Resumen: El siguiente artículo es sobre Britches, que, por una antonomasia desconocida, se le designó un nombre que al castellano se traduce a «pantalones», ¿quizás por la ausencia de pantalones de pelo? Pues Britches fue un mono macaco que, a los pocos días de haber nacido, rosado y sin pantalones, fue usado como instrumento de experimentos científicos en la Universidad de California en Riverside (EE. UU.). Ocurrió en 1984, cuando científicos de la Universidad sometieron a Britches a múltiples tecnologías de la crueldad para validar sus hipótesis sobre si la ceguera permanente inducía a daños cerebrales. Para eso, cocieron sus párpados, le instalaron cascos en la cabeza y lo sometieron a interminables sesiones de decibelios, un dispositivo electrónico fue insertado en su cabeza como parte de un experimento que lo privaría de sus sentidos durante 3 años y que involucraba a 24 jóvenes monos más. Con ese punto de partida, Britches será el centro de análisis para una controversia sobre el sacrificio y el sacrificado, las asimetrías del terror y la imagen conducente, reveladora y radical. Asimismo, el enfoque del ensayo se centra en examinar, desde algunas reflexiones, algunos dispositivos utilizados por la ciencia para producir a los animales «de» laboratorio, mientras aboga por el activismo y la liberación de los animales no humanos. También se hace una exploración interdisciplinaria que se nutre de la relación entre la literatura, la filosofía y los estudios sociales de la ciencia.
Palabras clave: Britches, sacrificio, sacrificado, ciencia, tecnologías de la crueldad.
Abstract: This article deals with Britches, who was, by an unknown fate, given a name that means “pants” in the Spanish language. Was it because of their lack of hair pants? Since Britches was a macaque who, days after their birth, all pink and without pants, was taken to be the object of scientific trials at the University of California, Riverside (USA). That happened in 1984, when scientists at the University subjected Britches to manifold technologies of cruelty to prove their hypotheses that permanent blindness might bring on brain damage. To prove that, they stitched their eyelids, put on a helmet in their head, and had them go through endless decibel sessions. An electronic device was inserted in their head as a part of an experiment that would take their senses away for 3 years, along with other 24 young monkeys. Drawing from that fact, Britches will be the focus of analysis for a debate on sacrifice and the sacrificed, the asymmetries of horror, and the revealing and radical resulting image. Also, this essay focuses on examining, through some reflections, some devices used by science to produce “lab” animals, while advocating for activism and freeing non-human animals. Additionally, we present an interdisciplinary exploration that draws on the relationship between literature, philosophy, and social studies on science. Keywords: Britches; sacrifice; sacrificed; science; technologies of cruelty.
Keywords: Britches, sacrifice, sacrificed, science, technologies of cruelty..
Resumo: O seguinte artigo é sobre Britches que, por uma antonomásia desconhecida, foi chamado com um nome que no português se traduz como “calças” – acaso pela ausência de calças de pelo? Britches foi um macaco que, poucos dias após nascer – cor-de-rosa e sem calças – foi usado como instrumento de experimentos científicos na Universidade da Califórnia em Riverside (EUA). Em 1984, científicos da Universidade submeteram Britches a múltiplas tecnologias da crueldade para validar suas hipóteses sobre se a cegueira permanente induzia danos cerebrais. Para isso, costuraram suas pálpebras, colocaram capacetes na sua cabeça, submeteram-no a sessões intermináveis de decibéis e inseriram um dispositivo eletrônico na sua cabeça como parte de um experimento que o privaria de seus sentidos durante 3 anos e que envolvia outros 24 macacos jovens. Com esse ponto de partida, Britches será o centro de análise para uma controvérsia sobre o sacrifício e o sacrificado, as assimetrias do terror e a imagem conducente, reveladora e radical. Da mesma maneira, o enfoque do ensaio centra-se em estudar, desde algumas reflexões, alguns dispositivos utilizados pela ciência para produzir os animais “de” laboratório, enquanto defende o ativismo e a libertação dos animais não humanos. Também se faz uma exploração interdisciplinar que se nutre da relação entre a literatura, a filosofia e os estudos sociais da ciência.
Palavras-chave: Britches, sacrifício, sacrificado, ciência, tecnologias da crueldade.
Artículo de investigación
La figura de lo enjaulable: ciencia y ficciones, el caso de Britches
From Discrimination to Extermination: Some Reflections in the Light of Animal Liberation
Da discriminação ao extermínio, reflexões desde a libertação animal
Recepção: 15 Março 2024
Aprovação: 14 Junho 2024
Me causaba curiosidad los sonidos que había al otro lado.
Quería saber cómo se veía un pájaro porque me gustaba su canto,
Los caballos se figuraban seres enormes por la intensidad de su voz,
Ella era como música —me envolvía— y él tenía palabras altas y bajitas
Que me hacían escucharlo con atención.
Aunque quisiera verlos, me quedaré con los sonidos.
(Sosa, 2019).

