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Politopías, policultivos, policromías. Transposiciones del Antropoceno*
Polytopias, Polycultures, Polychromies. Transpositions of the Anthropocene
Quivera. Revista de Estudios Territoriales, vol. 26, núm. 1, pp. 199-230, 2024
Universidad Autónoma del Estado de México

Artículos de investigación


Recepción: 28 Octubre 2022

Aprobación: 21 Abril 2024

DOI: https://doi.org/10.36677/qret.v26i1.18151

Resumen: La ciudad, como singular creación de la humanidad, alcanza transformaciones que antes no se presenciaban debido a la intensidad y a la expansión de diversas relaciones e intercambios. En ámbitos del Antropoceno, una nueva globalización y una explosión demográfica con proyecciones preocupantes son catalizadoras de las nuevas configuraciones de la aldea primitiva. Por su parte, la integración de la sociedad, del espacio y del tiempo, en sus casi infinitas manifestaciones, ha posibilitado la mutación del planeta en un multiverso de politopías, policultivos y policromías urbanas, pues son transposiciones que otorgan nuevos sentidos y atributos, e invitan a pensar el rumbo de las sociedades. El artículo hace énfasis en los desarrollos teóricos derivados de la tesis del autor, e ilustra de manera general los conceptos abordados en su lugar de estudio: la ciudad de Buenaventura, Colombia.

Palabras clave: urbanización, ciudad, territorio, globalización, transposiciones.

Abstract: A city, a unique creation of humanity, achieves transformations that were not witness before due to the intensity and expansion of various types of relationships and exchanges. A new globalization in the realms of the Anthropocene and a demographic explosion with worrying projections, are catalysts for the new configurations of the primitive village. The integration of society, space, and time, in their nearly infinite manifestations, has enabled the mutation of the planet into a multiverse of polytopias, polycultures, and urban polychromies; transpositions that grant the city new meanings and attributes and invite contemplation of the direction of urban societies. The article emphasizes the theoretical developments derived from the author's thesis project and generally illustrates the concepts addressed in the study location: the city of Buenaventura in Colombia.

Keywords: Urbanization, city, territory, globalization, transpositions.

Introducción

El estudio de la ciudad se remonta convencionalmente hasta las huellas de Uruk, la primera aldea con rasgos urbanos construida en Mesopotamia, en el actual Irak. No obstante, le antecede un proceso de asentamiento, domesticación y regularidad en la alimentación, que entró en una segunda y definitiva etapa hace diez o doce mil años (Mumford, 1961).

Según Wells (2014), es en la Mesopotamia inferior y en Egipto donde aparecen por primera vez ciudades y templos; además de irrigación sistemática y evidencias de una organización social por encima del nivel de una mera aldea bárbara. Entre otros logros importantes que datan de esta época figuran campamentos, asentamientos, pozos de almacenamiento, pinturas rupestres y petroglifos (Sachs, 2021).

La ciudad puede tener germen en la revolución agrícola como un hecho fundante y progresivo para la civilización que desencadena nuevas estructuras sociales, de espacio y de gobierno. De igual forma, debido a su constante transformación desde la primigenia aldea agrícola, se percibe como el principal resultado de un cambio estructural en las prácticas del ser humano relacionadas con la movilidad en el planeta.

Esta mutación aún en proceso arroja reconfiguraciones cada vez de mayor escala y complejidad sobre las cuales se formulan diversas teorías. Por ello, si se pretende cimentar nuevas bases para la vida humana se debe comprender la naturaleza histórica de la ciudad y distinguir de entre sus funciones originales las que han surgido de ella y las que aún pueden manifestarse (Mumford, 1961).

En contraste con las visiones que ponderan el germen de la urbe, Harari (2015) formula una propuesta para categorizar la historia de la humanidad que inicia con la aparición de seis especies del género humano, y con la posterior extinción de cinco de ellas después de poblar casi todo el planeta. Luego ocurre la revolución cognitiva, que posibilitó la sobrevivencia singular del Homo sapiens, hasta la actual revolución científica y tecnológica. En ese tránsito, el autor postula que la revolución agrícola quizá constituyó un error en el camino seguido por la especie humana, compuesta predominantemente por el Homo Sapiens.1

Los entendidos proclamaban antaño que la revolución agrícola fue un gran salto adelante para la humanidad. Contaban un relato de progreso animado por la capacidad cerebral humana. La evolución produjo cada vez personas más inteligentes [...] Este relato es una fantasía. No hay ninguna prueba de que las personas se hicieran más inteligentes con el tiempo. (Harari, 2015, p. 97)

La capacidad imaginativa del humano sapiens fue útil para diversas funciones: la superación de las primeras conjeturas y misterios de la naturaleza, la posterior expansión imperial, el asombroso avance de las máquinas y la exploración del universo (Harari, 2015); sin embargo, parece no haber sido eficiente para modificar la condición nómada de aquellos pobladores, los cuales eran superiores de los demás homínidos. Pero, tal vez, el sapiens estuvo impelido a tal decisión como consecuencia de su capacidad de producir espacios de nuevo tipo; la cual fue desarrollada por la necesidad de asentamiento al haber alcanzado puntos extremos después de 120 000 años de correría por el planeta.

Ahora, el Homo sapiens no para de cuestionarse el desarrollo de una de sus principales creaciones: la ciudad. Entonces, ¿si el establecimiento que procuró la agricultura es un error, el consecuente nacimiento de la aldea, y posteriormente de la ciudad, también lo es? Las primeras respuestas se hallan en Harari (2015), pues en su obra De animales a dioses indica que la inclinación por el asentamiento impidió el disfrute de la diversidad de la oferta ecosistémica del planeta en materia de alimentación para la humanidad, lo que obligó a concentrar la dieta en un número limitado de productos.

A partir de ahí, también devienen impactos del inevitable vínculo entre el desarrollo urbano y dos fenómenos sociales sobrevinientes al asentamiento: la explosión demográfica y la transformación radical de los entornos naturales. Y aunque las bondades de la ciudad son ponderadas por este y múltiples autores, es interesante que, en una perspectiva histórica, la decisión que la originó también pudo ser equivocada en un contexto más amplio debido al impacto acumulado —poco previsible en su momento— sobre el medio natural.

De este modo, la historia de la ciudad se resume en el decurso de la complejidad creciente de relaciones sociales, espaciales y temporales que han dado sentido, durante doce milenios, a casi infinitas configuraciones territoriales de lo que inicialmente fue la aldea; ello a partir de una decisión estructural sobre la movilidad cuyo proceso implica constancia y variabilidad de flujos, conflictos, logros, impactos y transposiciones, algunas aquí identificadas.

En síntesis, el camino general que explora el presente escrito es cómo se integran sociedad, espacio y tiempo en el proceso de producción de ciudad, a partir de la decisión del Homo sapiens por el asentamiento. En particular, se identificaron tres transposiciones: politopías, policultivos y policromías, como los atributos más importantes alcanzados por las ciudades a través del tiempo. Como telón de fondo se retoma el Antropoceno como la manera en la que recientemente se conoce a la era urbana del planeta.

La reflexión es un producto derivado de la tesis del autor, pues se orienta hacia la reconfiguración territorial del Estado colombiano. El lugar de estudio es la ciudad de Buenaventura, localizada en el océano Pacífico; para lo que es necesario, en principio, considerar las diversas escalas que convergen en el lugar. La investigación conduce a nuevas interpretaciones, pues Buenaventura, en la cual opera el puerto más importante de Colombia, no sólo es multiescalar, sino también diversa, multiétnica, multicultural, y es la sede de una cantidad importante de actividades de intercambio legal e ilegal, propias de su condición portuaria, por su centro de migración regional y por ser escenario de diversos conflictos territoriales.

Buenaventura no puede ser estudiada desde una única topología. La aproximación al objeto de estudio devela manifestaciones en el territorio que requieren nuevas interpretaciones y que necesariamente remiten a otros conceptos. Por tanto, se crea un nuevo prisma que permite aproximarse a los fenómenos que en ella se expresan. De tal manera, la metodología general se resume en la figura 1, de la que se extraen los conceptos para el artículo.


