Hacia una epistemología del desconocimiento12
Revista Colombiana de Filosofía de la Ciencia, vol. 17, núm. 35, pp. 119-144, 2017
Universidad El Bosque

Recepción: 31 Marzo 2017
Aprobación: 20 Noviembre 2017
Resumen: El artículo discute las posibilidades de reconocer al desconocimiento como parte esencial de nuestro sistema epistemológico, partiendo de una revisión histórica y crítica del concepto del conocimiento. Este se propone como un hecho social que acontece en la relación entre el ser, el mundo-objeto y su mundo de vida, con carácter interpretativo, relacional, multiversal, histórico y limítrofe. Se propone la incorporación del desconocimiento cambiando el paradigma mediante la hermenéutica comprensiva, la confrontación crítica, el diálogo (como un acontecimiento necesario para la producción epistemológica), y la integración holística, reconociendo la diversidad de interlocutores en el discurso epistemológico.
Palabras clave: desconocimiento, epistemología, hermenéutica, diversidad, límite.
Abstract: The article analyzes the possibilities of the unknown as an essential part of our epistemological system, beginning with a historical and critical review of the concept of knowledge. This concept is proposed as a social fact that happens due to the relationship of the being, the world-object and the life world, with interpretative, relational, multi-versal, historical and limit characteristics. The unknown is proposed to be added to the epistemological system through comprehensive hermeneutics, critical confrontation, dialogue (as a necessary event for epistemological production), and holistic integration to recognize the diversity of agents involved in epistemological discourse.
Keywords: unknown, epistemology, hermeneutics, diversity, limit.
Dubito, ergo cogito, ergo sum.
René Descartes
1. Introducción
La inquietud por conocer y la capacidad de pensar sobre sí y sobre su entorno es una característica inherente a todas las personas. En nuestra tradición filosófica derivada de la Antigua Grecia, Sócrates ya proponía que “la filosofía nace de la precariedad de nuestro saber” (Lomelí). Sin embargo, durante el periodo de la Edad Media (siglos V-XVI d.C.) se estableció como fuente indiscutible del conocimiento a Dios, por lo que la interpretación del conocimiento derivaba de la escolástica y el clero. Estas premisas epistemológicas tuvieron un gran éxito debido a su relación con el sistema político, económico, social y moral, estableciendo un orden de vida unitario.
En el siglo XVII, se vivió un cambio radical en este sistema, puesto que se comenzó a pensar en cuál era el papel de los seres humanos en su propio mundo de vida. La Ilustración se encontraba ante el reto de sustituir al significante universal de Dios con algo que legitimara la creación de conocimiento fuera de la interpretación eclesiástica. Aunque los movimientos políticos que consolidaron a la Modernidad como el nuevo orden de vida[5] surgieron posteriormente, el trabajo teórico que se realizó en el siglo XVII para constituir al pensamiento científico-racional ha sido fundamental hasta la actualidad para definir las bases de nuestro sistema de pensamiento, político, y social[6]. Se erigió como pilar fundamental de este nuevo sistema, la razón como característica de los seres humanos que permite establecer una nueva relación con la naturaleza, a partir de la separación entre el sujeto observante y el objeto del conocimiento para dar resultados verosímiles entre los ejercicios del pensamiento científico y los fenómenos que se observaban en el mundo de vida. Los seres humanos son dotados por la naturaleza, y en un sentido estricto por la relación entre Dios y la naturaleza, de razón para conocer al mundo (Touraine). La razón es el referente universal que impera en las sociedades occidentales.
Uno de los cambios más significativos y distintivos entre el periodo histórico de la Modernidad, que también hereda la Posmodernidad, y los periodos anteriores como la Antigüedad o la Edad Media recae en la disciplina filosófica, alrededor de la que se constituye todo el orden social. En palabras de Da Silva “el punto de partida… de la Modernidad es lo epistemológico y no lo ontológico, como destacaron en la Antigüedad y en la Edad Media” (Da Silva 2016 3). A esto se le debe sumar el hecho de que la Modernidad se constituyera también como un orden de vida unitario que abarcaba otras esferas de la vida humana, en cuyo caso Touraine agrega:
[L]a modernidad quiso pasar del papel esencial reconocido a la racionalización a la idea más amplia de una sociedad racional, en la cual la razón rige no sólo la actividad científica y técnica sino también el gobierno de los hombres y la administración (Touraine 1994 72).
Esta voluntad de control y de conocimiento racional permeó a todas las áreas del conocimiento que conocemos en la actualidad, desde la biología y la física hasta la filosofía y el arte. A partir de la segunda mitad del siglo XXX CXXCCV, y después de los trágicos episodios de las dos guerras mundiales (1914-1919; 1939-1945) nuevamente se alzan voces de crítica hacia el orden de vida que se había constituido hasta el momento. Desde la lógica moderna, gracias a la razón, el Ser Humano podía conocer todo lo que constituía su mundo; por lo tanto, todo lo que pudiera ser comprobable mediante el método científico era asequible de ser conocido. El problema era que muchas veces conocer un fenómeno no implica conocer la totalidad de los efectos que este tiene[7]. Debido a esto, cobra especial relevancia repensar el papel de la razón desde nuestra cualidad humana, sus límites y su relación con otros fenómenos de lo humano como las emociones, las pasiones, la corporalidad, la intencionalidad y los estados mentales de forma interdisciplinaria, con un enfoque comprensivo.
Este artículo busca establecer una relación entre las cuestiones contemporáneas de la filosofía de la mente, la importancia de la representación y el sistema filosófico racional de la epistemología para incorporar el desconocimiento como una parte fundamental del mismo. Parte de la necesidad de repensar el conocimiento para la comprensión de nuestro mundo de vida, tomando como un eje fundamental el papel del lenguaje y la interpretación, así como el carácter límite del conocimiento mismo.
