NUEVOS TRABAJOS Y TECNOLOGÍA

Los emprendedores de La Nación. Promesa e ideología en los principios de visión y división de un ethos neoliberal

The Entrepreneurs of La Nación. Promise and Ideology in the Vision and Division Principles of a neoliberal ethos

Os empreendedores de La Nación. Promessa e ideologia nos princípios de visão e divisão de um ethos neoliberal

Emiliano GAMBAROTTA
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina

Los emprendedores de La Nación. Promesa e ideología en los principios de visión y división de un ethos neoliberal

Trabajo y sociedad, vol. 26, núm. 44, pp. 279-298, 2025

Universidad Nacional de Santiago del Estero. Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales. Instituto de Estudios para el desarrollo Social (INDES)

Recepção: 09 Agosto 2024

Aprovação: 23 Outubro 2024

RESUMEN: Este escrito estudia la configuración de sentido propia del ethos emprendedor, según surge de un conjunto de notas publicadas por el diario argentino La Nación. Para ello realiza un análisis y codificación de tales notas, a fin de aprehender inmanentemente los principios de visión y de división de esta subjetividad neoliberal, con especial interés en la promesa que ellos contienen. Base sobre la cual avanzar hacia una caracterización trascendente o externa, que procura captar su faz ideológica, a través de la cual se percibe al camino del emprendedor como una divertida aventura que nos vuelve libres y está al alcance de cualquiera, dentro de una sociedad capitalista para la cual “no hay alternativa”. Dar cuenta de este aspecto ideológico no implica, sin embargo, dejar de destacar la potencia de su promesa de libertad, especialmente frente a la relación de dependencia en el trabajo. En suma, el escrito procura realizar una crítica inmanente de estas notas, con vistas a problematizar cómo su faz ideológica se asienta en esa promesa y viceversa, cómo esa promesa sólo puede sustentarse en una visión ideológica del mundo.

Palabras clave: Emprendedor, cultura neoliberal, libertad, felicidad, crítica, utopía.

ABSTRACT: This paper studies the meaning configuration of the entrepreneurial ethos, as it arises from a group of notes published by the Argentine newspaper La Nación. To do this, it does an analysis and codification of such notes, in order to immanently apprehend the principles of vision and division of this neoliberal subjectivity, with special focus on the promise they contain. For then, advance towards a transcendent or external characterization, which seeks to appoint for its ideological face, through which the road of the entrepreneur is perceived as a fun adventure that makes us free and is within the reach of anyone, within a capitalist society for which “there is no alternative.” The indication of this ideological aspect does not imply, however, failing to highlight the power of its promise of freedom, especially in the face of the relationship of dependency at work. In short, the paper goal is to make an immanent critique of these notes, with the intention of problematize how their ideological face is based on that promise and vice versa, how that promise can only be sustained in an ideological vision of the world.

Keywords: Entrepreneur, neoliberal culture, freedom, happiness, critique, utopia.

RESUMO: Este artigo estuda a configuração de sentido própria do ethos neoliberal, segundo surge de um grupo de notas publicadas pelo jornal argentino La Nación. Para isso faz uma analise e codificação de tais notas, com o alvo de apreender imanentemente os princípios visão e de divisão de essa subjetividade neoliberal, com especial interesse na promessa que eles contêm. Com base nisso, vai se avançar para uma caracterização transcendente ou externa, que procura apontar a sua face ideológica, através da qual se percebe o percurso do empreendedor como uma divertida aventura que nos volve livres e está ao alcance de qualquer um, dentro de uma sociedade capitalista para a qual “não há alternativa”. Porém, dar conta de esse traço ideológico não acarreta deixar de sublinhar a potencia da sua promessa de liberdade, especialmente diante da relação de dependência no trabalho. Em suma, o artigo busca realizar uma critica imanente de essas notas, com a intenção de problematizar como a sua face ideológica se sustém nessa promessa e vice-versa, como essa promessa só pode se sustentar em uma visão ideológica do mundo.

Palavras-chave: Empreendedor, cultura neoliberal, liberdades, felicidade, crítica, utopia.

Sumario

1. Consideraciones introductorias 1.1 El interrogante y sus materiales 1.2 La promesa y el modo de aprehenderla 2. El sentido de emprender 2.1 Crecer para ser dueños en un mundo incierto 2.2 Concretar mi sueño, en base a esfuerzo 2.3 Inicios modestos, éxitos sorprendentes 2.4 La libertad del hobby como negocio 3. Ideología a la vez que utopía Bibliografía.

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1. Consideraciones introductorias

1.1 El interrogante y sus materiales

Este trabajo busca aprehender una de las promesas centrales realizadas por los emprendedores de La Nación, para lo cual se abordará un conjunto de notas periodísticas, en las que ese diario argentino informa acerca de distintas historias de emprendedores. Vía por la cual se captará el modo de percibir el mundo que allí se plasma. Específicamente, en aquellas notas a las que el mismo diario, en su edición digital, “etiqueta” -es decir, les coloca el “tag”- como pertenecientes al tema “emprendedores”. Por lo que la selección de cuáles notas pertenecen a esta particular temática, dentro del total de las piezas publicadas por La Nación, fue realizada por el diario, según sus criterios -sin intervención del investigador-, a través de los cuales diseña un horizonte de sentido, cuya configuración aquí se busca interrogar.

Esas notas abordan diversas cuestiones -como el lanzamiento de un libro sobre management, un ciclo de charlas sobre emprendedurismo o el pronto lanzamiento de una innovación tecnológica (autos eléctricos o nanosatélites, por ejemplo)-, sin embargo, la vasta mayoría de ellas (alrededor de cuatro quintas partes) pertenecen a un mismo género: la narración de la historia de un emprendedor y de su emprendimiento, desde sus inicios (cómo se les ocurrió la idea del emprendimiento, etc.), hasta el momento actual, habitualmente marcado por el éxito (al haberse vuelto un “furor”, que “arrasa”, por utilizar algunos de los calificativos de las notas). Narración a través de la cual La Nación configura -lo que cabe denominar- el “espíritu del emprendedor”, ese ethos (Weber, 2011) que acarrea un modo de ver y actuar en el mundo, a partir de la puesta en práctica de unos particulares principios de visión y de división (Bourdieu, 1999, 2007; Gambarotta, 2016), cuyo estudio permite aprehender los valores que este espíritu pone en juego, el modo en que éstos orientan sus acciones, así como los fines que aspiran a alcanzar y las virtudes que hay que demostrar para alcanzarlos, junto con las emociones (Illouz, 2019) entrelazadas a estas dimensiones valorativa y cognitiva (de un conocimiento práctico).

Cabe señalar que La Nación es uno de los diarios de mayor importancia de la República Argentina, el único entre aquellos que son considerados de “alcance nacional” (aun cuando, en lo fundamental, sólo cubre al Área Metropolitana de Buenos Aires) cuyos orígenes se remontan al siglo XIX. También es el único fundado por un expresidente del país: Bartolomé Mitre, cuya descendencia ha dirigido el diario hasta años recientes. Extensa presencia en la escena pública argentina de una “tribuna de doctrina” (según Mitre afirmara en el primer número del diario, frase que luego se convirtió en lema de La Nación), en favor de los valores liberales (Schuttemberg, 2020), especialmente en el plano económico, conjugados con posturas de carácter conservador en el plano cultural y político. En esta línea, aun cuando se trata de un diario de público masivo, su referencia privilegiada la constituye, aún hoy, la elite más tradicional de la Argentina.1 Así, el interés por indagar cómo se construyen y publican los principios de di-visión característicos de la percepción emprendedora del mundo, según ésta es entendida por uno de los principales diarios de la Argentina, es lo que llevó a poner el foco en este conjunto de notas que La Nación etiqueta como pertenecientes al tema de “emprendedores”. Diario que se inscribe en la tradición liberal, lo cual parece tornarlo especialmente afín a esa subjetividad propia del nuevo liberalismo, a la que sus páginas publicitan.

La relevancia de esta problemática surge, por un lado, de la importancia actual de la figura del “emprendedor”, en tanto ethos propio de la cultura neoliberal (Foucault, 2016; Laval y Dardot, 2013), una de las lógicas culturales determinantes de nuestro presente (Brown, 2019; Fraser, 2023; Gambarotta, 2023). De allí que dicha figura haya sido abordada a través de diversas estrategias, tales como la realización de entrevistas (Sennett, 2000, 2013), el análisis de libros sobre management (Boltanski y Chiapello, 2010), o sobre autoayuda financiera (Fridman, 2019), entre otros. Aquí se lo estudiará en base al análisis de un medio de difusión masiva: el diario La Nación. Por lo que, por el otro lado, las fuentes utilizadas en este trabajo no están destinadas a un público especializado (como sí lo están los libros sobre management), antes bien, el corpus está compuesto por notas que apuntan a ser leídas por cualquiera -que lea La Nación-, de una manera periódica y regular en el tiempo. No es un mismo material al que el lector vuelve una y otra vez, en múltiples relecturas (como puede suceder con el libro de autoayuda financiera Padre rico, padre pobre; Fridman, 2019), sino que hace sentir su efecto a través de la acumulación de pequeñas historias a lo largo del tiempo, las cuales impactan sobre sus lectores de modo similar a como la persistente gota termina por horadar a la piedra.

El conjunto de estas notas2 tiene una suerte de “prehistoria”, cuyo inicio de remonta a octubre de 2011, cuando fuera publicada la primera de ellas. Sin embargo, en los meses y años siguientes, pocas notas fueron agregadas a este conjunto, apenas 12 hasta febrero de 2015. Año en el cual comienza -lo que cabe entender como- la “historia” de esta etiqueta en La Nación, específicamente en abril, mes durante el cual se publicaron 19 notas. También es a partir de abril de 2015 que ellas comienzan a aparecer en diversas secciones del diario, por lo que las notas que La Nación clasifica como pertenecientes al tema “emprendedores” no se encuentran ni restringidas, ni definidas por una de éstas. Pues, si bien una publicada en la sección “Campo” narrará la historia de un emprendimiento vinculado al mundo agropecuario, el conjunto de valores, fines y demás elementos que caracterizan al ethos del emprendedor son compartidos con los manifestados en otra nota, que aparece en la sección de “Economía” o en la revista Ohlala!. Esto marca el predominio de la etiqueta por sobre la sección, en la determinación de los aspectos que definen a los emprendedores de La Nación.

Por eso, el corpus aquí investigado está integrado por todas las notas que el diario agrupa vía esta etiqueta, con independencia de la sección en que fueran publicadas. Desde aquella primera de octubre de 2011, hasta la última publicada en el año 2023, es decir, tomando como punto de corte el último año completo, al momento de escribir este trabajo -a la fecha, las notas siguen publicándose periódicamente-. De esta manera, el corpus está integrado por unas 1.600 notas individuales, cuya parte principal apareció en un período que cubre el final de la segunda presidencia de Cristina Fernández de Kirchner y los gobiernos completos de los presidentes Mauricio Macri y Alberto Fernández. Sin embargo, estos cambios políticos no dejaron marcas relevantes en las notas del corpus -sí las dejaron en otras notas de La Nación-, las cuales mantienen los mismos motivos recurrentes a lo largo de todo el período. Únicamente un evento hizo sentir su peso en ellas: la pandemia de Covid-19, que generó nuevos desafíos para la venta -que ya no podía realizarse en locales-, o para el diseño de productos (de cuidados sanitario, por ejemplo), con el corpus contándonos cómo los emprendedores sortearon tales desafíos.