Figura 1
Las categorías de análisis en la definición de territorio
Fuente: elaboración propia

En la tesis, el territorio se define como la integración de tres procesos de producción: sociedad, espacio y tiempo, que se integran en la fórmula test (Territorio = Espacio + Sociedad + Tiempo). Dicha suma da como producto diversas configuraciones que se comprenden como tres órdenes territoriales: 1. El territorio mismo (la gente, su espacio y su tiempo); 2. La organización territorial del Estado (la tecnología administrativa de la estructura estatal); y 3. La política pública de desarrollo territorial (los instrumentos de la planeación y la gestión).

A partir de ahí, se identifican las transposiciones como intertextos entre las tres órdenes y como manifestaciones propias de contextos de producción territorial de alta complejidad como Buenaventura; además, en este trabajo, se desenvuelven aparte como categorías porque hacerlo requiere distanciarse de los autores centrales de la tesis y acudir a otras fuentes que permitan alimentar la disquisición.

Esta arquitectura de las categorías construida en tres niveles (procesos de producción, órdenes territoriales y transposiciones) ayuda a comprender mejor el objeto de estudio que no es otro que el territorio y sus configuraciones, entre ellas el Estado y —quizá la más destacada— la ciudad que, a decir de Mumford (1961), tendrá que desempeñar en el futuro un papel más significativo si se llega a despojar de los defectos de origen que la han acompañado en el curso de la historia.

Se hace una reflexión con base en importantes teóricos sociales y urbanistas, retomados en la tesis del autor, para el reconocimiento de las subjetividades, movilidades, velocidades, acompasamientos, identidades, entrecruzamientos y ritmos que dan paso a las transposiciones identificadas en la ciudad en un contexto de relaciones intensas y complejas.

Entre ellos están: García (1976), Aprile-Gniset (2016, 2002) y Nates (2011, 2020) para la definición de territorio; Lefebvre (2004, 2013), Raffestin (2011) y Elias (2010, 2016) para las categorías de tres órdenes territoriales; y, para las clasificaciones que aborda el presente escrito, Harari (2015), Schutz (2015), Mumford (1961), Elias (2010, 2016) y Braidotti (2005, 2006, 2013) quien elabora el concepto transposiciones.2

Por tal razón, en este artículo se determina a la politopía, al policultivo y a la policromía como transposiciones urbanas y como diálogos de diversos elementos con múltiples procedencias y sentidos que, no obstante, están presentes entre la misma gente, lugar y momento. Los territorios cada vez se construyen con menos elementos fijos y propios, y más con elementos transpuestos, cuya combinación, dispuesta de manera ordenada o no, da paso a transposiciones de diversa naturaleza que contribuyen a crear nuevas territorialidades y configuraciones.

Las transposiciones estuvieron implícitas en el proceso de integración de la sociedad, del espacio y del tiempo desde la primera aldea; son de la misma esencia de la ciudad, pero se hicieron más fuertes y evidentes con la maduración y expansión del mundo urbano. Además, pueden o no encuadrarse en marcos formales e interpretarse por los instrumentos, pues están más del lado de la fuerza de los acontecimientos. Asimismo, posibilitan derechos y paso a la justicia.

Al final, el análisis se aproxima en particular al Distrito de Buenaventura, que se manifiesta como politopía, policultivo y policromía en un proceso de configuración urbana que transita entre la aldea del primer embarcadero portuario, hasta la ciudad global durante 486 años desde su fundación.

La construcción de sentido

Durante doce milenios aproximadamente el sentido ha abarcado buena parte de los esfuerzos de múltiples sociedades en casi toda la superficie terrestre, ya que se construye antes que el artefacto. Por consiguiente, las ciudades tuvieron sentido antes que lugar, pues son ideas antes de ser materializadas. De igual manera, son una realidad social antes que espacial, en cuya integración el tiempo actúa para aglutinar los procesos de producción de sociedad y de espacio.

Así, la condición social funge como proceso de cambio; la condición material, como producto espacial; y la condición dialéctica de cambio y permanencia, social y material, como resultado del tiempo. Es decir, el tiempo es la manera en que se articulan la sociedad y su espacio al construir territorio y, por tanto, sentido para la vida: “la configuración urbana de cualquier ciudad es también un producto histórico” (Ulloa, 1999, p. 145).

La ciudad entonces, y en extenso sus diversas configuraciones territoriales, se expresa, con mayor o menor consistencia e intensidad, como el conjunto de tres procesos de producción: sociedad, espacio y tiempo. La forma en que esta integración se efectúa constituye una matriz cultural, y a partir de ella se produce un lugar determinado.

Tal construcción de sentido es subjetiva e intersubjetiva. Se da en una espiral que combina la vida del individuo con los grupos sociales a los que pertenece:

En cualquier momento de su vida diaria, el hombre se encuentra en una situación biográfica determinada, vale decir, en un medio físico y sociocultural que él define y dentro del cual ocupa una posición, no sólo en términos de espacio físico y tiempo exterior (acaso territorio) o de sus status y su rol dentro del sistema social, sino también en su posición moral e ideológica. (Schutz, 2015, p. 45)

Con base en el autor, los sujetos construyen un sentido, un espacio y un tiempo para sí mismos, y entran en relación intersubjetiva; o sea, cimentan de manera compartida y subjetiva, como grupo, un territorio: “entre mis contemporáneos hay algunos con quienes, mientras dura la relación, comparto una comunidad no sólo temporal sino también espacial” (Schutz, 2015, p. 51).

El mundo del sentido común es la escena de la acción social; en él los hombres entran en mutua relación y tratan de entenderse unos con otros, así como consigo mismos […] la realidad del sentido común nos es dada en formas culturales e históricas de validez universal, pero el modo en que estas formas se expresan en una vida individual depende de la totalidad de la experiencia que una persona construye en el curso de su existencia concreta. (Schutz, 2015, p. 19)

La construcción de sentido se da entonces de manera diferenciada, pero no desarticulada, tanto en el plano psíquico como en el social. Al respecto, la configuración del territorio dispone del individuo siendo y estando en estos dos planos de su realidad.

Conceptos como “individuo” y “sociedad” no se remiten a dos objetos con existencia separada, sino a aspectos distintos, pero inseparables, de los mismos seres humanos y que ambos aspectos, los seres humanos en general, en situación de normalidad, sólo pueden comprenderse inmersos en un cambio estructural. (Elias, 2016, p. 37)

La ciudad compone su sentido, y es una forma de validez universal que sufre cambios estructurales. Fue heredada a la descendencia del Homo sapiens al término de la prehistoria, desde su surgimiento, ha sido imposible despegarse de ella. Sin embargo, a través de sus elementos se reformulan subjetividades y se reconfiguran territorios. Por tal motivo, es la configuración territorial por excelencia del Homo Sapiens, y el logro material e histórico de la intersubjetividad más sobresaliente.

De igual forma, es la mayor construcción de la realidad colectiva; por tanto, se trata de un organismo que evoluciona cognitivamente debido al relacionamiento social, a la transformación de espacios y a la producción de tiempo por parte de las personas. Los nuevos sentidos son precedidos por cambios en las estructuras individuales y comunes; de manera que la reconfiguración social antecede la del tiempo y del espacio, los cuales, cuando de territorio se trata, son resultado de la actividad humana.

Así, las diversas configuraciones de la ciudad son alcanzadas por grupos humanos organizados en lugares distantes unos de otros y en momentos diferentes. No obstante, todas recurren al mismo origen: el relacionamiento o intersubjetividad entre sus miembros, su decisión de asentamiento y, con ello, el surgimiento de los procesos de producción agrícola y de espacio urbano en conjunto con sus complejas manifestaciones, entre ellas la movilidad.

La aldea, la villa, la parroquia, el cantón, la provincia, la metrópoli, la cosmópolis, la metápolis y la región se expresan como configuraciones territoriales del proceso de urbanización del planeta, cuyo concepto y artefacto central es la ciudad; en la que se hallan variaciones tecnológicas de una genética no natural, pues “todas las ciudades, evidentemente, son resultado de un acto deliberado de intervención humana (y como tales son hechas por el hombre, en lugar de tratarse de sistemas naturales, autoordenados)” (Sudjic, 2016, p. 33). Por ende, constituyen una “genética de la intersubjetividad”.

Esto constituye una “genética de la intersubjetividad” conformada por una realidad social y una territorial; la primera trasciende a lo espacial y a lo temporal, y la segunda supera la condición nómada inicial que, como se verá en la obra de Braidotti (2006), transita hacia nuevas bases. En ello radica que la producción de ciudad esté intrínsecamente relacionada con cambios en la movilidad urbana local, metropolitana, regional y global.

