Editorial
DOI: https://doi.org/10.36677/qret.v26i1.22360
Resumen: A continuación, se presenta la evolución de la revista Quivera en sus 25 años de existencia. Inició como Metrópolis durante la década de los 90 del siglo xx como parte de la institucionalización de la producción académica en México. Más adelante, se transformó en Quivera, cuyo número cero empezó a circular en 1998. En ella destacan la búsqueda de una identidad única y la colaboración con artistas para crear portadas innovadoras. A lo largo de su trayectoria, su consolidación como una revista destacada en estudios territoriales en México y en América Latina se ha evidenciado por su inclusión en bases de datos reconocidas. Aunque enfrenta desafíos digitales, como mejorar su presencia en entornos en línea, el documento resalta la importancia de adaptarse a cambios tecnológicos y sociales para asegurar su continuidad como referente en la producción académica regional. La labor de quienes lideran la revista será crucial para mantener el compromiso con la calidad editorial y para contribuir al conocimiento en el campo de los estudios territoriales.
Palabras clave: revistas académicas, estudios territoriales, políticas científicas, producción académica, adaptación tecnológica.
Los orígenes de la revista Quivera: un viaje a la edición de revistas científicas en la década de los años 90 del siglo xx
A mediados de 1996, el Dr. Alberto Villar Calvo, en aquel entonces director de la Facultad de Planeación Urbana de la Universidad Autónoma del Estado de México (Fapur-Uaeméx), me invitó a colaborar al frente de la recién creada Coordinación Editorial de la Fapur. A decir verdad, había muy poco por coordinar y casi todo por inventar. Se habían editado, bajo el sello Fapur-Uaeméx, un par de números de una revista llamada Metrópolis creada con la intención de difundir reflexiones y resultados de investigación de la comunidad de la facultad.
Dicha publicación se fundó a inicios de los noventa cuando la edición de revistas académicas en México aún no estaba institucionalizada ni regulada por los organismos académicos ni por la cabeza de sector que, en este caso, era el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), hoy Consejo Nacional de Humanidades, Ciencia y Tecnología (Conahcyt). Además, fue el antecedente de Quivera, que este 2023 cumple 25 años de edición ininterrumpida.
En 1996 el entonces Conacyt abrió la primera convocatoria para constituir el Índice de Revistas Mexicanas de Investigación con el propósito de reconocer la calidad y la excelencia editorial, y de ofrecer un espectro de publicaciones a los académicos mexicanos donde fuera posible reflejar resultados originales de investigación (Magaña, 2014).
La revista Metrópolis fue creada previo a la definición de la política que regula y legitima la producción académica editada en México; por tanto, resulta explicable que no cumpliera con los criterios de lo que hoy podríamos llamar “calidad editorial”, ya que empezaron a definirse y a consolidarse posteriormente. De este modo, cada proyecto y aportación debe leerse y analizarse a la luz de su propio contexto.
Fue una afortunada coyuntura que la creación de la Coordinación Editorial de la Fapur-Uaeméx coincidiera con el año en que se abrió la primera convocatoria del Conacyt para que las revistas académicas editadas en México pudieran ser reconocidas y recibir apoyo financiero. El objetivo de dicha coordinación era definir los criterios de “calidad editorial” para la publicación de una revista académica y, en un segundo término, incorporar la edición de libros. Se pretendía hacer un diagnóstico de la publicación editada en ese momento para valorar qué debía ser modificado, mejorado o retroalimentado en corto, mediano y largo plazo.
Definir un proyecto editorial desde el nombre hasta las políticas y el diseño editorial
Derivado de un diagnóstico preliminar de la revista Metrópolis, advertimos que no era posible conservar ese nombre porque no contaba con los registros legales de uso. Ello, aunado a los problemas de periodicidad y de definición de lineamientos de política editorial, hizo que fuera más pertinente diseñar un proyecto editorial desde cero.
Lo primero fue definir posibles nombres para la nueva publicación. Recuerdo que estando en medio de dicha situación, Alberto Villar me acercó un hermoso libro de gran formato, pasta dura e impreso en papel cuché titulado La enciclopedia de las cosas que nunca existieron de Michel Page y Robert Ingpen (1988). Se trataba de una amplia recopilación de textos e imágenes de personas, lugares, creaciones y objetos que nunca existieron (ver imagen 1).1
En el texto se podía leer la descripción de Quivera, también conocida como Quivira:
Francisco Vázquez de Coronado, gobernador de una provincia mexicana hacia 1539, era un ardiente creyente en los informes que hablaban de ciudades de portentosas riquezas, situadas más allá de los desiertos y montañas. En 1540 partió a la conquista de las Siete Ciudades de Cíbola, en el actual Nuevo México, fiándose de una detallada descripción hecha por el misionero Marcos de Niza.