1.2 La promesa y el modo de aprehenderla

El trabajo sobre estas notas dio lugar a la elaboración de un conjunto de códigos, con los cuales se aprehenden los motivos recurrentes que atraviesan al corpus y cuya relación configura la constelación de factores (Weber, 2011) que caracteriza a los emprendedores de La Nación. Dicha labor de codificación fue, en parte, guiada por los análisis que de este ethos ha realizado la bibliografía especializada (Lava y Dardot, 2013; Sennett, 2000, 2013; Boltanski y Chiapello, 2010; entro otros), pero, principalmente, estuvo orientada por aquellos rasgos que, en las propias notas, fueron emergiendo como recurrentes. Esto último permitió aprehender una serie de características novedosas, en relación a la mentada bibliografía, tornándose así más compleja la figura del emprendedor que surge del presente análisis. Con este foco en lo emergente -aun cuando no se descuiden los aportes de la bibliografía especializada-, se trabajó sobre notas individuales, tomadas de los distintos años que abarca el corpus, hasta alcanzar el punto de saturación. Es decir, se detuvo el proceso de análisis y codificación al arribarse a aquella instancia en la cual la labor sobre una nueva nota, publicada en cualquier momento del período estudiado, no daba lugar ni a nuevos códigos, ni agregaba información sobre los ya establecidos (principio de saturación).

Por este camino se busca aquí aprehender las características centrales de los principios de di-visión del emprendedor. Aunque sería más preciso decir que, lo que estas notas configuran, es una de las expresiones de esa subjetividad. Cuestión que puede ser aclarada a partir de la comparación con la “sociología del emprendedorismo” realizada por Fridman, cuyo “objetivo reside en ofrecer un análisis minucioso de las ideas y prácticas de la autoayuda financiera” (Fridman, 2019: 35), según ésta es entendida por la cultura neoliberal que, así, configura una subjetividad emprendedora. Si bien dicha subjetividad constituye “un fenómeno mucho más vasto que el mundo de la autoayuda financiera” (Fridman, 2019: 208), pues de ella podemos encontrar otras encarnaciones, en las cuales se mantienen un conjunto de rasgos comunes (por ejemplo, la apelación a la “libertad” como valor central), pero que adquieren un sentido distinto, según el ámbito en que se desarrolle la actividad de emprender.

En el caso estudiado por Fridman predomina una lógica financiera (por lo que la libertad a alcanzar es, también, de carácter financiero), mientras que en La Nación -como veremos- predominan los emprendimientos ligados a la comercialización de un bien o servicio, lo cual impacta directamente en la promesa contenida en cada expresión de la figura del emprendedor. En efecto, la autoayuda financiera nos promete cumplirnos “el sueño de vivir sin trabajar”, que se concreta al obtener ingresos de rentas, por eso, la libertad financiera equivale “al abandono total del trabajo” (Fridman, 2019: 57). Los emprendedores de La Nación, en cambio, procuran alcanzar una libertad que consiste en la negación del trabajo como carga, como maldición adánica, fuente de emociones negativas que, aunque nos resulte desagradable, estamos obligados a realizar. Frente a esto, no se busca el abandono del trabajo -que sería cesar en la comercialización del bien o servicio-, sino tornarlo un ámbito de disfrute, al dedicarnos a una actividad que nos gusta, a un hobby, al cual realizamos con amigos o en familia, convirtiendo aquello que hacemos durante nuestro tiempo libre en nuestro trabajo, lo cual es también poner en entredicho el límite entre el ocio y su negación, el neg-ocio.

Ésta es la promesa que contienen las notas aquí analizadas, en las cuales La Nación narra las historias de los emprendedores y de sus emprendimientos. Se trata de “narraciones” en un sentido cercano al planteado por Benjamin, para quien ella es una “forma de comunicación” (Benjamin, 1986: 193), que organiza y transmite una experiencia. Por eso el narrador “viene de lejos” (Benjamin, 1986: 190), ya sea en el espacio -ha viajado-, o en el tiempo -es viejo-, o también, como en este caso, ha atravesado con éxito una aventura -la de emprender-, enfrentándose a los riesgos que ella entraña. Es desde ese lugar que el emprendedor -de estas notas- “da un consejo a quien lo oye” (Benjamin, 1986: 192) o, en este caso, a quien lo lee. No bajo la forma de un libro de autoayuda (como los analizados por Fridman), sino a partir de las enseñanzas que se extraen de la propia historia. Pues, en la narración, “el consejo no es tanto respuesta a un interrogante, como una propuesta ligada a la secuencia de una historia que se va desarrollando. Para poder obtenerlo, es necesario previamente poder contarla” (Benjamin, 1986: 192). Así, no resulta raro que muchas de las notas del corpus finalicen con un apartado en el cual se sintetizan “los consejos de Susana”, o “de Marcos” (o como se llame el emprendedor protagonista de la narración). Aun cuando estas notas mantienen los rasgos habituales de una pieza informativa, de carácter periodístico -con un enunciador neutro e invisible, mero vehículo para contarnos la historia del emprendedor, a cuya voz, por momentos, accedemos directamente a través de citas textuales a sus palabras-, no dejan de tener, “abierta o secretamente, su utilidad” (Benjamin, 1986: 192): orientar la acción de aquellos que quieran emprender su propio camino hacia la liberación del trabajo como carga.

En pos de aprehender cómo estas notas dan forma y sostienen tal promesa, se dedicará la próxima sección a caracterizar la configuración de sentido producto de los principios de di-visión que ellas ponen en juego. Con tal fin, cada uno de sus motivos recurrentes fue sintetizado en un código -para destacarlos, se ha decidido consignarlos entre {corchetes}-, que, a su vez, será desarrollado a partir de citas directas del material fuente. Por lo que, en la próxima sección, se procurará disminuir al mínimo las referencias a la bibliografía secundaria, dedicada al análisis de la figura del emprendedor, para, en cambio, poner el foco en el material mismo, buscando que sea el corpus quien tome la palabra. Así, “la primera etapa de este camino será retomar” para la sociología “el principio del montaje. Esto es, levantar las grandes construcciones con los elementos constructivos más pequeños (...). Descubrir entonces en el análisis del pequeño momento singular, el cristal del acontecer total” (Benjamin, 2016: 463). Es, entonces, a través del montaje de citas textuales del corpus que se procurará aprehender la configuración de sentido que se construye en torno a los emprendedores de La Nación, una de las expresiones de ese ethos propio de la cultura neoliberal.

Por esta vía, se busca captar dicha configuración desde dentro, para así percibir el mundo a su manera, hasta el punto de que ese sentido comience a tornarse también el nuestro, a que las notas nos convenzan de la sabiduría de sus consejos. Para en la tercera y última sección pasar desde esta visión inmanente a una trascedente (en el sentido de Adorno, 2008: 21 y ss.), es decir, a una mirada externa que interrogue los silencios que rodean a esta promesa neoliberal, en pos de dar cuenta de aquello que con Adorno (2004; Gambarotta, 2022b) cabe entender como su faz ideológica. En suma, esa sección final procurará avanzar hacia una crítica inmanente (Adorno, 2009) de este material cultural, sendero por el cual pensar, más allá de él, la promesa de un futuro alternativo al presente neoliberal y, más en general, a la sociedad capitalista que hoy se nos aparece como una realidad para la cual “no hay alternativa” (Jameson, 1995; Fisher, 2019).

2. El sentido de emprender

2.1 Crecer para ser dueños en un mundo incierto

Entre las notas etiquetadas por La Nación como pertenecientes al tema “emprendedores”, una amplia mayoría narra la historia de un emprendimiento y de quienes lo llevaron a cabo. Tales historias suelen comenzar con una {ruptura}, que marca el inicio del camino que conduce hacia “el ‘sueño’ de ser dueños de su propia fuente de ingresos”,3 es decir, de no depender de otros, como sucede, justamente, en el trabajo en relación de dependencia. Así, si bien está quien “siempre supo que no quería ser empleado” (11/5/2013), son muchos los que inician este camino luego de varios años de dependencia. Para ellos, el primer paso es concretar la {ruptura} que implica dejar de trabajar para otros y comenzar a trabajar para sí mismos. Como Diego,4 quien “en unas vacaciones sintió que era su momento de dejar de ser empleado para ser emprendedor. ‘Leí un artículo (...) que decía que el mundo es binario: o sos emprendedor o trabajás para un emprendedor -dice Diego- y sentí que me había llegado el momento’” (13/7/2015). Una {ruptura} que sintetiza el pasaje “de empleados a emprendedores” (4/1/2016b), protagonizado por quienes “dieron el gran salto al negocio propio” (4/1/2016b), como Gonzalo, “publicista que quiso dar el salto de una agencia por entonces consagrada (...) hacia su propio proyecto” (26/6/2016). O como Cecilia y Romina, quienes hoy “reconocen que el mayor desafío fue apostar a su proyecto y renunciar a sus trabajos en relación de dependencia, que mantuvieron en simultáneo durante un año hasta que al fin dieron el salto” (19/8/2020c).

Pues lo importante es dar ese salto y no si se lo concreta en etapas sucesivas -durante las cuales conviven el trabajo como empleados con el emprendimiento-, mientras desemboque en la independencia soñada que se realiza al tornarse dueños del propio trabajo. Algo así late en el esfuerzo de Lara, quien “aún, en paralelo con su trabajo de oficina, todos los días, cuando llegaba a su casa taller en San Isidro, le dedicaba tiempo y espacio a su emprendimiento”, en el cual, afirma, “encontré mi propio camino y lo disfruto mucho, pero muchas veces se tornaba difícil y agotador hacer las dos cosas. Fue en 2018 que decidí dar el salto y dedicarme 100% a mi proyecto. Sentí que era el momento de dar ese paso” (1/10/2020).

Decidirse a dar el salto, ése es el primer desafío que el emprendedor tiene que encarar para (auto)producirse como tal, aun cuando no siempre su entorno lo acompañe, como señala Pato: “no dudamos en dar el paso cuando tuvimos la oportunidad de desligarnos de las empresas donde trabajábamos, a pesar de que los consejos de no abandonar una posición segura eran reiterados” (24/6/2020b). Una decisión que no es sencilla, pues implica abandonar esa {seguridad} para aventurarse en un mundo signado por {la incertidumbre y los riesgos}. Por eso, no es raro que a Mumi “la decisión de dejar su trabajo en el Ministerio de Educación le costó muchísimo, no sólo por dejar a un lado la seguridad que da un trabajo en relación de dependencia, sino también por los miedos y mandatos que tuvo que afrontar para arriesgar y confiar al 100% en su proyecto” (11/5/2020).

