Temático

Resumen: El objetivo del artículo consiste en describir cuantitativamente las creencias, prácticas y representaciones de los evangélicos en la Argentina. A partir de los datos construidos en la “Segunda Encuesta Nacional de Creencias y Actitudes Religiosas en la Argentina” nos proponemos analizar tres aspectos fundamentales de este grupo religioso. El primero se refiere a los rasgos sociodemográficos, el segundo comprende su sistema de creencias y prácticas de consumo. Por último, el tercero incluye su posicionamiento respecto a tópicos controversiales, las representaciones en torno a la relación con el Estado y la problemática de salud. Cada uno de estos temas serán abordados en función de seis variables: la franja etaria, el género, el nivel socioeconómico, el nivel educativo, la región de residencia y el tamaño de ciudad. De esta manera, el trabajo ofrece una caracterización cuantitativa de la actualidad del mundo evangélico a una escala nacional.
Palabras clave: evangélicos, creencias, prácticas, temas controversiales, Estado.
Abstract: The aim of the article is to quantitatively describe the beliefs, practices and representations of evangelicals in Argentina. We analyze three fundamental features of this religious group with the data constructed in the “Second National Survey of Religious Beliefs and Attitudes in Argentina” . The first refers to Evangelical’s sociodemographic features, the second comprehends their belief system and consumer practices. Finally, the third one includes their position regarding controversial topics, representations about the State and health issues. Each of these aspects is approached based on six variables: age, gender,socioeconomic level, educational level, region of residence and city of residence’s size. Thus, the paper offers a quantitative characterization of the evangelical world today on a national scale.
Keywords: Evangelicals, Beliefs, Practices, Controversial issues, State.
Introducción
El hecho evangélico representa muchas cosas para muchas personas; es una realidad de clasificaciones múltiples. Para los medios de comunicación, tanto en su versión progresista como conservadora -por utilizar categorías del sentido común-, son una figura de la “otredad”; para la política partidaria un actor a tener en cuenta entre otros; para las discográficas, editoriales, programas de radio y televisión comprende un género con características específicas, un público segmentado y oportunidades comerciales; para el Sistema Penitenciario una estrategia inestable de gobierno de la vida intramuros; para la racionalidad de Estado un medio de articulación territorial con la sociedad civil; asimismo, para los actores sociales de diferentes estratos y procedencias, el significante evangélico, constituye una experiencia sensible o un tópico que suscita diferentes opiniones, teorías y argumentos de autoridad. Cada punto de vista apela al pensamiento clasificador y reduce la totalidad del fenómeno a una parte que le interesa, le sirve, en función de la economía de su argumento y su eficacia estratégica.
Para la sociología, el hecho evangélico es un objeto de estudio con cierta historia y legitimidad en la academia1. Al igual que el arte, pero desde un método distinto, la mirada de la ciencia intenta desfetichizar el fenómeno de los enfoques particulares para construir una totalidad objetiva, como proclamaba Georg Lukács (1965). Este trabajo supone ir en contra sobre todo del esquematismo y la tipificación de los discursos, representaciones e imaginarios de alta circulación mediática. Uno de los instrumentos de investigación más potentes para restituir la escala y complejidad del fenómeno en cuestión son los estudios cuantitativos, pensados no en oposición a otras metodologías, sino bajo una lógica de intercambios y complementariedades en la que el momento objetivista es sólo una etapa en la producción de conocimiento.
El presente artículo ofrece una caracterización cuantitativa del fenómeno evangélico en la Argentina contemporánea. Para ello nos proponemos explorar aspectos relativos a: (1) los rasgos sociodemográficos de este grupo religioso, (2) su sistema de creencias y prácticas de consumo y (3) el posicionamiento respecto a tópicos controversiales y las representaciones en torno a la relación con el Estado. La estructura del trabajo reproduce esta división tripartita de los rasgos que componen y describen la actualidad del mundo evangélico en una escala nacional.
En lo que concierne a la metodología, este artículo trabaja con el datasetMallimaci, Esquivel, Giménez Béliveau & Irrazábal (2019) de la Segunda Encuesta Nacional de Creencias y Actitudes Religiosas en la Argentina. El datasetes producto de una encuesta probabilística realizada en Argentina (total país) durante agosto-septiembre de 2019. El universo en estudio es la población de la República Argentina de dieciocho años o más, residente en localidades o aglomerados urbanos con al menos 5.000 habitantes según Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas 2010. Se seleccionaron 2.421 casos mediante una muestra polietápica. La primera etapa, con 89 localidades/aglomerados como unidades primarias de muestreo, combinó estratificación (atendiendo a la región y el tamaño de las localidades) y selección de aglomerados urbanos intra-estrato mediante azar sistemático con probabilidades proporcionales al tamaño (PPT). En la segunda etapa, la selección de las unidades de muestreo (radios muestrales) dentro de las localidades seleccionadas se realizó mediante azar sistemático (ordenamiento a partir de indicadores de nivel socioeconómico) con PPT (atendiendo a la cantidad de población) y asignación igual por radio censal. Una vez elegidas las áreas de trabajo, se realizó el relevamiento y selección sistemática de las viviendas particulares (tercera etapa). Para la selección de las unidades últimas de muestreo (cuarta etapa) se recurrió a cuotas de sexo y edad según parámetros poblacionales. El período de relevamiento de datos fue entre agosto y septiembre de 2019. Se trabajó con un margen de error del +/- 2%, generando un nivel de confiabilidad del 95%. El alcance del estudio es la República Argentina (Total País). Al tratarse de una encuesta probabilística polietápica que combina estratificación por región y tamaño de ciudad y selección mediante azar sistemático (con PPT) los datos son extrapolables a la población general atendiendo al margen de error.
Esta investigación se realizó en cumplimiento de los lineamientos para el comportamiento ético en las Ciencias Sociales y Humanidades del CONICET (res. 2857/2006), la Declaración de Helsinki (versión Fortaleza 2013), la Declaración de Bioética y Derechos Humanos de la UNESCO y la legislación y pactos de derechos humanos vigentes en Argentina. La participación de la encuesta fue voluntaria. Se aplicó el consentimiento informado explicando a las personas que participaron del estudio sobre los objetivos y los beneficios esperados. Los datos relevados se utilizan con fines estadísticos, garantizando la confidencialidad y el anonimato de modo que no pueden identificarse a las y los entrevistados. Los datos se procesan y analizan mediante el software SPSS.
Caracterizaciones sociodemográficas
El 15,3% de la población argentina se define evangélica, una cifra en crecimiento si se tiene en cuenta que según los datos de la encuesta de 2008 (CEIL, 2008) el porcentaje alcanzaba un 9%. Además del incremento, el perfil sociodemográfico de este mundo religioso observa dos datos particularmente significativos para el análisis: la pertenencia de clase y la distribución de creyentes por región.
El mundo evangélico se afirma en los sectores más vulnerables del país: el 73,5 % de los que integran este mundo religioso fueron clasificados como nivel socioeconómico bajo, una operación que se refuerza y tiene congruencia si se tiene en cuenta que para más de la mitad de la población evangélica (54 %) el umbral educativo más alto es el primario completo.


