Dossier

Habitar la magia del orden. Escuchas, objetos y formas alternativas de producción del espacio doméstico entre las clases medias del Municipio de Morón (Buenos Aires)

Inhabiting the magic of order. Listening practices, objects and alternative forms of domestic space production among the middle classes in the Municipality of Morón (Buenos Aires, Argentina)

María Florencia Blanco Esmoris
Centro de Investigaciones Sociales (CIS)-CONICET/IDES, Argentina

Habitar la magia del orden. Escuchas, objetos y formas alternativas de producción del espacio doméstico entre las clases medias del Municipio de Morón (Buenos Aires)

Sociedad y Religión: Sociología, Antropología e Historia de la Religión en el Cono Sur, vol. 32, núm. 60, 2022

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas

Los autores conservan los derechos

Resumen: En este artículo me propongo comprender los sentidos y las prácticas involucradas en la transformación cotidiana del habitar para las clases medias urbanas mediante nuevos modos de producción del espacio doméstico y la gestión de objetos en la vivienda. A partir de una etnografía realizada entre 2015-2019, movilizo la experiencia de Luisa, una odontóloga residente de Morón Sur (Provincia de Buenos Aires) que se inició con los audiolibros de Marie Kondo para organizar sus ambientes por intermedio del descarte de objetos. En esta línea, vuelvo legibles las complejidades de lo que llamo escuchar-ordenar-descartar. Una tríada que convoca y articula temáticas sobre el habitar, los objetos y los sistemas de creencias presentes en las formas de procesar material y espiritualmente cambios familiares a la vez que contextos socioeconómicos que generan incertidumbre. Sentidos mágicos atribuidos al descarte, son difundidos en los audiolibros como guía para alcanzar la felicidad o el bienestar. En efecto, el descarte, emerge como una manera normalizada en que se expresan grados de aceptación tanto de limitaciones estructurales en el acceso a bienes de consumo como de las complicaciones para mantener materialmente espacios domésticos.

Palabras clave: habitar, objetos, descarte, espiritualidad, clases medias.

Abstract: In this paper I aim to understand the meanings and practices involved in the everyday processing of dwelling through new modes of production of domestic space and management of objects for urban middle classes. Based on an ethnography conducted between 2015-2019, I mobilize the experience of Luisa, a dentist resident of Morón Sur (Province of Buenos Aires) who started with Marie Kondo's audiobooks to organize her environments through the discarding of objects. In this line, I make legible the complexities of what I call listening-arranging-discarding. A triad that summons and articulates themes on dwelling, objects and belief systems present in the ways of materially and spiritually processing family changes while uncertain contexts. Magical meanings attributed to discarding are disseminated in audiobooks as a guide to reach happiness or well-being. In effect, discarding emerges as a normalized way of expressing degrees of acceptance of both structural limitations in access to consumer goods and the complications of materially maintaining domestic spaces.

Keywords: dwelling, objects, discard, spirituality, middle classes.

INTRODUCCIÓN

Adentro, la iluminación que proporciona una lámpara recubierta con una bolsa de papel blanco, la paja, los muebles de madera, crean una atmósfera cálida; pero lo que hace que la casa sea única es sobre todo su vida colectiva y el espíritu utópico que se siente en el lugar (Chollet, 2017: 288).

Este artículo examina las sutiles respuestas de las personas a las transformaciones en sus vidas personales y familiares a partir de la (re)organización doméstica y el descarte de objetos de sus viviendas. En particular, recoge las prácticas, escuchas de audiolibros y sensibilidades de Luisa y su familia en la búsqueda por mantener y preservar un espacio que entró en desuso: su casa. Me pregunto entonces ¿mediante qué prácticas y disposición de objetos las personas resignifican material, simbólica y espiritualmente el espacio doméstico? ¿Qué actores y soportes aparecen en forma de “consejos” como parte de dichas decisiones? Entiendo que estos interrogantes articulan temáticas que vinculan el habitar, los objetos y los sistemas de creencias al mismo tiempo que muestran con claridad las maneras en que sentidos mágicos de la práctica se hacen presentes con fuerza en contextos de cambio e incertidumbre. Así, la aceptación del descarte como medio mágico para alcanzar la felicidad se articula con experiencias en primera persona de trastrocamientos en etapas del ciclo vital y la configuración familiar.

Cuando comencé mi trabajo de campo, Luisa estaba en una transición entre lo que se conoce desde la sociodemografía como “etapa de desmembramiento” (con una jefa de familia y uno o más hijo/as mayores de edad)1 y la de “nido vacío”. Ella residía en la “casa propia” que antaño construyó con su exmarido Gerardo2, con quien estuvo casada por más de 30 años en Morón Sur y tuvo dos hijos (Jaime y Martín) y dos hijas (Rosario e Isabella). Luisa era una odontóloga que ejercía y llevaba adelante su propio consultorio, tenía 60 años al inicio de mi investigación y vivía con sus dos hijas, cuyas edades oscilaban entre los 25 y 30 años3. Para ese momento, un menor número de personas residía en la vivienda y todavía ella estaba a cargo de mantener la morada. Dado que Luisa experimentaba una disminución de sus ingresos4, ella no podía permitirse mantener su casa de la misma manera que lo había hecho en el pasado.

