Igualdad, cooperación y territorialidad. De las bandas del Paleolítico superior a las pandillas centroamericanas contemporáneas [1],[2]
Equality, cooperation and territoriality. From Upper Paleolithic bands to contemporary Central American gangs
Igualdad, cooperación y territorialidad. De las bandas del Paleolítico superior a las pandillas centroamericanas contemporáneas [1],[2]
Revista Colombiana de Filosofía de la Ciencia, vol. 17, núm. 34, pp. 99-116, 2017
Universidad El Bosque

Recepción: 23 Agosto 2016
Aprobación: 11 Febrero 2017
Resumen: Las teorías que se han centrado en la represión del incesto (Freud, Levi-Strauss) o en la existencia de un contrato social (Hobbes, Rousseau) han generado mucha atención en, respectivamente, el estudio de la familia y el Estado, y muy poca en el de las pequeñas asociaciones igualitarias de varones jóvenes. En el presente ensayo, adheriremos a las teorías biológico-antropológicas de Boehm (1999; 2000a; 2009; 2012), Sterelny (2011; 2016) y Marean (2016) acerca de la evolución de la cooperación. Dichos enfoques proponen a las sanciones sociales y a la resolución de conflictos como mecanismos que condujeron, en el Paleolítico superior, a las primeras formas de organización social igualitaria realizadas por las bandas de cazadores-recolectores. Sostendremos que tales estructuras de organización social siguen presentes allí donde bandas y pandillas operan con igual o mayor importancia que otras instituciones (la familia, los cacicazgos, el Estado-Nación). Con ayuda de la extensa literatura sobre modelos ecológicos de violencia y territorialidad, mostraremos que la existencia de bandas y pandillas (desde el Pleistoceno, pasando por la Era Vikinga, hasta la crisis de violencia en Centroamérica a principios del siglo XXI) se explica en gran medida por la competencia por los recursos y es una forma paradójica de organización cooperativa.
Palabras clave: evolución de la cooperación, subculturas juveniles, violencia, Pleistoceno.
Abstract: Theories focusing on the repression of incest (Freud, Levi-Strauss) or the social contract (Hobbes, Rousseau) have emphasized the importance of the family and the State, respectively, but have paid little attention to young men’s gangs. The article aims at filling this gap in the literature by analyzing the historical formation of this type of young men’s associations. Building on Boehm’s (1999; 2000a; 2009; 2012), Sterelny’s (2011; 2016), and Marean's (2016) biological-anthropological theories of the evolution of cooperation that contend that social sanction and conflict resolution were practices that led to the formation of early gangs of hunters-gatherers in the Upper Paleolithic period, the article argues that such structures of social organization still prevail in societies in which gangs and similar groups are as powerful, or more, than other institutions such as the family, chiefdom and even the State itself. In addition, based on ecological models of violence and territoriality, the text shows that from the Pleistocene to the Viking Ages and the Central America criminal crisis, the emergence of gangs and similar groups could be largely explained by a relative scarcity of resources, and are a paradoxical form of cooperative organization.
Keywords: evolution of cooperation, youth subcultures, violence, pleistocene.
1. Introducción: de las bandas de cazadores-recolectores en el Paleolítico a los Estados-Nación
El estudio de la evolución de la cooperación y de los orígenes de la moralidad está sometido a una gran pluralidad metodológica y científica. Algunos autores enfatizan el papel de la empatía aunada a métodos de distribución de recursos, como causa explicativa de la evolución de la cooperación (Flack & de Waal). Otros destacan la selección de grupo (Sober & Wilson 1998; Sober & Wilson 2000; Wilson & Wilson), mientras que otros refieren a la construcción de nicho como fuente evolutiva del altruismo y la cooperación (MacKinnon & Fuentes). La teoría de juegos sirve para ofrecer modelos matemáticos de las interacciones racionales que habrían desembocado en el comportamiento moral básico (Trivers 1971; Skyrms 2000). En el presente ensayo, adheriremos a los enfoques bioantropológicos de Boehm (1999; 2000a;2012) y Sterelny (2011; 2016) en términos de igualitarismo (supresión de gorrones -free riders- y machos alfa), sanciones sociales y resolución de conflictos que condujeron, en el Paleolítico superior, a las primeras formas de comportamiento moral equitativo. Sostendremos que dichas características, que corresponden a un estadio en la evolución de la moral, siguen presentes allí donde las pandillas son igual o más eficaces que las familias, las tribus, los cacicazgos o el Estado en el control de la organización social. Afirma Boehm:
En los últimos 12 000 años, los humanos hemos incrementado la talla de nuestras comunidades sociales a partir de bandas, luego tribus agrícolas, feudos, hasta llegar a naciones, y en todos estos niveles básicamente hemos sido exitosos, bastante exitosos al resolver problemas, de tal manera que el conflicto interno no ha sido excesivamente determinante, ni nos ha jalado a todos hacia condiciones inferiores. (Boehm 2012 343-344).
Asimismo, las bandas de cazadores y recolectores del Paleolítico superior son descritas por Boehm de la siguiente manera:
En las bandas, todos comparten la misma cultura y, en un sentido importante, sus sistemas cooperativos, basados en la generosidad de reciprocidad indirecta, pueden fundamentarse en un sentido de confianza personal que subyace cualquier acción potencial del grupo como comunidad moral. Más aún, la gente es igualitaria, lo que significa que su pastel político y económico es dividido más o menos igualitariamente (Bohem 2012 348).