Por otro lado, si nos enfocamos en la distribución regional de los creyentes evangélicos en Argentina, obtenemos que el 37,2% se concentra en AMBA, el 22,8% en Centro, el 15,1% en NEA, el 11,1% en NOA, el 7,8% en Patagonia y el 6% en Cuyo. Sin embargo, si tomamos el total de la población y lo comparamos con la encuesta de 2008, se observa que el comportamiento regional de los evangélicos en la última década delinea un incremento significativo en las regiones NOA, NEA y AMBA, subiendo 13,2, 12,3 y 6 puntos porcentuales respectivamente. Los guarismos alcanzados por los evangélicos en la franja norte del país otrora hegemonizada cultural y demográficamente por el catolicismo nos hablan de la capacidad del movimiento evangélico no sólo de crecer, sino también de imponerse a los umbrales o fronteras culturales del pasado. Será tarea de investigaciones futuras explicar cuáles fueron los mecanismos que activaron este proceso.


En lo que refiere a la distribución por género, la proporción es casi de 6 a 4: el 58,1% de los creyentes evangélicos se adscribe al género femenino mientras que 41,9% lo hace al género masculino. Si realizamos un análisis por franjas etarias observamos que el primer segmento, los que tienen entre 18 y 29 años, concentran al 36,1%. El segundo segmento de 30 a 44 años, el 33,7%, y el tercero de 45 a 64 años, agrupa al 21,9% del total de los evangélicos. Apenas el 8,3% de la población evangélica supera los 65 años o más. La media de edad de los evangélicos considerados in toto es de 38 años.


Tanto en el lenguaje de los científicos sociales como en el de los propios creyentes, la nominación “evangélico” responde a una categoría que sintetiza y agrupa pertenencias a diferentes denominaciones del cristianismo no católico. Sin impugnar los usos de esta etiqueta, resulta conveniente reconstruir las pertenencias originarias a los fines de discriminar e identificar las fuerzas catalizadoras que atraviesan este espacio religioso. Bajo esta clave y tras una primera operación clasificatoria (en la que fueron consideradas las respuestas espontáneas de los encuestados ante la pregunta “¿cuál es su religión”?)2, es importante destacar que el 89% de las personas que se definen como evangélicas en Argentina son pentecostales. Este porcentaje surge de agrupar a los que respondieron que eran “evangélicos” sin más (56,7%), “evangélicos pentecostales (29,6%) y “evangélicos de la iglesia Asamblea de Dios” (2,7%). Estos resultados corroboran una hipótesis que los estudios especializados (Wynarczyk, Semán y de Majo, 1995) sostienen desde hace más de dos décadas: la pentecostalización del campo evangélico, esto es, la capacidad de la variante pentecostal para constituirse en el pilar demográfico y la fuente de irradiación cultural de todo el espacio evangélico. El resto de las denominaciones solo cosecharon porcentajes muy menores: se asumieron bautistas el 5,3%, adventistas el 0,6%, metodistas el 0,4%, luteranos el 1,1% y de la Iglesia Universal del Reino de Dios, el 3,6%.
Esta caracterización preliminar del mundo evangélico quedaría incompleta si no situáramos su crecimiento demográfico a la luz de los procesos de descategorización y recategorización de la vida religiosa que atraviesan a la Argentina: el 41,7 % de los evangélicos en nuestro país protagonizaron un proceso de conversión y el 91,7% de estos conversos lo hicieron despojándose de sus pertenencias católicas. Estas cifras robustecen las coordenadas generales del cambio religioso en Argentina: la proyección evangélica se despliega a expensas del retroceso demográfico católico, que por su parte también alimenta el número creciente de los sin religión.
Autoevaluaciones: grados de religiosidad y espiritualidad
El ethos evangélico, vale decir, el sistema de costumbres, también de representaciones adquiridas que sostiene un estilo del creer, refuerza -y esto es un punto de acuerdo de la literatura especializada3- el sentimiento de elegir y practicar activamente un conjunto de valores que se exhiben, se proclaman, muchas veces se defienden. No es extraño, entonces, que ante la pregunta por el grado de religiosidad o espiritualidad los creyentes identificados con este credo se reconozcan en los rangos más altos.
En una escala de 1 a 10 en donde 1 representa nada religioso y 10 muy religiosos, la mayoría (61,5%) se ubica en los últimos cuatro puntos de la escala, esto es, entre 7 (14,2%), 8 (19,2%), 9 (8,7%) y 10 (19,4%). Los porcentajes aumentan levemente en el caso de las mujeres. La distribución por edad es pareja a excepción de los mayores de 65 años en donde el 71,4% de los evangélicos se sitúa entre 8 y 10. La concentración en el segmento de 7 a 10 se concentra en los niveles de instrucción más altos. En términos geográficos, Cuyo concentra el 64,7% de su calificación religiosa entre 8 y 10 seguido por NEA en un 65,1%, pero en una escala más amplia entre 7 y 10. El resto de las regiones presentan distribuciones similares entre si, próximas al total de la población evangélica4.


Ahora bien, qué ocurre cuando la pregunta ya no es por la religión, sino por la espiritualidad. La bibliografía académica suele remarcar el contrapunto entre estas dos nociones como un tópico recurrente de las experiencias alternativas cercanas, por ejemplo, a la Nueva Era o al Arte de Vivir (Carozzi, 2001; Semán & Viotti; 2018; Funes, 2018). En el mundo evangélico existe una diferencia moderada entre los términos en cuestión que es preciso señalar. En lo que a la espiritualidad concierne, la mayoría (55,5%) se ubica en el rango de 8 a 10. Si la ampliamos la escala a 7 a 10 nos encontramos con 71,2% de los encuestados que se reconocen espirituales, superando a los 61,5% que se identifican como religiosos en el mismo rango. En una palabra, los evangélicos se asumen apenas más espirituales que religiosos y aquí nuevamente las mujeres se destacan sobre los hombres. En el segmento de 8 a 10 la espiritualidad disminuye en los más jóvenes (51,9%). Al igual que con la pregunta anterior, los niveles de instrucción más altos concentran mayores porcentajes de identificación con la escala 8 a 10 en espiritualidad. Las divisiones regionales nos muestran que NOA (68,8%) reconoce los mayores porcentajes en el rango (8 a 10) mientras que AMBA (48,5%) y Patagonia (51,7%) los más bajos. El resto ofrece distribuciones similares.


