Transiciones
Introducción
la iniciativa Fomento a la Lectura y Escritura, cuya finalidad es promover prácticas situadas de lectura y escritura con personas jóvenes y adultas que estudian en círculos de estudio o plazas comunitarias del INEA a los que se han ido incorporando familiares e integrantes de la comunidad. Uno de los ejes fundamentales es la creación de espacios propicios para el aprendizaje colaborativo, articulados en torno a la lectura, investigación y escritura de las prácticas y producciones locales. En este texto se describen algunos resultados y aportaciones de experiencias relacionadas con la apropiación de prácticas de lenguaje escrito, a partir de los intereses y necesidades de las personas.
Promover actos de lectura y escritura entre personas jóvenes y adultas que estudian la educación básica en contextos no escolarizados, resulta complejo. Una de las premisas generales es: la lectura puede ser significativa en la medida que se descubre su valor a través de la escritura de textos propios; textos vinculados con sus intereses, necesidades, expectativas y características del contexto. Se entiende a los actos de lectura y escritura como hechos sociales que ocurren en un tiempo y en un espacio determinados y que se comparten en una comunidad específica (Cassany, 1999). Es así que, considerando las condiciones y requerimientos de las personas participantes y los contextos locales, se han impulsado prácticas de lectura y escritura situados, en torno a un eje articulador: las prácticas y producciones culturales de las comunidades dirigidas a valorar, recuperar, documentar y difundir expresiones propias de los contextos culturales donde se ubican los espacios educativos del INEA.
En los círculos de lectura que forman parte de esta iniciativa, los participantes tomaron la decisión de investigar y escribir sobre: remedios medicinales tradicionales; fiestas patronales de pueblos y barrios; recetas de cocina de sus padres y abuelos; costumbres como las calaveritas para el día de muertos. Algunos se reunieron para compartir cuentos; intercambiar cartas para celebrar y promover la amistad, y trabajar periódicos murales sobre temas de interés para la comunidad, como salud, prevención de la violencia doméstica, entre otros. Los participantes invitan a artesanos y artistas locales (pintores, cronistas, poetas, cantautores, artesanos textiles, titiriteros, etc.) para compartir con ellos su oficio, saberes y creatividad.
Los temas sobre los que se conversa, se lee, escribe, investiga y aprende son una oportunidad para la reflexión y el aprendizaje colectivo. De acuerdo con Freire (1983), la palabra implica ante todo una forma particular de interpretar, de concebir, reinterpretar y leer críticamente la realidad. La construcción de un texto cobra sentido en la medida en que se entrelaza, se construye y deconstruye en estrecho vínculo con la oralidad, con los otros lenguajes que coexisten en la vida cotidiana, que se ligan con las prácticas culturales en las que participan las personas, día a día. En suma, las personas que participan en los círculos de lectura, comparten propósitos, estrategias, metodologías y procedimientos para dialogar, intercambiar sus prácticas y producciones; las modifican y adecúan a sus intereses, requerimientos y características del contexto.
La lectura y escritura como prácticas situadas. La construcción colectiva de una metodología
En esta iniciativa aún vigente,[1] se busca favorecer la permanencia de las personas que integran los círculos de estudio y apoyar al asesor o figura solidaria para que guíen la participación colectiva; el diálogo en el que se compartan saberes, experiencias, nuevos conocimientos, y la búsqueda de soluciones a problemas; así como para que reconozcan y documenten, de diferentes maneras, saberes y prácticas culturales de sus comunidades. Con respecto a la documentación de las experiencias, se utilizan técnicas etnográficas para acceder, caracterizar y documentar las prácticas locales de producción oral y escrita. El enfoque para analizar y orientar las prácticas generadas tiene como referentes las aportaciones de Erickson, (1988), Lave y Wenger (1991) y Vygotsky (1988). Se realizan observaciones participantes y no participantes, entrevistas, notas de campo e informes de visitas. Se recuperan producciones impresas y digitales, registros audiovisuales y fotográficos, mismos que forman parte de la comunidad virtual de aprendizaje, en la que participan las 29 entidades que hasta ahora forman parte de la iniciativa.[2]
La lectura y escritura como satisfacción personal
Los procesos de educación con personas jóvenes y adultas son discontinuos y complejos, ya que tanto los educandos como otras figuras educativas cuentan con tiempo y recursos limitados para el estudio porque viven situaciones sociales y económicas de sobrevivencia. Este contexto genera movilidad constante de figuras educativas y poca constancia en los procesos por parte de los educandos. Los círculos de lectura y escritura, que inicialmente se promovieron como un espacio adicional a las sesiones de “asesoría regular”, poco a poco han empezado a ofrecer a los participantes satisfacciones personales y grupales.