Al poco tiempo, objetos, “consejos” y audiolibros de gurúes identificados como Organizadores del Hogar (HO)5, pasaron a ser protagonistas del habitar de Luisa y de la tríada que llamo escuchar-ordenar-descartar. Tres acciones movilizadas por la escucha de audiolibros de Marie Kondo6, una consultora y organizadora del hogar, que propone diversos pasos a seguir para dar orden a la casa. La traducción práctica del método KonMari realizada por Luisa implicaba agenciar la propuesta de la gurú de acuerdo con su experiencia y sin por esto perder la posibilidad de transformar(se) en el recorrido. Entre sus vivencias cajas se llenan y se van, cuadros se vuelven a colgar, sahumerios se prenden, plantas se instalan como esquineros, paredes se repintan y pilas de ropa empiezan a mermar. Tales prácticas, en tanto un “modo mágico” de desapegarse de los objetos, se presumen terapéuticas cuando logran realizarse y se viven como frustraciones cuando no se logran.

A partir de este estudio, identifico que estas decisiones conectan prácticas domésticas que se asumen como seculares, con discursos y representaciones espirituales que delimitan por qué tener o descartar un objeto. Concepciones holistas e integrales del relacionamiento entre casa-cuerpo-mente toman fuerza entre las clases medias profesionales, que procuran alcanzar bienestar saliendo de la disyuntiva entre acumular/descartar, optando por la última. La magia7 vinculada al orden se postula bajo una lógica de autoayuda que pretende movilizar cierto sentido sobrenatural y/o trascendente en la acción de tener o descartar, en la que explicaciones que movilizan sentidos vinculados al cultivo de la espiritualidad se hacen presentes, congregando ideas e invitaciones propias del espectro New Age.

En el presente trabajo expongo el método y contexto de la investigación; continúo mostrando los diversos aportes teóricos sobre la articulación entre orden doméstico, objetos y nuevas espiritualidades; explico separadamente la tríada escuchar-ordenar-descartar retomando los preceptos que circulan del método Konmari y, a modo de cierre, delineo algunos puntos salientes de la propuesta.

MÉTODO Y CONTEXTO

Para comprender esto, traigo a análisis los resultados de mi etnografía realizada entre 2015-2019 en el municipio de Morón (provincia de Buenos Aires), orientada a estudiar los sentidos que asume la vivienda y las prácticas de producción del espacio doméstico entre las clases medias en el conurbano bonaerense, en este caso, trabajando con la familia de Luisa8. Con este objetivo, movilicé técnicas como la observación participante, la entrevista etnográfica, la historia de vida, entre otras. Para reconstruir esta experiencia recojo registros elaborados a partir de la consulta de sitios de expertos/as en redes sociales.

El municipio de Morón es un partido ubicado en el denominado conurbano bonaerense —en alusión al área circundante de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires— que, según el Censo 2010 (INDEC), cuenta con 321.109 habitantes y una superficie de 55,6 km2. De acuerdo con este mismo censo, en esta zona solo un 4,72 % de la población tenía Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI). Antaño este municipio fue la opción de veraneo privilegiada para los sectores acomodados del país (Saez, 2010). De manera reciente, esta zona ha vivido un resurgimiento urbano a raíz de su expansión inmobiliaria (Kamitz, 2015).

Luisa reside en un barrio ubicado en Morón Sur (localidad de Morón, cabecera del municipio), una zona poco estudiada vinculada con los sectores medios9, que no ha formado parte de la expansión inmobiliaria y, sin embargo, sí es significativa de los trazos cotidianos de su vida. A menudo, el paisaje con estética despoblada, las fachadas irregulares de casas de una planta, grandes avenidas, la cercanía con el cementerio y la reserva ecológica del municipio parecieran evocar que no viven familias de clases medias. En cambio, una edificación tipo chalet estilo misionero (Mission Style)10 y rasgos neocoloniales fue cobijo de mi quehacer etnográfico.

HABITAR CON Y SIN OBJETOS

Cuando inicié mi investigación en la casa de Luisa, su habitar se limitaba estrictamente a su presente y a “compartir” su vivienda con la familia nuclear y extensa. Con el paso del tiempo y los trastocamientos personales y familiares ella fue modificando, corporizando y resignificando de otra manera su relación con la espacialidad a la vez que su vínculo con los objetos, decidiendo qué guardar, qué dar y qué descartar.

De acuerdo con la literatura, habitar es apropiarse de un espacio, incluso a veces produciendo un tipo de apego. Algunos trabajos al respecto establecen un vínculo entre habitar y construir (Heidegger, 1984), habitar y enraizar (Bollow, 1993) y habitar y mostrar y mostrar-se (Yory, 1999). Hay tantos modos posibles de habitar como personas y territorios, así como también de vivir y proyectar(se) en una casa a partir de bienes y objetos.

En las últimas décadas, en la antropología social se ha renovado el interés por comprender la casa como marco socio-material y simbólico para el despliegue de la vida doméstico-afectiva (Samanani y Lenhard, 2019). En este sentido, varios trabajos se han centrado en abordar aquellos aspectos vinculados a la esfera privada y al espacio íntimo (Miller, 2001: 1). Tales desarrollos (Mallet, 2004; Hurdley, 2006; Blunt y Dowling, 2006 entre otros) conectan estudios más conocidos sobre la vida privada, la familia, la clase social, la organización de la vivienda, la vida material y el consumo, aunque al mismo tiempo plantean una perspectiva novedosa sobre la relación entre las diversas formas que asumen los espacios de vida y ciertas maneras de concebir tales espacios como apropiados (o no) para vivir desde un determinado punto de vista que normalmente se define como moral (Howell, 2005; Kilroy-Marac, 2018).

