Resumen: Luego de desarrollar un extenso trabajo etnográfico en un distrito rural de la pampa húmeda argentina, en este trabajo se analizan los encuentros y, sobre todo, desencuentros producidos entre promotoras y destinatarias de dos políticas públicas. La primera promueve paradigmas de producción agraria agroecológica en un contexto de intenso riesgo ambiental por el uso de pesticidas. La segunda impulsa que las personas participantes busquen un parto "respetado” en el marco de campañas nacionales contra la violencia obstétrica. En ambos casos las ideas de "naturaleza” se asocian de forma émica con universos con intensos niveles de espiritualización e "ideologización” por parte de quienes las impulsan. Una parte importante de quienes reciben o "deberían” recibir dichas políticas innovadoras y alternativas, las ignoran, las rechazan o se las apropian de manera diferencial. Propongo entonces pensar la dimensión política de estos procesos en 3 niveles: viendo qué pasa con las destinatarias de dichas políticas públicas, qué sucede con las técnicas que las "ejecutan” y finalmente con quienes las estudiamos. En este sentido se critican miradas sociocéntricas provenientes del estado, de la academia y de algunos feminismos.
Palabras clave: parto, agroecología, rural, espiritualidad, mujeres.
Abstract: After conducting an extensive ethnographic study in a rural district of the Argentine Pampas, I analyze the encounters and, above all, the misunderstandings between promoters and recipients of two public policies. The first one promotes agroecological agricultural production paradigms in a context of intense environmental risk due to the use of pesticides. The second encourages participants to seek a "respected" childbirth within the framework of national campaigns against obstetric violence. In both cases, the ideas of "nature" are associated in an emic way with universes with intense levels of spiritualization and "ideologization" on the part of those who promote the policies. Many of the recipients or intended recipients of such innovative and alternative policies, ignore them, reject them or appropriate them. I propose then to think about the political dimension of these processes at three levels: looking at what happens with the recipients of these public policies, what happens with the policies’ promoters and finally, with those of us who study them. In this sense, sociocentric views from the state, academia and some feminisms are criticized.
Keywords: childbirth, agroecology, rural, spirituality, women.
Dossier
Cuando los paradigmas agroecológicos y del parto respetado no encuentran las respuestas esperadas
When the agroecological and respected childbirth paradigms do not find the expected appeal
Tras realizar un extenso trabajo etnográfico, en este trabajo me centro en los encuentros y, sobre todo, desencuentros producidos entre personas promotoras y destinatarias de dos políticas públicas -mayoritariamente mujeres-, que promueven la producción agroecológica y el parto respetado en un distrito rural de la pampa húmeda argentina. En ambos casos las ideas de "naturaleza” se asocian de forma émica con universos con intensos niveles de espiritualización e "ideologización” por parte de quienes las impulsan. Una parte importante de quienes reciben o "deberían” recibir dichas políticas innovadoras y alternativas, las ignoran, las rechazan o se las apropian de manera diferencial. Propongo entonces pensar la dimensión política en tres niveles: uno relativo a los y las destinatarias de las políticas, un segundo relacionado con los y las personas técnicas que las implementan y un tercero vinculado con quienes realizan investigación al respecto. En lo sucesivo, presentaré cómo he realizado este estudio, dónde y con quienes hice trabajo de campo antropológico para luego extenderme descriptivamente sobre los casos y finalmente analizarlos.
Metodología
El análisis propuesto se enmarca en una investigación más amplia en la que se indaga la relación entre organización social del cuidado, poder y agencia de las mujeres en la pampa húmeda argentina (Kunin, 2019). Trabajé entre 2014 y 2017 con los casos de coordinadoras y participantes en tres actividades: teatro comunitario, medicina comunitaria y promoción de la horticultura agroecológica en un agro-distrito1 de la pampa húmeda argentina. Con este tercer grupo, eje en parte de este artículo, se han realizado más de 40 entrevistas formales y se han registrado charlas informales. El grupo está compuesto por unas 25 huerteras y unas 5 técnicas, cuyas edades oscilan entre los 25 y 50 años. En el marco de la investigación, se presenciaron durante dos años las ferias quincenales de las horticultoras en la plaza central y también se realizó observación participante en un curso de capacitación para ellas que duró un año. He seguido por la red social Facebook y por grupos digitales cerrados de Whatsapp las interacciones del grupo. Especialmente con las coordinadoras, he participado de la vida social cotidiana en sus casas, en sus trabajos, en intercambios con diferentes actores sociales y en una variedad de eventos diferentes. He entrevistado también a actores que interactúan de diversas maneras con coordinadoras o participantes, como políticos, gobernantes, trabajadores sociales, sindicalistas, docentes, habitantes de áreas periféricas no participantes, etc.
Asimismo, para este trabajo específico, realicé entrevistas semiestructuradas y observaciones y registros etnográficos a participantes y coordinadoras de talleres de parto respetado y crianza y a responsables dentro de algunas estructuras estatales relativas a los talleres organizados y financiados por el gobierno distrital. Algunas participantes ya eran contactos más o menos frecuentes en la zona donde trabajé; otras eran desconocidas pero fueron referenciadas o por conocidas con las que teníamos contacto hace años o por las coordinadoras. Las gestantes fueron entrevistadas promediando o finalizando su gestación y nuevamente cuando sus hijos e hijas estaban por cumplir un año. Antes de describir la actividad que etnografié es importante conocer el territorio donde tiene lugar. Allí vamos.
