Resumen: Se propone el repaso de algunas cuestiones relacionadas con la Filología, como la discusión acerca de su pertinencia en la investigación literaria. Asimismo, se describen las fases que se requieren para la creación de una edición, de acuerdo a criterios establecidos por la ecdótica y hermenéutica.
Palabras clave:filologíafilología, ecdótica ecdótica, hermenéutica hermenéutica, edición crítica edición crítica.
Abstract: We propose the reviewing of some matters related with Philology, like the discussions about it’s pertinence in literary research. Likewise, we describe the phases that are required on the creation of an edition, according to criteria established by Ecdotics and Hermeneutics.
Keywords: Philology, Ecdotics, Hermeneutics, critical edition.
Reporte técnico
Hacia una renovación de la filología
La historia de la Filología es tan antigua como la civilización occidental. Los primeros filólogos surgieron ante la necesidad de tener una sola versión de las obras de Homero (Gutiérrez Calderón, 2000: 355). El término philólogo se encuentra por primera vez en Platón, sin embargo, al mismo tiempo se utilizaba el término “gramático” (Gutiérrez Calderón, 2000: 361-362). A pesar de la diferencia terminológica, los objetivos eran los mismos en la época helenística y casi no difieren de la filología contemporánea,1 a saber: “un arte de lectura, una técnica de lectura cabal de los textos literarios” (Gutiérrez Calderón, 2000: 355).
Al ser la filología una lectura integradora, necesitará una serie de métodos que den como resultado el rescate de obras valiosas listas para el seguimiento analítico. Belem Clark de Lara, comenta que la filología en su sentido más amplio logra rescatar, depurar, fijar y ofrecer el establecimiento de la autenticidad de los textos, ya que logra preservarlos de los desgastes materiales a los que están expuestos; también los salva del olvido, de los cambios, alteraciones y mutilaciones. De esta manera logra prepararlos para una crítica eficaz, certera y provechosa, que conduzca a la interpretación y comprensión de la cultura nacional (Clark de Lara, s/f: 8).
Debido a los motivos anteriormente expuestos, se considera necesario hacer una revisión minuciosa de las pautas que se necesitan para la elaboración de una edición crítica de textos. Con esto se tiene el objetivo de difundir el método empleado para el rescate y edición de obras que son importantes para la historia cultural de nuestra nación. Al mismo tiempo, se logrará demostrar que la filología es una ciencia actual, seria y sumamente importante para los estudios culturales.
Como la filología es el conocimiento de todo cuanto es necesario para alcanzar la correcta comprensión de un texto, Gaetano Righi opina que la filología lleva consigo virtualmente la vocación interpretativa además de la aptitud para la crítica textual (citado en González Fernández, 2003). Por su parte, Lasso de la Vega afirma que la tarea de la filología se concreta en los siguientes aspectos:
Para lograr estos objetivos es necesario el apoyo de otras disciplinas, y es en este aspecto donde Pere Quetglas i Nicolau (citado en González Fernández, 2003) fue más específico, pues dividió las disciplinas relacionadas con la filología en dos grandes grupos: a) la filología formal que se encarga de entregar un texto que nos permita su comprensión a un nivel primario, y para ello hará uso de la paleografía, epigrafía, codicología, papirología y lingüística; b) la filología real ayuda a comprender por completo el texto ya asumido a nivel primario, y para ello hará uso de la geografía, la historia, la religión, la filosofía y todas aquellas ciencias humanas y sociales necesarias.
Otros autores, como Vittore Bianca (citado en Clark de Lara, s/f: 8), prefieren utilizar definiciones que sustituyan los términos de filología formal y real, y definen la filología como la “disciplina que comprende fundamentalmente la ecdótica y la hermenéutica, es decir, la recuperación del texto exacto y la interpretación que condiciona los valores ideológicos, sociales y estéticos”. Por otra parte, Alberto Blecua Perdices explica quién designó el vocablo ecdótica, y cuál es su objetivo:
Dom Quentin acuñó en 1926 un nuevo término, Ecdotique (‘Ecdótica’) […] y otros [autores] dan a este término un significado más extenso, puesto que incluiría, además de su núcleo puramente filológico –la crítica textual−, todos los aspectos de la técnica editorial, como es la disposición, titulación, el uso diferenciador de los caracteres gráficos, ilustraciones, etc. (Blecua Perdices, 2001: 18)
Se puede advertir en esta cita que el término es empleado para designar tanto el método de la recuperación de los textos, así como su interpretación. Debido a esto, se propone que los vocablos ecdótica y hermenéutica sean utilizados, el primero para el método de recuperación, y el segundo para la interpretación. Con esto se busca evitar confusiones terminológicas.