La igualdad en dichas asociaciones no era, evidentemente, absoluta, sino relativa con respecto a las comunidades jerarquizadas del Holoceno (Sterelny 2016). Por ejemplo, el papel de hembras y varones era distinto en la banda. Mientras que los individuos que buscaban dominar y que alcanzaron organizaciones sin divisiones jerárquicas mediante la autocontención eran varones, cazadores armados, las mujeres rara vez participaban físicamente de la represión o eliminación de machos alfa (aunque sí eran políticamente activas) (Boehm 2012 86).[3] De la misma manera, el igualitarismo no alcanzaba a los más viejos, que eran sacrificados cuando representaban una gran carga (Boehm 2012 185). Pero eran finalmente asociaciones igualitarias en las que los cazadores jóvenes heridos recibían comida y cuidados, y las presas (al menos desde finales del Paleolítico inferior, entre 400 mil y 200 mil años atrás) eran repartidas en forma equitativa (Stiner, Barkai y Gopher). De acuerdo con Boehm, somos animales egoístas con una pequeña capacidad para el altruismo presente en nuestros genes. Esa "naturaleza humana", como la llama él, ha producido el Estado y la familia, pero también, en un camino evolutivo, dio origen a las bandas y pandillas.
La filosofía política debe ocuparse también de estas estructuras. Mientras que muchos antropólogos enfatizan el papel del incesto como conducta desviada universal, Boehm sugiere que actuar como macho alfa hostigador y con fuerte tendencia dominante ("alpha-type bullying behavior"), podría corresponder al pecado original evolucionista (Boehm 2000a 97). Entre los chimpancés (pan troglodytes), a pesar de ser despóticos, ocurre ocasionalmente la sanción colectiva contra tales individuos dominadores: machos con o sin parentesco entre sí forman alianzas contra el macho alfa (Nishida); hembras se coaligan y manipulan ciertos comportamientos de hostigamiento de los machos (de Waal 1982; 1996). De igual manera, fue fundamental en las bandas del Paleolítico superior la vigilancia y sanción de conductas que causaban conflictos al interior del grupo (trampas en interacciones cooperativas, engaños y robos, adulterio y violación) (Boehm 2000a 85).
En la evolución que va del enfrentamiento violento permanente a los contratos sociales, la territorialidad a través de fronteras fijadas por las bandas de cazadores-recolectores, o por los pandilleros de los suburbios de las ciudades en nuestros días, corresponde a una forma brutal pero a veces fructífera de coordinación. Se suele explicar el surgimiento de dicha territorialidad a partir de la ecología del comportamiento. Los trabajos pioneros al respecto remontan a Brown desde 1964 y al estudio de Gill y Wolf publicado en 1975. Entre los animales no humanos, tales autores observaron un balance entre el tamaño del territorio y el gasto de energía necesario para defenderlo. Más territorio ofrece más alimento, pero también más esfuerzo para conservarlo. Así, los territorios son indicativos de la competencia por algún recurso. En el caso de los cazadores recolectores humanos, existen algunas particularidades. Los pueblos recolectores que explotan recursos abundantes y predecibles necesitan sólo pequeños territorios, los cuales son defendidos mediante fronteras vigiladas. Pero cuando los recursos son muy escasos, dispersos y no predecibles, hay un umbral en el que la territorialidad ya no es costeable. Los humanos recolectores que viven en estas áreas necesitarán territorios muy vastos que son más eficientemente defendidos mediante el control y limitación del acceso al grupo social (más que al territorio) (Cashdan). En resumen, no todas las bandas de cazadores-recolectores son igualmente territoriales, la diferencia puede provenir del grado de escasez y predictibilidad de los recursos.
Dicho lo anterior, es claro que algunos cazadores-recolectores humanos fueron y son territoriales y llevan a cabo la defensa de recursos naturales (Ember; Dyson-Hudson & Smith; Cashdan; Chabot y Hanowell et al.). En concreto, hay evidencia paleoantropológica recurrente de que hace 110 mil años los cazadores-recolectores humanos comenzaron a buscar explotar recursos densos y predecibles y que, con ello, habría surgido también la territorialidad y, quizá, esa presión selectiva habría permitido la evolución de altos niveles de cooperación (Marean).
Otro ejemplo de la relación entre bandas de jóvenes, territorialidad e igualitarismo es el de los grupos de vikingos en la Edad Media (Einarsson; Barrett). La diáspora de jóvenes escandinavos entre finales del siglo VIII y mediados del XI, conocida como la Era Vikinga, habría sido el resultado de la incursión de bandas de jóvenes armados en los territorios de reinos e imperios normandos, sajones y latinos. Las pandillas de colonos vikingos solían organizarse entre sí de manera menos autoritaria que en otras sociedades europeas, sin un liderazgo central, ni señoríos feudales, dando origen a asambleas relativamente igualitarias llamadas "Thing" y "Althing" (Byock). Como conquistadores, los vikingos terminaron negociando la paz a cambio de nuevas "marcas" y fronteras en Gran Bretaña, Normandía, Dina-"marca", entre otros lugares. Estas de-marcaciones en Europa, que se conservan hasta nuestros días, fueron también signos de acuerdos de paz en la Edad Media.
Incluso Estados-Nación contemporáneos evitan el conflicto gracias a esa forma paradójica de cooperación que es la vigilancia y mantenimiento de sus respectivas fronteras. Las fronteras políticas son instituciones que ayudan a reducir la incertidumbre de los actores económicos y pueden disminuir la violencia (Hobbes; Simmons).
