Premonición
Recepción: 19 Agosto 2015
Aprobación: 23 Noviembre 2015
Para César Arístides
cuando llegue el tiempo del parto,
si nace un niño, matadlo; si es niña, dejadla vivir. Éxodo 1:16
Un niño de seis años fue internado de urgencia en el Hospital de la Milicia Austrohúngara después de que su madre, Klara Pölzl (veintiocho años), convenciera a su actual novio, Eduard Bloch (veintitrés años), para que lo asesinara con lujo de violencia. «Pretendíamos salvar muchas vidas y ahorrarle gran sufrimiento a la humanidad», arguyó la autora intelectual del brutal ataque.
Klara aborrecía a su hijo, entre otras cosas, porque le impedía vivir con libertad (¡sentía urgencia por recuperar el tiempo perdido!); en particular le estorbaba para casarse con Eduard: habían noviado los últimos tres meses.
La pareja pactó el asesinato para el día del cumpleaños de Alois H., padre del chico (entonces cumplió cincuenta y un años), del cual Klara se divorció once meses antes.
Klara visitó la casa de sus padres en la mañana, acompañada por su novio e hijo, dispuesta a perpetrar allí su plan homicida. Eduard y Klara le propusieron al pequeño que jugara a las canicas en el patio trasero mientras esperaba a Alois H., quien lo llevaría al zoológico: admirarían elefantes, rinocerontes, cebras, puercoespines, vacas, ajolotes, ñandús, pelpers, pollitos y demás animales exóticos; también alimentarían a los patos de un estanque y comerían paloma rellena de nueces, pistaches, lengua e hígado. Entonces Eduard informó que debía enviar un mensaje telegráfico y se disculpó con los presentes por tener que ausentarse un rato. Por su parte, Klara convocó a sus familiares para que se reunieran en la sala (de inmediato): encendió el gramófono, puso un disco de la ópera Lohengrin y reveló, con voz baja, que pronto se casaría con Eduard. Eso sí, exigió total discreción y afirmó que él aún se negaba a avisar: quería respetar el protocolo y pedir su mano («es todo un caballero»). Entre tanto, Eduard caminó sigilosamente hacia el patio trasero para satisfacer el deseo de su novia y, al mismo tiempo, preparar el regalo de cumpleaños para Alois H.: sujetó al niño con una mano y le tapó la boca con la otra, extrajo una punta afilada de metal de la bolsa trasera de su pantalón, se la encajó en el tórax, en una mano, en los genitales… (¡sangre y gritos!). Aunque los familiares de Klara estaban en la sala, escuchando el gramófono y hablando y riendo a placer, oyeron los alaridos del infante (y su llanto desesperado): consiguieron ayuda: lo trasladaron al hospital.
Eduard abandonó la escena del crimen: corriendo, bañado en sangre, excitado, feliz (satisfecho por haber atacado al pequeño con una punta afilada de metal: orificio tras orificio, gritando, salpicando sangre, frenético).
Klara reaccionó con tranquilidad: se mostró sorprendida por el comportamiento de su novio («me extraña… siempre había sido amoroso con el niño»); después reservó para sí la información relativa al criminal, argumentando que su relación ya había terminado, que estaba destrozada emocionalmente y que no quería, ni siquiera, volver a pensar en él (la gente la compadeció: «¡Pobrecita!» «¡Aaayyyyy!» «¡Terrible!» «¡Una tragedia!» «¡Qué desgracia!»). Sin embargo, seis noches más tarde abandonó el hospital en el que se hallaba su descendiente (dijo que sólo tomaría aire fresco, que caminaría un poco) y nadie volvió a tener noticias suyas durante cerca de un mes. Luego se supo, asombrando a todos, que se había fugado con Eduard (seguía intacto el proyecto de formar una familia juntos).
Los novios fueron detenidos en un hotel (ninguno tenía antecedentes penales), mientras arreglaban sus diferencias a golpes (el huésped del cuarto de junto escuchó gritos, improperios, objetos lanzados… llamó a la policía). Los consignaron de inmediato: a él por el delito de tentativa de homicidio con consumación de lesiones, y a ella por tentativa de homicidio con agravante por parentesco. No obstante, si el infante fallece podrían sentenciarlos hasta a cincuenta años de prisión… incluso se habla sobre la posibilidad de que los fusilen («ni Klara ni Eduard estaban bajo el influjo de sustancias enervantes cuando declararon»).
Klara confesó que al oír los alaridos de su pequeño la invadió una profunda alegría: ¡se sintió plena! (¿el espejismo de la libertad?): le plació una voluptuosa dosis de adrenalina (manifestó que jamás había experimentado una sensación parecida, y lamentó no tener otro hijo para ofrecerlo en sacrificio). También informó que su niño entró en estado de choque y que lo primero que dijo al reaccionar fue: «Eduard me asesinó, no me quiero morir… Yo sólo quería jugar canicas».
La criatura permaneció sesenta y seis días en terapia intensiva: agujereado (pero reconocible… menos mal), tendido sobre una cama, respirando con dificultad, mano temblorosa, mano caída, acompañado únicamente por sus tíos y abuelos maternos (como el entusiasmo por socorrer al infante fue disminuyendo, éste se quedó cada vez más solo; además, Alois H. falleció dos días después del ataque; causa oficial de la muerte: «derrame pleural», pero se cree que sucumbió ante el impacto de lo ocurrido).
La noticia de que la madre planeó el asesinato de su chiquitín causó revuelo entre la población (¡de tal Medea, tal Führer!). La mujer anhelaba fugarse, casarse y empezar su vida desde cero, sin estorbos de ninguna clase. Klara también testificó (provocando la incredulidad del juez): «con la muerte de Adolfito libraré a la humanidad de uno de sus peores ejemplares. No podría quedarme tranquila sabiendo que lo dejé vivir. Imposible explicar cómo lo sé... Ni que estuviera loca. Yo lo parí».