Britches no es un metarrelato del dolor ¿Quién es?3 ¿Quién fue?4 El registro que existe sobre Él tiene un lenguaje en común que transita sobre lo que le sucedió una vez nació dentro de un laboratorio, pues su madre habría sido un animal «de» laboratorio (Jougla, 2023). Las fuentes que reseñan la existencia de Britches, aunque diversas, son similares en tanto describen lo que sucedió con Él desde el momento en que fue usado como un experimento, se describe, cuenta y representa el experimento sobre Britches, pero ¿cómo puede ser otra la descripción de Él y sus madres?
El archivo más completo de esta historia es un video5 que se tomó justo cuando el Frente de Liberación Animal (ALF) los liberó, a Él y a otros tantos animales6 que estaban en el laboratorio de la Universidad de California en Riverside, EE. UU. Llama la atención las últimas escenas del video, cuando se muestra a Britches con una madre adoptiva que lo tomó como propio, como hijo (figura 1).
Es justo este momento —la relación de Él, con su madre y su nuevo entorno— la que deseo explorar para intentar dejar de describir el experimento y pasar a escribir sobre Britches y sus madres como un conjunto, como un retorno al amparo que es alivio. En el ensayo «Un potro» del libro Somos luces abismales de Carolina Sanín (2018) se describe el encuentro de ella, su madre y un potro en la mitad de la carretera, y, apropósito de ese encuentro, Sanín se divide, se pregunta y se deja interpelar por la presencia del potro que estaba ahí, recortado del mundo. Siendo:
Quiero entrar en la vida del potro que es dos: el que salió a la carretera, que se quedó sin madre por un momento y se creyó perdido, y el que al rato ya estaba con la yegua nuevamente y sabía que nunca había estado perdido; quiero estar en la vida del potro para saber entrar en el camino y salir de él. (Sanín, 2018, p. 42)
¿Dos vidas tendría Britches? Salir del vientre de una y terminar en brazos de otra, dos madres, dos partos. Una que da y otra que recibe. Nunca se conocerán porque son la misma en dos tiempos, partidas y cruzadas por un mono, un mono que las vuelve a recoger, se recogen, los tres, un conjunto.
El potro que vi estaba sin madre en la carretera de polvo, suelto, audaz, cautivado, temeroso. ¿De dónde habría salido? ¿exploraba? ¿escapaba de la libertad que da el amparo? Se mostraba. (Sanín, 2018, p. 27)
Tres que forman un solo conjunto. Tres y uno ¿La relación configuraría la vida misma de Britches? Una dentro del vientre, otra en la pesadilla y otra en el amparo, tres nacimientos, tres personajes, un solo conjunto.
Los animales nos hacemos visibles en el desamparo: somos luces abismales. (Sanín, 2018, p. 27)
Y sobre el potro que es dos, uno con madre y otro creyéndose sólo. ¿Britches habría pensado que sus dos primeras partes eran, en sí, un sueño? Y entonces, la tercera vida, que era la misma que la primera y la segunda, era el despertar. Ahora sí, con los ojos abiertos.

Los primeros cosidos, los segundos descosidos (figura 2). Coser, unir, juntar, que casi siempre se asocia con reparar, restaurar. Y lo descosido como una abertura indeseable, que está en función a volver a unirse, juntarse. Lo contrario sería que lo cosido se evocara a lo descosido, los ojos. Los ojos queriendo abrirse, descoserse. Entonces lo descosido, como un anverso de lo cosido, también es unión y restauración: volver a ver, ahora, con los ojos abiertos —con los ojos bien abiertos— (figura 3).

Con los ojos cerrados también se ve, sólo que hacia adentro. Es la imagen doblada y retorcida, es la imagen hacia el centro que es el origen. ¿Qué habrá visto Britches con sus ojos cerrados? ¿Qué imágenes habrá construido? Lo cierto es que con sus ojos abiertos vio una flor suspendida, se fijó en su pie (Figura 4), y también la vio a ella: el retorno al vientre (figura 5).


