Aguijón
El pensamiento crítico, la crisis de los actores y el papel de los intelectuales
Critical thinking, actors’ crisis and the role of intellectuals
El pensamiento crítico, la crisis de los actores y el papel de los intelectuales
La Colmena, núm. 93, pp. 81-85, 2017
Universidad Autónoma del Estado de México
Recepción: 03 Noviembre 2016
Aprobación: 06 Diciembre 2016
Resumen: Con la adopción del neoliberalismo en América Latina a mediados de la década de 1970, no sólo se transformaron las formas tradicionales de organización de la producción y uso de la fuerza de trabajo, con la consecuente desarticulación de la clase trabajadora y el deterioro de las condiciones de vida, con efectos más desfavorables entre los jóvenes; el cambio de modelo también repercutió sobre el ámbito académico, en su concepción y orientaciones ideológicas. Con el nuevo modelo se redefinió el papel del intelectual supuestamente sobre-ideologizado y se fomentó la idea de un profesional ‘puro’, despolitizado, centrado en la comercialización de su labor y producción científica, en detrimento del pensamiento crítico y la constitución de actores sociales comprometidos, capaces de imaginar nuevas formas de organizar la producción y el uso del conocimiento científico y humanístico.
Palabras clave: filosofía, universidad, investigador, sistema social, política científica, intelectuales, jóvenes, estudiante universitario, América Latina.
Abstract: With the adoption of neoliberalism in Latin America in the mid-1970s, not only were traditional ways of organizing production and workforce use transformed, with the resulting disarticulation of the working class and deterioration of living conditions, with more disadvantageous effects for young people, but changing models also had an impact on academia, its conception, and ideology. With the new model, the role of the supposedly over-ideologized intellectual was redefined, and the idea of a ‘clean’, depoliticized professional, focused on his/her work and scientific production, was encouraged, to the detriment of critical thinking and the creation of committed social actors able to think of new ways to organize scientific and humanistic knowledge production and use.
Keywords: philosophy, universities, scientists, social system, science policy, intellectuals, young people, university students, Latin America.
Lo que podría considerarse como ‘pensamiento crítico latinoamericano’ incluye las aportaciones de un conjunto amplio de autores, cuyas contribuciones teóricas relevantes están orientadas a comprender las problemáticas sociales de la región, desarrolladas desde diversas perspectivas y enfoques, contextos y circunstancias históricas, entre los que sobresalió el marxismo clásico y latinoamericano. La denominación de ‘un pensamiento latinoamericano’ reconoce implícitamente el carácter plural y abierto de esta corriente. En cierto modo, podríamos calificar como ‘pensadores críticos’ a aquellos autores comprometidos con las transformaciones sociales y políticas, no sólo por sus aportes teóricos, sino también por las consecuencias políticas, éticas y morales de sus obras consideradas clásicas, desde las cuales pensaron e interpretaron la región, textos que, como parte de una memoria intelectual, siguen contribuyendo al esfuerzo para comprender la sociedad y sus procesos de transformación sociales e históricos.
Las contribuciones latinoamericanas que trataron, por ejemplo, la dependencia, el desarrollo, la modernización, la marginación, entre otros fenómenos, carecieron de una matriz teórica única, pero fueron y siguen siendo insumos para el debate. Autores como Theotonio Dos Santos, Rui Mauro Marini, Vania Bambirra, André Gunder Frank, Celso Furtado, entre otros, forman parte de esa generación pionera de intelectuales que, como respuesta a los enfoques desarrollistas dominantes en las décadas de 1950 y 1960, impulsaron la llamada ‘teoría de la dependencia’ para explicar las condiciones de subdesarrollo y desigualdad de la región articulada a la dinámica capitalista global, poniendo como idea central las relaciones de explotación y dominación ‘centro-periferia’ (Dos Santos, 1973; Bambirra, 1973; Camacho, 1979; Marini, 2009). Cabría decir que el contexto (en cierto modo inédito) en el que surgieron originalmente dichos desarrollos teóricos, no estuvo exento de grandes contradicciones: por un lado, permeado por el horizonte de utopía que marcó la revolución cubana y los movimientos sociales que planteaban la transformación social, y por otro, al tener que enfrentar la instauración de dictaduras altamente represivas en la región. Las obras forjadas desde este marco de referencia se destacan por su originalidad, coherencia y compromiso con los procesos de transformación social, por su contenido científico y gran sentido humanista.