La movilidad determina, por ejemplo, que la nueva realidad territorial del Neolítico se configurara, desde sus inicios, de maneras complejas y diferenciadas según los ciclos de producción que responden a los periodos de cosechas y al ritmo de los intercambios según diversos ámbitos, entre ellos: especialización de las actividades laborales, organización jerárquica de la sociedad, nuevas formas espaciales de residencia, de sistemas productivos, de almacenamiento y de intercambio, y prédica y tipos de gobierno. Se desenvuelve así la invención colectiva más importante de la civilización: la ciudad, a la que sólo precede el lenguaje para transmitir la cultura (Mumford, 1961).

En su germen, la ciudad era una organización social y espacial restringida a sus pobladores originales, pues la capacidad del Homo sapiens nómada, quien decidió asentarse, se restringía por la organización básica del grupo que permanecía unido en torno a solucionar necesidades primarias. Pero este espíritu nómada nunca desaparece, así como la petite empreinte Neandertal que aún conserva; por lo que hubo de transformarse de la misma manera en la que se intensificaba la producción.

Las condiciones previas a la ciudad pudieron gestarse durante tres milenios, hace aproximadamente 15 000 años (Mumford, 1961). Es decir, al transformase la movilidad del sapiens que nunca dejó de ser nómada se produjo dispersión, lo cual provocó que los pobladores se concentraran en torno a la aldea agrícola a través de un proceso dispendioso de ralentización del frenesí primitivo que pudo tardar 3 000 años.

Este interregno de tres milenios es quizás lo que permite a Sachs (2021) afirmar que:

El invento de la agricultura en Asia Occidental fue precedido por el sedentarismo, que empezó hace 14 500 años (como quiera que) la subida de las temperaturas aumentó la disponibilidad de los alimentos y permitió a las comunidades del Mediterráneo oriental establecer más asentamientos permanentes incluso antes de dedicarse al cultivo. (Sachs, 2021, p. 73)

Con ello se plantea una cuestión no resuelta, pues no se halla aún claridad en la relación causal entre nomadismo-agricultura-asentamiento (Mumford, 1961; Harari, 2015), o nomadismo-asentamiento-agricultura (Sachs, 2021). Lo cierto es que, desde entonces, el fenómeno más importante por el que ha transitado la humanidad en torno a la producción del espacio es la complejización de la movilidad como insumo básico de las configuraciones urbanas; pues resulta determinante para la estructura de todo sistema organizativo del espacio.

Frente a una actividad social establecida casi siempre generalizadamente por la contigüidad física, aumentaron, por necesidad, los desplazamientos a lugares distantes del locus del individuo preindustrial (aunque ciertamente estos datasen de tiempos inmemoriales por razones de quehacer agrario o pecuario, o debido a las guerras, así como por los largos trayectos de los peregrinos y los mercaderes). (Protzel, 2013, p. 20)

La que pudiese llamarse “primera movilidad” del Homo sapiens, que implicaba desplazamientos azarosos por la tierra como espacio abierto a todas sus demandas, se transforma gradualmente —siguiendo esta lógica— en una segunda movilidad, paradójicamente movilidad del asentamiento, en torno a la creación de la aldea.

Posteriormente, avanza sucesivamente a una tercera movilidad entre puntos de una red de primeras ciudades que representan el inicio de la urbanización del planeta y el paso a nuevas topologías. De tal manera, la ciudad comienza sólo cuando la aldea abre sus puertas a nuevas movilidades. Este surgimiento va acompañado, al parecer, de un esfuerzo deliberado por romper el aislamiento y la autonomía de la aldea (Mumford, 1961).

El incremento de nuevas movilidades, a partir de la correspondencia entre diversos centros urbanos, es motivada por las siguientes razones: necesidad de comerciar excedentes de producción, búsqueda de productos extranjeros, explorar nuevos lugares, expandir el dominio territorial; descubrimientos científicos, satisfacción de demandas, inspiración de nuevos imaginarios y el deseo de materializarlos, desarrollo tecnológico de nuevos modos de transporte, etcétera.

Es cierto que los transportes y los viajeros a lugares distantes de épocas premodernas conllevaron una comunicación ni simultánea ni continua con su localidad de origen, la del correo, cuyos servicios bajo distintas modalidades remontan prácticamente a la escritura, pero eso no significaba que tiempo y espacio se separasen, pues el tiempo de llegada y respuesta de los mensajes era larguísimo, proporcional a las distancias inmensas que para aquellos recursos técnicos habrían de recorrerse. (Protzel, 2013, p. 23)

Con nuevos pobladores, permanentes o transitorios, el intercambio no se limitó a los mensajes y a los productos; se extendió ampliamente a otros ámbitos, entre ellos: lenguaje, costumbres, relaciones afectivas y manifestaciones de arte. La evolución de la ciudad, entonces, es el reflejo de la complejidad de la organización social, de la cualificación de los elementos materiales, de la transformación del espacio, de la expansión de los procesos de producción, de las nuevas movilidades y de la intensificación de los intercambios. Por lo tanto, es un producto cultural y una tecnología en constante movimiento debido a su doble condición de proceso y de artefacto.

La ciudad no será concebida ni acondicionada en función de una percepción estática que asegure la perfección instantánea de su funcionamiento, y se abrirá en cambio hacia un porvenir no exactamente controlado ni controlable, no exactamente medido ni mensurable; el buen ordenamiento de la ciudad será justamente eso: tener en cuenta lo que puede pasar. (Foucault, 2009, p. 39)

En medio de tantas convulsiones, la ciudad fue definiendo sus perfiles generales como un lugar de concentración del Homo sapiens. Entre sus características se encontraban la reconfiguración espacial de densidad creciente y la consolidación de procesos productivos de diverso tipo. Además, generaba nuevas e insospechadas relaciones, conocimientos, intersubjetividad y, con ello, sentidos. Así como las disposiciones geográficas naturales son determinantes de la organización espacial de estas concentraciones poblacionales, también lo es el tipo de relacionamientos alcanzados por la sociedad que produce la ciudad.

Durante largo tiempo las gradaciones entre las aldeas y las ciudades neolíticas son tan poco perceptibles, y tantos son los puntos de semejanza, que se puede pensar que se trata simplemente de las formas juvenil y adulta de la misma especie (Mumford, 1961). Pero en adelante, y durante doce mil años, la historia muestra que la ciudad no es el fruto de un solo sabor, olor y color, y que la especie puede presentarse en casi cualquier lugar del planeta. Por consiguiente, la ciudad es un producto superior y evolucionado que ha sido desarrollado en diversos climas y geografías por miles de millones de personas (subjetividades), sociedades (intersubjetividades), con múltiples tecnologías (formas de producción) y durante épocas diferentes.

En el nuevo plano, los antiguos elementos de la aldea fueron conservados e incorporados a la nueva unidad urbana; pero, por la acción de nuevos factores, fueron reorganizados en una configuración más compleja e inestable que la de la aldea; y, con todo, en una forma que promovió nuevas trasformaciones y evoluciones. (Mumford, 1961, p. 24)

No será comprensible lo que aquí se quiere mostrar sin recurrir a algunos ejemplos de interfaces que se aprecian en el mundo urbano.

Las transposiciones

La ciudad es una politopía debido a que ha alcanzado un grado alto de presencia en el planeta y a que, diseminada, crea múltiples lugares y sentidos en casi toda su geografía. Es también producto avanzado del asentamiento que propició la revolución agrícola, y su cosecha, sus frutos y sus configuraciones se han diversificado de manera que se expresa como policultivo. Asimismo, produce espacio para la integración de las complejas manifestaciones de la plurietnia y el multiculturalismo configurándose como policromía. Éstas son transposiciones de las movilidades (nuevos nomadismos) que vinculan elementos y estructuras de valores diversos en territorialidades de complejidad creciente.

El término “transposiciones” tiene una doble fuente de inspiración: la de la música y la genética. Indica una transferencia intertextual que atraviesa fronteras, transversal, en el sentido de un salto de un código, un campo o un eje a otro, no meramente en el modo cuantitativo de multiplicaciones plurales sino, antes bien, en el sentido cualitativo de multiplicidades complejas. (Braidotti, 2006, p. 20)

Si se observa a la ciudad como una especie que surge en diversos lugares del planeta y que posee un genoma en constante mutación, es más fácil entender el uso de la transposición como concepto para explicar algunas de sus configuraciones: “la noción de transposición pone énfasis en la flexibilidad del genoma mismo, lo que implica que la clave para comprender la genética es el mismo proceso, es decir la secuencia del sistema organizado” (Braidotti, 2006, p. 21).