En Argentina existen estudios sobre algunos de los campos mencionados (Arizaga, 2004, 2005; Cosacov, 2016; Felice, 2017; Funes, 2018a; Blanco Esmoris, 2019, 2020); sin embargo, las investigaciones interesadas en los modos específicos en que ciertos sectores sociales, en este caso las clases medias, organizan sus viviendas en términos materiales y simbólicos, dándoles sentido a través de acciones concretas como la búsqueda de un lugar de residencia y su arreglo, amueblamiento, decoración, mantenimiento, limpieza, etc.; aún son escasas en el país, sobre todo con relación a las acciones de acumulación y descarte.

En este contexto, en las últimas décadas el llamado "giro material" ha revelado nuevas percepciones sobre la vida de los objetos y artefactos en las interacciones sociales y, además, ha permitido volver a mirar los objetos vinculados a la vida humana. Arjun Appadurai (1986) propuso "seguir las cosas" para comprender su "vida social" en su relación con las personas. En el mismo volumen, Igor Kopytoff (1986) señaló que la fase de la mercancía, una de las etapas más estudiadas en relación con los bienes, es sólo un momento de un proceso más amplio de su circulación y uso, por lo que hizo hincapié en la biografía cultural de las cosas. De igual manera, varios estudios se han centrado en las acciones vinculadas a la acumulación, el almacenamiento de colecciones, la clasificación de objetos (Kilroy-Marac, 2018), así como en las prácticas de desecho y descarte, problematizando la naturalización y patologización que a menudo se da al primer conjunto de acciones, sobre todo apoyadas en enfoques occidentalizados (Newell, 2014).

En lo siguiente veremos cómo acumular y descartar objetos expresan las variadas modulaciones de la gestión de la incertidumbre asentadas en nuevas espiritualidades orientadas al cultivo del yo y de la vida interior. El espacio doméstico se construye alrededor tanto de la experiencia del descarte y, en ella, de lo trascendente, dotando a las personas de formas de explicar fenómenos propios de su cotidianidad (Funes, 2018b). Por momentos, estas vivencias vinculadas con la gestión de bienes se han visto argumentadas en dimensiones cosmológicas que recuperan en el “soltar”, “dejar ir”, “dar”, “tirar”, entre otras, modos de reorganización del habitar y, complementariamente, del bienestar de sí. En parte, Luisa, quien había sido criada y socializada en el marco de un catolicismo institucionalizado11, encuentra en la propuesta de la gurú Marie Kondo, en esas presuntas formas en las que “se expresa la secularidad”, formas espiritualizadas del hacer. Así, los audiolibros y la extensión del método la proveen de un modo eficaz de la gestión doméstica y abren el panorama a indagar un tipo de horizonte novedoso con foco en el confort personal (Viotti, 2010).

LA BIOGRAFÍA DE UNA CASA

La casa de Luisa era grande y amplia, pues había sido planificada por ella y su exmarido Gerardo, en la década de 1990, para albergar a sus cuatro hijos/as. El terreno era aproximadamente de 10x20 m, tenía una estética tipo chalet, con ladrillos a la vista, celosías de madera y techos altos. La construcción contaba con un patio delantero, que con una reja marcaba el inicio de la propiedad. Su timbre no funcionaba hace años por lo que había que tocar una campana para entrar. Las dos plantas, los tres baños, los cinco cuartos y el patio del fondo parecían vertebrar un proyecto del ciclo vital familiar pasado del cual Luisa buscaba salir. Luisa consideraba que si no le daba vida a su casa se iba a tener que ir, pero la venta parecía bastante imposible dado que no encontraban comprador y estaban en medio de “idas y vueltas” con Gerardo. En la vivienda habían pasado de vivir seis personas, a hacerlo cinco, cuatro, tres, dos y, en breve, estaría ella sola.

Luisa cambió de casas a lo largo de su vida, recorrió distintos barrios y habitó diversas construcciones en el marco de un itinerario habitacional caracterizado por la “movilidad interresidencial” (Faus y Pons, 2020); empero, expresó lo mucho que le costaba siquiera pensar en dejar su casa porque ya no la podía mantener. Su morada solidificaba una experiencia intergeneracional consagratoria que se iniciaba con la migración de su padre y madre. Para ella, “la casa” se vivía e interpretaba como una suerte de proyecto vitalicio, que incluía contradicciones y afectos en el marco de etapas diversas que ahora tenían a otra configuración familiar como intérprete. En la casa la planta baja se usaba para el flujo diario de la familia: el living-comedor, la cocina, una pequeña estación de trabajo, un baño y un dormitorio. En la planta alta se alojaban otros tres dormitorios (uno principal con baño en suite) y uno de servicio con un pequeño baño; también había un cuarto de lavado; dormían Luisa y Rosario –cada una en un cuarto– mientras que Isabella lo hacía en planta baja. Este diseño de casa estaba pensado con ambientes de funcionalidades específicas en los que las puertas cerraban el umbral de lo íntimo y posibilitaban “reservar” lugares solo para la familia.

