Reseñas de publicaciones
Reseña de Marco Marzano (2021). La casta dei casti. I preti, il sesso e l'amore
MARZANO MARCO. LA CASTA DEI CASTI. I PRETI, IL SESSO E L’AMORE. 2021. Florencia. Giunti Editore/Bompiani. 265pp. |
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En base a vívidas narrativas de sacerdotes y ex sacerdotes, el libro analiza el sentido y las implicancias del requisito del celibato para quienes reciben el orden sagrado en la Iglesia católica. La pregunta que guía el análisis de Marzano es por qué la Iglesia sigue manteniendo esta norma, siendo que en la práctica es casi insostenible, sumado a que en pleno siglo XXI es culturalmente inaceptable.
Para responder a la inquietud, el autor desarrolla una investigación a lo largo de más de 10 años en la que, desde un abordaje etnográfico, entrevistó a sacerdotes, a ex sacerdotes y a mujeres que fueron parejas de sacerdotes (reunidas en una asociación). Conversó asimismo con dos ex formadores en seminario y con varios psicólogos. Se valió también de valiosos estudios recientemente publicados, como el dossier de Francesco Mangiacapra sobre los sacerdotes gays.
Desde una perspectiva sociológica el autor analiza las narrativas recogidas, buscando entender la sexualidad y afectividad de los sacerdotes diocesanos: presta particular atención a su proceso formativo. Ilumina su análisis apoyándose en tres conceptos: el de poder pastoral eclesiástico de Michel Foucault, o sea el arte de conducir, dirigir, acompañar, guiar, tomar de la mano, manipular a los hombres, de seguirlos paso a paso (2005: 124); el concepto de institución total de Erving Goffman (1972); y, en tercer lugar, el concepto de burocratización de la profesión del sacerdote de Max Weber (1995), con eje en la estructuración jerárquica de esta profesión y de transferencia de los poderes carismáticos. Marzano ofrece así una mirada lúcida de la Iglesia como institución total, como institución clerical y como lugar de poder. Argumenta que el celibato es funcional a estas cruciales facetas de la Iglesia, logrando mantener un sistema cerrado y autorreferencial gobernado por una casta de elegidos: el clero. El poder sacro que la teología católica confiere a los sacerdotes los distingue del común de los fieles. Presiden la eucaristía, confiesan y absuelven los pecados. A cambio de la promesa de renunciar a la sexualidad y a la afectividad, el sacerdote goza de respetabilidad social, y la garantía de ocupar un rol de prestigio y de poder. El argumento principal de Marzano es que, imponiéndoles el celibato a sus sacerdotes, la Iglesia defiende la superioridad clerical, su derecho a guiar y a dirigir a los fieles. El celibato le da así fundamento a la idea que la Iglesia está guiada por una casta de elegidos. Si se suprimiera, muy probablemente, según Marzano, se desmoronarían aspectos claves de la estructura eclesial: la formación sacerdotal, el clericalismo, la esencialización de la casta sacerdotal.
Los sacerdotes, argumenta Marzano, constituyen el eslabón crucial del principal aspecto que mantiene cohesionada a la Iglesia: la obediencia. Obediencia, por un lado, de los fieles al pastor, bajo la promesa de la salvación. Por otro lado, obediencia de los pastores a las directivas de la Iglesia, aun a costa de mantener una conducta hipócrita (especialmente en lo sexual). Esta característica, la obediencia generalizada, le da cohesión institucional a la Iglesia, y a su vez muestra su profunda vulnerabilidad. Desde el punto de vista de su organización interna, refleja su distancia de la modernidad, de la democracia, de las prácticas de separación del poder, y del principio de representación.
