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Alejandro Estrella. Libertad, progreso y autenticidad. Las ideas sobre México a través de las generaciones filosóficas (1865-1925) . México: Editorial Jus, 2014, 132 pp.
Diego A. Zuluaga Quintero
Diego A. Zuluaga Quintero
Alejandro Estrella. Libertad, progreso y autenticidad. Las ideas sobre México a través de las generaciones filosóficas (1865-1925) . México: Editorial Jus, 2014, 132 pp.
Trashumante. Revista Americana de Historia Social, núm. 10, pp. 222-225, 2017
Universidad de Antioquia
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Reseña

Alejandro Estrella. Libertad, progreso y autenticidad. Las ideas sobre México a través de las generaciones filosóficas (1865-1925) . México: Editorial Jus, 2014, 132 pp.

Diego A. Zuluaga Quintero
Universidad Autónoma Metropolitana, Mexico
Trashumante. Revista Americana de Historia Social, núm. 10, pp. 222-225, 2017
Universidad de Antioquia
Estrella Alejandro. Libertad, progreso y autenticidad. Las ideas sobre México a través de las generaciones filosóficas (1865-1925). 2014. México. Editorial Jus. 132 pp.pp.

El libro de Alejandro Estrella, Libertad, progreso y autenticidad, aborda tres categorías políticas mexicanas mencionadas en el título y la vinculación de las mismas con tres generaciones intelectuales que vivieron entre 1865 y 1925. El libro constituye una puesta en práctica de los presupuestos metodológicos de lo que se conoce como la historia intelectual. El autor defiende la necesidad de superar las abstracciones y de historizar y contextualizar las ideas. De este modo, Estrella define su objeto de estudio. Ya no serán los textos clásicos el centro exclusivo de indagación sino que habrá otros como la prensa, las revistas, las epístolas, los panfletos y todos los artefactos materiales que posibilitan la circulación de las ideas. La indagación de Estrella no se centra en los héroes nacionales o las grandes figuras como los determinantes de las trasformaciones culturales, sino en las generaciones de intelectuales y sus redes. No se centra en las ideas universales sino en los matices de las mismas.

La historia intelectual tiende a enfatizar el estudio del contexto; por lo tanto, es importante vincular las ideas en sentido puro con la realidad intelectual o con su significado institucional. Según Estrella, en la historia intelectual se lleva a cabo un proceso de descomposición de las ideas generales en especificidades personales, grupales, institucionales o coyunturales. Se contextualizan y aterrizan las ideas en una realidad específica y, de esta manera, se busca entender sus matices o morfologías, desligándose de la pureza de las mismas.

Las tres categorías que analiza el autor (libertad, progreso y autenticidad) han sido presentadas como intemporales por la historia de las ideas. Existe la impresión de que su mera definición brinda unidad a un fenómeno histórico que en realidad es mucho más complejo de lo que dicen las categorías. Sin duda, hay distancias infranqueables al interior de los grupos sociales y de las instituciones que hacen uso de las ideas.

Estrella analiza estas categorías de indudable importancia en la historia mexicana, no como ideas establecidas -o dadas a priori-, sino como conceptos que van ganando, a su debido tiempo, un espacio de atención en la vida pública. Cada una está en estrecha relación con un complejo generacional y con las redes intelectuales que trabajan en la construcción, reconstrucción y reinterpretación de las ideas

El autor se desliga de la exclusividad de los textos como objeto para el estudio de las categorías, e introduce el estudio de individuos, instituciones, contextos y artefactos empíricos como epistolarios, revistas, periódicos y manifiestos. De aquí se saca una conclusión metodológica que es útil para los estudiosos de las ideas: si la historia intelectual no tiene como base y fundamento los elementos mencionados, cae fácilmente en generalizaciones. Por ejemplo, puede señalar de manera equívoca que el positivismo en México se dio entre 1880 y 1910 y que tuvo unas características únicas en la sociedad mexicana de la época, sin diferenciar el positivismo de Gabino Barreda y el de Justo Sierra, las diversas ideas divulgadas en los medios impresos que se declaraban positivistas o los matices entre las ideas de la élite intelectual y de otros sectores. La historia intelectual entiende que en el mundo de las ideas hay unos actores y medios específicos, y diferentes instancias por las que se movilizan las ideas. Estrella subraya la importancia de orientar la atención a los medios intelectuales, pues se puede delimitar más claramente quién, de qué manera y en qué escenario institucional se discutieron y comprendieron diversas ideas. Las categorías estudiadas por Estrella son defendidas por unos actores específicos y tienen unas instancias de reconocimiento particulares.