La ciudad es un acto creativo y destructivo que se reconfigura constantemente. Es una doble hélice que evoluciona tanto como las relaciones sociales lo permiten. Su genoma es un sistema abierto que da lugar a múltiples transposiciones en el que se entrecruzan discursos y prácticas casi infinitos.

La politopía, el policultivo y la policromía se decantan de algunas características permanentes de la ciudad; por ejemplo, de su despliegue sobre todo el planeta desde la aparición de las primeras aldeas, y de algunas variaciones de su genética. Ello a partir de las múltiples movilidades y entrecruzamientos entre subjetividades e intersubjetividades en la red urbana planetaria: “Las ciudades han acomodado grupos diversos étnicamente casi desde sus principios, a lo largo del Tigris y el Éufrates, en Mesopotamia” (Sudjic, 2016, p. 83); es decir, desde su nacimiento.

La raza ibera o mediterránea o “claroscura” de las costas del Mediterráneo y del Atlántico; los pueblos hamitas que incluyen a los bereberes y egipcios; los drávidas, el pueblo más obscuro de la India; una gran cantidad de indios orientales; muchas razas polinésicas y los maorís, son, todos, divisiones de diverso valor, de esa importante y grande masa humana. Sus variedades occidentales son más blancas que las orientales. En los bosques de la Europa oriental y septentrional, una variedad de hombres rubios con ojos azules se distinguía cada vez más; procedían de la masa principal de los pueblos morenos, variedad que hoy en día la gente conoce con el nombre de raza nórdica. (Wells, 2014, p. 50-51)

Pueden identificarse en la ciudad variedades étnicas altamente diferenciadas, con estrecho contacto o con relaciones apenas incipientes que dan lugar a cruces armónicos o conflictivos de diversa intensidad en la policromía. Las transposiciones refuerzan el concepto de que quien no gusta de las complejidades difícilmente puede sentirse cómodo en el tercer milenio, proponiendo vínculos creativos e interconexiones en zigzag entre comunidades discursivas que, con excesiva frecuencia, se mantienen apartadas unas de otras (Braidotti, 2006).

En diverso grado, dichos encuentros, ya sean compatibles o no, se construyen dentro del mismo entorno y dan paso a múltiples subprocesos de producción de ciudad; que a su vez hacen parte de una estructura urbana provincial, regional o nacional y de una superestructura. Según Sachs (2021), este es un proceso que ha pasado por siete fases o edades de la globalización que han transformado las subjetividades e intersubjetividades desde el sobresalto de la aldea hasta la ciudad, la cual es cada vez más heterogénea y más rica en transposiciones.

El concepto de globalización se refiere a las interrelaciones de sociedades diversas a través de grandes áreas geográficas. Estas interrelaciones son tecnológicas, económicas, institucionales, culturales y geopolíticas, y se producen entre sociedades de todo el mundo a través del comercio, las finanzas, las empresas, la inmigración, la cultura, los imperios y la guerra. (Sachs, 2021, p. 22)

De tal manera, las diversas categorizaciones de la historia de la ciudad están a la orden del día. Con todo ello cabe preguntarse, ¿es la ciudad producto de un único desarrollo cognitivo capaz de crear tantos y tan diversos productos a partir de una misma idea como lo es la revolución Agrícola? Las innumerables transposiciones (Braidotti, 2006), las siete globalizaciones (Sachs, 2021), y miles de formas de asentamiento (Mumford, 1961; Harari, 2015; Wells, 2014; Sudjic, 2016), parecen reñir con la idea de un solo germen, pues “la subjetividad nómada es un espacio disputado de mutaciones que no obedecen a ninguna directiva tecnológica (exclusiva) ni a ningún imperativo moral” (Braidotti, 2006, p. 21).

Desde luego, aunque la ciudad es producto de una decisión singular, la determinación de extender la ocupación del planeta a partir de una formación básica sólo podría arrojar resultados múltiples, cuan múltiples son las relaciones sociales y las variaciones étnicas, geográficas, organizativas, climáticas, tecnológicas, comerciales y morales.

En adelante cualquiera de las miles de formas de concentración de actividades con densidad relativa se presenta como variación genética de la aldea primitiva, es decir, como ciudad independientemente de la denominación que reciba en cada sistema organizativo: imperio, monarquía, Estado; feudalismo, capitalismo, comunismo, socialismo o sus variantes; ante los más o los menos bárbaros; ante el proletariado, los monarcas y los burgueses. La ciudad se presenta en todas las edades posteriores al Neolítico.

Es cierto que en cada sistema social y económico el individuo, como parte de un grupo, intentará imponer sus condiciones tecnológicas y morales para el desenvolvimiento de la sociedad y la configuración del espacio, pues la ciudad es más que un producto secular, un terreno en disputa. La naturaleza del Homo sapiens no cambia en lo esencial, pues modifica su movilidad y la vida en sociedad, pero no la necesidad de dominio sobre el otro, por lo que es territorial.

La capacidad de asociación o de disputa del Homo sapiens aflora cuando con el objetivo de posicionar intereses propios entra en contacto con sujetos que tienen similares intereses a los suyos, y con los cuales establece relatos que generan posicionamiento privilegiado de unas intersubjetividades sobre otras en el proceso de producción de ciudad, con las consecuencias que esto tiene. Todo ello, como se verá, mediado por mecanismos de poder.

Desde la gran dispersión de África -y antes, seguramente, dentro del continente-, los grupos humanos han luchado entre sí por el territorio y para asegurar sus necesidades básicas de supervivencia (agua, fuentes de alimento, refugio y minerales). De hecho, la naturaleza humana se forjó en el caldero de la competición territorial, que instiló en nuestros genes y culturas una notable capacidad de cooperar dentro de un grupo, unida a una tendencia profundamente arraigada al conflicto y la desconfianza intergrupal (según la raza, la religión, la lengua, el origen nacional y otros marcadores de identidad. (Sachs, 2021, p. 56-57)

Tal universo de entrecruzamientos, conflictos, transposiciones, creado a partir de las múltiples intersubjetividades de los procesos de producción de sociedad, espacio y tiempo cuya reconfiguración es la ciudad, halla su mayor crisis avanzado ya el siglo xxi, pues el acto creativo que hace doce milenios dio paso al nacimiento de la ciudad también dio produjo, como efecto no deseado ni suficientemente controlado, la destrucción paulatina del ecosistema planetario. La expansión urbana ha tenido tal impacto que parece haber dado lugar a una nueva era geológica como se indica a continuación.

El Antropoceno

Recientemente se sabe que, en su desenvolvimiento, la ciudad ha transformado de manera radical las geografías del planeta. Tanto que, para la comunidad científica, su impacto alcanza a trascender como una era geológica diferenciada de las previas al asentamiento de los homínidos. Esta nueva era, creación del Homo sapiens, se denomina Antropoceno (Zalasiewicz et al., 2008).

En 2002, Paul Crutzen, el químico ganador del Premio Nobel, sugirió que habíamos dejado el Holoceno y habíamos entrado en una nueva Época: el Antropoceno, debido a los efectos ambientales globales del aumento de la población humana y el desarrollo económico. El término ha entrado en la literatura geológica de manera informal […] para denotar el ambiente global contemporáneo dominado por la actividad humana. (Zalasiewicz et al.,2008, p. 4)3

El proceso de producción de mayor impacto en la transformación del planeta es la ciudad no sólo de manera superficial ni localizada. Esto se ha hecho creando un nivel estratigráfico y dispersando sus residuos más allá del piso terrestre por los mares y la atmósfera. Tal ha sido la proliferación de actividades humanas en la ciudad que, habiendo dado lugar a los más maravillosos inventos y descubrimientos de la civilización humana, también lo ha hecho con la generación de incontables procesos productivos y sus residuos que impactan a tal grado, intensidad y velocidad a las condiciones iniciales del desarrollo urbano; las cuales plantean una ruptura con el equilibrio ecosistémico global.