Aprendí —dijo una figura educativa de Puebla— que las personas jóvenes y adultas deben descubrir por sí mismas el placer de leer y escribir; que los círculos de lectura no son bibliotecas donde ir a leer cada individuo en solitario, sino centros de convivencia donde se realizan actividades de lectura y escritura no escolarizadas; que retomar saberes y tradiciones es importante y ayuda a generar el gusto por la escritura.
Otro participante en el estado de Querétaro, en 2015, expresó: “Quizá no escribimos mucho, quizá no nos sentamos a leer un libro entero, pero sí nos sentamos a conversar, a conocernos, a platicar sobre lo que nos gusta o no, lo que nos interesa o nos inquieta, nos sentamos a escucharnos, a mirarnos, a leernos los unos a los otros”.
Una aproximación al perfil de las personas que conforman los círculos de lectura
Las personas jóvenes y adultas participantes, como figuras educativas del INEA y miembros de las comunidades donde se encuentran los círculos de lectura, tienen perfiles muy diversos. Esta iniciativa recogió testimonios de 31 círculos de lectura en 2017: dos en Baja California, nueve en Guanajuato, 10 en Morelos y 10 en Nuevo León. En estos 31 círculos de lectura, participaron 100 figuras educativas, 205 educandos y 92 personas de las comunidades que se sumaron a los círculos para leer y escribir.[3]
De las 100 figuras educativas, 69 son mujeres y 31 hombres, 56 tienen entre 25 y 50 años, 27 son mayores de 50 y sólo 17 de ellos son menores de 25 años. De los 205 educandos, 143 son mujeres y 55 son hombres; 25 están estudiando el nivel inicial de alfabetización, 82 el nivel intermedio (primaria) y 93 el nivel avanzado (secundaria); 81 de estos participantes son menores de 25 años y 57 son mayores de 50 años; 92 se dedican al hogar (mujeres) y 74 siguen estudiando al mes de agosto de 2017.
Con base en los primeros testimonios recogidos de estos círculos de lectura, se puede decir que la comunicación, la convivencia y la colaboración generada en los círculos alientan su asistencia, lo cual favorece la permanencia de los estudiantes en el INEA y que no abandonen los estudios. Estas personas son jóvenes, en su mayoría. Amigos y familiares de los educandos se han sumado a los espacios educativos para leer y escribir sólo por el gusto de hacerlo.
Principales razones para participar en un círculo de lectura
De un primer análisis de testimonios de los participantes (figuras, educandos y miembros de las comunidades) al preguntarles sus razones para acercarse y participar en los círculos de lectura, resultaron tres motivaciones principales: 1. La necesidad de convivencia, de ser escuchados y de escuchar a otros, es decir, la necesidad de comunicación, 2. El placer que les produce leer y 3. La solidaridad de aportar y de ayudar a otros. Éstas son las siguientes:

Algunas experiencias de aprendizaje
Entre las experiencias significativas generadas, podemos mencionar la de un centro de rehabilitación en el que un grupo de jóvenes y adultos conformó, poco a poco, su círculo de estudio y con ello transformó por horas, días, meses, su condición de encierro. Sus producciones orales y escritas engarzan historias de vida y las transforman mediante la actividad colectiva. En estos textos orales y escritos la categoría de intertextualidad cobra significado. Ellos lograron organizar una ceremonia de cierre de actividades en la que convivieron autoridades del centro, sus familiares y otros invitados. Cada uno de los autores que escribió su palabra lo hizo con apoyo de los otros. “No fue fácil empezar”, “no fue fácil integrar el grupo”, “llevó tiempo”, dijeron. Los textos derivados de esta experiencia esperaron largamente para ser imaginados, escritos, leídos y sentidos. Uno de sus autores explicitó: “[...] no sabía (el INEA) lo que aquí iba a pasar [...]”
