Resumen: El objetivo de este artículo es analizar la participación de las mujeres en su dinámica familiar y comunitaria durante el confinamiento por COVID-19; así como, el papel que tuvo WhatsApp en la integración de redes solidarias para hacer frente a la contingencia en comunidades de Toluca, Estado de México. La metodología que orientó la recolección de datos consistió en una etnografía digital, con la que se indaga sobre el rol que tuvo el uso de la aplicación de mensajería instantánea en: 1) la dinámica familiar, específicamente en el tema de cuidados; 2) la construcción de redes solidarias en la comunidad. Desde esta perspectiva, se reconoce a WhatsApp como un campo de estudio, un método digital y una herramienta de recolección de datos que permite integrar un enfoque de investigación-acción en situaciones de crisis. Los resultados obtenidos confirman la acentuación de desigualdades entre hombres y mujeres derivados de la pandemia y contribuyen con evidencia a los estudios en materia de derecho a la ciudad de las mujeres.
Palabras clave: redes solidarias, contingencia sanitaria, derecho a la ciudad, estudios de género.
Abstract: The objective of this paper is to analyze the participation of women in their family and community dynamics during the COVID-19 confinement, as well as the role that WhatsApp played in the integration of solidarity networks to face the contingency in communities of Toluca, State of Mexico. The methodology that guided data collection consisted of a digital ethnography, which investigated the role of the instant messaging app in 1) family dynamics, specifically in the issue of care and 2) the construction of solidarity networks in the community. From this perspective, we recognized WhatsApp as a field of study, a digital method and a data collection tool that allows integration of an action research approach in crises. The results confirm the accentuation of inequalities between men and women derived from the pandemic and contribute evidence to studies on women's rights in the city.
Keywords: solidarity networks, health contingency, right to the city, gender studies.
Artículos de investigación
Los entramados de mujeres para sostener la vida durante la crisis: el uso de WhatsApp para organizar y socializar el cuidado, el caso de Toluca, Estado de México
Women's networks to sustain life during the crisis: the use of WhatsApp to organize and socialize care, the case of Toluca, State of Mexico
Recepción: 30 Abril 2022
Aprobación: 05 Marzo 2024
Publicación: 01 Julio 2024
La variante de coronavirus denominada SARS-CoV-2, causante de Covid-19, constituye un referente de carácter internacional. Desde la declaratoria de alerta por su propagación en 2019 hasta momentos recientes, la comunidad científica ha advertido de sus impactos en dos niveles: 1) el público: aspectos económicos, políticos, sociales, así como territoriales; particularmente, visibilizó a las ciudades como perpetradoras de la desigualdad; y 2) el privado: donde se ubican las dinámicas familiares o la organización de los hogares, es decir, la distribución de actividades y responsabilidades (Medina, 2020; Meza y Hernández, 2020; Robles et al.,2020; Díaz-Badillo et al., 2020).
Una particularidad de la contingencia sanitaria fue el uso y apropiación de los dispositivos y redes sociodigitales; estas acciones permitieron la organización, tanto pública como familiar. Lo que a su vez decantó en la conformación de sinergias, en su mayoría de carácter informal, que hicieron posibles cuidados, abastecimiento de alimentos y medicamentos, contención emocional, configuración de las dinámicas del hogar y prácticas vecinales y del barrio (Peña et al., 2021).
En conjunto, 1) la diversificación de los impactos de la pandemia en el territorio, 2) la organización de los hogares, así como la distribución de las actividades no remuneradas y de cuidados y 3) el uso de las redes sociodigitales para garantizar la organización, han virado la atención hacia las mujeres y han visibilizado la importancia de los cuidados y su socialización para garantizar el bienestar al interior de los hogares, en general, para la vida cotidiana en la comunidad. Es decir, permiten verificar el vínculo entre género y territorio, de ahí la relevancia de su análisis.
En atención a lo anterior, este trabajo tiene como objetivo analizar la participación de las mujeres en la dinámica comunitaria durante el confinamiento por COVID-19 y el uso de WhatsApp para la integración de redes de apoyo femenino para hacer frente a la contingencia en comunidades de Toluca, Estado de México.
Como objetivos particulares se encuentran: 1) describir las transformaciones, tensiones o continuidades de la dinámica comunitaria y 2) analizar cómo el uso de redes sociodigitales, particularmente WhatsApp, hicieron posible la interacción y organización comunitaria, permitiendo sostener la vida en contingencia.
La primera parte del documento responde al apartado metodológico, en el que se explica que esta investigación aplica una propuesta metodológica digital para el estudio de las redes solidarias de mujeres durante el confinamiento por COVID-19 en el territorio antes referido.
Se señala que el estudio se llevó a cabo a partir de la aplicación de 15 entrevistas a mujeres con diferente grado de afectación por la enfermedad,1 así como con diferentes grados de participación en la vida comunitaria. Se particulariza en el interés de indagar sobre el significado que tuvo el uso de redes sociodigitales, específicamente de WhatsApp para hacer posible la construcción de redes solidarias en el barrio-comunidad. Desde esta perspectiva, como señalan Ortega et al. (2018, p. 39), se reconoce a WhatsApp como un campo de estudio, un método digital y como una herramienta de recolección de datos que permite integrar un enfoque de investigación-acción en situaciones de crisis.
