sociales, es necesario un replanteo de las propias categorías analíticas con las cuales se intenta explicar y comprender la esquiva “realidad social”; como nos señala Octavio Ianni: “en la via de los pueblos y naciones, tanto como en la de individuos y colectividades, ocurren acontecimientos que señalan lo posible y lo imposible, lo evidente y lo inexplicable (...) Es probable que haya sido así en 1492 cuando Colón dio la noticia de que había llegado desde el otro lado del mar, luego corregido por Vespucio que anunció el nuevo mundo. En 1789 cuando ocurre la noticia de la caída de la Bastilla, en 1917 cuando los bolcheviques toman el palacio de invierno en San Petersburgo (...) Esta es la idea: hay acontecimientos que adquieren significados y connotaciones excepcionales, reveladores. Son eventos heurísticos por sus implicaciones históricas y teóricas. Pueden ser vistos como experimentos científicos, ya que tornan explícitos nexos, continuidades, discontinuidades, tensiones y contradicciones insospechados en un momento anterior. Es como si fuese una explosión que involucra a la realidad y a lo imaginario, de tal manera que luego se distinguen mejor relaciones, procesos y estructuras de dominación y apropiación recónditos, que no se percibían bien. De repente se derrumban los cuadros sociales y mentales de referencia de unos y otros, individuos y colectividades, en todo el mundo” (p. 11-12).
Esta obra colectiva nos invita a interrogarnos sobre estos cambios estructurales desde una mirada crítica hacia fenómenos raros y distantes como la civilización del Islam pero cercanos por su capacidad destructiva a cualquier lugar del corazón de la civilización occidental. Desde ya los autores nos plantean la necesidad de reflexión y análisis de estos fenómenos sin escapar al compromiso ético ineludible de la investigación social.
Octavio Ianni nos plantea estos cambios bajo el simbolismo puntual del ejercicio concentrado del terror, aquello que en un momento todo lo cambia, todo lo cuestiona, todo lo inmoviliza, afirmando: “en un instante, en el centro de la mayor potencia mundial, dos de su más notables símbolos son agredidos y se desmoronan arruinados. En un instante, el poder económico y el poder militar, incluyendo el monopolio de la exploración y el monopolio de la violencia, son puestos en cuestión dejando de ser intocables. Son las dos principales expresiones de supremacía de las elites gobernantes y clases dominantes norteamericanas en el mundo. Simbolizan las telas, redes o sistemas con los cuales esas elites y clases se asocian con elites gobernantes y clases dominantes de la mayoría de las naciones del mundo. En este sentido es que el mundo asiste atónito y asustado, sorprendido y fascinado al derrumbe de dos pilares del neoliberalismo y del occidentalismo, esto es, del capitalismo “ (p.12).
A partir del fin de la Guerra Fría y el desmoronamiento de los países comunistas del este de Europa la presencia de los Estados Unidos en el escenario mundial se hace todavía más evidente. Después del 11 de septiembre la administración Bush encara una campaña tanto militar, política y cultural contra el “eje del mal”. Se produce una nueva polarización definida por y desde el país del norte. La maquinaria bélica norteamericana se orienta a combatir a este “demonio” bajo todos los medios posibles entrando en el campo de la ilegalidad y la violación sistemática de los derechos humanos; bajo la paradoja de salvar al mundo “occidental y cristiano” emplea toda su maquinaria para entrar en una vorágine de lucha asimétrica contra todo ámbito que no concuerde con el liderazgo de los Estados Unidos a escala planetaria. En nombre de la civilización “occidental y cristiana” se está extendiendo un proceso de control de individuos y colectividades que, paradójicamente, socavan los valores básicos que son pilares de la propia cultura a la que se intenta defender, según Ianni: “está en desarrollo un proceso de derechización con evidentes ingredientes nazifascistas. Se reducen o eliminan derechos democráticos conquistados mediante difíciles luchas sociales y se acentúan los controles jurídicos, políticos, militares y policiales sobre individuos o colectividades, organizaciones y movimientos sociales. Procesos que, en general, implican intolerancias étnicas, religiosas y otras, desde la xenofobia y el etnicismo al racismo y fundamentalismo calvinista secularizado” (p. 15-16)
La visión de Ianni nos retrotrae a la profética noche polar weberiana, a las consecuencias no deseadas del Iluminismo reseñadas en los intrincados laberintos de la teoría crítica de Frankfurt afirmando: “nótese, sin embargo, que la modernidad con la cual se alimenta la barbarie que germina y se expande en los siglos XX y XXI es la modernidad de la razón instrumental, pragmática, sistémica, que se desarrolla y generaliza como técnica de mando, de apropiación y dominación, con la cual se consolidan y expanden las estructuras de poder en el contexto nacional y mundial. Estructuras éstas, por medio de las cuales las elites gobernantes y las clases dominantes, en escala nacional y mundial, administran las cosas, las gentes y las ideas, las formas de sociabilidad y los juegos de fuerzas sociales, los modos de ser y los estilos de vida. (...) Si, ésta es la realidad: el mundo está ampliamente organizado en moldes totalitarios. Se trata de un totalitarismo que se lanza simultáneamente, en diferentes niveles de la vida social, de forma difusa y generalizada, imperceptible y truculenta, inefable y evasiva. En la misma estela del nuevo ciclo de globalización, se desenvuelve la organización sistémica del mundo, con la cual se constituye, difunde y enraíza la cultura, la práctica y la ideología del totalitarismo” (p. 42-43).