Para comprender el objetivo de la ecdótica, es necesario recurrir a la Teoría de la comunicación humana, iniciada por Roman Jakobson, donde propone que el lenguaje debe investigarse en toda la variedad de sus seis funciones, para comprender el acto de la comunicación verbal (Jakobson, 1988: 81). Dichas funciones se conceptualizaron de la siguiente manera:
El emisor, es la persona que transmite los contenidos emotivos mediante signos indicadores llamados mensaje, y éste a su vez conforma una estructura completa de significación y comunica; el mensaje está destinado a un receptor, quien es influido en su comportamiento cuando participa de la comunicación.
Sin embargo, para que pueda haber una comunicación eficaz es necesario que el emisor se valga de un canal material entre el emisor y el receptor; esto se logra a partir de la voz, con signos gráficos, con el rostro, el cuerpo y otros medios que portencialmente puedan comunicar. Por otra parte, el mensaje requiere un contexto de referencia, captable por el receptor, éste puede ser verbal o capaz de verbalizarse (si no fuera de esa manera, no se podría entender dicha información). De la misma forma, es necesario un código entera o parcialmente común entre el emisor y el receptor, dicho código no es otra cosa que el repertorio de unidades convencionales que se utilizan para transmitir el mensaje (lenguaje hablado –idioma–, signado o kinestésico), (Jakobson, 1988: 81).
Jakobson afirma que en toda comunicación humana se encuentran estos seis elementos, y por eso es importante identificarlos todos. Sin embargo reconoce que es necesario advertir que estas funciones tienen un orden jerárquico diferente al momento de estudiarlos, y éste se da según el tipo de estructura verbal que se interprete. Las necesidades de esta investigación han modificado la jerarquía de las funciones. Por ese motivo, para analizar las obras literarias, se reorganizará el esquema de la comunicación de la siguiente manera: el emisor se constituye por el escritor, el mensaje es el texto, y el receptor son los lectores de dichas obras literarias (ver ilustración 1).3
En la comunicación también se dice que todo aquello que impida la buena transmisión de un mensaje se le denomina ruido (Fernández de Loyola, 2005). En ecdótica un ruido se puede encontrar a través de seis errores principales: a) por adición, cuando se repite una letra, una sílaba, una palabra o una o más frases; b) por omisión, cuando se omite una letra, una sílaba, una palabra o frase de extensión variable; c) por alteracióndel orden, cuando dos elementos habitualmente contiguos –letras, sílabas, palabras, frases– invierten su orden; d) por sustitución, cuando se cambia una palabra poco frecuente o desconocida por otra de grafías similares; e) errores ajenos a una persona, son todos aquellos casos de pérdidas de palabras, frases o pasajes, a veces de extensión muy considerable, debidos a agentes destructores como el tiempo, la humedad, el fuego y la polilla (Blecua Perdices, 2001: 18-25); f) por censura, cuando los textos son alterados por editores u otras personas encargadas de censurar palabras o pasajes de obras (Fernández de Loyola, 2005).
Por esa razón la Ecdótica se encargará de fijar un texto, generalmente literario, tal y como salió de las manos de su autor, depurándolo de imperfecciones y errores acumulados con el paso del tiempo (Fernández de Loyola, 2005).
Antes de comenzar un trabajo de recuperación de obras, es necesario conocer el tipo de texto con el que se cuenta. Existen tres tipos de textos con características particulares: los manuscritos se reconocen por ser obras escritas a mano, los textos mecanografiados se realizan utilizando una máquina de escribir, y los textos impresos se realizan en las casas editoras con máquinas diseñadas para esa labor.
Los manuscritos a su vez se dividen en dos: los autógrafos y los apógrafos. Los autógrafos son textos escritos por el propio autor, pero existen tres variantes: 1) el borrador, que consiste en un escrito hecho por el autor sobre el que luego hace enmiendas y correcciones; 2) el original, que consiste en la copia cuidada del borrador; 3) la copia autógrafa, que consiste en una copia hecha sobre el original o sobre otra copia del original (Fernández de Loyola, 2005).