La segunda parte, corresponde a la revisión y análisis de los datos obtenidos durante el trabajo de campo; se da cuenta de las dinámicas, así como de las estrategias de comunicación y organización con otras mujeres para compartir saberes sobre el cuidado y prevención del COVID-19, el abasto de medicamentos, oxígeno, alimentos; en su caso, posibilitar el aprendizaje de hijos, hijas, sobrinos, sobrinas o dependientes menores, la apropiación y resignificación de los lugares comunales, de cómo esto fue posible gracias al uso de WhatsApp.
Finalmente, se presentan una serie de apuntes y propuestas orientadas a las posibilidades que se tiene para continuar el análisis de la dinámica sociocultural en y después de la pandemia por COVID-19 a partir del uso de metodologías digitales. También, se despliega la pertinencia de abordar las crisis como una posibilidad para la generación de evidencia que permita una toma de decisiones integral, centrada en la prevención integral de riesgo y el derecho a la ciudad de las mujeres.
La transmisión del COVID-19 fue distinta en función de las características y estructura del territorio, las condiciones de salud y la composición sociodemográfica. Al respecto, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (inegi, 2021) señaló que la epidemia se comportaba de diferente manera en cada una de las entidades, siendo una de las más perjudicadas la Ciudad de México, cuyo grado de afectación se relaciona con la cantidad de habitantes y con la densidad de población. Esto se reflejó en la cantidad de decesos por cada 10,000 habitantes; mismos que corresponden a 32, más que en cualquier otra entidad. Le siguieron Baja California, Estado de México y Sonora, los tres con 21 decesos por cada 10,000 habitantes. En contraposición con Chiapas, Oaxaca y Michoacán, con las cifras más bajas.
La Ciudad de México fue la entidad con el mayor número de defunciones con cerca del 22.5 %, seguida del Estado de México con 15.3 %; Baja California, 6.7 %. Dichas entidades, junto con Veracruz, Puebla, Sinaloa, Tabasco y Guerrero, concentraron el 66.5 % del fenómeno (Kánter Coronel, 2020).
El comportamiento de la pandemia, tanto en Ciudad de México como en la entidad mexiquense, fue similar en cuanto a la expansión del virus. De acuerdo con Suárez Lastra et al. (2020) esto respondió a las condiciones y dinámica de ambos territorios. Pues que se tratan de geografías que, por su cercanía, comparten flujos de movilidad escolar y laboral, así como prestación de bienes y servicios. A lo anterior, se sumó la dinámica de la Zona Metropolitana del Valle de México (zmvm) y la Zona Metropolitana de Toluca (zmt).
La zmt se compone de 16 municipios, derivado de su composición poblacional de 2 202 886 habitantes, es la quinta de las setenta y cuatro zonas metropolitanas del país. Como sucedió en otras zonas metropolitanas de México, la zmt mantuvo una dinámica singular durante la pandemia (Lozano-Keymolen et al., 2021), atribuida a su relación geográfica, económica y funcional con la Ciudad de México (Pedrotti y Cota, 2021) así como a su contexto heterogéneo.
De acuerdo con González (2021), de las principales zonas metropolitanas de la entidad mexiquense, la zmt fue la segunda con mayor número de defunciones por COVID-19 con 21.1 % de las muertes registradas. Esto después de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México (zmcm), que concentró el 40 %.
Los primeros casos de COVID-19 se registraron en Lerma y Metepec, después aparecieron en Toluca; siendo estos tres municipios los que, además de tener las mayores densidades de población (2 046.66, 3 373.22 y 608.75, respectivamente), presentaron el mayor número de casos positivos confirmados y defunciones.
Por lo anterior, se consideró a las ciudades como epicentros de la pandemia, por cuanto tuvieron un papel crucial en la propagación del virus y en la contención del contagio cuando se implementó la política de confinamiento. De acuerdo con el Atlas de vulnerabilidad urbana ante COVID-19 (Universidad Nacional Autónoma de México [unam], 2020), la dinámica socioeconómica y de movilidad en las Zonas Metropolitanas de México fue determinante para que el virus se propagara a las comunidades menos urbanizadas (considerando que quienes habitan en ellas, suelen trasladarse a centros urbanos para realizar sus actividades económicas).
Por otro lado, las zonas metropolitanas son el centro de la infraestructura, las responsables de distribuir bienes y servicios. En ese tenor, las condiciones sociales, económicas y de movilidad previas a la pandemia hicieron que se generaran patrones espaciales de grados de vulnerabilidad, razón por la cual, el contagio fue acelerado, siendo estas condiciones las que provocaron que la pandemia manifestara comportamientos diferenciados (Lozano-Keymolen et al., 2021).
Así, los esfuerzos por comprender la dinámica de la pandemia en las ciudades se han centrado en los elementos epidemiológicos, niveles de mortalidad, comorbilidad, desde el vínculo con el territorio y a partir de las dimensiones demográficas, socioeconómicas, de movilidad y de salud (Singer, 2020; Suárez-Lastra, 2020). Por otro lado, se ha explorado cómo las condiciones geográficas y las características de las comunidades influyeron en las dinámicas sociales durante este periodo, en el que la convivencia social se modificó y con ella la organización, las dinámicas vecinales, el acceso a servicios, así como la participación (Segura, 2020; Ziccardi y Figueroa, 2021).
Para los objetivos que ocupan a este trabajo, se enfatiza la atención en los impactos de la pandemia en el nivel público, desde un enfoque territorial. Estudios recientes como el de Peña et al. (2021) manifiestan que cuidarse recíprocamente en el territorio hizo posible hacer frente a la pandemia, garantizar el acceso a servicios, alimentos, actividades recreativas, medicamentos, etcétera.
