Aguijón

Reflexiones de Federico Campbell sobre el proceso escritural

Dolores Rangel *
Georgia Southern University, Estados Unidos

Reflexiones de Federico Campbell sobre el proceso escritural

La Colmena, núm. 91, pp. 43-52, 2016

Universidad Autónoma del Estado de México

Recepción: 21 Enero 2016

Aprobación: 18 Abril 2016

Resumen: Se analizó el tratamiento de los temas de la impotencia literaria o esterilidad escritural, la frustración y depresión que surgen ante esta condición, la impostura, la memoria y la influencia de la imagen del padre en el escritor y su creación en Post scriptum triste (1994) y Padre y memoria (2009), de Federico Campbell, a la luz de las ideas del filósofo estadounidense Stanley Cavell sobre el escepticismo y la capacidad que tiene un texto para llegar a influir en su lector.

Palabras clave: ensayo literario, crítica literaria, filosofía, escritura, creación artística.

Abstract: We analyzed the way of addressing the issues of literary helplessness or writing sterility, frustration and depression arising from this condition. Sham, memory and father’s image influence on the writer and his creation in Post scriptum sad (1994) and father and memory (2009), by Federico Campbell. The employed theory were the ideas by American philosopher Stanley Cavell about the skepticism and the ability of a text of influencing its reader.

Keywords: essays, literary criticism, philosophy, writing, artistic creation.

Introducción

La ensayística de Federico Campbell (Tijuana, 1941-Ciudad de México, 2014) rezuma una rica y minuciosa diversidad anecdótica que guiada por la referencia concreta no se construye en elaboraciones abstractas. Sus colecciones de textos reflejan una constante meditación alrededor de la literatura y el proceso creador. En esta extensa reflexión se proyectan inquietudes que tocan tanto los terrenos de lo filosófico como de lo cotidiano. Su obra comprende alrededor de ocho volúmenes, el último de los cuales fue publicado en el año de su muerte. Hemos seleccionado dos títulos que destacan por ciertas preocupaciones específicas relativas a la naturaleza del proceso de génesis escritural: Post scriptum triste(2007) —su primera edición fue en 1994, por la Coordinación de Difusión Cultural de la UNAM— y Padre y memoria(2009) .

En Post scriptum triste , el autor lleva a cabo una serie de cavilaciones en donde se cuestiona aspectos como la impotencia literaria, así como la frustración y la depresión que surgen ante esta condición. Ya sea mediante una amplia explicación crítica, o bien, con una elaboración reflexiva basada en su experiencia, Campbell repasa y examina en circunlocuciones y con cierta melancolía el enigma y los obstáculos que se presentan ante el acto de escribir. Asimismo, hay una búsqueda de respuesta a la interrogante de por qué el escritor deja de ejercer su oficio. En esta exploración emerge la discusión sobre la problemática de la impostura, ya sea en la identidad de un sujeto o en la literatura.

Por otro lado, en Padre y memoria , Campbell recupera y hace un discernimiento de las percepciones de diversos autores, en su mayoría estadounidenses y europeos, sobre la relación inmanente que se da de forma manifiesta o soterrada entre la figura del padre y el proceso escritural. Otra de las inquietudes que el ensayista muestra en este texto es el funcionamiento de la memoria y el impacto que ésta tiene en la creación literaria, razonamiento que extiende a otros campos.

Tales temas en su conjunto forman parte de una reflexión mayor en torno a las relaciones que se dan entre el escritor y la obra, no sólo aquella que es creada por el literato mismo, sino también la que lee y que llega a influir en su escritura. Dicha deliberación toma tintes filosóficos, pues implica la construcción de argumentos relativos a la naturaleza del ser humano, su existir, su condición anímica y sus relaciones con el mundo, particularmente con el universo escritural. En el sentir general de Federico Campbell se detecta cierta desconfianza en cuanto a la capacidad del literato para conseguir la reconstrucción deseada de ciertas realidades.

Para analizar a fondo las propuestas del tijuanense, consideramos algunas concepciones del filósofo estadounidense Stanley Cavell, quien extiende sus investigaciones hacia aspectos de la cultura moderna, como la literatura, el psicoanálisis y el cine. Entre las preocupaciones sobre las que discurre Cavell se encuentra el escepticismo, al que ve como un fenómeno endémico de la sociedad actual ( Mulhall, 1996: 9 ). El autor afirma que esta postura se presenta como una duda radical acerca de la habilidad de las personas para saber con certeza que el mundo y sus experiencias realmente existen. También señala que el escepticismo es: “an argument internal the individual, or separate human creature, as it were as argument to the self with itself (over its finitude)” ( Cavell, 1988: 5 ). Esta forma de concebir la fragilidad de la existencia implica una constante reevaluación y distanciamiento del mundo en el cual se vive y de quienes están en él.