El libro está compuesto de 15 capítulos, de los cuales poco más de la mitad se centran en la experiencia sexual de los jóvenes durante su formación en el seminario. Según Marzano la función principal del seminario no es impartir formación en filosofía y teología, sino más bien que los jóvenes entiendan el sentido de la castidad y de la obediencia. El mensaje que se transmite a los seminaristas en formación es que, aun con dificultad, pueden asumir el celibato ya que son “hombres superiores”, capaces, por “la gracia divina”, de pasar por una transformación ontológica que los conecta en forma especial con lo sagrado. En el seminario tiene lugar la inclinación a la obediencia en la mente y en el cuerpo de los seminaristas. A través del ejercicio de la disciplina radical y de la anulación de los espacios de autonomía, la ligazón con la institución no amerita rivales, siendo por su naturaleza absoluta y total.
El libro evidencia que el sexo, pese al discurso oficial de la Iglesia sobre la sexualidad, en los seminarios está muy presente. Los seminaristas se masturban y es relativamente común que tengan sexo entre ellos, con los superiores o con alguien de fuera de la institución. La preocupación de la institución es que los jóvenes lo hagan a escondidas, y solo lo refieran en la intimidad del confesionario. Preocupa solo que quede en el silencio. La hipocresía pasa a ser así parte del contenido formativo.
Los seminaristas aprenden que sobre el sexo no debe hablarse en forma pública, solo en privado, en conversaciones privadas con los compañeros, y naturalmente con el acompañante espiritual y en confesión. Oficialmente el sexo no debe existir. Los hombres de Dios deben aparentar, mostrarse castos; si no lo hicieran no serían dignos de pertenecer al grupo de los elegidos. En síntesis, sexo y amor representan, dentro del seminario, en palabras de Marzano, “el elefante en la habitación”, aquello que es imposible no notar, pero que todos simulan no ver. Los seminaristas descubren la existencia del elefante de a poco, muchas veces con desconcierto y dolor. Aprenden que el silencio y la negación son las reglas. Se forjan así en un cinismo, con una propensión a considerar las normas morales como algo que debe respetarse solo formalmente y en público. Dentro del seminario todos saben y aprenden con el tiempo que nadie dice la verdad, que de los compañeros es necesario protegerse y dudar. Un clima asi provoca una profunda inmoralidad colectiva.
Ignorar, hacer de cuenta que no está, en suma termina siendo una tarea altamente cooperativa; una forma de mantener fuerte la cohesión del grupo social. El silencio y la negación ayudan a ir desarrollando en los seminaristas un pensamiento acrítico, que no favorece posiciones autónomas y maduras.
¿Quién entra hoy en el seminario? se pregunta Marzano. Su hipótesis es que la Iglesia es una institución que permite el ascenso social para personas con baja autoestima. Entran en un sistema que les otorga prestigio y poder. Argumenta asimismo, en línea con otros autores, que el seminario tiene un particular atractivo para jóvenes en conflicto con su identidad sexual. Para varios varones, los seminarios funcionan como espacios en los que “clandestinamente” salen del closet sin demasiado riesgo, en forma inocua, silenciosa y discreta. Un espacio formativo, donde un joven en “dudas” puede encontrar otros gays, que exploran su sexualidad en secreto. La institución recluta así varones capaces de usar una retórica homofóbica y al mismo tiempo mostrarse atentos e hipócritas, enmascarando hábilmente una expandida práctica homosexual. Varias entrevistas efectuadas a personas que han pasado por el seminario le permiten a Marzano concluir que sus narrativas sugieren que la homosexualidad entre los jóvenes aspirantes al sacerdocio es completamente distinta a lo que la Iglesia predica. Paradójicamente, la homosexualidad en el seminario, y luego en la vida sacerdotal, no es de hecho un problema para quien guía la Iglesia católica. Al contrario, un sacerdote homosexual es preferible para la institución a uno heterosexual. Con los primeros la institución corre menos peligros de escándalos, fugas y abandonos.