En aquella región oyeron otra historia maravillosa: la de la ciudad de Quivera, en donde hasta las tejas de los tejados son de oro. El narrador daba abundantes detalles, incluyendo una descripción del misterioso rey que duerme bajo el Árbol de las Campanas. Este vistoso árbol tiene campanas de oro en lugar de flores y frutas, y según la historia, todas las campanas empezarán a sonar, despertando al rey, cuando un grupo de extranjeros blancos entre en la ciudad.
La anterior descripción de Coronado no le impidió dirigir a sus fatigados a sus fatigados jinetes hacia Texas en busca de Quivera; una nueva pista le llevó al centro de Kansas. Pero lo más parecido a una ciudad de oro que encontró fueron las tiendas de los indios Wichita, y por fin en 1541 regresó a México, donde se le procesó por sus exploraciones no autorizadas. (Page e Ingpen, 1988, p. 136)
Considerando que la revista debía abordar temáticas urbanas, regionales y metropolitanas con un enfoque ligado a la planeación y a los estudios medioambientales, propusimos, en un guiño lúdico, que la revista pudiera tomar el nombre de esa ciudad de oro tan buscada e inexistente, es decir: Quivera. En la literatura especializada sobre estudios medievales se menciona más el utópico Reino de Quivira que Quivera, como la nombran Page e Ingpen (1988).
En la mayoría de los casos, las ciudades míticas tienen un aspecto iniciático de búsqueda con su correspondiente anti-utopía, entendida como la negación de la esperanza y la imposibilidad de alcanzar lo maravilloso. Aunque rara vez se representa en mapas, la anti-utopía aparece en diarios de viaje y órdenes reales (Picazo, 2004, p. 671). El caso de Quivira es excepcional, ya que estudios de cartografía histórica señalan su ubicación específica en mapas y su posterior eliminación en ejercicios cartográficos (Gómez-Molina, Urquijo-Torres y Bocco-Verdinelli, 2018), lo cual podría ser entendido como una manifestación del fin de la esperanza.
Propusimos cuatro nombres ante las oficinas de Indautor en México, donde se registran los derechos al uso exclusivo de nombres, de los cuales aceptaron dos: Quivera, Revista de Estudios Territoriales y Ciudad de Papel. Así fue como se crearon dos revistas que vieron la luz a mediados de 1998. Ambas iniciaron al mismo tiempo, pero tenían intereses de difusión, contenidos y públicos diferentes:
Quivera, Revista de Estudios Territoriales. Publicación científica, arbitrada por pares, interesada en difundir resultados originales de investigación, la cual está cumpliendo ya 25 años de edición ininterrumpida.
Ciudad de papel. Publicación de divulgación, interesada en difundir ensayos y reflexiones de coyuntura sobre temas urbanos, regionales y metropolitanos. La cual, hacia el año 2000, dejó de editarse. Esta revista fue fundada y dirigida por el Dr. John Farrand Rogers, a quien recordamos con cariño por el apoyo y compromiso que, en vida, prodigó a ambos proyectos editoriales.
En el caso de Quivera, posterior a la atención de asuntos legales, fue preciso trabajar en la definición de lineamientos de política y en la conformación de los comités Editorial y Científico. Para ello, se tomaron como modelo las más destacadas revistas académicas del área en la región, por ejemplo: la revista eure editada por la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Gracias al vínculo con la Red Iberoamericana de Investigación sobre Globalización y Territorio (rii), bajo la coordinación del Dr. Sergio González López, tuvimos la oportunidad de contar con la asesoría y el apoyo directo del Prof. Carlos de Mattos, quien fungía como editor responsable de eure. Sus consejos, ayuda y respaldo fueron fundamentales para cimentar un comité científico, integrado por personas expertas en el área, con el fin de definir el ámbito temático de la revista y de homologar criterios editoriales a nivel internacional.
A partir de ahí, logramos que los primeros números de Quivera tuvieran una amplia participación de autores de diversos lugares de América Latina, y que en el proceso de revisión por pares se involucrara a instituciones de investigación, países y áreas del conocimiento relacionados con los estudios territoriales.