Cambios en la estructura productiva y en las dinámicas familiares de la zona
Los cambios en la estructura productiva de los últimos 25 años en la pampa húmeda argentina tuvieron distintas consecuencias en las dinámicas de las unidades domésticas. Esto ha influido en la persistencia y actualización de valores y asignación de roles tradicionales de género en la región y ha impactado en los procesos de subjetivación de las mujeres de los mundos populares y sus concepciones de persona, parto y crianza, por un lado; y de salud, veneno y producción, por el otro.
La Laguna es el nombre ficticio que le di a un distrito localizado a 260 km de la capital argentina, dedicado mayoritariamente a la actividad agroexportadora, ubicado en el noroeste del interior de la provincia de Buenos Aires. Tiene en total 47.000 habitantes. Además de la ciudad cabecera, hay 12 pueblos que componen el distrito. La población de cada pueblo no suele superar los mil o, a veces, los cien habitantes.
El distrito está emplazado en la pampa húmeda argentina. En un proceso que se inició a mediados de 1990, la pampa húmeda pasó de ser una zona emblemática con producción mixta de cultivos diversos combinados con ganadería a ser una zona dominada por el monocultivo de la soja transgénica, genéticamente diseñada para resistir herbicidas y así facilitar el proceso productivo. Sin embargo, esto trajo y trae consecuencias medioambientales, dado el posible daño de contaminación aguda o crónica que pueden tener quienes trabajan con dichos químicos o quienes viven o trabajan relativamente cerca (ya que siempre están los traslados vía viento) o su efecto en los alimentos o agua que son consumido2.
Otras consecuencias de este proceso son el aumento del desempleo rural y la mayor concentración en la tenencia de la tierra (Giarracca y Teubal, 2006). Los padres, familiares o parejas de las mujeres con las que trabajé en esta investigación han sido algunos de esos trabajadores desempleados. Otros continúan trabajando en este tipo de producción a base de semillas transgénicas y pesticidas.
El centro comunitario donde se realizaron los talleres de parto y de crianza está emplazado en un conjunto de barrios con casas de autoconstrucción y viviendas sociales3 realizados a fines de los años noventa en el periurbano de la ciudad cabecera de distrito. Antes de eso en la zona sólo había algunas quintas4 y algunas agroindustrias; el resto era "todo campo”: terrenos deshabitados, pastizales, caballos, vacas, ovejas y gallinas sueltas deambulando entre las pocas casas que estaban separadas a cientos de metros unas de otras. En los últimos 25 años, la multiplicación exponencial de los pobladores de estos barrios coincidió con el proceso de sojización de la zona que acabo de describir. Tanto los campesinos como los pequeños propietarios debieron instalarse con sus familias en la ciudad cabecera de distrito y en su periferia. Esta migración, entonces, fue principalmente orientada a buscar nuevas oportunidades laborales y de vivienda. Esta crisis, al tiempo que destruyó los entramados sociales rurales, obligó a las personas a enfrentar nuevos riesgos y desafíos, lo que habilitó la posibilidad de construir espacios y prácticas que permitieron (con el tiempo) reconfigurar regímenes de gestión del yo y, por ejemplo como aquí muestro, novedosas concepciones de parto y crianza asociadas. Al tener un contacto más fluido con paradigmas metropolitanos −vía iniciativas de políticas públicas como las que describo en este trabajo− se propiciaron nuevas dinámicas que promovieron una reactualización de repertorios de género y productivos. Estas nuevas dinámicas, como es de esperarse en los entramados socioculturales, no se instalaron sobre fojas cero. Por el contrario, las dinámicas se sobreimprimieron sobre procesos socio-simbólicos ya existentes, como la valoración social del cuidado realizado por mujeres, dentro de un marco de división social del trabajo y de nociones de género patriarcales y dicotómicas, por un lado; y, por el otro, en regiones donde todo el mundo parece vivir del "campo” y "apoyarlo”, aun con estas controversiales formas de producir. No hay que olvidar que en estas regiones pocas personas abiertamente critican este modelo agropecuario. A continuación presentaremos las dos iniciativas estudiadas para luego analizarlas.
Los talleres de parto respetado y de crianza
En 2017 en el centro integrador comunitario del área periférica de La Laguna –área estigmatizada y marginalizada–, fue creado un taller de parto respetado financiado por el gobierno distrital, específicamente por el área de desarrollo social. En el contexto de un fuerte debate social acerca de la atención médica de los procesos de embarazo y parto y de la propuesta de enfoques a favor de intervenciones "humanizadas” o "respetadas” impulsadas desde algunos organismos del Estado, organizaciones de la sociedad civil y algunos movimientos médicos en Argentina, una mala experiencia personal de una coordinadora del área de desarrollo social del distrito la motivó a crear el taller. Para ello, convocó para su coordinación a una psicóloga doula5 con la que había hecho un curso privado de parto respetado para su segundo embarazo y a una doula más joven que trabajaba acompañando individualmente a madres adolescentes en las periferias a partir de un programa provincial de protección de niños y jóvenes. Ambas son las dos primeras doulas de la ciudad que han vivido y realizado sus estudios y capacitaciones en Buenos Aires, la capital argentina, y en La Plata, la capital de la provincia de Buenos Aires, luego de lo cual volvieron hace algunos años a La Laguna. Junto a ellas trabaja también una profesora de educación física que se ocupa de actividades de estiramiento y gimnasia.