A decir del mismo Zalasiewicz et al. (2008), el hombre ha dejado de ser mero habitante de la tierra para convertirse en actor geológico. La actividad humana, además de propiciar la extinción de miles de especies, ha impreso una profunda, extensa y sólida huella en el planeta que hace presumir a los teóricos del Antropoceno que la historia de la ciudad es equivalente a una era geológica.

Lo anterior permite inferir que la urbanización es un proceso de transformación estructural, tanto de las condiciones naturales brindadas por el planeta como de las subjetividades e intersubjetividades que propician la transformación social, espacial y temporal que configura territorios. O sea, el Antropoceno es un subproducto histórico de las tecnologías, de las instituciones de producción de la sociedad, y del espacio y del tiempo principalmente urbanos. Sobre los alcances de tal transformación se expresan algunos matices que aportan a la discusión abierta sobre el asunto:

Que el Antropoceno sea una época geológica auténtica, no es la cuestión central, sino las preguntas y las responsabilidades correspondientes sobre las causas y las consecuencias, y que acaso la principal dificultad o reto que implica asumir el concepto de Antropoceno es la emergencia de la necesidad de “una nueva ciencia de las interacciones terrestres” que tendría que crearse para tomar la forma de una “amplia inteligencia colectiva. (González, 2021, p. 9)

La ciudad, entendida también como constitutiva de una era geológica, es la mayor demostración de cómo actúa el tiempo en la producción de sociedad y espacio. El Antropoceno es evidencia de la validez universal de la ciudad, pero pone en discusión su decurso. El Homo sapiens tuvo hasta hoy doce mil años para perfeccionar su creación sin lograrlo aún. Ello obliga a una reflexión autocrítica y a la incorporación de nuevos elementos teóricos y prácticos al debate. Elementos que, si bien no ponen en cuestión las bondades de la existencia de la ciudad, sí algunos impactos negativos de su proceso de producción.


Figura 2
Crecimiento de la población mundial. 10.000 antes de cristo hasta el presente
Fuente: International Baccalaureate (2011)

En la gráfica anterior se aprecia el crecimiento de la población sobre el planeta desde diversas eras: agricultura temprana, descubrimiento y tratamiento del cobre o era Seminómada, dominio de la madera y metales como el plomo y bronce, utilización del fuego en la fabricación de ladrillos y cerámica; agricultura por irrigación, dominio del acero en la construcción de armas y elementos constructivos, construcción de molinos de agua y de viento o era de las Ciudades-Estado; utilización del carbón en calderas, invención del motor a vapor, uso de fertilizantes o era de imperios hasta la utilización masiva de energías a base de la fuerza del agua o hidroeléctricas y la explotación intensiva de combustibles fósiles como petróleo, gas y carbón en la Globalización, datada desde la baja Edad Media hasta el presente.

El sujeto de esta explosión demográfica produce sociedad, espacio y tiempo. Es a la vez agricultor y principal cosecha del policultivo urbano. Aporta su sentido, su color, su sabor y su imaginación a la intersubjetividad. Ello resulta en una policromía mucho más intensa en la ciudad contemporánea. El sujeto es ciudad, y el policultivo y la policromía son maneras de hacer y estar en la ciudad en cualquiera de sus formas organizativas y de sus politopías.

No obstante, en el mundo contemporáneo el sujeto está vinculado a tales procesos como ciudadano, y en tal virtud no está en condición de plena libertad, pues el mundo del cual es parte está organizado de manera que, a su vez, es evolución de las formas que le preceden. Ese sistema organizativo le provee sentido a él y al grupo poblacional que conforma. En vasto sentido, el Antropoceno es también una era de organización social, económica y política por la cual avanzamos como sujetos, ciudadanos y como población. Al respecto, Foucault cuestiona la manipulación del sujeto como parte de la población, y como objeto de las estructuras de poder que organizan la vida institucionalmente.

El objetivo final será la población. La población es pertinente como objetivo y los individuos, las series de individuos, los grupos de individuos, la multiplicidad de individuos, por su parte, no van a serlo como objetivo. Lo serán sencillamente como instrumento, relevo o condición para obtener algo en el plano de la población. (Foucault, 2009, p. 63)

El ser humano funge por tanto en su doble condición de sujeto que crea sentido para sí mismo y de objeto en la medida que ciertas disposiciones de poder reducen el grupo y sus intersubjetividades a mera población. Así, la subjetividad y las intersubjetividades están mediadas por los poderes que ejercen control sobre los procesos de producción de espacio y territorio. En relación con ello, podría inferirse a partir de Foucault que la ciudad es también, y fundamentalmente, producto de las relaciones de poder que la posibilitan o la niegan.

La producción de ciudad es una tecnología mediada por diversos tipos de poder y por dispositivos de control y seguridad; ya sea que el proceso de producción se desenvuelva de manera formal o informal. El ordenamiento consistirá en poner en juego todas esas diferentes funciones de la ciudad, unas positivas y otras negativas (Foucault, 2009). No obstante, el mismo autor indica que las relaciones que producen ciudad están por fuera del control absoluto y sitúa muchos de sus resultados en terrenos de la incertidumbre.

La arqueología de las formas del poder en la ciudad es quizá de las cosas más fascinantes del Antropoceno; el cual es telón de fondo de las transformaciones materiales y sociales del planeta en todas las escalas de la era urbana y la territorialidad que contiene todas las globalizaciones y todas las transposiciones.

La ciudad no será concebida ni acondicionada en función de una percepción estática que asegure la perfección instantánea de su funcionamiento, y se abrirá en cambio hacia un porvenir no exactamente controlado ni controlable, no exactamente medido ni mensurable; el buen ordenamiento de la ciudad será justamente eso: tener en cuenta lo que puede pasar. (Foucault, 2009, p. 39)

La residencia, la producción, el espacio público, el ocio y el gobierno de la ciudad se ordenan —según lineamientos estructurales— por los grupos de poder que actúan como punta de lanza de las revoluciones y las globalizaciones, y que definen y disponen los elementos que demanda el proceso de producción de ciudad. De tal manera, un elemento constante es la disposición de unas relaciones subordinadas a otras en un entramado de poder que actúa como configurador social, espacial y temporal del territorio; en el que “es preciso saber justamente dentro de qué economía general de poder se sitúan el proyecto y la estructuración del espacio y el territorio” (Foucault, 2009, p. 45).

La ciudad se transforma entonces en ámbitos especializados de nuevas movilidades, subjetividades e intersubjetividades que la producen. Los habitantes son sujetos herederos de una mezcla de revolución de derechos, de procesos de producción industrial y de nuevos avances en tecnologías de la información y la comunicación; por lo cual, se consolidan relaciones de complejidad creciente.

Esta explosión tecnológica ha producido una explosión semejante de la propia ciudad debido a que ha estallado esparciendo sus organizaciones y órganos complejos por el paisaje entero (Mumford, 1961). Hoy, la explosión de intersubjetividades da paso a una manifestación más intensa de sentidos y atributos que afloraron con mayor fuerza durante los últimos 200 años de desenvolvimiento de lo urbano.

Entre estas subjetividades e intersubjetividades, una que no alcanza el grado de maduración de otras es la conciencia sobre el impacto que la presencia masiva y activa del Homo sapiens tiene sobre el planeta. De tal manera que, si bien es cierto que los impactos del Antropoceno corresponden a un acumulado de cerca de doce milenios, es durante las dos últimas centurias que las actividades antrópicas han tenido mayor impacto sobre el planeta.

Las configuraciones que adopta la extensa huella urbana después de doce mil años son de nuevo tipo, una vez que se ha trascendido la escala de las formaciones sostenibles, o por lo menos de impactos mitigables. Se trata de situaciones sobre las que el sujeto contemporáneo enfrenta conjeturas aún no resueltas. A partir de ahí surge la pregunta: ¿está el Homo sapiens en capacidad de reorientar los procesos de producción de ciudad cuando ésta se manifiesta a partir de configuraciones de escala y complejidad inusitadas?

La respuesta debe ser considerada en un contexto en el que se expanden las formas virtuales de comunicación y las expresiones culturales, en el que se consolidan los intercambios comerciales y las transacciones financieras de la más reciente globalización, y en el que se afianzan las estructuras de poder que dominan las intersubjetividades que la producen. De esta forma, ¿hay acaso una nueva transposición en proceso de construcción por parte del Homo sapiens que le permita, desde la ética, el pensamiento crítico, la sostenibilidad ambiental, la justicia social y espacial, la comprensión creativa de aquello que hoy sucede? O ¿Será la ciudad el mayor acto creativo y destructivo del hombre?