En este sentido, fueron las mujeres quienes en su mayoría lideraron la articulación de esquemas solidarios dentro de los vecindarios. Muchas veces gracias al uso y apropiación de redes sociodigitales como Facebook o WhatsApp, mismas que les permiten organizarse en el ámbito privado, es decir, en sus hogares o redes familiares, pero también, en el ámbito público, dentro de sus comunidades.
Al respecto, es importante señalar que, aunque la política Quédate en casa tuvo impactos relevantes en la vida cotidiana, tanto de hombres como de mujeres, fue más evidente en ellas. Lo anterior, permitió visibilizar la crisis multidimensional advertida durante años, tanto por colectivos feministas, como por investigadores y especialistas en perspectiva de género (Pérez Orozco, 2011); particularmente, en el tema de cuidados, desigualdades y división sexual del trabajo. Por ejemplo, la evidencia demuestra que antes de la contingencia sanitaria las mujeres realizaban la mayor parte del trabajo del hogar y de cuidados, dedicando al menos 29 horas semanales a estas actividades, en comparación con los hombres que destinaban 9.2 horas. Esta carga de trabajo aumentó durante la pandemia hasta un 25 % (Instituto Mexicano para la Competitividad [imco], 2021).
La prevalencia y aumento de las desigualdades en la distribución de las actividades no remuneradas al interior de los hogares, producto del confinamiento por COVID-19, ha generado interés por comprender, tanto a nivel cuantitativo como cualitativo, las diferencias de género en las dinámicas familiares y en el trabajo de cuidado no remunerado durante esta etapa. Los principales resultados señalan que las mujeres no solamente han pasado más tiempo frente a las actividades del hogar, sino que también fueron ellas las que abandonaron o redujeron sus horas laborales —remuneradas— para dedicarse a tareas de cuidado en su casa (Parry y Gordon, 2021).
Empero, las mujeres no solamente asumieron las tareas de cuidado en sus hogares durante la contingencia, también cuidaron a otras personas y se organizaron con sus pares para garantizar el acceso a alimentos, medicamentos, ingresos, actividades de ocio y otros recursos. Ejemplo de estas dinámicas son: colectas vecinales, comedores comunitarios, donación de alimentos entre vecinos, ayuda a la movilidad —ya sea de personas enfermas o bien de aquellas que aun en contingencia no dejaron de realizar actividades laborales por la naturaleza de sus trabajos o las condiciones de sus organizaciones— (Rieiro et al., 2021). Lo anterior visibilizó el cuidado como una actividad orientada a alcanzar el bienestar (Faur, 2014; Bidegain y Calderón, 2018) tanto en el plano íntimo —familia— como en el público —comunidad—.
Como se ha dicho, el COVID-19 visibilizó el vínculo territorio, acción social y género (Beceyro, 2020), con ello, la crisis pandémica y pospandémica no solo acentuaron la crisis multidimensional preexistente (Pérez-Orozco, 2011), sino que generaron nuevas dimensiones que hacen más grandes las brechas de género.
Así, aunque los hogares son eslabón fundamental de los arreglos sociales, y sus integrantes agentes indiscutibles del sentido comunitario, existen momentos determinados en los que tienen lugar arreglos institucionales que permiten proveer de cuidados a los sujetos y sus familias. Desde esta postura, los hogares, las instituciones públicas, el mercado y las comunidades desarrollan en mayor o menor medida —en momentos coyunturales— el trabajo de cuidado (Razavi, 2007).
Ejemplo de lo anterior, son las redes vecinales originadas durante la contingencia por COVID-19. Al respecto, es pertinente señalar que de acuerdo con Walliser Martínez (2022), las redes vecinales, incluso desde su origen antes de la pandemia, han ocupado espacios vacíos de los servicios que no están siendo cubiertos en las ciudades. Estos entramados se caracterizan por emanar desde la solidaridad, para compensar las insuficiencias y corregir los sesgos de la justicia (Camps, 1990). En este caso la distribución de servicios de alimentación y otros básicos como salud, seguridad, movilidad e incluso oportunidades económicas. Por ello se considera que las redes solidarias han logrado ocupar los espacios de participación promovidos por el gobierno (Blanco, et al. 2018). Desde esta perspectiva, las redes mantienen dinámicas de cooperación y coproducción que trascienden la división entre lo público y lo privado (Jezierska y Polanska, 2018), es decir, colectivizan y politizan el abastecimiento de insumos y recursos, lo que les habilita como agentes transformadores.
Los arreglos solidarios gestados durante la pandemia no fueron exclusivos de mujeres, sin embargo, se tiene evidencia histórica, en distintos contextos de crisis, de que ellas se han sumado para hacer frente y contener los efectos de problemas económicos, políticos y las desigualdades sociales (Fournier, 2017). De este modo, la crisis sanitaria condujo a la revalorización de la organización social, lo colectivo y lo territorial mediante el cuidado recíproco (Peña et al., 2021).
Así, la segunda característica de las redes solidarias es que socializan el cuidado, lo que supone el desvanecimiento de las fronteras entre el hogar y el espacio comunitario (Pacífico, 2019). Dicho de otro modo, la emergencia sanitaria, así como sus efectos, han generado condiciones para la acción, para cuestionar los modos de vida e impulsar la transformación de las dinámicas sociales y territoriales a partir de una perspectiva comunitaria de los cuidados.