Una de las coordinadoras explica:
El taller promueve un espacio de encuentro, de contención, de sostén emocional y de herramientas de autoconocimiento personal tanto a nivel físico como interno, emocional, psicológico y promueve la autonomía, la propia elección de la mujer por temas que conciernen a su salud, a su cuerpo y a su bebé. Tratamos de brindar información actualizada. Más allá de cómo sea el nacimiento de cada bebé, queremos que el espacio les permita sentirse contenidas, que puedan encontrarse con pares, con mujeres que están en la misma situación que ellas y compartir experiencias y ayudarse mutuamente. Acompañar en el proceso de elección del profesional en el caso de que se pueda (entrevista, octubre de 2017).
Hoy en día las mujeres del distrito dan a luz en una de las dos instituciones médicas que existen (por eso lo de la elección "en el caso de que se pueda”)6. Esto también implica que lo que antes estaba a cargo de parteras rurales o familiares mujeres –con la parturienta formando parte de quienes tomaban las decisiones– está ahora en manos de hombres, por lo general, médicos que toman decisiones muchas veces luego de consultar con el marido y no con la mujer en cuestión (Stolen, 2004). Las doulas de este taller explican que se ocupan del "sostén a través de la información, derribando mitos”, se hace una ronda de preguntas y respuestas con dudas que traen las participantes. Una coordinadora indica otras cosas que se hacen:
Relajación, visualizaciones sobre cómo será el trabajo de parto y meditación a partir de un cuento. La idea es que se vayan de ese espacio pudiendo conectar con una parte de paz y tranquilidad en todo lo que la situación del embarazo lleva: estrés, ansiedad y nervios; tratando que ese espacio sume a la tranquilidad, a la propia fuerza, al propio poder. Se trabajan también las respiraciones para llevar las contracciones y para el momento del expulsivo7. Se habla mucho de crianza respetuosa, con apego, se promueve el colecho y la lactancia materna antes de que las chicas tengan.
Tal como explica su intención es:
Ayudar a las gestantes a posicionarse más, con concepciones diferentes, más informadas. Para no decidir desde el miedo o la desinformación, porque todo el mundo lo hace o porque en el barrio dicen tal cosa. Nosotras concebimos el parto, el embarazo, la lactancia como algo natural y fisiológico. Las médicas y las parteras lo ven como patologización y hacen intervenciones innecesarias. A partir de nuestro taller quebrantamos un montón de esos discursos y de esas formas a pesar de que no podemos hacer mucho más en el escenario en sí.
En estos talleres se sostiene que "el cuerpo naturalmente sabe” y que hay mujeres que paren "inconscientemente bien”, pero que si se tiene "información” y si no se le tiene "miedo a sufrir” es mejor. Es decir, habría una voluntad personal –de parir por vía vaginal, de "apegarse” para criar– leída en términos de esfuerzo y, al mismo tiempo, valorada positivamente. En simultáneo, la información –sobre todo suministrada por la biomedicina– traería miedos a las gestantes y los dispositivos como los talleres serían los lugares para "tranquilizarse”. Menos información en el pasado implica, para algunas, madres más tranquilas y bebés que "salían mejor con menos estudios”. Se indica que los "nervios” se transmiten vía la leche materna ("Nos dicen que se transmiten nervios o tensión por la teta si vos estás mal”) y por eso las madres tienen el imperativo de estar relajadas. Es decir aparece el autocontrol como mandato de género y de buena maternidad. Por otro, se les enseña a las madres gestantes y recientes a valorar y defender "su propia opinión” frente a su familia extensa o al "barrio”. También se exalta la expresión y la muestra de los propios sentimientos. Asimismo se define a los talleres como lugares donde se "nombran” las prácticas de crianza y se ideologizan. No es que esas prácticas no existan entre no participantes, si no que no se "conceptualizan” de esa forma.
Además, se da por supuesto que luego de parir hay que recuperar la "autonomía” de la mujer, pero insistiendo en el apego de ella con su hijo. Siguiendo a Sointu y Woodhead (2008), afirmo que las participantes en estos talleres representarían nociones emergentes deselfhood expresiva, aunque "apegada” con su hijo con ciertos "recreos de autonomía” y muchos ratos de "soledad”. Así, las espiritualidades holísticas, de acuerdo con las autoras, reconcilian –sobre todo para muchas mujeres– la vida "para los otros” con la vida "para uno mismo”8. Es interesante recalcar cómo en este modelo permanece el clásico anudamiento entre "mujer, naturaleza e instinto”, tan cuestionado desde el feminismo y perspectivas de género en general (Lázzaro, 2017).
Las madres participantes que seguí, aunque viven un proceso de autonomización a partir de sus maternidades, ven su relacionalidad para con su hijo o hija en gestación o reciente intensificarse a partir de nociones como el apego. Aunque se fomenta que hagan un trabajo sobre sí mismas –mediado por las doulas, principalmente– con vistas a una autodeterminación interna y a una mejora de sí mismas, estas acciones se realizan a fin de profundizar la relacionalidad madre-hijo y la noción de persona-mujer-madre que "vive” para su hijo o hija y tiene "despejes” para "ella misma”. Según este modelo, el individuo no es el valor supremo: se es mujer, sobre todo, cuando se es mujer-madre. Podemos ver así que autonomización no equivale siempre a lógicas individuo-centradas9 y que autonomía no se opone necesariamente a relacionalidad. Así se estaría frente a esquemas jerárquicos, holistas y relacionales –asimilables, de algún modo, a los descritos por Dumont (1987) para el caso de la India–. La madre debe –en el sentido de que tiene la obligación moral de– ayudar a su hija a criar al suyo, la vecina le "mira” los chicos a su comadre mientras ella va al centro a trabajar, al médico o a hacer un trámite.
