Resumen: En este estudio se explora la premisa de que una participación efectiva en conservación puede facilitarse cuando los miembros de las comunidades locales desarrollan capacidades para valorar sus acciones de manejo y ser capaces de evaluar diversas alternativas que promuevan la gestión y conservación de los recursos naturales. Para ello, presentamos información sobre la definición de temas de interés que participantes de dos comunidades en Calakmul, Campeche, acordaron para desarrollar actividades de investigación conjunta. Los temas que se generaron, a través de grupos focales y mapeo participativo, apuntaron a aspectos productivos, más que a aspectos directamente relacionados con la conservación, reflejando las necesidades y preocupaciones de los participantes. Se analizan los resultados de esta selección de temas como un diagnóstico que permite interpretar la realidad local según la perspectiva de sus habitantes e identificar aspectos clave implícitos en la conservación. Se hace énfasis en la importancia del trabajo en colaboración entre academia y sociedad civil para contribuir a incrementar capacidades locales que se requieren para la gestión del territorio en el mediano y largo plazo. De igual forma se analizan los retos que este marco de trabajo presenta.
Palabras clave: investigación conjunta, mapeo participativo, Reserva de la Biosfera, territorio, conservación comunitaria.
Abstract: This study explores the premise that effective participation in conservation can be facilitated when local community members develop the capacity to assess their management actions and evaluate various alternatives that promote natural resource management and conservation. To this end, we present information on the definition of the topics of interest that participants from two communities in Calakmul, Campeche agreed on to undertake joint research activities. The issues generated, through focus groups and participatory mapping, pointed to productive aspects, rather than those directly related to conservation, reflecting the needs and concerns of participants. The results of this selection of topics were analyzed as a diagnosis that makes it possible to interpret the local reality according from the perspective of its inhabitants and to identify key aspects implicit in conservation. Emphasis is placed on the importance of collaborative work between academia and civil society in contributing to increasing the local capacities required for the management of the region in the medium and long term. The challenges of this framework are also analyzed.
Keywords: co-inquiry research, participatory mapping, biosphere reserve, territory, community conservation.
Artículos
Identificando temas de investigación conjunta a través del análisis de la problemática socioambiental: la experiencia de COMBIOSERVE en la Reserva de la Biosfera de Calakmul, México
Identifying Co-inquiry Research Topics through the Analysis of Socio-environmental Problems: The COMBIOSERVE Experience in the Calakmul Biosphere Reserve, Mexico
Recepción: 24 Agosto 2018
Aprobación: 25 Enero 2019
Para lograr la conservación y el manejo efectivo de los recursos naturales es necesario considerar los intereses e inquietudes de la población local sobre la problemática ambiental y la realidad socioeconómica que enfrenta (Ericson, 2006). Solo así es posible generar y fortalecer las capacidades locales de gobernanza de los recursos naturales (Borrini-Feyerabend et al., 2007). Sin embargo, en el contexto de las áreas protegidas, esto representa un reto, pues es difícil concebir la participación efectiva de la población local cuando éstas áreas se administran centralmente y sus objetivos son diferentes a los objetivos que mueven las decisiones de las personas respecto al manejo de los recursos (Méndez-López et al., 2014). Un enfoque socioecológico que implique manejar los ecosistemas tomando en cuenta la perspectiva social, requiere del uso de la mayor cantidad de fuentes de conocimiento ecológico posibles, incluyendo el conocimiento y la perspectiva local (Armitage et al., 2009; Berkes et al., 1998). Más aún cuando se considera que las decisiones que la población local toma con respecto al manejo presentan retos importantes derivados de la incertidumbre de los sistemas socioecológicos en los que los factores sociales y ambientales se interrelacionan a diferentes escalas, presentando un alto dinamismo (Folke et al., 2005).
Considerando lo anterior, la resolución de problemas ambientales como pueden ser la contaminación de fuentes de agua y suelo por agroquímicos o el cambio de uso de suelo, requiere de enfoques en el que se genere evidencia a partir de estudios de caso situados en sitios particulares, que sean relevantes para los problemas concretos a resolver y que generen herramientas y capacidades para el manejo de los recursos naturales (Ghate y Nagendra, 2005). Para ello, el monitoreo participativo juega un papel fundamental (Danielsen et al., 2005; Fernández-Giménez et al., 2008).