El abordaje metodológico de este artículo forma parte de los procesos digitales de mirada cercana (Ortega y Caloca, 2016), toda vez que se pretende indagar sobre el rol (significado) que ha tenido el uso de WhatsApp en dos niveles. Primero, en la dinámica familiar, específicamente, en el tema de cuidados; segundo, en la construcción de redes solidarias en las comunidades. De este modo, mediante una aproximación etnográfica digital, se reconoce a este como un campo de estudio, un método digital y un instrumento de recolección de datos que permite integrar un enfoque de investigación-acción en la contingencia. Para este trabajo, las herramientas de recolección de información fueron la entrevista a profundidad y el registro de actividades y conversaciones en los grupos de WhatsApp.
Las premisas de la investigación señalan que el cuidado socializado parece desdibujar las fronteras entre el hogar y el espacio comunitario (Pacífico, 2019), por ende, entre las actividades de cuidado familiar y las comunitarias. Luego entonces, en el contexto de contingencia, las actividades de cuidado realizadas en lo íntimo y lo público, así como el uso de WhatsApp, modifican las subjetividades, generan nuevas formas de socializar y contribuyen a la reapropiación y reconfiguración de lo comunitario, de su territorio. Por lo anterior, se hace necesario desarrollar investigaciones que analicen el cómo, para qué y de qué maneras las mujeres intervienen, es decir, si lo hacen desde una reafirmación o naturalización del rol de cuidadoras, o desde un sentido político y la búsqueda de la autonomía.
Teniendo en consideración estos elementos (uso de WhatsApp y la formación de redes solidarias femeninas y su impacto en el espacio público), el trabajo de campo consideró la aplicación de 15 entrevistas a mujeres de distintas edades. Todas ellas residentes del municipio de Toluca, Estado de México; con diferentes características socioeconómicas, así como diferente grado de afectación por el COVID-19; y con disímiles grados de participación en la vida comunitaria.
La selección de la muestra se realizó a partir de la técnica de bola de nieve. Si bien, no tiene representatividad, pretende dar cuenta desde un sentido cualitativo de la dinámica familiar y comunitaria de quienes participaron en este ejercicio. El guion de entrevista estuvo orientado a indagar sobre sus relaciones familiares, estrategias de distribución de las actividades no remuneradas del hogar, así como las estrategias de cuidado que emplearon durante la contingencia. Por otro lado, se cuestionó sobre las relaciones vecinales y la integración de redes de apoyo con otras personas (mujeres u hombres); si esto influyó en sus dinámicas de organización y en la contención de los efectos de la pandemia.
Una vez aplicadas las entrevistas, se interactuó con ellas mediante WhatsApp a efecto de dialogar, y en su caso, recibir información sobre la dinámica y estrategias que mantenían para la organización familiar y comunitaria, así como la gestión del espacio público2. Por otro lado, se solicitó el ingreso a los grupos de WhatsApp a los que pertenecían y que estaban vinculados con acciones de apoyo familiares o comunitarias para hacer frente a la pandemia. Esto permitió conocer las dinámicas de comunicación, interacción y organización de las mujeres, al igual que la contención emocional, el apoyo económico o material para los hogares y las comunidades.
La selección del espacio geográfico responde a dos aspectos. El primero, Toluca es una ciudad, lo que la convierte en el epicentro de la pandemia (al igual que otros territorios urbanos), toda vez que, de acuerdo con el Programa de las Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos (ONU-Habitat, 2020), 90 % de todos los casos registrados de COVID-19 se han dado en las ciudades. Lo anterior ha acentuado problemas en la prestación del servicio de salud, condiciones de la vivienda, prestación y acceso a los servicios públicos, la movilidad, por mencionar algunos.
En ese orden de ideas, se considera pertinente analizar, desde una mirada cualitativa, las afectaciones que las mujeres toluqueñas han tenido en su vida cotidiana y dinámica comunitaria, debido a la crisis sanitaria provocada por la COVID-19.
Como se señaló en el apartado anterior, diferentes posturas teóricas apuntan a que la contingencia por COVID-19 evidenció la importancia del trabajo de cuidados para el sostenimiento de la vida familiar. Así mismo, existen investigaciones que señalan que este impacto también es visible en la vida pública, principalmente en la vida barrial. Las mujeres no solamente asumieron las tareas de cuidado en sus hogares, sino que también, se organizaron con otras mujeres para garantizar el acceso a alimentos, medicamentos, ingresos, actividades de ocio y otros recursos para su familia. Por ello, el trabajo de cuidado se ubica al centro de atención, toda vez que se entiende como una actividad familiar, social cuyo propósito es alcanzar el bienestar (Faur, 2014; Bidegain y Calderón, 2018), mismo que implica el mantenimiento de lo cotidiano en el plano íntimo (familia) como del entorno público (territorio).