Representaciones y funciones de Dios
Prácticamente la totalidad de los evangélicos (97,3%) en la Argentina creen en Dios, pero esta uniformidad de base se complejiza y enriquece cuando se les pregunta por la definición5 y el modo de relacionarse con dicha entidad. La mayoría de los encuestados identifica a Dios como un “padre” (51,6%), luego un “ser superior” (34,9%), seguido en tercer lugar por el “amor” (29,1%). A distancia se encuentra la imagen de un “juez de los seres humanos” (13,1%) y la “energía” (9,7%) y aún más lejos la idea de un “todo” (4,5%), un “creador” (1,7%), la “fe” (0,1%) u otras definiciones alternativas. En una palabra, 5 de cada 10 evangélicos ven a la divinidad paternalmente y 3 de 10 lo identifican con un “ser superior” y con el “amor”. Las determinaciones concretas de lo sagrado presentan analogías -al menos sugerentes- entre las estructuras religiosas y las estructuras de parentesco.
Entre las mujeres esta tríada se mantiene, pero la imagen del “ser superior” y del “amor” no presentan casi diferencias de porcentaje entre sí. Por el contrario, entre los hombres, luego de la figura paterna, se impone claramente el “ser superior” (42,9%) sobre el “amor” (27,1%). En lo que respecta al rango etario, la definición de Dios como “padre” es más fuerte en los más jóvenes (61,7%). Otro dato interesante es que en los adultos (de 45 a 64 años) la imagen dominante no es en primer lugar la del “padre” sino la del “ser superior”. Cabe destacar también que en estos últimos la “energía” aparece en cuarto lugar en la caracterización de la divinidad.

Al observar la distribución por regiones podemos ver que la triada dominante se mantiene en AMBA, Centro y NOA, mientras que en Cuyo, Patagonia y NEA el “amor” ocupa el segundo lugar en las representaciones de la deidad de los evangélicos, relegando la idea de un “ser superior” al tercer puesto.

En definitiva, la creencia en Dios, una creencia que por obvia no debería dejar de ser objeto de explicitaciones y análisis, presenta en la población evangélica ciertas dominancias culturales relativas al carácter antropomórfico, masculino y paternal de un ser superior indisociable de la noción de amor. Asimismo, las apreciaciones compartidas de la divinidad cambian, adoptan matices y diferencias, en función del género, la edad y las especificidades históricas y culturales de cada región de la Argentina.
En lo que refiere al modo de relacionarse con dicha entidad, la literatura especializada en el lazo religioso también señala diferentes posibilidades, que habilitan a su tiempo mutaciones en las formas del creer. En oposición al paradigma que indicaba una modalidad única -la relación con la divinidad mediada por una organización tipo iglesia-, diferentes estudios en las últimas décadas señalan otras variantes, conocidas como cuentapropismo religioso o “creer a su manera”, marcadas por un fuerte individualismo y autonomía de los sujetos (Pierucci, 1998; Mallimaci y Giménez Béliveau, 2007). El pool de posibilidades teórico-empíricas se cierra con una tercera opción: la vía comunitaria. Así pues, consultados sobre esta cuestión y contemplando el abanico de posibilidades citado, los resultados de la encuesta exhiben una mayoritaria inclinación en los evangélicos por la mediación de las iglesias/templos (55,2%), mientras que un poco más de un tercio (35,6%) manifestó relacionarse con Dios “por su propia cuenta”. La variante comunitaria sólo alcanzó un porcentaje muy menor: 6,6%. Si cruzamos estos resultados con las variables cruciales señaladas en la introducción es posible realizar las siguientes precisiones. El polo eclesial se acentúa en las mujeres por sobre los hombres, ya que en ellas esta opción cosecha el 60,5% de las respuestas, frente al 47,8% del par masculino. En el corte por edad, la modalidad de relación con lo trascendente a partir de la perspectiva comunitaria se afirma entre aquellos/as que tienen entre 45 y 64 años con un porcentaje de 11,4% y el “cuentapropismo” en la franja 30-44 años. Finalmente, si analizamos estas respuestas por nivel de estudios es remarcable cómo el cuentapropismo religioso evangélico se afirma en aquellos que ostentan secundario completo (40,7%).


Podemos preguntarnos en qué situaciones concretas, significativas, las personas acuden a esta entidad central del sistema de creencias evangélico. Se trata nuevamente de una pregunta de opciones múltiples, compuesta por distintas posibilidades6, en la que los encuestados podían elegir más de una circunstancia. Una primera aproximación general nos muestra que 5 de cada 10 evangélicos recurre a Dios en momentos de sufrimiento (51,6%), 4 en ocasiones de felicidad (37%), 3 frente a situaciones en las que necesitan ayuda (34,9%) o al reflexionar sobre el sentido de la vida (32,8%) y 2 respondieron en todo momento (24,3%) o cuando ayudan al prójimo (21,5%). Finalmente, apenas 1 de cada 10 personas acude durante las fiestas religiosas (13,4%). La búsqueda evangélica de Dios se encuentra vinculada tanto al malestar como al bienestar, simultáneamente a las necesidades concretas, el pedido de ayuda, como a los problemas de sentido y sus reflexiones. Contra el materialismo ingenuo dispuesto a interpretar las creencias evangélicas como un mero epifenómeno de la pobreza y nada más, la encuesta nos entrega una caracterización compleja de la deidad y sus funciones múltiples.
Al ver las diferencias por género, encontramos que en las mujeres se enfatiza levemente la búsqueda de Dios relativa a las situaciones dolorosas y la meditación sobre los significados vitales. La edad también introduce variaciones sobre la distribución total, aunque se mantiene -en casi todos los rangos etarios- la primacía de los momentos de sufrimiento y felicidad. Las diferencias residen en los más jóvenes debido a que ellos acuden más que el resto en situaciones vinculadas con la necesidad de ayuda (39,9%). En los adultos de 45 a 64 años crece notablemente, en comparación con otras edades, la decisión de vincularse siempre con Dios (32,6%).

El análisis por regiones geográficas nos permite reconocer distribuciones relativamente homogéneas respecto a la dominancia de la díada sufrimiento-felicidad, seguida por los pedidos de ayuda y las cuestiones de sentido. Las excepciones corresponden al noroeste argentino (NOA) dado que allí los porcentajes aumentan, el NEA en donde 4 de cada 10 evangélicos optaron por una relación diaria, cotidiana, con la divinidad y el AMBA que se destaca por el lugar clave que tiene la opción por el sentido de la existencia.