¿El enternecimiento es estremecimiento? ¿Lo que me ablanda hace que yo tiemble y vibre, que me mueva sin cambiar de lugar como el aliso en el viento? (Sanín, 2018, p. 43)
Britches no es un metarrelato del dolor y tampoco de la sola esperanza; es un conjunto de tres, dos madres y él; es la complejidad del encuentro con las formas de habitar la muerte en vida, y es la vida habitando el significado de lo viviente, de lo sensible y también de los bordes del amor: Britches son todos los animales.
Britches también es una ficción, una entidad que, como lo aborda Haraway (1985), representa un fenómeno híbrido que desafía las fronteras entre los animales humanos y no humanos, así como las agencias más allá de lo vivo. Esta ficción desestabiliza las fronteras entre lo real y lo imaginado y pasa por un proceso de antropo-poder8 que categoriza, ordena y clasifica para que la entidad producida se acomode a unas finalidades específicas, en este caso, producir un animal «de» laboratorio (Jougla, 2023) con la capacidad de operar como instrumento (figura 6).

En este punto es clave aclarar que existen distintos desarrollos conceptuales que han venido problematizando la dimensión de la nominación «animal», que, dentro del orden especista, figura como una categoría que reduce la complejidad y la heterogeneidad de innumerables vivientes (González & Ávila, 2023) para producirlos en una relación de dominación. De otro lado, «desde una lectura vegano o abolicionista», que es la lectura en la que se suscribe lo animal en este ensayo, es:
aquello que posee ánima, es decir, potencia o fuerza vital. La reivindicación de la animalidad le restituye valor a la fuerza vital que es e impulsa a la materialidad misma y a sus expresiones humanas y no humanas. No es una fuerza irracional, sino que cuestiona la idea de que existe, por un lado, materia irracional y, por el otro, espíritu racional. (González & Ávila, 2023, p. 36)
Cuando afirmo que Britches representa a todos los animales, eso es precisamente lo que quiero decir: Britches encarna la experiencia compartida, la síntesis de todas las criaturas que, en nombre de la ciencia, han sido torturadas y asesinadas. Los animales resisten, como sugiere Foucault (2001, citado por López Barrios, 2020), quien propone entender la resistencia como un catalizador químico que revela las relaciones de poder, identifica su posición, investiga su punto de aplicación y los métodos que emplea (pp. 243-244). Esto implica que «donde hay poder, hay resistencia» (Foucault, 2007, p. 116, citado por López Barrios, 2020, p. 258), y que la resistencia puede revertir una relación de poder (López Barrios, 2020). ¿Se encontrarán los animales en otro tiempo atemporal y en un espacio espacial, ejerciendo resistencia de manera similar? (figura 7 y figura 8).


Asimismo, en lo que refiere al abordaje de tecnología de la crueldad, se refiere a los dispositivos, prácticas y métodos científicos utilizados para ejercer control y realizar experimentos sobre los cuerpos de los animales. Desde la perspectiva de Bruno Latour (1987), estas tecnologías no solo representan herramientas técnicas, sino también manifestaciones materiales de relaciones de poder y dominación. Latour sugiere que los laboratorios y sus artefactos son parte integral de una red sociotécnica que legitima y perpetúa la objetivación y el sufrimiento de los animales. En este contexto, las tecnologías de la crueldad son mecanismos que, bajo la apariencia de neutralidad científica, encarnan y reproducen las dinámicas de explotación y violencia hacia los animales no humanos.
El laboratorio utiliza al animal no humano en forma de instrumento sacrificial. Hay, en eso, una suerte de cacofonía de la retórica bíblica en la que el animal debía o merecía —como acto existencial— ser sacrificado para la bienaventuranza, el perdón, el favor y la exculpación de la ficción espiritual católica.
El antiguo testamento tiene una máxima de construcción narrativa: el sacrificio como camino inconcuso para esquivar y evitar la ira de Dios. Me atrevo a decir9, con toda la generalización del caso, que la creación y significación de las palabras en la Biblia y, en su posterior circulación en el mundo occidental, determinó las conveniencias en las que nos relacionamos con el mundo y sus actores. Una de esas conveniencias, que para mí será la controversia del artículo, es la idea de que una vida merece ser sacrificada por la providencia de la esperanza.
En el discurso de la producción de conocimiento científico, es comúnmente aceptado que el progreso del conocimiento está relacionado con el uso de animales en experimentos. Así, el argumento central para la legitimación de prácticas crueles con animales ha sido siempre el porvenir, la prosperidad y la expectativa de un mundo mejor. Para el público de referencia, esto podría significar una demostración de virtuosismo: el científico heroico que, además, sacrifica todo de sí por el avance de la ciencia.
Retomando el concepto del sacrificio, destaco tres perspectivas que me permiten ampliar su significado. El primero es la creación y significación de las palabras como mecanismo de distancia moral (Latour, 1999). El segundo se articula con la representación del científico como un alto-evolucionador10 (Figura 6), que entiende las necesidades de la sociedad y se ofrece, casi como en un ejercicio de servicio y ofrenda, a brindar de su racionalidad práctica en la resolución de problemas.
Como tercer registro, ubico lo que en palabras de Collins (1992, citado por Michael & Birke, 2014) se denomina «conjunto central», refiriéndose a un grupo de científicos involucrados en la resolución final de una controversia técnica determinada. Sin embargo, Michael & Birke (2014) analizan este concepto desde la teoría del actor-red y contrastan que tales conjuntos centrales, especialmente en las interfaces ciencia/ público, están constituidos a partir de conjuntos agonísticos generalizados que implican cuestiones «no técnicas»: políticas, éticas y económicas.
Con esa referencia, es pertinente abordar otro conjunto agonístico que da forma a la distorsión del sacrificado: la retórica.