El segundo tipo de manuscritos recibe el nombre de apógrafo y su principal característica consiste en ser una copia hecha sobre el manuscrito original o sobre otra copia del original; sin embargo, el apógrafo no está hecho por el autor (Fernández de Loyola, 2005).4
Por otra parte, es posible escribir hasta cinco textos mecanografiados originales (Cobiella de Giménez, 2008) alternando hojas blancas con papel carbón, el cual impregna sus pigmentos en dichas hojas, logrando las mismas características tipográficas (Menéndez Díaz, 2006).
En ecdótica también es importante saber de qué manera nos llega la obra, y a este fenómeno se le conoce como transmisión. Existen dos tipos de transmisión: cuando la obra que se estudia se encuentra de forma completa o parcial, se le conoce como transmisión directa. Cuando sólo nos llegan trozos de un texto encontrados en otras obras, o sólo referencias o pasajes existentes en otros textos, se le conoce como transmisión indirecta (Fernández de Loyola, 2005).
Una vez identificado el origen de los textos, se procede al trabajo ecdótico dividido en dos grandes fases: la primera se denomina recensio [recensión], y tiene como fin delimitar la filiación y jerarquías de los testimonios encontrados; la segunda fase se denomina constitutio textus [reconstrucción de la obra]. Ésta es la parte decisoria, por lo tanto es la más complicada, ya que tiene como fin dar un texto crítico concreto a los lectores (Blecua Perdices, 2001: 33, 60).
Podría suceder que en la búsqueda de textos literarios se encuentre un solo testimonio; en ese caso la atención se enfocaría en la segunda fase del trabajo ecdótico [constitutio textus]. Si por el contrario, se encuentra varios textos que aludan a una misma obra, es necesario realizar la recensión (Fernández de Loyola, 2005). Para realizarla es necesario avanzar sobre tres puntos importantes:
Se llama fontes criticae a la fase de acopio de todos los textos posibles, dependiendo del autor o época histórica que se quisiera encontrar (Blecua Perdices, 2001: 34).
Collatio codicum se denomina el momento de cotejo de todos los testimonios entre sí para determinar las variantes (Blecua Perdices, 2001: 34). Clark de Lara menciona que este momento es importante ya que se podría contar con obras que en realidad son copias de otras que también se han encontrado. Si se llegan a encontrar estos documentos, es necesario desecharlas porque no aportan elementos significativos –este proceso recibe el nombre de eliminatio codicum descriptorum– (Clark de Lara, s/f.: 13).
Cuando se tengan los textos definidos se procederá a la examinatioy selectio de las variantes. La intención de esta fase es trazar un posible stemma codicum, o árbol genealógico de donde provienen todos los textos con diferentes errores (Blecua Perdices, 2001: 34). Se llamará texto base o arquetipo a aquel texto que será realizado tomando en cuenta todas las variantes que se encuentren en los textos supervivientes. Estas variantes, a su vez, recibirán el nombre de testimonios descendientes subarquetipos(Blecua Perdices, 2001: 68).
Se definirá como constitutio textus a la fase decisoria y más pragmática que tiene como fin dar un texto crítico concreto a los lectores (Blecua, 2001: 33). Por lo tanto, en esta segunda fase se tiene como objetivo constituir, según el testimonio de los manuscritos supervivientes, la más antigua forma recuperable del texto que yace tras ella (Clark de Lara, s/f: 13). Sin embargo, para obtener el arquetipo, Blecua Perdices (2001: 31-33) menciona que será necesario completar otra serie de pasos.
En la examinatio y selectio de las variantes se buscará la filiación de los testimonios, examinando e investigando el origen de las variantes. Con ello se determinará si son adiciones del autor o posibles errores. Blecua Perdices menciona que ésta es una fase muy delicada, porque para conocer el error o la innovación se requiere el conocimiento de la lección auténtica o de la lección correcta, lo que habitualmente se consigue, y no del todo, una vez analizadas todas las variantes y trazada la filiación de los testimonios (Blecua Perdices, 2001: 47-48).