El objetivo del monitoreo es ayudar a entender las dinámicas espacio-temporales de los sistemas socioecológicos y en general de su funcionamiento. Esta comprensión puede ser utilizada para tomar decisiones en el manejo de recursos naturales, que estén sustentadas en datos confiables, así como para establecer prioridades y evaluar esfuerzos de conservación (Cundill, 2010; Danielsen et al., 2010; CBD, 1992). Sin embargo, resulta de primer orden partir de esquemas de monitoreo en las que desde la definición del problema se planteen objetivos claros que resuelvan el reto común de integrar enfoques que puedan ser inicialmente contradictorios (Berkes, 2004; Plummer y Armitage, 2007). Identificar estos objetivos que implican problemas o temas particulares a resolver en conjunto, puede ser un primer paso para tener puntos de acuerdo que propicien la participación de la población local en la conservación a partir del manejo de los recursos naturales.
En el caso de los esfuerzos de conservación de biodiversidad que llevan a cabo las comunidades locales —ya sea de manera voluntaria o por influencia externa, pero con su participación y para su beneficio— el monitoreo resulta esencial como detonador de información y aprendizaje sobre los sistemas socioecológicos que se quieren conservar (Western y Wright, 1994; Porter-Bolland et al., 2013; Villaseñor et al., 2016). Este aprendizaje fomenta el incremento en capacidades para la toma de decisiones oportunas, teniendo, en el mejor de los casos, dos efectos positivos: 1) el fortalecimiento de la conservación a largo plazo, y 2) la provisión de condiciones para una vida digna dentro y fuera de las áreas protegidas (Campbell y Vainio-Mattila, 2003). Esto es prioritario en las Reservas de la Biosfera, que tienen entre sus objetivos el lograr un uso sostenible de los recursos naturales como parte del proceso de conservación (Halffter, 1984).
Existen numerosos ejemplos de iniciativas de monitoreo participativo que han dado lugar a procesos de aprendizaje ambiental local que ha incrementado las capacidades de las comunidades en conservación de biodiversidad y de recursos naturales (Danielsen et al., 2010; Evans y Guariguata, 2008; Fernández-Giménez et al., 2008). Sin embargo, es común que las condiciones de marginación y exclusión limiten en gran medida la toma de decisiones informadas y basadas en el aprendizaje (Akbulut y Soylu, 2012). Diversos autores coinciden en que en la medida en que las personas de las comunidades que son usuarias directas y propietarias del territorio obtengan mayor poder de decisión con respecto al manejo de recursos, mayores serán las posibilidades de regular su uso y con ello, fortalecer su conservación a largo plazo (Colfer, 2010; Boissière et al., 2009; Akbulut y Soylu, 2012).
Como premisa entonces tenemos que una participación efectiva en la conservación puede facilitarse si los miembros de la comunidad desarrollan capacidades para valorar sus acciones de manejo y evaluar diversas alternativas que promuevan la gestión y conservación de los recursos naturales, poniendo en práctica las relaciones interinstitucionales necesarias (Berkes et al., 2000; Boissière et al., 2009). Por esta relación entre generación de información y puesta en práctica, el monitoreo participativo dentro del marco de investigación conjunta, como fue entendido en el proceso aquí presentado, representa una opción de abordaje útil en la generación de aprendizaje socioecológico y generación de capacidades (Ballard y Belsky, 2010). Este trabajo se realizó dentro del marco del proyecto COMBIOSERVE2, que tuvo el objetivo de construir puentes entre la academia y la sociedad civil para analizar diferentes aspectos relacionados con el papel de la población local en la conservación y manejo de la biodiversidad (Vogl et al., 2015; International Innovation Magazine, 2015). En el presente artículo exponemos parte de esta experiencia. En particular, analizamos el trabajo que se hizo para la definición de temas de interés de los participantes locales de dos comunidades de Calakmul, Campeche, para el desarrollo de actividades de monitoreo participativo y cómo estos temas pueden ayudar a comprender los retos que se enfrentan localmente en cuanto al manejo de recursos naturales y su conservación.
