Aguijón

Ética en la formación de lectores. Una aproximación hermenéutica

Ethics in new readers training. A hermeneutic approach

Rubén Mendoza-Valdés *
Universidad Autónomadel Estado de México, México
Reyna Cardoso-Malaquias *
Universidad Autónomadel Estado de México, México

Ética en la formación de lectores. Una aproximación hermenéutica

La Colmena, núm. 92, 2016

Universidad Autónoma del Estado de México

Recepción: 03 Agosto 2016

Aprobación: 30 Septiembre 2016

Resumen: A partir de los postuladoshermenéuticos de Hans-Georg Gadamer, se reflexionó sobre la responsabilidad delbibliotecario adscrito a la universidad como figura partícipe en el proceso deeducación. El análisis se centró en la implicación ética de las funcionesdestinadas a la formación de lectores. Se planteó la ética como un ‘modo deser’ de lo humano, por el cual se desarrollan todas las potencialidades envirtud de la constitución propia, del otro y de los otros. Finalmente, secontrapuso la autodeterminación al propósito de los programas de fomento,animación y promoción de la lectura que pretenden formar un hábito en torno aesta actividad.

Palabras clave: enseñanza superior, plan deestudios universitario, bibliotecario, ética hábito de lectura.

Abstract: From the Hans-Georg Gadamer hermeneutic precepts, we reflected upon the university librarian’s responsibility as a participant in the learning process. This analysis is focused on the ethical implications of the reader’s trainer role. By taking ethics as a human “way of being”, by which all the possibilities under their own, other and others nature, are developed. Finally, self-determination is opposed to the reading promotion and encouragement programs seeking to create the habit of reading.

Keywords: higher education formation, university curriculum, librarians, ethics, reading habit.

En la actualidad, el bibliotecario posee una fuerte carga de conocimientos técnicos y administrativos que lo convierten en un mediador de recursos informativos cuyo quehacer profesional lo obliga a ponderar parámetros cuantitativos. La relación entre lector y bibliotecario se ha descuidado por una alienación del objeto de trabajo en la bibliotecología: el texto, que como manifestación del pensamiento humano se perfila como un elemento de estatus entre la élite intelectual. Esta situación genera que se descuide tanto la formación del bibliotecario como la de los lectores. Al respecto, cabe preguntarse de qué manera puede contribuir el profesional especializado en bibliotecología en la formación de lectores bajo un sentido ético, cómo se asume la responsabilidad profesional en dicha tarea y sus posibles alcances. El compromiso de los hombres y mujeres bibliotecarios se plantea como un modo de asumir las consecuencias de su desempeño, la repercusión de sus acciones en pos de la formación de lo humano y su responsabilidad con el otro.

Una posible respuesta a estas cuestiones se encuentra en la propuesta filosófica de Hans-Georg Gadamer. La intersección entre hermenéutica y bibliotecología se da en la comprensión de las acciones del ser humano en su contexto histórico y social. Se entiende por ‘comprensión’ la exégesis propia del entorno y del mundo, de la cual deriva el sentido de la vida. Gadamer afirma que: “La interpretación no es un acto complementario y posterior al de la comprensión, sino que comprender es siempre interpretar, y en consecuencia, la interpretación es la forma explícita de la comprensión” (2012: 378). Comprenderse es interpretarse a sí mismo en la vida. La lectura es un modo de entender lo existencial en la medida en que uno se deja decir por el texto.

Es importante hacer referencia al lenguaje en sus diferentes manifestaciones, ya sea oral, mímico, simbólico o escrito. Como modo de interpretación, es nuestra forma de ser lo que nos constituye como humanos. Gadamer señala al respecto: “El lenguaje es el medio universal en el que se realiza la comprensión misma. La forma de realización de la comprensión es la interpretación” (2012: 467). El lenguaje escrito plasmado en los textos y recuperado mediante la lectura es un modo de comprender el mundo. Para la hermenéutica, leer no es un acto práctico sino una experiencia vivencial que implica entenderse a sí mismo.

El interés de los autores de este artículo radica en la interrelación del concepto de ‘formación’ en la hermenéutica gadameriana y la ‘lectura’ como actividad integral en la educación. Se tomó en cuenta la idea de que la formación va más allá del consumo de información. En el ejercicio bibliotecario se desempeñan diversas actividades enfocadas a la práctica lectora, entre las que se reconocen principalmente la promoción, el fomento y la animación. Estas tareas tienen el objetivo de conseguir que las personas lean como parte de su formación.