La percepción del filósofo estadounidense encuentra un eco en el sentir que emana de los dos libros de ensayos que aquí analizamos. El escepticismo que detectamos en Campbell no se da de forma abierta, no es teórico y el escritor tampoco profundiza específicamente en él. Sin embargo, se percibe en forma latente como un fino pulsar que lo atormenta a lo largo de sus textos. Uno de los planteamientos que más delatan dicha situación es su duda sobre la capacidad de recuperar una experiencia en su forma prístina u original, porque el factor de la memoria siempre va a intervenir como un filtro que modifica lo recordado, y en consecuencia, lo que se escribe de él. Otro momento clave de esta reflexión se percibe en sus comentarios en torno a la impostura, se lleve a cabo en forma consciente o inconsciente.

Una idea más de Cavell que consideramos al abordar la obra de Campbell se refiere a la importancia del influjo que tiene un texto en su lector. Para el filósofo, las lecturas que ha hecho un escritor vienen a ser fundamentales en su propio proceso de creación, al generar un autocuestionamiento crítico. Cavell descree de la necesidad de tener un cuerpo teórico específico para abordar, estudiar o entender una obra literaria. Por ello, reformula la noción de aproximación al texto como un proceso bilateral: la obra repercute en el receptor de la misma forma en que éste incide en la obra. En la visión del estadounidense, el lector debe dejarse influenciar por el texto, es decir, permitir que éste “nos lea”. 1 En este sentido, podremos observar que Campbell es este receptor que se ha dejado leer por sus lecturas, partiendo de ahí para reformular sus inquietudes personales mediante su propia escritura y con ello llegar a ser.

Cavell considera que la literatura tiene un lugar dentro de la filosofía. Toril Moi comenta sobre el filósofo: “he thinks that the questions of expressions and experience lie at the very heart of philosophy. On this view, criticism —the act of accounting for one’s experience of a work of art— can be philosophy” (2011: 129) . De manera consistente, Campbell coteja sus vivencias personales y las liga a sus experiencias literarias. Su mirada crítica, escudriñadora, siempre está presente, y con ello un filosofar continuo. Para Campbell, “La literatura tiene una función integradora, junta los pedazos dispersos de tu pasado […] la gente tiene necesidad de contar su historia, porque es lo que les da identidad, contar para ser” (Federico Campbell, en Becerra Pino, 1997: 15 ). Hay una relación intensa entre el texto que Campbell nos menciona que ha leído, su propia creación y su persona. Como él explica: “Una novela es como una persona porque se le acepta o no se le acepta” (Federico Campbell, en Becerra Pino, 1997: 78 ). La idea de Cavell acerca de que el lector debe dejar que la obra le enseñe cómo leerla refleja el respeto que Campbell tiene por la literatura, en donde el texto es una cuasi persona con voz autónoma y cierta autoridad con quien hay que dialogar.

Post scriptum triste

Post scriptum triste es un libro que recopila una selección de anécdotas, reflexiones, citas, aforismos, breves ensayos y críticas literarias. La mejor descripción de esta obra la da el propio Campbell en las primeras líneas: “Diario precipitado. Diario fragmentado. Diario falsificado. Diario premeditado, Journal. Diario en público” ( 2007: 9 ). Cada uno de estos adjetivos es clave, en vista de que revela la naturaleza del conjunto. El texto es un heterogéneo compendio que por momentos y de forma repentina salta de un asunto a otro, o bien, se dilata particularmente en alguno. Constituye una extensa reflexión y diálogo del autor consigo mismo y su circunstancia acerca del fenómeno de la escritura y las posibilidades que la literatura tiene de reflejar la realidad.

En este aparente desorden subyace una corriente fría y densa que pareciera atormentar a Campbell, quien da indicios de ese escepticismo relacionado también con la impotencia literaria, a la cual hace referencia por medio de casos más concretos. La inquietud que emerge en las diferentes reflexiones de este diario impresiona a muchos deseosos de escribir, pero que son incapaces de concretar algo, o incluso a aquellos otros enigmáticamente decididos a ya no crear más. En su blog, Campbell escribió respecto a esta obra:

Se trata de un diario literario que adopta como modelo el Journal de Jules Renard o el Diario romano de Vitaliano Brancati: un diario en público. Su tema es el de la impotencia literaria: ¿por qué un escritor realizado deja de escribir y opta por el silencio? (2006: s/n).