Un día Luisa me esperaba en su casa; luego de ingresar caminamos por el pasillo que conectaba la cocina con el resto de la planta baja y me dijo que la acompañara al baño porque me quería mostrar algo. Entramos, levantó su mano y con el dedo índice señaló un agujero sobre el inodoro y me dijo “ves esto [apuntó su dedo índice sobre un agujero en donde debería estar el botón del baño] hace años que no funciona y no puedo coordinar que venga alguien a arreglarlo […] yo no estoy en todo el día y encima queda todo el piso lleno de agua, un desastre”. Volvimos a la cocina y siguió haciendo referencia a ese olor a viejo, a la humedad que se podía percibir en el ambiente, a la cuerina descascarada de las sillas y sillones y, a una oscuridad que parecía expulsiva. Insistía que “se perdía” de disfrutar su vivienda, de la posibilidad de tener otro “estar ahí” a razón de su trabajo como dueña y administradora del consultorio odontológico y teniendo que disponer de sus ingresos para eso. Ella percibía como hablaba de la casa y, al mismo tiempo, la casa hablaba sobre ella. La posibilidad de reparar ese botón del baño podía interpretarla como una metáfora: la de pasar de una casa “mal”, con desperfectos, y donde ella se dedicaba a gestionar todos los arreglos, a una casa “bien”, adecuada, que le produjera cierto bienestar y que no implicara una sobrecarga desmedida de trabajo.

Sobre su casa, Luisa me dijo que cuando emprendieron “el encargo de la construcción” junto a su exmarido Gerardo, le dijeron al arquitecto que la planta baja era lo último que querían terminar, porque priorizaban la planta alta, así sus hijos e hijas tendrían dónde dormir y descansar (por ese entonces Rosario e Isabella compartían un cuarto, lo mismo Jaime y Martín). Aunque sorprendido porque solía comenzar por la parte baja en donde se daba un despliegue cotidiano de quehaceres y de lo más “necesario”, en ese entonces el arquitecto aceptó. No obstante, con los cambios familiares décadas más tarde, Luisa entendió que esa ya no era la misma casa. Ella estaba cansada, era una casa muy grande y ya no podía hacerse cargo. Además, sus hijos e hijas iban y venían, pero nadie se quedaba, excepto sus cosas.

Mantener la casa a flote implicaba gestiones y recursos, Luisa lo sabía. Además, necesitaba poder contar con ciertos servicios vinculados a la plomería, albañilería y jardinería, entre otros. No era solo una cuestión de “dedicarse” sino también contar con recursos tan valiosos como la disponibilidad de tiempo y que hubiese más de una persona a cargo de esta vivienda. Sus hijas, quienes trabajaban en la misma franja horaria que ella, tampoco se ofrecían a contribuir con el sostenimiento de la casa. Sin embargo, sugerían cambios posibles a realizarle a la decoración para “mejorar la energía”; para Isabella había que cambiarlo todo, mientras que para Rosario hacer algunos ajustes ya “era algo”. Ellas veían que su vivienda era vieja y no se había aggiornado a los cambios en la composición familiar: “no somos la familia de antes… no sé, somos otra, tal vez otra cosa, pero esta casa tiene que seguir su curso… no sé, transformarse”. Ellas entendían que vínculos y afectos habían mutado.

En este sentido, la hermana de Luisa le dijo que probara la biodescodificación12 para entender las causas ancestrales de sus problemas y poder darle una respuesta a su vida buscando en la genealogía familiar, otra amiga que se iniciara en el mindfulness13 para "vivir conscientemente" y, finalmente, una compañera le sugirió que escuchara audiolibros para "ordenarse" a sí misma y al mismo tiempo a su vivienda. Todas estas formas de "dejarse aconsejar" implicaban la autogestión de Luisa tanto en lo material como en lo emocional para atravesar el momento al que se enfrentaba a través de una suerte de prácticas y decisiones que involucraban a los objetos y a otros/as. Pasado un tiempo, Luisa puso de manifiesto su búsqueda por reconectarse afectiva y corporalmente con su vivienda desde otro lugar.

ESCUCHAR

1. Ropa, 2. libros, 3. papeles, 4. Komono14, 5. ítems sentimentales; son los cinco puntos centrales sobre los que la gurú Marie Kondo, en La magia del orden, vertebra su propuesta para ordenar la casa y con ello alcanzar la felicidad. La primera vez que conocí este método fue en el año 2015, cuando Luisa me comentó que escuchaba audiolibros de esta gurú mientras hacía otras cosas como limpiar y ordenar su casa. Su escucha era una de las tantas tácticas que emprendió para “reconectar” con su casa y con el habitar doméstico desde un lugar que, por momentos, entendía como sorprendente y potencialmente mágico. Con una casa grande, ingresos que mermaban y la partida de sus hijas, los consejos y técnicas del método KonMari fueron importantes para revitalizar su modo de ser y estar en la casa “de otra manera”. Este método suponía desprenderse de lo que no se usaba para ordenar y organizar en dónde se vivía.