El siguiente paso se conoce como emendatio ope ingenii (enmienda por conjetura), y consiste en detectar contaminaciones, ya sea de copistas o tipógrafos, a través de criterios mecánicos e interpretativos para restituir el trabajo del escritor. Este también es un punto muy delicado, ya que para realizarlo es necesario tener en cuenta los siguientes aspectos: a) la lectio difficilior, nos involucra en una lectura más próxima al pasaje original de la(s) obra(s); b) el usus scribendi significa conocer el estilo del autor y su época; c) para la conformatio textus es necesario conocer el contexto, tanto de la obra como del autor; y d) la res métrica, es el conocimiento que el investigador debe tener sobre los aspectos formales de la métrica, sobre todo cuando se trata de obras escritas en verso o prosa rítmica (Blecua Perdices, 2001: 124).
Se conoce como dispositio textus el momento donde se debe presentar el texto de tal manera que, manteniendo aquellos rasgos significativos, evite las ambigüedades motivadas por una deficiente pronunciación y puntuación. Por esa razón en esta parte se resolverán los problemas ortográficos y prosódicos para disponerlo de la manera más eficaz (Blecua Perdices, 2001: 137). Este punto también puede presentar variantes, sobre todo cuando la intención es modernizar la ortografía y puntuación (Clark de Lara, s/f: 20).
Cuando se completan las fases anteriormente descritas, el investigador posee una cantidad considerable de elementos que agregará a la obra restituida y destinada a la impresión. Por esta razón Blecua Perdices (2001: 147-152) denominará aparato crítico al conjunto de variantes y notas que el editor considere necesario incluir para justificar la selección de una variante o una conjetura. Este autor menciona que un correcto aparato será aquel que permita al lector seguir la relación de variantes sin mayores esfuerzos que los propios de la lectura, de por sí penosísima. Para esta labor, es importante presentar una aparato crítico dividido en categorías de variantes, a saber: 1) en el primer apartado es necesario incluir en subdivisiones los siguientes elementos: las adiáforas,5 las variantes del autor, y las enmiendas de los editores; 2) en el segundo apartado se incluirá las variantes con los errores e innovaciones de familias y testimonios; 3) en el tercer apartado se incluirá los errores accidentales del copista, las variantes gráficas y, si es necesario, las variantes de puntuación. Finalmente, después de este aparato de variantes, en dos apartados distintos irán las notas justificativas de la selección de variantes y de las enmiendas, y las notas de tipo léxico y cultural en general (Blecua Perdices, 2001: 150).
Otro aspecto importante en la filología consiste en definir el tipo de edición que se desea realizar a la obra. Fernández de Loyola (2005) nos menciona siete tipos de ediciones:
Edición facsímil(ar) o mecánica. Este tipo de edición reproduce el texto tal como es por medio de la fotografía. En este procedimiento el filólogo no realiza la recensio y la constitutio textus, pero asesora sobre los textos fotografiados. Estas ediciones tienen un gran interés literario ya que permiten a los estudiosos tener en manos los originales, lo que hubiera sido imposible de otra manera. Hoy en día también podría decirse que las fotocopias, microfilmes, fotografías digitales y la recuperación a través del escaner se asemejan a los facsímiles, ya que nos proporcionan un acervo original; y en el caso de los dos últimos es posible reproducirlos en las computadoras con excelente calidad de impresión.
Edición paleográfica o diplomática. Este tipo de ediciones tienen como objetivo reproducir por medio de la imprenta un texto conservado en un manuscrito, respetando íntegramente sus características (tipo de grafía, abreviaturas, puntuación e incluso errores si los hay) porque es un texto histórico y no conviene modificarlo. Este tipo de ediciones suelen utilizarse para los textos de los que queda un único ejemplar.
Edición crítica. Esta es la edición más ardua, pues consiste en reproducir lo mejor posible un texto que nos ha llegado con numerosas variantes y del que poseemos varios testimonios divergentes. El propósito de esta edición es acercarse al original del que no disponemos. Para hacer una edición crítica debe haber por lo menos dos versiones de la obra y que su autor no haya escrito las razones de los cambios mientras vivía.
Edición anotada. Esta edición no es propiamente crítica, sino el texto editado lleva notas explicativas o signos convencionales, al margen o a pie de página, escritos por una persona distinta del autor, con el objeto de aclararla o ponerla al día (Martínez de Sousa, 1993: 295).
Edición modernizada. En este tipo de ediciones se modernizan las grafías pero no suelen modificar el texto o la sintaxis. El objetivo es hacer obras dirigidas a los estudiantes para que no se les dificulte las grafías antiguas.