Dicha esterilidad escritural, asunto inmemorable en las letras, es la que viene a mover los ánimos del autor y lo incita a buscar razones que expliquen el fenómeno. Post scriptum triste se puede interpretar como un confesionario en donde el ‘pecador’ revisa sus omisiones, sus actos prohibidos, sus vicios, sus excesos y busca con ello una expiación a cierta culpa que lo atosiga. Las reflexiones que Federico Campbell hace de otros escritores, obras, o sobre sus propias experiencias escriturales constituyen un escenario que proyecta, como un complejo espejo fragmentado, las condiciones que influyeron o tomaron parte en ese no poder crear. Aunque dispersos en apariencia, los temas seleccionados resultan en una profunda cavilación que se dirige hacia la relación entre el ser y su necesidad e incapacidad de escribir. La presencia e influencia que la imagen del padre puede tener sobre el escritor viene a ser un elemento interesante dentro del proceso de creación. En su examen del acto escritural, Campbell inserta otros agentes que contribuyen al sentir de la impotencia literaria, como la frustración, la depresión y la falta de amor.

Después de la aparición de Post scriptum triste en 1994, el autor tijuanense continuó publicando tanto ensayos como ficción, superando en número los primeros.[ 2 ] Es decir, la impotencia a la que se refiere en esta obra llegó a ser superada.[ 3 ] Sin embargo, no podemos asegurar por completo que el autor haya quedado satisfecho. La aproximación de Campbell a la dificultad del proceso creador, así como el análisis que hace a los casos de diversos autores, en especial algunos estadounidenses, confieren un valor singular a este libro de ensayos. Así, logra convocar al lector a una reflexión universal, profunda y no meramente anecdótica o circunstancial.

Las preocupaciones de Campbell con respecto a la impotencia literaria evocan lo que Vargas Llosa llama ‘demonios’, y Sábato, ‘fantasmas’. De forma contradictoria, ambos vienen a ser lo que frena para escribir y, al mismo tiempo, lo que inspira y se convierte en materia para crear. Surge entonces la composición ensayística, que no es exactamente la única que busca Campbell, pues en diversos momentos expresa su deseo de hacer ficción, en particular novela. Sus ensayos y artículos periodísticos son una contrapartida que justifica la ausencia de obras narrativas. El autor tijuanense se reprocha su manía por hacerse de datos y notas de diarios con el fin de tener una base informativa suficiente para poder crear con eso ‘su novela’. Sobre este afán, dice: “Archivomanía, una enfermedad que se inventa uno para no escribir y que no le deseo a nadie” ( Campbell, 2007: 56 ).

Este proceso de búsqueda y recopilación representa para Campbell una pérdida de tiempo y energía que redunda en la dispersión temática del asunto que quiere novelar. Tal proceso ha funcionado en el autor como un “inhibidor narrativo, como un anticonceptivo literario” ( Campbell, 2007: 157 ). El tijuanense afirma que en el fondo hace esto “para no escribir” (2007: 10) . Como una reprimenda a sí mismo, cita a Carlos Fuentes, quien afirmaba: “Escribo a partir de lo que ignoro, no de lo que sé” (Carlos Fuentes, en Campbell, 2007: 11 ), o bien, a Rulfo: “Una causa importante de la esterilidad literaria es la busca de la perfección” (Juan Rulfo, en Campbell, 2007: 12 ). Sin embargo, con un tono de consolación menciona la noción de Susan Sontag sobre el ‘silencio como proferimiento’ ( Campbell, 2007: 13 ). Es decir, para él, el silencio escritural es en sí mismo una proclamación a gritos de su condición.

En esta misma línea de razonamiento sobre los posibles motivos de su incapacidad para concretar la novela que quiere escribir, el autor se cuestiona si en realidad lo que le sucede no es sino una falta de vocación o disciplina ( Campbell, 2007: 15 ). Explica cómo su tendencia a guiarse por el lenguaje de la “lógica informativa del discurso periodístico” ( Campbell, 2007: 59 ) no le ha permitido adentrarse en la creación de cuentos y novelas. Cuando redactaba su columna Máscara Negra en La Jornada Semanal, su propósito era escribir sobre la novela policiaca, pero el resultado era una fuga, una amalgama entre la narrativa criminal y la vida real. Afirma que Todo lo de las focas fue el fruto de un largo proyecto de relatos que posteriormente se metamorfoseó. Se percibe en el autor una actitud fatalista cuando cuenta: “Ha sido, pues, un largo viaje… una travesía muy lenta y estéril […] Mi vida ha sido un no poder escribir. Una impotencia” ( 2007: 131 ). Su salida emocional después de crear es también gris, de ahí el título de este libro que hace una analogía entre la depresión postparto de las mujeres y aquella que surge en él una vez que finaliza un texto. Este sentir es una melancolía “que se da después de terminar una obra […] como si se sufriera un desprendimiento o se experimentara una pérdida” ( 2007: 15 ). Así también, el epígrafe de Post scriptum triste —Post coitum omne animal triste—, refiere la tristeza que sufre el animal después del encuentro sexual.