Por lo que toca a la talla de bandas prehistóricas y la de las pandillas contemporáneas, podemos encontrar importantes similitudes. Los grupos ancestrales de forrajeo tenían un tamaño de entre una docena y un centenar de miembros. Mientras que los gorilas permanecen esencialmente juntos en un harem, en cambio los chimpancés, bonobos y cazadores-recolectores humanos viven en grupos de fisión-fusión que forman continuamente subgrupos ad hoc, cuyo tamaño está determinado por las necesidades concretas del forrajeo (Boehm 2000b). La fisión-fusión es la flexibilidad de los individuos de la banda para dejar y retomar su subgrupo; ella otorga eficiencia en el forrajeo y en la defensa de los recursos de la banda entera, así como la posibilidad de encontrar pareja más allá del subgrupo, pero dentro de la banda. Las pandillas juveniles contemporáneas que están formadas por más de 100 miembros son territoriales y contienen subgrupos por edad o barrio. En cambio, las pandillas "compactas" con menos de 50 miembros pueden reivindicar o no un área específica como propia (Klein & Maxson). La talla del grupo se relaciona claramente con el igualitarismo porque en las pandillas formadas por miles de miembros aparecen complejas formas de coordinación semi-jerárquica (miembros activos de mayor edad dan algunas órdenes o nombran a jefes locales, incluso desde otra ciudad o desde la prisión), no así en las pandillas más pequeñas. De manera análoga a la fisión-fusión, los miembros de las "clicas" o subgrupos de las grandes pandillas tienen lazos de solidaridad y amistad con los de otras "clicas" de la misma pandilla. Un pandillero de Chicago sabe que, en caso de mudarse de ciudad, tiene camaradas que lo acojan en Nueva York (Venkatesh).
Podríamos seguir citando ejemplos de territorialidad, pero en este texto nos concentraremos en el caso de las pandillas juveniles contemporáneas, en particular las centroamericanas, y solo enfatizaremos que en todos los casos mencionados resultan fundamentales como causas del tipo de organización igualitaria alcanzado por tales bandas: el tamaño del grupo, un modo de subsistencia no principalmente agrícola (son más bien cazadores recolectores o poblaciones urbanas), la neutralización de gorrones y machos alfa y, finalmente, la competencia por recursos.
2. Las pandillas según la sociología
En esta sección abordamos brevemente las principales teorías sociológicas que intentan explicar el surgimiento de las pandillas juveniles contemporáneas, para mostrar la importancia que pueden tener los aportes que provienen de la literatura sobre evolución de la cooperación, como la arriba mencionada. La sociología ha considerado tradicionalmente que la violencia pandilleril es una conducta de grupo desviada que produce pérdidas importantes a la colectividad. En el caso de las actuales sociedades del Triángulo Norte de Centroamérica (Honduras, Guatemala y El Salvador) se atribuye a las pandillas ("maras") gran parte de la responsabilidad en los altos índices de violencia. Honduras y El Salvador fueron los países más violentos del mundo en 2015 y 2016 en términos del número de homicidios en proporción a la población. Estas pandillas se consolidaron luego de la guerra civil de los ochenta en El Salvador y de la deportación de jóvenes centroamericanos residentes en Los Ángeles.
¿Por qué surgieron? Las primeras tentativas de explicación de la delincuencia juvenil, más allá de Centroamérica, acudieron a los conceptos de anomia, aislamiento social y ausencia de control social. Tomada originalmente de la teoría de Durkheim, la anomia ha sido entendida como la desviación ante el miedo, la frustración de expectativas y la presión social para adquirir los símbolos del éxito material en nuestras sociedades, tales como electrodomésticos, automóviles y ropa (Merton). Pero el consumismo como motivación debe ser excluido como explicación en el fenómeno pandilleril centroamericano, pues este está caracterizado más bien por la escasez y pobreza. Se ha encontrado una correlación estadística entre migración, violencia e inseguridad alimentaria. (LSE-OIT-FAO) Por lo tanto, debemos recurrir a una teoría distinta a la de Merton y al consumismo para explicar el surgimiento de las pandillas centroamericanas.
En los años sesenta, Hirschi trató de explicar la criminalidad entre jóvenes postulando la ausencia de vínculos familiares, comunitarios e institucionales que conforman el control social (Hirschi). Esta explicación sí es relevante en el caso de las grandes maras centroamericanas, la Mara Salvatrucha y el Barrio 18, fundadas por jóvenes pandilleros deportados en los noventa desde Los Ángeles, California, luego de las revueltas de Rodney King (Rodgers). Tales individuos fueron desarraigados violentamente de su entorno y sus vínculos sociales destruidos. Esta explicación resulta relevante si buscamos una causa que detone la fundación de maras, pero también es cierto que desatiende los factores contextuales que permitieron su proliferación y consolidación (como los que aquí nos ocupan).
Más recientemente, la teoría social ha recurrido a la categoría de "subcultura juvenil". Esta puede ser vista como una alternativa al concepto individualista de "anomia" usado por Merton.
Merton no tuvo en cuenta la importancia de las subculturas en el mantenimiento de la conducta desviada. Si todas las personas de clase obrera baja están en situación de sufrir tensión social y anomia, ¿por qué no todos recurren al delito adquisitivo? La formación de las bandas y las subculturas desviadas ayudan a explicar este hecho, puesto que la mayoría de las personas que pertenecen a esta fracción de clase no comete delitos, pero los que sí lo hacen se suelen unir para legitimar sus acciones desviadas. (Giddens & Sutton 266).