La hipótesis que se sostiene es que el desconocimiento es un elemento esencial para comprender la dimensión humana del conocimiento, el cual existe en el ámbito de la representación, tiene cualidad limítrofe, y es afectado por la interpretación, modificando nuestro mundo de vida. Se destaca el enfoque de la hermenéutica comprensiva (Verstehen) en la pretensión de este artículo, no como una negación a las posibilidades de la explicación (Erklären) y la causalidad en las ciencias, sino como una postura crítica que incluya en su discusión aspectos que normalmente no suelen tomarse en cuenta en la constitución teórica de la epistemología contemporánea.
2. Desarrollo
El conocimiento existe en un fenómeno estrictamente relacional entre los seres humanos y el mundo. Existen dos formas de interpretar el conocimiento: a) como una forma excepcional de pensamiento o de reflexión exclusiva de los seres humanos que requiere de un alto grado de profundidad; o b) como una forma de ajustar la realidad de la existencia de las personas ante su medio ambiente, lo cual podría también ser un fenómeno que ocurriera en otras formas de vida (Reed). La primera postura refleja un marcado antropocentrismo que parte de los supuestos de que la complejidad de la actividad cerebral humana es diferente a la de cualquier otra forma de vida conocida; sin embargo, es importante recalcar que hablar de una inteligencia superior de los seres humanos refleja una imprecisión derivada de los siguientes factores: 1) seguimos sin conocer la totalidad de la extensión y capacidades de la sinapsis, la plasticidad y otros fenómenos neuronales, y la complejidad de las estructuras y procesos que ocurren en nuestro cerebro, ya sea desde el campo de las neurociencias o de la psicología; y 2) tampoco conocemos la extensión de estos mismos procesos en otras especies y en otros seres vivientes, de tal forma que solo podemos aceptar un nivel de verosimilitud parcial entre las comparaciones que incluyen a los seres humanos y a las otras especies en este aspecto.
Incluso cuando pudiéramos superar estos factores, debemos tomar en cuenta el problema del lenguaje. Tal como lo menciona Wittgenstein, no podemos acceder a comprender lo que va más allá de nuestro propio lenguaje. Debido a esto, para construir nuestro mundo de vida[8] material y abstracto, interpretamos los fenómenos del mundo a partir de incorporarlos a nuestro lenguaje. En cambio, si pensamos en el conocimiento como un fenómeno adaptativo al medio ambiente que puede no ser exclusivo de la especie humana, podríamos reconocer que el conocimiento puede derivar de procesos evolutivos específicos, pero sin asumir que existe un solo proceso evolutivo que dé como resultado la capacidad de conocer[9]. Incluso a pesar de nuestra incapacidad de comprender la complejidad de otros procesos de aprendizaje, como aquellos presentes en especies especialmente sociales del tipo de abejas, hormigas u otros primates[10], no se pueden descartar las similitudes entre sus procesos de aprendizaje y conocimiento y lo que sabemos hasta ahora de la cognición humana.
El postulado básico de la Modernidad dicta que, ante todo, los seres humanos son (de y desde la) razón (Da Silva). De este postulado parte la ontología de la (Pos)modernidad y el método cartesiano. En este contexto, se reconoce la existencia material de los seres humanos como entidades biológicas, además de su capacidad para alterar, consciente o inconscientemente, el mundo. Retomando lo propuesto por Wittgenstein, nuestro mundo de vida se encontraría limitado por las capacidades de nuestro lenguaje para representar al mundo y a los fenómenos que en él ocurren. El conocimiento tiene un carácter especial en esta representación debido a la correspondencia y verosimilitud entre la lógica representativa/simbólica y la explicación u ocurrencia de los hechos en el mundo. A pesar de esto el conocimiento es ante todo un fenómeno de la representación, por lo tanto implica la percepción del mundo en tanto signo y su abstracción y reflexión para llegar a una conclusión específica. Pero en este proceso de significación no está únicamente en juego la receptividad racional del sujeto, sino que pueden involucrarse múltiples dimensiones de lo humano. Es decir, que la objetividad del conocimiento trata con sujetos individuales cuyas esferas no se reducen únicamente a lo racional, y las cuales se deben pensar en relación a: i) ¿cómo influyen en la creación del conocimiento?; ii) ¿cuáles son los límites de la objetividad en la epistemología?
Es importante recalcar que esta propuesta no busca llegar al nihilismo ni al relativismo del conocimiento, y tampoco hablamos de solipsismo. Lo que se busca es tener una sensibilidad de las implicaciones de los límites del conocimiento y de los alcances del desconocimiento en el sistema epistemológico. Respecto a las dimensiones que pueden tener algún efecto y las cuales se propone someter a discusión en este contexto son, como mínimo:
Al hablar de estas dimensiones no se busca simplemente profundizar en las disciplinas que ya se han abocado al estudio independiente de los temas que comprende cada una de ellas, sino establecer dinámicas de diálogo y comprensión que permitan identificar los efectos, límites y capacidades de los seres humanos al tratarse de epistemología y estar en constante interacción con estas múltiples dimensiones. Estas dimensiones tienen la potencialidad de permitir tener una mejor comprensión de los horizontes de conocimiento particulares de los individuos y de las sociedades[11].
Sin embargo, partiremos de la premisa de que el conocimiento existe en un espacio que discurre entre el cuerpo, las dimensiones de lo humano y la representación a través del lenguaje. Es por esto que la estética, la corporalidad y la semiótica cobran relevancia para comprender las implicaciones de nuestro conocimiento, así como para adoptar una postura crítica que favorezca el diálogo sobre las implicaciones del desconocimiento para la epistemología.