Es común que los programas, planes o proyectos en pro de la lectura se ciñan a la intención de sumar una cantidad determinada de títulos con la intención de incentivar hábitos para el desarrollo de dicha actividad. Un ejemplo es el Reto Leer Más 2016, a cargo del Consejo de la Comunicación en México, cuya intención es que los empleados de ciertas empresas y sus familiares alcancen 11 millones de horas de lectura al dedicarle veinte minutos diarios como mínimo (Bautista, 2016). Las iniciativas que pretenden implementar este tipo de técnicas o estrategias bajo el supuesto de que la lectura es un paliativo que se tiene que dosificar a fin de crear una rutina resultan contradictorias e invasivas para lo que debería ser un auténtico placer para las personas. En el contexto del sistema educativo, el papel del bibliotecario que se dedica a formar lectores desde una perspectiva humanista plantea en principio el acto autónomo de la lectura como búsqueda de sentido, donde leer da paso a una manera de ser. El compromiso que el bibliotecario debe asumir es el de ser un acompañante en la práctica lectora, una experiencia que permite transformar a los participantes y les da una percepción más amplia de la vida. Por ello, tal tarea se plantea desde la responsabilidad ética, la capacidad de autodeterminación en la práctica y el genuino deseo de leer.

Retrato de Hans-Georg Gadamer (1900 – 2002)(2014)
Retrato de Hans-Georg Gadamer (1900 – 2002)(2014)
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De la responsabilidad ética

El término ‘ética’ proviene delvocablo ‘ethos’, que designa un modo propio de ser del individuo, esdecir, la forma en que cada persona define sus actos en relación con todo loque lo rodea y con otros seres humanos y no humanos:

El ethos hace patente la condición ‘relativa’ del hombre (suser-en-relación). Así mismo el ethos revela que el ser para el hombrees, en efecto, ‘modo’ o ‘manera’ o ‘forma de ser’, cualitativamentediferenciada; el ‘cómo’ de vivir humano resulta determinante del propio ser. Yel ethos revela también que la ‘manera de ser’ depende de una acción(hábito) y, por tanto, no es algo dado, sino creado, generado por la propiaacción (González, 1996: 13).

A propósito de laautorrealización y el despliegue de las potencialidades, Erich Fromm distinguela ética autoritaria (moral) y la ética humanista. El filósofo piensa que:

En la Ética Autoritaria una autoridad es la que establece lo que esbueno para el hombre y prescribe las leyes y normas de conducta; en la ÉticaHumanista es el hombre mismo quien da las normas y es a la vez el sujeto de lasmismas, su fuente formal o agencia reguladora y el sujeto de su materia (1953:20).

En ese sentido, se considera que una ética humanista hará al hombre capaz de afrontar su compromiso con el mundo, y sus acciones se encaminarán al bien común, la protección y el cuidado del entorno social y natural. La responsabilidad es un modo de ser por medio del cual el individuo se encuentra frente al otro, es decir, siempre es para con él. Al respecto, Lévinas considera que el rostro del otro no es una persona, sino la humanidad entera en espera de ‘mis’ acciones para reflejarse en ‘mí’ como ser humano. El compromiso con los demás se asume como propio sin esperar reciprocidad o pago por el bien proferido, en una relación intersubjetiva y asimétrica, “La responsabilidad es lo que, de manera exclusiva me incumbe y que humanamente, no puedo rechazar” (Lévinas, 2000: 79). Me humanizo en la medida en que el mundo se humaniza conmigo al dar cuenta de las consecuencias y efectos de mis acciones.

Por su parte, Ricœur refiere que en el plano jurídico la responsabilidad alude a la autoría de consecuencias y daños causados, mientras que en el contexto de la moral tiene que ver con la protección del otro, del prójimo:

La responsabilidad no se reduce a un juicio emitido sobre la relaciónentre el autor de la acción y los efectos de él en el mundo; se extiende a larelación entre el autor de la acción y el que la padece, la relación entre elagente y el paciente de la acción. La idea de persona que se tiene a cargo, añadidaa la de cosa a la que se tiene bajo cuidado, conduce así a un ensanchamientoque hace de lo vulnerable y frágil, en tanto que cosa sometida a los cuidadosdel agente, el objeto directo de su responsabilidad (2003: 67-68).

El bibliotecario tiene entre sus manos el ser una compañía en la experiencia vivencial de otro ser humano, el lector, objeto directo de su responsabilidad. Sin embargo, su labor no sólo se encuentra en relación inmediata con una persona sino con la humanidad en general. Su análisis reflexivo deberá centrarse en cuidar el contexto de la lectura y no en cómo remediar los posibles descuidos que sucedan durante la actividad.

En la visión aristotélica, la responsabilidad es un acto voluntario con relación a sí mismo y al otro, donde hay un objetivo de elección y un fin que impulsa al hombre a actuar. En este sentido, no hay lugar para el sometimiento. Aristóteles sostiene: “lo voluntario podría parecer que es aquello cuyo principio está en el mismo agente que conoce las circunstancias concretas en las que radica la acción” (2000: 76). Así, se puede afirmar que la ética tiene como fuente la auténtica convicción en los actos que determinan al hombre dentro de la sociedad.