Asimismo, fue preciso otorgarle una identidad gráfica a la revista. Lo más sencillo habría sido definir una portada genérica para todos los fascículos que fuesen editados con líneas y colores fijos, con las tradicionales tipografías disponibles, y con elementos que hicieran referencia al nombre de la revista para colocar los criterios que por ley deben indicarse. Ello para sólo sustituir el número y el año cada que apareciera un nuevo número.
Sin embargo, la historia de Quivera no quiso ceñirse a estándares tradicionales. Alberto Villar contactó a Eduardo Bernal –arquitecto, ilustrador y artista visual– para que juntos trabajáramos en la identidad gráfica y en el arte de la revista. La primera decisión que se tomó fue que cada portada debía tener su propia identidad: un arte independiente y propio. Francamente, pienso que Alberto no había dimensionado el gran “monstruo” que estaba ayudando a crear.
Así, con base en la idea de una ciudad inexistente, la identidad gráfica del número cero fue pensada como la correspondencia que llega desde Quivera con noticias para pensar, planificar y analizar los territorios anhelados. Después de todo, las ciudades planificadas no son más que aspiraciones que habitan en la imaginación de los expertos, pues se desarrollan sin tomar en cuenta los ideales que tenemos de ellas.
En cuanto al diseño editorial, se recurrió a medios visuales vinculados con la idea de “libro objeto”. De ahí que la portada del número cero se presentara como la imagen de un sobre cerrado, envuelto con una cuerda de cerdas naturales. En el matasellos se podían advertir los datos de referencia de la publicación periódica tales como editorial, año y número. Por su parte, el timbre representaba a un habitante de esa ciudad inexistente sosteniendo un instrumento parecido a un telescopio (ver imagen 2).2
Imagen 2. Portada del número cero Quivera, Revista de Estudios Territoriales, 1998
En esa época la mayor parte de las revistas académicas se editaban solo en papel; por lo que se buscaba emular en los lectores la sensación de tener entre sus manos la correspondencia llegada directamente desde Quivera. Ese efecto cercano a lo tridimensional se logró gracias a un trabajo donde se mezcló el diseño editorial con la producción de objetos tangibles. El sobre era real y estaba envuelto con una cuerda de cerdas naturales, el cual fue fotografiado por ambos lados para ilustrar la portada y la contraportada (conocidas en el ámbito editorial como primera y cuarta de forros).
Todas las ilustraciones de la revista fueron trabajos originales desarrollados expresamente para la revista con la autoría de Eduardo Bernal. La tipografía de la portada, así como el diseño de las cajas tipográficas, fueron elaboradas –también de forma exclusiva para la revista– por el despacho de diseño de Ana Pérez y Asociados.
En el número uno de la revista –que en realidad era el segundo– se optó por utilizar el fondo de un mapa antiguo real donde, para nuestra sorpresa, aparece indicada la supuesta ubicación de Quivira, al norte de algo muy cercano a lo que hoy conocemos como el continente americano. Sus trazos tienen la característica de los mapas cuya definición estaba en proceso de creación; no obstante, si queríamos utilizar el mapa como fondo de la portada teníamos sólo dos opciones: colocar el mapa cortado o dejarlo completo con el inconveniente de que la ciudad quedaría ilustrada en la contraportada.
Al final se eligió la segunda alternativa; es decir, dejar el mapa completo con la ubicación de Quivira en la cuarta de forros (o contraportada). Para llamar la atención se pensó en una lupa que pudiera realzar dicho lugar; sin embargo, no podía tratarse de una lupa contemporánea, debía ser una que luciera tan antigua como el mapa. Eduardo Bernal se dio a la tarea de diseñarla y de mandarla a hacer (ver imagen 3).
El frente de la portada presenta de nuevo el matasellos con los datos de edición, pero con un timbre diferente al del número anterior, pues los timbres que se utilizan en la correspondencia habitual no son nunca iguales. Para dar continuidad a la idea de tridimensionalidad, y pensando en los animales inexistes de ciudades que tampoco existen, se agregó una “pluma de leopardo” en la parte inferior derecha. En la parte posterior de la revista se encuentra una lupa de plata que marca justamente el sitio donde se localiza la ciudad de Quivira (ver imagen 3).
