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Feminismo, una teoría crítica a la comunidad humana
Víctor Hugo Bernal-Hernández
Víctor Hugo Bernal-Hernández
Feminismo, una teoría crítica a la comunidad humana
La Colmena, núm. 93, pp. 117-120, 2017
Universidad Autónoma del Estado de México
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Libros

Feminismo, una teoría crítica a la comunidad humana

Víctor Hugo Bernal-Hernández*
Universidad Virtual del ITESM, México
La Colmena, núm. 93, pp. 117-120, 2017
Universidad Autónoma del Estado de México
. Neoliberalismo sexual. El mito de la libre elección,. 2016. Madrid. Ediciones Cátedra / Universitat de València, . 978-84-376-3456-2,



Ana de Miguel, Neoliberalismo sexual. El mito de la libre elección,
ISBN: 978-84-376-3456-2, Madrid, Ediciones Cátedra / Universitat de València, 2016, 351 pp.

Tras más de doscientos años de lucha y reivindicaciones, las mujeres han ganado en Occidente el reconocimiento de sus derechos y con ello se han instaurado Estados orientados formalmente a la igualdad, es decir, en los que a través de la promulgación y la reforma a normas jurídicas, siguiendo el marco internacional liderado por Naciones Unidas e impulsadas por el movimiento feminista, se han reconocido derechos y establecido mecanismos con los cuales se busca propiciar y hacer efectivas condiciones de igualdad entre hombres y mujeres. Es indubitable que el feminismo ha logrado grandes victorias; sin embargo, ¿cómo se explica que en dicho contexto pro-igualdad los hombres continúen matando a las mujeres?, ¿cómo se legitima la gran prevalencia y efectos perjudiciales de la violencia física, psicológica, sexual y económica ejercida por el hombre hacia la mujer dentro del contexto de una relación de pareja?, ¿por qué se perpetúa y adquiere mayor fuerza el tráfico de mujeres?, y ¿cómo se produce y reproduce la aún vigente marca diferenciada del rosa y el azul y con ello una posición asimétrica en la manera de experimentar y entender el mundo?

Neoliberalismo sexual. El mito de la libre elección, libro de Ana de Miguel, publicado dentro de la valiosa colección Feminismos, coordinada por Alicia Puleo, aborda líneas de reflexión que permiten pensar y repensar las incógnitas antes planteadas, lo que conduce a evidenciar la tesis de la autora acerca de que, contrariamente a los avances de igualdad, el patriarcado está profundamente enraizado en la estructura y el imaginario social. He ahí la importancia del estudio, deconstrucción e intervención por parte de profesionales de las ciencias sociales y las humanidades acerca de la visibilización y el reconocimiento de los recursos simbólicos y los significados que promueven la desigualdad en torno a la diferencia sexual. Para ello cabe resaltar la necesidad de partir de una correcta base conceptual o marco referencial a partir del cual descifrar y comprender la realidad. Lo anterior recuerda a la filósofa Celia Amorós, maestra de la autora, quien manifiesta que conceptualizar es politizar (De Miguel, 2010). Justamente este libro, siguiendo la herencia de grandes feministas clásicas, como Mary Wollstonecraft, Flora Tristán, Alexandra Kollontai, Kate Millett, Shulamith Firestone, entre otras, dota al lector de unos lentes interpretativos a partir de los cuales reconcebir el amor, la prostitución y la sexualidad entre hombres y mujeres, revelando los mecanismos estructurales e ideológicos que condicionan las elecciones de las personas de acuerdo con la asignación de su sexo al nacer.

En el primero de los tres capítulos que componen el volumen, “Dónde estamos: desigualdad y consentimiento”, la autora propone una lectura de la situación actual de las mujeres, quienes, desde una perspectiva crítica, viven en un contexto formalmente igualitario en el que con base en el mito de la libre elección se justifican las experiencias de violencia, dominación y cosificación de las mujeres. Así, ellas continúan interpretando el culto a la apariencia, la idealización del gran amor como sentido de vida, el deseo ‘natural’ de cursar estudios profesionales no tecnológicos sino más bien orientados al servicio social, la realización cotidiana de trabajos domésticos o el abandono del empleo una vez llegados los hijos como una serie de decisiones libres y no como parte de la subordinación al punto de vista masculino que aún persiste en el imaginario social, el cual se conforma por diversos mandatos que son reinterpretados y asumidos como elecciones libres. Lo anterior hace recordar lo propuesto por Bourdieu (2013), teorizado bajo el concepto de ‘violencia simbólica’.1 Ana de Miguel desarrolla y pone el acento en los recursos discursivos estructurales de producción y reproducción del sentido que emplea el patriarcado para construir y robustecer la disyuntiva rosa / azul. La socialización diferencial en torno al amor, que para muchas mujeres sigue siendo el proyecto más importante de vida; o en torno a la sexualidad, donde se ocultan los privilegios históricos masculinos a pesar de la liberación sexual de la década de 1960; o bien, las visiones diferenciadas sobre la violencia y la prostitución ejercidas a costa de la opresión y objetivación femenina, además del refuerzo neoliberal mediático por parte de la industria de la comunicación y el entretenimiento, conducen y modelan identidades diferenciales, asimétricas, de sujeto-objeto —hombre-mujer, respectivamente—.