2.1. El conocimiento como acontecimiento de la representación
Nuestro mundo de vida existe en función de la extensión de nuestro lenguaje. Y nuestro lenguaje se encuentra en un constante juego entre el límite del mundo y la representación. Consideremos que el conocimiento es uno de los componentes de nuestro mundo de vida, y que nuestra capacidad de ejercer nuestro razonamiento requiere en gran medida de la abstracción de nuestro mundo-objeto. Sin embargo, es en nuestra capacidad de significar al mundo-objeto donde se dan las relaciones cognitivas que derivan en el conocimiento. Es por esto que estableceremos una relación entre la teoría semiótica propuesta por Charles Pierce y la teoría del límite de Eugenio Trías, para lo cual nos apoyaremos en la Figura 1.

En un primer momento identificamos los elementos de la teoría semiótica de Pierce, partiendo del objeto (I) dado, el cual se encuentra en estricta relación con el significante (II) o representamen a partir del cual se puede interpretar un significado (III) específico relacionado con él mismo. Notemos que la relación circular entre estos elementos es profundamente hermenéutica en el sentido de que la comprensión y la interpretación se basan en la indisoluble relación entre el mundo-objeto y el sujeto, así como sus posibilidades interpretativas[12]. Estos elementos a su vez se relacionan con los conceptos lingüísticos de pragmática (A), siendo el objeto o referente lo que afecta o es afectado en la relación de significación; sintaxis (B), la cual se relaciona con el significante al entender que el vínculo generado entre el objeto y el significado depende de la percepción del signo y el contexto en el que sucede la interpretación; y la semántica (C), que puede considerarse la representación concreta de la particularidad del signo en el contexto del lenguaje concreto que constituye el mundo de vida del interpretante, reflejando un horizonte particular de conocimiento que a su vez incluye un sistema de valores, emociones y formas de pensamiento de ese sistema lingüístico específico.
En cuanto al fenómeno de la representación, consideremos que la dimensión material (cuerpo) de los seres humanos existe en un espacio material real compartido como objeto al que nombramos mundo, pero cada interacción entre los sujetos y el mundo construye interpretaciones en el ámbito de la representación (a). Los Seres Humanos existen en una coyuntura continua entre su existencia (incluida su capacidad sensorial, perceptiva y de reacción ante esa existencia material) y su imaginario, con todo lo que abarca la representación que le es posible gracias a sus capacidades sensoriales y cognitivas. Esta coyuntura de la existencia del Ser Humano es el límite en donde existe. Para Eugenio Trías, el límite es “aquello (=x) en relación a lo cual se determina y se decide el ser: el ser concebido como el ser mismo, o como el genuino ser como ser buscado por Aristóteles” (Trías 36). Siguiendo a Trías, establecemos al ser de límite (iii) en el espacio existente entre la representación y el mundo, pero sobre todo, en su acontecimiento entre la razón fronteriza (i) entendida como el “conjunto de usos verbales y de escritura mediante los cuales se puede producir significado y sentido” (Trías 32) y el suplemento simbólico (ii) como acceso simbólico, indirecto, que permite acercarse a dar sentido a lo trascendental y rebasar el límite del misterio entre “lo que puede decirse y lo que debe callarse; o lo decible y lo indecible” (Trías 33). Por lo tanto, volviendo a la Figura 1, podemos ver la interpretación y la adquisición de significados dentro de las posibilidades de la razón fronteriza del ser de límite, mientras que el suplemento simbólico[13] daría un espacio para los acontecimientos de la constitución del signo y los procesos sintácticos.
Finalmente, la relación entre el logos de la representación y la praxis es de especial relevancia para Trías, quien menciona que la razón fronteriza se desdobla en dos barrios: a) la ontología (que incluye a la epistemología) y b) la ética/política como uso práctico de la razón fronteriza y forma de tránsito de la representación hacia el mundo-objeto; y otros dos barrios correspondientes al suplemento simbólico; a) la religión como relación entre los seres humanos y lo sagrado, y b) el arte como formalización de lo trascendental ante el mundo. Destaquemos la vía de regreso que abre Trías entre la representación y su influencia en el mundo-objeto, puesto que a pesar de que la razón fronteriza y el suplemento simbólico existen en el ámbito de la representación, tienen una influencia directa en los modos de acontecer de los seres humanos, y su relación con el mundo-objeto.
Trías también explora la relación entre la estética y la ética, y propone:
En la experiencia de lo sublime está especialmente patente esa conexión del uso práctico de las ideas de la razón y su simbolización en la experiencia estética que le da posible curso. (Trías 253)
Entendamos lo anterior partiendo de que la forma de acercarse a lo trascendental y lo sublime mediante lo artístico y la extensión de nuestra corporalidad significante refleja y pone en práctica nuestra experiencia cotidiana, de vida, y nuestros valores. Mientras la ética expresa estos preceptos desde las posibilidades del pensamiento lógico en un sentido primordialmente social, la estética materializa la capacidad expresiva de la subjetividad humana desde la construcción específica de cada mundo de vida, mostrando tanto el deber como el no deber y sus críticas, permitiendo asimilar y apropiar individualmente los correlatos sobre la vida personal y colectiva (Trías).
La capacidad de apropiación discursiva y de los fenómenos del mundo de vida puede derivar en conocimiento o en otro tipo de aprendizajes y experiencias para los seres humanos, pero siempre parte de sus capacidades sensoriales, influyendo en su forma de acercarse al mundo. La corporalidad, las percepciones y las sensaciones forman una parte fundamental del sistema epistemológico, y debemos considerar que al modificar la interpretación de la realidad e incorporar la posibilidad de transformación de los seres humanos en su espacio relacional, la capacidad de manifestar en el mundo lo que excede nuestra posibilidad de conocimiento a través de lo estético, que constituye un factor clave al momento de establecer y socializar nuestros horizontes de pensamiento.
Esto nos lleva a pensar en la extensión, el grado y la importancia de la influencia de las dimensiones de los seres humanos respecto al conocimiento como fenómeno social e individual, así como las posibilidades de diálogo de horizontes de conocimientos distintos[14]. Estos espacios de diálogo y la forma en la que se aprende a interpretar el mundo, de acuerdo con Charles Taylor, establecen formas de interacción entre la comunidad y de la comunidad con el mundo, con una cosmogonía específica (Benhabib), por lo que debemos entender que el diálogo puede permitir comprender el conocimiento en un contexto que se adecúe a la realidad también en los fenómenos de la representación y que, incluso, puede arrojar una nueva luz sobre la interacción entre las múltiples dimensiones de lo humano y el conocimiento.