En el proceso creativo de esta segunda portada se recurrió también a objetos reales: un mapa, una pluma y una lupa de plata que fueron fotografiados y posteriormente editados para agregar los elementos gráficos adicionales como logotipos, nombre, matasellos y timbre. Algunas de las imágenes de los interiores de este fascículo son ilustraciones originales del reconocido artista plástico Antonio Ruiz “El Corcito”, integrante de la corriente pictórica denominada Escuela Mexicana de Pintura. La fortuna de contar con ilustraciones de gran nivel fue gracias a la generosidad de Luisa Barrios Honey Ruiz, nieta del artista.
Jugar con la idea de mapas para una revista de estudios territoriales resultaba sumamente interesante; por consiguiente, para la portada del número dos se recurrió a un mapa estelar, el cual fue trazado sobre un rompecabezas real al que, después de ser armado, se le colocó una imprimatura. Posteriormente, Eduardo Bernal dibujó sobre él constelaciones tan inexistentes como la misma Quivera.
En la parte inferior derecha se ubica un objeto que busca emular un astrolabio: instrumento antiguo utilizado para medir la posición y altura de las estrellas sobre el cielo, mientras que en la contraportada se advierten cuatro piezas sueltas del rompecabezas que dejan ver al fondo la ubicación de la ciudad, retomada del mapa utilizado en el número anterior (ver imagen 4).
Por supuesto que no se trata de un astrolabio medieval en sí mismo, sino de un objeto diseñado y creado por Eduardo Bernal únicamente para esta portada. En su elaboración se tomó como referencia ese instrumento utilizado por navegantes y exploradores cuyo uso se extendía también a astrónomos y a científicos.
El caso de las cuatro piezas del rompecabezas que se advierten desprendidas fue un incidente surgido durante el proceso creativo. Resulta que en el traslado al sitio donde se llevaría a cabo la sesión fotográfica, el rompecabezas cayó al suelo y esas cuatro piezas realmente se desprendieron, dejando el “mapa celeste” con un hueco. Esa pequeña tragedia, aunada a la creatividad del equipo, resultó en una oportunidad para hacer un giño desde el mapa celeste al mapa antiguo, y así develar la ubicación de Quivira.
Las tres portadas tuvieron una producción artística y de diseño que llamó mucho la atención. Como resultado, el proceso de elaboración fue similar al de una revista de arte, pero para una revista académica. Algo poco común en el mundo de la edición científica acostumbrada a trazos y diseños austeros, serios y formales.
Adicionalmente, debido a que se trataba de una revista impresa, se buscó desde la edición del número cero una alianza con una casa editorial que pudiera apoyar en el proceso de distribución con el fin de colocar a la revista en los principales puntos de venta, pues las universidades no tenían (y siguen sin tener) canales eficientes de distribución y comercialización editorial. Dicha alianza se concretó con la editorial Plaza y Valdés que se encargó tanto de la impresión como de la distribución y comercialización de la revista, lo cual no se hubiera logrado de otra forma.
Sin duda, el surgimiento de Quivera fue algo más que una revista académica. Se trató de la materialización de propuestas que apostaban por aportar en diversos frentes. Entre ellos:
Mostrar que era posible desarrollar una publicación académica que cumpliera con todos los requisitos de calidad científica y editorial que empezaban a ser exigidos por el Conacyt (organismo que dictaba las políticas de ciencia y tecnología en ese momento).
Convocar a personas expertas en estudios territoriales más allá de las fronteras de la institución y del país para que participaran no sólo como integrantes de los comités Editorial y Científico, sino, fundamentalmente, como autores, dictaminadores y lectores.
Ofrecer un producto editorial de alta calidad técnica, material y artística que rompiera con la tradicional idea de que las revistas académicas debían ser monótonas y simples en su diseño.
Posicionar la revista en el mercado editorial nacional, gracias a la alianza con una editorial comercial, para la distribución y comercialización de la versión impresa que en ese momento era la única plataforma de salida.
El proceso de aprendizaje continuo como principal legado
Al emprender un proyecto se debe tener clara la idea de lo que se quiere concretar; sin embargo, el camino está lejos de ser simple, lineal y claro. En el caso de Quivera esto no fue la excepción. Durante estos 25 años el panorama editorial académico en México y en el mundo ha cambiado en gran medida. A partir de esta experiencia, que fue intensa, extenuante y ampliamente lúdica, hemos obtenido un amplio aprendizaje.