Desde el plano analítico y semántico el trabajo de Héctor Saint Pierre plantea la necesidad de establecer claros criterios definitorios de los fenómenos ligados al terrorismo y el manejo de la violencia, remarcando la urgencia de esta necesidad teórica con claras consecuencias tanto para la investigación empírica como para su propia proyección política y claridad explicativa. Saint Pierre señala: “en verdad el terrorismo no es un fenómeno nuevo. Es tan viejo como la guerra, que acompaña a las sociedades desde sus principios. Los Estados, los ejércitos, las etnias, los grupos y los hombres aisladamente han empleado el expediente del terrorismo, como forma de disminuir el coraje de su enemigos, para menguar su resistencia y facilitar la victoria. Desde asesinatos hasta etnocidios, pasando por genocidios y magnicidios, con el único objetivo de difundir el terror, la humanidad en todos los rincones del globo ha conocido, desde siempre, esta particular manifestación de la violencia. La tétrica característica que recubre con un manto de novedad este viejo flagelo tal vez sea su actual y creciente internalización (p. 48)
Por su parte la situación internacional emergente después de la Guerra Fría signada por un mundo bipolar heterogéneo ha dado paso, por lo menos en su gigantesca capacidad bélica, a la supremacía de los Estados Unidos. Este no es un dato circunstancial sino que se constituye en el cimiento del nuevo orden mundial, lo cierto es que los cimientos no están exentos de los sismos. El mundo actual se ha convertido en el Mare Nostrum de la potencia triunfante y esto va a producir fuertes tensiones, especialmente por parte de aquellos que no comparten la concepción norteamericana en materia política, económica y, principalmente, cultural. Como sostiene Saint Pierre: “la característica internacional del terrorismo puede ser nueva, pero no sorprende. En efecto, en un mundo cuya novedad consiste en la hegemonía incontestada de una su-perpotencia con intereses globales, donde la realización de estos intereses difícilmente se completa sin herir a otros, la colecta de odios se torna inevitable. Cuando ninguna acción diplomática es eficiente para defender intereses postergados, cuando ningún organismo internacional es suficientemente fuerte como para distribuir justicia entre intereses afectados, cuando ninguna forma convencional de violencia es eficaz para defenderlos, queda abierta la puerta para que el odio de la impotencia se manifieste o bien por encima de la regulación convencional de la violencia, o bien por debajo de ella, de manera incontrolable y algunas veces irracionalmente con relación a sus objetivos” (p. 48-49).
La necesidad de establecer los parámetros definitorios del fenómeno terrorista lo lleva a Saint Pierre a apelar a una detallada combinación del análisis sociológico, la ciencia política y la propia filosofía política para construir una definición clara, precisa y con capacidad analítica. Para Saint Pierre: “el terrorismo es una forma de violencia que se realiza en el ámbito psicológico del individuo. Su objetivo es producir una psicológica reacción en el individuo: el terror, esto es, un pavor incontrolable. El terrorismo es un acto de violencia que provoca una conmoción social, una acción social reactiva, esto es, una violencia que procura condicionar comportamientos, una relación de fuerza” (p.58).