Bueno, pues como no podíamos salir, lo que hicimos aquí con las vecinas de la cuadra, fue ver qué podía hacer cada una, por ejemplo, hay una señora que vive aquí en la esquina, que tiene una recaudería, lo que hicimos fue un grupo en Whats, ahí estábamos todas, y un día a la semana su hija o ella misma nos traían a todas la verdura… eso era bueno, porque pues, por el miedo, nos limitábamos en cosas, además también me ayudaba a estar más al pendiente de mi esposo que para entonces estaba enfermo, y también de no contagiar… o sea pues, me daba la seguridad de que así otros estarían a salvo. (María, 55 años, comunicación personal, 2021)
Mis hermanas me ayudaron mucho, como te dije aquí todos estábamos enfermos, no podíamos salir, entonces; entre ellas se organizaron y me hacían el favor de traernos comida, la dejaban siempre allá afuera; una de ellas fue la que incluso iba diario a formarse por los tanques de oxígeno, la que acompañaba a mi hija a la farmacia en la madrugada. También algunas vecinas nos apoyaron, unas con dinero, otras con comida, pero éramos todas contra esta cochina enfermedad. Yo sí les agradezco mucho porque a pesar del riesgo, a pesar de sus problemas, nos ayudaron. (Tere, 43 años, comunicación personal, 2021)
De acuerdo con Peña et al. (2021), este trabajo en red no solamente ha buscado garantizar la vida cotidiana en los barrios y en los hogares, sino también llamar la atención de las y los tomadores de decisiones para diseñar políticas, programas sociales y urbanos desde un enfoque de género. También señalan que el contexto de crisis actual ha provocado una revalorización de la organización social, lo colectivo y lo territorial pues es ahí donde se materializan los esfuerzos de las mujeres por garantizar el bienestar.
Fíjate que en la cuadra pasó algo interesante; las vecinas se juntaron y fueron a ver a una señora que es muy movida en la política, siempre anda invitándonos a eventos y que, a votar, ya sabes, todo eso. Pues bueno, como aquí hubo familias que la pasaron muy mal, las vecinas fueron a pedirle que pues pudiera hablar con alguien de las personas que ella conoce. Y lo lograron, una que había sido creo regidora, empezó a traer ayuda, así como despensas para algunas familias. Yo y otras amigas también ayudamos, yo estuve en primera línea, me cuidaba, en el hospital era un clima tan feo, me daba tristeza, también miedo, pero mi abuela siempre ha dicho que cuando podamos debemos ayudar. Entonces me ofrecí a ayudar a las vecinas, a checar la presión, a administrar medicamento, inyectar; también hicimos unas pláticas sobre la COVID-19. Creo que como vecinas nos ayudó mucho, estuvimos más tranquilas. (Sandra, 27 años, comunicación personal, 2021)
En América Latina se tiene registro de al menos siete dimensiones en las que tuvieron injerencia las redes solidarias durante la pandemia: 1) la salud: enfocada a procurar el cuidado de la salud de las personas en determinadas circunstancias y comunidades del propio territorio, así como del abastecimiento de medicamentos; 2) la alimentación: orientada al abastecimiento, preparación y distribución de alimentos en los hogares o comedores comunitarios; 3)la educación: considera actividades de autoformación de las comunidades, adecuación de espacios para garantizar a estudiantes el acceso a clases; 4) el cuidado: acciones dirigidas a apoyar grupos específicos como infantes, personas de la tercera edad o enfermos, en su caso, del espacio público y de las medidas de sanidad; 5) la organización territorial: acciones dedicadas a la resolución de problemas comunitarios, como uso de espacios públicos y generación de recursos de uso común; 6) la vivienda: actividades relativas a gestión de la vivienda, de sus adecuaciones para garantizar la habitabilidad y sanidad; 7) el trabajo y el ingreso: estrategias relativas a la distribución de los recursos existentes, gestión del trabajo, nuevas actividades laborales u organización de las existentes (Roig, 2020; Peña et al., 2021; Rieiro et al., 2021). Es relevante señalar que esta organización y sus actividades han tenido lugar gracias a la interacción en grupos de WhatsApp o Facebook, mismos que han permitido la comunicación y la transferencia de conocimientos, estrategias de prevención y cuidado del COVID-19.
Algunas de las experiencias de las mujeres entrevistadas coinciden con las formas de organización femenina antes descrita. Por ejemplo, en cuanto a la salud, se identificó que las redes familiares y vecinales de algunas de las mujeres que participaron en el estudio estuvieron orientadas a compartir saberes basados en la experiencia de cuidado y tratamiento de COVID-19. Como en las experiencias latinoamericanas, las mujeres toluqueñas se organizaron mediante grupos de WhatsApp, en ellos intercambiaban información, ya sea sobre la salud, los cuidados, las actividades escolares, así como por el trabajo y el ingreso. En algunos casos se identificaron aspectos vinculados con la organización territorial o la reapropiación/configuración de los espacios comunales.