La {ruptura} con la dependencia de ser empleado es, también, romper con las {seguridades} de lo fijo (del sueldo y los horarios fijos), por eso emprender es tomar una decisión como la de Ignacio, quien “eligió resignar la zona de confort” (23/5/2016), es situarse ante “el desafío de dejar el confort de la vida corporativa para crear su proyecto” (25/10/2017b). En suma, para emprender -según se asegura en una charla orientada a emprendedoras- “hay que empezar por salir de la zona de confort y avanzar a pesar del miedo” (23/5/2020) que genera lo nuevo, con su {incertidumbre y riesgos}, en contraste con la vieja y conocida rutina laboral. Por eso, de lo que se trata es de “animarse a emprender” (10/8/2015d), como nos aconseja Marianela: “hay que animarse e intentarlo. Tenés que ser creativo, pero también tener cierta valentía” (10/4/2021). A eso se enfrentó Cony, quien recuerda como “no me animaba a dejar la seguridad de un sueldo fijo” (13/8/2020b). Pues hay que animarse a ser parte “de los que incursionan en lo desconocido, original e innovador” (18/5/2020) y no se puede emprender sin esa cuota de valentía, como nos dice Daniel: “el emprendedor es alguien que se arriesga” (4/7/2016).

Dejar atrás la {seguridad} y animarse a emprender es, según señala Florencia, “ser independiente, con nuevos desafíos, también más inestable” (1/4/2021), y es en la capacidad individual de afrontar esos desafíos que se construye dicha independencia. Por eso sería un error pensar que se emprende a pesar de que entraña tales {riesgos}, antes bien, se emprende porque los entraña, lo cual nos obliga a salir de nuestra zona de confort, a desarrollar nuestras capacidades individuales a fin de enfrentar un escenario {incierto}, que es, también, ponernos en camino hacia un crecimiento personal. Recorrido en el cual tiene un papel clave la capacidad de “gestionar la incertidumbre, las emociones” (25/4/2020) -como se señala en la charla recién mencionada-. Más aún, es necesario {aceptar el fracaso} como una instancia de aprendizaje que, en tanto que tal, contribuirá a dicho crecimiento personal, en lugar de volverlo como una fuente de frustraciones, tornándolo una carga que pesa sobre el emprendedor, cuanto éste tiene que mantenerse liviano (Sennett, 2000) para poder avanzar con soltura en ese camino incierto que se ha animado a encarar.

En efecto, “ante contextos desordenados hace falta un liderazgo más experimental que vea al fracaso como un aprendizaje” (16/8/2016). Por eso, La Nación valora cuando “los entrevistados consideran que, si el proyecto fracasara, al menos aprenderán mucho de esa experiencia. Esa es la actitud.” (11/5/2013). Tan importante es esta actitud que Mariano afirma “estar orgulloso de los fracasos. ‘Son la mayor fuente de aprendizaje’” (20/4/2015). Por eso no puede más que reconocerse el espíritu de Marcos, “un emprendedor incansable que fracasó en tres proyectos antes de crear” (10/8/2015) el emprendimiento que la nota nos narra. Ningún buen emprendedor se frustra ante el fracaso, ya que sabe gestionar sus emociones (Illouz, 2010) y consigue aprender algo de todo el proceso, extrayendo una experiencia que luego le servirá al iniciar un nuevo proyecto. Incluso, hay quienes llegan a “celebrar el fracaso (‘Si a un juego le va mal, hacemos una fiesta para todos los desarrolladores y les damos champán para celebrar por lo que aprendieron’)” (2/1/2016), sostiene Ilkka, fundador de un emprendimiento de juegos para dispositivos móviles. Así, Marcus nos enseña que “los errores solo son fracasos si no se aprende de ellos” (16/10/2023b), por eso, hay que “perderle el miedo a los errores” (23/4/2020). En suma, como “enfatiza Martín, un pilar es asumir la posibilidad del error y capitalizar cada traspié: ‘Fomentamos que gente se equivoque (...), porque cuanto más rápido lo hagas, más rápido vas a aprender y capitalizar ese error’” (20/10/2016). En esta línea, Guadalupe nos aconseja “no dejarse desalentar por las adversidades, todo es aprendizaje” (7/10/2020). Esa actitud liviana ante el error que puede, incluso, llevar al fracaso del emprendimiento, es la que nos permite aprender de él, para continuar, munidos de una nueva experiencia, nuestro camino a través de un mundo incierto, en cuyo recorrido nos autoproducimos.

Más aún, aquél que toma la decisión de encarar este camino, es decir, aquél en quien se manifiesta “el espíritu emprendedor” (6/12/2017), no detiene su recorrido ni siquiera en los logros ya alcanzados. Antes bien, se mantiene en constante {movimiento}, pues dejar de emprender es volver a una zona de confort, es estancarse como persona. De allí que, “pasado el tiempo, buena parte de los emprendedores vuelve a empezar, se convierten en fundadores ‘seriales’” (20/7/2015), que inician nuevos proyectos, aventurándose, una vez más, en los {riesgos} de lo desconocido, aun cuando ya hayan consolidado un emprendimiento que les garantice seguridad económica. A ello los lleva su {espíritu y actitud emprendedora}. Esto es lo que aprendemos de Martín, quien “se reconocía como alguien inconformista, inquieto, incapaz de atarse a situaciones y proyectos que no los satisfacen. A los 34 años, con ese espíritu intacto pero ya con algunos logros consolidados” (15/6/2020) se decidió a iniciar el emprendimiento que esta nota nos cuenta. Y es por ello que no se puede dejar de admirar y querer emular a figuras como la de Juan Pablo, que al momento de hablar con La Nación “ya había fundado tres emprendimientos propios (...) y también los había vendido a grupos internacionales” (20/10/2023).

La narración de sus historias es una fuente de enseñanzas (Benjamin, 1986:), de la que brotan consejos con los que podemos orientar el propio actuar en este contexto de incertidumbre (Illouz, 2010, 2014). En este caso, indicándonos cómo, para quien tiene {actitud emprendedora}, ni siquiera los éxitos se tornan un peso que limite el {movimiento} y puedan llevar a que hagamos un alto en el camino. Por el contrario, hay que mantener el espíritu, estar dispuestos a inicia un nuevo proyecto, para lo cual es necesario mantenerse livianos, como hace Juan Pablo, o bien, como Rodrigo, quien “a sus 36 años ya realizó más de 20 emprendimientos” (30/11/2015c). En estas historias encontramos lo que cabe considerar el epítome y punto más alto del {espíritu emprendedor}, que se da cuando el individuo se convierte en un “emprendedor serial”. En efecto, Rodrigo merece la calificación de “emprendedor serial” (27/1/2017), no una, sino las dos veces que La Nación le dedica una nota. Es en estas figuras en quienes la “pulsión emprendedora” (10/8/2015b) alcanza su expresión más intensa, llevándolos a ser incansables iniciadores de nuevos proyectos, sean o no exitosos, pues lo importante es emprender.

Para ello es necesario, como vimos, {aceptar el fracaso}, gestionando las emociones, a fin de que no se torne una carga. Pero también hay que gestionarlas para evitar que el éxito sea esa carga, limitando nuestro {movimiento}, al fijarnos a un proyecto que ya no presenta nuevos desafíos y, como tal, nos estanca. Pues, en última instancia, emprender -según señala Máximo- “requiere mucho de uno mismo, saber manejar la frustración y entender que uno está haciendo esto por algo más que dinero y reconocimiento. Simplemente porque es difícil” (11/1/2017). Animarse a enfrentar esa dificultad, sin depender ni estar protegido por otros, que toman las decisiones por nosotros, es, entonces, el primer paso para autoproducirse y, luego, crecer como persona. En un camino que puede tener fracasos, pero no por ello se detiene el movimiento, orientado a ser “dueños de la propia fuente de ingresos” y, más en general, de nuestro propio destino individual, en este mundo incierto.

2.2 Concretar mi sueño, en base a esfuerzo

Una “pulsión emprendedora” que pone en práctica aquél que, siguiendo “las ganas de hacer” (28/12/2015c), se anima a dar el salto. “¿Secreto?¿Misterio?¿ Esoterismo? Nada de eso. Se trató de algo más simple: de no tener miedo a emprender” (8/6/2015). Tenemos que escuchar a Guillermo cuando afirma que “lo más complejo es confiar en uno mismo. Después, si uno entiende eso, las cosas llegan solas” (10/8/2015b). Es ese trabajo sobre el propio sí mismo el que entraña el mayor desafío, incluso más que la puesta en marcha del emprendimiento como tal. Especialmente si se tiene en cuenta que dicha pulsión es intrínseca al individuo. De allí que abunden las historias con un “emprendedor nato” (16/4/2020b, 16/9/2020, 6/11/2023), o “emprendedor por naturaleza” (7/4/2021) o “emprendedora innata” (10/4/2021), entre otras denominaciones con las cuales las notas aluden a que esa actitud no es algo que se aprende, sino que se tiene, una “pulsión”. Pero sería equivocado considerar que sólo algunos han sido favorecidos con este don, en todo caso, sólo algunos se animaron a dar el salto. En efecto, “la capacidad de emprender e innovar no es un don o una consecuencia del entorno en donde vivimos. Es una capacidad que tenemos todos” (6/9/2016). Por lo que “el espíritu del emprendedor puede aparecer y fomentarse en cualquier persona” (24/7/2016), sólo es cuestión de dejarse llevar por “las ganas de hacer”, abandonando la “zona de confort”, para iniciar el incesante {movimiento}. “Porque hacer 20 años de carrera en el mismo lugar ya no existe” (9/11/2016), según nos explica Javier, o como sintetiza el consejo de Marianella: “nunca dejes de moverte” (10/4/2021).

Incluso dentro del mismo emprendimiento hay que mantenerse en movimiento, pues, como afirma Mumi: “emprender es enfrentarte todos los días a nuevas cosas, estar abierto a los movimientos” (11/5/2020). Y nadie se mueve más que el “emprendedor serial”, eso es lo que Jorge manifiesta cuando nos señala que “hoy estoy en Nubelo [firma que cofundó], pero mañana puedo estar en otra empresa” (25/4/2016). El reverso de lo cual se expresa en el caso de Mateo, quien después de varios años de trabajo en su emprendimiento “decidió dar un paso al costado y cambiar de rumbo. ‘En diciembre del año pasado, después de todo el proceso de hacer una startup, crear una billetera virtual que la embeba, no lo sentía más’, asegura” (7/4/2021). Pues si falta esa pulsión, con sus ganas de hacer, entonces ¿para qué seguir?, si esto no se hace únicamente por el dinero, como ya nos apuntó Máximo. Cuando ya no lo sentimos, entonces es momento de moverse, de emprender algo nuevo, en definitiva, de buscar la {felicidad} en otro proyecto, con la reinvención de la propia historia vital que ello entraña. Tal y como hizo Martín, quien hoy recuerda: “me gustaba lo que estaba haciendo, pero no me hacía feliz. Me sentía malhumorado, no le encontraba la vuelta. Quería hacer algo diferente” (4/12/2017). Por lo que dejó su trabajo de más de 20 años en la industria textil, para iniciar su propio emprendimiento.