El contexto de la Reserva de la Biosfera de Calakmul (RBC), presenta un caso interesante para analizar la problemática en torno al manejo local de los recursos naturales y la conservación de la biodiversidad. Por un lado, la RBC resalta por su alta riqueza biológica y por formar parte esencial de importantes corredores biológicos al sur del país (INE, 2000). Por el otro lado, gran parte de su superficie está constituida por tenencia de la tierra ejidal y privada y, la mayoría de sus habitantes (alrededor de 3 900 dentro de la poligonal y más de 19 000 alrededor de ésta; INECC, 2018), trabaja en actividades productivas del sector primario (INE, 2000). Esto implica una convergencia de intereses con fuertes implicaciones en el uso del suelo de la región (Porter-Bolland et al., 2014; Keys y Roy Chowdury, 2006). En el caso de las dos comunidades involucradas en el proceso aquí descrito, se trata de poblaciones inmigrantes de diferentes partes de México que enfrentan el reto diario de adaptarse a nuevas condiciones ambientales diferentes a sus territorios de origen, característica de la población en Calakmul.
Monitoreo participativo dentro de la investigación conjunta
Para realizar el monitoreo participativo en el marco del proyecto COMBIOSERVE, se trabajó en el desarrollo de metodologías y estrategias que partieron de la investigación conjunta permitiendo la integración de grupos de trabajo en las comunidades de estudio. La investigación conjunta o colaborativa (co-inquiry o co-research en inglés; Heron and Reason, 1997) es una vertiente de la investigación participativa en la que investigadores, educadores o extensionistas fungen como facilitadores en procesos en los que desde las comunidades se abordan temas de interés local para el bien común (Caruso et al., 2016). Mas allá de una participación en la que los involucrados de las comunidades proveen o validen información o se involucren en procesos dirigidos por preguntas generadas desde fuera (Villaseñor et al., 2016), la investigación conjunta tiene el objetivo de desarrollar procesos que deriven de motivaciones surgidas de procesos reflexivos autóctonos (Heron y Reason, 1997).
Como parte de la investigación conjunta, los participantes colaboran en la definición de preguntas de interés común, así como para definir la metodología para esa exploración. Al aplicar dicha metodología en su cotidianidad o contexto, se crean nuevas formas de conocer su realidad (Heron y Reason, 1997). Enfatiza que todos somos sujetos de realizar investigación, independientemente de nuestra formación u origen (Feinsinger et al., 2010), e integra principios desarrollados desde la investigación-acción y la transdisciplina (Vilsmaier et al., 2015; Huang, 2010). En el Proyecto COMBIOSERVE, se trabajó estableciendo una colaboración entre miembros de las comunidades, representantes de las organizaciones de la sociedad civil locales e investigadores, para desarrollar procesos donde la definición de temas a abordar se hiciera en conjunto, con validez local (Caruso et al., 2016). Así, de lo que se trató fue de integrar conocimientos y quehaceres locales con los de las instituciones académicas, para entender y resolver diferentes aspectos relacionados con el manejo de recursos naturales y la conservación de la biodiversidad, tomando como marco metodológico el ciclo de indagación (Vogl et al., 2015; Feinsinger et al., 2010) (Figura 1).
El uso de herramientas metodológicas que provienen de la investigación acción- participativa tuvo la intención de propiciar procesos en los que la información generada mediante las actividades de monitoreo participativo fuera utilizada en estrategias de manejo, es decir, para que la información se convirtiera en acciones concretas (Balcázar, 2003). En este caso, la intención fue incrementar el conocimiento sobre recursos naturales y así fomentar el desarrollo y la puesta en práctica de actividades de manejo sustentadas en evidencia generada en el contexto local. Para que esto resultara fue primordial partir de temas de trabajo que fueran prioritarios para los participantes locales.
Nota: La figura 1 representa un proceso cíclico en el que la Pregunta (contextualizada en una problemática determinada) se aborda mediante la Acción (generando información para responder a la pregunta) y se propicia una reflexión con la intención de derivar en un aprendizaje: Aplicación. Este aprendizaje deriva en nuevos cuestionamientos: Preguntas nuevas.
Fuente: Adaptado de Feinsinger et al. (2010)En la investigación conjunta, un principio importante es que el conocimiento local y sus prácticas asociadas estén basados en la observación constante de los ciclos de los que depende el manejo de recursos naturales (Folke et al., 2005). Sin embargo, en el contexto de las poblaciones de Calakmul con las que se trabajó, esto cobró especial importancia pues al tratarse de poblaciones inmigrantes, el conocimiento local existente es incipiente y se encuentra en construcción. El trabajo de investigación conjunta centró sus esfuerzos en el fortalecimiento del conocimiento local, integrando herramientas y conocimientos de actores externos, generando de esta manera, vías conjuntas de conocimiento que permitieran resolver las preguntas de interés genuino (Berkes, 2004; Porter-Bolland et al., 2014). El otro principio rector de la investigación conjunta fue que las actividades llevadas a cabo como parte de ésta fomentaran el desarrollo de habilidades para el fortalecimiento de la organización comunitaria, a través de la formación de actitudes críticas ante intervenciones externas.