Como se adelantaba con el relato de Sandra, durante la contingencia se hicieron presentes diferentes consejos y transferencias intergeneracionales, por ejemplo, en la dimensión de salud y cuidados, sobre todo, desde actividades de prevención basadas en los conocimientos previos de las mujeres (madres o abuelas) que se encontraban en los grupos de WhatsApp. Así, por ejemplo, Lupita y Karen contaron:
Yo estoy en dos grupos diferentes de WhatsApp; bueno tres que tienen que ver con esto del COVID [sic], en uno, están mis papás, mis tíos, tías, mis hermanas y algunos sobrinos; este grupo se hizo porque mi papá se enfermó, un tío y mis abuelitos, entonces, pues el grupo nos dejaba comunicarnos, pero también permitía que pudiéramos buscar soluciones o de alguna manera sentir que cuidábamos a los que estaban enfermos. Mis tías, por ejemplo, daban recetas sobre infusiones que podrían servir para los pulmones y así daban varios Tips para las tías que estaban cuidando a mis abuelos, para mi madre que cuidó a mi papá. (Lupita, 31 años, comunicación personal, 2021)
Ahí en la calle donde vivo, había mucho miedo; no entendíamos lo que pasaba. Como la inseguridad siempre ha sido un tema, teníamos un grupo en Whats así tipo mi vecino me vigila, ahí si veíamos cosas raras, pues nos avisábamos… pero por la enfermedad, la dinámica cambió un poco, ahora lo utilizamos para compartirnos sobre medicamentos…como hay unos que están, como es, agotados y como hay enfermos en casi todas las casas, pues conforme las personas se curaban, en el grupo se ponía, se pode todavía: oigan, yo tengo tal medicamento, si lo requieren lo dono; o yo tengo un tanque de oxígeno, cosas así sabes. (Karen, 30 años, comunicación personal, 2021)
Aquí con las vecinas, con algunas, tenemos un grupo de Whats; estamos varias, la de la tienda, la de la recaudería, otras señoras que no son de esta calle, pero si del pueblo, entonces, bueno este grupo lo hicimos para compartir recetas o para ponernos de acuerdo para juntarnos a clases de cocina, porque como te dije yo vendo (…). Pero, cuando esto llegó (Covid-19), como que las recetas ya no nos llamaron tanto, lo que pasó fue que empezamos a compartirnos, este… o sea sí recetas, pero más para la salud ¿me entiendes? Así como té, de buganvilia, que con canela y quién sabe qué tanta cosa; así varias recetitas, también que quemar eucalipto en las habitaciones donde habían estado los enfermos. Muchos sí los hicimos porque pues son las cosas que saben las abuelas o las mamás y que han funcionado para temas de la respiración y como decían que esto era como una gripa ¿pues qué haces? [sic]. (María, 55 años, comunicación personal, 2021)
La suspensión de actividades laborales y educativas presenciales y la migración a los hogares trajeron consigo modificaciones importantes tanto en la distribución de las actividades del hogar, así como en la dinámica, organización y uso de espacios tanto en los hogares como en el barrio en general. Sumado a ello, desde sus posibilidades económicas y de organización las mujeres buscaron asegurar el acceso a los procesos educativos de estudiantes.
En el caso de Ari y su esposo, ambos con carrera universitaria, realizaron sus actividades laborales cada uno en una habitación (Ari es docente; su esposo, supervisor en una empresa privada), lo mismo ocurrió con su hijo. Inclusive contrataron un mejor plan de Internet, recurrieron a la priorización de determinadas actividades, para que quien lo requiriera, pudiera realizar sus actividades en el comedor (área de la casa con mejor conexión a Internet). Para enfrentar situaciones críticas tuvieron también la posibilidad de trasladarse de espacio a uno que les garantizara mejores condiciones para llevar a cabo la actividad en cuestión.
Estábamos preocupados, mi hijo iba a hacer su examen para la preparatoria y pues como te digo el Internet, aunque no fallaba a veces era lento, sobre todo en las habitaciones, entonces, su padrino que tiene un ciber café, pues nos dejó ir allá, y ahí fue donde mi hijo hizo su examen, vaya, si algo pasaba durante la aplicación, creímos que ahí sería más fácil de resolverlo. (Ari, 48, comunicación personal, 2021)
En comparación con la historia de Ari, Sol enfrentó una situación complicada en la que las redes vecinales intervinieron:
Eso de las clases en línea ya me trae loca, aquí no hay buena señal; siempre hay fallas con el Internet, no se trata de que no podamos pagarlo, sino que siempre pasa algo, además súmale que son 4 niños, ¿cómo le haces para que cada uno tenga su computadora o teléfono? La mía se las prestaba, pero es lo que yo ocupo para trabajar. Una vez la vecina de enfrente yo creo que nos vio tan angustiadas que nos preguntó que pasaba, más o menos le conté que en la casa ni hay espacio ni hay equipos suficientes para los niños. Ella dijo que podíamos ocupar su Internet y que tenía una tableta que era de su nieta, que también nos la prestaba. Así como mis sobrinos hay otros niños que no pueden o podían conectarse a sus clases, entonces, Jovita dejaba que usaras su patio y uno de sus hijos trajo una compu. (Sol, 28 años, comunicación personal, 2021)
Por otro lado, particulares fueron los relatos que las mujeres compartieron sobre el trabajo, el ingreso y la organización o la reapropiación/configuración de los espacios urbanos, esto porque cinco de las seis entrevistadas realizan su actividad laboral en el parque Simón Bolívar, ubicado en la zona centro de Toluca, sobre el cual ya se han hecho algunos estudios previos (Guadarrama Sánchez y Pichardo Martínez, 2020). En ese sentido, la política quédate en casa influyó directamente en la actividad económica de estas mujeres, lo que las llevó a pensar en nuevas formas de gestionar su trabajo, en su caso de redistribuir los recursos existentes. Por otro lado, las orilló a repensar la reapropiación de un espacio que de por sí ya les había generado conflicto configurar.