2.2. Razón y (des)conocimiento: hacia una comprensión y tipología ampliada
La Modernidad considera al conocimiento la base para la toma de decisiones de los seres humanos y también, para el control sobre nuestro entorno material. El conocimiento es un producto de la razón pero no todos los productos de la razón son conocimiento. Por lo tanto, discutiremos tanto los elementos comúnmente aceptados que constituyen al conocimiento como la valoración epistemológica de lo que consideramos conocimiento.
Los elementos básicos que constituyen el conocimiento son cuatro. El primero es el objeto, que de acuerdo con Kant puede ser el objeto en sí, con carácter ontológico y características o elementos no-relacionales[15], o el fenómeno dentro del cual acontece el objeto, caracterizado por su mutabilidad, ocurrencia temporal y contextual. Particularmente para el caso del estudio de las ciencias humanas y sociales, Dilthey introduce una discusión interesante sobre las posibilidades del Ser Humano para conocerse a sí mismo; aunque también se reconoce una distinción entre el objeto y el sujeto.
El sujeto es el segundo elemento característico del conocimiento. El sujeto tiene capacidad de identificar el acontecer del objeto, calificarlo como relevante para su estudio e intentar entenderlo o situarlo en un marco causal, de interdependencia, un resultado, o un elemento de un conocimiento específico. La discusión sobre los límites del sujeto en tanto agente del conocimiento en sí y su susceptibilidad para comprender el mundo es de especial relevancia al hablar de una epistemología del desconocimiento[16].
El tercer elemento es la justificación del conocimiento y se refiere a los métodos mediante los cuales se valida el conocimiento. Estos métodos se dan en función del contexto histórico específico en el que se produce el conocimiento y dependen en gran medida de las sociedades de conocimiento dominantes de dicho periodo. En otras palabras, la justificación del conocimiento resulta de una convención social, que en el caso de la Modernidad se relaciona con la búsqueda de la objetividad y de la certeza sobre la aplicabilidad del conocimiento mediante el método científico. Cabe destacar que el cambio en los medios de justificación epistemológica fue uno de los mayores logros de la Ilustración, y permitió la transición de la Edad Media a la Modernidad (Touraine).
El cuarto elemento del conocimiento es la verosimilitud, la correspondencia del conocimiento en su abstracción lingüística con los hechos del mundo y su cercanía con la verdad. Este elemento refleja la deontología del conocimiento moderno para la búsqueda de la verdad, e implica la capacidad de ejercer un juicio racional para llegar a conclusiones válidas en una estructura lógica[17]. Es la fortaleza del vínculo logos-praxis. El valor de la verdad es uno de los principios básicos de la epistemología moderna.
Uno de los principales problemas de la epistemología es, precisamente, el de valorar el peso de las palabras y las proposiciones sobre nuestro mundo de vida desde nuestras posibilidades de generar conocimiento. Siendo así, hay proposiciones que resultan más relevantes para la epistemología que otras, algunas que tienen la potencialidad de modificar el sistema de conocimiento y otras que no. Las dos dimensiones sobre las que se puede evaluar a las premisas o creencias son su importancia para el sistema epistemológico y su falsabilidad o verificación (Da Silva).
Las creencias epistémicamente racionales son relevantes para el sistema epistemológico por su capacidad de alterar el conocimiento que se tiene sobre alguna materia y son verificables. Las creencias epistémicamente gratuitas son aquellas que a pesar de ser verificables no tienen algún impacto en los sistema de pensamiento, por lo cual no son significativas para el sistema epistemológico o para las materias sobre las que hablan; esto no quiere decir que sean irrelevantes en su totalidad, sino que pueden ser objeto de un tipo de conocimiento no-epistémico o, incluso, conformar parte de la identidad individual o colectiva. Por otro lado, las creencias epistémicamente no racionales pueden o no ser relevantes para los sistemas de pensamiento, pero no son falsables o verificables puesto que corresponden a ámbitos no comprobables mediante el método científico. Al conjunto de creencias epistémicamente gratuitas y epistémicamente no racionales se les considera creencias epistémicamente inertes, puesto que no corresponden con las proposiciones tradicionales a las que se refiere la epistemología o la filosofía (Da Silva). Para hablar de una epistemología del desconocimiento se debe tener mayor sensibilidad de que no todas las creencias son epistémicamente verificables y sus impactos son diferentes en los sistemas de pensamientos, pero el desconocimiento puede estar presente en cualquiera de estas categorías, y su influencia en la producción del conocimiento también es relevante para lograr una comprensión integral de los fenómenos humanos. En este sentido, merece especial énfasis la discusión sobre la forma en la que los campos del conocimiento y la epistemología pueden ser afectados por premisas no verificables y fenómenos cuya asequibilidad sobrepase las capacidades de poder ser entendidas mediante la razón y el método científico.
A la valoración epistémica se le debe sumar una postura crítica sobre algunos elementos que han sido tradicionalmente naturalizados sobre el conocimiento y que constituyen parte del sistema de valores sobre el cual se asienta. Estas manifestaciones del sistema de valores en el conocimiento se constituyen en mitos fundamentales del sistema epistemológico que presentan a continuación:
Atemporalidad
Este mito considera al conocimiento derivado de la razón como perdurable y no-histórico. Suele considerar la distinción entre los “hechos” y las “opiniones”[18] como la explicación fundamental de que algo perdure o no en el tiempo. Sin embargo, a pesar de que dependiendo de la disciplina y el conocimiento específico del que se hable habrá una variación en el tiempo de vida del conocimiento, este cambio constante en las condiciones del mundo-objeto y del mundo de vida humano le da una vigencia implícita al conocimiento[19].