El tema de la esterilidad literaria o imposibilidad escritural se puede considerar como un “rasgo de la literatura moderna”, según anota Felipe Vázquez ( 2001: s/n ). El ensayista hace un sustancioso recorrido por algunos de los principales escritores de todo el mundo que se han visto inmersos en esta problemática, incluyendo algunos mexicanos, entre los cuales menciona a “Díaz Dufoo hijo, Julio Torri, José Gorostiza, Gilberto Owen, Juan Rulfo y el propio Arreola” (Vázquez, 2001: s/n). En su estudio, Vázquez se concentra en el último, de quien dice:

[Arreola] sugiere entonces que el problema esencial de la escritura no radica en el tema, así sea excelso o profundo, sino en la verosimilitud del artificio, en la legitimidad de la invención. Y lo verosímil parte del reconocimiento de que toda obra no es sino la tentativa de una Obra que nunca nos será dado realizar ( Vázquez, 2001: s/n ).

Los planteamientos de Arreola son más radicales que los de Campbell. Mientras el primero cuestiona la capacidad de la palabra, en especial la poética, para el segundo las causas de la esterilidad se ven afectadas por lo relativo a nociones como la autenticidad del escritor, concretamente, su capacidad de crear ficción. En esta línea, uno de los senderos que recorre Campbell para encontrar una explicación a la aridez escritural es el de la impostura. En Post scriptum triste encontramos dos ejemplos notorios de tal actitud. Uno de ellos se refiere a El Santo, el conocido Enmascarado de Plata. El otro es el caso del cantante Antonio Pedro, quien creía ser en realidad Pedro Infante, y por ello actuaba escondiendo la personalidad del popular cantante fallecido en un accidente aéreo. En ambos casos, Campbell discurre acerca de las razones ocultas tras la necesidad del engaño, así como sobre el mero placer que provoca y sus consecuencias, las cuales finalmente van en detrimento de la persona. Sin acusarse a sí mismo de forma directa, parece adjudicarse este comportamiento: “Las máscaras que los hombres se van poniendo para ocultar otras máscaras —como alguien que se inventa el personaje de escritor y sin serlo realmente prosigue toda su vida representándolo” ( Campbell, 2007: 52 ).

En este mismo intento de dilucidar las cuestiones de la personalidad y la impostura, Campbell recupera otras anécdotas que dan sustento a la necesidad de fingir. Una de ellas retoma la comedia de Pirandello Como tú me quieras (1930), inspirada en la historia real de Bario Bruneri; la otra gira alrededor del cuento de Borges “El impostor inverosímil Tom Castro”, que se encuentra en Historia universal de la infamia (1935). Sin decirlo, Federico Campbell da a entender al lector que por momentos ha considerado no ser un escritor verdadero, sino un impostor.

En la búsqueda de sí mismo, el ensayista hace una revisión de varios de sus proyectos literarios (dice tener veinte novelas empezadas),[ 4 ] y en ellos ve dificultad, falta de fluidez y, en particular, un sentimiento de melancolía. Este sentir se encuentra como tema en la tentativa de novela titulada La bilis negra. Algo similar ocurre en Tijuanenses, obra en la que inserta Todo lo de las focas. En sus propias palabras, Tijuanenses constituye su historia personal sobre la depresión, a la cual define como “la muerte en la vida […] Es una manera de no poder vivir, de no poder ser” (2007: 134) . Agrega que este libro fue su “manera de exorcizar la realidad, la vida interior, [su] relación íntima con lo que significa Tijuana” (2007: 135) . Y es que para él, según expresa, esta ciudad lo hacía regresar al desamor de su infancia y a su adolescencia atormentada. En otro momento afirma:

Todo es una serie de impresiones muy adolescentes, pero es que tengo bronca con Tijuana, no me gusta, le tengo rencor y cuando estoy ahí me deprimo mucho. Para mí es una ciudad muy fría emocionalmente, es la ciudad del desamor, del rechazo, donde las cosas no tienen sentido para mí (Federico Campbell, en García, 1980: 19 ).