La Ciudad hoy

La politopía urbana tiene en la metropolización y en la regionalización respuestas recientes4 frente a la expansión inusitada de la ciudad. Ello es consecuencia de la necesidad de mayor concentración de la población mundial como producto de la Revolución industrial y por la revolución informática. Son los cursos de acción de la ciudad seguidos en función de la intensificación y diversificación de las intersubjetividades contemporáneas y de la mayor demanda de espacio para el asentamiento. Muchos factores se conjugan en el crecimiento de la ciudad, pero en general el aumento del bienestar y la disminución de la mortalidad y el aumento de la natalidad, gracias al avance de la medicina, fueron los factores importantes que llevaron a la explosión demográfica en la modernidad (Dollfus, 1999).

Como parte del proceso de urbanización y el paso siguiente a la consolidación y masificación de las ciudades modernas, deviene el proceso de metropolización que se identifica como la formación de conjuntos de urbes de diverso tamaño que, debido a su crecimiento, pueden o no dar paso a la conurbación. Estas metrópolis cuentan con desarrollos muy importantes en materia de comunicaciones terrestres e informáticas, y constituyen un factor de cambio producto de la industrialización en cuanto a que las ciudades en su planificación ubican sectores para cada tipo de actividad dentro de la misma ciudad.

De este modo, las industrias grandes quedan ubicadas en lugares de importancia estratégica para el transporte, pero no tan cercanas al centro administrativo (Dollfus, 1999). El paso siguiente es de escala nunca visto donde la región urbana es producto de relaciones complejas en amplias superficies nacionales y trasnacionales.

La clásica noción de región y de red urbana se ve transformada actualmente después de revisado el proceso de transformación del mundo, así como las nociones clásicas de la relación campo-ciudad, pues, aunque no se niega la supervivencia en el tiempo de estas relaciones, han cambiado de forma y de contenido (Santos, 1996, p. 48). Santos va a llamar las va llamar “circuitos espaciales de producción”, que están organizados según una lógica global. Por su parte, Dollfus (1999) indica que los cambios conducen el proceso hacia la región urbana como forma definitiva.

Así, la regionalización va a ser entonces el último paso del proceso de mundialización y globalización, que se puede ver históricamente en el paso de las ciudades – Burgos, en la decadencia del feudalismo, a la creación de países y Estados después de las grandes guerras ocurridas en Europa, hasta la debilitación de las categorías Estatales de organización territorial (que se conoce como Estado desbordado), con la formación de zonas de influencia mundial, que tienen que ver más con regiones de influencia, conectadas por redes globales, que por límites geográficos físicos. (Dollfus, 1999, p. 63)

La región urbana es una formación de nuevo tipo donde la intensidad y densidad de las relaciones requiere de un continuo espacio de gran escala que comunica territorio de países diversos como sucede en el tronco central de Europa: desde el norte en Dinamarca hasta el Mediterráneo en Francia e Italia. La expansión de las redes típicamente urbanas de la ciudad moderna trasciende a nuevos tipos de redes que soportan viejas y nuevas relaciones.

En este sentido, el medio por el cual se relacionan estos dos ámbitos son las redes; redes que tienen diferente naturaleza, por ejemplo, un tipo de red de comunicación son los medios de transporte de mercancías, así los transportes en barco y los puertos marítimos, son espacios de conexión entre lo local y lo global, así mismo como los ferrocarriles, trenes de cercanías, aeropuertos y demás medios de transporte. Por otro lado, existen también las redes de comunicación informática por medios impresos y virtuales, dentro de estos los medios de comunicación masivos, como los diarios, los libros, el internet, y las redes sociales entre otros, son espacios de conexión entre lo local y lo global. Otros ejemplos serían el de las redes financieras y mercantiles, y el de las redes políticas, este último se muestra en la creación de entidades transnacionales que impulsan políticas mundiales, tales como la onu, el Banco Mundial, etc. (Dollfus, 1999)

De tal manera, la concentración de población y la aglomeración de actividades e intercambios económicos dan frutos de múltiples características. Es el policultivo urbano que entrega vastas y múltiples cosechas cuando las interacciones se multiplican y las densidades del proceso de producción del espacio incrementan. El mismo Dollfus afirma que “antes de la mundialización, la humanidad era relativamente homogénea; quizá un monocultivo. En su gran mayoría estaba formada por poblaciones rurales, de agricultores y ganaderos, que vivían al límite de la supervivencia, sujetas a las carestías, epidemias y hambrunas” (1999, p. 31). En oposición a ello, lo que hoy se aprecia es un nuevo salto cualitativo en el cual territorios urbanos —metropolitanos y regionales— adquieren configuraciones apenas visualizadas décadas atrás.

El policultivo germinó con la revolución Agrícola, pero tiene sus manifestaciones más complejas con la intensificación y densificación inédita de todas las relaciones y los circuitos espaciales y económicos. Esto durante los últimos cincuenta años con dinámicas de enorme fuerza y trascendencia en el proceso de urbanización del planeta a partir de la más reciente globalización (Sachs, 2021), y mundialización (Dollfus, 1999). Entendida la mundialización como

Un torbellino de crecimientos de todas clases, desigualmente distribuidos, que afecta a las condiciones de existencia de todos, pero de manera distinta, y que contribuye, a todos los niveles, a las modificaciones de las masas y de su distribución entre la ciudad y el campo, entre regiones, países y continentes. (Dollfus, 1999, p. 21-22)

Hoy se sabe que la persistencia en el monocultivo, tanto el referido al agronegocio5 como en oposición a la transposición que aquí se formula, se percibe como intento de homogenización de las sociedades urbanas en países altamente industrializados, y es un enorme error histórico que el sapiens comete. Es una clara contradicción al sentido histórico de la producción de ciudad. El monocultivo es un antivalor tanto en la agricultura —frente a la diversidad alimentaria— como frente a la diversidad de la ciudad. La persistencia en los monocultivos agrícolas y la proliferación de posturas contra la inmigración y la inclusión social, por solo mencionar dos aspectos, atentan contra la sostenibilidad de los procesos de producción del espacio urbano contemporáneo.

Entre la diversificación de las movilidades, el afloramiento creativo de sus más distintivas transposiciones (politopías, policultivos, policromías) las nuevas subjetividades e intersubjetividades, el control relativo de los comportamientos de la población, el avance de las posturas más conservadoras, las importantes deficiencias en algunas relaciones, la xenofobia, aporofobia, la imposición de fuertes parámetros económicos, sociales y políticos de los diversos factores de poder, y la incertidumbre sobre los productos obtenidos y la gestión de sus residuos, transita el proceso de producción de ciudad contemporánea, especialmente desde la Revolución Industrial.

En todos aquellos aspectos en que los sistemas económicos y de gobierno, sus imperativos morales y sus poderes actuaron en contra del interés general y negaron la integración, la justicia y la sostenibilidad del planeta se hallan las evidencias del punto más crítico de la evolución de la ciudad. Nada de lo que se intente hacer por mejorar las condiciones del desenvolvimiento urbano tendrá éxito si está encuadrado en los límites establecidos por poderes que actúan de manera antidemocrática e insostenible.

Es por lo que, a pesar de la planificación exhaustiva, las ciudades no alcanzan la perfección que proyectan, pues en la mayoría de los casos las actuaciones que gestiona la planeación difieren de lo formulado en los instrumentos. Los instrumentos que actúan como específicos contratos sociales y espaciales de las sociedades urbanas intentan mínimamente regular el proceso bajo el monopolio de la administración pública.

Sin embargo, ese monopolio es imposible de ejercer en una ciudad similar a un palimpsesto, erigida sobre las capas de los sucesivos accidentes de la historia; una ciudad que ha surgido y sigue surgiendo de una asimilación selectiva de tradiciones divergentes, así como de la absorción igualmente selectiva de innovaciones culturales, con ambas selecciones sujetas a reglas cambiante. (Bauman, 1998, p. 56).

Los retos que se enfrentan son de la más alta complejidad imaginada, y las respuestas claman, tanto la creatividad del Homo sapiens —de la cual se tienen magníficos ejemplos— como también una voluntad de cambio general que aún no se presagia.