Universalidad
El mito de la universalidad dicta que la razón permite generar conocimiento válido para la condición dada y para todos los seres humanos, el cual es único para dicha situación y abarca la totalidad del hecho. En palabras de Wittgenstein (17) “si yo conozco un objeto, conozco también todas sus posibilidades de entrar en los hechos atómicos”. Es la capacidad que se asume del conocimiento para generalizarse en todas las situaciones aplicables; a lo cual Trías enfatiza que la razón “debe rebajar su pretensión de constituirse en una razón ‘absolutamente infinita’; … asumir su condición limítrofe y fronteriza”[20](Trías 247). En este sentido no se busca profundizar en la discusión Hume-Kant sobre la previsibilidad y la posibilidad de la razón pura, pero sí cabe destacar las posibilidades de que múltiples conocimientos coexistan en las mismas situaciones, por lo cual resulta fundamental identificar mecanismos válidos de diálogo y convalidación de los conocimientos. La propuesta desde la integración del desconocimiento es reconocer la multiversalidad del conocimiento y repensar las formas de diálogo posibles para la comprensión extensa de los objetos aceptando los alcances de las posibilidades del conocimiento y la diversidad de conocimiento que se puede generar sobre el objeto.
Objetividad
El mito de la objetividad dice que generar conocimiento no está relacionado con los ámbitos de ejercicio subjetivo (dimensiones) de la persona que genera conocimiento. Implica la posibilidad de la separación total del sujeto y el objeto. Sin embargo, tomando en cuenta que el conocimiento requiere de la abstracción y representación del objeto, debemos lidiar con la diferencia en cuestión de las experiencias y los significados que los hechos adquieren, un horizonte de significado en particular. Siendo que no existe una interpretación única o universalizada de los hechos, debemos buscar en la hermenéutica la posibilidad de consensos sobre el conocimiento que se genera. Desde el punto de vista de las ciencias exactas existe “un límite a la certidumbre con la que se puede conocer el estado de un sistema físico” (Hackyan 2001 19), y este límite de certidumbre se puede también entender en el contexto específico de la relación simbiótica a establecerse entre los elementos de un sistema, en este caso, lo que constituye al mundo[21].
Particularidad
Este último mito considera a la razón un fenómeno aislado de cualquier otro ámbito de la vida, social o personal, de los seres humanos. Es decir, habla de la independencia de la razón de las emociones, las necesidades, los deseos y, en general, de la existencia física y la vida espiritual de las personas. En respuesta a este mito consideremos que las formas en las que el conocimiento puede ser generado por el ser humano dependen de su capacidad de interpretar su mundo y, por lo tanto, de su capacidad sensorial e interpretativa como un punto de partida, por lo que los pensamientos, las intenciones y las motivaciones también tienen un correlato en la modificación del mundo de vida, y en la forma en la que se genera el conocimiento.
Una vez señalados los mitos de la razón, revisaremos las posibilidades del conocimiento con base en los distintos sectores del conocimiento y del desconocimiento, así como las posibles relaciones de los límites entre cada uno. Para esta explicación nos apoyaremos de las figuras 2, 3 y 4.

Entendamos el conocimiento como el resultado del ejercicio de la facultad para entender y comprender por medio de la razón la naturaleza de los objetos, así como sus cualidades y las relaciones que existen entre ellos. El conocimiento se constituye en el mundo de vida humano mediante la relación entre el sujeto y su mundo-objeto, mediado por las capacidades sensoriales de los seres humanos. La sin-razón se entiende como la acción humana que parte de los impulsos fuera de la razón y opera en lo humano a través de la psique, las pasiones y los instintos; en autores como Foucault, suele relacionarse con la locura. Entendemos que la generación de conocimiento está asociada con el uso de la razón (C), que es la capacidad de los seres humanos para generar juicios y conclusiones a partir de la articulación de pensamientos y de relacionar ideas y conceptos de forma lógica[22], justificable y con la potencialidad de ser compartida con otros seres humanos[23]. Los sectores del conocimiento que son accesibles a través de la razón son el 1 y el 2. Además, la razón es un ejercicio consciente (A), es decir, se realiza de forma voluntaria y libre a través de la decisión de los sujetos. Por otro lado, lo inconsciente (B) hace referencia a los fenómenos a los que la razón no puede acceder en el acontecimiento de la vida humana en un momento en específico, pero que forman parte de su mundo de vida. Los sectores 3 y 4 corresponden a la no-razón (D), que se entiende como lo que es un fenómeno de, por o para lo humano y no es accesible mediante la lógica ni la justificación científico-metodológica del sujeto con capacidad de conocer, sino a través del suplemento simbólico.
Al hablar de conocimiento solemos hablar de conocimiento positivo[24] (I), es decir sabemos que “p” es algo debido a “x” o “y” cuya relación se comprueba con una metodología específica. Comprobamos lo que sí es “p”, e implica afirmar lo que sucede con el objeto de estudio. Este conocimiento abarca el sector de lo conocido (1), lo que sabemos que es. En cambio, el conocimiento negativo (II) es todo aquello que no es conocimiento positivo. El conocimiento negativo es equiparable al desconocimiento, e incluye los sectores 2, 3 y 4 puede ser de varios tipos: a) desconocimiento de certeza o por omisión, que es cuando se sabe que algo no es “p”, como el acercamiento de Karl Popper mediante el criterio de falsación; b) desconocimiento de causas y formas cuando no se sabe por qué o cómo ocurre algo que ocurre, es decir, se tiene consciencia del objeto, de alguna de sus manifestaciones o de alguno de sus efectos pero se desconoce el objeto como tal; o c) desconocimiento del objeto, donde el objeto es un hecho del mundo-objeto que teniendo o no correspondencia en el mundo de vida, no es conocido en un momento del tiempo específico.