En un estudio sobre la representación de la ciudad en Campbell y otros autores, Diana Palaversich señala que en nuestro autor este recorrido “representa un acto de búsqueda de autoconocimiento, porque recuperar la ciudad del pasado significa recuperar el tiempo, revivir la juventud” ( 2012: 102 ), y agrega:

En este sentido es interesante observar que, en su obra, Campbell —quien dejó Tijuana hace más de medio siglo, en la época en que la mayoría de los escritores de la ‘provincia’ tenían que trasladarse del norte a la capital para realizarse profesionalmente— regresa obsesivamente a Tijuana, una imagen duradera y preponderante de su narrativa” (2012: 103) .

Al final de Post scriptum triste, Campbell hace una reflexión, algo más extensa que otras, sobre Paul Auster (Newark, 1947) y su proceso de creación. Resultan interesantes los aspectos que destaca del estadounidense, ya que guardan similitud con lo que refiere de sí mismo. El texto de Auster que llama la atención del ensayista es La invención de la soledad (1982), una “novela-ensayo-diario-memoria“ ( Campbell, 2007: 183 ) que bien puede ser considerada una obra existencial. Lo que Campbell asevera de este texto se puede aplicar a Post scriptum triste:

El hecho biográfico como parte de una novela involuntaria, no escrita, se asume como material de ficción sin disfraces, no como una filosofía sino como una especie de compromiso con la verdad que el autor establece consigo mismo y en el que arriesga algo más que su reputación literaria (2007: 184) .

En sus comentarios sobre La invención de la soledad , el tijuanense destaca la relación que el estadounidense tenía con su padre. Así: “Asocia la muerte de su padre con el niño que fue (Paul Auster) y explora las implicaciones de la paternidad” ( Campbell, 2007: 185 ). Para Campbell, Auster tiene “La necesidad vital de contar para ser” ( Campbell, 2007: 184 ), inquietud que también le aqueja a él. Ambos autores se cuentan a sí mismos para reafirmar su existencia, aunque en Post scriptum triste aún no llegamos a ver una relación directa entre la figura paterna, Campbell y su génesis creativa. Es más adelante, en la segunda obra que deseamos abordar, que el ensayista declara: “Tal vez la escritura no sea sino un esfuerzo por resarcir la figura del padre perdido” (2009: 38) .

Padre y memoria

Padre y memoria es una obra similar a Post scriptum triste en tanto que está compuesta por diversas reflexiones, aunque a diferencia de esta última sí presenta subtítulos que resultan importantes para la organización textual. En dicha colección predominan las disertaciones en torno a la intervención de la memoria en el proceso de escritura, así como sobre la influencia que puede ejercer la imagen del padre en la creación. El libro recurre al uso de citas para ilustrar lo que el autor quiere decir, probablemente en mayor medida que en la obra analizada líneas arriba. El título crea grandes expectativas en el lector sobre el tratamiento de la figura paterna; sin embargo, dicha presencia no es determinante. Al finalizar la lectura nos preguntamos, ¿y dónde está el padre? Esta figura aparece de forma abrupta al inicio como un hombre alcohólico que resuena en la memoria del escritor, experiencia dolorosa que desarrolla más adelante en Clave morse , de 2001.

Al término de la obra volvemos a encontrar la paternidad, pero encarnada en la imagen literaria de Pedro Páramo[ 5 ] y en la representación de la ausencia de ley. En medio de estas anotaciones relativamente breves se da una larga reflexión en torno a la capacidad de la memoria para poder recordar algo que será utilizado en la creación literaria, pero que ya por el hecho de evocarse ha sido alterado y deja por ello de ser verdad. En este discurrir, la presencia o ausencia del padre resulta de significativa importancia, pues se convierte entonces en el posible catalizador de una realidad que se le escapa al autor, en donde la duda sobre lo que pasó es una constante. Esto mismo puede apreciarse en ciertos pasajes de Todo lo de las focas (1978).

Campbell también hace interesantes comentarios y agudas observaciones sobre escritores como Sam Shepard, Raymond Carver, Franz Kafka y, como ya mencionamos, Paul Auster y Juan Rulfo.[ 6 ] El tijuanense destaca las reflexiones de estos autores en cuanto a las limitaciones de la memoria para poder recordar al padre, y sobre cómo la invención viene a suplir la carencia de tales recuerdos para, finalmente, llegar a crear literatura. Menciona también las alusiones que narradores como Borges o Vargas Llosa hicieron de sus padres. Otros nombres a los que se remite son Joseph Roth, Jonathan Franzen y Jean Paul Sartre. En particular, se detiene en dos literatos que considera grandes de nuestro tiempo: el inglés de origen pakistaní Hanif Kureishi y el turco Orhan Pamuk, ganador del Premio Nobel de Literatura en 2006. En ambos, el padre es un escritor frustrado y el hijo retoma la actividad inconclusa del progenitor para llevarla a buen término.