Una {ruptura} con la trayectoria previa que, por supuesto, acarrea {riesgos}, pero aún así hay motivos para tomar la decisión de dar el salto, porque “si te hace feliz y creés en eso, no hay manera de que te vaya mal” (20/8/2019), como apunta Laura. En efecto, “si cuando te levantás a la mañana estás feliz, vas por buen camino” (12/2/2020). Ese es el motivo por el cual Rocío “vendió sus recuerdos de la infancia y con eso arrancó su propio negocio” de diseño y venta de juguetes, ya que, para ella, ese negocio “no es simplemente una forma de ganarse la vida, es una forma de disfrutarla y de vivirla a pleno. ‘A mí me gusta lo que hago, soy muy feliz con los juguetes. Veo lo que generan y la verdad es que soy una privilegiada: me gusta lo que hago, dónde voy y la gente con la que trato. Todo eso te pone en otro plano’ dice extasiada, y no podemos más que coincidir con ella” (25/11/2019).

Es por esa {felicidad} -inseparable del crecimiento como persona, cuya expresión es el crecimiento del emprendimiento, que vale la pena el {esfuerzo y sacrificio} que éste demanda. Así lo señala Laura: “es cierto que el emprendedor trabaja las 24 horas y en vacaciones. Pero sin dudas, volvería a tomar la misma decisión. Porque quizás hoy trabajo más horas, pero feliz.” (7/8/2019). Puede ser que ya no contemos con tiempo extra, por fuera del dedicado al emprendimiento -incluso durante las vacaciones-, pero emprender nos da una {felicidad} que no es capaz de darnos el trabajo en relación de dependencia, de lunes a viernes y de 8 a 16 horas, incluso con todo el tiempo libre que pueda dejarnos. Más aún, el {esfuerzo} que demanda el emprendimiento es en sí mismo una fuente de felicidad, según lo indican Sebastián y Juan Pablo cuando recuerdan como, en los inicios de su emprendimiento, “entregábamos a la mañana, vendíamos al mediodía, armábamos pedidos a la tarde e íbamos al mercado a comprar las frutas de noche. A veces dormíamos 3 o 4 horas, nada más. Fueron los meses más intensos y felices de nuestra carrera” (16/4/2020).

El emprendimiento puede tomar todas tus horas, obligándote a abandonar el confort de los horarios fijos con su cuota de tiempo libre, porque entraña un proyecto para tu crecimiento personal, para que alcances la felicidad (Cabanas e Illouz, 2023). En efecto, Laura nos advierte que “tener un emprendimiento implica mucho trabajo. Quizás hasta más que trabajar en relación de dependencia” (13/8/2020b), por eso, como nos plantea Cony, “hagas lo que hagas tené en cuenta que te va a llevar muchísimo tiempo, incluso más que si tuvieras un trabajo en relación de dependencia” (13/8/2020b). Pero aun así vale la pena, ya que emprender no consiste en un camino hacia la plata fácil, ni hacia una vida sin trabajar (a diferencia de lo que sucede en la autoayuda financiera estudiada por Fridman, 2019). Al contrario, según late en el recuerdo de Paula, quien afirma que “mi primer año con Filositas [su emprendimiento] fue sin días libres. Dormía muy poco, cortaba prendas de noche”, y nada menos que “ocho años de esfuerzo y dedicación le llevó consolidar su marca Filositas” (6/10/2020).

Experiencias como ésta son habituales en las historias que La Nación nos narra, sobre todo en los inicios del emprendimiento que es, también, el momento en que se “emprende” en el sentido más estricto del término. A diferencia de cuando el proyecto ya se ha consolidado, instancia en la que, incluso, quizás sea hora de dejar el proyecto, para no detener el {movimiento}, aunque ello implique comenzar un nuevo emprendimiento, como bien nos ejemplifican los “emprendedores seriales”. Los inicios, en cambio, están signados por la decisión de dar el salto, que es también concretar la {ruptura} con la dependencia, operaciones que no se realizan sin {esfuerzo}. Como el de esos emprendedores que “durante meses no cobraron sueldo” (10/8/2015c) de su propio emprendimiento (es decir, trabajaron gratis). También Lucrecia nos cuenta que “en 2013 trabajé un año sin ganar nada. Ese año el Excel al final decía cero” (6/12/2016).

Hay que estar dispuestos a hacer ese {sacrificio} económico, hasta que el emprendimiento comience a dar sus frutos, pero también -y, quizás, sobre todo- a sacrificar tiempo, en jornadas sin fin destinadas a un emprendimiento que reclama nuestra plena dedicación. Eso es lo que pusieron Florencia y Mercedes, para quienes “durante los primeros años las noches fueron muy largas -las dos tenían trabajos full time-, sus casas se convirtieron en talleres y cualquier tiempo libre, incluso juntadas con amigas, lo dedicaban a pintar” (8/4/2020b) los productos de su emprendimiento. En esta línea, Laura nos aconseja: “es importante saber que, como emprendedora, vas a trabajar 24 h. No hay tiempo para relajarse ni pensar en otros temas” (15/7/2020). Esto es lo que nos resume Maximiliano, al señalarnos que “el modelo ideal de emprendedurismo es gratificante y sacrificado” (1/4/2021c). Y así fueron los inicios de Gabriela y Magdalena, madre e hija que enfrentaron “meses de trabajo muy duro (...) y noches de llanto porque les entregaban producciones con muchos errores”, pero, como siempre, “tanto esfuerzo rindió sus frutos: hoy [su emprendimiento] SEEDS Mamá es referente en el mercado de la indumentaria para embarazadas” (4/6/2020).

Un {sacrificio} que también se plasma en que, durante los primeros tiempos, uno mismo tenga que realizar personalmente todas las tareas que el emprendimiento requiera, con las exigencias y demandas de tiempo que eso acarrea. Eso fue lo que les pasó a Lucía y Victoria, quienes recuerdan como “después de trabajar nueve horas en una oficina teníamos que repartir el poco tiempo que nos quedaba entre ir a proveedores, diseñar los productos, confeccionarlos, producir el packaging, despachar en el correo, y realizar tareas administrativas” (23/4/2020). También Alexander, actualmente dueño de una cadena de kioscos, desempeñaba todo tipo de funciones en su primer establecimiento, pues “en los comienzos, Alexander era dueño, empleado, repositor; lidiaba con proveedores, clientes y asaltantes (...); trabajaba de lunes a lunes de ocho de la mañana a diez de la noche -14 horitas de corrido-. Feriados, olvidate. Francos, ni pensar. Vacaciones, a quién se le ocurre” (22/12/2017).

El camino es difícil y es justamente por eso que emprenderlo entraña un desafío que, al enfrentarlo, nos hace crecer, aunque fracasemos, pues algo habremos aprendido de ello. En suma, como nos aconseja Guadalupe, hay que “trabajar a conciencia por ese sueño y no dejarse desalentar por las adversidades, todo es aprendizaje” (7/10/2020). Pues, como apunta Luciana, “hay que sacrificarse, pero con mucho esfuerzo y trabajo, todo llega”, si es que uno se animó, como ella, a “a soñar en grande” (1/10/2020b). Tal la historia de las tres emprendedoras, las cuales sabían que, al inicio, “iban a tener que hacer algunos sacrificios y estaban dispuestas: pese a las horas de trabajo interminables que tuvieran que destinar al proyecto (...) y a los desafíos que se les presentaran, sabían que sus sueños compartidos se iban a hacer realidad” (24/6/2020b). Pues emprender es también la posibilidad de cumplir un {sueño}, tan propio que, por momentos, es indistinguible de quien uno es. Eso les pasó a Josefina y Enrique, socios fundadores de Greenbox, “un mercado online con foco en el consumo responsable”, quienes cuentan como “desde el inicio fuimos muy conscientes de que no iba a ser una jugada fácil, que íbamos a tener que darlo todo y más, y que ese darlo todo no tiene fin, porque Greenbox somos nosotros, es una extensión de nuestro estilo de vida, y no simplemente un trabajo” (589). Sólo a través de emprender tu propio {sueño} vas a llegar a ser lo que auténticamente sos (Illouz, 2019), en una senda de autoproducción del propio ser que bien justifica el {sacrificio} que pueda demandar recorrerla.

Así, no cabe más que seguir el consejo de Laura: “hay muchas empresas con gente trabajando para cumplirle los sueños a otros. Trabajá para cumplir los tuyos” (4/8/2020). Eso hizo ella, según titula la nota que nos narra su historia: “Por un sueño. Dejó su puesto en un laboratorio y creó una marca de cosmética alquimista” (4/8/2020). Con esa {ruptura}, al dejar el puesto en relación de dependencia, comenzó el salto hacia su {sueño}, por más {riegos} que ello pueda entrañar. Por eso no es raro que Mariel no pueda dejar de representarse “la serie de obstáculos que sorteó para cumplir su sueño” (14/3/2016); o bien, que Paula, la creadora de Filositas, recuerde cómo “recién después de ocho años pude hacer lo que soñaba: estampar mis propias telas” (6/10/2020). En un {esfuerzo} que es también el de Lucas, a quien “tres años exactos. Ni más ni menos. Ese fue el tiempo que le llevó (...) poner en marcha y concretar su sueño de abrir un bar junto a sus amigos de la infancia” (7/7/2020). Similar al de ese otro grupo de amigos de la infancia que se asoció para poner una carnicería boutique, en efecto, ellos vivieron la apertura del primer local como “la concreción de un sueño” (27/8/2020).

A veces el {sueño} está no en “qué” se hace, sino en “con quién” se lo hace, como sucede con esos amigos de la infancia que acabamos de mencionar, y que es también la historia de Lucía y Victoria, en tanto ellas “son amigas desde muy chicas y hace siete años decidieron cumplir su sueño de emprender juntas” (23/4/2020). En cualquier caso, emprender es la posibilidad de concretar ese sueño, como el de Guillermo que “siempre le había contado [a su pareja Laura] su sueño de fabricar galletitas”, al cual encararon juntos y, no sin esfuerzos, pudieron concretar, para hoy compartir “el sueño de legarles [a sus hijos] la fábrica que soñaron desde ese día en que rellenaron con sus propias manos el primer alfajor” (1/4/2020b). Pues el sueño del emprendedor no tiene por qué ser individual, puede ser algo compartido con {la familia y/o los amigos}, en tanto es entre esas relaciones íntimas y cercanas, que podemos encontrar los socios con los que animarnos a emprender el camino que conduce a la felicidad de concretar nuestro sueño.