Durante tres años, entre 2012-2015, se desarrolló el proceso de monitoreo colaborativo en dos comunidades: Once de Mayo (18°5’28.11”N, 89°27’40.82”O) y El Sacrificio (17°59’54.32”N, 89°22’40.92”O). Las comunidades viven en las zonas de amortiguamiento de la RBC y sus actividades económicas principales son la agricultura de subsistencia, la agricultura mecanizada y en menor medida, ganadería y cacería (INE, 2000; Villaseñor, 2017). La convocatoria para participar en el proceso de investigación conjunta fue abierta a toda la comunidad, a través de asambleas generales y reuniones en las que se explicaron los objetivos, alcances y posibles implicaciones del proceso. El equipo de investigadores estuvo formado por dos especialistas del área ambiental y socioambiental. Por último, por parte de la organización civil, estuvieron involucradas dos personas cuyo papel principal en la asociación consistía en la elaboración y coordinación de iniciativas de desarrollo sostenible y perspectiva de género, y dos personas que fueron contratadas por el proyecto, por períodos específicos, como facilitadores de campo. Inicialmente, los investigadores tenían planteado el desarrollo del esquema de monitoreo participativo en un modelo más convencional enfocado en realizar inventarios de ciertos aspectos de biodiversidad, que fueran de interés para las comunidades participantes (Porter-Bolland, et al., 2014). Sin embargo, las discusiones al interior del proyecto de COMBIOSERVE y el desarrollo del proceso de investigación conjunta, requirió un replanteamiento del proceso de la definición de objetivos.
Para partir de un entendimiento común, se hizo una selección de posibles preguntas o temas de investigación, utilizando el mapeo participativo como herramienta de discusión para definir los asuntos más apremiantes en las prácticas de manejo y conservación de los recursos (Rös et al., 2018). El mapeo participativo se hizo mediante el desarrollo de mapas mentales o cognitivos (Gould y White, 1974; Kitchin, 1994). Esta es una herramienta de la investigación-acción participativa que busca sistematizar el conocimiento y la percepción que los pobladores tienen sobre un ambiente dado, así como sobre la interrelación y la dinámica entre sus componentes (Moore y Golledge, 1976, en Kitchin, 1994). El supuesto de este ejercicio es que las personas almacenan información sobre su territorio y que utilizan esta información para tomar decisiones sobre el mismo (Kitchin, 1994).
El ejercicio de mapeo para determinar temas de interés de COMBIOSERVE se describe a profundidad en Rös et al. (2018). En este caso, cinco grupos en cada comunidad, conformados cada uno por cuatro o seis investigadores comunitarios, trabajaron generando mapas mentales para realizar un diagnóstico de su territorio (Figura 2). Para ello se hicieron capas: la primera fue para delimitar el territorio, la segunda para dibujar los recursos naturales, la tercera para establecer los proyectos existentes actualmente y la cuarta para identificar y señalar su problemática y las oportunidades existentes.
Nota: En el lado izquierdo se muestran las capas 1 y 2 superpuestas, reflejando los límites de la comunidad y las unidades de producción. En el lado derecho se muestra el mapa con información de problemas y programas, que se dibujaron como capas 3 y 4.
Estos mapas dibujados representaron objetos espaciales importantes para los participantes locales, incluyendo la delimitación del territorio, el pueblo, las parcelas, el bosque y otros recursos naturales que ellos valoran y utilizan. Permitieron también que los investigadores comunitarios representaran las actividades que consideraban relevantes en el momento y que mostraran las oportunidades, actividades a futuro, o problemas potenciales a resolver que les parecían apremiantes. Debido a que el objetivo final fue conocer la percepción sobre el territorio y los problemas identificados por los usuarios de los recursos, durante el ejercicio se documentaron las ideas y conceptos, tal cual se manifestaron durante los ejercicios. Fue a partir de este ejercicio que se identificó un sinnúmero de posibles temas de estudio para el monitoreo a partir de preguntas concretas que se hicieron los investigadores comunitarios. Estos temas posteriormente fueron priorizados a través de un proceso iterativo de definición de objetivos e indicadores mediante grupos de discusión en los que se tomaron en cuenta cuestiones como urgencia de resolución de problemas, así como factibilidad en el tiempo y con los recursos disponibles.