Los primeros análisis nos permiten calibrar hasta qué punto las reducciones -tanto utilitaristas como idealistas- que abundan en la academia desconocen el carácter polivalente de un sistema de creencias amplio, maleable, sensible tanto a la pragmática de las necesidades y sus problemas impostergables como a la actitud teórica, reflexiva, que hace de la religión un modelo de orden.
Top 15 de las creencias evangélicas
Ni en la sistematicidad y coherencia cosmológica ni en sus usos prácticos, las creencias carecen de criterios o códigos de ordenamiento que jerarquicen los signos de la vida religiosa. Los componentes de un sistema simbólico ocupan una posición determinada dentro de un conjunto de relaciones que les asignan su valor diferencial. Por eso cuando se les pregunta a los evangélicos en qué creen -a través de una grilla de opciones predeterminada7 y de respuestas múltiples- surge un ranking compuesto por los casos más elegidos.

Los resultados mayoritarios corresponden al canon, a la doctrina, del cristianismo de raigambre protestante. Prácticamente todos los evangélicos aceptan la idea de Dios y Jesucristo y 9 de cada 10 la del Espíritu Santo. Por fuera de este dogma inicial comienzan a surgir complejidades ya que no todos, sino 7 de cada 10 afirman creer en la vida después de la muerte, los ángeles y en el infierno y 6 en la figura del Diablo. Cabe señalar que esta relativa increencia en la contrafigura de Dios obedece en parte al modo en que está formulada la pregunta pasible de ser interpretada como una adhesión positiva a la idea del mal y lo que ella representa.
Luego, tenemos a la Energía, con la que se identifica el 54,1% de los evangélicos. Es interesante destacar que la Energía, noción amplia, ambigua, ajena a la cosmología protestante y afín a otros universos de significado como las espiritualidades o terapias alternativas, divide al mundo evangélico casi a la mitad, entre los que la aceptan y los que no. Parece ser una categoría bisagra a la que es preciso explorar en sus estructuras de significado.
Otro caso es el de la Suerte: aunque no es un asunto de mayorías, 3 de cada 10 evangélicos se pronuncia a favor de ella. Por debajo de la Energía y la Suerte -entidades o esquemas lógicos relativamente desmarcados-, es posible encontrar dos tipos de nociones indisociables del catolicismo, que nos permiten pensar en un modo tal vez periférico de ser evangélico en el que convergen dos tradiciones rivales, como la católica y la protestante. Entre los evangélicos, 2 de cada 10 declaran abiertamente creer en la Virgen (18,8%) y 1 de cada 10 (13,5%) en los Santos.
Es interesante destacar la presencia de encuestados que se autoidentifican como evangélicos sin renunciar a elementos cosmológicos de raigambre católica -tal es el caso de la Virgen y los Santos-, que las autoridades del culto identifican como formas de idolatría o fetichismo contrarias al dogma. En este sentido, si ampliamos nuestro análisis a las prácticas de consumo –que analizaremos en el próximo apartado-, podemos reconocer que el 19,5% de los evangélicos tiene estampitas, velas, almanaques, calcomanías y posters religiosos reforzando una cultura iconográfica y estética afín –al menos en principio- a la tradición católica.
Por último, 1 de cada 10 encuestados habilitan adhesiones heterodoxas como por ejemplo el imaginario relativo a los Ovnis, los Curanderos, la Astrología y el Gauchito Gil, complejizando el horizonte simbólico de este grupo. Dentro de una cierta uniformidad en el estilo de creer es posible identificar umbrales de hibridación a partir de los cuales una minoría evangélica produce síntesis y elaboraciones con elementos propios del catolicismo, las espiritualidades alternativas y la religiosidad popular.
Cultura audiovisual y escrita: a propósito de las prácticas de consumos
Una de las características distintivas de las prácticas evangélicas en relación a las católicas o a las que sostienen los denominados sin filiación religiosa, es el lugar preponderante que ocupan dos variaciones de la cultura material religiosa8: nos referimos a la oferta escrita y la audiovisual. La primera consiste en la producción y consumo de literatura en una gran variedad de géneros narrativos y soportes mediante los cuales se difunden bienes culturales en forma escrita, segmentando el público de lectores según tópicos, intereses, género, rango etario o incluso su posicionamiento dentro de las iglesias. La segunda comprende la generación de contenidos con marcas religiosas que apelan mayoritariamente a las imágenes, los sonidos, la música, la palabra oral mediante el sistema de medios de comunicación masiva, sobre todo la radio, la televisión y en los últimos años las redes sociales y las aplicaciones de celular. Los grupos se objetivan, se afirman, se instituyen, en los sistemas de objetos que producen. Podemos decir que se crean creando las materialidades que los definen y los distinguen de otras propuestas cercanas.
Al explorar el consumo evangélico de cultura escrita nos encontramos con que 8 de cada 10 encuestados leen la Biblia y 6 de ellos con una frecuencia a la que denominaremos habitual, es decir, dentro de un rango que oscila entre la práctica diaria, semanal y una o dos veces al mes. Este vínculo evangélico con la cultura escrita es contrastante con los guarismos que arroja el total población en Argentina, en el que quienes afirman leer la Biblia alcanzan al 41,2% y solo el 21,4% lo hace habitualmente.

Las mujeres leen más que los hombres, y si nos atenemos a las diferencias etarias podremos reconocer que los jóvenes aparecen como los menos interesados en la Biblia. El análisis por regiones geográficas nos muestra que el hábito de esta práctica tiende a concentrarse en NEA (74,9%), mientras que AMBA (51,6%) y Patagonia (56,7%) presentan valores más bajos respecto del total.

Ahora bien, ¿qué ocurre con la literatura ampliada de textos, revistas, diarios religiosos? 4 de cada 10 evangélicos afirma consumir este tipo de materiales escritos, y 3 de 10 lo hacen de manera periódica dentro del día, la semana o el mes. Estos resultados marcan, nuevamente, una distinción de los evangélicos, pues estos números descienden abruptamente en el total población a la mitad (23,9% de los argentinos/as afirman consumir estos objetos y solo el 11,6% lo hace frecuentemente).

Concentrándonos en el consumo evangélico de revistas, libros y diarios religiosos, se observa que son las mujeres las que los consumen más. Esta práctica disminuye notablemente en los jóvenes entre 18 y 29 (21,6 %). Asimismo, focalizándonos en la lectura habitual, es posible reconocer que la región del AMBA presenta los valores más bajos (16 %) y NEA (35,9%) y Centro (38,7%) los más altos.