Edición moderna. Este tipo de ediciones traducen la obra a la lengua actual; su intención es intervenir sobre el texto actualizándolo.
Edición bilingüe. Díaz Alejo (2003: 10), menciona que esta edición consiste básicamente en presentar la traducción de una obra a otro idioma. Sin embargo, es necesario que el editor crítico cuente con una excelente preparación para que al momento de traducir la obra se pierda el mínimo de contenido expresivo o cultural. Es necesario que los traductólogos comprendan los mecanismos intelectuales que sirven para hacer realidad la operación de comunicación inter- lingüística (Tricás Preckler, 1995: 29).
Adaptaciones. El objetivo es adaptar una obra a un público determinado.
Rosado y Ortega (2004) mencionan que la hermenéutica tuvo principalmente dos tipos de interpretaciones: por un lado se consideraba que la historia se podía interpretar de manera “objetiva”; por otra parte, se afirmaba que primero era necesario pensar en el horizonte de intelección que cada individuo posee, ya que de ahí se abría un abanico de posibilidades para la interpretación histórica, por lo tanto, el trabajo hermenéutico se debía fundamentar en el individuo que es el sujeto de la intelección (Rosado y Ortega, 2004: 72-74).
En la década de 1970, Emerich Coreth desarrolla su pensamiento respecto al problema hermenéutico, para determinar ciertos elementos constitutivos de la intelección, tanto personal como histórica. Él menciona que la intelección muestra, primeramente, una estructura de diálogo, pues es necesario que las personas se comuniquen para que ambas entiendan el sentido de sus palabras (Coreth, 1972: 133). También menciona que a través del diálogo los puntos de vista pueden encontrarse y profundizarse, y gracias a esto, no sólo se entiende lo que quiere decir el interlocutor, sino también se entiende al sujeto que se encuentra detrás de esa afirmación. A esto se llama intelección humana(Coreth, 1972: 133).
De la misma forma, el autor comenta que la intelección también tiene estructura de horizonte, y por ésta se indica al contexto en que el sujeto vive, el cual procede de un trasfondo de experiencia o de una situación determinada, y todo esto le da sentido al sujeto de la intelección (Coreth, 1972: 97). Sin embargo, estas estructuras –dialógicas y de horizonte– mediadoras entre el sujeto y el objeto de conocimiento, provocan limitaciones en el proceso intelectivo. Por un lado, al estar el sujeto condicionado por su mundo y su historia –a través del horizonte–, no puede saber nada ‘absolutamente’, y el sujeto se transforma en ‘objeto’ de su mundo, antes de que pueda ser el propio sujeto del conocimiento (Coreth, 1972: 134). Por otra parte, el lenguaje crea otra limitación en el sujeto, ya que en el diálogo es probable que el interlocutor se convierta en oponente porque se exprese con usos lingüísticos que no son usuales (Coreth, 1972: 143), o porque el otro tenga una visión “extraña”, es decir, se encuentra en un mundo distinto, con su propio contexto y su propia experiencia y valoración. Aunque se entienda lo que dice, su horizonte es el que impide comprender totalmente porque choca con el horizonte del interlocutor (Coreth, 1972: 144).
Estas limitaciones que tiene el sujeto reciben el nombre de choques contra el límite. Coreth menciona que éstos se presentan en dos momentos: por un lado se observa un choque hacia atrás, el cual obliga al sujeto a reflexionar sobre su propio modo de intelección con el objetivo de conocer los límites de su horizonte. A su vez se realiza el choque hacia adelante, cuando el sujeto observa su límite y se abre paso para esforzarse y entender al otro a partir del mundo que aquél tiene, de su manera de ver y de sus presuposiciones (Coreth, 1972: 145). Coreth argumenta que estos choques son importantes en el proceso intelectivo, ya que gracias a ellos el horizonte personal de comprensión está dispuesto esencialmente a ser ampliado y enriquecido por concepciones y experiencias posteriores (Coreth, 1972: 146).
Después de explicar el proceso de intelección en las personas, Coreth centra sus argumentos en las clasificaciones que tiene el entendimiento. De ello resulta significativa la mención que hace del entender histórico, descrito de la siguiente manera:
Se trata de entender en su contexto histórico, hombres del pasado, sus obras, sus hechos, destinos y decisiones. Para lograr entender estos acontecimientos necesitamos recurrir a los testimonios objetivos de la historia. Estos testimonios son obras producidas por los hombres como edificios, instrumentos y obras de arte (Coreth, 1972: 78).