Lo conocido desconocido (2) corresponde al desconocimiento de certeza mencionado en el criterio de falsación de Popper. En cuanto a lo desconocido conocido (3) debemos entender que corresponde a un sector que ha sido principalmente estudiado por la psicología al hablar de aquello que acontece en nuestro mundo de vida pero de lo que no somos conscientes, por lo que abarca desde el estudio del subconsciente, los impulsos, los deseos, las pasiones, las emociones, los prejuicios y los sentimientos, que a su vez pueden afectar a la representación y la interpretación de los objetos. Finalmente, lo desconocido desconocido (4) es lo temporalmente inasequible a nuestro conocimiento y puede acontecer en dos posibilidades: a) que esté presente en nuestro mundo de vida y que no sepamos o no podamos acceder a dicho conocimiento; y b) que no esté presente aún y que lo vaya a estar (o haya estado) en algún otro momento histórico posterior o anterior.
Consideremos que de forma general el conocimiento o desconocimiento que existe en nuestro mundo de vida puede ubicarse en cualquiera de estos sectores. Sin embargo el conocimiento y las disciplinas del mismo no son estáticas, sino que, al ser fenómenos que acontecen y ocupan a los seres humanos, también tienen cualidades límite y ocurren entre la razón fronteriza y el suplemento simbólico del ser de límite. Por lo tanto, los sectores tienen zonas fronterizas en sí mismas donde ocurren los fenómenos de mutabilidad, cambio y transformación constante característicos del contenido de nuestro sistema epistemológico.
Una propuesta de la epistemología del desconocimiento debe desdoblarse en dos puntos interrelacionados: por un lado, hablar sobre los contenidos del sistema de producción del conocimiento y la forma en la que el desconocimiento se inserta en él mismo y, por otro lado, en entender y cuestionar los espacios de interlocución y las sociedades de conocimiento que establecen los valores intrínsecos en el sistema epistemológico vigente, por lo que la tipología anteriormente descrita si bien se inscribe principalmente en la caracterización del desconocimiento al interior de nuestro sistema epistemológico, también sirve como base para la reflexión sobre la adecuación de los preceptos básicos de dicho sistema.
Comenzaremos entonces a discutir las zonas límite de los sectores del (des)conocimiento. Para esto haremos un análisis en dos dimensiones principales: la horizontal, en un eje que va de lo consciente y racional, hacia lo inconsciente y el olvido; y vertical, en un eje que transita desde el sujeto hacia el mundo-objeto.
La Figura 3 describe las posibles relaciones horizontales que existen entre los sectores y las zonas fronterizas del conocimiento.

El movimiento 1, a nivel individual o colectivo, implica pasar de lo conocido conocido a lo desconocido conocido, lo cual habla de una internalización de dicho conocimiento o incluso algún grado de olvido de un conocimiento. El caso de la internalización puede verse en la adopción de un sistema de valores determinado, que haga tomar a este sistema como dado o “natural”[25]. El movimiento 2, que va en el sentido opuesto, de lo desconocido conocido, implica una transición de lo subconsciente o inconsciente a lo consciente. Puede darse mediante una confrontación crítica con el objeto o a través de procesos relacionados con el psicoanálisis y, de igual forma, puede ser tanto individual como colectivo.
Los movimientos 3 y 4 transitan entre lo conocido desconocido y lo desconocido desconocido. El movimiento 3, pasa de lo conocido desconocido a lo desconocido desconocido y puede ocurrir debido a la falta de registro, una valoración histórica que derive en falta de interés al respecto, al olvido, a un cambio de valores que dejen de dar continuidad a los esfuerzos por conocer un determinado objeto o, incluso, a cuestiones políticas o de valoración moral negativa sobre dichos esfuerzos, generando espacios de exclusión o de ejercicio de poder (de agenda). El movimiento 4 puede ocasionarse debido a un cambio en el momento histórico, en el contexto social o, incluso, por reconocer presencia del objeto pero la falta de los medios para hacerlo asequible a conocerse. Todos estos movimientos pueden tener componentes individuales o colectivos, pero su influencia en el conocimiento o en el desconocimiento depende en gran medida del cambio en factores temporales.
La Figura 4, por otro lado, muestra los movimientos posibles entre los sectores y zonas fronterizas de forma vertical.

El primer movimiento vertical (a), que transita de lo conocido desconocido hacia lo conocido conocido implica tener las capacidades para elaborar el conocimiento positivo de algo que anteriormente no se había podido comprobar. Esto puede ser debido a un cambio en la tecnología, el lenguaje o las formas de diálogo y de comprensión. El segundo movimiento vertical (b) que pasa de lo conocido conocido a lo conocido desconocido puede suceder por la falta de capacidades tecnológicas para la comprensión del objeto[26], la falta de reproducción de algún conocimiento, cambios radicales en las condiciones ambientales o la muerte de alguna(s) persona(s) clave para el conocimiento de cierta materia[27].
El tercer movimiento (c), transita de lo desconocido desconocido a lo desconocido conocido, lo que puede significar la introducción de algo al inconsciente, lo místico, o lo que se puede conocer mediante la experiencia de la comunicación de suplementos simbólicos de otros sujetos por medio de las experiencias artísticas o religiosas. La capacidad de tener un acercamiento en un primer momento a lo temporalmente inasequible se da gracias a la posibilidad de manifestar ese objeto en particular mediante suplementos simbólicos que los incorporen en nuestro mundo de vida que, aunque no sea mediante un acceso racional, se puede considerar una manifestación que busca comprender el mundo dentro de las capacidades humanas del desconocimiento. Finalmente, el cuarto movimiento (d) que transita desde lo desconocido conocido a lo desconocido desconocido puede implicar un cambio en las condiciones del mundo de vida individual o colectivo que haga que las ideas, valores, pasiones, sentimientos y fenómenos que suceden de forma inconsciente, se vuelvan temporalmente inasequibles.