Como indica Semán (2006), en la experiencia relacional se trata siempre de un yo anclado en una red de reciprocidades que determinan obligaciones de don y contra-don y que surgen de un lugar en una estructura de papeles y responsabilidades. Clamar por la "recuperación de la autonomía” en este contexto es, como mínimo, llamativo. Por otra parte, una noción relacional de la persona hace que el niño o niña sea concebido especialmente "de” y hasta "deudor” de la madre o aún como una extensión o parte de ella, desde miradas que fomentan la "simbiosis” o la "fusión” como las que enseñan en este taller. En el nivel de la apropiación de estos talleres por parte de las participantes, sin embargo, se deja entrever que si bien el sujeto occidental moderno autónomo, diferenciado de su entorno social, que actúa por sí mismo y que expresa su "interioridad” verbalmente está presente en los perfiles de las participantes, esto no implica que el individuo como valor esté por encima de lo relacional en este caso. Podría detenerme en quienes sí participan de estos talleres (que es lo que hacen muchas de mis colegas que trabajan estos temas: Bellón Sánchez, 2015; Castrillo, 2019; Felitti y Abdalá, 2018; Fornes, 2011; Greco et al, 2019; Jerez, 2014; Pozzio, 2013; y como yo también he realizado, Kunin, 2021), pero a fines de este trabajo prefiero pasar a ver qué pasa con la mayoría de las personas gestantes de los campos y de los barrios periurbanos que no van a estos talleres.
Voy a describir entonces la perspectiva de las coordinadoras de los talleres acerca de las mujeres de los barrios que no participan de los espacios que ellas crearon. Como expliqué, más allá de esta investigación, realicé cuatro años de trabajo etnográfico siguiendo los talleres que aquí describí y otros (Kunin, 2019). Ante lo que es considerada "poca convocatoria”, las coordinadoras en general se autoresponsabilizan. Una de las doulas contaba:
Hay una imposición por parte del municipio10 de que sea gente del barrio. Y la gente del barrio es muy difícil que llegue. Es la primera vez que trabajo para el estado y me da la sensación de que no saben o no sabemos cómo convocar. Dicen que el diseño [promocional en volantes en papel o virtuales, por ejemplo] debe ser hecho por el municipio, pero la "venta" es para gente de otro recurso social. Es contradictorio porque después quieren que sea solo gente del barrio. Lo mandan por internet y WhatsApp y tienen una publicista que lo hace y no se puede hacer de otra manera. Y vos lo ves y decís "no sé si llega a la gente del barrio". Si lo lee de esa manera, si le interesa. Hay chicas que lo toman y que les ha servido y gente que pone mucha distancia. Hasta he llevado un folleto al hospital. Pero no llegan. Creo que en algo nos estamos equivocando nosotros. Si ponemos el nombre gimnasia para embarazadas, llegan. No "taller vivencial” y con palabras difíciles. Las asistentes sociales no nos acompañan por el barrio a difundir.
Para la doula-coordinadora no se "sabe convocar”, es decir llamar y hacer venir a las potenciales destinatarias a los talleres, y las "palabras difíciles” alejarían a la mayoría de las interesadas de los barrios. Otra explicación nativa para dicha acción oficial trunca sitúa a una mayoría de las mujeres como "prácticas” con respecto a la crianza en el parto. La doula nos cuenta la historia de Victoria, de 15 años. Embarazada de su primer hijo fue una vez al taller y no volvió más:
¿Vos cuantos agujeritos tenes?", le pregunté. "Dos", me dijo, "uno por donde hago pis y otro por donde hago caca". Yo le dije: "tenés otro por donde tuviste relaciones sexuales". Yo dije –¡mirá que para que yo diga esto!–: "lo mejor que le puede pasar a esta chica es tener una cesárea… Porque no tiene noción de su cuerpo. Porque hay que poner el cuerpo en el parto… ¡Y tuvo un parto de un chico de 3 kilos y pico! Su mamá había parido 7, –‘¡los escupe!’, había dicho la chica– y ella fue y también parió". Es posible que su lactancia no haya tenido ningún problema.
Pareciera que, según las coordinadoras, la mayoría de la población siente que "escupe” hijos en una actitud analíticamente calificable como pragmática. Lo que pude constatar de primera mano en el marco de mis investigaciones (Kunin, 2019) es que la crianza suele ser colectiva, ya que la expulsión de las familias de los campos ha hecho que varias generaciones residan en las periferias de la ciudad cabecera en lotes de 7,5 metros de frente y 18 de fondo. Las casas construidas por los planes de vivienda social a mediados de los años 1990 tienen unos 42 m², en donde llegan a residir ocho personas de tres generaciones distintas. Cuando su economía lo permite, se suele construir una o más habitaciones dentro del mismo lote de los padres, desarrollando así casas contiguas o vecinas muy cercanas entre parientes. Otra de las doulas abonaba la hipótesis de la "simplicidad” y de un acompañamiento comunitario mayor que tendrían las que no terminan acudiendo al taller en comparativa con las que sí lo hacen:
No tienen miedo a nada las del barrio. Es como más simple para ellas. Tienen acompañamiento de otra mujer. Las que venían al taller, tienen otras historias, son más neuróticas.