Específicamente, cabe resaltar el aporte teórico de la obra al debate actual sobre la prostitución. La autora explica que existe un conjunto de ideas, a las que ella denomina ‘ideología de la prostitución’, que se fundamentan en la creencia de que los hombres tienen ‘derecho’ a satisfacer sus necesidades sexuales por un precio variable,2 idea asumida por los hombres y aceptada por las mujeres como inevitable, normal y hasta deseable, lo que hace evidente la doble moral sexual. Ellos, agentes, protagonistas de su deseo e investidos de poder, se aproximan y acceden a los cuerpos más vulnerables, sea por su condición de clase o etnia, estableciendo un intercambio en condiciones de desigualdad. La mayor parte de las mujeres prostituidas 3 son sujetos que han experimentado los efectos estructurales de la sociedad patriarcal, por lo que en tal tenor, ¿cómo puede argumentarse libertad en su elección?

La autora asume claramente la posición abolicionista en torno a la prostitución y expresa que el problema sólo puede comprenderse desde una mirada crítica e histórica de la desigualdad sexual. La prostitución se concibe como el centro material o corpóreo de la violencia contra las mujeres,4 la cual no se puede equiparar con ningún otro trabajo, pues “es el núcleo de una realidad de dominación en bruto, sin mediación alguna. Cuerpos desnudos en fila, sin nombre, a disposición de quien tenga dinero para pagarlos” (De Miguel, 2016: 162). Siguiendo esta argumentación, el libro evidencia que el tema de la prostitución pone en juego la noción misma de lo humano. ¿Qué proyecto de comunidad humana se estará construyendo para las generaciones futuras si se transmite la narrativa normalizadora o legalizadora, en su caso, de que determinados cuerpos de mujeres jóvenes con escasez de recursos económicos, sociales y políticos son objetos susceptibles de ser poseídos para ser exhibidos, mirados y tocados por hombres doblemente legitimados: por un lado, por su ‘naturaleza’ de hombres, y por el otro, por su poder adquisitivo?

En “De dónde venimos y cómo lo hemos hecho”, segunda parte del libro, Ana de Miguel expone su visión del devenir histórico del movimiento feminista. Aquí se vislumbra la urgencia actual, teórica y política, del feminismo, a partir de observar su pasado. Una interpretación desde la perspectiva de género permite visibilizar lo hasta entonces imperceptible: la lucha de las mujeres como movimiento político reivindicatorio y redefinitorio de la opresiva sociedad heteropatriarcal. El feminismo, como otros movimientos sociales, es extensión teórica y política del proyecto ilustrado, es decir, cuya lucha tiene la pretensión de ampliar los marcos interpretativos sobre el poder y lograr una verdadera aplicación y ejercicio de valores como igualdad, libertad y justicia en la comunidad humana.

En este capítulo se hace un recorrido desde la Ilustración, a mediados del siglo XVII, cuando las mujeres fueron excluidas del proyecto democrático de la Revolución francesa. Posteriormente, se recuerda la lucha de las sufragistas por el derecho al voto, el trabajo asalariado y la educación, pero también la traición que experimentaron las estadounidenses a pesar de su apoyo al movimiento abolicionista de la esclavitud, y la de los gobiernos liberales ingleses, que prometían el voto a las mujeres pero una vez llegados al poder se oponían a dicho reconocimiento político bajo el discurso naturalista y la teoría legitimadora de la complementariedad de los sexos. Posteriormente, la causa feminista vuelve a ser aplazada tras la alianza que inicialmente estableció con el marxismo. Es a partir de los años sesenta que las feministas toman conciencia de la necesidad de ganar autonomía en su movimiento y que únicamente dependerá de ellas la materialización de una nueva realidad. En otras palabras, la lucha de las mujeres por el reconocimiento de sus derechos es una historia llena de alianzas y traiciones, lucha y opresión, desconstrucción y naturalización de la violencia, revolución y contrarrevolución patriarcal.

