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Claudia Agostoni. Médicos, campañas y vacunas: la viruela y la cultura de su prevención en México 1870-1952 . México: Universidad Nacional Autónoma de México / Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2016, 238 pp.
Alejandro Giraldo Granada
Alejandro Giraldo Granada
Claudia Agostoni. Médicos, campañas y vacunas: la viruela y la cultura de su prevención en México 1870-1952 . México: Universidad Nacional Autónoma de México / Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2016, 238 pp.
Trashumante. Revista Americana de Historia Social, núm. 10, pp. 226-229, 2017
Universidad de Antioquia
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Reseña

Claudia Agostoni. Médicos, campañas y vacunas: la viruela y la cultura de su prevención en México 1870-1952 . México: Universidad Nacional Autónoma de México / Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2016, 238 pp.

Alejandro Giraldo Granada
Universidad Nacional Autónoma de México, Mexico
Trashumante. Revista Americana de Historia Social, núm. 10, pp. 226-229, 2017
Universidad de Antioquia
Agostoni Claudia. Médicos, campañas y vacunas: la viruela y la cultura de su prevención en México 1870-1952. 2016. México. Universidad Nacional Autónoma de México / Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora. 238 pp.pp.

Una de las mayores hazañas conquistadas por la ciencia y la medicina en el siglo XX fue la erradicación definitiva y a nivel mundial de la viruela en 1980. En México, este importante logro fue alcanzado en 1952. Antes de que el gobierno nacional y las autoridades de salud anunciaran su total eliminación, la sola mención de la viruela era causa de temor y terror debido a que las epidemias de viruela fueron recurrentes a lo largo y ancho del territorio mexicano. Esta enfermedad ocasionaba no solo erupciones cutáneas y úlceras particularmente visibles, sino también la muerte de numerosas personas. Pero el miedo a la viruela iba más allá de los padecimientos sufridos por quienes la contraían, ya que gran parte de la población temía por igual a los vacunadores como a la vacuna misma.

La historiadora Claudia Agostoni expone en su más reciente libro cómo se llevaron a cabo los programas de contención, control y la posterior erradicación de la viruela en México.1 En los cinco capítulos que componen el libro, la autora presenta un amplio panorama sobre los cambios estructurales e institucionales de los programas de salud en el periodo de estudio. En 1870, el Consejo Superior de Salubridad asumió la responsabilidad de administrar, conservar, propagar y aplicar la vacuna antivariolosa en la ciudad de México tras la epidemia sufrida ese año.

El libro tiene dos ejes temáticos principales. El primero examina las diferentes estrategias de las instituciones de salud para extender la aplicación de la vacuna a la población, lo que permitió el cambio del objetivo de contención por el de erradicación de la enfermedad. El segundo analiza los debates, las posturas encontradas y las numerosas limitaciones técnicas y organizativas de la vacunación antivariolosa. De ese modo, y de acuerdo con la autora, “la contención de la viruela, y su posterior erradicación, formaron parte de un proceso más amplio y de larga duración: el de la asimilación de la idea de una cultura de la prevención de las enfermedades evitables por parte de amplios sectores sociales” (pp. 17-18).

Agostoni analiza la evolución técnica y científica que experimentaron los diversos medios dispuestos por parte de las instituciones de salud para llevar a cabo la vacunación de la viruela y el impacto que esta tuvo en la sociedad mexicana. En un primer momento, la vacunación se realizó bajo el modo “brazo a brazo” que consistía en inocular el pus de las costras que aparecían en las personas enfermas a personas sanas. Esta forma de vacunación generó un amplio rechazo y cuestionamientos no solo por parte del gremio médico, sino también de la población en general, pues había la creencia de que la vacuna podría transmitir otras enfermedades infecciosas como la sífilis. Los debates sobre la efectividad de esta vacuna y la transmisión de la “sífilis vacunal” se mantuvieron durante las décadas finales del siglo XIX y los primeros años del siglo XX.

Debido a lo anterior, se practicó otro método de vacunación considerado más técnico y seguro, el cual se basaba en la aplicación a personas sanas del pus variólico o cowpox, extraído directamente de las pústulas semejantes a las de la viruela que aparecían en las ubres de las vacas. De esta manera se provocaba una reacción atenuada de la enfermedad en los individuos vacunados y su posterior inmunidad. En México se llevó a cabo la fabricación masiva de la vacuna animal, primero en el Instituto Bacteriológico Nacional (1905-1921), y a partir de 1921 en el Instituto de Higiene. Para Agostoni, la producción local de la vacuna posibilitó la ampliación e intensificación de los programas de vacunación, primero en las ciudades y luego en las zonas rurales. La producción en el país fue posible gracias al fortalecimiento de las instituciones estatales de salud y a la primacía que adquirió la medicina de laboratorio, con lo cual se posibilitó, alentó y vigorizó la esperanza de controlar y contener la propagación de esa y otras enfermedades.