El primer complejo generacional que analiza Estrella es el liberalismo mexicano compuesto por individuos que nacieron entre 1820 y 1830 y que establecieron lazos de solidaridad en las guerras de Reforma. Para el autor no es suficiente hacer la caracterización general del liberalismo, hay que ir más allá. Es importante saber quién fue Benito Juárez y cómo se relacionó con escritores como Ignacio Manuel Altamirano y Guillermo Prieto. También es necesario conocer las redes institucionales consideradas como legitimadoras del liberalismo. Como ejemplos de estas instituciones y redes se encuentran la Escuela Nacional Preparatoria (ENP) o las diferentes tertulias intelectuales y literarias donde se formaban los jóvenes liberales.

El positivismo científico en México no se instala en el poder de la noche a la mañana. De acuerdo con el autor, la burocratización científica del Estado (hegemónica a partir de 1890 cuando controló las instancias de domino ideológico como la ENP) debe librar una serie de disputas con el liberalismo antes de imponerse. Gabino Barreda, quien ha adquirido capital cultural y político en el corazón mismo del complejo generacional de los liberales, es director de la ENP y tiene, por tanto, una posición favorable para impulsar las ideales positivistas. No es que la élite intelectual mexicana haya decidido dejar de ser liberal para convertirse en positivista sino que, en un proceso largo, figuras representativas disputaron la atención pública y el control de las instituciones. Barreda, líder del positivismo científico, por ejemplo, entra en tensión con otros personajes representativos del liberalismo romántico como José María Vigil. Esta era la disputa entre el sentimiento romántico de la libertad y la reflexión científica, era la contienda entre la poesía de Altamirano y la sociología de Barreda. Quien controlara instituciones como la prensa y sus redes intelectuales tendría terreno abonado para imponer sus ideas. Las luchas por el poder intelectual eran arduas y lentas; el lugar del liberalismo se fue desplazando con el paso de los años, y terminó siendo derrotado porque los intelectuales positivistas ocuparon posiciones estratégicas en el campo intelectual. En 1882, José María Vigil fue sustituido por José Gamboa en la cátedra de lógica en el ENP, quién le imprimió una orientación absolutamente positivista.

Luego vinieron los esfuerzos de los positivistas para no ser opacados por la filosofía de la autenticidad. Gabino Barreda había logrado consolidar una red intelectual en la que se destacaban Ezequiel Chávez y Justo Sierra. Ellos no solo tendrán importancia a nivel académico sino también en el Estado, lugar de donde serán desplazados los liberales. La red se extendía a las instituciones en donde se atacaba la especulación filosófica y se defendía el empirismo científico y la tecnocracia al servicio del Estado, entre ellas publicaciones como Lalibertad y Elpositivismo (p. 45).

En el caso de la autenticidad, el autor encuentra unas circunstancias similares. Esta doctrina entra en controversia con el positivismo por la defensa del humanismo. La crítica al academicismo positivista de los ateneístas es legitimada, en parte, con la experiencia de la Revolución de 1910 y con el hecho de que contó con el apoyo de figuras importantes en el periodo positivista, como Justo Sierra y Ezequiel Chávez, a quienes se considera los padrinos del Ateneo de la Juventud. La red intelectual de los ateneístas la conformaban figuras como Alfonso Reyes, Pedro Henríquez, Antonio Caso y José Vasconcelos. La revista Savia Moderna fue un órgano importante porque a través de ella, se introdujeron lecturas diferentes al credo positivista. Aunque esta empresa se levantó contra el autoritarismo del Estado en cabeza de Porfirio Díaz, Estrella destaca la figura de Justo Sierra porque logra mantener cierta cercanía y vigencia en la esfera pública de México luego de la Revolución. Esto es atribuido por el autor al capital cultural que logra construir Sierra como maestro y a su importancia para la Universidad Nacional. Según Estrella, el movimiento ateneísta se constituyó en una transición que abona el terreno para crear un campo filosófico autónomo y para lograr la profesionalización de la filosofía en México. En este sentido, su gran aporte es romper la agenda política de los intelectuales al servicio del Porfiriato. El modelo de esta ruptura es Antonio Caso y el gran hito es la creación de la cátedra de filosofía y la fundación de la Facultad de Filosofía y Letras.

A Estrella no le preocupa saber si este autor era auténticamente positivista o si esta institución era verdaderamente liberal, le interesa más bien comprender qué entendía un autor cualquiera por progreso o una institución literaria determinada por liberalismo. Esto explica por qué Estrella considera las trayectorias intelectuales y los tránsitos de un bando a otro como un proceso de supervivencia intelectual, sin insinuar que hay desviación de sus ideales. Esta decisión analítica le permite, además, quitar la carga moral a su análisis histórico pues no hay un curso racional de los acontecimientos, así como entender que hay una contingencia y unas disputas. Y más importante aún, Estrella no muestra a estos tres complejos generacionales como etapas racionales en el desarrollo intelectual mexicano, señala más bien antagonismos, fisuras y quiebres coexistiendo en un mismo periodo de tiempo. La periodización es solo un instrumento metodológico y un punto de partida, las redes intelectuales van delimitando transformaciones paulatinas y no rupturas totales.

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1 Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Cuajimalpa. Becario del programa CLACSO-CONACyT.
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