El libro pionero de Stanley Cohen, Demonios populares y pánico moral. La creación de los mods y los rockers, de 1972, acerca de las subculturas juveniles, se centraba ya en "las pandillas", en este caso en el Reino Unido, y trataba de mostrar su artificialidad y construcción social. Cohen afirma que los violentos enfrentamientos de las tribus urbanas de los mods y los rockers comenzaron en realidad como una invención de la prensa. Tales jóvenes ni siquiera poseían identidades contrastantes y, a raíz de una disputa menor, la exageración de su rivalidad sirvió de pretexto para que la sociedad británica desahogara sus pulsiones conservadoras y exigiera la aplicación de normas más estrictas. Peor aún, la histeria colectiva (social panic) se tradujo en profecía autocumplida, pues las etiquetas atribuidas a cada pandilla fueron en última instancia adoptadas por estas. Si antes de los enfrentamientos de 1964 en la ciudad de Clacton no existían claramente los mods, ni los rockers, ambos llegaron a ser identidades muy sólidas (Cohen). La fabricación de identidades sociales a través de interacciones simbólicas ha sido confirmada en otros estudios y se podría quizá resumir en los siguientes pasos: comienza con el etiquetado de un grupo de personas, seguido del estudio del fenómeno por parte de autoridades para controlarlo, la creación de normas y clasificaciones legales, la medicalización y criminalización de la desviación, luego la normalización de las conductas (el sujeto imita al estereotipo) y, por último, la auto-identificación de las personas con las etiquetas ("yo soy rocker", "soy Barrio 18") (Hacking 1986; 2004). Enumerando las anteriores etapas, Hacking enfatiza el nicho ecológico como condición de posibilidad de todas ellas. Coincidimos con este autor, desde nuestro enfoque bioantropológico, en que las condiciones precarias del entorno resultan fundamentales a la hora de explicar el fenómeno sociocultural de las bandas.
Ahora bien, más allá de la descripción anterior que hace la sociología clásica basada en interacciones simbólicas de etiquetado, pánico moral y control social, existe evidencia reciente de una especie de función de las pandillas (Klein & Maxson; Brantingham et al.; Martínez). Se ha observado que la función de algunas pandillas juveniles contemporáneas, desde Los Ángeles hasta Centroamérica, es repartirse el territorio para coordinar el aprovechamiento de recursos relativamente escasos y optimizar el uso de la violencia social. Ya hemos mencionado que el descubrimiento de esta función remonta a discusiones sobre ecología de los animales recolectores desde los años sesenta del siglo XX. Asimismo, la teoría de juegos de coordinación ha mostrado que existen interacciones sociales, descritas como equilibrios de Nash, que benefician a todos los actores; por ejemplo, allí donde la circulación de automóviles es ordenada por señales de tránsito para evitar los choques o donde existe la caza cooperativa de grandes presas (cuando la coordinación de cazadores es más redituable que la persecución individual de pequeñas presas). Si tales explicaciones aspiran a describir la racionalidad del "contrato social" (Binmore), con mayor razón pueden emplearse para dar cuenta de fronteras territoriales entendidas como instrumentos de coordinación entre grupos que compiten por recursos (cazadores-recolectores, grupos marginados en las periferias de las ciudades). La territorialidad reduce la violencia en el mismo grado en el que reduce los encuentros físicos entre competidores (una vez repartido el territorio, es menos probable que un vecino de San Salvador vaya a vender comida, drogas o extorsione a comerciantes en el barrio "contrario"). Desde luego, desde la prehistoria, el control de los territorios con recursos abundantes y predecibles siguen siendo causa de conflictos territoriales. Si el fenómeno de la territorialidad de las pandillas, motivado por la competencia por los recursos, es observado en Los Ángeles, ciudad del norte desarrollado, existe también en contextos de gran inseguridad alimentaria. En estos casos, la artificialidad original de las pandillas no impide que se conviertan en instituciones informales encargadas de defender el territorio. En una forma similar, Sterelny (2016) cree que los forrajeros del fin del Pleistoceno se dedicaban al aprovechamiento de sus propios territorios en vez de buscar la dominación de otras bandas mediante enfrentamientos permanentes, como mejor estrategia dada una cierta cantidad de recursos (pero ver Bowles & Gintis).
La Mara Salvatrucha y el Barrio 18 son dos grandes redes de clicas (pandillas de barrio) insertas en comunidades. Martínez describe de la siguiente manera el paisaje que resulta de la competencia territorial entre ambas en la ciudad de San Salvador: "Si aquí alguien pintara las fronteras entre una y otra pandilla, desde el aire se vería como un rompecabezas de piezas pequeñas. Un anillo de colonias demarcadas por fronteras invisibles rodeado por otro anillo de colonias iguales" (Martínez). Los jóvenes que integran estas bandas no son extranjeros a esas comunidades, son los hijos de los habitantes de ellas (muchos fundadores llegaron deportados de Estados Unidos, pero hoy las clicas son claramente locales, barriales) (Valenzuela 59). Cada mara es coordinada parcialmente desde la cárcel por los decanos pandilleros (especie de para-burocracia). Por ejemplo, puede ordenarse a los sicarios de un barrio que liquiden a un obrero que está cortejando a la esposa de un pandillero preso (Martínez d’Aubuisson). Pero, más allá de estos casos excepcionales, las maras no son estructuras piramidales sino redes de clicas, relativamente igualitarias entre los varones jóvenes que las integran (las mujeres, en cambio, están dominadas y son víctimas de violencia). Las clicas no están organizadas verticalmente, como veremos enseguida. No son crimen organizado en el mismo sentido que los grandes cárteles de la droga y la mafia, estructuras claramente jerárquicas.