En definitiva, la cultura escrita se constituye como un rasgo que distingue a los evangélicos del resto de la población argentina. Como vimos, es predominante la lectura bíblica en tanto práctica recurrente sobre todo para mujeres, creyentes de mayor edad y concentrándose en las regiones de NEA y Cuyo. Por su parte, el consumo de revistas, libros y diarios ocupa un lugar secundario pero importante, destacándose también aquí su preferencia entre las mujeres y los adultos. Nuevamente las regiones histórico-geográficas del nordeste argentino y el Centro se imponen sobre el resto del país.
En lo que a la cultura audiovisual concierne, 6 de cada 10 evangélicos consumen programas de radio, televisión e internet, 5 de ellos mantienen esta actividad de forma frecuente y 1 de cada 10 sólo en ocasiones especiales. La división geográfica nos muestra que el NEA (71.8%) y el Centro (73.3%) presentan los porcentajes más altos y el AMBA (29.5%) el más bajo.

La cultura audiovisual con marcaciones religiosas cuenta entre sus segmentos más relevantes con la música evangélica: 7 de cada 10 encuestados escuchan estas melodías y 6 de ellos lo hacen de manera cotidiana9. Si atendemos al análisis por regiones, podremos ver que el gusto cotidiano por las canciones evangélicas se concentra sobre todo en la zona de Cuyo (74,6%) y el NEA (81%), en donde se destaca especialmente la frecuencia diaria sobre la semanal y mensual. Como en casi todas las prácticas que involucran a la cultura material, los porcentajes más bajos pertenecen al AMBA (45,7%), seguida a distancia por la Patagonia (55,8%).

Ahora bien, en cuanto al uso de objetos audiovisuales, si lo contrastamos con el total país vuelve a delinearse como otra de las características salientes del creer evangélico, puesto que en los conteos generales estos guarismos descienden significativamente: el consumo programas religiosos de radio, tv e Internet baja al 28,3 % y la audición de música a 26,2%.

La cultura audiovisual y escrita distingue el estilo del creer evangélico, lo vuelve reconocible, le da un tono y una temporalidad singular, diferente del de las sensibilidades católicas y de aquellas de los sin filiación religiosa, en las que los productos espiritualmente marcados no tienen el mismo protagonismo, pese a que cuentan con sus propias industrias del entretenimiento, circuitos de venta y difusión (Algranti, 2013; 2019). En más de un sentido pensar el corpus de creencias y adhesiones evangélicas en la Argentina es pensar los objetos en su particularidad y modos de empleo, pero también en su consistencia sistémica en tanto elementos de un conjunto de relaciones relativamente integradas.
Posicionamientos evangélicos sobre temas controversiales
El análisis de los valores, posicionamientos y conductas políticas de los evangélicos como espacio social cobra una relevancia particular, si se tiene en cuenta el estado actual de la discusión académica y la circulación de imaginarios y etiquetas sociales. Por un lado, abundan los estudios que analizan los posicionamientos de iglesias y líderes religiosos sobre temas controversiales en las últimas décadas (Carbonelli, Felitti & Mosqueira, 2011; Jones & Carbonelli, 2012; Jones & Cunial, 2012; Vaggione & Jones, 2015) pero se mantiene un área de vacancia en torno al correlato de las posturas con la base social del propio espacio religioso. Por el otro, desde entornos mediáticos, militantes y hasta incluso académicos, se producen imágenes de los evangélicos asociadas con el integralismo y el fundamentalismo que simplifican el debate público acerca de las proyecciones políticas de las creencias, al homogeneizar y solidificar al objeto en cuestión a partir de pocos datos.
En pos de complejizar este panorama y construir una línea de indagación sobre la articulación y tensión entre creencias políticas y religiosas en el mundo evangélico, en lo que sigue desarrollamos una serie de afirmaciones que se desprenden de los datos relevados por la Segunda Encuesta. La primera alude a una cosmovisión generalizada en el seno de esta comunidad religiosa y que observa los siguientes puntos salientes: a) la conceptualización de la vida, en todas sus etapas (inicio, duración y final), como una donación divina, b) la idealización del cuerpo como receptáculo de esa donación y por lo tanto, integrante de una territorialidad trascendente, y finalmente c), la nominación de la familia tradicional (heteronormativa- patriarcal) como entidad nuclear y piedra fundamental de la organización social. Todos estos ítems constituyen un perfil distintivo de los evangélicos en relación al resto de la población argentina, como veremos a continuación.
La posibilidad de la despenalización del aborto fue uno de los temas debatidos en la esfera pública en la última década. Mientras que entre el total población solo 2 de cada 10 personas consideran que el aborto debe estar prohibido en todos los casos, 3 de cada 10 que debe ser considerado un derecho de las mujeres y 5 de 10 que debe estar admitido en situaciones especiales, en el mundo evangélico se observa una polarización en dos mitades casi simétricas que en su sumatoria dejan un margen minoritario a la visión despenalizadora y partidaria de la autonomía de las mujeres sobre su propio cuerpo. Sólo el 7,4 % de los evangélicos considera que una mujer debe tener acceso al aborto siempre que así lo decida, mientras que el 50,1% considera que es una práctica que debe estar permitida solo en algunas circunstancias y el 41,8% adopta una perspectiva punitiva del aborto. Esta postura adversaria de la cosmovisión que considera al aborto un derecho se consolida y se acentúa en el cruce por región: en el NEA y NOA, la postura por la prohibición asciende a 53,9% y 61,6% aunque en AMBA se desploma a 29,5%.

Si el debate en torno al aborto integra la cuestión del inicio de la vida y el dominio y el derecho sobre el propio cuerpo, otro tanto ocurre cuando se indaga en torno a la posibilidad de poner fin a la existencia ante una enfermedad terminal. Interrogados sobre este asunto, sobresale el amplio consenso del que goza la idea del monopolio divino sobre el ciclo vital: el 79,6% de los evangélicos respondió que frente a tal circunstancia acuciante “dejaría que se haga la voluntad de Dios”. Solo pequeños porcentajes pedirían que los médicos pongan fin a su vida (6,3%), o que, por el contrario, hicieran todo lo posible para prolongarla (9,7%). Estos guarismos, de nuevo, contrastan significativamente con las posturas del total población en Argentina, donde los porcentajes de aquellos/as que ponderan la voluntad divina descienden a 49,9% y la intervención médica asciende a 41,5%.

La cosmovisión que estamos describiendo también contempla una imagen del cuerpo como recinto sacro, que el creyente debe cuidar y preservar de los vicios y de las contaminaciones mundanas. A partir de esta perspectiva, la posibilidad de tomar bebidas alcohólicas y seguir siendo buen religioso fragmenta el universo evangélico en dos, ya que el 45,2% se manifestó de acuerdo, mientras que un porcentaje apenas mayor, el 48,9%, en desacuerdo. Este posicionamiento se diferencia del resto de la población, pues en el total país existe un amplio acuerdo en la compatibilidad entre tomar alcohol y rectitud religiosa (72,3%)

En esta misma línea se torna legible el predominio de la visión “problemática” acerca del consumo de drogas. Comparado con el total país, entre los evangélicos tienden a concentrarse las consideraciones “morales” y “espirituales” sobre el uso de drogas, mientras que la concepción vinculada al consumo de estupefacientes como “decisión personal” se desploma casi 15 puntos porcentuales.