Campbell deja entrever que ciertas producciones literarias, en especial de ficción, son resultado de la necesidad de recordar una paternidad muchas veces dolorosa que le permite al individuo recrearse para poder ser. Sin embargo, como esta invención es falsa en vista de que la memoria cambia los hechos evocados, el ser que deviene de este encuentro con el recuerdo no será sino un engaño también. En esto percibimos el escepticismo que mencionamos anteriormente. El autor señala: “En su concepción de la literatura, Jonathan Franzen cree que en esta vida hay que contar para ser” (Campbell, 2009: 70), y enfatiza su postura diciendo: “Soy, en la medida que me cuento. Cuento, luego existo” ( 2009: 702009: 63 ). Campbell destaca el caso de Kafka, quien en su creación literaria proyecta a un padre terrible que en realidad no lo fue, pero fue dicha reinvención la que lo proveyó del material para escribir. El ensayista agrega: “Exageró el lugar que su padre ocupó en su vida y modificó el recuerdo infantil que tenía de él” (2009: 63).

Paralelamente a la importancia de los recuerdos para poder crear, Campbell expone el peligro de perder la memoria, pues sin esta facultad la personalidad del individuo se esfuma, como sucede con la enfermedad de Alzheimer. En una entrevista con Ignacio Solares, el tijuanense comenta que la idea principal de Padre y memoria radica precisamente en que recordar constituye nuestra identidad personal. Así, “Si a uno le quitan la memoria, uno deja de ser” (Federico Campbell, en Solares, 2014: 48 ), y en el caso del alzheimer, “Al morir la memoria, al morir la identidad personal sólo queda el cuerpo y no queda por mucho tiempo, en cosa de meses también se va, como se fue antes la persona” (Federico Campbell, en Solares, 2014: 49 ).

El autor realiza diversas reflexiones en donde se aproxima al fenómeno de la memoria, pero desde la perspectiva de la ciencia. Para algunos lectores, dichas disquisiciones podrían resultar un poco contrastantes y quizá fuera de lugar en el contexto general de los ensayos. Sin embargo, el propósito de Campbell es hacer ver que sus especulaciones en torno a la importancia de recordar no son meramente un capricho de escritor o divagaciones literarias, sino que están fundadas en la evidencia científica. Neurobiología y literatura están relacionadas para el ensayista. El ejemplo al que más recurre para probar esto es Marcel Proust.

En diversos pasajes a lo largo de su libro, Campbell expresa su admiración por el francés como un conocedor de los mecanismos de la memoria y el olvido.[ 7 ] En Padre y memoria , el tijuanense declara que “para recordar algo tenemos que recordarlo mal. Luego está la función del olvido, indispensable para pensar. Para editar el pensamiento. Olvidar es tan importante como recordar” (2009: 100) . Ya Borges había señalado bellamente la carga abrumadora de la evocación en “Funes el memorioso” (1942). En opinión de Campbell, la memoria del escritor es “un sedimento de la experiencia que habrá de transmutarse en palabras narrativas: constituye el mecanismo mismo de la invención literaria y de la imaginación” (2009: 75) . El tijuanense añade la función que tienen las emociones en el proceso. Comulga con la idea borgeana de que sin contexto emocional no hay recuerdo, como lo expresara Borges en su cuento “La memoria de Shakespeare” (1983).

Hasta aquí notamos en Campbell un deseo por encontrar explicaciones para entender la naturaleza del proceso creativo, las cuales pueden interpretarse como justificaciones a su propia circunstancia. Sin embargo, hay un elemento más que consideramos importante mencionar, el de la melancolía o depresión. Aunque de forma breve, en dos textos el propio autor se ha definido a sí mismo como una persona con rasgos taciturnos o nostálgicos. A esto añade con sincera humildad que grandes escritores han padecido depresión. En efecto, la tristeza ha sido el gatillo de impulso de muchos autores. En Black Sun (1989), Julia Kristeva hace un profundo análisis de esta condición en relación con la literatura, el arte, la filosofía, la religión, la cultura y el psicoanálisis, y señala que la melancolía es una importante fuente psíquica para la inspiración artística.[ 8 ]