Las pandillas conservan un sentido informal de la justicia, pues explican su conducta violenta como una forma excepcional de defensa y retribución (Matza & Sykes). Por ejemplo, si la clica Guanacos Criminals Salvatrucha dispara a un grupo de personas, provocando una masacre, arguye que es porque el grupo rival perteneciente a la mara Barrio 18 mató antes al chofer X. El grupo rival, a su vez, quema una "buzeta" con decenas de personas dentro en represalia, en lo que constituye una horrible espiral de violencia ritualizada. Lo brutal de estas situaciones no debe eclipsar el hecho de que correspondan a rompimientos esporádicos del equilibrio alcanzado con la distribución de territorios (aunque durante estos rompimientos se alcancen niveles de violencia terribles). Por ello resulta relevante que Matza y Sykes, así como Matza, hayan identificado en los pandilleros la presencia de valores morales tradicionales acompañados de "técnicas de neutralización", es decir, narrativas para tratar de "justificar" la transgresión de ellos. Por lo tanto, el concepto de "subcultura juvenil" y el de "identidad colectiva" que lo acompaña no deben llevarnos a concebir a los pandilleros como personas ajenas a los valores colectivos. Hacerlo nos ha alejado durante mucho tiempo de una explicación en términos estructuralistas, funcionales y evolucionistas. Del mismo modo en que sería absurdo para un antropólogo como Boehm considerar a las bandas de cazadores-recolectores como desviadas y extranjeras a los valores colectivos de las comunidades del Paleolítico, resulta sospechoso que estructuras sociales tan representativas de algunos barrios centroamericanos sean estudiadas aparte de los valores de dichos barrios. Más aún, los conceptos de "subcultura juvenil" e "identidad colectiva", tan importantes en el estudio de las pandillas, son compatibles con la hipótesis de coordinación territorial a través de pequeñas asociaciones igualitarias de jóvenes insertadas en nichos donde predomina la competencia por los recursos. Cierto, la explicación clásica que apela a la "subcultura juvenil" es interaccionista y simbólica, mientras que a la que aquí nos acogemos es de carácter evolucionista o, si se quiere, socioambiental. Pero los testimonios que citaremos y la teoría muestran que la violencia pandilleril no es una desviación gratuita, cínica y meramente simbólica, sino una práctica ritualizada, frecuentemente brutal, donde el rencor, la venganza y el deseo de respeto son emociones asociadas; el violento es el "loco" y el más "loco" es más respetado (Decker; Goold & Young).
3. Las pequeñas asociaciones humanas igualitarias y la competencia por los recursos
Los conceptos de "subcultura juvenil" e "identidad colectiva" han sido centrales en el estudio sociológico y antropológico de las pandillas juveniles, como acabamos de ver. Un tercer concepto teórico, el de "conductas desviadas" asociadas a dichas pandillas, ha eclipsado el estudio de su función como mecanismos de distribución no estatal del territorio (y distribución de recursos a través de este). No negamos la gran violencia y dolor humano que emanan de los enfrentamientos entre “clicas” y las agresiones de estas a la sociedad, pero afirmamos que el repudiar estos no debe eximirnos del análisis estructural, funcional y evolutivo de dichas organizaciones.
Como hemos señalado, las bandas prehistóricas de cazadores-recolectores tenían un carácter igualitario, el cual también ha sido observado en las pandillas juveniles en general, no siendo las centroamericanas una excepción. La mayoría de las pandillas contemporáneas en el mundo no tienen un liderazgo claro y la cadena de mando en ellas es horizontal (Decker et al.; Klein & Maxson). Aunque las pandillas centroamericanas tengan una cierta estructura piramidal (con "postes" o vigilantes, palabreros, gatilleros, etc.), se trata más propiamente de una división de funciones. Estas agrupaciones "utilizan el ejercicio de las violencias sociales a fin de alcanzar la equidad o llevar a cabo cierta nivelación social" y toman las decisiones grupales "en colectivo (democráticamente), a lo que ellos denominan 'hacer la rueda', 'la ronda' o 'el mitin'." (Nateras 96). En una forma de organización opuesta a la gerontocracia (que quizá debamos llamar efebocracia), tener mayor edad en la pandilla incluso puede implicar una pérdida de influencia:
Los 'calmados o pasivos' son por lo regular pandilleros o de la mara que ya son batos grandes y que han obtenido la 'dispensa' o 'el pase', es decir, siguen reconociéndose como tales y no se salen de la clica; sin embargo, ya no están obligados ni tampoco implicados en participar en los actos ilegales o de involucrarse en situaciones de violencia e incluso renuncian a consumir drogas (Nateras 101).
De manera equivalente a la represión violenta de los gorrones (free riders) en las bandas del Paleolítico superior, en las "clicas" existen purgas internas que llegan a la ejecución (Nateras 104). Así, la pandilla puede llegar a ser una alternativa a la familia nuclear o ampliada. No porque esta última desaparezca, sino porque la primera es preponderante. Eso se observa en los testimonios de pandilleros que en ocasiones anteponen la fidelidad al grupo frente a la vida de familiares (tolerancia a la ejecución de un hermano "traidor"), que siendo mujeres mantienen relaciones sexuales con diferentes varones de la pandilla sin formar una familia nuclear (Yablonsky; Miller) o que crían a sus hijos dentro la banda porque el padre de estos está en la cárcel (Sanders, Lankenau et al.). El hecho de interpretar esas prácticas como situaciones desesperadas producto de la marginación, a veces asociadas a la adicción a drogas, y como formas no consensuales de victimizar a las mujeres (Moore et al.), no contradice nuestra tesis. Al contrario, pues postulamos que la preponderancia de estas asociaciones es debido al contexto de escasez relativa y competencia por los recursos (acceso a servicios públicos insuficientes ubicados en el territorio controlado y explotación de oportunidades en general que pueden ser, por ejemplo, un mercado exclusivo de venta de droga o de extorsión de comercios). Del mismo modo sería posible afirmar que la familia tradicional en muchas sociedades está sustentada en matrimonios que poco tienen que ver con el libre consentimiento y, sin embargo, eso no refuta el papel de la familia como estructura social.