En la formación humana, el ethos es una disposición en el actuar que tiene que ver con lo existencial, con un modo de ser que nos coloca en relación con el entorno. Una de las formas de vínculo e identidad social tiene que ver con la vocación. El sentido de esta palabra no se restringe únicamente a lo profesional: “La vocación, vocatio es un llamado a, que reclama una elección” (Nicol, 1990: 288). También implica el descubrirse a sí mismo mediante una pregunta fundamental: ¿qué quiero forjar en mi vida? (Ortega y Gasset, 2005: 30). La vocación alude a una voz interior o grito imperativo que propone el quehacer y la misión en la vida. Las respuestas a los interrogantes existenciales orientarán la pauta a seguir. De esta forma es posible preguntar cuál es la misión del bibliotecario y cómo se manifiesta su ethos.

La práctica vocacional es intrínseca a la ética en relación con el despliegue del ethos. El compromiso del quehacer profesional se vincula con la correspondencia entre lo que se profesa como vocación y el actuar en sociedad. Así, la responsabilidad consiste en reconocer que se es la causa de las acciones propias y en la posibilidad de responder por ellas. La vocación se vincula con el movimiento, es decir, con los cambios que experimenta el hombre y con la disposición que tiene de actuar sobre su ser orgánico. La piedra, por ejemplo, inicia, continúa y termina siendo la misma sustancia mineral, mientras que una persona tiene múltiples maneras de transformarse en el mundo, y por tanto, de comprenderse.

De ninguna manera se expone en este artículo la idea de una visión superior o dominante del ser humano, más bien se alude a la posibilidad que éste tiene de construirse, de llegar a ser teniendo como principio su voluntad y elecciones. Será primordial que el bibliotecario se cuestione sobre su vocación humana y la vincule con su vocación profesional en el desempeño de esa actividad a la que comúnmente se denomina trabajo. Al respecto, Derrida manifiesta que:

El trabajo implica, compromete y sitúa a un cuerpo vivo. Le asigna unlugar estable e identificable incluso allí donde el trabajo es denominado “nomanual”, “intelectual”, o “virtual”. El trabajo implica, por consiguiente,tanto una zona de pasividad, una pasión como una actividad productiva (2010:47).

El saber-hacer de la actividadprofesional tiene relación con la responsabilidad social por la cual ésta esreconocida. La ética se debe concebir como parte del ejercicio vocacional. Laprofesión está dirigida al logro de una cierta finalidad, es decir, responde auna necesidad particular de la sociedad. Así, el primer compromiso ético que sele presenta al bibliotecario es el de asumir su vocación, y si ese es suauténtico llamado entenderá que sus funciones cubren una necesidad y que suactuar responsable tiene repercusión en la conformación de la humanidad y delmundo.

Formación humanista de lectores

El significado social de las actividades del bibliotecario se ha transformado. En tiempos anteriores, la urgencia principal que cumplía era la de abastecer y mediar las relaciones entre el libro, la biblioteca y el lector. Ortega y Gasset indica que “ahora se siente la necesidad, no de buscar libros —esto ha dejado de ser verdadero problema—, sino la de fomentar la lectura, la de buscar lectores” (2005: 53). Como advertía el filósofo español, entre las nuevas necesidades que atañen a la bibliotecología se encuentran la promoción, la animación y el impulso a la lectura.

Para tener una aproximación conceptual a los términos anteriores, Álvarez y Giraldo (2008: 89-91) hacen una revisión de las actividades que los bibliotecarios ejercen en torno a la práctica lectora en el contexto latinoamericano. Los autores señalan que una de las principales dificultades dentro de la bibliotecología es que aún no hay una suficiente argumentación teórica que sustente su actividad en torno a la lectura. Aunado a ello, la biblioteca es una institución frágil y de bajo perfil en la región. En su texto “¿Fomento, promoción o animación a la lectura?: un acercamiento conceptual a lo que la biblioteca pública hace con la lectura”, Álvarez y Giraldo mencionan que la invitación a leer tiende a ser lúdica y recreativa: “Se le ha relacionado con un activismo frente a los lectores hacer cosas desde la biblioteca para que la gente lea más, vaya más” (2008: 95). Sin embargo, esa práctica coloca al bibliotecario sólo como mediador entre un objeto (materiales para leer) y un sujeto (lector). Fomentar el acercamiento a los libros se ha tornado un discurso normalizador e integrador de las personas alrededor de lo que se puede ver como una idea políticamente correcta de la lectura (Álvarez y Giraldo, 2008). En esta dimensión se encuentra el aprecio por los best sellers sólo por estar a la moda o por haber sido incluidos en las lista de títulos obligatorios dentro de los programas nacionales y estatales encargados del fomento a la lectura.

