Reseña
Lazarín Miranda Federico, Galván Lafarga Luz Elena, Simon Frank. Poder, fe y pedagogía. Historias de maestras mexicanas y belgas. 2014. México. Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa. 306 pp.pp. |
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Esta obra muestra de manera significativa cómo el trabajo colectivo puede dar frutos académicos consistentes. La relación establecida entre la Sociedad Mexicana de Historia de la Educación (SOMEHIDE) y la International Standing Conference for the History of Education (ISCHE) ha vinculado a investigadoras e investigadores mexicanos con sus contrapartes belgas. La obra que aquí se reseña es corolario de investigaciones originales y diálogo establecido en el marco del XV Congreso Internacional de la Asociación de Historiadores Latinoamericanos (AHILA) (Leiden, Países Bajos, 26 al 29 de agosto de 2008) y el XI Encuentro Internacional de Historia de la Educación (Xalapa, Veracruz, 26 al 28 de noviembre de 2008).
Los coordinadores de este libro desplegaron de manera coherente su organización estructural, sin menoscabo de la singularidad abordada en cada capítulo. Además de la introducción, a cargo de Luz Elena Galván Lafarga, la obra está dividida en tres grandes apartados: “Maestras y participación política: retos historiográficos compartidos”; “Maestras, entre la profesión y la fe”, y “Maestras y construcción pedagógica”. Solo un detalle menor referido a la presentación que salta a la vista. En el índice de la obra no se colocaron los nombres de las autoras y los autores de cada capítulo, y de entrada esta carencia nos impide visualizar las autorías del capitulado; tiene uno que recurrir de manera específica a cada parte para ubicar los nombres de las autoras y de los autores.
El primer bloque cuenta con tres capítulos: “Qui ascendit cum labore, descendit cum honore. Sobre el trabajo con las fuentes: consideraciones desde el taller sobre la historia de la educación”, escrito en coautoría entre Marc Depaepe y Frank Simon; “Dolores Jiménez y Muro: maestra e ideóloga de la Revolución mexicana”, de la pluma de Oresta López, y “La feminidad en plural: la lucha ambigua por la identificación femenina de las profesoras en el Sindicato Socialista de Enseñanza Belga, 1960-1970”, a cargo de Evelien Flamez.
El segundo conglomerado inicia con “Las mujeres de Acción Católica y la educación en el México preconciliar”, escrito por Valentina Torres Septién. Le sigue “Las maestras católicas y la prohibición del matrimonio. Bélgica, 1920-1963”, realizado por Lies Van Rompaey, Marc Depaepe y Frank Simon. Un tercer texto se refiere a “Otro tipo de activismo: la posición de las maestras católicas en su sindicato. Bélgica, 1950-1965”, a cargo de Lies Van Rompaey, Marc Depaepe y Frank Simon. Finaliza este conjunto con “Reflexiones historiográficas sobre la implicación de las religiosas católicas en la educación”, realizado en coautoría entre Bart Hellinckx, Marc Depaepe y Frank Simon.
El último apartado incluye “Voces de maestras del siglo XIX que se esconden en el silencio de sus pensamientos”, de la autoría de Luz Elena Galván Lafarga. En segundo término tenemos el texto “Viajando en femenino. La escritura de maestras mexicanas en las primeras décadas del siglo XX”, elaborado por Lucía Martínez Moctezuma. En tercer lugar, “La labor educativa de mujeres mexicanas a mediados del siglo XX: ¿un trabajo visible? El caso de María Luisa Margáin”, escrito por Blanca García Gutiérrez. Se cierra la obra con “Memorias de un quehacer educativo. Cuadernos de trabajo y otros documentos escolares de la maestra Antonia Castellón”, de la pluma de Federico Lazarín Miranda.
Hubiese beneficiado con creces al conjunto de la obra incluir unas conclusiones generales que observaran al futuro inmediato en relación con lo realizado y lo que le depara a la investigación histórica de la educación, con énfasis en los procesos relevantes de la feminización del magisterio no solo en México y en Bélgica, sino también en contextos más globales y con miradas trasnacionales. En términos cualitativos se echó de menos un balance en donde los coordinadores nos mostrasen los retos y los desafíos por venir, sobre todo porque se ha partido de una ruta comparativa y desde sociedades harto diferentes: la mexicana y la belga. Además, se ha involucrado directamente a las mujeres como figuras principales en la ardua labor educativa, pero que fueron confrontadas constantemente por la inequidad de género en contextos de dominación patriarcal ya sea a niveles institucionales o en su vida laboral (menor pago en relación con los docentes varones), sindical (remontar limitaciones y tener la capacidad de cuestionar el espacio masculino del sindicato e incluso arribar a cargos dirigentes) y familiar (salir de la esfera hogareña, replantear sus inquietudes y asumir responsabilidades como trabajadoras de la enseñanza, y compaginarlas con sus roles tradicionales como madres y esposas).