Ah bueno, el otro grupo (WhatsApp) es con mis amigas las del Bazar, tengo mi página en Facebook y ahí vendo, pero el que te digo es como más personal, más de vendedoras manita, en ese fue donde nos pasaron la noticia de que no íbamos a tener donde trabajar, que el Bazar debería cerrar; si me asusté, me preocupe pues, ¿qué íbamos a hacer? ¿Regresar al parque?3 Me preocupaban algunas de mis compañeras, varias son madres solteras, como sea acá mi esposo pues tiene su trabajo formal, ¿pero ellas? Entonces, por la incertidumbre decidí rematar mi mercancía, desde veinte pesos (…) y decidí, pues porque podía ¿verdad? Guardar la cuarentena; lo que no vendí lo repartí entre mis compañeritas, ellas iban a seguir yendo a entregar, en la calle o en el parque. (Lupita, 31 años, comunicación personal, 2021)
Pues mira, no sé si fue el destino, creo que fue Dios que hizo que las cosas pasaran, primero lo de mi ex, luego; no sé bien extraño pero bonito… fue un martes justamente, estaba echando mi maleta para irme a las entregas, me hablaron del lugar en el que ahora trabajo; que querían que fuera a una entrevista y que voy y que me quedo (…) entonces, pues ya no podía con las dos cosas, me despedí de mis clientas, no cerré mi Face, sólo les dije a mis clientas que ya no iba a vender. Entonces, como te digo que no cerré mi perfil, ahí vi muchas cosas; varias de mis compañeras la pasaban mal, unas por no vender, otras porque los del Ayuntamiento pues andaban cuidando que no estuvieran en el parque, como siempre, pero esta vez súmale eso de que no puede haber mucha gente en los lugares. Luego, para variar, en el grupo del Whats, siempre malas noticias, que fulanita se enfermó, que su esposo, que se murió su papá… no hubo de otra, nos organizamos, y se hizo lo que se pudo, unas daban comida, otra medicina, las que tienen contactos en hospitales trataban de darnos información pues adecuada. (Victoria, 31 años, comunicación personal, 2021)
Como puede observarse, las redes femeninas buscan sostener a sus pares en el aspecto económico, sin embargo, la permanencia en el espacio público, así como la redistribución de los recursos entre ellas en tiempos de contingencia, está vinculado con las oportunidades y aspectos socioeconómicos de las mujeres y su familia.
De acuerdo con la literatura revisada, las redes solidarias femeninas identificadas en las comunidades de Toluca mantienen similitudes con las redes integradas por mujeres en América Latina, sin embargo, aunque se reconoce la feminización de la pandemia en diferentes aspectos, particularmente en las tareas de cuidado, para el caso de México se han identificado de manera incipiente algunas iniciativas en la materia, tanto del Gobierno Federal4 como de organizaciones religiosas (Jesuitas México5) que han instado a la población a integrar redes vecinales de apoyo.
Desde una premisa en común, tomar conciencia de los cuidados personales y comunitarios, ambas instituciones se dirigen a la ciudadanía refiriéndose a la importancia de conformar redes de apoyo vecinal que permitan el monitoreo, la contención, el cuidado y la distribución de los recursos en el territorio durante la contingencia.
Como sucede con las experiencias latinoamericanas, se define a WhatsApp como una herramienta de comunicación y organización, tanto con la comunidad vecinal que integra los grupos, como con las autoridades locales, si fuese el caso. Sin embargo, es escasa la información que existe sobre la creación y funcionamiento de estas redes, aunque ambas instituciones generaron material de orientación sobre su gestión y puesta en marcha, no se deja clara cuál es la intervención del Gobierno Federal, específicamente de la subsecretaría que las promueve.
Por otro lado, existen proyectos de economía inclusiva, derivados de iniciativas no gubernamentales, como OXFAM, que ha promovido en comunidades rurales de Puebla la integración de colectivas de mujeres indígenas y artesanas —quienes dadas sus condiciones de pobreza— buscan contener los efectos de Covid-19 de manera organizada. También, en la periferia de la Ciudad de México y en municipios cercanos del Estado de México se han identificado redes vecinales de mujeres (no como producto de la iniciativa federal) que se han organizado para hacer frente a la pandemia. Su dinámica está orientada a la distribución de despensas y alimentos preparados entre las mujeres comerciantes y su familia. De acuerdo con Zamora (2020), la dinámica de estas redes vecinales y en su caso, de colectivas feministas que ya existían previo a la pandemia, responden a actos de sororidad, que buscan cuidar a mujeres en situaciones de vulnerabilidad, como el caso de las migrantes; las que tuvieron que dejar su empleo porque algún familiar enfermó; aquellas que perdieron su empleo; las adultas mayores o quienes viven en hogares donde se ejerce violencia. De conformidad con la evidencia recolectada, son las escasas investigaciones o reportajes periodísticos, las mujeres han decidido sumarse a estas iniciativas desde un sentido feminista porque son ellas quienes saben, mejor que nadie, la situación por la que pueden estar atravesando otra mujer.
En consonancia con lo antes descrito, el cuidado socializado parece desdibujar las fronteras entre el hogar y el espacio comunitario (Pacífico, 2019), por ende, entre las actividades de cuidados familiares y comunitarios. Luego entonces, en el contexto de contingencia, las actividades de cuidado realizadas, en lo íntimo y lo público, modifican las subjetividades, generan nuevas formas de socializar y contribuyen a la reconfiguración de lo comunitario, de su territorio. Por lo anterior, se hace necesario desarrollar investigaciones que analicen cómo, para qué y de qué maneras las mujeres intervienen en lo comunitario, es decir, si lo hacen desde una reafirmación o naturalización del rol de cuidadoras o desde un sentido político como sugiere la última experiencia descrita en el caso mexicano.