Esa es la historia de “tres amigos [que,] cansados de trabajar para otros y con ganas de emprender” (10/8/2015c), crearon su propia marca de alpargatas. Y también la de ese emprendimiento dedicado al diseño de cuchillos, cuyos fundadores “son amigos desde los 20 años” (710). O la de Sebastián y Juan Pablo, “dos amigos [que] crearon un negocio a partir de la idea más simple” (16/4/2020), rasgo que comparten con esos “cuatro compañeros de la infancia, [con] ganas de emprender y un mismo desafío: fabricar cerveza artesanal y venderla en los bares. Pero lo que empezó como un proyecto entre amigos en el garaje de la casa de Sebastián (...) se convirtió en un modelo de negocio con éxito desde el primer día” (14/1/2018). Así, las ganas de emprender, de salir de la zona de confort y enfrentar los riesgos que ello entraña, nos pone en movimiento hacia un crecimiento personal, pero que no necesariamente es individual, pues podemos compartirlo con los amigos de toda la vida, es decir, aquellos con los que crecimos desde la infancia y, ahora, creceremos como personas.

2.3 Inicios modestos, éxito sorprendente

Todo este proceso de autoproducción y crecimiento de la propia persona se expresa en que el emprendimiento sea un “éxito desde el primer día”. Y nada permite percibir mejor dicho éxito que comparar la situación actual con lo que fue aquella {inversión inicial}, gracias a la cual se puso en marcha el proyecto. Esto es lo que captamos cuando La Nación nos cuenta cómo esos “cuatro compañeros de la infancia” que arrancaron su proyecto de fabricar cerveza artesanal “con una inversión inicial de 40.000 pesos para comprar el primer equipo, con el que cocinaban hasta 50 litros de cerveza en un garaje. Hoy, facturan millones, y planean seguir expandiéndose” (14/1/2018). Porque el crecimiento no ha de detenerse en los logros ya alcanzados, antes bien, es importante mantener abierto este {movimiento}, seguir expandiéndote. A la vez que, como nos enseña Maximiliano, “no hace falta [un] capital muy grande para arrancar un negocio, sino ganas de salir adelante y de crecer” (17/7/2012). Por este camino, Daniel y Orlando, dos amigos “fanáticos de la patineta”, pudieron convertir esa pasión “en un negocio redondo: arrancó con una inversión inicial de $ 100.000 y hoy factura $ 1 millón por mes sólo en la Argentina” (10/8/2015d), para lo cual contaron con el apoyo de sus {familias}, pues “la inversión inicial vino con la ayuda económica de sus hermanos [de Daniel] y de los padres de Orlando” (10/8/2015d). Similar es el origen del emprendimiento encarado por Candelaria y Agustín, estos hermanos “comenzaron con $ 100.000 de préstamos familiares. Este año, proyectan una facturación de $ 6 millones” (4/1/2016).

Lo anterior nos enseña no sólo que el emprendimiento puede llevarse adelante con la {familia y/o amigos}, también de allí puede provenir la {inversión inicial} que resulta necesaria para poner en marcha el proyecto. Esa es la historia de los hermanos Goyeneche, quienes comenzaron su producción de cerveza artesanal en el patio de la casa de los padres, allí “las primeras cocciones las llevó a cabo Gabriel gracias a un préstamo de $1000 que le dio su padre, la inversión inicial del emprendimiento” (26/10/2023). Y también es la de Lucas, quien “con una inversión inicial de US$30.000 de familia y amigos, este año esperan facturar US$120.000” (24/9/2020). Por supuesto, dicha {inversión inicial} puede salir de los propios bolsillos del emprendedor, de sus ahorros o de la venta de algún bien, como hicieron esos “dos amigos” que juntos crearon un “fernet de autor”, cuya “inversión inicial fue de $ 2 millones que salieron de ahorros y préstamos de familiares” (18/1/2016). Ya hemos hablado de esos tres amigos de la infancia que compartían el sueño de poner una carnicería boutique, al cual pudieron concretar “con un capital inicial de diez mil dólares de ahorros propios” (27/8/2020). A lo que cabe agregar la experiencia de Laura y su pareja, quienes nos cuentan: “para la inversión inicial arrancamos con un poco menos de $100 mil. Justo habíamos vendido un auto y decidimos invertir el dinero en este proyecto” (5/8/2020). O sumar a la pareja que forman Guadalupe y Leandro, cuya “inversión inicial fue de $30.000, invirtiendo así los ahorros que tenían” (4/6/2020b). De esta manera comienza también la historia de “dos amigos de la escuela secundaria” que, “para poner en marcha el emprendimiento, (...) vendieron pertenencias de valor sentimental e invirtieron los ahorros de toda su vida” (16/9/2020).

Con dinero propio, tanto ahorrado como producto de la venta de alguna cosa, o bien, gracias a la ayuda de algún familiar y/o amigo, se puede conseguir lo necesario para esa inversión que posibilita iniciar el camino del emprendedor. No hay obstáculos que lo impidan o, al menos, no los hay para quien tiene las ganas y se “anima a emprender”, apostando por eso que lo hace feliz, y -como ya nos dijera Guillermo, “si uno entiende eso, las cosas llegan solas”. Un camino hacia el crecimiento económico en el cual se refleja el crecimiento de la persona que podés ser, junto a tus amigos y con la ayuda, apenas, de tu familia. Eso nos narra la historia de María Laura y Carolina, quienes “crearon una empresa con $500 y se sorprendieron con una facturación millonaria” (20/10/2020). Parten de una inversión de tres cifras, para hoy estar facturando por siete cifras, un crecimiento mensurable que, como a ellas, no deja de sorprender. También sorprenden Juan y Diego, cuando nos enteramos cómo “con botellas de vidrio amasaron sus primeros ravioles, que hoy facturan millones y convertirán a su negocio en una franquicia” (25/10/2022), pues allí se hace palpable cómo se puede empezar a emprender con casi nada, en efecto, ellos carecían no ya de la maquinaria apropiada para producir sus pastas, sino que ni siquiera tenían unos manuales y caseros palos de amasar. Pero, aún así, crecieron (“hoy facturan millones”), a la vez que no piensan quedarse en el confort alcanzado y descansar en sus millones, sino que mantienen abierto su movimiento, a fin de seguir creciendo (a través del modelo de franquicias).

Una historia similar es el de los ya mencionados hermanos Goyeneche, según nos informa el título de su nota: “Facturan $15 millones al mes: empezaron en el patio de su casa y hoy producen una cerveza premiada en el país” (26/10/2023). Un inicio módico, al alcance de prácticamente cualquiera, con el apoyo de los padres (que les dejaron usar ese patio, además de contribuir con algo de dinero al inicio del proyecto) y, luego, de otros parientes, pues cuando el patio les quedó chico “se mudaron a una casa que les prestó un familiar” (26/10/2023), la cual también les terminó quedando chica, ya que hoy producen “cerca de 60.000 litros mensuales en su planta de Boulogne” (26/10/2023). Sin embargo, no cabe considerar su situación actual como un punto de llegada, el fin de un largo y venturoso camino, pues “los planes de ampliación se extienden a futuro” (26/10/2023). En suma, el recorrido de los Goyeneche comenzó con tan sólo tres hermanos, “un patio en la casa de los padres y un hobby” (26/10/2023), ¿qué narración nos puede dar un mejor ejemplo de que emprender está al alcance de cualquiera?, basta tener “ganas de hacer” y “animarse”, solo, con la familia y/o amigos, en pos de salir de la dependencia (en el trabajo), que es también salir de la rutina fija y sin desafíos, del confort que no demanda sacrificio alguno, pero tampoco nos brinda la posibilidad de crecer, de finalmente cumplir el sueño de poner una carnicería boutique o fabricar galletitas.

2.4 La libertad del hobby como neg-ocio

La decisión de emprender, de autoproducirse como ese particular sí mismo, entraña un {sacrificio} que se justifica por la promesa de que éste es el camino hacia una vida {feliz}. En semejante proyecto de vida se enlazan, configurando su específica constelación, al menos, tres factores claves. En primer lugar, la -ya comentada- posibilidad de un {crecimiento}, que se realiza sólo o entre {amigos y familia}, el cual está al alcance de cualquiera, pues la {inversión inicial} es asequible sin mucho problemas y, con ella, basta para ponernos en {movimiento}, enfrentando los {riesgos} del camino, en pos de alcanzar nuestro {sueño} de poner una carnicería.

En segundo lugar, la {ruptura}, que está en el origen de muchas de las historias de los emprendedores de La Nación, indica cómo emprender es decidir optar por la posibilidad de una {libertad}, entendida como la {autonomía} de un individuo que no depende de otros (ni de un jefe, ni de una organización) más que de ese sí mismo, cuya producción se inicia con dicha decisión. Por eso Daniel puede afirmar: “me siento más libre. En su momento tenía presiones internas que me hacían dudar, pero siempre me hizo feliz encarar lo que me gustaba” (10/8/2015d). Así como no es rara una postura como la de Nicolás, ya que, “si bien sus primeras experiencias profesionales en Marketing empezaron poco antes de recibirse, nunca se imaginó trabajando en una empresa, él quería crear algo propio” (1/8/2019). Vía por la cual alcanzar la {autonomía} de quien tiene su propio proyecto, por lo que sólo trabaja para sí mismo (es su propio jefe) y no para otro (como empleado). Este horizonte de sentido orienta a Alexander, el hoy dueño de una cadena de kioscos, en tanto “cansado de la vida de empleado (...), rompió cadenas al grito de libertad, libertad, libertad, y decidió, asociado con su mujer” (22/12/2017), iniciar su aventura en el mundo de los kioscos.

En esa aventura nos enfrentaremos a un mundo {incierto}, cuyos {riesgos} deberemos sortear sin apelar a una protección externa, a alguna forma de tutelaje, como no sea la ayuda que pueda darnos un amigo o pariente, pues, en este recorrido, sólo existe el individuo y su familia. El reverso de lo cual es la promesa de {autonomía}, que nos libera del peso de las organizaciones, de la rigidez de su burocracia y, en general, de toda lógica colectiva que pretenda organizar el curso de las acciones individuales, en dicho mundo incierto. Ser dueño, no sólo de nuestro proyecto económico, sino también de nuestro proyecto de vida, como esos jóvenes entrevistados por La Nación que “afirman que de ninguna manera se insertarían laboralmente como empleados en una compañía. ‘A mí me gusta tomar mis propias decisiones, ser el dueño de mi propio destino’, resume el fundador de” (11/5/2013) un emprendimiento informático. Por eso no sorprende que un estudio sobre millennials detecte en ellos “una tendencia cada vez mayor a diseñar los lugares donde quieren trabajar y a crearse a sí mismos” (10/8/2015b), pues ser dueño de tu trabajo, que es también ser dueño de tu destino, no es otra cosa más que la posibilidad de autoproducirte, creándote libremente a vos mismo (es decir, como un sí mismo).