El autor comenta que la intelección histórica es similar a la humana: para comprender, los seres humanos dependen de las palabras, los gestos o la conducta (Coreth, 1972: 79). Sin embargo, la diferencia radica en que las personas pueden encontrarse presentes y si tenemos dudas sobre lo que dicen, podemos preguntarles para que nos contesten, y así se establece un nuevo diálogo. En cambio, el texto sólo puede entenderse en la medida en que se identifique en contexto; con ello se conocerá el trasfondo cultural, la manera de pensar y el uso lingüístico del autor (Coreth, 1972: 79), es decir, la tradición de la cual proviene el texto.
Para lograr lo anterior, Coreth sugiere a los filólogos preguntar en las obras escritas en el pasado, qué es lo que entonces se dijo y qué significó en la lengua, en la mentalidad, en el trasfondo de la situación histórica y cultural, y también en la situación concreta y desde la intención determinada del escritor (Coreth, 1972: 184).
A partir de lo expuesto por Coreth, se puede pensar en el aparato crítico como una introducción al texto que permita ampliar los dos tiempos del choque contra el límite, sobre todo si se piensa en lectores que por primera vez se acercan a la obra en cuestión. Generalmente, las ediciones –independientemente de la que se decida realizar– introducen el texto con un trabajo crítico o hermenéutico, que presenta los siguientes aspectos:
Una biografía del autor. En este apartado se incluye las actividades literarias, intelectuales, políticas, etc., en las que el autor de la obra rescatada haya participado.
El análisis propiamente literario. Aquí se realiza un trabajo analítico de la obra en cuestión. Este punto presenta muchas variantes, pues no existe una norma para realizar dicho análisis. Aquí interviene principalmente la “tradición académica” de quien presenta el estudio. Puede ser que el analista se haya enfocado en trabajos de crítica psicologista, y en ese caso, el trabajo crítico intentará demostrar qué aspectos de la obra literaria están relacionados con la vida del autor real; otra opción se presenta cuando el analista proviene de una tradición sociológica, y en este caso, relacionará aspectos de la novela con algún momento histórico y cultural. Como se ve, la gama del análisis es tan amplia como los horizontes intelectivos de los analistas.
Las normas de edición. Se presentará al lector las características de la edición que tiene en sus manos. Primeramente definirá qué tipo de edición realizó (facsimilar, crítica, etc.), de esta manera podrá enfocar sus explicaciones a los aspectos particulares de la misma.
Los índices de abreviaturas y siglas. Es importante y práctico agregar después de las normas un índice de todas las abreviaturas y siglas que se utilicen en la edición. De esta manera se economizará en información que pueda entorpecer la lectura (McGrady, 1990: 307-308). Con el índice al principio se tiene la facilidad de agregar únicamente las siglas en las notas correspondientes, y quien no sepa el significado, acudirá a este índice para su comprensión.
Como se ha podido observar, el trabajo filológico requiere un doble método para su aplicación. Por un lado, es necesario conocer y obtener todos los elementos para la conformación del arquetipo o texto final, dependiendo del tipo de edición que se realice. Por otra parte es necesario que el filólogo conforme un aparato crítico que contribuya a una mayor comprensión de la obra, autor y situación histórico-cultural.
Se ve entonces la necesidad de adentrarse a esta rama de la literatura con la convicción de que coadyuvará en los trabajos de investigación de la literatura, particularmente, la producida en México desde la conquista hasta aproximadamente la primera mitad del siglo xx. Por fortuna, nuestro país cuenta con valiosos archivos de donde se puede recuperar información con ayuda de la filología, pues como dice Delia Pezzat “el estudio, la lectura e interpretación de esos documentos es de gran importancia no sólo para valorar una de nuestras riquezas culturales, sino para encontrar información de primera mano” (Pezzat, 1990: 19).
Por otra parte, el trabajo filológico abre nuevas opciones laborales y de investigación. Dedicarse a la literatura no sólo quiere decir crear obras artísticas o estudiar autores contemporáneos. Es necesario reconocer que tenemos un pasado literario que ha nutrido las narraciones modernas. Por lo tanto, el estudio y conocimiento de obras creadas con anterioridad, ayudará a encontrar esas tradiciones literarias que autores anteriores plasmaron en sus creaciones.