Las teorías biológico-antropológicas de Boehm y Sterelny también contraponen explícitamente la familia a las bandas en la prehistoria. El primero observa que "desde el punto de vista demográfico, maridos y esposas con sus dependientes forman unidades sociales mucho más permanentes, mientras la composición de las bandas tiende a cambiar considerablemente con el tiempo" (Boehm 1999 231). Esta última diferencia explica quizá por qué la cooperación social tradicional fundada en la familia es un fenómeno mucho más extendido que el de sociedades determinadas por la territorialidad de los varones jóvenes. Dicho eso, incluso en nuestro actual mundo urbano industrializado existe un número significativo de pandillas juveniles en China, Rusia, Brasil, Estados Unidos, entre muchos otros países.
Boehm (1999) también recomienda no descartar el papel de la territorialidad en la competencia por los recursos naturales, como explicación del surgimiento de grados de altruismo. Como vimos, la competencia por los territorios abundantes y con recursos previsibles fue importante para el surgimiento de las bandas igualitarias del Paleolítico superior (Marean). En otras palabras, así como no debe desatenderse el contexto socioambiental en el estudio de las bandas de cazadores recolectores prehistóricas, tampoco se debe obviar la vulnerabilidad ambiental y social del fenómeno de las pandillas centroamericanas. Respecto a esto último, leemos en un reciente Atlas de suelos:
La sequía, la erosión del suelo, la deforestación, la pérdida de la biodiversidad y la reducción a niveles críticos de recursos como el agua, han sido determinantes en la falta de sostenibilidad económica y ambiental especialmente en sistemas productivos. Estos efectos también están asociados a la pobreza: se considera que el 71% de la población de Honduras vive por debajo del umbral de pobreza (Gardi et al. 131)
En las etnografías, reportajes y entrevistas con pandilleros del triángulo norte es recurrente la referencia al hambre cotidiana y a la solidaridad del grupo frente a esta:
Si no tenemos nada, no tenemos nada ¿Me entiendes, va? y si tenemos, órale, y si un carnal de nosotros tiene, órale, y si nadie tiene, pues nadie tiene ¿Me entiendes, va? Si come uno comemos todos ¿me entiendes, va? (Hinton).
Dicha solidaridad es quizá la prueba más clara del igualitarismo de las pandillas. Las letras de las canciones de rap que han compuesto y escuchan los jóvenes pandilleros centroamericanos en las últimas décadas también contienen testimonios de la inseguridad alimentaria y la igualdad. Los tatuajes y el rap no son rasgos esenciales de las maras centroamericanas, son fenómenos culturales que pueden cambiar y que de hecho cambian, pero eso no hace de ellos signos menos útiles para ayudar a comprender un tiempo y lugar determinados (Jacky). Revisamos las "líricas clandestinas", como las llama el famoso rapero "El travieso". Este canta acerca de los enfrentamientos con la policía, de la rivalidad con otras pandillas, de la igualdad en el grupo y del hambre, entre otros tropos recurrentes. Así, en la canción Testimonio de la calle oímos una detallada descripción de la solidaridad de grupo ("Primero me matan antes que hable de mi mara") y de la migración económica de una parte de la familia ("mi madre en otra tierra para que no pase hambre"). O bien, en la canción No existe confiansa (sic), vuelve a aparecer la solidaridad interna como razón de ser de la clica, asociada siempre a la escasez: (“todos comemos de la misma tortilla [...] no todo en la vida es abundancia”).
Podríamos multiplicar las referencias a la inseguridad alimentaria, la igualdad de grupo y la territorialidad constatada por las fuentes cualitativas que estudian a las pandillas centroamericanas. Pero una reconstrucción etnográfica detallada está fuera de los objetivos más teóricos del presente trabajo.
4. Conclusión
La intención de este ensayo no ha sido equiparar a las pandillas centroamericanas con las bandas de cazadores del Paleolítico superior para ilustrar un supuesto "primitivismo" de las primeras. La Mara Salvatrucha y el Barrio 18 son, al contrario, complejas estructuras sociales del siglo XXI que se explican por la mezcla del trasnacionalismo (en forma de flujo cultural a través de los jóvenes migrantes deportados de Los Angeles) y la pobreza extrema. Además, las bandas del Paleolítico superior y las pandillas centroamericanas difieren en sus formas de movilidad (solo eran nómadas las prehistóricas, aunque progresivamente asociadas a la competencia por permanecer en los territorios con recursos abundantes y previsibles). En realidad, las pandillas territoriales no solo han existido en el Paleolítico superior y hoy en el capitalismo global, sino a todo lo largo de la historia (por ello, a manera de ilustración, hemos evocado brevemente un tercer caso: el de bandas de jóvenes normandos en el medioevo, en sociedades sometidas a climas extremos). A pesar de esa evidencia, las influyentes teorías que se han centrado en la represión del incesto o en la existencia de un contrato social han generado mucha atención en, respectivamente, el estudio de la familia y del Estado y muy poco interés en las pequeñas asociaciones igualitarias de varones jóvenes. Y, sin embargo, es en estas últimas donde la reciprocidad y la empatía (más allá de lazos de parentesco) pueden ser mejor observadas.