Semejante nivel de {autonomía} es parte de la {felicidad} que puede alcanzar quien se anime a emprender y viceversa, esa felicidad estará vedada para quien decide quedarse quieto en el confort del horario fijo y el sueldo asegurado a fin de mes, que es característico del empleado, quien ya no es dueño de sí, pues ha aceptado la relación de dependencia. Esta enseñanza podemos sacar de la historia de Catalina, quien “pasó por diversas empresas hasta que logró un puesto en un banco mayorista holandés. ‘Me ofrecían crecimiento, las condiciones laborales eran espectaculares pero si me quedaba solo por esa razón me iba a dar cuenta que no hice nada con mi vida y decidí patear el tablero: renuncié’” (30/10/2022) y, con ese paso, inició la aventura que la llevó a crear su propio emprendimiento, gracias al cual puede afirmar que por “haber sido yo la que emprendió una empresa, ser la dueña de mis horarios, tengo mayores libertades que otras mujeres”. Libertades a las cuales Catalina conquistó en base a su {esfuerzo}: “dejo todo en el laburo, todos los días, para que mis hijas vean lo que es trabajar y hacer algo que te gusta. (...) Yo quiero que mis hijas me vean salir a trabajar, que vean que disfruto lo que hago. Que si uno se rompe el lomo trabajando tiene resultados increíbles y que tiene una enorme satisfacción. En el trabajo encuentro una enorme satisfacción” (30/10/2022). Algo similar nos cuenta Carina, cuando señala que “es desgastante estar con la calculadora en la mano todo el día, pero no hay nada mejor en este mundo que ser dueño de tu propio trabajo y no recibir órdenes de nadie” (14/1/2018). Emprender puede ser sacrificado y desgastante, pero bien vale la pena por la oportunidad de ser {libre}, dueño de tus horarios y tu trabajo, dueño, por tanto, de tu destino, en suma, ser un individuo autónomo.

Más aún, todo ese {esfuerzo} es también, en tercer lugar, el precio a costear para poder dedicarse a algo que uno disfruta hacer -según recién nos decía Catalina-, una actividad por la uno siente una especial {pasión}. Frente al tedio de la {rutina}, en un trabajo siempre-igual, decidir volverte emprendedor es tener la chance de concentrar las energías en un proyecto que uno {ama}. Así nos lo explica Alberto, empresario gastronómico, cuando señala como “hay gente que cree que abrir un restaurante es canchero, es fácil. Pero la vida del gastronómico es muy demandante. Si no hay pasión, no puede haber éxito” (14/1/2018). El esfuerzo demandando se realiza con gusto, porque se siente {pasión} por el proyecto y, sin ella, no será exitoso el emprendimiento, en el cual se refleja el del emprendedor. Ése es el consejo de Ayelén, para quien “el camino emprendedor es difícil y lleva tiempo. Pero si realmente es lo que te gusta, seguí. Hay altos y bajos, pero si lo hacés con pasión, se puede lograr” (7/5/2021). Por eso, Martín, puede recordar como, en un comienzo, “trabajábamos 20 horas por día y siempre faltaba más, pero la pasión y los resultados que estábamos teniendo nos motivó a seguir trabajando duro” (15/6/2020).

Emprender entraña, entonces, no sólo una {ruptura} con la dependencia del empleado, en pos de conquistar nuestra {autonomía}, también es una ruptura para con la alienante {rutina} del trabajo monótono, que no nos hace {felices}, ya que no lo hacemos movidos por la {pasión}. Al contrario, es una carga que sólo hacemos por dinero, por lo que nuestra libertad recién comienza cuando salimos de ese trabajo, allí empieza nuestro tiempo libre, en el cual podemos, finalmente, dedicarnos a eso que amamos hacer y por la sola pasión de hacerlo. Frente a este escenario, “animarse a emprender” permite emular a Guillermo, quien, en su proyecto, “se dedicó (...) a buscar la pasión que había perdido por lo que hacía” (28/12/2015c), o a Victoria, pues ella “estaba cansada de la rutina de la oficina y necesitaba emprender algo que me permitiera manejar mis tiempos y poder disfrutar del crecimiento de mis hijos” (26/9/2016). Ese cansancio es el que también sintió Cristian, para quien, “como suele pasar, después de tanto tiempo dedicado a la vida corporativa, la estabilidad económica dejó de ser una motivación para dedicar tantas horas de su vida a un trabajo que no aporta satisfacción plena, que no llena el alma” (3/6/2020). Pero pudo encontrar la pasión que le estaba faltando cuando “creó un IG que es un éxito en cuarentena” (3/6/2020). Dedicarse a esa pasión, gracias a haberse animado a emprender, eso es lo que importa. Así lo afirma Sebastián, cuyo emprendimiento gira en torno al desarrollo de una aplicación “para gestionar canchas deportivas”, proyecto que lo “moviliza” y cree que “eso es importante: la convicción de amar lo que uno está haciendo, no se puede hacer por plata, hay que hacerlo por amor al arte y si después viene la plata mejor todavía” (12/2/2020). Visión que comparte con Ilkka, emprendedor del mundo de los juegos para dispositivos móviles, quien sostiene: “lo cierto es que nunca trabajé por dinero. Solo quiero hacer juegos geniales” (2/1/2016). Así, lo material queda en un segundo plano, relegado en relación al “beneficio y privilegio de trabajar de lo que amamos con una mejor amiga de socia” (23/4/2020), según reconocen Lucía y Victoria, destacando como a la {pasión} por lo que se hace, se le puede sumar también el compartir dicha pasión con {amigos}.

En todas estas historias, que La Nación nos narra, se reitera una decisión, a la cual Carlos sintetiza, en tanto él “se recibió de médico pediatra, pero eligió ser DJ”, en sus palabras: “en el momento de elegir, me volqué por lo que me apasionaba” (9/11/2016b). Porque dedicarte a eso que amás te “llena el alma”, ya sea subir videos a Instagram®, o gestionar canchas deportivas. Se trata, en definitiva, de una definición del “éxito: un trabajo que tenga un sentido personal mucho más que el salarios o los beneficios” (7/6/2015). Frente a lo cual lo material queda relegado a un segundo plano, ante la posibilidad de seguir esa pasión, porque, como nos aconseja Sally: “tenés que estar realmente apasionado por lo que hacés. Si no amás mucho lo que hacés, lo sufrís y terminás abandonando” (10/4/2021b). En esta misma línea, Ceci y la Tana nos aconsejan: “conectate y creé en tu emprendimiento. ¡Es fundamental que te apasione!” (3/9/2020d), pues, como lo apunta Leonardo, quien emprende “tiene que (...) sentir pasión por lo que hace” (11/5/2013). Percepción con la que Mumi coincide, ya que, para ella, “hacer lo que realmente te apasiona es lo que se necesita para poder trabajar en un emprendimiento” (11/5/2020). Trabajar de aquello que te apasiona hacer o, mejor aún, convertir esa {pasión} en lo que hacés como trabajo, esa es la oportunidad que emprender te da. Así lo transmiten aquellas “dos amigas que transformaron su pasión por las plantas en un emprendimiento” (19/8/2020c), o esa pareja que cuenta como: “la pasión que ambos compartimos por todo tipo de animales nos llevó a empezar nuestro emprendimiento”, el cual consiste en “una marca de accesorios para perros que es furor” (10/6/2020b), de allí que no duden en afirmar: “lo real es que estamos enamorados de nuestro trabajo”.

Quizás el punto más alto de esta conversión de una pasión en un emprendimiento lo expresen aquellos que, como los hermanos Goyeneche, “consiguieron que el hobby que empezó en un patio se convirtiera en una marca que hoy produce 60.000 litros de cerveza por mes” (26/10/2023). Hacer del propio hobby un emprendimiento, ésa es, también, la historia de la pareja que conforman Víctor y Dana, quienes “dejaron sus trabajos para hacer de su hobby su modo de vida” (14/6/2022), o la de aquellos hermanos que “ella, saturada del trabajo en una agencia de publicidad y él, empleado en una tecnológica, hicieron de un hobby familiar, un negocio. Desde 2009, convirtieron el pasatiempo en trabajo y en una fuente de ingresos que les permitió dedicarse a lo propio” (4/1/2016). Estamos ante la oportunidad de hacer de una práctica realizada en nuestro tiempo libre, ese hobby o pasatiempo que nos apasiona, el eje de nuestro emprendimiento y, como tal, de nuestro “modo de vida”. Vía por la cual liberarnos de la saturación del empleo en relación de dependencia, hasta el punto de llegar a la instancia en que tiempo libre y trabajo se confunden en un mismo proyecto de {felicidad}. Eso aprendemos de Lara, quien, “mientras trabajaba de 9 a 18, de lunes a viernes en una oficina (...) se dio permiso para llevar a la práctica un hobby que la hacía feliz. ‘Desde chica me gustó trabajar con las manos. Siempre pinté y dibujé. Ese hobby era mi espacio de creación, me permitía explorar con materiales y distraerme. Nunca lo pensé como un trabajo’”; sin embargo, hoy se animó a convertir esa “habilidad en un negocio” (1/10/2020). Con lo cual esta emprendedora logra fusionar el ocio con aquello que el mundo del trabajo en relación de dependencia nos lleva a percibir como su negación: el neg-ocio.

Algo similar nos cuenta Mariel, para quien “todo empezó como un hobby” (10/8/2015), o esos amigos que “se juntaban en el garage de su casa a crear muebles con pallets que recolectaban de la calle. Lo que comenzó como un hobby rápidamente se profesionalizó” (10/8/2015). Por eso, cabe aprender de la historia de Antonella, que “convirtió su hobby en un negocio exitoso”, afirmación en la que se condensa la fórmula que la lleva a sostener: “trabajo y soy feliz” (30/10/2023). También Conny consiguió basar su emprendimiento en “aquel hobby que siempre le robaba una sonrisa” (13/8/2020b). Una {pasión} de larga data, como la que siente Micaela, a quien “desde joven siempre le gustó hornear pero era algo que hacía como hobby”, hasta que un día se animó a montar “un emprendimiento de tortas y triunfa con sus creaciones” (23/7/2020). Esa es la actitud que muestran aquellos tres amigos que “se juntaron a beber y decidieron el cambio de sus vidas: dedicarse a su pasión por los cuchillos” (30/9/2023), decisión a través de la cual se autoprodujeron como emprendedores, dueños de su destino, que disfrutan del privilegio de dedicar su tiempo a eso que los apasiona, pues “el emprendimiento había nacido como un hobby (...). ‘Era sólo una diversión y una manera de tener algo para hacer juntos’”, según cuenta uno de ellos, pero “eso que arrancó como un hobby, hoy es la actividad central en la vida de los tres” (30/9/2023).