El término ‘animación a leer’ puede confundirse con algunos conceptos, como exaltación, estimulación, vivacidad o invitación general. Sin embargo, Álvarez y Giraldo (2008: 97) aclaran que tiene que ver más con la educación, ya que la lectura es un proceso educativo (parte de la formación humana) y no sólo una aplicación didáctica (técnica para enseñar a leer). Con base en esto, es necesario establecer un término que reconozca en la lectura un hecho dinámico donde el lector se relaciona directamente con el texto en busca de sentidos. De este modo, el individuo construye una forma de ser y logra una experiencia vivencial. Si tomamos en cuenta lo anterior, parece más unificadora la expresión ‘formación de lectores’. A partir de ella se asume que el bibliotecario tiene la oportunidad de ir dando forma a la persona. Para alcanzar tal objetivo es primordial atender primero a los orígenes de la formación de lo humano.

En la cultura occidental, la paideia griega, término que significa educación o formación de los niños, se transformó a lo largo de la historia en ‘humanitas’, cuyo sentido es similar (Jaeger, 1962: 11). Este último vocablo se aproxima además al de ‘humanismo’, en tanto constituye una tendencia a cultivar la personalidad humana en todos sus aspectos. En el texto Paideia: los ideales de la cultura griega, Jaeger refiere que en la Grecia clásica la educación se enfocó a la areté, la virtud, entendida como la capacidad potenciadora del hombre.

Ahora bien, en el siglo XXI podemos preguntarnos qué tipo de formación ofrece la universidad y qué relación existe entre formación y lectura. En décadas recientes, pensadores humanistas han expuesto su inquietud sobre una colisión social encaminada a la deshumanización, esto es, el despojo de la posibilidad de reflexionar, dialogar y recrearse con la lectura. En presencia de tales condiciones se ha pensado en la idea de lograr un nuevo humanismo que se preocupe por el hombre y las cuestiones que conciernen a la vida. Con respecto a esto, Esquivel Estrada expresa: “El interés y razón principal se deben a que el hombre devela permanentemente campos de reflexión en los que descubre que aún no se ha agotado el cúmulo de sus posibilidades humanas” (1998: 37). La educación es parte del conjunto de factores implicados en el desarrollo del ser. En ella, la lectura representa la forma más frecuente de formarse y de acceder al conocimiento.

El llamado a entender el ser de manera integral, es decir, desde lo individual, social y comunitario, da vigencia permanente al concepto y posibilita la formación humanista. La lectura es un modo de interrelación entre los seres humanos, donde un interlocutor expone sus ideas en un texto y un lector las recupera mientras construye nexos de pensamiento. Para Larrosa:

Pensar la lectura como formación implica pensarla como una actividadque tiene que ver con la subjetividad del lector: no sólo con lo que el lectorsabe sino con lo que es. Se trata de pensar la lectura como algo que nos forma(o nos de-forma o nos trans-forma), como algo que nos constituye o nos pone encuestión en aquello que somos (2003: 25-26).

Al leer preguntamos por lo otro,por los otros o por nosotros mismos. El que quiere escuchar, interroga.Acercarse al texto es en sí un dejarse decir, oír otra voz, y sin embargo:

Cuando se oye a alguien o cuando se emprende una lectura no es que hayaque olvidar todas las opiniones previas sobre su conocimiento, o todas lasposiciones propias. Lo que se exige es simplemente estar abierto a la opinióndel otro o a la del texto (Gadamer, 2012: 335).

En ese deseo de sabernos se aloja el reconocimiento de la virtud natural humana de comprender. De ahí que leer se entienda como un acto mediante el cual puede revelarse la existencia de otras formas de discurso que contienen un saber. En nuestro tiempo, el tipo de lectura más frecuente está determinado por los parámetros de las ciencias duras y su intención de acceder a datos medibles. Es posible que este tipo de prácticas no logre formar humanamente al lector, sino que sólo le dé información, pues supone una disociación con el sujeto cognoscente que lo acerca a una forma de conocimiento de la ciencia y la tecnología ajena a su sentido humano: “Si leemos para adquirir conocimientos, después de la lectura sabemos algo que antes no sabíamos, tenemos algo que antes no teníamos, pero nosotros somos los mismos que antes, nada nos ha modificado” (Larrosa, 2003: 26). Sin embargo, es posible la construcción opuesta siempre y cuando la lectura de temas relacionados con la ciencia sea fructífera para que el lector pueda tener una relación con el mundo social y físico que lo rodea.

La formación humana a partir de la lectura es una oportunidad que tiene el individuo de comprenderse en los diversos escenarios en los que convive y busca sentidos. Si sólo se acercara a la literatura narrativa o cientificista, el hombre estaría limitando sus posibilidades y empobrecería su potencial. Larrosa plantea el acto de leer como una experiencia que nos lleva a ser lo que somos (2003). El ser humano se constituye en la lectura y ésta no es un medio para aislarse del mundo cotidiano ni tampoco una forma o mecanismo para obtener conocimiento utilitario. Aún más, no se limita a la decodificación del texto escrito. Al leer se pueden interpretar las experiencias vivenciales, pero tenemos que estar dispuestos a escuchar y ver el lienzo que se nos presenta. Larrosa lo expresa de la siguiente manera:

Desde mi punto de vista, todo lo que nos pasa puede ser considerado untexto, algo que compromete nuestra capacidad de escucha, algo a lo que tenemosque prestar atención. Es como si los libros pero también las personas losobjetos, las obras de arte, la naturaleza, o los acontecimientos que suceden anuestro alrededor quisieran decirnos algo. Y la formación implicanecesariamente nuestra capacidad de escuchar (o de leer) eso que tienen quedecirnos (2003: 29).