En esta propuesta principios del Feng Shui parecían colarse entre los sentidos y las explicaciones que la misma Luisa daba a cada cambio espacial que emprendía donde priorizaba “el verde” y las cosas que la ponían a ella en “tiempo presente” en cada acción que realizaba. Luisa me comentó que el comienzo de la escucha de audiolibros se dio cuando una colega odontóloga de nacionalidad japonesa le había recomendado a esta “organizadora de casa”. Los consejos y técnicas dirigen a armar una relación con el descarte por medio del orden como si se abriera la posibilidad de ordenarse ontológicamente mientras se dobla una prenda de ropa y se decide qué destino tendrá. Para Luisa, la situación de escucha de audiolibros no tenía que ver con una escucha en la quietud, en la inmovilidad sino más bien era una escucha en el transcurso de otro quehacer, mientras hacía manualidades o mientras navegaba por internet. Diez minutos de escucha y Luisa paraba a comer algo, a veces tomaba nota en su cuaderno, otras aprovechaba y compartía algo de lo que escuchaba mediante su WhatsApp con la familia y/o amigas, incluso a veces reinterpretando lo que había escuchado a la luz de otro aporte, por momentos, era una escucha compartida.

Con su escucha, Luisa sentía que ya estaba haciendo algo, tanto por su casa como por ella misma. Después de esta escucha activa, Luisa procuró llamar a sus hijas, hijos y exmarido, incluso a sus hermanos, comentándoles que pensaba hacer una limpieza general y necesitaba que viniesen a su casa. A algunos/as los/as veía siempre, a otros no los/as llamaba hacía tiempo; según ella, era como abrir “la caja de Pandora” pues cada llamado la revinculaba de diversa manera con su vida y sus diversos protagonistas. ​En parte, esos llamados iniciaban un movimiento propio y, a la vez, material de aquello que se había acumulado, sean cajas o emociones. Para ella se trataba menos de las cosas y más de lo que ella sentía que podía ayudarla a reconectar no solo con su casa, sino con su hábitat en general, a partir de purificar(se) de distintos modos posibles.

ORDENAR

Una de las cuestiones más significativas y que Luisa repetía como un mantra refería a la acción de “descartar”. Ella decía que este método la ayudaba haciendo de su habitar doméstico una “catarsis”, pues siempre se ponía los auriculares y circulaba por su casa intentando completar punto a punto la reorganización. En su web, Marie Kondo explicita seis reglas básicas para ordenar: 1) el compromiso; 2) imaginar la vida ideal que deseas vivir; 3) deshacerse/desechar primero; 4) organizar por categoría; 5) seguir el orden de lo anterior; 6) preguntarte si eso provoca alegría. Para Luisa, esto implicaba establecer un nuevo orden de prioridades en sus decisiones, en el que la imaginación y la alegría irrumpían como rectoras del vínculo con objetos y espacios. El limitante partía de las cosas de sus hijos e hijas que aún permanecían en su hogar, si bien sólo las últimas vivían allí, todos dejaban ropa, zapatillas, valijas, cuadros, objetos de decoración, entre otros; bienes que no buscaban ni tampoco desechaban. El carácter emocional que asumía la renovación de sus espacios y sus vínculos con objetos pasados resultaba significativo en una cotidianidad que no contaba con la presencia de sus hijos y que convivía con la intermitencia de sus dos hijas, Isabella y Rosario.

Como mencioné, esto implicó convocar a sus hijos/as para que fueran a sacar de las cajas todo lo que se había acumulado y también que decidiesen sobre qué tirar y qué no. Sus hijos/as consideraban que la casa familiar era “para siempre”, por lo que nunca terminaban por llevarse y sacar realmente todas sus posesiones y objetos, mientras que Luisa por años había intentado hacer de su casa una casa para todos/as. Así el embalaje se volvió parte de la agenda de los sábados y domingos. Participé de algunas de esas escenas en las que la clasificación era hecha por hijo/a y luego, ellos/as subclasificaban para ver si se donarían, regalarían o se llevarían dichos bienes. Con relación a esta organización inicial, Luisa fue la primera en comenzar el movimiento y dar cuerpo al método. Luisa optó por quedarse con unos pocos objetos, especialmente aquellos sentimentales vinculados con la crianza de sus hijos/as, como por ejemplo un conejo de peluche que habían tenido en su infancia. Lo que había en la casa era en su mayoría distintas prendas de ropa y, en el caso de Martín había muchas piezas artísticas e instrumentos de dibujo. Isabella también tenía muchos zapatos y telas, mientras que Rosario tenía grandes cantidades de zapatillas. Jaime hacía muchos años ya no vivía allí y como su hermana había ocupado la que era su habitación él ya había hecho un proceso de limpieza y, como me dijo, “de desprendimiento”, en alusión al descarte sentimental.