A menudo, las teorías que tenemos resultan tan unidimensionales y rígidas que quedan lejos de llegar a desentrañar la riqueza y complejidad que se encuentra en la experiencia urbana. Abordar una aproximación a la ciudad y a la experiencia urbana desde una perspectiva unidimensional no es buen camino […] Recurrir a un modelo dialéctico y de relaciones para desarrollar una investigación histórico – geográfica nos debería ayudar a evitar esas trampas. (Harvey, 2008, p. 27-28)

Las dos últimas centurias constituyen entonces el momento de mayor expansión de las capacidades humanas en ámbitos de reconfiguración territorial del planeta (ver gráfico 3), ya sea que esta se desarrolle de manera formal o informal, casi a medidas iguales, especialmente en las Marginópolis6de los países que, con menos industrialización y herramientas de planificación, control del crecimiento y justicia social, han debido enfrentar las imponentes fuerzas de la urbanización planetaria.

Quizá las categorías más actuales para el estudio de la ciudad, ante las cuales Mumford pidió que estuviésemos muy atentos, son las transposiciones, la región y el Antropoceno. Habrá de esperarse si el Homo sapiens está en capacidad de reorientar el Antropoceno hacia la identificación de nuevas transposiciones que rompan la tendencia hacia la marginalización en las enormes regiones en que el planeta se reconfigura actualmente.


Figura 3
Cifras poblacionales futuras basadas en las predicciones de la onu con una variante media
Fuente: BBC News Mundo (2011)

Buenaventura

Si bien es cierto que la integración de sociedad-espacio-tiempo se da en medio de condiciones que varían permanentemente, también lo es que el desenvolvimiento de esta relación ofrece, como tendencia predominante, nuevas fases de desarrollo; las cuales alcanzan a expresarse como entidades, en el significado filosófico del término, como “aquello que constituye la esencia o la forma de una cosa” (Significados, s.f.).

En Buenaventura las interrelaciones que producen territorio han buscado configurar la ciudad y el puerto, subsidiaria la una del otro, pero no integrados en una única entidad deseable: la ciudad-puerto. Ello, por cuanto en diversos periodos los procesos de producción de sociedad y espacio han estado destinados de manera diferenciada a la creación, primero, de la entidad puerto y, segundo, a la entidad ciudad. Procesos muy pocas veces vinculados estrechamente a lo largo de la historia de Buenaventura.


Figura 4
Localización de Buenaventura
Fuente: Geoactivismo.org (s.f.)

Buenaventura es una de las fachadas más importantes que Suramérica tiene sobre la cuenca del Pacífico. Es terminal nervioso del sistema económico colombiano, y es altamente dependiente de las exportaciones e importaciones. Sin embargo, Buenaventura no es una ciudad-puerto. Siguiendo a Elias (2016), y a su concepto “configuración social”, se puede afirmar que el tiempo es también una configuración, así como el espacio, y que en conjunto construyen territorios de maneras particulares. Bien pueden estos territorios estar integrados o diferenciados, y ello depende, fundamentalmente, del tipo, calidad e intensidad de las relaciones y los elementos y medios que se tienen a disposición.

Tan relativa es la relación sociedad-espacio-tiempo, que en lugares singulares ofrece un conjunto de manifestaciones que bien pueden convivir, aun siendo diacrónicas y sincrónicas. Buenaventura es uno de estos paradójicos lugares en que, durante algo más de tres siglos, por no decir los 483 años que tiene de fundación oficial, se expresa de diversas maneras una conflictiva relación entre la ciudad y el puerto.

De la misma manera, es un lugar en el que se expresan simultáneamente diversas escalas de producción del espacio que van desde lo local hasta lo global, pasando por las dinámicas regionales y nacionales que determinan fuertemente su carácter de enclave económico territorial. Buenaventura no es un lugar, sino varios; no es de un tiempo, sino de varios. Podría decirse que es un lugar de sociedades, espacios y tiempos diversos: un multiterritorio.

La razón de la variabilidad identificada en sus principales materializaciones se halla en que las condiciones para el proceso de producción de ciudad están distanciadas de las condiciones para el proceso de producción del puerto. Y esa distancia se aprecia en la conflictiva relación entre la sociedad que produce la ciudad —conformada especialmente por nativos, migrantes y comerciantes menores con una débil relación con los gobiernos nacional y seccional, pero con una fuerte relación con el gobierno local—, y la sociedad que produce el Puerto —conformada especialmente por empresarios e inversionistas con relaciones privilegiadas con los gobiernos nacionales, seccionales y locales—.

La diferencia también se expresa en la disposición del espacio para la producción de la ciudad con localizaciones inicialmente privilegiadas que luego se fueron desplazando a entornos periféricos: lejos de los medios de producción, del acceso directo al mar y de recursos como la pesca. Para el puerto se hicieron paulatina y violentamente las mejores localizaciones en la bahía y los esteros que penetran sobre el continente en una dinámica que no termina y que es generadora de los más intensos conflictos entre los empresarios y las comunidades organizadas.

Se puede colegir con la producción diferenciada del tiempo para cada entidad, así como para la producción del espacio. En todos los instrumentos de planeación y en los presupuestos públicos del orden nacional durante el último siglo, cuando se han presentado las mayores inversiones del Estado, la infraestructura y logística portuaria son privilegiadas.

Aunque Buenaventura y su actividad portuaria generan importantes rendimientos a la Nación, ésta devuelve muy poco en inversión para hacer frente a las demandas de la ciudad y la población. El tiempo de la gestión pública no pasa igual para ambas entidades cuyo déficit se acumula en alimentación, servicios sociales básicos, servicios públicos domiciliarios y vivienda. Sin embargo, es de los más altos del país desde que se liquidó la empresa pública Puertos de Colombia en el año 1991.7

La vocación de las ciudades es definida, principalmente, por su condición de utilidad (por el papel que juega) en el entramado de intercambios económicos en diversos ámbitos territoriales. En función de ello crece y se consolida o se deteriora. Pero hay ciudades que no logran consolidarse, y aunque su deterioro es notorio, subsisten como concentraciones con alguna utilidad por algunas actividades que les sustentan, en parte formales, pero mayormente residuales o marginales.

Ello, quizá en razón a que no se producen como ciudades, sino como enclaves territoriales de dinámicas económicas que se sitúan por encima de las relaciones locales. Eso sucede con Buenaventura, pues los mejores desarrollos del mundo urbano no están presentes al servicio de la población y su entidad ciudad, sino, principalmente, al servicio de la entidad puerto y de los intereses que representa. Podría afirmarse —y de eso se ocupa la tesis doctoral que retoma el presente artículo— que Buenaventura se halla en proceso de producción de una ciudad sin lograrlo.

En Buenaventura, la politopía se expresa en el puerto como desarrollo más significativo del mundo urbano global; no tanto en la Ciudad que no alcanza una configuración importante más allá de sectores centrales que surgieron y se consolidaron en torno a la actividad portuaria, pero que luego se estancaron. La policromía tiende a la monocromía debido a la predominancia de las manifestaciones culturales de la etnia afrodescendiente sin que, desde luego, sea una valoración negativa de la posibilidad de construir ciudad, pero ante lo cual se requiere una mayor apertura y posibilidades de entrecruzamientos.

Aquí es necesario advertir que no existe una negación de parte de la población afrodescendiente frente al arribo de nuevos pobladores, pero las circunstancias en que se desenvuelve la ciudad desde hace por lo menos cuatro décadas no hacen apetecible la permanencia en esta por parte de quienes disponen de otra opción de localización, sean o no afrodescendientes. De hecho, la migración es de las más altas de Colombia.

La ciudad no ha podido entregar los mejores y más diversos frutos que le posibilitarían un desarrollo de mayor apertura; por lo tanto, está más cerca de ser percibida como un monocultivo antes que un policultivo urbano. Una ciudad-puerto logra serlo sólo en la medida que derribe barreras en la integración regional, nacional y global, y entregue a su población, al país y al mundo su mejor desempeño en todo sentido.

Al respecto, Dollfus (1999) indica que las mayores operaciones financieras y la mayoría de los nuevos conocimientos científicos se deciden y definen en las ciudades puerto. De la misma manera, señala que, a partir del siglo xvi, las economías mundo se han desplegado a través de los océanos. De ahí el valor de las regiones situadas en las proximidades de los grandes puertos (Dollfus, 1999).