La tercera parte de este sustrato cultural evangélico echa raíces en la idea de familia tradicional- patriarcal y hetero-normativa- como pilar social y guardiana de los valores descritos en los párrafos precedentes. A qué tipo de familia nos estamos refiriendo queda claro en la consideración mayoritaria sobre la formula marital legítima: el 67,6% de los evangélicos considera que el único matrimonio válido es el que se celebra entre hombres y mujeres. Tal como ocurría en las consideraciones con respecto al aborto y a la pureza del cuerpo, la visión moral más tradicional se acentúa entre los evangélicos residentes en la zona norte del país: en el NEA con un 85,4% de respaldo a la visión familiar heteronormativa y el NOA con un 83,8%. Esta tendencia se invierte si nos enfocamos en el total población, donde solo un 35,9% considera que el único matrimonio válido es el heterosexual.

Resulta esperable entonces que entre los evangélicos esta secuencia de valores y nociones sobre la vida, el cuerpo y la familia, imantadas con referencias divinas, guarde un correlato político en posturas y posicionamientos sobre temas controversiales que se distancian de los guarismos generales de la población argentina. Se entiende así, por ejemplo, que entre los evangélicos aumente 23 puntos porcentuales el desacuerdo a la propuesta potencial que el Congreso legalice el aborto (45,2% vs 68,5%). También la visión normativa familiar pesa en el hecho que salte de 27,6% (total país) a 55,1% en evangélicos el desacuerdo a que parejas gays puedan adoptar niños/as, aun contando en el contexto social con una ley que legaliza este derecho desde hace más de una década. Cabe destacar que un tercio de los evangélicos acuerda con el marco legal vigente, conformando una disidencia que no tiene paragón en los debates sobre el aborto y sucedáneos. Finalmente, en el debate en torno a la despenalización de la droga, entre los evangélicos la corriente que apuesta a la legalización de la marihuana desciende 10 puntos del total población y la opción punitiva de todas las drogas aumenta casi 15 puntos. Es preciso destacar, sin embargo, que -como el resto de los argentinos- 5 de cada 10 evangélicos contemplan la legalización del cannabis para uso medicinal.


Ahora bien, la consideración aislada de esta matriz parecería confirmar los imaginarios sociales que etiquetan a los evangélicos como una fuerza conservadora tout court, en todos los planos y en todos los sentidos. Sin embargo, resulta conveniente sopesar esta mirada preliminar contemplando un segundo conjunto de posicionamientos y visiones. A distancia de los imaginarios que conciben al mundo evangélico como un espacio “anti-derechos”, es de resaltar que se pliegan a opiniones que forman parte del ideario progresista en Argentina, como el apoyo casi total a la condición gratuita de las universidades públicas (97,6%) y el rechazo a la implementación de la pena de muerte. En este punto, si lo comparamos con el total país el desacuerdo con la implementación de la pena de muerte para delitos graves en evangélicos aumenta casi 12 puntos porcentuales (de 41,8% a 53,5%). Este posicionamiento no solo los distingue de otros grupos religiosos, como los católicos entre quienes las proporciones son diferentes, sino también de las consideraciones de la sociedad como un todo.

El análisis de las respuestas evangélicas a esta cuestión ofrece detalles interesantes, como, por ejemplo, el corte por edad: la oposición a la instalación de la pena de muerte aumenta a 64,5% en la franja de los que tienen entre 45 y 64 años. Los evangélicos del NEA, ostensiblemente más conservadores en las opiniones sobre temas de moral sexual, representan a la región con el porcentaje de rechazo más alto a esta iniciativa (66,9%).

Otro dato que complejiza la caracterización política de los evangélicos en Argentina: el consenso amplio que hemos subrayado sobre la corporalidad, el principio y fin de la vida y la centralidad de la familia tradicional no necesariamente tiene traducción directa en opciones en la arena partidaria. En sintonía con los guarismos que arroja el total del país, entre los evangélicos también es mayoritario el rechazo (64,4%) a la existencia de un partido político conformado por curas y pastores, aunque es preciso aclarar que este rechazo desciende 10 puntos porcentuales en esta comunidad religiosa. De todos modos, cuando se examinan las opciones electorales escogidas en los comicios de 2015, observamos nuevamente que los evangélicos se comportan como el resto de la población. La adhesión religiosa no supone aquí una preferencia política particular. El candidato más votado por los evangélicos en dicha ocasión, Mauricio Macri, aventajó por menos de dos puntos porcentuales a la opción siguiente, encarnada por Daniel Scioli (30,2% contra 28,4%, respectivamente). En dicha oportunidad, el voto en blanco y la abstención reunieron el 23,3%, y el resto de las opciones políticas (Massa, Carrió, del Caño y Stolbizer) cosecharon porcentajes muy magros, en todos los casos menores a los dos dígitos.

Finalmente, si quitamos el ojo analítico de la arena electoral y nos enfocamos en el terreno de las movilizaciones y las inscripciones en acciones e instituciones de la sociedad civil, el panorama tampoco arroja certidumbres ni afinidades claras. Tomando los casos que afirmaron participar en alguna marcha u organización social, se observa que en el total población, como en evangélicos, ninguna intervención pública o participación en organizaciones civiles o políticas superó la marca de los veinte puntos porcentuales. La única excepción fue la “marcha contra el aborto” que contabilizó 34,2%; una cifra que –a su vez- se desmarca casi 25 puntos del comportamiento general de los argentinos que afirmaron participar en alguna de las actividades o instituciones consultadas Si bien este dato nos mostraría que aquellos evangélicos que se movilizaron lo hicieron preponderantemente por esta temática, al mismo tiempo nos obliga a complejizar los análisis apresurados que establecieron en aquel tiempo que “el pueblo evangélico” o “que los evangélicos en su totalidad se pronunciaron y marcharon contra el aborto”. En efecto, esta tendencia pone de relieve que aun tratándose de la causa más conectada con las concepciones más arraigadas en términos morales de este mundo religioso, se trató de la movilización concreta de una minoría intensa antes que de una porción importante de la feligresía.