Una tarde, mientras escuchábamos unos audiolibros juntas, me dijo “cuando limpias la casa, limpias el alma”. Pues estas acciones le permitían reconectar con ella misma y re-armar su relación con su residencia, dado que la venta de esta casa familiar –todavía casa compartida contractualmente con Gerardo– no se concretaba y no poseía otra propiedad para mudarse. Para eso, volvió a pintar algunos espacios que tenían pintura descascarada en tonos beige y marrones para pasar a las tonalidades blancas y grises. A su vez, compró plantas para ponerlas en los extremos del lugar y así cambiar la energía. Complementariamente, sus hijas, que estaban dejando la casa familiar, procuraban aconsejarla sobre cómo re-armar espacios siguiendo influencers en Instagram o recurriendo a “inspiración” en la red social Pinterest. Tanto Luisa como su familia entendían que re-armar espacial y materialmente la casa conllevaba prácticas teñidas de un sentido terapéutico a la vez que mágico que, de ser exitosas, se traducían en que ella “esté bien”.

DESCARTAR

Por así decirlo, Luisa pudo empezar con este orden generalizado al que invita Marie Kondo, avanzando con las reglas 1 y 4 de su propuesta. Descubrió que imaginar un estilo de vida coherente y homogéneo (regla 2) no era posible hasta que no supiera de qué espacios iba a disponer finalmente y con qué herramientas –materiales y económicas– podía contar para conseguirlo. En consecuencia, tampoco podía seguir lo establecido en el punto 5 (seguir el orden correcto). No se trataba de una cuestión de buena o mala voluntad, sino de poder hacer algo intermedio hasta poder llevar a cabo la propuesta integral de Marie Kondo, lo que, en su caso, suponía "desorganizar" estos pasos para realizarlos de otra manera, según sus posibilidades. De la misma manera, sintió que a partir de sus propios desapegos materiales y de lo que hacían sus hijos e hijas, comenzó a reconectarse. En ese momento, también notó que había cosas de otras partes de la familia, y se decidió por esos objetos porque entendió que una cosa era compartir esa decisión con sus hijos e hijas y otra con la familia extensa –que había decidido dejar o guardar bienes allí durante años–. Bajo el slogan “menos es más” se percibía que estaba más cerca a los preceptos que marcaba Kondo. Descartar también abría el horizonte a renovar. Entre sus tácticas estuvo la de renovar artefactos de su casa, iniciando una compra de bienes de acero inoxidable, para actualizar electrodomésticos, hacer un mejor uso de “lo que tenía”, invitar a amigos/as a comer y poder auspiciar de anfitriona en un espacio que le fuera cómodo y afín. Sin embargo, no estaba contenta con las paredes fragmentando la planta baja que, por ejemplo, no le permitía compartir con sus comensales mientras cocinaba, como parte de un diseño de vivienda de antaño que priorizaba las divisiones y los cuartos separados como modo de mantener la privacidad. A medida que destinaba recursos y esfuerzos, notaba que esto no prosperaba como ella pretendía que lo hiciera, siguiendo la propuesta del método KonMari, pretendiendo mejorar su habitar con alegría y por una relación mágica con lo que tiene y aquello que decide “soltar”. Para Luisa, tal sentir no tenía que ver con decisiones únicamente vinculadas al descarte de objetos sino a considerar la posibilidad de que necesitara o cambiar la estructura edilicia de su casa o mudarse de ella. En medio de estos cambios y de experiencias de descarte, Luisa y Gerardo decidieron ver la posibilidad de poner en venta la vivienda, lo que supuso acelerar la propuesta del método a la vez que redireccionarlo a un tipo de habitar minimalista. Ante este escenario era importante que Luisa tuviera la casa lista por si potenciales compradores/as quisieran ir a verla, eso la obligó a “sacar” objetos con mayor rapidez. De alguna manera, la decisión de seguir la propuesta del método parece poner de relieve cómo se vuelve argumento ante escenarios de incertidumbre estructural, a la vez que de cambios subjetivos que desplazan a las personas a que procuren incorporar mecanismos espirituales que pueden explicar cómo dar sentido a procesos sociales y familiares.

ESPIRITUALIZACIÓN DEL HABITAR

Janet Carsten y Stephen Hugh-Jones (1995)15 destacan cómo, física y conceptualmente, la relación cuerpo y vivienda densifica sentidos y afectos de una experiencia compleja del mundo. En su análisis, entienden que la materialidad construida se enreda con el cuerpo. Para Luisa, un modo de re-enlazarse con su casa es mediante la acción de “soltar” en varias formas: que sus hijos se lleven sus pertenencias, vender, regalar o simplemente “deshacerse” de cosas, lo que le permite (re)vincularse con el espacio: que el cuerpo conecte y reconecte con el ambiente inmediato. La remodelación en términos de memoria y prácticas se torna un aspecto vital de su hacer y de su escuchar. Marie Kondo surge como una mediadora necesaria para tal proceso16, en el que estas decisiones transforman y atraviesan las relaciones sociales que se dan dentro de la vivienda. En el marco de este método KonMari, el cuerpo adquiere un rol activo en la escena, percibiendo y sintiendo la relación con los objetos ahora, orientado o no a percibir alegría; pero la remodelación y la adquisición de nuevos bienes no es parte de ese proyecto, al menos no en lo inmediato.