Por otra parte, y en menor medida, se podría añadir la hipótesis analítica de la falta de hábito de participación en un dispositivo como el taller, así como de prácticas de "autoconocimiento”, self-talk y de sensibilidades espirituales específicas que requiere. Una doula se expresaba en ese sentido:
A las chicas con los derechos muy vulnerados del barrio les da mucho nervio. No pueden hablar. La gente del barrio no va. El taller es completamente gratuito, pero no sé si está completamente instalada la necesidad social. No sé si las mujeres del barrio quieren o les interesa. La mayoría no ha participado en experiencias parecidas. Muchas no saben cerrar los ojos, sentir un aroma…Nunca han hecho meditación. Son tímidas y más reprimidas, muy para adentro, no hablan ni preguntan nada, les cuesta más la participación, tienen más vergüenza, se ve hasta físicamente en sus posturas de cómo hablar, cómo relacionarse, cómo sentarse.
Una de las dos doulas coordinadoras, que trabaja de manera individual y personalizada con madres adolescentes en el barrio, duda de ciertos aires civilizatorios que ella debería "bajar” como agente de la Secretaría de Desarrollo Social y en cierta medida se autoculpabiliza:
Ellas [la madre reciente y su madre] a su bebé le empezaron a dar papilla o maicena a los 3 meses11 para que durmiera más. Yo tengo toda la información pero ¿cómo se lo digo en su propia casa? Me parece horrible. Yo le explicaba que no era así, que tuviera paciencia, que es normal que los bebés no duerman toda la noche. Sucede muchas veces que las generaciones anteriores interfieren y no de buena manera. Hay un cambio de paradigma y del sistema. La leche maternizada y la cesárea empezaron a circular fuertemente a partir de los [años] 1960. Así que nuestras abuelas están muy atravesadas por esas ideas. Por ende repiten mitos y se los transmiten a las hijas. ¿Qué le voy a decir?: ¿está re bueno el colecho12? Para ella fue re bueno comprarle una cuna. Uno sin querer no respeta el espacio y los procesos y elecciones. Cuando las madres son jóvenes, la crianza la termina por hacer la abuela y de la manera en que criaron a sus propios hijos. Tiene más injerencia lo que dicen.
Así, para esta coordinadora, los y las agentes estatales como ella podrían, sin mala intención, no respetar "el espacio y los procesos y elecciones” de las mujeres de los barrios. Allí las madres de mujeres adultas serían las que tendrían mayor injerencia en las decisiones de crianza y seguirían lo que ellas mismas han hecho con sus hijos e hijas, pero con sus nietas y nietos.
Antes de pasar al análisis, quiero traer aquí un segundo caso: el de las técnicas promotoras de la horticultura agroecológica y las mujeres horticultoras.
La promoción de la horticultura agroecológica en un mundo de pesticidas
No hay que olvidarse que esta propuesta productiva de cultivar sin químicos se hace, como ya expliqué, rodeados de campos que utilizan pesticidas en el núcleo sojero bonaerense. Aquí no veo un esquema de poca convocatoria y gran ausencia, como en el caso anterior, sino de apropiación diferencial de los paradigmas agroecológicos.
Comenzaré por presentar y analizar las prácticas y el trabajo de lo que llamo cuidado verde pragmático-afectivo (Kunin, 2019) y que es ejercido por las huerteras productoras agroecológicas. Ellas no tiran tóxicos y combaten los "bichos” con fórmulas "naturales”, lo que implica mucho trabajo manual basado en la observación cotidiana y la paciencia. Esta dedicación profundiza una relación afectiva entre quienes producen y sus verduras y la tierra. Es un vínculo de intimidad y tiempo entre humanos y no humanos. Es por eso que, a veces, a algunas huerteras les dan ganas de llorar al ver su huerto vacío luego de cosechar las hortalizas para comercializarlas. No les resulta fácil transformar lo íntimo en mercancía.
En línea con los sentidos pragmático-afectivos del cuidado verde, también puede mencionarse la manera en que las y los profesores y ponentes transmiten los contenidos a las huerteras y a sus compañeros productores en las capacitaciones que reciben como parte de la política pública13 que busca propiciar este tipo de producción agropecuaria. Roberto, un ingeniero agrónomo y docente regular a cargo de las capacitaciones que seguí etnográficamente, que viaja por toda la provincia de Buenos Aires a capacitar y controlar las producciones de agricultores familiares, en una de sus clases dice:
El cariño y mimo14 a las plantas es fundamental. Como cuando somos chicos; necesitamos mimos y alimento. Si no, [lo que plantamos] sale flaquito y cohibido. Si pongo dos plantines de tomate muy cerca es como que ponga un plato de comida para dos niños: sale una planta débil (…) El plantín, si no se trasplanta [a un espacio más amplio] es como una adolescente [a la] que le seguís dando papilla: crece aniñada. Si sos un productor maltratador, Don15 Pimiento habla de cómo lo cuidaste (…) Cuando hay humedad, nos molestan el pie y las piernas. Para las plantas es igual. Cuando hay humedad, tienen estrés. (…) Hay tomates que en un mes, mes y medio, ya son señoritas16, ya maduraron (…) Cuando hace frío, ponele un poncho o dos. Es sensible al frío. Cubrilo con silobolsa (…) Hay uno en la familia con leucemia. El de la leucemia es mi planta de tomate, la planta sensible (…) La vaquita [de San Antonio] en estado joven es como nosotros de adolescentes cuando abríamos la heladera (…) Se ven abortos de flores.