Hace 25 años, cuando acepté estar al frente de la Coordinación Editorial de Fapur-Uaeméx, había colaborado unos cuantos meses en una revista de coyuntura llamada Estrategia coordinando una sección de estudios de opinión, pero no contaba con experiencia editorial alguna. Fue quizá el desconocimiento, aunado a la juventud, lo que me llevó a aceptar tan enorme reto.
Felizmente, uno de mis primeros pasos fue acercarme al Dr. Eduardo Loría, editor fundador de la revista Ciencia Ergo Sum: primera publicación de la Universidad Autónoma del Estado de México que operaba como una revista académica en plena forma, tanto legal como de cuidado editorial, recurriendo a un estricto proceso de revisión por pares. Agradezco su paciencia y generosidad al haberme instruido en la creación y gestión de una revista académica.
La definición y cumplimento de los lineamientos de política editorial fue todo un reto, sobre todo porque era preciso considerar las sugerencias emitidas por el Conacyt que no necesariamente formaban parte de la cultura y de los rituales de las comunidades académicas de América Latina, al menos en el caso de las ciencias sociales.
En aquella época, eran pocas las revistas académicas que realmente realizaban la revisión por pares como mecanismo para definir la publicación o rechazo de los textos postulados. Ello generó malestares en las personas que estaban acostumbradas a enviar manuscritos que serían publicados sin mediar ningún tipo de comentario ni revisión.
Desde su origen, en Quivera se recurre a la dictaminación por pares a doble ciego, lo cual dilata ampliamente el tiempo entre la recepción y la posible publicación. Esto es porque, después de determinar si un texto cumple con los criterios editoriales y con el ámbito temático de la revista, es preciso identificar de dos a tres personas expertas en el campo temático y establecer contacto para solicitar la revisión anónima.
A veces los dictaminadores se encuentran rápidamente, pero no es común. De igual forma, las revisiones suelen ser entregadas dentro del plazo solicitado; sin embargo, no es lo habitual. Con frecuencia, la revisión por pares deriva en comentarios que deben ser atendidos por los autores o, incluso, en textos rechazados.
Anteriormente, rechazar o someter a cambios el texto de alguna persona prominente y de larga trayectoria era visto como una afrenta. Poco a poco el panorama empezó a cambiar; no obstante, al haber sido una de las primeras publicaciones académicas en operar con estos criterios fue blanco de críticas. La principal era sobre el anonimato de los árbitros.
Incluso, en una ocasión, como equipo editorial tuvimos que comparecer ante el Consejo Académico de la Fapur para explicar el procedimiento de revisión por pares debido a la inconformidad de una persona por los resultados del dictamen. Actualmente esto no sería posible, pues es un proceso conocido y aceptado por la comunidad académica, aunque no exento de críticas.
Quizá a los lectores jóvenes pueda parecerles, si no poco creíble, al menos extraño. Pero sí, las publicaciones académicas en México y América Latina a finales del siglo xx eran fundamentalmente editadas en papel. Tenían una circulación muy limitada, con apoyo financiero errático, dirigida a públicos locales; por tanto, enfrentaban serios problemas de periodicidad o de continuidad.
Los equipos estaban constituidos por una o dos personas que recibían poca o ninguna remuneración. Generalmente no contaban con capacitación formal en procesos editoriales académicos porque no era algo que se ofreciera. Ese contexto ha cambiado radicalmente en tan sólo un par de décadas.
En Quivera teníamos la enorme fortuna de contar con el apoyo de Alberto Villar, director de la Fapur-Uaeméx, quien no sólo era un aliado, sino sobre todo un cómplice perfecto para respaldar las diversas ideas (casi locuras) que surgían por parte de los integrantes del equipo editorial. A pesar de que eso era poco común en la época, pudimos crear un valioso equipo conformado por Eduardo Bernal, Ana Pérez, Héctor Chapa, Alma Mancilla (quien hoy es una reconocida escritora multipremiada), Rodrigo Zárate, Lauro Guadarrama, entre otros alumnos de la Fapur que se acercaban con interés a husmear y a colaborar de vez en cuando.
Casi ninguno de nosotros éramos expertos, pero aprendimos, nos equivocamos y nos divertimos. Por ello aprendimos más: porque los conocimientos significativos son los que están acompañados de diversión. Muestra de ello es que detrás de estos esfuerzos no hubo tantos errores; por lo que Quivera, Revista de Estudios Territoriales se ha editado de forma ininterrumpida por 25 años y ha tenido al frente a diversas personas comprometidas en cuerpo y alma con este proyecto editorial cuyo éxito se debe a quienes han logrado continuarlo y consolidarlo.