Esto me habilita a pensar cómo los audiolibros le brindaban tácticas para sacar cosas de su casa, a la vez que recuperar algo de “calidad de vida”: repensar la luz, los colores de sus paredes, cómo jerarquizar qué tener y qué descartar. Comprendo tal vivencia como un tipo de experiencia New Age que implica un conjunto de actividades y prácticas de tipo espiritual en las que se (des)ordenan los sistemas simbólicos existentes (Hanegraaff, 1996, 1999), en los que los elementos –sean sagrados o profanos– provocan “una etapa de renacimiento espiritual de todo y de todos” (Graef Velázquez, 2001: 62)17. Como señala Graef Velázquez (2006), el o la New Age se caracteriza por ser una persona que busca, mediante la tríada cuerpo, espíritu y mente, un equilibrio y armonía consigo misma y en términos espirituales. De acuerdo con María Julia Carozzi (1999), el marco de interpretación propuesto por la Nueva Era tiende a sacralizar la autonomía individual, identificándola como una suerte de contacto o nexo con una parte divina o perfecta “no socializada en el interior del individuo y energéticamente conectada a un todo también sacralizado y asocial: la naturaleza, el planeta o el cosmos” (1999: 36). Luisa parecía incorporar prácticas y narrativas vinculadas con ciertas formas de la espiritualidad que fomentan un tipo de interconexión cuerpo-mente-espacio. Esta espiritualización cotidiana de Luisa, manifiesta en el orden, resultaba significativa en el marco de lo que diversos trabajos recientes advierten que sucede al darse una “desinstitucionalización religiosa” (Funes, 2018a).

CONCLUSIONES

Comencé este trabajo con una cita de Mona Chollet que destaca los objetos relacionados con el espíritu utópico mediante de sentir en la casa. Ese espíritu utópico permite pensar el modo en que espacios y objetos se vuelven depósitos de confianza, proyecto de futuro y parte de una lógica terapéutica, sobre todo, con su descarte. Mediante los diversos apartados, puse de relieve cómo las acciones de escuchar, ordenar y descartar objetos para Luisa y parte de su familia se tornan tácticas para reconectarse con el espacio simbólica, energética y materialmente.

Estos quehaceres tienen a una experta del ordenar y, por extensión, del sentir, que resulta un actor clave en un tipo de gramática espiritualizada del orden doméstico. Además, señalé cómo esta mediadora entra y sale de la escena, proporcionando claves a través de las cuales concretar estas prácticas, muchas veces autogestionadas y autofinanciadas. Igualmente, para Luisa la escucha de los audiolibros se manifestaba como una acción/disposición particular para producir lugar en el marco de una relación de desconexión/recuperación con su hogar.

A partir de esta vivencia mostré la forma en que la reconexión familiar y doméstica a través de la casa y su orden en tanto forma de purificación, configura una táctica para sobrevivir en medio de un orden económico-social incierto. Orden que se “encarna en las esquinas de una pared como una mancha de moho”. En consecuencia, los discursos espiritualizados en la vida cotidiana parecen impregnar las decisiones y profundizan las elecciones sobre cómo mantener una morada. Así, las actividades de descarte pueden construir un vínculo, un lazo y una relación profunda entre las personas y las cosas tanto como las de acumular, generando una experiencia común entre quienes participan y dejando esbozada la socialización y masificación de un mensaje orientado al descarte y a vidas minimalistas en contextos de incertidumbre.