A partir de las explicaciones de Roberto vemos cómo no sólo las productoras agroecológicas humanizan a los no-humanos en sus prácticas; sus docentes les hablan en el mismo sentido, afectivizando el lenguaje de la horticultura. Las verduras son "niñas” y "adolescentes” a quienes "cuidar”, "mimar” y "abrigar”, necesitan alimento y espacio y pueden resultar "maltratadas” si no se cuidan bien. Las capacitaciones proponen acercamientos ontológicos específicos entre seres humanos y productos de la tierra antropomorfizados.
Frente a visiones más científicas o "ideológicas” de la agroecología, "en contra” del modelo agrícola dominante de las coordinadoras, las huerteras ponen en primer plano el lenguaje del cuidado verde pragmático-afectivo para justificar su adhesión a prácticas agroecológicas. De hecho muchas dicen que no les interesa la política, las protestas o, como dicen, "los problemas”. Solamente tener su huerta y vender y generar comida sana de la que se sienten orgullosas y cuyas proezas a menudo muestran fotos en Facebook. Lo curioso es que si la visión de cuidado verde ideológico-intensivo presenta ideas de "la tierra” o la "naturaleza” espiritualizadas, son tierras o naturalezas generales, lejanas, abstractas y totales. Las horticultoras piensan y sienten "su” tierra, la tierra particular que trabajan con sus manos cotidianamente. Lo mismo sucede con sus verduras. No es que haya grados distintos de espiritualización. Hay distintos tipos de espiritualización.
Otro caso es el de Alejandra, que tiene 45 años. Hasta los 16 vivió en La Laguna. Luego se juntó17 con Berto y se fueron a Villa Úrsula, un pueblo del distrito que hoy tiene solamente 27 residentes fijos. Allí vivían en una pequeña porción de tierra propia en frente de la estancia donde trabajaba su marido. Alejandra trabajaba en esa estancia eventualmente, como empleada doméstica de la casa, en los períodos que residían los patrones españoles de Berto, a quienes debía atender literalmente con guantes blancos. Sus dos hijos habían ido a la escuela secundaria rural local y ella había sido parte del consejo de administración de la escuela18. Luego, algunas docentes la alentaron a realizar una huerta en su casa, inicialmente para producir verduras de autoconsumo. Una docente coordinadora del grupo de promoción de la horticultura agroecológica le explicó cómo comenzar. Otra le facilitó herramientas para construir un invernáculo. Allí, a pesar de la "vergüenza” inicial que sintió19, como les pasa a muchas de sus compañeras feriantes, aseguró haber disfrutado de la experiencia. Sin embargo, contó que sentía un sabor agridulce respecto del trato con sus clientes: "…como que hacemos algo bueno y sembramos cosas. Como somos del campo, acá en el pueblo nos ven como más humildes20”. Tampoco le gustó "renegar” con otras feriantes, aunque nunca se animó a discutir abiertamente el tema de los conflictos entre las participantes de la feria en las reuniones de coordinación: "sacarnos los ojos con otras por la competencia [no me gusta]. Me lo guardé, me lo fui comiendo21”, explicó demostrando cómo las prácticas de resolución grupal de conflictos de las coordinadoras no siempre dan resultado. A su vez, aseguró sufrir por el gran trabajo que da la huerta agroecológica: "sin agroquímicos, la producción con lluvia en invierno es difícil”. Pero a nivel general, Alejandra sentía mucha emoción e interés por el grupo de feriantes productoras. Por eso las coordinadoras se sorprendieron mucho el día que Alejandra decidió dejar su casa en el campo y mudarse con su hija de 21 años y su nieta de 3 a la ciudad cabecera del distrito, donde ahora trabaja como empleada doméstica. Dejó a las huerteras. Su marido quedó solo viviendo en el campo frente a la estancia donde trabaja. Una de las coordinadoras intenta explicar sus propios sentimientos al respecto:
Tienen dos invernáculos y ella se viene a La Laguna a trabajar como empleada doméstica como una chiva22 …y ella está feliz. Y no quiere volver al campo. Y ella está empoderada, porque se le plantó al marido y le dijo que se quería venir. Él lo aceptó y ahora cuando la visita, sábado y domingo, ella ya quiere que él se vaya. La veo empoderada pero… puede tener su tierra... Pero también la veo sola en el campo y no la veo. La re entiendo que se venga pero me da re pena.
Los tres niveles de lo político en los dos casos
¿Qué niveles de política o, mejor dicho, de lo político podemos ver en los dos casos, el de la promoción del parto y la crianza "respetada” y el de la promoción de la horticultura agroecológica en estos contextos rurales?
En el caso de los talleres de parto respetado se ve un primer nivel de lo político en el que se vehiculiza mediante un proceso de psicologización con diferentes recursos psicológicos concentrados en la espiritualidad (Viotti, 2018). Estamos frente a dispositivos de atención en salud con un alto grado de emocionalización y de lenguaje de autoayuda y de la "energía”. Son espacios de espiritualización de lo cotidiano y de recuperación del equilibrio emocional, psíquico y físico destinados a profundizar en el conocimiento de sí mismo y el mundo (Funes, 2018; Semán, 2005; Semán y Viotti, 2015).