La relación con el Estado. Dos modelos en pugna: en las cúpulas y en las bases
Los debates sobre la igualdad religiosa, la educación sexual en las escuelas, la despenalización del aborto y el matrimonio entre personas del mismo sexo, acaecidos entre finales del siglo XX y principios del XXI, contaron con la participación intensa de líderes e instituciones evangélicas y permitieron a los especialistas identificar dos posiciones en pugna, que a su tiempo configuran rostros públicos evangélicos divergentes (Wynarczyk, 2009; Carbonelli & Mosqueira, 2012; Carbonelli & Jones, 2015). Por un lado, aquel ponderado por las federaciones ACIERA y Fecep y los pastores más influyentes de la Argentina, orientado a extender las prerrogativas y formatos de presencia pública históricamente esgrimidos por el catolicismo, a un conjunto de religiones “legítimas”. Por otro lado, una posición encarnada por una comunidad de pastores y líderes que se agrupa en la federación FAIE, pero también en fragmentos dispersos del mundo pentecostal, y que comparte el rechazo a la extensión de privilegios y abraza la postura laica: igualdad ante el Estado de las confesiones religiosas, sin que esto implique privilegios ni avances sobre dimensiones donde se pondera la autonomía plena del Estado.
Las tensiones entre estas dos maneras disimiles de pensar el lazo normativo entre mundo evangélico, Estado y sociedad civil alcanzaron niveles críticos toda vez que alguna de las partes litigantes se arrogó públicamente la representación colectiva. Resulta valioso entonces analizar cuanto se extienden y se replican en la feligresía las diferencias ostensibles en el nivel de los liderazgos y la capacidad de estos de irradiar sus cosmovisiones a las bases.
En primer término, a diferencia del comportamiento general de la población, en este mundo religioso existe un amplio consenso en torno a la idea de des-catolizar la sociedad argentina. Subiendo casi 30 puntos porcentuales del total (28,9% vs 47,7%), entre los evangélicos se afirma la idea de despojar el espacio público de las marcas de la catolicidad (vírgenes y crucifijos).

La misma tendencia aparece en las respuestas a la pregunta por participación de las religiones en la asistencia social brindada por el Estado. Sólo el 1,6% de los evangélicos piensa que el Estado debe llevar políticas de asistencia social con la Iglesia Católica, mientras que en el total población este porcentaje sube a 7,1%. Luego, el 50,8% de los respondentes evangélicos es favorable a un modelo de laicidad subsidiaria, según el cual el Estado debe asumir una política asistencial colaborando con todas las religiones (Esquivel, 2016), dato que desciende a 35,5% en la sociedad general. Y, por último, el 42,4% de los evangélicos (contra 52,1% del total país) boga por un modelo de Estado prescindente de la ayuda religiosa en su área de incumbencia.

Este mismo esquema se repite en otra pregunta clave: la que indaga y discrimina el financiamiento estatal a las religiones. Marcando una distinción respecto de los números del total población y de forma congruente con la tendencia que venimos subrayando a propósito de la idea de descatolizar la sociedad argentina, el 0,6% de los evangélicos piensa que el financiamiento debe destinarse a la iglesia católica, pero lo interesante aquí es la polarización que se vuelve a dar entre dos grupos: el 43,2% que piensa que el Estado debe financiar todas las religiones (modelo de privilegios extendido para religiones legítimas) y el 50,3% que considera que el Estado no debe financiar ninguna religión (modelo laico).

Nuevamente el análisis regional ofrece perspectivas interesantes, a profundizar en trabajos venideros: el modelo prescindente del financiamiento estatal a las religiones se afirma en el AMBA y Cuyo (56,3% y 66,7% respectivamente), mientras que en Centro, NEA y NOA es el modelo de laicidad subsidaria el que cobra fuerza, con 49,1%, 59,5% y 52,5% de apoyo al financiamiento colectivo respectivamente.

La fractura dentro del mundo evangélico entre quienes propugnan un modelo de laicidad estricto y quienes defienden un modelo de legitimación de la presencia religiosa en las esferas público-estatales se corola con el examen de las opiniones sobre la enseñanza religiosa en escuelas públicas. El 52,4% defiende la postura de una materia general sobre religiones (porcentaje que desciende casi 10 puntos en el total país), mientras que el 41,7% está en las antípodas de este pensamiento y sostiene que no tiene que haber ningún tipo de enseñanza religiosa en las escuelas públicas. Los adeptos del modelo plural tienen porcentajes altos en la región Centro (59,1%), en el NEA (66,6%) y en NOA (65%), mientras que en el AMBA y Cuyo las proporciones son distintas, y en estas dos regiones son los partidarios del modelo laicista estricto los que cuentan con los porcentajes más altos (47,3% y 52,8% respectivamente).