La acción terrorista posee diferentes niveles a ser tenidos en cuenta. El análisis estratégico nos puede aportar elementos para la comprensión del fenómeno terrorista; es así como Saint Pierre nos señala: “nótese que la víctima preferencial y el objeto principal del terrorismo, la víctima que llamamos estratégica, no es herido o muerto en el atentado, la víctima táctica. El terrorista procurará provocar el mayor daño posible y por lo tanto intentará ejecutar su acción con la mayor visibilidad y la mayor cantidad posible de víctimas, en el nivel táctico de la operación. Pero si el objetivo estratégico del terrorismo es provocar un pánico incontrolable, obviamente la víctima estratégica no puede ser nunca la víctima táctica, aquella que pierde su vida en el atentado (...) El fundamento del terror no es la muerte, sino la inseguridad que provoca, la certeza de la vulnerabilidad ante el accionar del terrorista” (p.61).
En su trabajo Khatchik Der Ghougassian nos revela el intrincado mundo de las diferencias entre chiítas y sunnitas dentro del ámbito del Islam. Estas diferencias han sido sustantivas y la falta de comprensión de éstas por parte de las potencias occidentales no ha servido más que para fomentar la no solución de las continuas problemáticas y tensiones en la región. Ya en 1979 se plantea esta paradoja ya que marca la entrada del islamismo en las relaciones internacionales con dos acontecimientos que involucran a grupos de ambos sectores, el triunfo de la Revolución Islámica en Irán y la resistencia a la invasión soviética de Afganistán. Las idas y vueltas de los Estados Unidos en el espectro signado por este tipo diferente de dilemas que ha planteado cada caso en Medio Oriente ha visto sus consecuencias en el actual terrorismo internacional de la región.
Estados Unidos, para el autor, no ha tenido la capacidad analítica y la virtú política de comprender esta situación, generando una escalada de conflictos cada vez más complejos y con consecuencias cada día más inesperadas. Der Ghougassian sostiene: “la falta de capacidad para distinguir el contexto político del terrorismo fundamentalista islámico de corte chiíta de su vertiente sunnita profesada por al Qaeda creó los dilemas de balance de poder que Estados Unidos enfrentó en Iraq después de la derrota del régimen de Saddam Hussein y la ocupación del país a raíz de la intervención militar de marzo-abril 2003. Justificada con el argumento de ser parte de ‘la guerra contra el terrorismo’, la guerra contra Iraq en realidad ha sido la primera proyección de poder de la doctrina de guerra preventiva de Bush. Pensada, elaborada y promovida por un grupo restringido de pensadores neoconservadores, la operación bélica falló en convencer al mundo de la existencia de un peligro claro y presente en materia de armas de destrucción masiva en Iraq. Tampoco generó el impacto deseado en la región. La caída de Saddam Hussein no conmovió al mundo árabe-musulmán. El resentimiento por la intervención, en cambio, fue profundo (p. 98-99).