No obstante, el largo periodo de mayor influencia y hegemonía del pensamiento marxista en la región —por lo menos hasta el colapso y desintegración de la Unión Soviética a finales de la década de 1980—, se caracterizó por un amplio consenso sobre las condiciones sociales prevalecientes, las premisas sobre las contradicciones fundamentales, los actores sociales y el rumbo a seguir; pero paradójicamente, con la ‘nueva apertura’ las posibilidades de desarrollo de un pensamiento crítico más abierto y plural fueron truncadas, dado que, coincidentemente, fue también el momento en el que desde el Estado y, particularmente, desde las instituciones académicas se introdujeron diversas estrategias de captación, control y aniquilamiento del pensamiento crítico y de sus legítimos promotores. Cabría aquí retomar lo señalado por Immanuel Wallerstein en su conferencia magistral titulada “El fin de las certidumbres y los intelectuales comprometidos”, dictada en ocasión del recibimiento del doctorado honoriscausa otorgado por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), México, en septiembre de 1999, donde señaló que:
es dentro de este contexto de transición sistémica que podemos volver al tema del papel de los intelectuales comprometidos [en el cual] el rol principal de los intelectuales es contribuir a reducir la confusión, aun, y sobre todo, entre los activistas comprometidos con una transformación progresista [pero que a la vez] no es fácil de lograr porque los intelectuales comprometidos comparten con los activistas la confusión y el miedo [y] no están exentos de las condiciones humanas que vive el resto de la gente (1999: 3).

Hoy vivimos un momento de cambio de entorno que hace muy oportuna la preocupación y la reflexión desde un contexto nuevo y complejo. ¿Dónde estamos? ¿Qué sigue? El neoliberalismo ha generado muchas crisis yuxtapuestas. El modelo, entendido como un proyecto de clase, no sólo desarticuló a la clase trabajadora, también modificó la estructura de las clases dominantes con el debilitamiento de las burguesías nacionales y la instauración de la hegemonía de las burguesías financieras globales.
En términos políticos, podríamos decir que el ascenso del neoliberalismo fue el resultado de las derrotas políticas de la izquierda durante la década de 1960, con consecuencias muy similares en los diversos países. Durante ese periodo, la clase capitalista emprendió desde el Estado una fuerte acometida contra el avance social de la clase trabajadora a nivel mundial. Fue una etapa de enérgicas ofensivas contra la clase trabajadora y fracasos de los sectores populares. La caída del sistema soviético produjo, además, la desaparición del contrapeso político e hizo posible la profundización y expansión de dicho proyecto. Cabe afirmar que los orígenes del neoliberalismo no fueron tecnológicos ni estrictamente económicos, sino políticos y sociales. El fin de la Guerra Fría abrió una nueva etapa de disputa por la hegemonía global entre los principales países capitalistas.
Habría que decir, además, que gran parte del pensamiento crítico latinoamericano fue creado desde el contexto de las conformaciones nacionales e, inclusive, que algunos de los esfuerzos de contención del neoliberalismo implicaron formas de reorganización social promovidas desde los Estados nacionales, teniendo como referente a la nación, a través de los gobiernos progresistas en algunos de los países de la región, aunque no necesariamente siguiendo un patrón único. No obstante, el surgimiento de gobiernos posneoliberales apenas pudo contener las consecuencias más lesivas de la ofensiva neoliberal; ciclo que para algunos se ha cerrado o está por hacerlo.
¿Cuál es el rumbo a seguir? Wallerstein, quien tiene una visión muy crítica pero incierta del momento, diría que el sistema mundo está en crisis, pero que no observa con claridad el desenlace. La pregunta que salta a escena es la de si hay o no actores para liderar el cambio, lo cual es discutible. La clase trabajadora no se ha recuperado del golpe infringido. En este sentido, también los académicos, los estudiantes y, en particular, los jóvenes perdieron horizonte.
En gran medida, el mundo académico fue atrapado por las ataduras del sistema neoliberal. En el nuevo contexto se perdió la articulación entre el saber profesional —la labor académica propiamente— y el trabajo socialmente comprometido, y se generó una falsa dicotomía entre el científico y el político; distinción enunciada por Max Weber (1994) a comienzos del siglo pasado, hecha realidad. Se redefinió el papel del intelectual y cambiaron las formas de organización y gestión de la investigación científica. Frente a la supuesta sobreideologización académica de las décadas de 1960 y 1970, se promovió y generó una respuesta del profesional ‘puro’, apareciendo así una forma de ciencia neoliberal o neoliberalizada en la que, bajo la figura del ‘experto’, se tiende a vender todo.