La retórica es una demarcación más (Michael & Birke, 2014) que facilita la distorsión de los hechos. Ya no se limita solo a la retórica escrita, como la discutida por Latour & Fabri (1977) y Latour (1995), que se refiere a los artefactos de inscripción, sino que también incluye la retórica verbalizada. Esta forma de retórica está vinculada a la presentación de hechos en la interfaz ciencia/público, lo que introduce configuraciones diferentes a la retórica de la inscripción.
En la demostración pública del hecho, como en las vacunas, los artefactos, los cosméticos, entre otros, el sacrificado ya no aparece. Se ha ido al mundo de los heroicos-de-la-ciencia. Nadie sabe que allí estuvo: gritando, mordiendo, jadeando, agitándose. No hay expediente del terror, del dolor ni del último suspiro. El animal es un fantasma antes de haberse ido. El animal es un espectro.
¿Cuál es la distancia —también asimetría— sensible entre el científico y el animal que padece? El animal no quiere morir. Su movimiento es la renuncia al acto sacrificial, no quiere dar su vida a un propósito ficcional. He aquí el uso de la persuasión: el sacrificio siempre es voluntario, se sacrifica porque se quiere, el animal nunca quiso —nunca quiere— morir. Entonces no es un sacrificio, es un animalicidio.
No llamar las cosas como corresponden produce que nos distanciemos de la creación del hecho, por lo tanto, es un dispositivo de distancia moral utilizado para la cancelación del que se duele: el animal. ¿Qué pasaría si se conociera (en la inscripción y en la demostración pública) lo que se le hizo a Britches?
Se presentará, entonces, una propuesta de descripción situada para el caso de Britches, desde la única posibilidad en la que puedo acércame, —siquiera de apoco y desde lejos—, a la descripción humana de lo que padece un animal: la pregunta.

Los ojos, cosidos, sin vista. Britches no veía, no se lo permitieron, pero si viera, ¿qué pensaría de quien lo está cociendo? La mano, la mano en la boca, como un recién nacido que busca el pecho de su madre, ¿podría ser la forma más cercana de sentirse seguro, en casa?

La piel, una piel arrugada y rosada, propia de un recién nacido, y ya ha tenido miles de manos —y marcas— en su cuerpo. Su cabeza, ¿quizá minutos antes de que lo perforaran? ¿o segundos después de que lo liberarán?


Según ALF (Animal Liberation Front) grupo que liberó a Britches y a otros animales del laboratorio de la Universidad de California, al encontrar a Britches en la jaula, estaba sujetando a una columna de metal que estaba en el interior, describen que no la soltaba, y, en contraste, se aferraba a ella fuertemente. ¿A qué le daría forma —en los pensamientos de Britches— al cilindro? ¿qué se le significaría este para enroscarse —férreamente— a su contorno?