Otros de los resultados relevantes de la experiencia son las antologías que integran producciones escritas de las personas que participan en los círculos de lectura. Los textos de estas antologías se comparten con personas de diversos espacios educativos, de tal manera que sirven como material de lectura interesante y atractivo, producidos por personas de otras comunidades. Durante 2015, por ejemplo, se integró una antología de textos multitemáticos, en distintos formatos: escritos en prosa, leyendas, memorias, dibujos, cartas, poemas, canciones, vídeos, entre otros. En 2016, se conformó otra relacionada con el tema: “Historias de cocina”. Durante tres meses, los participantes se organizaron para construir sus textos y hacer la selección de cinco de las aportaciones de cada entidad participante para conformar la antología.
En 2017, se propuso trabajar alrededor de la investigación, la recuperación y la escritura de historias de personajes significativos de las comunidades. Se convocó a participantes de 29 entidades que actualmente llevan a cabo el proyecto a escribir la historia de personas vivas y reconocidas de la comunidad por su aportación a la vida educativa, social, artística, económica, cultural o política; por ejemplo, un maestro de escuela; el artesano encargado de realizar los retablos para la fiesta patronal; la mujer que ha enseñado a varias generaciones la receta tradicional de la comunidad; la curandera del pueblo o colonia; o el artista (pintor, escultor, artesano, etc.).
Consideraciones sobre las aportaciones de la iniciativa de fomento de la lectura y escritura con personas jóvenes y adultas
Esta experiencia ha promovido la integración grupal y prácticas de trabajo colaborativo en las comunidades. Los participantes no sólo investigan, también documentan y comparten textos orales y escritos de su interés. Uno de los principales retos a superar es la invisibilidad de experiencias de aprendizaje generadas por las propias personas, que no están basadas en un curriculum formal sino en prácticas de convivencia libre y sin otro interés que el gozo de aprender y compartir. Las experiencias se generan en la comunidad como parte de sus propósitos reales donde se entrelazan de manera dinámica el lenguaje oral, escrito, el hacer, el sentir, el pensar, y favorecen el intercambio de conocimientos. Estas prácticas favorecen la construcción local de los denominados aprendizajes del siglo XXI (Reimers y Chung, 2016).
La participación activa en contextos y situaciones específicas, para responder a propósitos establecidos por las propias personas de las comunidades, favorece el aprendizaje situado. Asimismo, la realización de prácticas que consideren el contexto del sujeto que aprende resulta vital para engarzar la historia personal con los significados particulares propios de una cultura y tiempo determinados (Hernández et al., 2013).
Escribir un texto no sólo requiere del conocimiento y uso de convenciones, precisa una articulación con el pensar, sentir y hacer. Escribir una historia de la comunidad o una receta de cocina se liga a otros textos orales y escritos a lo largo de la existencia, a momentos familiares, festejos, momentos especiales, olores y sabores. Las palabras que se organizan para escribir un texto están enraizadas en vivencias propias y ajenas, entrelazan la propia historia y muchas historias, convocan tiempos y situaciones diversas plasmadas en la palabra escrita. Es necesario hacer una exploración más a fondo acerca de cómo estas prácticas de lectura y escritura se van engarzando con la vida cotidiana de las personas jóvenes y adultas y de qué manera pueden ir enriqueciendo sus experiencias de vida.
Referencias
Cassany, D. (1999), Construir la escritura, Barcelona, Paidós.
Erickson, G. (1988), Reflection in teacher education, New York, Pacific Educational Press.
Freire, P. (1983), La educación como práctica de libertad, Madrid, Siglo XXI.
Hernández F., G. et al. (2013), “Educación con personas jóvenes y adultas”, en B. Salinas A. Educación, desigualdad y alternativas de inclusión 2002-2011, México, ANUIES/COMIE (Estados del conocimiento).
Lave, L. y E. Wenger (1991), Situated Learning: Legitimate perpheral participation, Cambridge University Press.
Reimers, F. y C. Chung (ed.) (2016), Enseñanza y aprendizaje en el Siglo XXI, México, Fondo de Cultura Económica.
Vygotsky, L. (1988), El desarrollo de los procesos sicológicos superiores, México, Grijalbo.
Notas