La realidad es que en la universidad no hay una presencia significativa de proyectos que promuevan el acercamiento a los libros porque esta institución pondera la formación instrumental. En la mayoría de programas curriculares de licenciatura lo más común es que se recurra a la lectura informativa que provee datos procesables destinados a la producción o a la aplicación utilitaria. Por eso es necesario considerar que al atender el llamado de su vocación profesional y acudir a la universidad para formarse académicamente el lector no deja de ser creativo y tampoco evita reflexionar sobre su ser. Con esa premisa analizamos la formación lectora de alumnos de nivel superior como un vínculo entre educación y lectura. Se entiende que el objetivo de la enseñanza es mucho más complejo que transmitir información.

En lo cotidiano, la presencia de la ciencia y la tecnología invaden desde lo más íntimo hasta lo más social de la existencia. La lectura se encuentra en una “dimensión masificadora, consumista, inhibidora, sensacionalista y promotora del éxito y el reconocimiento de ser bien visto como un buen lector” (Álvarez y Giraldo 2008: 99). Esta orientación se relaciona con la creciente presencia de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC). Con ellas se crea la expectativa de alcanzar mayores niveles de desarrollo al usar recursos de lectura a nivel masivo mediante las nuevas tecnologías, concretamente internet. En esto se percibe el riesgo de convertir al individuo en un mero consumidor de contenidos que antepondrá la obligación de lo que debe leer, según dicten los medios, al gusto de lo que quiere leer.

El ejercicio profesional de la bibliotecología, la archivística y la documentación conforma las Ciencias de la Información Documental (CID), conjunto de disciplinas interrelacionadas que investigan las propiedades, comportamientos, almacenamiento, recuperación y diseminación de la información, así como las fuerzas que gobiernan su flujo y uso (Borko, 1968: 63). El referente de origen de las CID es la sociedad de la información,1 aunque ambas surgieron casi a la par. Las CID tuvieron como fin satisfacer las necesidades de las personas mediante un enfoque desarrollista en la intervención social de las bibliotecas. Leer se promovió como una herramienta de aprendizaje de las competencias requeridas para integrar al individuo en el sector económico productivo. El conocimiento se mercantilizó y la bibliotecología también se enfiló a una tendencia utilitarista del acto lector. Con ello se descuidó la formación de lo humano que permite la re-creación continua por medio del acercamiento a los textos.

El interés por encontrar formas de acceder a una transformación humana mediante la lectura en la universidad nos lleva a pensar en el quehacer del bibliotecario, quien se desempeña profesionalmente en las instituciones de educación superior, donde el acto de leer tiene una fuerte carga cognoscitiva. Ramírez (2013) advierte sobre el supuesto de que los estudiantes de estos niveles ya han superado los problemas relacionados con la comunicación escrita por su grado escolar y, por tanto, con el acceso a la lectura. Lo que en esta reflexión nos interesa es la posibilidad de formar al individuo mediante una experiencia que lo relacione con el texto, más que su mera apropiación física.

Por lo expuesto anteriormente, juzgamos adecuado usar el término formación de lectores. De igual manera, resulta necesario asumir la práctica lectora como una forma de interpretación del ser en comunidad. Para desarrollar estas propuestas nos aproximamos al concepto de formación desde la hermenéutica de Hans-Georg Gadamer.

La hermenéutica de Gadamer y laformación de lectores

Desde finales del siglo XVIII, la idea de que sólo es posible interpretar textos escritos ha quedado superada. La hermenéutica dejó de enfocarse en la exégesis del derecho, la literatura y la teología, para dedicarse a comprender las manifestaciones significativas que dan sentido al ser humano, rescatando la importancia del discurso oral como expresión comunicativa viviente que disminuye la distancia temporal entre lo escrito y lo interpretado (Maceiras y Trebollé, 1990: 25). La hermenéutica del siglo XXI se sitúa en el horizonte del lenguaje: “nuestra pertenencia al lenguaje constituye una dimensión esencial del hombre, hasta el punto de que nuestra racionalidad no se puede comprender sino como racionalidad lingüística” (De Santiago, 2011: 96). Todo asunto de sentido tiene que ver con las experiencias, condiciones humanas o vivencias desplegadas ontológicamente en la palabra.