Uno de los mayores inconvenientes manifestados por las autoridades médicas e higiénicas de México fue el denominado “charlatanismo”, es decir, la labor de sanación o curación de enfermedades practicada por personas sin conocimiento médico, que en algunas ocasiones se mezclaba con ideas y actos religiosos. Agostoni menciona como ejemplo el caso del Niño Fidencio, un joven del que se creía tenía poderes milagrosos para aliviar a las personas enfermas. Hubo numerosas peregrinaciones de habitantes de toda la República con el fin de conocer a este personaje y obtener de ese modo la cura a sus dolencias. Para la autora, la fama de este personaje se debió a un trasfondo de pobreza y abandono padecido por gran parte de la población del país, especialmente quienes vivían en zonas rurales. Allí no había infraestructura sanitaria, caminos y medios de comunicación adecuados; ni médicos titulados, enfermeras y farmacéuticos. “El Niño Fidencio pertenecía a la amplia, diversa y heterogénea oferta de atención médica, curativa, asistencial y espiritual que predominaba en el país, la que transcurría sin ser atendida por las autoridades estatales de salud y por la mayor parte de los médicos diplomados” (p. 121).

Agostoni analiza los cambios en los diferentes programas de vacunación dirigidos a la población rural de México. En el contexto de la aparición de la medicina social, la autora ubica la formación de un cuerpo médico especializado para contener las diferentes enfermedades infecciosas que se padecían en las zonas rurales. Denominados como “evangelizadores de la salud”, médicos titulados, pasantes de medicina, enfermeras sanitarias, bacteriólogos y agentes de vacunación salieron de las ciudades a recorrer el campo mexicano con el fin de brindar atención médica adecuada a sus habitantes, especialmente en los años que comprendieron el gobierno del general Lázaro Cárdenas (1934-1940). De ese modo, la erradicación de la viruela en México se anunció en 1952 como una consecuencia de la reestructuración de los servicios de salud y los programas de vacunación, así como de la participación de diferentes actores -tanto del campo de la medicina y la ciencia, como de la política y de la población en general-. Sin embargo, la autora subraya que no se detuvieron las jornadas de vacunación.

El libro no solo es novedoso por la cantidad de fuentes consultadas, entre ellas, documentación oficial de las diferentes instituciones de salud que hubo en el periodo, memorias de congresos, revistas y boletines médicos nacionales e internacionales, tesis de medicina, códigos sanitarios, prensa, reglamentos y una vasta revisión bibliográfica. Es una obra importante porque su análisis sobrepasa los límites de la ciudad de México y se extiende a gran parte de la República; la autora contrasta los programas de vacunación local con lo ocurrido en otros países, brindando, de ese modo, un necesario contexto internacional.

Es una investigación que va más allá del análisis sobre la historia de la vacunación o sobre los numerosos programas llevados a cabo por las instituciones de salud mexicanas que finalmente lograron la erradicación de la viruela. Una de sus tesis principales es que la eliminación de esta enfermedad obedeció a los esfuerzos ejecutados por múltiples actores e instituciones que participaron en los programas de vacunación. Considera, asimismo, que se debió a los cambios políticos, económicos, sociales, demográficos y científicos que propiciaron la atención, control y posterior erradicación de la viruela en México. En su investigación, subraya los desacuerdos y debates en torno a la organización y la realización de las campañas de vacunación. A diferencia de otras investigaciones que la preceden, el estudio de Agostoni no considera que la erradicación fue posible debido a los inevitables y siempre progresivos avances de las ciencias médicas, así como a los compromisos y acuerdos de los funcionarios del sector de la salubridad.

Médicos, campañas y vacunas merece ser leído con detenimiento, pues relaciona la historia de la contención de la viruela con la historia de las instituciones de salud pública en México. Desde el campo de la historia social de la salud pública, contribuye a la reflexión sobre los diversos actores, acciones y estrategias que posibilitaron la organización de campañas para enfrentar la enfermedad, así como sobre la respuesta que tuvo una sociedad dispar frente a un programa de vacunación que no fue siempre bien recibido.

Material suplementario
Notas
Notas
1 La versión digital del libro se puede encontrar en la página del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM: http://www.historicas.unam.mx/publicaciones/publicadigital/libros/medicos/campanas_vacunas.html
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