Identificación de áreas de trabajo y conformación de grupos de investigación
Con el ejercicio de mapeo participativo, los grupos de trabajo identificaron las áreas prioritarias para realizar la investigación conjunta. Algunos seleccionaron las zonas que ellos denominan “trabajaderos” que son las zonas donde se realizan las actividades agrícolas y pecuarias. Algunos grupos también consideraron las zonas de vegetación madura o secundaria, que denominan “monte” (Porter-Bolland et al., 2014). Estas áreas incluyeron zonas de conservación, como la zona núcleo de la RBC que colinda con sus predios, áreas de uso común destinadas a la conservación, o parte de sus parcelas que están en descanso o han sido conservadas. También incluyeron un tipo de vegetación particular que no puede ser destinado a actividades productivas, que le conocen como “El Desierto”. Se trata de un área con suelo calcáreo inundable, de uso común (Porter-Bolland et al., 2014). Además, como tiene escorrentías intermitentes, existen épocas del año en que muchos animales como mamíferos o aves visitan el área para beber agua. También seleccionaron los bajos o zonas inundables que tienen selva baja y los solares de la zona urbana donde las familias llevan a cabo actividades agroforestales o la cría de animales de traspatio (Porter-Bolland et al., 2014).
Los grupos de investigación estuvieron integrados por personas de diferente origen, identificados con la cultura chol, tseltal o provenientes de distintos estados del país. Todos los participantes nacieron fuera de la localidad de Once de Mayo, siendo su lugar de origen los estados de Chiapas, Michoacán, Nayarit, Veracruz, Campeche, entre otros (Villaseñor, 2017). En cuanto a la titularidad de tierra, en Once de Mayo un poco más de la mitad de los participantes eran pobladores (personas del ejido sin derecho agrario) y el resto ejidatarios (Villaseñor, 2017). En El Sacrificio todos fueron pequeños propietarios, sin embargo, no tienen regularizada su tenencia. La mayoría de las personas que participaron de manera continua fueron mujeres jóvenes, aunque hubo una gran variación en la edad. La persona más joven tenía 15 años y la de edad más avanzada, 64 años. La escolaridad también fue variable entre los investigadores comunitarios, aunque la mayoría no había terminado la primaria y cerca del 30 % de los participantes no sabía leer ni escribir (Villaseñor, 2017).
Los ejercicios de mapeo participativo permitieron identificar los temas de investigación por los grupos de trabajo, al discutir las inquietudes y problemáticas sobre las principales unidades de manejo seleccionas. Para ello, se intentó integrar inquietudes individuales para la construcción de intereses colectivos y así propiciar actividades de relevancia común, lo que dio como resultado una multitud de temas específicos (Cuadro 1). Estos temas posteriormente se redujeron a uno solo por grupo en los casos en los que los participantes quisieron continuar con el proceso de investigación.
Los temas identificados por los investigadores comunitarios responden a necesidades y preocupaciones de los participantes que implican aspectos de la relación de las comunidades con su entorno. Los temas tienen que ver más con el aprovechamiento y manejo de los recursos que con la biodiversidad en sí misma, lo cual no es de sorprender pues se puede considerar que la biodiversidad como tal, en el contexto del monitoreo participativo, no necesariamente es prioritaria (Boissière et al., 2014). Haenn (1999) plantea que, en contextos de áreas protegidas, existen diferencias intrínsecas entre pobladores locales y personas externas en conceptos clave relacionados con la biodiversidad y que esto puede formar parte de las tensiones que se viven localmente en torno a la conservación. Relacionado con lo anterior, está el hecho de que muchas veces la conservación de la biodiversidad que realizan las comunidades locales es resultado del uso y manejo, más no necesariamente de un objetivo explícito (Borrini-Feyerabend et al., 2007). Este resultado muchas veces no es tomado en cuenta por el discurso oficial de la conservación que no toma en cuenta el papel de la comunidad local en la permanencia de bosques.
