Panal de luz
La memoria del barro
La memoria del barro
La Colmena, núm. 100, pp. 93-99, 2018
Universidad Autónoma del Estado de México

Recepción: 25 Octubre 2018
Aprobación: 10 Diciembre 2018
Esta serie muestra la elaboración de cazuelas de barro en Metepec, municipio del Estado de México. La materia prima es la arcilla, obtenida de las minas a cielo abierto que se encuentran en lotes o predios a las afueras del municipio, o en la localidad de San Bartolomé Tlaltelulco. La arcilla se mezcla con plumilla, una fibra vegetal extraída de la flor del tule que se localiza en las zonas aledañas a Metepec, en los alrededores del río Lerma, para hacerlo más consistente, fuerte y resistente. El barro es una sustancia que se consigue a partir de la combinación adecuada de agua y arcilla. El agua en exceso lo convertiría en lodo, demasiada arcilla imposibilitaría su maleabilidad, de ahí la importancia de una mezcla precisa para generar los sueños de aquellos que crean objetos útiles o de ornato.
La masa se prepara con las manos. El proceso comienza con la extracción de la arcilla, que los artesanos cuelan hasta quedar un polvo fino que extienden sobre una superficie totalmente limpia para que se pueda trabajar bien. Hay quienes todavía tienden el barro en la calle, con la finalidad de que los coches, al transitar, ayuden a molerlo. Se añade el agua. Se deja en el suelo hasta que se evapora el exceso de la misma y se puede recoger el barro resultante, el cual se transporta después al interior del taller y se guarda en un sitio fresco, muy bien tapado con plásticos para que aguante unos días sin secarse. El barro se mezcla con la plumilla para que se ponga duro y se amasa hasta eliminar las burbujas que provocarían problemas a la hora de realizar el trabajo.
El alfarero va moldeando la pieza a mano, le da forma, corta la rebaba con un cúter y con una jeringa vacía le hace pequeños orificios, le quita el aire para que no se rompa y le da un toque final, puliéndola. El modelado se hace enteramente a mano, aunque los artesanos se ayudan de moldes, especialmente para hacer las flores y hojas pequeñas. Terminada la pieza se pone a secar al sol; luego reposará algunas horas o días, dependiendo del clima. Se alterna la exposición al sol y a la sombra, pero se debe tener precaución con el viento, especialmente el invernal, porque puede cuartear el objeto, y con la lluvia, muy frecuente en este municipio, llegar a destruirlo.
El tiempo que se deje descansar la artesanía será fundamental para el acabado final; lo ideal es que se enfríe completamente antes de ser decorada. El lijado suave, denominado ‘asentado’, se reserva para algunas piezas que requieren un acabado muy fino y liso, como las ollas o los comales. Durante el modelado, los objetos pequeños y los árboles pasan por un proceso que se conoce como ‘alisado’, con el cual se busca eliminar los bordes y los excedentes. Posteriormente, la artesanía se pinta y adorna con figuras, tras lo cual se hornea. Para el decorado se emplea pintura vinílica acrílica, ya que brinda un acabado más duradero y resistente.

Prohibida su reproducción en obras derivadas.

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En la mayoría de los talleres se sigue horneando de forma tradicional, con leña. Dependiendo del tamaño y grosor de la pieza se calcula el tiempo de cocción. Una vez ‘quemada’ no se le pueden hacer modificaciones, pues este proceso no arregla las imperfecciones, por el contrario, las hará permanentes.
Los alfareros de Metepec son herederos de un espacio, un horno y los secretos de la tierra, del agua y el fuego para realizar su oficio: un trabajo rudo y comunitario. Especialistas por generaciones, durante más de un siglo han dado forma a artesanías, como vajillas, incensarios, cazuelas y objetos imprescindibles en cada capilla, altar doméstico, procesión y festividad ritual.
Una pequeña habitación entre muros y repisas de madera es el sitio exacto para los movimientos que moldean sus piezas. Así pasan el día, desde el amanecer al anochecher, con la tierra en las manos. Más tarde, frente las llamas, su cuerpo cansado es cubierto por una sutil nube de humo en medio de un calor infernal producto del paso de las horas frente a los hornos hirvientes. Intensamente concentrados, los artesanos libran una batalla contra el tiempo durante largas jornadas.
El barro tiene memoria, y si llegara a olvidar, aquí mi testimonio para recordar los orígenes y destinos a donde hemos de llegar.

Prohibida su reproducción en obras derivadas.

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Notas de autor