Millones de decibeles en la cabeza: aturdimiento e intensos niveles de sonido.
(¡pam!, ¡zas!, ¡paf!, ¡brummm!...) Pero ahora, muchos: (¡pam!, ¡zas!, ¡paf!, ¡brummm!, ¡pam!, ¡zas!, ¡paf!, ¡brummm!, ¡pam!, ¡zas!, ¡paf!, ¡brummm!, ¡pam!, ¡zas!, ¡paf!, ¡brummm!, ¡pam!, ¡zas!, ¡paf!, ¡brummm!, ¡pam!, ¡zas!, ¡paf!, ¡brummm!, ¡pam!, ¡zas!, ¡paf!..)
Tan cerca, tantas veces: estremece pensarlo.
Aun así, Britches lograba pensar, pues sujetó un cilindro, se metió la mano en la boca, se estremeció.
¿Qué ocupa la mente de Britches mientras se aturde —mientras lo aturden—?
¿La selva, su madre, la vida en el vientre?
¿El científico renuncia —se sacrifica— a sentir por el animal que mutila, modifica y abre por el bien de la ciencia? Todo parece una ficción (figura 12).
¿El científico renuncia —se sacrifica— a sentir por el animal que mutila, modifica y abre por el bien de la ciencia? Todo parece una ficción (figura 12).