Una vez analizado el presente y comprendido el pasado, toca mirar hacia el futuro. “Hacia dónde queremos ir: mujeres y hombres juntos” es la tercera parte del libro, en la que la autora revindica a las mujeres como sujeto político del feminismo y analiza críticamente posturas que cuestionan el constructo ‘mujer’.5 Si bien ella reconoce el aporte reflexivo de tales posiciones, también señala que podrían conducir finalmente a una despolitización del movimiento feminista.

Neoliberalismo sexual. El mito de la libre elección invita a hombres y mujeres, jóvenes y adultos, estudiantado y personal académico, activistas y pensadores a sumarse en la construcción conjunta e ilustrada de este proyecto humano: una sociedad más libre, justa e igualitaria. El feminismo marca un horizonte claro para el establecimiento de democracias fácticas; sin embargo, la igualdad no se alcanza con la mera enunciación de principios, sino que es urgente la visibilización, denuncia y subversión de los códigos culturales dominantes que se producen y reproducen desde el mundo de la creación, el arte y la comunicación. Por ello es tarea de las humanidades y las ciencias sociales incidir en su estudio y en la lucha desde el campo de lo simbólico para tener la posibilidad de desarrollar nuevas formas de comprendernos y situarnos frente al mundo.

Material suplementario
Referencias
Bourdieu, Pierre (2013), La dominación masculina, Barcelona, Anagrama.
De Miguel, Ana (2010), “Conceptualizar es politizar: Celia Amorós o la filosofía en la lucha feminista”, en Marián López y Luisa Posada (eds.), Pensar con Celia Amorós, Madrid, Fundamentos, pp. 127-138.
De Miguel, Ana (2016), Neoliberalismo sexual. El mito de la libre elección, Madrid, Ediciones Cátedra, Universitat de València.
Galtung, Johan (1990), “Cultural Violence”, Journal of Peace Research, núm. 3, vol. 27, pp. 291-305.
Jeffreys, Sheila (2008), The idea of prostitution, North Melbourne, Spinifez Press.
Valcárcel, Amelia (2010), “Jóvenes construyendo una nueva ciudadanía”, en 34° Encuentro Internacional de Juventud KBUÑS, Gijón.
Notas
Notas
1 El concepto de ‘violencia simbólica’ explica la dificultad que tienen las mujeres para reconocer su posición de subordinación dentro del sistema patriarcal debido a que no disponen de elementos culturales para imaginar formas más libres e igualitarias de vincularse con los hombres, sino que únicamente se conciben a partir del lugar que les han asignado sus compañeros de raza humana: el de dominadas: “Los dominados aplican a las relaciones de dominación unas categorías construidas desde el punto de vista de los dominadores, haciéndolas parecer de ese modo como naturales” (Bourdieu, 2013: 50).
2 Aunque también mediante el uso de la fuerza y la coacción, como sucede en los casos de violación.
3 La autora recupera la propuesta de Jeffreys (2008), quien emplea el término ‘mujer prostituida’ en lugar de prostituta para hacer visible que ésta no existe en abstracto, sino que no existe o no tiene razón de ser sin el otro personaje, el ‘prostituidor’ o el ‘prostituyente’, en contraposición con la acepción neutral de ‘cliente’. Sería provechoso que futuras aproximaciones a dicho tópico, desde las ciencias sociales y las humanidades, recuperen tal acotación.
4 Violencia de tipo directa, estructural y simbólica, siguiendo los conceptos de Galtung (1990), los cuales también sería interesante recuperar para su reflexión en la obra.
5 Lo anterior me hace recordar las palabras de la filósofa Amelia Valcárcel, quien manifiesta que el feminismo no se resuelve ni es únicamente una teoría sobre las identidades o el deseo, sino que “es, en la mayor parte del planeta todavía hoy, una teoría de las libertades elementales y mínimas, que no te casen contra tu voluntad, que no te violen, que no te golpeen, que no te den menos de comer, que no te asesinen cuando eres niña, todo eso y más” (2010), con lo que se separa de lo propuesto por la vanguardia queer.
Notas de autor
* Licenciado en Derecho por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), México. Especialista en Género, Violencia y Políticas Públicas por la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM), México. Actualmente estudia la Maestría en Estudios Humanísticos, con énfasis en literatura, en la Universidad Virtual del ITESM y la licenciatura en Psicología en la UAEM.


Ana de Miguel, Neoliberalismo sexual. El mito de la libre elección,
ISBN: 978-84-376-3456-2, Madrid, Ediciones Cátedra / Universitat de València, 2016, 351 pp.
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