Los temas seleccionados a partir del mapeo para ser tratados en el contexto de la investigación conjunta reflejaron algunas de las problemáticas en torno a la conservación de la región y mostraron las preocupaciones de los habitantes locales en el manejo de los recursos naturales. No obstante, estas problemáticas y tensiones que describen Redpath et al. (2013) como “conflictos de conservación” surgen por diferencias en las percepciones y perspectivas en cuanto al uso y conservación de los recursos naturales de diferentes actores (pobladores vs. reserva; producción agrícola vs. preservación de biodiversidad), y pueden interpretarse como los esfuerzos que se deben hacer para fortalecer la conservación de la biodiversidad dentro y alrededor de la RBC (Redpath et al., 2013).
Como se expone en Porter-Bolland et al. (2014), los conflictos de conservación identificados por los grupos locales fueron: 1) la dependencia de las estrategias de vida en actividades agropecuarias cada vez más intensificadas o que requieren cada vez más de insumos externos, 2) la incidencia de daños a la agricultura por interacciones con mamíferos, aves e insectos, que desde la percepción de los agricultores son, en general, dañinos para la producción agrícola, y 3) la explotación de recursos maderables y no maderables por una demanda externa que lleva a la venta de árboles para fuste o palizada o a la venta de orquídeas y otros no maderables.
Estos mismos elementos pueden representar oportunidades para mejorar las estrategias de vida locales generando y fortaleciendo el conocimiento local, y atendiendo los conflictos de conservación al estrechar los lazos comunitarios en torno a la misma (Chambers y Conway, 1991; Scoones et al., 1998; Belcher et al., 2013). Para ello, se interpretan como: 1) un interés de la población local por mejorar los sistemas agrícolas y reducir el uso de insumos externos, 2) lograr la propagación de especies útiles con valor comercial y cultural, fortaleciendo sistemas agroforestales, enriqueciendo acahuales con especies útiles y aprovechando sustentablemente ciertas poblaciones que tienen mercado como el copal y las orquídeas, y 3) el interés de aprovechar los espacios de conservación para que generen ingresos con actividades como el ecoturismo.
Los temas finalmente seleccionados fueron los priorizados por los grupos de investigadores comunitarios según sus intereses y considerando la factibilidad de llevarse a cabo. Estos se relacionaron con los sistemas agrícolas (plagas y fertilidad del suelo), aprovechamiento de ciertas especies (orquídeas y propagación de árboles útiles), áreas potenciales para obtener ingresos por su conservación (ecoturismo y carbono) y el tema que escogieron los niños de una de las comunidades para estudiar las mariposas de su localidad. Cabe mencionar que este grupo refleja el potencial existente para trabajar con niños y jóvenes en temas ambientales dado a su interés por aprender.
Algunas de las preguntas trabajadas finalmente requirieron de un enfoque de monitoreo, en términos de colecta de datos de forma periódica y otras preguntas estuvieron enfocadas a inventarios u otros tipos de investigación. Entre las primeras, están por ejemplo: ¿Cuál es la proporción de calabazas dañadas/sanas por año? ¿Cómo cambia la floración de las diferentes especies de orquídeas en el tiempo y entre diferentes tipos de vegetación? Entre los inventarios y otro tipo de investigación están: ¿Cuáles son las especies de flora y fauna más comunes en El Desierto? ¿Cuáles son las formas de aprovechamiento legal de orquídeas que se podrían realizar en Once de mayo?
El presente trabajo se enfocó en la exploración de los temas de interés que los participantes de las comunidades expresaron a través de los ejercicios de mapeo participativo. La facilitación de este ejercicio permitió que los participantes expresaran libremente las problemáticas que enfrentan con respecto al manejo del territorio, desde su punto de vista. Esta discusión, a su vez, ayudó a visualizar necesidades de información y conocimiento para ser abordados puntualmente a través del monitoreo participativo. Por ejemplo, durante el ejercicio de mapeo, se notó que había una generalización por parte de los productores agrícolas de referirse a todos los insectos que se pueden encontrar en las parcelas agrícolas como dañinos.
Esta generalización se retomó cuando se elaboró el plan de trabajo con el equipo de investigación de este tema y se estableció como una necesidad de información identificar a los distintos tipos de insectos de las parcelas y diferenciarlos por sus hábitos alimenticios, entre insectos neutrales, benéficos y dañinos, mediante la pregunta de investigación ¿Cuáles son insectos que dañan la producción de maíz y chihua (Cucurbita sp.) y cuáles son los que no los afectan? De esta manera, podrían tomarse decisiones de manejo sobre a qué insectos (cuáles especies) deben enfocarse los esfuerzos para lograr intensificar el control y seleccionar las medidas de control más efectivas. El proceso de investigación en este tema estuvo acompañado, además, por talleres en los que se abordaron temas de agroecología y control integral de plagas. Si durante el ejercicio de mapeo los participantes no hubieran expresado esta generalización, el proceso de investigación conjunta hubiera sido abordado de otra manera.