El igualitarismo está implícito en el mito fundador de la banda: la represión al macho alfa hostigador. El altruismo que los teóricos del contrato social presuponen en abstracto es un hecho antropológico constatado en dichas asociaciones desde el Paleolítico superior hasta nuestros días. Las propuestas de Boehm y Sterelny, en líneas generales, nos han servido como modelos teóricos de la "naturaleza humana" y del entorno ecológico y social que permiten explicar la emergencia de importantes estructuras sociales distintas a la familia y al Estado-Nación, caracterizadas por la territorialidad y el igualitarismo, en situación de competencia por los recursos. Que bandas o pandillas logren fijar sus fronteras es, en algunos casos, un acuerdo que reduce la violencia (aunque ello suele obtenerse con violencia previa). Este enfoque nos permite confirmar, con Brantingham et al., que al establecerse las fronteras entre las pandillas se alcanza, paradójicamente, una forma de equilibrio por fuera del Estado para reducir la guerra de pandillas por la supervivencia.
Trabajos citados
Barrett, James H. "What caused the Viking age?" Antiquity 82. 317 (2008): 671-685.
Binmore, Kenneth George. Game theory and the social contract: just playing. Vol. 2. Cambridge: MIT press, 1998.
Boehm, Christopher. "The natural selection of altruistic traits" Human Nature 10.3 (1999): 205-252.
Boehm, Christopher. "The origin of morality as social control" Journal of Consciousness Studies 7.1/2 (2000a): 149-184.
Boehm, Christopher. Interactions of Culture and Natural Selection in the Upper Paleolithic. California: University of Southern California, 2000b.
Boehm, Christopher. Hierarchy in the forest: The evolution of egalitarian behavior. Cambridge: Harvard University Press, 2009.
Boehm, Christopher. Moral origins: The evolution of virtue, altruism, and shame. Nueva York: Basic Books, 2012.
Bowles, Sam & Herbert Gintis. A Cooperative Species: Human Reciprocity and Its Evolution. Princeton: Princeton University Press, 2011.
Brantingham, P. Jeffrey, et al. "The Ecology of Gang Territorial Boundaries" Criminology 50.3 (2012): 851-885.
Brown, Jerram L. "The evolution of diversity in avian territorial systems" The Wilson Bulletin (1964): 160-169.
Byock, Jesse L. "Governmental Order in Early Medieval Iceland" Viator 17 (1986): 19-34.
Cashdan, Elizabeth, et al. "Territoriality among human foragers: ecological models and an application to four Bushman groups [and Comments and Reply]" Current Anthropology (1983): 47-66.
Chabot‐Hanowell, Benjamin & Eric Alden Smith. "Territorial and Nonterritorial Routes to Power: Reconciling Evolutionary Ecological, Social Agency, and Historicist Approaches" Archeological Papers of the American Anthropological Association 22.1 (2012): 72-86.
Cohen, Stanley. Folk Devils and Moral Panics. The creation of the Mods and Rockers. Londres y Nueva York: Routledge, 2011.
Decker, Scott H. "Collective and normative features of gang violence" Justice Quarterly 13.2 (1996): 243-264.
Decker, Scott H., Charles M. Katz & Vincent J. Webb. "Understanding the black box of gang organization: Implications for involvement in violent crime, drug sales, and violent victimization" Crime & Delinquency 54.1 (2008): 153-172.
Dyson‐Hudson, Rada & Eric Alden Smith. "Human territoriality: an ecological reassessment" American Anthropologist 80.1 (1978): 21-41.
Einarsson, Árni. "Viking Age Fences and Early Settlement Dynamics in Iceland" Journal of the North Atlantic 27 (2015): 1-21.
Flack, Jessica C., & Frans De Waal. "‘Any animal whatever'. Darwinian building blocks of morality in monkeys and apes" Journal of Consciousness Studies 7.1-2 (2000): 1-29.
Freud, Sigmund. Totem und Tabu: einige Übereinstimmungen im Seelenleben der Wilden und der Neurotiker. Fischer, [1913] 1969.
Gardi, C.; Angelini, M.; Barceló, S. Atlas de suelos de América Latina y el Caribe. Luxemburgo: Comisión Europea, 2014.
Giddens, Anthony & Sutton, Philip W. Conceptos esenciales de sociología. Madrid: Alianza editorial, 2014.
Gill, Frank B. & Larry L. Wolf. "Economics of feeding territoriality in the golden‐winged sunbird" Ecology 56.2 (1975): 333-345.
Goold, Benjamin J., & Richard Patrick Young. "Restorative police cautioning in Aylesbury–from degrading to reintegrative shaming ceremonies?" Criminal Law Review (1999): 126-138.
Hacking, Ian. "Between Michel Foucault and Erving Goffman: between discourse in the abstract and face-to-face interaction" Economy and society 33.3 (2004): 277-302.
Hacking, Ian. "Making up people" En Heller Thomas C., Sosna Morton & Wellbery David E. (Eds.), Reconstructing Individualism: Autonomy, Individuality, and the Self in Western Thought (1986): 222-236.
Hinton, Adam. "MS-13" Video en línea. Vimeo. Vimeo, 30 de agosto del 2015. 10 de junio de 2016.
Hirschi, Travis. Causes of Delinquency. Berkeley: University of California Press, 1969.
Hobbes, Thomas. Leviatán o la materia, forma y poder de una república, eclesiástica y civil: Thomas Hobbes. Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, [1651] 1994.