Quivera: posicionamiento actual, retos y perspectivas
Después 25 años de edición, Quivera ha logrado colocarse como una de las principales revistas de estudios territoriales de México y de América Latina. Ello se puede corroborar al advertir su inclusión activa en algunas de las bases de datos y sistemas de indización más reconocidos en el medio académico como Redalyc, redib y Catálogo Latindex 2.0.
Es preciso, sin embargo, realizar una revisión y actualización de las políticas editoriales que se ajusten a los procesos de comunicación académica recientes, así como priorizar la edición en formatos legibles para máquinas como el xml. Ello facilitaría la inclusión en sistemas de indización como Scielo y mejoraría la interoperabilidad de la revista con servicios de bases de datos.
A partir de una revisión somera de la visibilidad que ha logrado Quivera en otras bases de datos, destaca que algunos de los artículos editados han logrado cosechar citas en revistas indizadas en Scopus. Esto significa que la revista está alcanzando una audiencia cada vez más amplia y que podría potenciarse si se lograra publicar en formatos legibles por máquinas (como xml).
De las 407 contribuciones publicadas de 1998 a 2023, un total de 95 registran al menos una cita en alguna revista indizada en Scopus. Lo cual corresponde al 23% de lo publicado. No es un dato menor, aun cuando la mayor parte de dichos artículos han recibido solo una cita y el artículo que más citas ha recibido cuenta con 12 (datos de Scopus al 31 de octubre del 2023).
Lo que llama la atención es que, en todos los casos, las citas a artículos publicados por Quivera son referidos gracias a la visibilidad que le otorga estar en la base de datos Redalyc. Es decir, el enlace de la cita dirige al contenido alojado en Redalyc, no al que se encuentra en el sitio oficial de la propia revista.
El problema radica en que la revista se encuentra desactualizada en Redalyc. No han sido integrados los contenidos de los dos últimos años, ya que aún no cuentan con las versiones xml. Por su parte, en la página oficial de la revista si se encuentran; sin embargo, solo están disponibles en formato pdf, lo que resta visibilidad.
Las citas del contenido publicado por Quivera que están registradas en Scopus son, en su mayoría, muy recientes: se trata de textos citados entre 2023 y 2021 de publicaciones de 2014 a 2020. Esto habla de la potencialidad que tendría la revista si se optara por privilegiar la publicación en xml y por actualizar los contenidos en su sitio y en Redalyc.
Otro elemento que podría incrementar la visibilidad y navegabilidad de la revista sería contar con los identificadores persistentes en los artículos. Al respecto, Eck yWaltman (2022), Estévez et al. (2021) y Harzing (2019) sugieren que actualmente la comunicación científica está mediada por tecnologías que se encuentran en constante evolución. Los procesos editoriales académicos dependen enormemente de los entornos digitales; por tanto, quienes están comprometidos con esa labor deben estar dispuestos a innovar continuamente.
Sin duda, pareciera que se trata de una carrera sin fin ante el desarrollo tecnológico. Las audiencias que han creído en proyectos editoriales que, como Quivera, han logrado subsistir a los radicales cambios de las dos décadas recientes, bien merecen un esfuerzo para contribuir en la generación de canales de comunicación cada vez más ágiles y eficientes.
Reflexiones finales
Este recorrido histórico no podría ser concluido sin rendir un reconocimiento al respaldo de dos destacados académicos: el Dr. Sergio González, quien en ese momento desempeñaba el rol de coordinador de Investigación y Estudios de Posgrado en la Fapur-Uaeméx. Y el Prof. Carlos de Mattos, quien fungía como director del Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales de la Pontificia Universidad Católica de Chile, y como director editorial de la revista EURE. Sin ellos la realización de este proyecto editorial habría sido inimaginable.
Ambos no solo impulsaron sin precedentes a Quivera, sino también a varias revistas sobre estudios territoriales editadas en Iberoamérica. Un ejemplo claro fue su apoyo para la creación de la rier (Red de Editores de Revistas de Estudios Territoriales), asociada a la rii, donde se organizaron talleres para el mejoramiento de procesos editoriales a partir de 2004 durante el Seminario de la rii celebrado en Río de Janeiro.