Desde la perspectiva humanista, la formación puede ser entendida como el conjunto de posibilidades del ser humano que lo impulsan a pensar en la forma en que puede construirse humanamente. Uno de los contextos en los que se puede dar la formación es el educativo. Para Gadamer, la enseñanza impartida por el sistema escolar es necesaria dentro del conjunto de elementos que integran la formación, pero es preciso entenderla como un medio y no como un fin. A partir de este argumento se puede plantear cómo es posible vincular la actividad profesional del bibliotecario y la formación de lectores. La hermenéutica, en tanto área de las ciencias humanas, se concibió como una reacción ante un exacerbado racionalismo que no podía agotar la reflexión sobre las experiencias en el mundo. Así, la hermenéutica se cimentó en la comprensión como una forma diferente de dar sentido a la vida.

En la propuesta de Gadamer, la formación se entiende como algo interior que se da en el modo de percibir, lo cual procede del entendimiento de la realidad. De aquí se deduce que hace referencia a un proceso interno, a una posibilidad del ser humano. Gadamer señala que Hegel ya habla tanto de formarse como de formación cuando recoge la idea kantiana de las obligaciones consigo mismo (2012: 39). En sus palabras, “La formación pasa a ser algo muy estrechamente vinculado al concepto de la cultura, y designa en primer lugar el modo específicamente humano de dar forma a las disposiciones y capacidades naturales del hombre” (2012: 39). Gadamer emplea en su obra la palabra ‘Bildung’, que significa formación, construcción. La nota de los traductores de Verdad y Método I ofrece una acotación sobre el concepto:

El término alemán Bildung, que traducimos como ‘formación’,significa también la cultura que posee el individuo como resultado de suformación en los contenidos de la tradición de su entorno. Bildung es,pues tanto el proceso por el que se adquiere cultura, como esta cultura mismaen cuanto patrimonio personal del hombre culto. [...] Bildung [...] estáestrechamente vinculado a las ideas de enseñanza, aprendizaje y competenciapersonal (Ana Agud Aparicio y Rafael de Agapito, en Gadamer, 2012: 38).

Cuando se alude a un proceso en el que se adquiere cultura se refiere a un camino en construcción, de conformación para aproximarse a un estado. Gadamer afirma que en La fenomenología del espíritu Hegel desarrolla una génesis de la autoconciencia verdaderamente libre en sí y para sí misma, y muestra que la esencia del trabajo no es consumir la cosa, sino formarla (2012: 41). En la formación se da una intención que tiene que ver con la consideración de lo que es ajeno, desconocido, y que se puede llegar a conocer con autonomía.

Gadamer considera que el saber está relacionado con el pensamiento que puede alcanzar horizontes lejanos: “Horizonte es el ámbito de visión que abarca y encierra todo lo que es visible desde un determinado punto” (Gadamer, 2012: 372). Al no limitarse a un enfoque individual se motiva el enriquecimiento de la formación, haciendo a ésta perdurable. Existe una relación entre el trabajo de formarse y formarse en el trabajo, es decir, en la acción de buscar la formación. Si concebimos el ethos humano como un modo de autodeterminación de los actos frecuentes que pueden llegar a formar hábitos, la lectura debería ser una iniciativa de esencia autónoma.

En una conferencia pronunciada en 1999, Gadamer expone entre otras importantes ideas que la educación implica formarse a uno mismo en relación con los otros mediante la conversación. El filósofo también destaca la importancia de aprovechar los recursos personales: “El educar-se debe consistir ante todo en potenciar sus fuerzas allí donde uno percibe sus puntos débiles” (Gadamer, 2000: 35). La educación constituye un recurso para la formación, donde el principio determinante se encuentra en el propio alumno y en su esfuerzo personal. Gadamer propone que la participación de quienes nombramos educadores, ya sean los padres o los maestros, sólo tiene una intervención modesta, pero crucial. Es en este momento de colaboración conjunta que el bibliotecario tiene la oportunidad de ser una figura partícipe.

El tipo de lectura que mayormente se realiza en la universidad se cimienta en las exigencias laborales y académicas, esto es, la necesidad de cubrir el programa curricular. En contraste, el quehacer del bibliotecario desde la perspectiva humanista implica promover la realización de la persona junto con el gusto por leer, respetando los tiempos que el lector necesita. El desatino de pretender implementar un hábito en los alumnos por medio de un paliativo que se ofrece a quien se encuentra ‘en falta de lectura’, así como la presencia de que alguien que podrá o tendrá que dosificar los textos constituye una falta de sentido ético. La avidez por los libros no puede despertarse por puro estímulo exterior mediante una técnica. Gadamer explica estos aspectos:

La idea es que en cuanto el hombre adquiere un «poder», una habilidad,gana con ello un sentido de sí mismo. Lo que en la auto ignorancia de laconciencia como sierva parecía estarle vedado por hallarse sometido a unsentido enteramente ajeno, se le participa en cuanto que deviene conciencia quetrabaja. Como tal se encuentra a sí misma dentro de un sentido propio, y escompletamente correcto afirmar que el trabajo forma. El sentimiento de síganado por la conciencia que trabaja contiene todos los momentos de lo queconstruye la formación práctica: distanciamiento respecto a la inmediatez deldeseo, de la necesidad personal y del interés privado, y atribución a unageneralidad (2012: 41-42).