En el enfoque de investigación conjunta llevado a cabo en COMBIOSERVE, se retomaron los principios de monitoreo colaborativo, en el que la motivación final para llevar a cabo el monitoreo participativo con comunidades fue incrementar las capacidades para tomar mejores decisiones de manejo, obteniendo información útil (Villaseñor et al., 2016). Esta motivación de monitoreo, a su vez, se alinea a la filosofía del co-manejo adaptativo en la que se incrementan las capacidades de las comunidades para enfrentar los cambios, promoviendo autorreflexiones sobre las prácticas de manejo que funcionan o no (Dougill et al., 2006; Cundill y Fabricius, 2010; Villaseñor et al., 2016). Para lograr esta autorreflexión y generar aprendizaje es necesario, desde nuestro punto de vista, partir desde la percepción local expresada lo más libremente posible y tomarla como referencia para el planteamiento de las actividades a seguir.
Como analizamos parcialmente en Porter-Bolland et al. (2014), entre los principales retos tuvimos la participación discontinua de investigadores comunitarios. Aunque hubo personas, incluso grupos enteros que participaron constantemente, o personas que se involucraron posteriormente, se puede decir que a nivel comunitario la participación fue baja. Como se ha visto en otros estudios (Méndez-López, et al., 2015), la baja participación en proyectos comunitarios tiene varias razones. En el caso de la experiencia relatada se tiene como primera instancia que la participación fue voluntaria, es decir, que no se partió de una remuneración monetaria. Esto, dado a las múltiples actividades de las personas, resulta costoso pues muchas de ellas no pueden dejar de hacer trabajos que les reditúen más, dando lugar a que su involucramiento sea escaso. Si los habitantes locales no han participado con anterioridad en procesos de este tipo, es difícil que se priorice con base en la relevancia que pueda tener para su comunidad o vida personal.
Se suman además los problemas que muchas personas viven para cubrir sus necesidades básicas de alimentación, educación, asistencia médica, etcétera, lo que lleva a que sea difícil tomarse el tiempo para el trabajo voluntario. Por otro lado, existe una gran desconfianza hacia personas externas, por lo que participar en proyectos externos se restringe a la posibilidad de obtener algo tangible a cambio (i.e., un pago). Además, es común que las personas hayan tenido experiencias previas negativas, donde su participación en proyectos no haya dejado beneficios tangibles o a veces en donde ni siquiera tienen acceso a los resultados que se generan, lo que propicia una falta de interés y de confianza en este tipo de actividades (Porter-Bolland et al., 2013).
Las expectativas de los habitantes locales también se ven mermadas por la gran cantidad de proyectos subsidiados por el gobierno con carácter paternalista o asistencialista que han predominado, que además minimizan el potencial de las capacidades locales apostándole poco a la generación de procesos. Se podría decir que para que las personas locales participen en la investigación conjunta de forma horizontal (que sea resultado de un interés mutuo), se requiere partir de una relación de confianza donde existan acuerdos mutuos y que se conozcan los beneficios potenciales (y riesgos también) que el desarrollo de las actividades puede tener en el corto, mediano y largo plazo, o porque la experiencia les resulte entretenida (Porter-Bolland et al., 2014). Estos retos son reconocidos tanto en el enfoque de co-manejo adaptativo, como en el de transdisciplina, en los que se hace énfasis en la consideración del contexto específico, la incertidumbre y la definición de objetivos, antes de determinar lo que se va a monitorear y evaluar (Hadorn et al., 2008; Armitage et al., 2009).