La labor del académico con esa etiqueta supuestamente despolitizada, redujo el trabajo propio del académico para él y sus evaluaciones periódicas. Podría decirse que, en este sentido, cambió el paradigma intelectual, dando lugar a un nuevo “modelo académico hegemónico” (Svampa, 2008: 26): el del profesionista centrado en la comercialización del trabajo académico, hacedor de papers. Estas formas de hacer ciencia no se restringen al ámbito de la investigación y sus productos, también permean la actividad docente al promoverse la formación acrítica en espacios en los que deberían gestarse alternativas y formar seres humanos más pensantes, comprometidos con el bien común y con las transformaciones sociales.
¿Y los jóvenes? Muchos viven laboralmente marginados; otros, sin acceso al sistema educativo, y algunos más, excluidos de ambos mundos. Estos últimos son los llamados ‘ninis’, que en ciertos países de la región alcanzan hasta una cuarta parte de ese segmento de la población, sin opciones ocupacionales viables; no pocos de ellos, en entornos de desaliento laboral. Ciertamente, el cambio súbito del modelo clásico del trabajo al modelo flexible y desregulado del trabajo asalariado, así como la creciente informalidad laboral permean casi todos los sectores de la población; pero por razones de índole demográfica y vulnerabilidad social, tienden a afectar sobre todo a los jóvenes que incursionan en el mercado de trabajo, o aspiran a hacerlo por primera vez. La educación cada vez tiene menor importancia entre los elementos que explican el desempleo o el empleo precarizado, estas condiciones afectan a toda la estructura de la fuerza de trabajo, incluso con consecuencias igualmente drásticas entre los trabajadores con mayor capital humano y antecedentes profesionales. La relación educación-trabajo ya no es definitiva ni lineal, sino que sigue trayectorias diversas, discontinuas, fragmentadas e inciertas. Y si tenemos en cuenta que el pensamiento latinoamericano sólo será vigente mientras haya una memoria colectiva que lo reivindique —lo que académica e ideológicamente pasa por un proceso de transición intergeneracional—, éste sólo será posible y viable si los cambios económicos, sociales, culturales y políticos resultan académicamente positivos y generadores de un compromiso político de los jóvenes con sus proyectos personales y colectivos.
El pensamiento crítico vale como legado y referente en cuanto recupera la dinámica de los procesos sociales. La reconstrucción de dicho pensamiento u obras no equivale a la reproducción pasiva de sus contribuciones, sino a las posibilidades de actualizarlo, recrearlo y reinventarlo. La recuperación siempre será o deberá ser crítica y actual. No se trata de un acervo de conocimiento archivado en espera de ser rescatado; tampoco es patrimonio de los autores. La memoria histórica implica un reposicionamiento en ese sentido; pero en la medida en que, particularmente, los jóvenes no perciban las posibilidades

de realizaciones personales futuras, terminarán perdiendo también sus referentes de origen y rumbos. La recuperación y reconstrucción del pensamiento crítico supone reinventarlo. Las crisis debemos considerarlas como oportunidades de cambio. El momento actual es social y políticamente complejo, pero algo estimulante es que estamos ante el fin de las ‘ecuaciones acabadas’, por lo que es idóneo para crear, imaginar, ensayar e incluso equivocarse.
Referencias
Bambirra, Vania (1973), “Diez años de insurrección en América Latina”, en Antonio Murga Frasinetti y Guillermo Boils (selección, introducción y notas), América Latina: dependencia y desarrollo, San José, Editorial Universitaria Centroamericana.
Camacho, Daniel (1979), Debates sobre la teoría de la dependencia y la sociología latinoamericana, San José, Editorial Universitaria Centroamericana.
Dos Santos, Theotonio (1973) “El nuevo carácter de la dependencia”, en Antonio Murga Frasinetti y Guillermo Boils (selección, introducción y notas), América Latina: dependencia y desarrollo, San José, Editorial Universitaria Centroamericana.
Marini, Ruy Mauro, (2009), América Latina, dependencia y globalización, Bogotá, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales y Siglo del Hombre.
Svampa, Maristella (2008), Cambio de época: movimiento sociales y poder político, Buenos Aires, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales y Siglo XXI Editores.
Wallerstein, Immanuel (1999), “El fin de las certidumbres y los intelectuales comprometidos”, discurso para recibir el doctorado honoris causa de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, ciudad de Puebla, 23 de septiembre.
Weber, Max (1994), El político y el científico, México, Alianza Editorial.
Notas de autor