La formación mediante la lectura implica la autorrealización. Leer libremente comprende un esfuerzo que pone de manifiesto el deseo de renovar y aumentar determinadas facultades internas. Lo anterior tiene estrecha relación con otro término fundamental, el ser histórico, que según Gadamer “quiere decir no agotarse nunca en su saberse” (2012: 372), es decir, constituye un movimiento continuo de configuración donde uno se apropia de aquello mediante lo cual puede formarse.

¿Cómo es posible tener una autorrealización en la lectura? Leer es interpretarse en el mundo, y como afirma Larrosa, tiene que ver con lo que nos hace ser. También cabría decir que leemos por lo que ya somos, y a partir de nuestros ámbitos cognoscitivo y creativo podemos interpretar. Gadamer hace una puntualización sobre qué implica esto: “¿qué es realmente la lectura: es una especie de representación ante un escenario interior? […] al leer, hay que crear un escenario si se quiere aquilatar o hacer presente la articulación del lenguaje en toda su envergadura” (1993: 73). Desde la perspectiva de la hermenéutica, acercarse al texto no está en el terreno de la decodificación mecánica, ya que exige orientar la comprensión e interpretación a los constitutivos culturales, sociales e históricos del ser humano. La acción lectora o acto lector tiene su vivacidad y re-creación en la literatura. En ella se hace latente la palabra, pues es un medio de comunicación que nos ayuda a comprender:

El lenguaje es la realidad propia de lo transmitido en la literatura y es la máxima posibilidad de sustraerse a todo lo material y de alcanzar, a partir de la realización lingüística del texto, una, por así decir, nueva realidad de sentido y sonido (Gadamer, 1993: 74).

La lectura es una experiencia yun acontecimiento del lenguaje que se realiza y reencuentra en la literatura.Gadamer habla del nexo interior entre la lectura y el acto de escuchar. Alrespecto, manifiesta: “Donde tenemos que habérnoslas con literatura, la tensiónentre el signo mudo de la escritura y la audibilidad de todo lenguaje alcanzasu solución perfecta. No sólo se lee el sentido, también se oye” (1993: 74). Loque se puede ver, oír y sentir es la recreación interior que da paso a laintuición. A diferencia de la exegética, como teoría de la interpretación, lahermenéutica contemporánea establece una estrecha relación entre conocimiento yformación:

Una filosofía reflexiva encuentra y quizá salva la idea platónica de que la fuente del conocimiento es en sí misma Eros, deseo, y la idea spinoziana de que es conatus, esfuerzo. Este esfuerzo es un deseo, porque jamás se satisface (Ricœur, 2004: 43).

La formación no es un objetivo fijo pues día a día el individuo se sigue nutriendo del entorno, por lo tanto, no puede entenderse como un punto de llegada para luego inmovilizarse, ya que constituye una tarea a la que nunca puede darse cumplimiento por entero. Esa necesidad es la que promueve la conformación de nuevos horizontes. En el planteamiento de Gadamer se percibe una intención personal. En su sentido originario de formación, el humanismo —paideia, humanitas, Bildung— expresa la posibilidad de ser del hombre, de construirse en la medida en que se proyecta hacia la vida.

En el libro Filosofía de las ciencias humanas y sociales. Materiales para una fundamentación científica, Mardones explica la visión de Gadamer con respecto al lenguaje como medio de la experiencia hermenéutica:

Gadamer, desde las reflexiones del romanticismo alemán sobre la lenguay la comprensión, nos impulsa a una serie de conclusiones de especialimportancia para entender lo que es la comprensión, y dónde y cómo serealiza:1) comprender es ponerse de acuerdo con alguien sobre algo; 2) ellenguaje es, por tanto, el medio universal para realizar el consenso ocomprensión; 3) el diálogo es el modelo concreto de alcanzar la comprensión; 4)todo comprender viene a ser así un interpretar; 5) la comprensión, que serealiza siempre, fundamentalmente, en el diálogo por medio del lenguaje, semueve en un círculo encerrado en la dialéctica de pregunta y respuesta(Mardones, 2003: 288-289).

El diálogo que propone la hermenéutica permite la apertura para comprender la vida. Al respecto, Josu Landa asevera: “La vida en el texto y el texto en la vida: en esto se cifraría un Ethos de la lectura” (2005: 45). Esta afirmación ilustra la posibilidad de sentidos que la lectura ofrece para comprenderse en el mundo, es decir, encontrarse en él mediante un acto reflexivo ante la experiencia humana.