Hablemos por último de cómo sería el tránsito desde lo desconocido desconocido hacia lo conocido conocido, y para este caso podemos identificar dos vías. La primera, que lo temporalmente inasequible aparezca en nuestro mundo de vida desde la racionalidad a través de identificar lo que no es y que posteriormente se desarrollen los medios o técnicas para acceder al conocimiento desde lo racional (es decir, pasar del sector 4 al 2 y, finalmente al 1); o una segunda vía, pudiéndonos acercar e incluso interiorizar la existencia de lo desconocido desconocido mediante el suplemento simbólico y la imaginación (tránsito del sector 4 al sector 3) y finalmente, realizar un ejercicio de reflexión crítica que extienda los límites del lenguaje desde la consciencia hacia lo inconsciente y otros impulsos que, estando presentes en nuestro mundo de vida, habían sido desconocidos (movimiento 2, del sector 3 al sector 1).
Profundicemos en esta segunda posibilidad. Para ello, no debemos dejar de lado las posibilidades del desconocimiento que se deben a la imaginación y a la fantasía materializadas a través del suplemento simbólico, una vez considerado al conocimiento como una categoría límite. Aunque las proposiciones que parten del suplemento simbólico pueden ser consideradas creencias epistémicamente inertes, también pueden ofrecer una nueva posibilidad de entender nuestro pensamiento. Además, su existencia también forma parte del acaecer humano con sus posibles acercamientos y su construcción del mundo de vida.
3. Hacia una epistemología del desconocimiento
La pregunta que queda por responder es ¿cómo se propone integrar al desconocimiento en el sistema epistemológico? Comenzaremos diciendo que se busca integrar a la práctica epistemológica desde su carácter de principios más que desde una estructura propia e inalterable del sistema. Desde este punto, lograr su inclusión desde la forma en la que nos acercamos al conocimiento en la práctica epistemológica, nos permite reflexionar profundamente sobre las cualidades, alcances, límites y la importancia de transitar hacia una epistemología del desconocimiento. Esta cualidad de movimiento no es incidental, ya que su valor estará dado en la medida en la que sea discutida desde las distintas disciplinas científicas que permitan robustecer esta propuesta.
Para comenzar, se debe identificar que los interlocutores de las sociedades de conocimiento tienen la capacidad de determinar los mecanismos para la validación y las formas de representar y significar haciendo mundo en el espacio del conocimiento y en el discurso (Foucault). Es decir, que el espacio límite en el que existe el conocimiento a través del discurso es de confrontación y de cambio. Integrar al desconocimiento en el sistema epistemológico representa un cambio significativo respecto a las formas de entender la razón moderna, y es precisamente en este punto donde la Posmodernidad ha fallado en presentar formas concretas de integración y de diálogo que trasciendan una confrontación inicial.
Conocer lo temporalmente inasequible, lo desconocido desconocido, es una posibilidad implícita del presente que solo puede reconocerse mediante un cambio de paradigma desde el punto de vista del discurso. Y ante la imposibilidad de hablar de lo que no se sabe que se desconoce, las posibilidades humanas deben manifestarse en un cambio desde la actitud con la que nos enfrentamos al conocimiento, reconociendo la(s) posibilidad(es) de la(s) razón(es) y las múltiples formas de conocimiento. Esta propuesta tampoco busca ser la única ni abarcar la totalidad de las posibilidades para integrar al desconocimiento, pero sí pretende iniciar una amplia discusión de las implicaciones, cambios y repercusiones en la comprensión de nuestro mundo de vida. Para lograrlo se plantean cuatro ejes fundamentales:
La hermenéutica comprensiva
La necesidad de la incorporación de la hermenéutica comprensiva es simple: si los métodos de validación se conforman de lenguaje, su interpretación requiere tomar en cuenta los constreñimientos del contexto histórico en el que surgen.
Durante la Modernidad, hemos llegado a un grado de especificidad técnica y de especialización que obligó a las comunidades a disociarse y organizarse con base en las actividades específicas que realizan[28], pero también ha implicado una falsa noción de que las disciplinas científicas funcionan de forma aislada. Es cierto que en las discusiones contemporáneas existen acercamientos transversales a los diversos modos del conocimiento bajo los nombres de interdisciplinariedad o multidisciplinariedad entre otros, pero nos hemos olvidado que incluso los modelos físicos o matemáticos más avanzados, se adscriben a un lenguaje en el que cobran sentidos y significados.
Esta hermenéutica comprensiva consta de dos principales momentos. El primero, se refiere al reconocimiento del otro (en particular en las ciencias humanas y sociales), como un agente visible que es capaz de reconocer a quienes buscan generar conocimiento desde su observación, como el otro mismo, con consciencia, racionalidad y complejidades humanas iguales que el mismo científico, como lo plantea Dilthey. Es observar y ser observado. En un segundo momento, se insta a la interpretación de lo que la(s) pregunta(s) en este caso filosóficas y epistémicas, significan en un horizonte de significado específico.
Es decir, la posibilidad de existencia de una hermenéutica comprensiva como parte de todas las formas de producción del conocimiento, da cabida no solo al entendimiento de otras formas de acercarse a los mismos problemas u objetos del conocimiento, sino que implica el reconocimiento de lo histórico y lo temporal.
El diálogo
Es muy necesario reincorporar lo cualitativo dentro de la forma en la que pensamos nuestro mundo para comprender tanto la extensión del contexto de nuestro mundo de vida como los resultados de esta interacción reflexiva. Cabe destacar que aunque en la actualidad, nos encontramos en la era del sujeto, que se plantea en el núcleo de la discusión sobre la transición de la Modernidad a la Posmodernidad, en donde la interiorización de los valores de libertad, orden y progreso, se manifiestan a través del libre albedrío y el sujeto, en tanto individuo racional, es la unidad fundamental para articular sociedad y, así, la producción científica racional derivada de la Modernidad plantea la diferencia entre el sujeto y el objeto, como figuras que ejercen un rol estrictamente separado y cuya interacción está mediada por métodos y procedimientos que validan un conocimiento. Lo que se propone es reconocer que el mito de la objetividad de la razón surge en un contexto histórico y político determinado y, que por lo tanto, es también una construcción social. Partiendo de esto, se busca que el conocimiento se pueda fundamentar en la interacción dialógica de distintas subjetividades acercándose al mismo fenómeno a través de sus formas de validación. Es decir, que el diálogo se muestra como una herramienta necesaria para la interacción entre los distintos sujetos que debe formar parte de los métodos de validación del conocimiento humano y, por lo tanto, de la generación de conocimiento.