Dos factores están cambiando el escenario actual: mayor libertad de los medios de comunicación para hacer visible la vida afectiva y sexual del clero y la mayor aceptación social de la homosexualidad. La posibilidad de llevar una vida homosexual más abierta disminuye las vocaciones al sacerdocio de jóvenes a quienes la vida en el seminario les atraía en parte para ahondar y explorar su identidad sexual.
Para los heterosexuales la vida sexual activa tiende a comenzar una vez concluido el periodo del seminario. En la fase de la formación, según ilustran las narrativas, la vida sexual es más complicada para los seminaristas heterosexuales. Después de la ordenación, las dificultades se igualan. En ese punto la Iglesia está dispuesta a todo para proteger a sus sacerdotes independientemente de su preferencia sexual (darle sostén económico al niño nacido de una relación clandestina, e incluso de la madre que lo parió).
Al salir de seminario, la soledad y el cinismo empujan a los miembros del clero a buscar compensaciones de variado tipo: el alcohol, el dinero, los viajes, protagonismo en los medios de comunicación, etc. El sexo y el amor están en la cima de estas compensaciones. La Iglesia oficialmente sostiene el amor heterosexual, la fidelidad conyugal, la familia, etc; pero en realidad, para sus funcionarios (el clero) estimula una sexualidad sin relaciones, compulsiva y desordenada. Lo hace porque es la estrategia menos peligrosa; asi fortalece el ligamen entre el sacerdote y la institución.
La Iglesia, concluye Marzano, es una institución empeñada en ocultar el mal que ella misma produce. La crisis actual de los abusos sexuales eclesiásticos a menores, que ha explotado desde el comienzo del nuevo milenio, desnuda el accionar hipócrita de la Iglesia. Muchos refieren a esta situación como la peor crisis de la Iglesia. Ya no hay un enemigo externo (la secularización, los herejes, el comunismo, el liberalismo) a quien culpar. La crisis desnuda mecanismos internos de la Iglesia basados en el ocultamiento, la hipocresía sistemática, los dobles discursos, amparados en la creencia de la superioridad de la sacralidad de “los elegidos” para conducirla. Los informes que la propia Iglesia en Estados Unidos, Holanda, Australia, Alemania, recientemente Francia, han elaborado recurriendo a expertos admiten la gravedad del problema. Todos estos informes descartan el postulado que reduce el problema a “unas pocas manzanas podridas”. Refieren a una serie de dinámicas y aspectos de la iglesia: el clericalismo, la obediencia, la teología sobre el cuerpo, el celibato impuesto a los sacerdotes, entre otros. Se trata de dimensiones interrelacionadas entre sí. El libro de Marzano muestra como de hecho el celibato forma parte de aspectos que hacen a la estructura de la Iglesia. Suprimir esta regla lleva a evaluar todos los mecanismos en los que actualmente se sustenta la institución.
El libro se basa en narrativas que expresan la experiencia de sacerdotes italianos del clero secular (el diocesano). Se trata de un clero en un país donde los números están en declive (al igual que en toda Europa y Norteamérica). En otras regiones (Asia y Africa) los números están subiendo; en la mayoría de los países de América latina luego de continuo ascenso, desde el comienzo del nuevo milenio las cifras se han estacando. Sumarían mucha riqueza a los argumentos vertidos en el libro las narrativas de sacerdotes de estas estas otras regiones. Asimismo, el celibato no solo es la regla de los sacerdotes diocesanos, también de aquellos que forman parte de órdenes y congregaciones asumen la regla de la castidad. Más aún, al igual que las religiosas, el ingreso a sus instituciones supone asumir de por vida los votos de castidad, pobreza y obediencia. ¿Cómo viven, cómo significan los y las religiosas estas reglas? ¿Cómo viven su sexualidad y afectividad? En relación a los sacerdotes diocesanos, ¿cómo asumen y qué experiencia tienen de disciplinamiento y sumisión? El libro es una invitación, en suma, a seguir ahondando en la sexualidad y afectividad de quienes “consagran” su vida en la Iglesia.