Gadamer habla de textos eminentes, aquellos que por su intensidad permiten que la existencia sea habitable y dejan que íntimamente disfrutemos conexiones vivenciales: “Toda nuestra experiencia es lectura, elección de aquello sobre lo que nos concentramos y estar familiarizados, por la re-lectura, con la totalidad así articulada” (1993: 81). De tal forma, la hermenéutica gadameriana es un modo en el cual el ser humano se apropia de su ser, del mundo compartido, comunicable, comprendido y vivenciado en el otro. Con la lectura el ser humano se interpreta y busca el sentido de todo horizonte de posibilidades en la vida.

Reflexión final

La formación de lectores en la universidad tiene la necesidad dialógica de encontrar nuevas formas de entendimiento, ya que la vida no puede ser limitada a las relaciones causales y mecánicas de los fenómenos expresados por las ciencias duras, a las que principalmente se tiene acceso en la educación superior. Por lo tanto, la búsqueda de sentidos puede mirar en la formación hermenéutica de Gadamer una posible respuesta al esfuerzo de concebir otras vías del saber que permitan la apertura a un nuevo papel de la comprensión en el terreno cognoscitivo.

La lectura que logra modificar, formar o transformar se hace propia desde la experiencia existencial con la intención de incluirla en el modo particular de ser. Si se admite que la formación está en el trabajo mismo de formarse, se orienta a la conformación del ethos como un asunto de implicación personal. Es necesario que los programas de fomento, animación y promoción de la lectura que buscan desarrollarla como un hábito reorienten la idea equívoca de que se puede imponer una conducta. La manera de ser, el ethos, depende de la acción propia, y por tanto no es algo dado, sino creado, generado por uno mismo. La obligación deforma mientras que la lectura autónoma apoya el crecimiento y la transformación humana.

La formación mediante la lectura necesita flexibilidad de pensamiento creativo y accesibilidad para dejarse decir, saber escuchar al otro, a lo otro, ver al interior, comprenderse en el aspecto individual y entenderse en el espacio social. El texto es decidor, por ello debemos ser escuchas en relación y no pretender apropiación utilitaria. Además de los recursos académicos, informativos o funcionales que se pueden obtener gracias al acto lector, es importante fomentar la formación como principio autónomo que satisfaga las necesidades humanas de reflexión, convivencia, comprensión y diálogo.

El inicio de la labor de formar está en uno mismo, pero no es una actividad que se pueda lograr de manera aislada. La búsqueda existencial de sentidos necesariamente transcurre en el entorno cultural, social, afectivo, así como en el sistema educativo. En éste último se encuentran quienes pueden ser acompañantes en el proceso. Si se incluye a los bibliotecarios en la formación de lectores su labor deberá ser clave y cuidadosa para lograr una contribución fructífera a la sensibilidad de la persona, antes que al modelo económico orientado al lucro.

La primera responsabilidad ética del bibliotecario es asumir su vocación. Quien pretenda llevar su labor profesional hacia la formación de lectores deberá convencerse de ser su figura acompañante y alentar una perspectiva humanista tanto en la persona a quien asiste como en sí mismo. Por ello se enuncia la necesidad de una implicación ética mutua.

Al graduarse, los universitarios se integrarán al campo laboral como médicos, abogados, ingenieros, etcétera, sin embargo, esa no tiene que ser la única presencia social que un profesional puede considerar como quehacer en la vida: En ese sentido, la formación humanista, en tanto vía de educación, tiene que motivar la autoconstrucción humana.

Finalmente, debido a los cambios sociales generados por las nuevas estructuras sociales y económicas sustentadas mayoritariamente en criterios de consumo, es necesario replantear el concepto de formación de lectores y considerar como pieza clave la profesión bibliotecaria. La discusión sobre el tema debe responder a la pregunta sobre su ser y quehacer frente a un mundo cada vez más apresurado.

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Notas

1 Enpalabras de Estudillo, “A partir de los años sesenta, aparece una nuevasociedad caracterizada por el incremento de la información, como una definicióndel mundo moderno creándose un nuevo paradigma para interpretar el desarrollosocial sobre la base del uso y empleo de tecnologías de la información. Elconcepto sociedad de la información lleva muchas suposiciones acerca de lo queestá cambiando, y cómo este cambio es efectivo” (2001: 77).

Notas de autor

* Rubén Mendoza Valdés. Doctoren Humanidades. Profesor investigador del Instituto de Estudios sobre laUniversidad de la Universidad Autónoma del Estado de México. México. Miembrodel Sistema Nacional de Investigadores del Conacyt, nivel uno. Su línea deinvestigación es Ética.
* Reyna Cardoso Malaquias. Licenciada en Ciencias de la InformaciónDocumental por la Facultad de Humanidades de la UAEM. Actualmente cursa elcuarto semestre de la Maestría en Ética en la misma institución.
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