La confrontación crítica
Otro aspecto que se debe combatir es la aparente imposibilidad política en la multiplicidad de discursos existentes en la Posmodernidad. Es necesario aclarar aquí dos puntos. El primero, es la evidencia de que el discurso representa un espacio político, y es donde en realidad se da el principal cambio de paradigmas y se construye el espacio de representación social sobre el cual opera la vida humana. En segundo lugar, la multiplicidad de discursos plantearía una imposibilidad política por no estar articulado como un sistema integral, sino como diversas formas que no convergen.
En este sentido, la confrontación crítica implica acercarse a los discursos dominantes con una actitud de cuestionamiento constructivo; acercamiento que tiene dos grandes formas de manifestarse: la primera, como acercamientos que cuestionen las posibilidades, alcances y limitaciones de los discursos dominantes que articulan el orden del pensamiento y de lo social; y por otro lado, el imperativo de establecer, con base en discusiones y disertaciones desde lo epistemológico, un sistema generalizado de pensamiento basado en mínimos para la confrontación de las posibilidades de pensamiento y las lógicas múltiples, desde el cual se generen las nuevas posibilidades de ordenamiento de lo social.
La integración holística
El camino para acercarnos hacia el desconocimiento, si bien requiere de la dimensión política para su existencia en un espacio discursivo dominante dentro de la producción del conocimiento, también requiere conciliar la multiplicidad de dimensiones del ser humano y las también múltiples posibilidades de acercarse al conocimiento (multiversalidad). Es decir, que una integración holística en el conocimiento debe reconocer necesariamente la subjetividad del observador científico, su cualidad humana y los efectos que esto tiene en la producción del conocimiento para reflexionar sobre las implicaciones de lo no racional y lo desconocido en nuestras acciones y nuestros modos de acontecer en nuestro mundo de vida. Pero también, busca el reconocimiento de la diversidad de interlocutores y su validez en espacios de diálogo, interdisciplinarios e interculturales, enriqueciendo la producción del conocimiento ante la diversidad de voces y permitiendo repensar las relaciones que establecemos con nuestro entorno desde nuestras construcciones del mundo humano.
Estas propuestas buscan ser un primer paso en el necesario camino hacia una consciencia del desconocimiento. Debemos dar espacio a confrontar nuestros conocimientos y los hechos de nuestro presente a la luz de la historia. De esa historia que nace desde la representación y desde el reconocimiento de nuestra existencia en el tiempo, de nuestra relación con los espacios, y de los cambios y fenómenos que nacen y ocurren en la sociedad. En esta historia, de crisis y contradicciones, requerimos hacer un ejercicio crítico y reflexivo hacia este cambio epistemológico. Incluso debemos ir más allá: se debe recobrar, a partir de la redefinición de lo que significa nuestro ordenamiento social racional, el significado de lo político y las validaciones que lo preceden; cuestionar los valores de la apolítica de una multiculturalidad homogenizada e incidir de forma contundente en las posibilidades de la ética, como espacio discursivo y práctico de interiorización de una moralidad en la época del sujeto individualizado. Finalmente, queda como uno de los grandes temas pendientes reflexionar e identificar las relaciones entre las propuestas diferenciadas de acercarse al conocimiento que se proponen en este artículo y la práctica, así como sus implicaciones y limitaciones.
4. Consideraciones finales
Transitar hacia una epistemología del desconocimiento debe relacionarse con la transición hacia un sistema de pensamiento no-categórico, es decir, donde el pensamiento categórico no constituya la totalidad del andamiaje sobre el que se construye el conocimiento. Esto implica que los espacios señalados como del ser y de no-ser en el conocimiento puedan también reflexionarse en la extensión del sentido de límite. Para esto, debemos entender que tanto las categorías de lo desconocido como las categorías de lo conocido dentro de lo desconocido también son posibilidades del acontecer humano.
Así, más que discutir sobre una comprensión de nuestro mundo de vida multi-categórica, se propone entender a nuestro mundo de vida como pos-categórico, donde el espacio político y la base del ordenamiento social se puedan entender en el reconocimiento de la diversidad de interlocutores dentro del discurso epistemológico. Esto no busca desaparecer las categorías para la comprensión de nuestro mundo, sino que abre las posibilidades de enriquecernos a través de un sistema de valores filosófico-epistemológicos que reconozca nuestros propios límites al conocimiento y a la razón, y reivindique al diálogo como un acontecimiento necesario para la producción del conocimiento con grandes responsabilidades y efectos en la constitución de nuestro mundo de vida, en el acontecimiento límite de nuestro ser en el mundo.
Esta propuesta es tan solo un paso de un largo camino por recorrer para lograr reivindicar la importancia del sujeto en tanto humano como agente consciente y capaz de conocer su acontecimiento mediante sus múltiples dimensiones. Una nueva relación de nosotros, como los sujetos que dan forma al mundo social en interacción constante con nuestro mundo-objeto y nuestro mundo de vida, puede ser la base de diálogos abiertos, de entendimiento y comprensión que exploren nuevas posibilidades epistémicas.
Finalmente, se invita a una discusión abierta, profunda y enriquecedora sobre los caminos que esta y otras propuestas podrán tomar desde este momento, y un espacio de discusión, confrontación y diálogo de ideas por venir, hacia una epistemología del desconocimiento.
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Notas