Una {pasión} compartida entre {amigos}, junto a los cuales se decide emprender, lo cual genera un “cambio de vida”, al permitirte disfrutar de lo que hacés. En estas historias se nos narran, en definitiva, las “experiencias de emprendedores que transformaron su hobby en modo de vida” (4/8/2020b), específicamente, en un proyecto de vida {feliz}, gracias al cual podés dedicarte a ese hobby que “siempre te sacó una sonrisa” y, al hacerlo, no sólo vas a poder fundir el tiempo liberado con el tiempo de trabajo -destinado a obtener un ingreso-, también vas a conquistar la {autonomía} de quien es dueño de su labor y, en general, de su destino, en lugar de alienarte en la rutinaria vida del empleado que, aún cuando te asegure estabilidad y un buen salario, no te “llena el alma”. A la vez que, al salir de ese ciclo de horarios y sueldos fijos, de esa “zona de confort”, para, en cambio, enfrentar los {riesgos} que entraña emprender, seguramente necesitarás {esforzarte} y hacer {sacrificios}, pero es al encararlos, {fracasando} y aprendiendo de ello, que podrás poner en marcha un {movimiento} de {crecimiento}, desde una pequeña {inversión inicial} hasta facturar millones, lo cual no es otra cosa más que la expresión material de un crecimiento espiritual, de la persona en la que te podés convertir si te “animás a emprender”. Este “modo de vida” feliz, en el cual el trabajo no es una carga adánica, sino una fuente de crecimiento, de libertad y del disfrute propio de un hobby, es el que nos prometen los emprendedores de La Nación.

3. Ideología a la vez que utopía

En resumen, la promesa de un “modo de vida” feliz, a partir de la posibilidad de un crecimiento personal permanente, en un contexto de libertad, en el cual se cuenta con la autonomía de tomar las propias decisiones, incluyendo la de “animarse a emprender”, para así poder dedicarse a aquello que se ama, a una actividad que apasiona, que ya sacaba “una sonrisa” cuando se la realizaba durante el tiempo libre y, ahora, se ha tornado en neg-ocio, pues se ha convertido al hobby en trabajo, tal es la promesa contenida en los emprendedores de La Nación. En la cual se cumple el sueño de disolver al trabajo en tanto que carga. Allí se detecta un punto de contacto con la modalidad del emprendedurismo investigada por Fridman, pues ambas ponen en práctica una di-visión que rechaza a la forma de trabajo predominante durante el capitalismo de postguerra, con su “espíritu dependiente” (Fridman, 2019: 26). A la vez que puede percibirse una diferencia no menor, en tanto, en la autoayuda financiera, la meta es vivir de rentas, es decir, alcanzar la instancia en que se puede dejar de trabajar; mientras que aquí no entra dentro del horizonte de sentido dejar de trabajar, al contrario, se apuesta a seguir constantemente ese {movimiento}, ya sea a través de la expansión del emprendimiento actual, ya sea vendiéndolo para embarcarse en un nuevo proyecto, como hacen los “emprendedores seriales”. Pues es por el camino del trabajo que se alcanza la libertad, que permite dejar atrás esa dependencia que ambas modalidades de emprendedurismo rechazan.

Señalar esa promesa, orientando parte de la investigación a aprehenderla inmanentemente, no equivale a invisibilizar la dimensión ideológica (en el sentido de Adorno, 2004; cf. Gambarotta, 2022b) de este material cultural. Dimensión cuyo mecanismo central reside en presentar a dicha promesa como ya concretada dentro de la actual configuración de la sociedad, realizada por estos emprendedores que, luego de una {inversión inicial} relativamente modesta, pusieron en marcha proyectos que hoy “arrasan” o son “furor”, por lo que “facturan millones”, evidenciando que esa promesa es posible de ser concretada por todos aquellos individuos que se “animen a emprender”. En las notas, las historias no son presentadas como casos puntuales y hasta infrecuentes -en un sentido estadístico, como es infrecuente ganarse la lotería, lo cual no significa que nadie se la gane, sino que esa no es una regla general para el conjunto de la población-, todo lo contrario, esas narraciones (Benjamin, 1986) elaboran una suerte de guía de autoayuda (Illouz, 2010, 2014) con la cual encarar un camino del emprendedor, que se encuentra abierto para todo aquél que tenga “ganas de hacer” y se “anime” a salir de su “zona de confort”, usando los consejos que este material da para orientarse en ese mundo {incierto}.

En un “modo de vida” completamente privado y privatizante, en tanto propio del individuo y, a lo sumo, de su {familia y amigos}, suerte de moderno oikos propio de una di-visión para la cual la sociedad no existe, pues, al decir de Thatcher, “no hay tal cosa. Hay hombres y mujeres individuales y hay familias” (1987, cf. Brown, 2019). En definitiva, si este camino está, aquí y ahora, abierto para todos los que decidan recorrerlo, y si lo social, no existe, pues sólo hay individuos, no exentos de errores, pero sí capaces de aprender de ellos para enfrentar nuevos {riesgos}, entonces, ¿cuál es el sentido de plantear una transformación de esta configuración de la sociedad? La dinámica y estructura social, con sus problemas y efectos, quedan por fuera de lo perceptible desde estos principios de di-visión, que es, también, emitirlos al ámbito de lo impensable (Bourdieu, 1999; Gambarotta; 2016). Así, el destino de cada quien es una cuestión de completa responsabilidad individual (Castel, 2012)reverso cuyo anverso es que no hay, en lo fundamental, aspectos del contexto que sean percibidos como condicionantes de las trayectorias individuales. Ni los cambios de gobierno, ni las alteraciones sociales se filtran en estas notas, apenas la pandemia del Covid-19 tiñe estas páginas y, aún así, en general es tematizada como otro desafío a ser enfrentado autónomamente por el emprendedor, individuo que no necesita de los tutelajes ni protecciones de ninguna de esas instancias colectivas no-comunitarias que se expresan en lo público (Gambarotta, 2022).

En esta di-visión del mundo tampoco tiene peso aquello que con Bourdieu (1998) cabe llamar el “capital económico” y el “capital cultural”. En efecto, no se percibe que haya dificultad alguna en conseguir la {inversión inicial} con la que dar comienzo al proyecto, pues los ahorros propios suelen bastar y, en caso contrario, siempre se puede contar con la ayuda de algún familiar o vender alguna pertenencia personal. En el mismo sentido, si el emprendimiento no rinde inmediatamente, en términos económicos, entonces será necesario {sacrificarse} un poco, esto es, pasar un tiempo sin cobrar un sueldo del propio emprendimiento. Por supuesto, de qué se vive durante ese período es una cuestión nunca tematizada por las notas del corpus, como no sea en aquellos casos en los que se destaca el {esfuerzo} de hacer convivir los inicios del proyecto con un empleo en relación de dependencia, hasta finalmente poder concretar la {ruptura} con este último. No hay, aquí, un escenario en el cual la ausencia de dinero pueda convertirse en un obstáculo para emprender. El único obstáculo es individual, pues reside en no “animarse” y, por eso, el único responsable de su destino es el individuo, él ha decidido permanecer en un trabajo alienante, cuya única consecuencia posible es que su “modo de vida” no sea {feliz}.

Los consejos, que se desprenden de estas narraciones parecen ser el único conocimiento necesario para iniciar la historia de emprender. En efecto, así como el dinero no es un obstáculo, tampoco lo es la formación previa, pues es irrelevante contar con un capital cultural si emprender es algo “innato”. Ni la educación formal, ni la herencia de un capital cultural se plantean como requisitos. A lo sumo, además de las “ganas”, resulta necesario saber gestionar las propias emociones. La sociedad, con sus lógicas, no pone obstáculos, así como tampoco genera unas condiciones de posibilidad que hoy privilegien a algunos por sobre otros. De esta manera, el reverso de una sociedad que no existe es un reemerger de las “robinsonadas” que Marx (2000) detectaba en la burguesa economía política y a las que hoy vuelve a apelar la cultura del capitalismo neoliberal -que se plasma en los emprendedores de La Nación- como parte de su justificación del orden actual. Pues es en este orden que el individuo puede alcanzar la libertad, a través de un curso de acción autónomo, que está por igual abierto a todos, pues el peso del capital (económico y cultural) es inexistente. Hasta posibilita la sorofraternidad que surge de emprender con un hermano, o con un amigo de toda la vida. Si alguien no puede alcanzar ese modo de vida feliz, si el trabajo sí le resulta una carga, es por su culpa, por no animarse y decidirse a romper con esa vida. Para estos principios de di-visión del mundo, lo que se necesita es un cambio de actitud, no de lógica social.

La bibliografía abocada al estudio de la cultura neoliberal (Castel, 2012; Brown, 2019; Sennett, 2000, 2013; Laval y Dardot, 2013, entre otros) ya ha abordado algunos de estos rasgos, que caracterizan a la dimensión ideológica del ethos emprendedor, subjetividad propia de dicha cultura. En este escrito se ha procurado evitar su descripción general para, en cambio, verlos en acto en un material de difusión masiva y periódica (a diferencia, por ejemplo, de los materiales analizados por Boltanski y Chiapello, 2010), publicado por uno de los principales diarios de la República Argentina, el cual presenta narraciones con un tono cercano, cuyos consejos podrían ser seguidos por cualquiera de sus lectores, en clara muestra de que éste es un camino abierto a todos. Además, aquí se ha buscado dar cuenta del modo en que estos distintos rasgos se van entrelazando, generando una específica constelación, cuyo sentido no resulta captable a partir de uno u otro de estos elementos aislados, pues ese sentido reside en la singular imagen que su particular relación traza.

A la vez que señalar esa dimensión ideológica, orientando parte de la investigación a aprehenderla trascendentemente, no equivale a invisibilizar la promesa que estos materiales contienen. Su capacidad de darle un sentido a la vida, aquí y ahora, base sobre la cual orientar expectativas a futuro que son, también, una guía para las acciones presentes. No cabe subestimar dicha capacidad, especialmente en un contexto signado por “el ascenso de las incertidumbres” (Castel, 2012), producto de la disolución de los marcos colectivos de referencia, lo cual genera una creciente dificultad para que los agentes, en su vida cotidiana, puedan dar cuenta de cuál es su lugar (Sennett, 1978) en un mundo que se ha tornado incierto, al punto de que, por momentos, resulta inaprehensible a través nuestras categorías de entendimiento, dando lugar a lo que Jameson (1995) ha denominado el “sublime posmodernista”. Frente a esto, los consejos y, en general, la literatura de autoayuda, se presentan como una fuente de orientación práctica, capaz de brindar un atisbo de certidumbre (Illouz, 2010, 2014), con la cual esbozar un “mapa cognitivo” (Jameson, 1995) gracias al cual ubicarnos en este contexto de incertidumbre.

Una orientación especialmente potente, pues se basa en valores que, quien lee estas líneas -así como quien las escribe-, difícilmente no comparta. Tal el caso de la “libertad”, o de la defensa de dedicarnos a un trabajo que nos apasiona, en lugar de alienarnos en la rutina de una labor que no nos interpela. Es justamente porque esos valores son compartidos, incluso por quienes critican a la cultura neoliberal, que su faz ideológica funciona. Por supuesto, el problema no son esos valores en sí, como si tal cosa siquiera existiera, sino el sentido particular que éstos adquieren a partir de su inscripción en una específica constelación, con la trama de relaciones que ésta entraña. Una constelación que, en la cultura neoliberal, tiene entre sus elementos claves una mirada individualista, según la cual dicha “libertad” es la de una autonomía abstracta (Gambarotta, 2024), pues la detenta el individuo aislado, escindido de toda relación social, como no sea la que tiene con su familia y amigos, suerte de oikos moderno, que funge de sostén del ámbito privado (de lo colectivo).