En Post scriptum triste y Padre y memoria , el tijuanense muestra insatisfacción en cuanto a su capacidad para escribir novelas. Su esterilidad lo frustra y parece adjudicar parte de dicha incapacidad a la tristeza, la cual es en él una limitante y no un estímulo. Dice en Padre y memoria , “A veces pienso que la depresión también es una enfermedad que nos inventamos para no responsabilizarnos: una coartada” (2009: 139-140) . En la sección que titula “La bilis negra” (2009: 165-174) , Campbell hace una interesante revisión de ciertos escritores en donde la presencia de la depresión —o melancolía, como solía llamársele antes del siglo XIX—, parece haber sido un elemento cúspide en sus procesos creadores.[ 9 ] Hace algunos comentarios sobre la Antología del cuento triste (1992), de Augusto Monterroso y Bárbara Jacobs, y concluye, sin especificar exactamente si es su idea o comulga con lo dicho por los compiladores: “Yo creo que prácticamente todos los escritores son melancólicos, que la literatura es la melancolía misma” ( 2009: 169 ). Entre los literatos en quienes es posible identificar este rasgo de, el ensayista menciona a Fernando Pessoa, Ernesto Sábato, Juan Rulfo y Virginia Woolf. Sus argumentos también se respaldan en los estudios de Bruno Estañol — La vocación condenada (2000)— y Walter Muschg — Historia trágica de la literatura (1965)—.

La revisión en torno a las reflexiones de Federico Campbell nos obliga a reconocer, en primera instancia y en términos generales, su innegable pasión, amor y respeto por el acto creativo de la escritura. Su cuestionamiento e insatisfacción ante la realidad literaria y la concreta reflejan por momentos una posición escéptica que sugiere la constante evaluación de sí mismo como individuo condicionado por la memoria. Campbell busca rutas paralelas a la suya en el camino de la creación escritural para poder entenderse a sí mismo, ‘leerse’, como afirma Cavell, y escudriñar las razones de su existir, particularmente, las limitaciones que encuentra a lo largo de su trayectoria como literato. Tanto las lecturas que Cambpell realizaba con extrema profundidad como el anhelo de escribir que lo guiaron hasta sus últimos días rebasan y opacan este temporal indicio de escepticismo, al tiempo que muestran y confirman una profunda fe ante el hecho escritural y la literatura en sí.

Post scriptum triste y Padre y memoria contienen una riqueza digna de enfatizar. Estas obras no sólo muestran las extensas lecturas y reflexiones que realizó Campbell, sino que en ellas emergen otros temas dignos de estudiar, como las nociones de intertextualidad; los géneros híbridos, que le interesaban sobre todo en la composición de las novelas; el peculiar análisis literario que el autor utilizaba para aproximarse a las obras, similar al propuesto por Cavell; sus relaciones y experiencias personales con otros escritores, particularmente con Rulfo y Sciascia; la relación de la literatura con otros campos del saber, como la neurobiología, la política o la ética, y quizá el tema más importante, la concepción de lo que constituye un libro y su capacidad para representar la realidad. Sin buscar una teoría o dilucidar sobre nociones abstractas acerca del proceso de la escritura y su culminación, estos libros de ensayos permiten una conexión directa entre el mundo del escritor y el mundo del lector. De esta forma, Campbell nunca llega a interferir en el camino de quien se cuestiona sobre la literatura, de modo que puede llegar a sus propias conclusiones.

Referencias

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Vázquez, Felipe (2001), “Juan José Arreola. La imposibilidad de la escritura”, Espéculo. Revista de Estudios Literarios, núm 18, disponible en http://www.ucm.es/info/especulo/numero18/arreola.html