De acuerdo a cómo las coordinadoras imaginan a las mujeres que no participan en los talleres, parecería que estas últimas no hacen un "esfuerzo” ni ponen atención especial en los procesos de parto y crianza, que son concebidos como "naturales” por estas mujeres no participantes, y por los que "toda mujer pasa, ha pasado o pasará”. La mujer, desde esta perspectiva, no se plantearía ni siquiera la idea del "tiempo para ella” o del "mundo interior” en los términos de las espiritualidades autonomizantes de las mujeres participantes y de las coordinadoras. No sostengo que esta visión es fruto del seguimiento de la "tradición”, sino que es producto también del mismo proceso de modernización que ha expulsado a campesinos de los campos. Consecuencia de la moderna sojización, la convivencia intergeneracional en espacios reducidos periurbanos periféricos facilita la transmisión de conocimientos entre las mujeres. Los saberes de las madres, de las abuelas y de otras figuras femeninas relacionadas con quienes no participan se legitimarían en base al testimonio personal y a la historia de vida como garantía de eficacia. El médico es concebido como experto para la situación del parto, parcial herencia de la figura del incuestionado médico rural. Tras el nacimiento, sin embargo, el día a día de la salud infantil y de la crianza sigue manejado por el conocimiento experto de las mujeres tanto de la familia extensa como del "barrio”. En este contexto, las propuestas de espiritualización que al mismo tiempo autonomizan a las personas gestantes resultan con frecuencia innecesarias o poco interesantes en términos émicos.
Con respecto a la agroecología, veo diferentes apropiaciones del paradigma productivo, en parte relacionadas con distintos tipos de espiritualización, una más abstracta e ideológica, otra más particularista y afectivizante con no humanos vividos como cercanos.
Por otro lado, encuentro un segundo nivel de lo político que tiene que ver con las perspectivas de los y las técnicas de las políticas públicas. Muchas veces insertos en vidas cotidianas con estilos de espiritualización específicos, van a "predicar” a partir de eso a los campos o barrios donde trabajan y si están contra la violencia obstétrica y la sojización contaminante, no pueden muchas veces más que festejar a los que se oponen al igual que ellos y no logran "llegar” a los otros y otras. Son políticas "bienintencionadas” pero que a menudo no cruzan la frontera del sociocentrismo.
La "pena” de la coordinadora en el caso de Alejandra se da porque la primera cree que el mejor lugar para Alejandra es el campo, donde podría "trabajar como una chiva” para su propia huerta, en lugar de trabajar para otros como empleada doméstica en la ciudad. En un punto, lo que a la coordinadora le da pena es el fracaso de su propia idea dotada de intensos sentidos relativos a una espiritualización de la vida en el campo "trabajando la tierra”. Espiritualización que dotaría a dicha tarea de un valor moral de valencia positiva. A la vez, advierte que Alejandra "se le plantó al marido”, y eso lo considera una actitud positiva y "empoderada”. Sin embargo, según la coordinadora, Alejandra hubiera podido "arraigar” su familia a los campos, a través de la horticultura. Las coordinadoras sienten que no han conseguido que Alejandra sostuviera su participación en las actividades debido a su cambio de residencia. "Les da pena” que no participe más en las actividades. En un punto, como sucede en otros casos documentados, las coordinadoras intentan proyectar sobre el cuerpo de Alejandra una suerte de epicentro de la tradición identitaria (Hernández Castillo, 2012); dan por descontado que Alejandra podría o debería elegir quedarse en el campo si ciertas condiciones le fueran garantizadas. Presuponen un carácter "naturalmente” conservador y sedentario en las mujeres rurales, que, idealmente, no eligen una vida "móvil” y "moderna”. Sin quererlo, las coordinadoras les atribuyen a las participantes la carga de representar de manera "mítica” a la comunidad rural, y su propia atribución se sorprende: contrariar al marido y mudarse a la ciudad es, para ellas, fruto del "empoderamiento” de Alejandra. El agronegocio "vació” de gente el campo, los expulsó: esa es la causa por la que Alejandra estaba "sola” en el campo. Cuando Alejandra se integró a las huerteras, se acercó a la ciudad en sus viajes semanales para vender la producción. Todo esto la acercó también a prácticas e ideas de la ciudad cabecera, influyendo su autonomización, su contacto con mundos heterogéneos, y con una variedad mayor de actores que los que había en el campo. Sin embargo, todo esto no influyó en la manera precisa que pretendían promover las coordinadoras. En ese sentido se traslucen ideas acerca de lo "iluminadas” que serían las coordinadoras para darse cuenta de las buenas elecciones para las participantes y de ciertos olores a "tontería cultural” (Justo von Lurzer & Spataro, 2015) que le atribuyen a las participantes cuando no siguen las ideas de las primeras. Para Justo von Lurzer & Spataro (2015) hay actores sociales, como las coordinadoras en este caso, que tratan de "tontas culturales” a las mujeres que supuestamente no tienen capacidad crítica para advertir el sexismo o la supuesta mala calidad de las industrias culturales (o, para esta trabajo, las ventajas de vivir en el campo). Así se construye una jerarquización entre dos tipos de mujeres, es decir, un binomio opuesto: las mujeres que advierten lo supuestamente obvio (las "mujeres críticas” que "iluminan” al resto) y las mujeres que no tendrían la capacidad de advertir (las "tontas”) (Justo von Lurzer & Spataro, 2015).