Como han sostenido los autores anteriores, el terrorismo no es nuevo pero su contexto internacional ha cambiado sustantivamente en los últimos años. El terrorismo utiliza principalmente el terror y el miedo para dejar perplejas a sus víctimas indirectas, pero no hay un solo terrorismo. Ernesto López , partiendo de estas premisas, nos introduce en el terrorismo de base islamista estableciendo las categorías analíticas necesarias para la diferenciación de los contextos y tipos de estas prácticas. Al respecto sostiene: “podría afirmarse que en los tiempos que corren -diría con mayor precisión, el lapso que cubre los años 90 del siglo pasado y los primeros de éste- el terrorismo internacional tiene un sustento predominantemente islámico. Me refiero a que dicho terrorismo es practicado por organizaciones radicales pertenecientes a lo que la literatura especializada acostumbra denominar movimiento islamista, un conjunto vasto y polifacético de actores, corrientes, organizaciones y tendencias que profesan el Islam y tienden a articular, de un modo u otro, religión y política (...). Rápidamente descripto, el movimiento islamista se caracteriza por seguir las prescripciones del Corán, en general, particularmente en lo que respecta a la continuidad o correspondencia que según aquél debe existir entre religión y política, lo que conduce a impulsar la amalgama entre fe religiosa e ideología política, a fusionar dirigiencia religiosa y dirigencia política y, en último término, a propiciar la instalación de un Estado islámico que consagre dicha fusión (como ha ocurrido, por ejemplo, en Irán y, más tarde, en Afganistán de los talibán) (p. 1003)”. Desde ya es necesario aclarar que en todo el detallado análisis que realiza Ernesto López no se cae en generalizaciones estigmatizantes de la civilización del Islam, sino que se pretende aclarar las vinculaciones que ciertos grupos realizan entre política y religión inmersos en un contexto internacional complejo, sin posibilidad de lecturas lineales. Al respecto López señala: “también se ha intentado evitar simplificaciones groseras, a la hora de examinar la relación entre religión y terrorismo. Así como el ejercicio del terrorismo por parte del IRA irlandés no es una consecuencia del catolicismo, tampoco el ejercicio del terrorismo internacional por parte de grupos radicales islámicos debe atribuirse de modo directo al Islam. Sin embargo, no puede dejar de señalarse que ciertas aseveraciones del dogma y algunas interpretaciones de los llamados reformadores le han dado fundamento doctrinal por lo menos al ejercicio de la violencia” (p. 132).
Ernesto López considera fundamental trazar las diferencias conceptuales entre el terrorismo de Estado y el terrorismo internacional. El primero forma parte de las políticas públicas planificadas, adoptadas, implementadas y evaluadas por parte de los estados. En el segundo caso se trata de acciones tomadas por células subestatales con, principalmente, recursos y tipo de planificación muy inferior a las tomadas por los Estados, sin por ello disminuir la capacidad de sembrar el terror que estas organizaciones pueden lograr. De esta forma el autor remarca: “ambas, desde luego, coinciden en que lo sustancial en los dos casos es el ejercicio del terror. En el terrorismo de Estado el sujeto actuante, obviamente, es el Estado, que puede ejercerlo tanto contra su propia población (es el caso, entre otros, de la Argentina, entre 1976 y 1983), como contra la población de terceros países o regiones (es el caso, entre otros, de Estados Unidos e Israel). Habrá así un terrorismo de Estado aplicado localmente y otro desplegado en el terreno internacional (...) Me parece preferible, en cambio, reservar el concepto de terrorismo internacional para cierto tipo de acciones terroristas ejecutadas por actores subestatales. Estos pueden llegar a tener cierta clase de apoyo estatal, logístico, financiero o informativo, de algún o algunos Estados. Pero, desde luego, de manera subrepticia, soterrada, o, por lo menos no formal “ (p.104).
Si bien el trabajo de Ernesto López se centra en el estudio del terrorismo de base islamista en el actual período post Guerra Fría, no deja de dejarnos plantada la otra cara de la moneda, el terrorismo de Estado, generalmente perpetrado por los países que se consideran “garantes del orden” y portavoces de las “sociedad y los valores occidentales”. Esto despeja toda mirada ingenua del análisis y nos invita a la reflexión crítica y comprometida, sosteniendo: “pero, atención, no cabe hacerle lugar a la resignación, ni en el plano político ni en el académico. Quienes como yo nos ubicamos en esta última dimensión no debemos abandonar, bajo ninguna circunstancia, el examen crítico de la política práctica. Podemos no estar en condiciones de esclarecer cómo ha sido la gestación histórica de algún problema, pero nada nos exime de la responsabilidad de procurar comprenderlo y, por esta vía, de intentar efectuar algún aporte para tratar de superarlo” (p. 133).
Este libro es un intento por poder establecer algunos caminos analíticos a cuestiones recientes y complejas donde domina la incertidumbre y toda conclusión no deja de ser una tentativa para situarnos en un mundo de grandes cambios, en donde el terror permanece aunque muta y se despliega de múltiples formas. Esta obra colectiva también es un compromiso en donde la ética de la responsabilidad del frío análisis de los juicios de hecho no puede dejar de plantearse junto a la ética de la convicción en donde nuestros juicios de valor nos obligan a interrogarnos sobre las consecuencias no deseadas de una oscura película en donde somos a su vez espectadores y actores, aunque las más de las veces, de reparto.