Tampoco la obra incluye índices temático, onomástico y toponímico que le habrían dado un plus al contenido en la medida en que se está hablando de mujeres maestras que los especialistas podrían identificar y rastrear para eventualmente ubicar con la idea de construir relaciones, redes, sociabilidades y biografías colectivas en contextos educativos definidos.
Esta obra colectiva no es solamente la puesta en marcha de la discusión historiográfica entre poder, fe y pedagogía, entraña más que eso porque pone al descubierto en perspectiva comparada el hacer, el trasiego y las ideas que impulsó a las mujeres de distintas latitudes (México y Bélgica) y en distintos periodos históricos (siglos XIX y XX) a formar parte de comunidades educativas. El eje que atraviesa el contenido del libro es desentrañar cómo las mujeres de distintas sociedades y estratos sociales se posicionan ante la educación en una relación compleja, mediada por distintas instituciones privadas y públicas, para la transferencia de conocimientos. Retroalimentada entre docentes mujeres y sus pupilas y pupilos, esa relación de enseñanza-aprendizaje tiene, como se observa en el contenido de la obra, numerosas e intrincadas aristas que las historiadoras y los historiadores mexicanos y belgas han procurado desentrañar desde distintas atalayas teóricas y metodológicas, mediante la combinación de la historia social y cultural con la historia de las mujeres y de género, y, sobre todo, cuando ponen en alto la especialización de la historia de la educación que las amalgama y las corona con un sentido innovador.
El resultado no podía ser más certero, porque involucra numerosas ventanas a través de las cuales miramos un universo complejizado del proceso educativo, en donde las autoras y los autores acentúan la relevancia de las mujeres como sujetos históricos a contrapelo de los aspectos formales de las instituciones del Estado o de cuerpos religiosos católicos en la consolidación de sus políticas educativas (como punta de lanza que refuerza constantemente la desigualdad de género desde la laicidad y aun de la religiosidad).
La obra pone de manifiesto el impacto socioeconómico y cultural que dicha disparidad representa para las mujeres tanto si son docentes o alumnas. También hace énfasis en la agencia y las estrategias instrumentadas para su sobrevivencia laboral, sindical y personal. Asimismo, se abordan cuestiones más técnicas de carácter pedagógico que incluyen planes, programas, conferencias, exámenes y distintos materiales (como manuales y libros de texto) y la realización de eventos cívicos dentro de las aulas, así como recreos y excursiones escolares; se revisa además la difusión educativa a través de periódicos y revistas. No faltan testimonios de gran valía recuperados y sistematizados a través de entrevistas de historia oral. Se hurgó en distintos fondos documentales privados y públicos para dar a conocer diarios, vivencias y declarativas.
Todo este universo educativo mexicano y belga muestra analogías, comparaciones y diferencias en las teorías educativas sustentadas desde fundamentos institucionales arraigados en la tradición o impugnados por la innovación, y en algunos casos hasta por procesos de cambio y revolución. El sentido modernizador de la enseñanza que transita del siglo XIX al XX, y que se hace más patente después de la Segunda Guerra Mundial en el mundo occidental capitalista, involucra a las mujeres de distintas sociedades en una tensión constante, algunas cobran conciencia de su identidad femenina y de la importancia de su rol como agentes educativos; muchas cuestionan el orden social que las mantiene en silencio y en las sombras, y todas ellas reclaman -ya sea tácita o explícitamente-, desde su acción educativa, poder modelar el perfil de mujeres y hombres, cual si pudiesen “trabajar el barro identitario” del que se constituyen sus comunidades.
Poder, fe y pedagogía. Historias de maestras mexicanas y belgas nos demuestra una nueva forma de abordar la historicidad de las mujeres trabajadoras de la educación. Las líneas de investigación historiográfica en torno a este rubro tienen en esta obra originalidad y un buen comienzo, pero también nuevos retos a futuro para documentar, reconocer y explicar en perspectiva igualitaria cómo sin las mujeres la sociedad en ningún país puede construir desde abajo y en colectivo cualquier iniciativa de enseñanza; por ende, es indispensable reivindicar la construcción de la memoria educativa con perspectiva de género. La historia de la educación desde el enfoque comprensivo cultural y social que ha nutrido esta obra debe seguir dando sustento a narrativas de mujeres en la educación que, de distintas formas y en diversos campos culturales, urgen a la Historia salir de su invisibilidad, y por tanto convertirse en la savia nutriente de colectividades menos injustas.
Notas