REFERENCIAS

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Notas

1 En términos estrictos la sociodemografía refiere a la idea de núcleo conyugal o núcleo conyugal incompleto en esta figura.
2 Al momento de la realización del trabajo de campo Luisa llevaba más de una década separada de su marido Gerardo.
3 Por otro lado, al comienzo de mi trabajo de campo Jaime tenía 36 años y ejercía la abogacía y Martín tenía 32 años y trabajaba en publicidad.
4 En Argentina, desde diciembre de 2015 hasta diciembre de 2019, el gobierno nacional fue conducido por Mauricio Macri quien, con sus políticas de desmantelamiento del Estado en términos más amplios, produjo un profundo daño social y económico. El informe elaborado por el Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG) para el año 2018 caracterizó la situación en Argentina con recesión, inflación récord, pobreza y aumento del desempleo (Wahren, Harracá y Cappa 2018: 24).
5 En alusión a su referencia en inglés como Home Organisers.
6 Marie Kondo es una socióloga y escritora japonesa. De acuerdo con el ranking de la revista Time realizado en 2015, ella es una de las 100 personas más influyentes del mundo (listado que también contiene al otro japonés Haruki Murakami). En su concepción del orden articula muchos “mundos” y tradiciones a partir de hacer dialogar la filosofía oriental y el Feng Shui con el coaching de tipo inspiracional con términos como: deshacerse, atreverse, “lo bello”. En la actualidad, desde su sitio se puede hacer carrera en lo que respecta al método pudiendo convertirse en un consultor certificado.
7 En el campo de la antropología social y cultural, referir a la noción de magia nos lleva a pensar en momentos fundacionales de la disciplina, en los que junto a las nociones de brujería y adivinación se volvieron categorías centrales para comprender y explicar los sentidos otorgados a la cosmovisión nativa, sea vinculada a lo extraordinario, a los seres vivos o a las fuerzas sobrenaturales. En un inicio y a grandes rasgos, referir a magia conllevaba la consideración de tales prácticas entendidas en el marco de pseudo-ciencias y con asiento e intereses individuales y no colectivos; incluso, en algunos momentos, como contrapuesta a la noción de religión –concebida como institucionalizada y colectiva– y “más propia” de la experiencia de pobladores en los centros de producción de conocimiento europeos y sajones. Tales visiones tuvieron fuerza en la corriente evolucionista y prontamente fueron problematizadas por algunos representantes del funcionalismo que entendían en la experiencia nativa la posibilidad de que se exprese una forma semejante a la ciencia (Funes, 2018b), la cual entonces se concebía como la forma elevada y racional de la creencia, con asiento en la razón y teniendo a la empiria como su sustento. Sin embargo, la revisión de estas visiones y concepciones, problematizaron la idea que contraponía magia con religión y magia con ciencia, mostrando la “coexistencia y la complementariedad entre formas de conocimiento mágicas y científicas” (Funes, 2018b: 7). Numerosos trabajos en Argentina han retomado el modo en que en las sociedades contemporáneas la magia se expresa en la vida cotidiana como una manera que posibilita comprender la realidad (Miguez, 1998; Funes, 2018b). Tales lecturas abren la posibilidad y el desafío de estudiar cómo se expresan sentidos mágicos de la vida y de la ornamentación vinculada a ella, en tanto, disposiciones orientadas a alcanzar un tipo de bienestar tanto espiritual como material (Semán, 2005).
8 Este trabajo se desprende de mi investigación doctoral, que consistió en un estudio de enfoque y método etnográfico a partir del cual acompañé y formé parte de la cotidianidad de tres familias distribuidas en cuatro viviendas mediante un tipo de perspectiva que denominé “historias de casa”, en la que articulo la historia de vida con historias de arraigo materializadas en el acceso a la vivienda. Cabe señalar algunas características de estas familias: componen hogares heterosexuales; se educaron en colegios con formación religiosa católica -se iniciaron en el catolicismo en alguna capilla o parroquia cercana o bien lo hicieron a partir de la escolarización de sus hijos/as- y la provisión de salud y educación la resuelven mediante la contratación de servicios privados. En este caso trabajo sobre notas de campo de Luisa y su familia. Los nombres de mis interlocutoras/es han sido cambiados para mantener la confidencialidad.
9 Muchos trabajos dedicados a analizar las prácticas vinculadas al habitar de las clases medias y medias-altas en las últimas décadas se han orientado a un segmento que tiene como elección y posibilidad las urbanizaciones cerradas (incluso countries o clubes de campo) o proyectos habitacionales en la zona norte y noroeste del conurbano bonaerense, en los cuales prolifera la contratación de bienes y servicios tanto orientados al consumo y a cierto “buen vivir”.
10 Como señala Ana Lía Chiarello (2015) en su investigación respecto del chalet californiano en la arquitectura doméstica en el noroeste argentino entre 1930-1950, el chalet ha atravesado diversas reformulaciones formales y funcionales: “el gran chalet pintoresquista, el pequeño chalet suburbano y el chalet popular” (2015 :187). Este último ha adquirido una entidad particular –gestión del peronismo mediante– en tanto vivienda para el pueblo bajo el nombre de chalet argentino.
11 A contrapelo de la experiencia que suele vincular a la clase media, sobre todo porteña, con la secularidad.
12 Un tipo de terapia alternativa orientada a construir y analizar el árbol genealógico mediante el encuentro con emociones profundas y, poniendo el cuerpo, recrear historias de los antepasados. Esta técnica entiende que las personas repiten o recrean los sufrimientos y/o errores de sus antepasados, por lo que busca romper con este "inconsciente genealógico" o "memoria genética familiar".
13 "Mindfulness es el denominador común que se encuentra en la base de diferentes corrientes de meditación derivadas de la tradición budista y que actualmente se han incorporado a diversos modelos de tratamiento en psicoterapia" (Vásquez-Dextre, 2016: 43). “Mindfulness puede utilizarse para referirnos a tres situaciones: un constructo, una práctica y un proceso psicológico. Como constructo tiene múltiples definiciones, todas centradas en la experiencia del momento presente con aceptacion y sin juzgar”. (Vásquez-Dextre, 2016: 43). “Mindfulness puede ser relacionado con otros constructos como metacognicion, conciencia reflexiva y aceptacion” (Vásquez-Dextre, 2016: 44).
14 El 4. Komono significa en japonés “misceláneo”, objetos que circulan en una casa y que resulta compleja su clasificación, eso no implica que sean menos significativos.
15 Inspirados/as en la relectura de los escritos sobre las “sociedades de casa” (house societies) de Lévi-Strauss, quien expresa que la casa es una institución social que condensa un conjunto de principios de oposición a la vez que los difumina, Carsten y Hugh-Jones (1995: 6) destacan que la primera noción de casa como grupo social utilizada por Lévi-Strauss ya aparece en un reanálisis de la etnografía de Franz Boas sobre los Kwakiutl.
16 En esta línea y siguiendo a Csordas (1990), se podría pensar que se produce un embodied space, una forma de experiencia, de consciencia y de compromiso con el mundo material y espacial a partir de una acción de despojo y desapego material.
17 Como mencionamos, en las últimas décadas una creciente cantidad de trabajos en Argentina se han orientado a comprender el fenómeno de la espiritualidad de la Nueva Era (algunos de ellos: Carozzi, 2000; Frigerio, 2013; Altglas, 2014; Funes, 2018a).

Información adicional

ARK: http://id.caicyt.gov.ar/ark:/s18537081/35kaugke6

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