Semejante imagen liberal del individuo, hoy reactualizada por la cultura neoliberal, lo concibe como opuesto y anterior a la lógica de lo colectivo, lo cual ya fue objeto de la crítica de Durkheim (2003), quien subraya cómo ese individuo sólo adquiere su autonomía gracias a la lógica de lo colectivo que, por tanto, es su condición de posibilidad. Ahora bien, aún cuando resulta relevante realizar este tipo de cuestionamientos al privatismo neoliberal, si los limitamos a una mera afirmación externa, que contrapone desde afuera su verdad a la falsedad neoliberal, entonces es probable que eso nos lleve a subestimar la potencia de la promesa que esta cultura contiene. Sobre todo cuando se consigue presentar a la concreción de dicha promesa como algo al alcance de cualquiera que se anime a emprender este camino. A la vez que ella se ve reforzada por el actual horizonte de sentido, dentro del cual “no hay alternativa” a la sociedad capitalista, es decir, esa promesa es especialmente potente en el contexto de un “realismo capitalista” (Fisher, 2019), pues si no hay alternativa, el camino del emprendedor aparece como una suerte de via regia para alcanzar la felicidad dentro de esta sociedad.

El realismo capitalista permite también aprehender cómo la promesa, que realizan los emprendedores de La Nación, adquiere parte de su fuerza de la crítica (en el sentido en que la concibe Boltanski, 2014; cf. Gambarotta, 2020) que contiene hacia otra modalidad de sociedad capitalista, pero no al capitalismo en su conjunto, pues de éste no hay alternativa. Una modalidad centrada en el trabajo en relación de dependencia que, a partir de la condición de asalariado (Castel, 2014) ofrece al individuo un conjunto de protecciones y seguridades, así como la posibilidad de progresar en una carrera laboral. Ésta última fue analizada por Weber (1998), quien la señala como característica de la burocracia, sobre todo de la estatal (el ejercito). Una lógica de funcionamiento de las organizaciones que fue extendiéndose a las grandes empresas privadas, sobre todo en el período de la postguerra. Se produce así una burocratización de las relaciones de trabajo y, en general, de las relaciones sociales, que llevó a Adorno a hablar de un “mundo administrado” (2004: 115), en el cual los individuos tienden a verse reducidos a engranajes de esa máquina burocrática. Por eso, una de las preocupaciones centrales de Adorno, durante las décadas de 1940 a 1960, es la disolución del individuo (en la masa que la “industria cultural” produce, véase Horkheimer y Adorno, 2001). Ésta es también la preocupación que plantea la cultura neoliberal contra el capitalismo de la era de postguerra, con su modelo de “40 por 40” (trabajar 40 horas semanales, durante 40 años), que reduce al individuo a la dependencia, al ceder -casi hobbesianamente- su libertad a cambio de una serie de seguridades. Frente a esto, el ethos emprendedor te señala un camino para recuperar tu libertad, si te animás a enfrentar los riesgos sin seguridades ni protecciones, más aún, viendo en esa situación la posibilidad de un crecimiento personal, en lugar de permanecer estancado en algún casillero del organigrama burocrático. A la vez que te dedicás a lo que te apasiona, en lugar de quedar atrapado en el alienante ciclo de una labor siempre-igual.

Si “no hay alternativa” al capitalismo, ¿cómo no intentar ser felices dentro de la lógica capitalista? La cultura neoliberal te promete que vas a ser tu propio jefe, invisibilizando o, quizás, hasta celebrando el que también vas a ser tu propio empleado, uno sacrificado y dispuesto a trabajar en condiciones flexibles, cuyas jornadas laborales pueden extenderse a cada instante de tu vida, incluso, a una juntada con amigas. En un proceso que lleva, si no a la lisa y llana disolución del tiempo libre, en tanto opuesto al tiempo de trabajo, sí, al menos, a la con-fusión de ambos, que tiene una de sus manifestaciones más claras en la {felicidad} de hacer de un hobby un neg-ocio. Pero sería un error que esto último nos invisibilice su promesa: el horizonte a futuro en el cual cualquiera puede ser dueño de su trabajo, en lugar de alienarse en la dependencia. En definitiva, resulta necesario dar cuenta de estas dos faces a la vez, si queremos cartografiar con precisión el terreno en el que desplegar una batalla cultural, la cual, si apuesta por combatir los principios de di-visión neoliberales, entonces no puede más que orientarse hacia la propuesta de un horizonte de sentido alternativo, no sólo a las narraciones de emprendedores, sino a las de la sociedad capitalista en cualquiera de sus modalidades, incluyendo aquella que celebra la obtención de seguridad a cambio de dependencia, la estabilidad a cambio de la aplastante rutina de lo siempre-igual.

En años recientes, Fraser ha propuesta la categoría de “neoliberalismo progresista”, con la cual alude a la “alianza de las actuales corrientes principales de los nuevos movimientos sociales (feminismo, anti-racismo, multiculturalismo y derechos LGBTQ)” (Fraser, 2017: 131) con sectores del capitalismo de servicios (especialmente los financieros). Allí, orientaciones de carácter “progresista” en términos cultural-identitarios se entrelazan con una percepción neoliberal de lo socioeconómico, que es también la aceptación por parte de tales fuerzas “progresistas” del discurso único, según el cual no hay alternativa al capitalismo. Aunque sería más preciso decir que ese discurso se vuelve “único” justamente por esa aceptación, que es, también, la claudicación de toda alternativa. Una alianza que, según Fraser, llega al gobierno con Bill Clinton, en los Estados Unidos, y Tony Blair, en Reino Unido, contracaras “progresistas” del neoliberalismo conservador que encarnaron Ronald Reagan y Margaret Thatcher. En este contexto, la lucha por la democratización de las relaciones sociales se concentra en importantes temas cultural-identitarios, a la vez que abandona el terreno socioeconómico, en tanto allí todos aceptan la di-visión neoliberal, que el ethos emprendedor expresa.

Esta caracterización de Fraser puede ser complementada con una tercera categoría, a la que cabe denominar “dependentismo progresista”. En la cual sí se plantean objeciones hacia el modo neoliberal de relacionarnos socioeconómicamente, cuestionándose -al menos discursivamente- la precarización de las condiciones laborales que este genera. Para, en su lugar, plantear una defensa de la relación de dependencia en el trabajo, dada la seguridad que él garantiza, incluyendo los ingresos estables y la posibilidad de contar con un tiempo libre para disfrutarlos. Esto es lo que late en una de las frases que Luiz Inácio Lula da Silva reiteró, durante la campaña que lo llevó a su tercera presidencia, según la cual con su gobierno los trabajadores volverán a comer un churrasquito y tomarse una cervecita los sábados,5 cuyo lado no dicho es que eso exigirá que de lunes a viernes realicen un rutinario trabajo en relación de dependencia, en sintonía con el viejo modelo del capitalismo de “40 por 40”.

Éste es un ejemplo puntal de una lógica cultural que se extiende a otros países, cuya relevancia reside en que delinea la tarea que tienen por delante quienes apuesten por dar la batalla cultural contra el neoliberalismo, incluyendo su vertiente “progresista”, aun cuando se comparta con ella una serie de valores cultural-identitarios. Pues en esa batalla no cabe recaer en el festejo de la dependencia, esto es, plantear la dicotomía ¿libertad o dependencia?, para luego pretender que los agentes sociales elijan esta última y voten por su dependencia en el trabajo. En suma, se trata de evitar reducir el horizonte de sentido a la antinomia entre neoliberalismo o dependentismo. Frente a este escenario es que resulta necesario elaborar una alternativa que, con Fraser (2023) podemos llamar “socialista”, en la cual se acoja la negación de la dependencia que la cultura neoliberal sostiene, a la vez que se niega la libertad que esta última propone y cuyo referente es el individuo abstraído de toda relación, privado de lo público, en cuya lógica se expresa lo colectivo (Gambarotta, 2022).

Así, en la negación de la negación (Adorno, 2005) puede encontrarse un camino (vieja acepción del término “método”) hacia una libertad cuya promesa no puede realizarse en la actual configuración social, pues no tiene lugar dentro de ella, es decir, es utópica en este particular presente, pero una utopía posible (Gambarotta, 2014) de ser concretada a partir de la transformación de la sociedad actual. Tarea ésta coextensiva con la de avanzar hacia una negación de esa disolución de lo colectivo que, para la cultura neoliberal, ni siquiera existe, pues sólo existe ese moderno oikos integrado por el individuo, su familia y amigos. Sin por ello echar al niño con el agua sucia, esto es, acogiendo la negación neoliberal de un colectivo que tiende a disolver la autonomía del individuo, a través de un tutelaje verticalista, con su resabio paternalista/maternalista hacia un ciudadano conservado en un estado de minoridad de edad. Pues “la formación de individuos autónomos, que juzguen y decidan conscientemente” es “el presupuesto de una sociedad democrática, que sólo se puede mantener y desplegar con personas mayores de edad” (Adorno, 2008: 302). La batalla cultural contra el neoliberalismo que se plasma en el ethos del emprendedor tiene, entonces, uno de sus principales desafíos en la reproblematización del sentido que, aquí y ahora, le damos a lo colectivo y, con él, a lo público. La negación de la negación neoliberal puede ser un camino a través del cual trazar un horizonte de sentido alternativo, uno de carácter socialista, preocupado por que cada individuo pueda encontrar su libertad y felicidad dentro de lo colectivo.

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Weber, Max (2011). La ética protestante y el espíritu del capitalismo. Buenos Aires: Prometeo.

Weber, Max (1998). Economía y sociedad. México: FCE.

Notas

1 Por ejemplo, es el único de los diarios de “alcance nacional” que sistemáticamente informa los resultados de los partidos de polo a caballo, costoso deporte distintivo (Bourdieu, 1998) de dicha elite
2 Todas las notas etiquetadas y, así, agrupadas dentro del tema “emprendedores” se encuentran disponibles en: https://www.lanacion.com.ar/tema/emprendedores-tid53673/ (fecha de consulta: 24/6/2024).
3 Diario La Nación, publicada el 17/10/2011. En adelante, para todas las notas que conforman el corpus, se señalará entre paréntesis y en el cuerpo del texto, la fecha de su publicación.
4 A lo largo del trabajo se mantienen los nombres utilizados en las notas citadas, en tanto se trata de materiales que ya son de acceso público.
5 Incluso fue parte de sus palabras de cierre durante el debate que tuvo con Jair Bolsonaro, de cara al ballotage, cf. https://www.poder360.com.br/poder-eleicoes/eleicoes/leia-a-transcricao-do-debate-entre-lula-e-bolsonaro-na-band/ (fecha de consulta 24/6/2024).
Fuentes Fuentes: Notas publicadas por el diario La Nación, agrupadas bajo la etiqueta: “emprendedores”, disponibles en: https://www.lanacion.com.ar/tema/emprendedores-tid53673/ (fecha de consulta: 24/6/2024).
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