El panorama digital mundial ha evolucionado derivado de la emergencia sanitaria por COVID-19, aunque las redes sociodigitales ya ocupaban un lugar preponderante en la comunicación, la contingencia acentúo su uso. Siendo el medio para informar sobre la enfermedad, difundir medidas preventivas, así como el estado de los contagios en los territorios (Kemp, 2020; Lázaro-Rodríguez y Herrera-Viedma, 2020). Por otro lado, la arquitectura de redes, como Facebook o WhatsApp, permitieron la organización de familias y comunidades garantizando el acceso o adecuado desarrollo de actividades escolares, laborales, comunitarias y de participación ciudadana (Díaz-Badillo et al., 2020).
Otras investigaciones en la materia apuntan que, el uso y apropiación de redes sociodigitales por parte de los gobiernos pueden ser útiles para la toma de decisiones, el diseño estrategias y proyectos en materia de salud pública. Desde esta perspectiva, las redes son parte de la conciencia y capital social de una comunidad (Vela, 2021; Fontana, 2021), por tanto, hay que preservarlas.
En contraposición, se encuentran las posturas que señalan que las redes han contribuido al individualismo y egoísmo en un sentido de autoconservación, provocando que las personas (que están en posibilidades) empleen estos espacios para informarse, identificar los riesgos y evitar el contacto social. Asimismo, autores como Žižek (2020) y Fontana (2021) cuestionan la solidaridad en tiempos de crisis y su permanencia postpandemia, así como las formas de organización vecinal identificadas en tiempos de contingencia.
Es como todo, hay gente a la que no tienes contenta con nada, mira; nosotros teníamos un grupo de vecinos en WhatsApp y también hay una página en Facebook que sigue mucha gente de aquí del pueblo y pues claro de otros lados; al principio se compartían en los dos lados pues información, o contactos de ayuda, por ejemplo, para el oxígeno o para compraventa de concentradores. Parecía todo muy bien pero después ya era tanta la información que no sabías en que creer. En Whats las personas empezaron a salirse del grupo, nos quedamos bien poquitas personas”. (Diana, 28 años, comunicación personal, 2021)
Previo a estos trabajos ha habido esfuerzos como el de Ortega et al. (2018), que analizan la resignificación y reconfiguración de los dispositivos móviles y de WhatsApp en tiempos de crisis; posibilitando la configuración de prácticas e interacciones dando lugar a actividades solidarias, como las que se han descrito en este artículo.
De acuerdo con las apreciaciones de las personas entrevistadas, las redes sociales contribuyen al bienestar por medio del entretenimiento, dado que facilita la interacción social de las personas a través de plataformas como Facebook, Instagram, Twitter, YouTube y TikTok. Estos dispositivos —reconocen los sujetos— ofrecen apoyo social, acceso a información, comunicación e interacción (Bermejo-Sánchez et al., 2020), en algunos casos, estos espacios —dicen algunos participantes— permitieron “sacar lo que sentían6”. Sin embargo, como se dijo en diferentes partes de este texto, el uso de WhatsApp cobró especial relevancia al permitir la comunicación, organización y gestión.
Este trabajo tuvo como objetivo analizar la participación de las mujeres en su dinámica familiar y barrial durante el confinamiento por COVID-19 y el papel que WhatsApp tuvo en la integración de redes solidarias para hacer frente a la contingencia en comunidades de Toluca, Estado de México. Los objetivos particulares fueron 1) analizar la distribución de tareas domésticas y el uso de los espacios en las viviendas; 2) describir las transformaciones, tensiones o continuidades de la dinámica familiar y comunitario; finalmente 3) analizar cómo el uso de redes sociodigitales, particularmente WhatsApp, hacen posible la interacción y organización familiar y comunitaria, por ende, su intervención en el hogar y en el barrio.
Los resultados obtenidos durante el trabajo de campo demuestran la acentuación del trabajo no remunerado de las mujeres en sus hogares durante la pandemia. Las mujeres que participaron en el estudio reconocen a la familia como la estructura que permite la socialización de sus miembros y en la que se apropian, reproducen y resignifican roles de género. Mientras que al barrio lo identifican como el espacio donde ocurre la reproducción de los valores, las creencias y los códigos individuales y familiares.
En ese sentido, la evidencia recolectada permitió particularizar la gestión del rostro público (Mayol, 1999) de las mujeres, sus saberes, su solidaridad y la construcción de redes de apoyo en tiempos de COVID-19 mediante el uso de WhatsApp. Se sostiene que el hecho social total que significa la pandemia reconfigura las formas de convivencia familiar, sus actividades, así como su distribución de tareas, las dinámicas vecinales y el uso del espacio público.
Los resultados presentados constituyen una aproximación a la pertinencia de desarrollar investigaciones que favorezcan a la visibilización y entendimiento de aspectos de la vida cotidiana, que pudieran parecer insignificantes en la vida social pero que se acentúan y modifican durante una contingencia; tal es el caso de las estructuras y dinámicas familiares, como la desigualdad en la distribución de tareas domésticas por género. Esta investigación también se suma a las iniciativas que buscan analizar la participación de las mujeres en la reapropiación del espacio público y el impacto que las acciones solidarias tienen en las comunidades.
Investigaciones como esta, demuestran el valor de los estudios de familia para el conocimiento y la comprensión de la pandemia, así como para la toma de decisiones a nivel de políticas sociales, programas o proyectos. También contribuyen a la generación de investigaciones transdisciplinares, que posibiliten la toma de decisiones para estrategias y políticas públicas ante otras situaciones emergentes o las posibles olas que se presenten mientras no se detenga el contagio.