La organización de los espacios en las sucesivas globalizaciones tiene relación con la posibilidad de disponer de áreas de producción local y regional en entornos preferiblemente cercanos a ríos, a grandes lagos, y de puntos de contacto con el mundo exterior a partir de la construcción de puertos fluviales y marítimos. Los inconvenientes y las ventajas de los medios naturales, en sus respectivas distribuciones, incluyen siempre en la organización de los espacios del mundo de la globalización (Dollfus, 1999). Esta correlación no ha sido bien comprendida desde el Estado central que asfixia y exprime a Buenaventura al considerarla un enclave económico territorial y no una de sus más importantes ciudades puerto.

El Estado colombiano ha jugado históricamente el papel de promotor y financiador de las infraestructuras que sirven al puerto contribuyendo en su consolidación, más no de la ciudad, marginal en las actuaciones e inversiones públicas. Recientemente, la globalización introduce presión internacional para la reconfiguración territorial de la mano de los gobiernos nacionales durante las últimas cuatro décadas; lo que sitúa en nuevo estadio el conflicto entre las dos entidades, la ciudad y el puerto. Los resultados están a la vista, pues no parece un conflicto localizado, sino un padecimiento generalizado.

En mi opinión […] la condición posmoderna se asienta sobre la paradoja de la ocurrencia simultánea de tendencias contradictorias, Por ejemplo, estamos asistiendo a un proceso de globalización de los procesos económicos y culturales que genera un estilo de vida gradualmente más conformista, consumismo y un desarrollo de la tecnología de la telecomunicación. Y, al mismo tiempo, podemos ver la fragmentación de estos procesos, y la incidencia de sus efectos concomitantes en el incremento de las injusticias estructurales, la marginalización de amplios segmentos de la población y el resurgimiento de diferencias regionales, locales, étnicas y culturales no sólo entre bloques geopolíticos, sino también dentro de ellos. (Braidotti, 2005, p. 216)

Las transformaciones económicas se reflejan en los cambios políticos y las acciones de gobierno; lo que induce transformaciones del espacio al incorporar elementos de homogeneización y jerarquización del espacio destinado a la productividad; la cual está ligada a los intercambios comerciales masivos y a toda su logística de soporte, especialmente en los territorios identificados como enclaves de la globalización. El espacio se produce en función de nuevos referentes de localización de las principales actividades, de nuevas calidades estéticas y de nuevas relaciones funcionales propias del sistema territorial útil a las dinámicas productivas y de intercambio.

De manera particular, en el Estado colombiano las acciones de la globalización se adelantan sin que ello implique cambios estructurales en el modelo de organización territorial con leves adecuaciones de sus formas de gobierno. En esencia, el Estado unitario ha sido útil a diversas orientaciones de desarrollo económico, como hoy, a lo largo de dos siglos, según se trate de la sustitución de importaciones, del apoyo a sectores estratégicos o de la apertura de mercados con mayor o menor participación según se requiera.

Las concesiones de soberanía frente a actores externos en relación, por ejemplo, con políticas de ajuste estructural impuestas por organismos financieros internacionales, han sido mucho más significativas que las concesiones de autonomía frente a actores internos. Por consiguiente, podría afirmarse que la solidez y postura del Estado colombiano se relativiza en función de las políticas y de los actores que las agencien.

El Estado no ayuda a la consolidación de sus estructuras urbanas más importantes. Por el contrario, cede a las dinámicas de apropiación de los beneficios del desarrollo por la vía de las privatizaciones, la orientación de la inversión, la concentración de las decisiones y las restricciones a la autonomía territorial. La exclusión y la marginalidad son problemas propiciados también por estructuras y superestructuras. En ese entramado de poder económico y político se reconfigura desde hace 300 años Buenaventura.

Conclusiones

El espacio urbano como medio de producción de la ciudad aparece en la historia un paso más allá del espacio natural hasta entonces infinito. Para cada encuentro con su medio, las poblaciones humanas dispusieron relaciones, relatos, instrumentos y herramientas de diferente tipo, lo que ha dado paso a diversos modos de producción del espacio.

Tales modos de producción han constituido en amplias etapas históricas sendas revoluciones del proceso de civilización desde la condición nómada del ser humano al asentamiento primitivo, y posteriormente a la aglomeración urbana, a la ciudad y a otras fases superiores del proceso de urbanización del planeta como la metrópoli y “la región urbanizada que, conceptual y territorialmente rebasa a la metrópoli” (Mattos e Iracheta, 2008, p. 104). Estos dos últimos estados del proceso de urbanización se encuentran aún en maduración y consolidación en países con menor industrialización.

El proceso de urbanización ha mostrado sus mayores logros y desaciertos en forma de ciudades, y en la configuración de territorios nacionales y la conformación de sus correspondientes estados. De tal manera, el Antropoceno y la conjugación de todas las revoluciones humanas de los últimos 12 000 años: Agrícola, Urbana, Industrial, Informática, generan ahora nuevas demandas en la problematización de los territorios.

La aproximación a las múltiples formas de construcción de sentido, las transposiciones, las escalas de agrupación, los grados de diferenciación e integración, y los tipos de composición y configuración aportan claves para la lectura de aquello que en principio pareció tan simple como detener el frenesí nómada, pero que entraña nada menos que la complejidad de las múltiples maneras de ser y estar como individuo y como sociedad en el espacio y el tiempo durante las metamorfosis del Antropoceno.

Una vez inició la deriva urbana, no hubo posibilidad de volver atrás. La mayor antítesis del movimiento es quizá la movilidad misma que transformada en su naturaleza permitió el asentamiento. No obstante, no hubo tal cosa como quedarse inmóvil, pues la ciudad transformó la manera de ser y estar en el espacio, y la intersubjetividad hizo lo demás. Los múltiples productos urbanos lo son entonces en función de los tipos de movilidad y de relacionamiento en el espacio.

De tal manera, deben ser intervenidas estas dos funciones —la movilidad y el relacionamiento— si se trata de combatir los efectos catastróficos que vislumbra el culmen de la era urbana. Las transposiciones son un nuevo prisma para comprender los campos de acción a explorar, ya que la ciudad se parece a la sociedad que la construye.

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Notas

1 De acuerdo con Harari (2015), la revolución cognitiva corresponde a la primera revolución del Homo sapiens donde éste empieza a pensar; la revolución agrícola, por su parte, ocurrió hace unos 12 000 años y corresponde a la segunda revolución donde los humanos dejan la recolección de alimentos para manipular sus hábitats y domesticar plantas y animales; y la revolución científica y tecnológica, que data de hace unos 500 años, corresponde a la tercera revolución.
2 El concepto fue desarrollado por el matemático y profesor francés Yves Chevallard (Fingermann, 23 de diciembre de 2019).
3 Traducción propia del original.
4 No puede olvidar el lector que el horizonte de desarrollo de la ciudad es el de una era geológica, con lo cual, si el artículo refiere a algo relativamente reciente, puede considerarse que se refiera a algo generado hasta un par de siglos atrás.
5 De acuerdo con Castro, Moreno y Villadiego (2019), El desarrollo del agronegocio ha llevado a una mayor expansión de los monocultivos, lo que ha resultado en la deforestación de grandes extensiones de tierra, la pérdida de biodiversidad y el desplazamiento forzado de comunidades indígenas, afrodescendientes y campesinas. Esto ha llevado a la pérdida de la soberanía alimentaria de estas comunidades.
6 El término Marginópolis lo introduje en el artículo que lleva el mismo nombre publicado en la revista Bitácora Urbano-Territorial de la Universidad Nacional. En este estudio, describo cómo un fuerte sentimiento de incertidumbre y desasosiego se apodera de grupos importantes de población marginada en Colombia, América Latina y el mundo subdesarrollado, que durante décadas han presenciado y protagonizado parte de las más importantes transformaciones del planeta urbano sin poder acceder a los beneficios sociales, económicos, espaciales, ambientales, políticos, normativos y culturales que debiera conllevar su naturaleza de citadinos y ciudadanos. El término Marginópolis se refiere a esta realidad y busca orientar el debate en dirección a una renovada denominación de este. Para más información ver Millán (2008).
7 Los datos más actualizados sobre la situación social y económica de Buenaventura se hallan en la web del DANE. Para más información ver Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas (2020).

Información adicional

*: El presente artículo es un subproducto de tesis doctoral, y se publica como requisito de graduación del Doctorado en Estudios territoriales de la Universidad de Caldas en Manizales, Colombia.



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