Sujetos de un carnaval franciscano
Todo retrato es una confidencia
Yunuen Díaz
Desde finales del siglo XIX, cada 4 de octubre se lleva a cabo la fiesta patronal de san Francisco de Asís en Tlalcilalcalpan, municipio de Almoloya de Juárez, Estado de México. Inicialmente, la celebración incluía una procesión presidida por la imagen del santo, una pintura de fines del siglo XVIII. Esa marcha ceremonial realizada a principios de otoño, tiempo de cosechas, fue engalanándose con el paso del tiempo; primero, mediante la incorporación de carros alegóricos, para luego derivar en un ecléctico desfile de lugareños disfrazados de animales más o menos fantásticos, rockeros, punks, danzantes prehispánicos, esqueletos ataviados con túnicas medievales o renacentistas, monjes, guerreros, payasos, enmascarados a la usanza del carnaval veneciano y toda clase de personajes horripilantes, muchos de ellos inspirados en películas, historietas y series de televisión holywoodenses, coreanas o japonesas. Los participantes recorren las calles del pueblo formando pequeños grupos barriales, o bien, como individuos que se suman al bullicio y diversión de la masa. Hoy en día, de hecho, a esta fiesta patronal también se le conoce como el ‘carnaval de San Francisco Tlalcilalcalpan’.
Fascinado por la riqueza visual que estos personajes han logrado gracias a la incorporación de nuevos materiales y técnicas de elaboración de disfraces cinematográficos, Fernando Oscar Martín ha contribuido a documentar visualmente ciertos aspectos de esta fiesta, cuyo colorido contrasta con el entorno rural del pueblo de San Francisco Tlalcilalcalpan, donde la notable innovación de los materiales de los disfraces y los motivos representados convive con una organización comunitaria basada en las antiguas mayordomías.
La imagen tradicional del santo patrono preside la procesión que, en seguida y conforme avanza, vira rápidamente al ambiente carnavalesco cuyo desbordamiento neutraliza las divisiones temporales, sociales, sexuales y entre referentes culturales. No es gratuito que, como cuenta el señor Alfredo González —nacido en Tlalcilalcalpan, y residente de la calle Libertad, del barrio La Penca— muchos lugareños atribuyan a la vida de san Francisco de Asís la motivación para mezclar los apetitos mundanos con la sacralidad de la devoción.
Recuerda el lugareño en entrevista con el fotógrafo Fernando Oscar Martín que el santo era hijo de un mercader que tenía mucho dinero. Francisco llevaba una vida desenfrenada hasta que renunció a sus posesiones materiales y se dedicó a la adoración de Dios y a seguir sus prácticas espirituales. Se dice que se despojó de todos los bienes terrenales, al grado de que su vestimenta era de harapos y la gente creía que estaba loco. A rememorar esa historia atribuyen algunos el actual carnaval de San Francisco, festividad en la que el pueblo ocupa el espacio público para su diversión y devoción durante tres días en los que se hace oración, se baila, se gastan bromas, se come y se bebe pantagruélicamente.
Las imágenes que se exhiben en este número de La Colmena dan cuenta de momentos previos o inmediatamente posteriores a la gran celebración colectiva. Los integrantes del desfile aparecen en su ámbito natural, dando los últimos toques a los disfraces, probándoselos o descansando de la fiesta en un ambiente casi íntimo, al que Fernando accede para desplegar su técnica fotográfica, en la cual se vale del strobist (uso de flashes simultáneos) para iluminar los blancos de su lente. Los resultados son contundentes: las imágenes logran conmover al espectador que contempla esos momentos en los que la máscara —puesta o recién quitada— revela una cierta condición existencial de las personas que aparecen en las fotos (casi siempre hombres, a veces travestidos de mujeres).
Así, el niño que se quita la máscara en medio de una calle lodosa deja en esa imagen el testimonio de un pueblo en el que conviven los adobes morenos con los blancuzcos tabicones; el barro de la calle llovida, con el terciopelo de su túnica; su tez morena y triste, con la vampiresca máscara en la que sobresale una nariz ganchuda, bajo la cual se adivina una carcajada que festeja su propia capacidad de generar espanto a los semejantes. Entre toda esa tensión de elementos visuales sobresale, en el rostro del protagonista, una clara imagen de la melancolía con la que el niño avanza hacia la adolescencia.
En otra fotografía, un hombre adulto aparece orgulloso de saberse parte de una tradición secular —no exento de un toque relajiento evidenciado en la adusta máscara de rasgos felinos—, acompañando la venerada imagen del Poverello d´Assisi, enmarcada en un bastidor de madera recién barnizado, pero burdamente tallado, y adornada con flores que han perdido su esplendor y se muestran levemente agostadas, en consonancia con el incipiente orín que se insinúa en los marcos de las ventanas y se escurre por la blanca pared hacia un piso de cemento cuarteado, donde crecen unos jirones verdes de pasto.
Cuando la cabeza del hombre es una máscara animal que se adosa a la imagen de san Francisco, uno no puede dejar de pensar que éste fue un defensor de todas las criaturas de la creación divina y que el uso de ese disfraz es también un rasgo liberador de la animalidad humana que se expresa con particular claridad en estas fiestas.
El carnaval amalgama lo rural y lo urbano, la niñez con la adolescencia, la adolescencia con la adultez, lo humano con lo animal, lo animal con lo fantástico y lo cíborg con lo fantasmagórico, para no hablar de la ya tradicional anulación de las diferencias entre hombres y mujeres. En fin, es una festividad donde los hijos de Apolo y de Dioniso van felices por la calle, celebrando el placer de estar vivos.
Notas de autor
Información adicional
Fernando Oscar Martín.: Fotógrafo argentino. Radica desde hace doce años en México. Estudió
Antropología Social en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH),
México. Ha cursado diversos estudios, talleres y seminarios sobre
fotoperiodismo y fotografía documental. Ha realizado más de cincuenta
exposiciones individuales y colectivas en varios países. Ha obtenido diferentes
premios y becas tanto a nivel nacional como internacional.