Ember, Carol R. "Myths about hunter-gatherers" Ethnology 17.4 (1978): 439-448.
Jacky, Alejandro. "Hip Hop is not Dead: The Emergence of Mara Salvatrucha Rap as a form of MS-13 Expressive Culture" Revista de estudios culturales latinoamericanos 1.2 (2014): 1-19.
Klein, Malcolm W. & Cheryl L. Maxson. Street gang patterns and policies. Oxford: Oxford University Press, 2006.
Lévi-Strauss, Claude. Les structures élémentaires de la parenté. París: Presses Universitaires de France, 1949.
LSE-OIT-FAO, Hunger without borders. The hidden links betwen Food Insecurity, Violence and Migration in the Northern Triangle of Central America. An exploratory study. Londres: LSE-OIT-FAO, (2015).
MacKinnon, Katherine C. & Agustín Fuentes. "Primates, niche construction, and social complexity: The roles of social cooperation and altruism" Origins of altruism and cooperation. Nueva York: Springer (2011): 121-143.
Marean, Curtis W. "The transition to foraging for dense and predictable resources and its impact on the evolution of modern humans" Philosophical Transactions of the Royal Society B 371.1698 (2016): 1-12.
Martínez D'Aubuisson, Juan José. Ver, oir y callar. Un año con la Mara Salvatrucha 13. Logroño: Pepitas de calabaza (Ed.), 2015.
Martínez, Óscar. "Los salvadoreños cruzan fronteras de guerra a diario" Sala negra. 4 de enero del 2016.
Matza, David, & Gresham M. Sykes. "Juvenile delinquency and subterranean values" American sociological review (1961): 712-719.
Matza, David. Delinquency and Drift. New York: John Wiley, 1964.
Merton, Robert K. "Social structure and anomie" American sociological review 3.5 (1938): 672-682.
Miller, Jody. One of the guys: Girls, gangs, and gender. New York: Oxford University Press, 2001.
Moore, Joan; James Diego Vigil & Josh Levy. "Huisas of the street: Chicana gang members" Latino Studies Journal. 6.1 (1995): 27-48.
Nateras Domínguez, Alfredo. "Maras y pandillas: Barrios juveniles, más allá de las fronteras culturales" En Valenzuela Arce, José Manuel (coordinador), Tropeles juveniles. Culturas e identidades (trans)fronterizas. Monterrey: El Colegio de la Frontera Norte- UANL (2014): 85-118.
Nishida, Toshisada. "Alpha status and agonistic alliance in wild chimpanzees (Pan troglodytes schweinfurthii)" Primates 24.3 (1983): 318-336.
Rodgers, Dennis. "Slum wars of the 21st century: gangs, mano dura and the new urban geography of conflict in Central America" Development and Change 40.5 (2009): 949-976.
Rousseau, Jean Jacques. Du contrat social. París: Seuil, [1762] 1977.
Sanders, Bill, Stephen E. Lankenau & Jennifer Jackson-Bloom. "Risky sexual behaviors among a sample of gang-identified youth in Los Angeles" The Journal of Equity in Health 2.1 (2009): 61-71.
Simmons, Beth A. "Rules over real estate: trade, territorial conflict, and international borders as institution" Journal of Conflict Resolution 49.6 (2005): 823-848.
Skyrms, Brian. "Game theory, rationality and evolution of the social contract" Journal of Consciousness Studies 7.1-2 (2000): 269-284.
Sober, Elliott & David Sloan Wilson. "Summary of: ‘Unto others. The evolution and psychology of unselfish behavior’" Journal of Consciousness Studies 7.1-2 (2000): 185-206.
Sober, Elliott & David Sloan Wilson. Unto others: the evolution of altruism. Cambridge: Harvard University, 1998.
Sterelny, Kim. "From hominins to humans: how sapiens became behaviourally modern" Philosophical Transactions of the Royal Society B: Biological Sciences 366.1566 (2011): 809-822.
Sterelny, Kim. "Cooperation, culture, and conflict" The British Journal for the Philosophy of Science 67.1 (2016): 31-58.
Stiner, Mary C., Ran Barkai & Avi Gopher. "Cooperative hunting and meat sharing 400–200 kya at Qesem Cave, Israel" Proceedings of the National Academy of Sciences 106.32 (2009): 13207-13212.
Trivers, Robert L. "The evolution of reciprocal altruism" Quarterly review of biology (1971): 35-57.
Valenzuela, José Manuel. "La mara es mi familia" En Valenzuela, José Manuel, A. Nateras & R. Reguillo (coordinadores), Las maras. Identidades juveniles al límite,. Ciudad de México: UAM, Colegio de la Frontera Norte, Juan Pablos, 2013. 33-61.
Venkatesh, Sudhir Alladi. Gang leader for a day: A rogue sociologist takes to the streets. Nueva York: The Penguin Press, 2008.
De Waal, Frans. Chimpanzee Politics: Power and Sex Among Apes. New York: Harper and Row, 1982.
De Waal, Frans. Good Natured: The Origins of Right and Wrong in Humans and Other Animals. Cambridge: Harvard University Press, 1996.
Wilson, David Sloan & Edward O. Wilson. "Evolution “for the Good of the Group”: The process known as group selection was once accepted unthinkingly, then was widely discredited; it's time for a more discriminating assessment" American Scientist 96.5 (2008): 380-389.
Yablonsky, Lewis. Gangsters: 50 Years of Madness, Drugs, and Death on the Streets of America. Nueva York: NYU Press, 1997.
Notas