Otro reto fue la capacidad del grupo externo de dar seguimiento a las actividades. Por un lado, es difícil armar equipos de profesionistas o académicos que estén dispuestos a trabajar en un esquema de investigación conjunta. Generalmente para el académico, alejado geográficamente y ajeno a la comunidad, sus requisitos e intereses son muy diferentes. Por el otro, los gestores o representantes del sector civil también tienen sus limitantes de tiempo y capacidades. En el proceso descrito, por ejemplo, fue muy difícil contar con el personal suficiente, tanto por cuestiones económicas como por no encontrar a alguien que se pudiera contratar que tuviera el perfil adecuado. Pocos profesionistas o practicantes tienen experiencia en la investigación conjunta, lo que los hace poco preparados para responder a las demandas implicadas. Tampoco se tiene muchas veces las capacidades para ser facilitador, generar procesos de reflexión o transmitir resultados. A veces también es difícil reunir la información necesaria. Esto puede desanimar la participación local pues muchas veces la investigación cambia o presenta fuertes retos, complicando el proceso.
Un reto fuerte es la percepción que se tiene localmente de la resolución de problemas en la que se espera que el externo traiga soluciones y no que se espere que éstas deban ser generadas localmente. Este es el mayor desafío de la investigación conjunta como medio de aprendizaje para el cambio. Como apuntan Armitage et al. (2009), para que el aprendizaje social derivado del monitoreo fomente el comanejo adaptativo y la resiliencia de las comunidades, es necesario que exista una interacción social significativa y se construya confianza entre los distintos actores. Esto implica más un esfuerzo continuado y sostenido en el tiempo. Para Hadorn et al. (2008), la transdisciplina implica tomar en cuenta la diferencia o diversidad de puntos de vista de los problemas, desde lo científico y lo social, para así lograr enlazar el conocimiento “concreto o específico” con el “abstracto”. Para lograr esto, los autores recomiendan enfrentar la investigación dándole suficiente esfuerzo a cada una de las etapas: la identificación del problema, la estructuración del problema, la investigación del problema y su aplicación. Tomando en cuenta esto, en la experiencia de COMBIOSERVE se invirtió un esfuerzo considerable en las dos primeras fases, sin embargo, por las limitaciones de tiempo y recursos, las dos últimas fases no se reforzaron en la misma medida.
Con todo y lo dicho anteriormente se puede considerar que el aspecto “clave” en la investigación conjunta es el tiempo, pues los beneficios son más evidentes en procesos de largo plazo. Es común que los proyectos o posibilidades de continuar colaborando no sean extensos. El tiempo necesario para la investigación conjunta debe considerarse desde el principio, para que pueda haber procesos reflexivos de largo aliento y que los temas y preguntas que se aborden prioricen el interés local. Finalmente, es con tiempo con que se puede alcanzar la fase de reflexión que posibilite el aprendizaje y dé lugar a beneficios tangibles que se hagan extensos a otros actores (Porter-Bolland et al., 2014).
Finalizamos haciendo énfasis en la importancia que el planteamiento de la investigación conjunta tiene para fortalecer las capacidades de las instituciones locales. El trabajo en colaboración que el proyecto COMBIOSERVE abordó entre academia y sociedad civil, al delimitar los temas de interés local para el monitoreo participativo, dio lugar a un diagnóstico que permitió interpretar la realidad local e identificar aspectos clave que pueden fortalecer la conservación. Aprendimos que el trabajo en colaboración entre academia y sociedad civil tiene el potencial de contribuir sustancialmente a incrementar capacidades y generar aprendizaje que permita enfrentar los retos que se viven localmente en contextos de conservación.
Cristian Kraker Castañeda: Editor asociado
Se agradece la participación voluntaria de los investigadores comunitarios participantes (Once de Mayo y El Sacrificio), así como el aporte de otros miembros del consorcio COMBIOSERVE. Se agradece también la aportación que los revisores anónimos hicieron al documento. El proyecto COMBIOSERVE Assessing the Effectiveness of Community-based Management Strategies for Biocultural Diversity Conservation” ha sido financiado por la Comisión Europea FP7-ENV-2011 (convenio #282899).
Nota: La figura 1 representa un proceso cíclico en el que la Pregunta (contextualizada en una problemática determinada) se aborda mediante la Acción (generando información para responder a la pregunta) y se propicia una reflexión con la intención de derivar en un aprendizaje: Aplicación. Este aprendizaje deriva en nuevos cuestionamientos: Preguntas nuevas.
Fuente: Adaptado de Feinsinger et al. (2010)Nota: En el lado izquierdo se muestran las capas 1 y 2 superpuestas, reflejando los límites de la comunidad y las unidades de producción. En el lado derecho se muestra el mapa con información de problemas y programas, que se dibujaron como capas 3 y 4.