En ese sentido, aparece como imposible construir una interpretación diferente desde cierto feminismo o progresismo que, en este caso, espiritualiza la vida en el campo. Un campo, por otra parte, hiperreal (Chakrabarty, 1999): sólo se trata de "falsa conciencia” la decisión de quien va a trabajar "como una chiva” a la ciudad. La perspectiva no permite apreciar otras posibilidades de agencia, placer o autocuidado que no sean las propias. Se pretende así también anular la condición de sujeto político de las mujeres que, como Alejandra, ocupan esa posición.
La discusión planteada por Butler (2007) en relación a la construcción del sujeto político del feminismo pone de manifiesto algunas de las contradicciones y los olvidos a los que se enfrentan el discurso y la crítica de la representación de las mujeres, tal y como es planteada en algunos debates contemporáneos. La autora sostiene que la "crítica feminista también debería comprender que las mismas estructuras de poder mediante las cuales se pretende la emancipación crean y limitan la categoría de ‘las mujeres’, como sujeto del feminismo” (2007: 48). Theumer (2019), en la misma línea, critica el determinismo cultural que analiza la opresión de la mujer como una opresión causada por el deseo del otro, ya que eso encierra a las mujeres en la posición de víctima, obliterando su capacidad de agencia; agencia que en este caso parecería estar menos orientada por universos espiritualizados de quienes viven en ámbitos urbanos –las técnicas de algunas políticas públicas en este caso-, y más orientada, en parte, por una profundización en las posibilidades de consumo y encuentros más masivos y heterogéneos con otras personas efectuados por quienes -hasta ahora, como Alejandra- residían en los campos.
Conclusiones
Este trabajo proporciona, por un lado, datos de un universo no urbano que pone en evidencia los límites de las políticas de intervención social implementadas en base a un feminismo espiritualizante, propuesto en ciertos momentos por las coordinadoras en La Laguna. Por otro lado, este artículo describe las maneras en que esa hegemonía es interpelada y discutida desde las representaciones y las prácticas concretas de las participantes y, a veces, de las mismas coordinadoras.
Con respecto a lo político, detecto un tercer nivel y es donde estamos las y los investigadores; muchas veces ante encrucijadas similares a los ejecutores de políticas públicas. Eso nos obtura la mirada analítica y la imaginación sociológica, como mínimo. Nos hace ver como puras víctimas a quienes no se ven seducidas, por ejemplo, por los paradigmas del parto respetado y sus nociones de espiritualización asociadas. O, como en el segundo caso de las técnicas y las horticultoras, esta mirada también sociocéntrica de algunas investigaciones podría hacernos ver como homogéneos a actores disímiles con distintos tipos de espiritualización o, más radicalmente, no nos deja ver a los actores sociales no entusiasmados con una visión espiritualizada del "campo”.
Espero que algunas de las ideas que aquí exploré puedan formar parte de un proyecto comparativo acerca de clases populares rurales, noción de persona y su relación con sentidos del parto, la maternidad y la crianza; y la salud, la producción y los pesticidas. Para esto es fundamental no caer en sociocentrismos que nos hagan ver como beneficiosos para nuestros interlocutores de campo lo que creemos que sería provechoso para nosotros. Por ejemplo, no todo el mundo está "intrínsecamente” atraído por el paradigma del "parto respetado” ni es una "víctima” de la "violencia obstétrica” -real o potencial- a ser rescatada. Puede haber razones estructurales para no asistir a los talleres (tener pocas opciones de cuidado de otros niños o deber asistir a un trabajo remunerado, por ejemplo) o del orden de sensibilidades, visiones e inquietudes frente a lo que es el acto mismo de gestar, parir o criar, como expliqué. Esto puede ser sorpresivo para perspectivas eurocéntricas, pero desde el punto de vista del feminismo poscolonial, los ideales de todas las mujeres no son idénticos, y la recepción de políticas públicas se verá inevitablemente impactada por ellos.
El modelo difundido por los talleres estudiados coloca del lado de la inadecuación a las mujeres que se alejan de sus estándares. Nos sumamos a Hill Collins (2007) al afirmar que la maternidad intensiva, exclusiva, heterosexual, individualizada es un producto histórico que sólo ha sido y es posible para algunas mujeres: de las clases dominantes, blancas, heterosexuales. La institución de la maternidad -así como las elecciones productivas- se da en situaciones históricas específicas, en el marco de estructuras entrelazadas de raza, clase y género.
En este sentido es pertinente referir a Abu-Lughod (1998) cuando señala que se debe ser cuidadoso para no aceptar acríticamente los términos de proyectos feministas dirigidos por mujeres de clases medias y altas: sus nociones de "despertar”, "derechos de las mujeres” y "empoderamiento” forman parte de las narrativas del progreso e ilustración neoliberales.
Coincido con Spataro cuando afirma que es necesario recordar que las femineidades pueden ser "impugnadoras del orden, en ocasiones celebratorias del mismo y la mayoría de las veces ni una ni otra cosa” (2013: 42). Silla (2011) se expresa en el mismo sentido al advertir que la libertad y la liberación no significan lo mismo para diferentes grupos humanos, que podrían, en potencia, encontrar soluciones que no están contempladas por el paradigma que resalta el valor de la autonomía y la toma de conciencia. Colocar las experiencias situadas de las mujeres estudiadas es una manera de presentar las "diferencias” –como dice Fonseca (2005)– sin reificarlas.
ARK: http://id.caicyt.gov.ar/ark:/s18537081/l2586m64v