La vida, una dimensión profundamente ensordecedora y delgada por hebras, hilares, espacios y agujeros compone una tela. La tela que cubre el vientre, el mar. El mar que cubre un planeta. El planeta que muere cubierto por la vida deshilada. Todos los puntos indican, a lo sumo, la desorientación de un movimiento. La ciencia como resultado de un templo sagrado donde se decide, a expensar de la tela y de la fiebre del abandono, quien se queda y quien no.
La vida, una dimensión profundamente ensordecedora y delgada por hebras, hilares, espacios y agujeros compone una tela. La tela que cubre el vientre, el mar. El mar que cubre un planeta. El planeta que muere cubierto por la vida deshilada. Todos los puntos indican, a lo sumo, la desorientación de un movimiento. La ciencia como resultado de un templo sagrado donde se decide, a expensar de la tela y de la fiebre del abandono, quien se queda y quien no.
Todos los laboratorios son escenarios en los que los actores deciden cómo ganan, eso sí, nunca se pierde. Y el laboratorio, en sí mismo, es el templo de la producción de «salvavidas». Un oxímoron: unos mueren, los matan, para que otros vivan en los plazos del «salvavidas». Así se confecciona la suerte cientificista, y así se legitima la perdurabilidad de las idiosincrasias.
La vida y el laboratorio son, en lo posible, el riego que asumiré en el desenlace del artículo. Un riesgo no de laboratorio, porque de serlo, a fin de cuentas, no sería un riesgo, sino un paso en la cadena de aciertos para el gran acierto. En palabras de Ángela Sosa la vida es un rasgo de tela (2019). He aquí la mayor inversión: sostener la tela, la vida, parece ser, a últimas, el gran logro. Pero nunca una vida biográfica, sino una vida biológica.
Vuelvo a la tela con la siguiente frase de Sanín: «el principio moral irreductible de la humanidad es defender la vida» (2022), cuestión que, de cerca y de lejos, en la sociedad, es un asunto útil meramente para la vulgata planetaria12 del cuidado, la protección y la conservación. Al contrario, sí es la expensa de todo el producto visible, es lo que le permite, en este caso a la ciencia, legitimar su posibilidad de producción de hechos.
Por lo que la construcción de múltiples subjetividades ha permitido que se refunda el centro del asunto: la moral generalizada como estribo. Cuando la vida se deja en el plano de la especie, por demás, presupuesto científico, el laboratorio como escenario toma forma y agencia para movilizar, mostrar y convencer.
Lo interesante es la ambigüedad en la que se ampara el discurso de la especie como categoría en el escenario del laboratorio; por un lado, se invisibilizan las vinculaciones y las partes del ser vivo/herramienta: el animal. Se toma todo él, como un sólo instrumento. Se lava, se desinfecta, se estandariza y se usa.
El uso es parte de la metodología del experimento. Pero no es cualquier uso, pues el uso de esta herramienta implica la erradicación de lo sensible, de lo sensitivo y de cualquier forma de moral: implica, así, adaptar el sufrimiento como parte de la escena. La «herramienta» se mueve, se rehúsa, reniega y cae. La «herramienta» está convencida de que no lo es. La «herramienta» es un ser a cabalidad.
El sofisma adecuado empieza aparecer en el laboratorio: es un sacrificio, dicen. Ahora sí, dando agencia a la «herramienta». Entonces, en el relato cobra vida (la que nunca se le consideró —ni se le concedió: pues son dueños de quién vive y quien no—) y, por lo tanto, sí es un animal, pero no con posibilidad de dolerse. Es decir, es una agencia memorial restringida. Solo para uso «experto».
Sacrificio, dicen. Humanitario, dicen. Ni lo uno, ni lo otro. El acto del sacrificio es la ofrenda y la entrega; y el animal ni se ofrenda ni se entrega así mismo. No quiere ser héroe ni mártir patriótico. Al contrario, intenta huir, no estar, no acabar. Lo anterior resulta ser interesante cuando se pone a conversar el sofisma del sacrificio con lo que en palabras de Latour (1995) es la más engañosa de todas las escenas: los artefactos de inscripción.
No importa que la gente hable de quásares, producto nacional bruto, estadística o microbios epizoóticos del ántrax, ADN o física de subpartículas; la única forma de que puedan hablar y lo que dicen no quede minado por contrargumentos tan plausibles como sus propias afirmaciones es que, y sólo que, puedan hacer las cosas de las que dicen que están hablando fácilmente leíbles. No importa el tamaño, el coste, la longitud y amplitud de los instrumentos que construyen, el producto final de todos estos instrumentos de inscripción es siempre un trazo escrito que hace más simple el juicio de los demás. El propósito de la construcción de este doble texto que incluye argumentos e inscripciones es alterar las modalidades que un lector puede añadir a las afirmaciones. Transformar una modalidad de «es probable que A sea B» a «X ha demostrado que A es B», es suficiente para obtener un «hecho» científico. (Latour & Woolgar, 1979. Cap 2. citado por Latour, 1995, p. 15)
La ciencia le pierde cuidado a la palabra y lo que enuncia, lo que moviliza y lo que trasforma. El público, experto o lego (Wynne, 2004) no discrimina ni proceso, ni método. Pues el público también es producto del gran experimento.
Ahora, la nueva vida. Tal como lo desarrolla Latour (1995), Pasteur añade todas las fuerzas de la sociedad francesa, a una nueva fuerza de la que él es el único portavoz creíble: el microbio. El microbio que juega se pierde, se multiplica y se trasforma. El científico que persigue, acuna y promete. Los animales jadeando, flaqueando y desapareciendo. Las transcripciones asumiendo que la invención es, periódicamente, otro salvavidas. Mientras muchos se van, otros permanecen.
Así, el instrumento, el sacrificio y la nueva vida es la producción social del animal de la ciencia: lo enjaulable. En las dimensiones que plantea Latour (1995) no hay adentro ni afuera, ni macro ni micro, el laboratorio es la prescripción científica de la más violenta de todas las relaciones: lo humano sobre el animal.
Retomemos la ambigüedad de la categoría de especie que describí hace unos párrafos, que en realidad es otra ficción. La ciencia es polifacética por la forma en la que ocupa espacios públicos: se acomoda, se ensancha e instaura laboratorios mentales para la construcción de, en palabras de Koffman (2019), engaños y autoengaños.
La tela de la vida permanece enredada, como Britches antes de su liberación:
Al abordar ante ustedes la cuestión de los animales —prosigue ella— , les haré el honor de saltarme los horrores de sus vidas y sus muertes. Aun cuando no me asiste razón alguna para creer que ustedes tengan en mente lo que se les hace a los animales ahora mismo en las instalaciones industriales o productivas (tengo mis dudas a la hora de seguir llamándolas granjas), en los mataderos, en los barcos pesqueros, en los laboratorios del mundo entero, daré por sentado que ustedes me otorgan la capacidad retórica de evocar todos esos horrores y de expresárselos con la claridad y la fuerza adecuadas al caso, y lo dejaré aquí, no sin antes recordarles que los horrores que omito están, sin embargo, en el centro mismo de esta conferencia. (Coetzee, 1999, p. 10)
Britches no veía, no se lo permitieron, pero si viera ¿Qué pensaría de él? ¿Encontraría formas de resistirse a lo que sucedía? (López Barrios, 2020).
Concluyo haciendo énfasis en que el animal es la mayor agencia, lo ubican en los bordes de la red, pero, en esencia, es el eje y el centro que sostiene la red. Encontrarse con el animal, todas las veces como sea necesario y de las formas en las que sea preciso.

Britches fue liberado por el ALF en 1984. Retornó, luego de largas terapias, a un santuario animal con una madre macaca sustituta. Al igual que Rocket13 a Knowhere, Britches encontró el retorno de lo divino en la libertad de la selva.