Notas

[1] “But what is a text that it has this power of overcoming the person of its author? We can learn this, many of us have been forever saying, only by letting ourselves be instructed by texts we care about. For someone who thinks this way, there lies in wait what you might call the paradox of reading: I was just saying in effect that you cannot understand a text before you know what the text says about itself; but obviously you cannot understand what the text says about itself before you understand the text” (Cavell, 1982: 177).
[2] A la citada compilación seguirían varias obras literarias, entre las cuales se encuentran Tijuana. Stories on the Border (University of California Press, 1995), Transpeninsular (Joaquin Mortiz, 2000), y Regreso a casa (Centro Cultural Tijuana / Conaculta-DGP, 2014). Este último libro, que sale a la luz de manera póstuma, contiene algunos textos publicados anteriormente y otros inéditos. Carmen Gaitán, viuda de Campbell, informa que: “Regreso a casa incluye uno de los primeros cuentos de Campbell, ‘El sol de la infancia’, que escribió a los 23 años; Tijuanenses, uno de sus libros más famosos, y Todo lo de las focas, ‘la que él consideraba su mejor novela, pero que en su tiempo no fue leída como debería, porque es complicada, muy en el estilo de Samuel Beckett’” (Bautista, 2015).
[3] “[Carmen] Gaitán está convencida de que tras publicar 22 libros, el autor de Transpeninsular murió satisfecho. ‘Creo que estaba preparado. Él encontraba que la literatura te podía preparar para la muerte, porque te da muchos caminos. Fue un literato muy sólido, muy comprometido’” (Bautista, 2015).
[4] Al respecto, véase “‘Quería ser Vargas Llosa’: Federico Campbell”, de Virginia Bautista (2011), en donde el autor explica algunos de estos proyectos en el segmento “Cuarteto de ficción”.
[5] Dice Campbell: “Creo que Juan dejó de escribir cuando contó la muerte de su padre, una vez que habló de la muerte de su padre respecto a la cual nunca se resignó, dejó de escribir y ya no volvió a publicar y siento que la muerte del padre de Juan Rulfo está en todas las páginas de Pedro Páramo y de El llano en llamas (Solares, 2014: 49).
[6] Su estudio sobre Rulfo aparece en 2003 con el título La ficción de la memoria. Juan Rulfo ante la crítica.
[7] En un artículo sobre el autor de En busca del tiempo perdido, Campbell escribe: “Otra cosa en la que reparó Proust es el carácter esencialmente cambiante y deformante de los trabajos de la memoria. Si no quieres adulterar nada del pasado no lo cuentes, parece advertir. Si no quieres matizarlo, no lo pienses. Porque más que reproducir, la memoria inventa, reorganiza en categorías el asunto recordado” (2008: 29).
[8] Una de las observaciones de Kristeva es que la melancolía es reflejo de un odio escondido por la pérdida de un objeto amado y con ello de una identidad. Mientras la privación mencionada estimula la imaginación artística, la propia creación constituye una lucha contra la depresión (1989: 24-25).
[9] El 2 de febrero de 2006, fecha anterior a la publicación de Padre y memoria, Campbell escribió en su blog un texto sobre la tristeza. Aquí, comenta una exposición presentada en el Grand Palais de París titulada “Melancolía: Genio y locura en Occidente”. Al final del escrito, dice: “Taedium triste, acedia, tristeza, tiricia o ictericia, tedio, inquietud, angustia, desesperanza, hipocondría, desencanto, ansiedad, depresión, ‘mal de vivre’, malestar existencial, la melancolía parece una actitud filosófica más que una enfermedad incurable. Porque en el fondo el ser humano sabe que nunca habrá de dirimirse el misterio, que nunca sabrá del todo qué y quién es ni qué ha venido a hacer en este mundo. Se irá con la duda a la tumba” (2006).

Notas de autor

* Dolores Rangel. Profesora asociada en el Departamento de Lenguas Extranjeras en Georgia Southern University, Estados Unidos, desde 2005. Graduada de la Licenciatura en Letras Españolas por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), México. Obtuvo el Doctorado en Literatura Latinoamericana en University of Buffalo (UB), Estados Unidos. Ha sido profesora asistente en el ITESM, profesora visitante en Queen’s University, Canadá, y en University of Texas (UT), Estados Unidos. Ha participado en programas de estudios en el extranjero en Costa Rica y España. Actualmente participa como coordinadora de la Sección de Español e imparte cursos a nivel subgraduado y graduado a nivel Full Professor. Es autora de la monografía Artemio del Valle-Arizpe y la visión del México colonial (Juan de la Cuesta, 2011), y de diversos artículos en revistas arbitradas y prensa, entre los cuales se encuentran: “El proyecto de nación e identidad de Vicente Riva Palacio en Martín Garatuza” (Espéculo. Revista de Estudios Literarios, 2009); “Los extremos de la sexualidad en la caracterización literaria de Vargas Llosa: El Chivo, Gauguin y Flora Tristán” (Hispanet Journal, 2008); “Una lectura de la sociedad porfiriana en Nadie me verá llorar de Cristina Rivera Garza” (Revista de Literatura Mexicana Contemporánea, 2008); “Búsqueda de identidad y proceso escritural en El mercader de Tudela de Angelina Muñiz-Huberman” (Revista de Humanidades: Tecnológico de Monterrey, 2004), “Creación y locura en la visión apocalíptica de “Dulcinea encantada” (en Homenaje a Angelina Muñiz-Huberman, 2014) y “Metafísica y estética en los ensayos de Borges” (en Jorge Luis Borges: perspectivas críticas, Ensayos inéditos, 2016).
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