Con profunda tristeza comparto que nuestro querido Prof. Carlos de Mattos ha entrado en la etapa del retiro y, lamentablemente, nuestro apreciado colega y amigo, el Dr. Sergio González, nos dejó en fechas recientes. Expresamos estas palabras como un emotivo homenaje y reconocimiento a su invaluable apoyo. Sus contribuciones perdurarán en nuestro recuerdo y en el legado que dejaron en cada uno de nosotros.
Al final de este recuento, vale la pena retomar la idea de Quivera, esa ciudad imaginaria que posibilitó el desarrollo de un espacio de diálogo entre personas interesadas en los estudios territoriales. A veces con intervenciones lúdicas para llamar la atención del lector a partir de formatos en papel, y otras veces manipulando algoritmos que garanticen pervivencia y visibilidad en entornos digitales.
Así es Quivera, muy parecida a la ciudad de Fedora que describe Ítalo Calvino en Las ciudades invisibles:
En el centro de Fedora, metrópoli de piedra gris, hay un palacio de metal con una esfera de vidrio en cada aposento. Mirando dentro de cada esfera se ve una ciudad azul que es el modelo de otra Fedora. Son las formas que la ciudad habría podido adoptar si, por una u otra razón, no hubiese llegado a ser como hoy la vemos […] En el mapa de tu imperio, oh gran Kan, deben ubicarse tanto la gran Fedora de piedra como las pequeñas Fedoras de las esferas de vidrio. No porque todas sean igualmente reales, sino porque todas son sólo supuestas. Una encierra aquello que se acepta como necesario mientras todavía no lo es; las otras, aquello que se imagina como posible y un minuto después deja de serlo. (Calvino, 2007)
Referencias
Calvino, I. (2007). Las ciudades invisibles (A. Benedetti, Trad.; A. Bernárdez, Rev.). Crisalida Crasis Ediciones. Recuperado de: https://bdigital.uvhm.edu.mx/wp-content/uploads/2020/07/Las-ciudades-invisibles.pdf
Eck, N. J. van y Waltman, L. (2022). Crossref as a source of open bibliographic metadata. MetaArXiv. https://doi.org/10.31222/osf.io/smxe5
Estévez, E. H., Valdés, A. A., González, E. O., Durand, J. P., Lloyd, M., Martínez, J. G. y Parra, L. G. (2021). Higher Education, science, technology, and academics in México: at a crossroads. En: T. Aarrevaara, M. Finkelstein, G. A. Jones y J. Jung (Eds.), Universities in the Knowledge Society: The Nexus of National Systems of Innovation and Higher Education (pp. 357–373). Springer International Publishing. https://doi.org/10.1007/978-3-030-76579-8_20
Galiot, I. (2013, marzo 25). Libros curiosos: enciclopedia de las cosas que nunca existieron. Océanos de Páginas. Recuperado de: https://oceanosdepaginas.blogspot.com/2013/03/libros-curiosos-enciclopedia-de-las.html
Gómez-Molina, P., Urquijo-Torres, P. y Bocco-Verdinelli, G. (2018). Red de estructuración territorial histórica. El caso de la ruta de la Cíbola, en la época colonial. Revista Geográfica de América Central, 3(61E), 453 - 466. https://doi.org/10.15359/rgac.61-3.23
Harzing, A. W. (2019). Two new kids on the block: how do crossref and dimensions compare with Google Scholar, Microsoft Academic, Scopus and the Web of Science? Scientometrics, 120(1), 341–349. https://doi.org/10.1007/s11192-019-03114-y
Magaña, P. (2014). Una primera mirada al Índice de Revistas de Divulgación del CONACyT. Elementos, 93, 11–15. Recuperado de: https://elementos.buap.mx/directus/storage/uploads/00000001123.pdf
Page, M. e Ingpen, R. (1988). La enciclopedia de las cosas que nunca existieron (J. M. Ibeas, Trad). Madrid: Anaya. Recuperado de: https://archive.org/details/EnciclopediaDeLasCosasQueNuncaExistieron1988/page/n5/mode/2up
Picazo, A. (2004). Las utopías en la cartografía. En: Alvar Ezquerra, A., Contreras Contreras, J. y Ruiz Rodríguez, J.I. (eds.), Política y cultura en la época moderna. Cambios dinásticos. Milenarismos, mesianismos y utopías (pp. 671-680). Universidad de Alcalá. https://doi.org/10.20350/digitalCSIC/11444
Notas