En suma, si se analiza en conjunto la evidencia empírica conformada por las respuestas referidas a la relación entre las iglesias evangélicas y el Estado argentino (en particular sobre cuestiones de sostenimiento financiero y cooperación y asistencia en el terreno educativo y de la asistencia social), podemos resaltar un hallazgo: la tensión en torno a cómo debe ser ese vínculo no es solo un asunto de líderes y sus proyectos; también atañe y agrieta de manera profunda el mundo evangélico en su conjunto, ordenándolo en dos polos con ideas y cosmovisiones opuestas que seguramente serán claves para entender el derrotero futuro de la politización de este espacio religioso.
Conclusiones
Los resultados de la encuesta nos permiten llevar adelante una reconstrucción abarcativa del hecho evangélico, es decir, analizar diferentes dimensiones de un fenómeno sobredeterminado por numerosos puntos de vista. Es trabajo de las ciencias y sus métodos producir una comprensión superadora de los reduccionismos que gobiernan las representaciones dominantes sobre las minorías religiosas, tantas veces expuestas a la lógica del estigma y la descalificación. Desfetichizar construcciones de sentido implica romper con los particularismos estáticos e inscribirlos empíricamente dentro de una totalidad objetiva que los capta primero en su complejidad, luego en su dinamismo. Esto no significa desatender la eficacia de las representaciones, discursos e imaginarios circulantes en la sociedad, sino subordinarlos a una comprensión introductoria de las características sociológicas del fenómeno. En este sentido, nos proponemos resumir los principales hallazgos del estudio con el fin de producir una descripción inicial de la actualidad del mundo evangélico.
Con ritmos y magnitudes propios, la expansión evangélica en Argentina integra un proceso que atraviesa Latinoamérica desde hace ya varias décadas. Conversiones mediante, la erosión de las adhesiones católicas abre paso a un cristianismo mucho más plural, donde el vector pentecostal se muestra como aquel que aporta caudal demográfico e irradiación cultural. En nuestro contexto, más que la distribución por edad o por género, llama la atención el crecimiento de las filiaciones evangélicas en el NEA y NOA, regiones otrora bastiones culturales y demográficas del catolicismo.
En lo que concierne al sistema de creencias, la autoevaluación de los encuestados respecto a su nivel de religiosidad y espiritualidad nos permite reconocer grados –a primera vista- similares en los que se impone ligeramente la espiritualidad sobre la religión. A diferencia de otros espacios de producción de lo sagrado fuertemente estructurados en torno a este principio de división y percepción -pensemos, por ejemplo, en el imaginario de la Nueva Era-, la vida evangélica propone una relativa convergencia entre ambos términos. Asimismo, la experiencia de investigación nos brinda ejemplos en los que la racionalidad espiritual entra en contradicción con las lógicas instituidas de los templos y sus representantes oficiales, suscitando incluso procesos de fisión.
La pregunta por los formatos de relación, las representaciones y funciones de Dios, ofrece resultados interesantes. En el mundo evangélico prima una relación con la divinidad mediada por la iglesia y por el templo, que se acentúa entre las mujeres y aquellos/as de edades intermedias (45 a 64 años), aunque un tercio de este mundo religioso incurre en lo que la literatura especializada denominó “cuentapropismo religioso”.
En forma paralela, es preciso reconocer la fuerza con la que gravita el carácter antropomórfico, masculino y paternal de un ser superior relacionado con la noción de amor. La imagen de un “juez de los hombres” y sus actos, así como la idea de energía o totalidad, ocupan una posición subordinada en las comprensiones evangélicas de lo sagrado. En segundo lugar, cuando se indaga en las situaciones concretas en las que las personas acuden a Dios surgen datos que contradicen y en parte reformulan el sentido común. Las búsquedas evangélicas no se agotan en las circunstancias de sufrimiento, necesidad y ayuda, sino que incluyen asimismo los momentos de alegría, reflexión y compromiso con el prójimo. Las funciones múltiples de la deidad permiten entender al Evangelio como un sistema simbólico, un juego del lenguaje, cuya potencia reside en la capacidad de nominar tanto la desgracia como los acontecimientos dichosos. Es necesario pensar los símbolos sacros en su facultad no sólo compensatoria, sino también como pautas y fórmulas de celebración cotidiana.
El ordenamiento de las creencias nos permite reconocer la producción de jerarquías tácitas entre significantes fundamentales de la vida religiosa. El canon de la doctrina cristiana de impronta protestante se expresa en los altos niveles de adhesión a las figuras de Dios, Jesucristo y el Espíritu Santo. Luego de estas identificaciones casi unánimes surgen un conjunto de principios que interpelan a la mayoría de los evangélicos, pero no a todos –como suele asumirse-. Es el caso de la convicción sobre la Vida después de la muerte, la existencia de los Ángeles, el Infierno y la figura del Diablo. En este sentido, la Energía representa un parteaguas, es decir, una noción que divide al mundo evangélico en mitades casi iguales. Es probable que la polisemia y afinidad cultural de este término con otros complejos de sentido (religiosos, terapéuticos o el vocabulario del sentido común) suscite curiosidades, inquietudes, sospechas. Cabe destacar por último las adhesiones minoritarias, pero sugerentes, respecto a la Suerte, la Virgen y los Santos. Estas creencias periféricas, que no encajan del todo con la simbología evangélica oficial, tienen un lugar propio, construyendo zonas de contacto y frontera con elementos de la religiosidad popular.
El sistema de creencias en cuestión se sostiene sobre dos tipos de mediaciones fundamentales que lo diferencian de los católicos y de las personas sin adscripción religiosa. Por un lado, la importancia del templo-comunidad y la asistencia al culto, en tanto mecanismos de relación con Dios que distinguen el estilo del creer evangélico por su orientación hacia encuadres institucionales en un sentido clásico. Por el otro, el lugar destacado de la cultura material con marcaciones espirituales, ya que lo que denominamos cultura escrita y cultura audiovisual gobiernan una parte importante de las prácticas cotidianas de la comunidad evangélica. La primera de ellas se distingue por la lectura recurrente de la Biblia y el consumo de revistas, libros y diarios. La segunda comprende los programas de radio, televisión e internet y las variedades de la música evangélica. En materia de consumos religiosos las regiones histórico-geográficas del nordeste argentino, Cuyo y el Centro se imponen sobre el resto del país. La inmaterialidad del Evangelio y sus esquemas de representaciones se habitan por medio de determinaciones concretas como los templos y los objetos, dos formas instituidas e instituyentes de los sentidos religiosos. No habría que tomar a la ligera la fuerza colectiva de estas dos expresiones del hecho institucional y su capacidad de proponer estilos de pensamiento y formas de sentir respecto a los problemas sociales.
Las respuestas de los creyentes evangélicos a interrogantes circunscriptos a temas sensibles, como la despenalización del aborto, la posibilidad de poner fin a la vida en circunstancias de enfermedad y el consumo de drogas/alcohol nos permitió detectar una cosmovisión que goza de amplio consenso en este mundo religioso y que se sustenta en los siguientes puntos distintivos: la comprensión de la vida como una donación divina, que se materializa en el cuerpo del creyente y se sostiene en todas sus etapas, desde su inicio (concepción) hasta el fin (muerte). Esta cosmovisión también postula la familia tradicional (heteronormativa-patriarcal) como entidad nuclear y piedra fundamental de la organización social.
Estos consensos fueron inclusive aún más amplios en las regiones del norte del país, un hecho que habilita un nuevo derrotero de interrogantes a despejar en el futuro: la modalidad evangélica que se expandió y se ensanchó en dichas regiones ¿es particularmente conservadora o simplemente acentuó los rasgos preexistentes de esas mismas sociedades?
La ausencia de conductas políticas claras que expresen y canalicen este conservadurismo moral en las calles o en las urnas configura una serie de enigmas acerca de la cristalización política de estos pareceres. El panorama se complejiza aún más si se tiene en cuenta que en otros temas que componen la agenda pública urgente, el espacio evangélico argentino dialoga de manera fructífera con el ideario progresista de nuestro país, y con la cosmovisión que boga por un Estado presente y restaurador de las desigualdades construidas por el mercado. Las posiciones evangélicas sobre la pena de muerte que hemos repasado impiden el etiquetamiento rápido de los evangélicos como conservadores tout court -o peor aún, como fundamentalistas- y estimula la realización de análisis situados, caso por caso, región por región, tema por tema.
Si en lo que respecta a temas morales encontramos consensos amplios, en lo concierne al modelo de relación iglesias – estado corresponde hablar de polarización: en el mundo evangélico, quienes sostienen un proyecto de laicidad subsidiaria (según el cual las confesiones reconocidas ostentan los mismos privilegios en materia de financiamiento estatal y reconocimiento público) reúnen un porcentaje similar al de aquellos que se apartan de la idea del trato preferencial y bogan por un modelo de total autonomía y prescindencia. Las respuestas a las preguntas sobre el sostenimiento del culto, la enseñanza religiosa en las escuelas y el vínculo político religioso en lo que refiere a la ayuda social son las que nos permitieron armar este contrapunto que subraya la distancia existente entre homogeneidad soñada por las jerarquías y los posicionamientos de una feligresía dividida.
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Notas
Información adicional
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