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Entre desposesión y resistencia: experiencias barriales de mujeres en Valparaíso, Chile*
Between dispossession and resistance: women’s neighborhood experiences in Valparaíso, Chile
Revista Austral de Ciencias Sociales, vol. 44, núm. 1, pp. 219-232, 2023
Universidad Austral de Chile

ARTÍCULOS



Recepción: 07 Marzo 2022

Aprobación: 13 Abril 2023

DOI: https://doi.org/10.4206/rev.austral.cienc.soc.2023.n44-12

Financiamiento

Fuente: Fondecyt Iniciación

Nº de contrato: 11180372

Financiamiento

Fuente: Fondecyt Regular

Nº de contrato: 1210677

Resumen: El artículo se interesa en los relatos de experiencias barriales pasadas y presentes de mujeres de edad y trayectoria familiar distinta, obtenidos en el marco de trabajo de terreno realizado en 2019 y 2020 en tres barrios de Valparaíso (Chile). Entre desposesión y resistencia, sus experiencias barriales ponen en tensión la idea dominante de barrio como espacio compartido y soporte de construcción identitaria colectiva. A partir del análisis de sus relatos, el artículo explora las ideas de recuperación y de identidad barrial desde una mirada crítica de género.

Palabras clave: Desposesión, resistencia, género, experiencias, barrio.

Abstract: This article focuses on the narratives of past and present neighborhood experiences of women from different ages and family backgrounds, obtained in the context of a field work carried out in 2019 and 2020 in three neighborhoods of Valparaíso (Chile). Between dispossession and resistance, their experiences stress the dominant idea of neighborhood as a shared space and of support for the construction of collective identity. Based on the analysis of their stories, the article explores the ideas of neighborhood recuperation and neighborhood identity from a critical gender perspective.

Keywords: Dispossession, Resistance, Gender, Experiences, Neighborhood.

1. Introducción

El artículo presenta resultados acerca de experiencias barriales de mujeres, obtenidos en el marco de un trabajo de terreno realizado en 2019 y 2020 en tres barrios de Valparaíso. A partir del análisis de sus relatos, aportamos datos empíricos que permiten discutir la concepción dominante del barrio como lugar identitario y comunitario compartido. El artículo parte de la constatación de que, en los últimos años, el barrio se ha usado como una escala de intervención privilegiada de las políticas públicas urbanas (Letelier 2020; Tapia 2018). En este marco, en Chile, la expresión “recuperación barrial” ha ocupado un lugar cada vez más importante en los discursos institucionales y en las reivindicaciones sociales por la promoción y la defensa de la identidad barrial. Hoy, la idea de “recuperación barrial” se refiere tanto al mejoramiento de los espacios públicos y de las infraestructuras, la sensibilización y participación de los habitantes a la vida social y política del barrio para favorecer la apropiación y el uso de estos espacios públicos, como a la valorización de la idea de comunidad e identidad barrial (Campos y Dupré 2021). Desde una concepción ecológica del barrio como lugar comunitario e identitario homogéneo (Letelier 2018, 2020), las instituciones públicas como las organizaciones vecinales, desarrollan y difunden discursos acerca de la identidad barrial y de las formas de valorizarla y protegerla. Se comparten así, valores asociados al barrio como lugar de cercanía y encuentro, con relaciones vecinales fuertes basadas en la confianza, la cohesión y el respeto. Se defiende también un ideal de autogestión y de autocontrol de este territorio en el cual se protegerían y se transmitirían las memorias, los valores y el espíritu familiar del barrio (Colin et al. 2021; Colin 2017). Bajo este aspecto, la “recuperación barrial” se aborda en la literatura como una práctica y un discurso de resistencia contra formas de desposesión urbana que se concretan tanto en la presión inmobiliaria y la destrucción de hogares, la pérdida los vínculos sociales y vecinales debido a la fragmentación socioterritorial y el sentimiento de inseguridad (Letelier 2020), como en la experiencia de desarraigo (Butler y Athanasiou 2017) vivida por habitantes que desean reencontrar valores y estilos de habitar de antaño (Colin et al. 2021).

En este artículo, planteamos que estos discursos y estas prácticas, sin embargo, pueden invisibilizar otras formas de desposesión y de resistencia en los mismos barrios, que afectan particularmente a las mujeres. Partiendo de este supuesto, el artículo aborda el fenómeno de la “recuperación barrial” y el discurso identitario que conlleva desde una mirada crítica de género. Con este objetivo, busca evidenciar que el discurso dominante sobre la identidad barrial deja de lado múltiples experiencias pasadas y presentes de mujeres que no comparten ni participan de este mismo ideal barrial. El artículo se enmarca en una línea de trabajos que evidencian y analizan las desigualdades de género en términos de acceso a la vida urbana (Larreche y Cobo 2021; Lindón 2020; Pérez Sanz y Gregorio Gil 2020; Czytajlo 2017; Soto 2013, 2018; Dammert 2007). El artículo se basa en esta literatura, aportando datos empíricos que contribuyen en identificar, analizar y criticar las relaciones desiguales de género en el espacio urbano y que invitan a estudiar el espacio urbano como una construcción de género (Soto 2018). En este sentido, el artículo sigue a Pérez Sanz y Gregorio Gil (2020), cuando cuestionan los límites del uso del derecho a la ciudad (Lefebvre 1968) para analizar y criticar las relaciones desiguales de poder en la producción de la ciudad y cuando proponen abordar los conflictos urbanos no solamente en términos de clase, sino también en términos de género.

El artículo analiza los relatos de experiencias de mujeres de distintas generaciones y de distintas trayectorias residenciales, de tres sectores de la ciudad de Valparaíso, Chile: cerro Esperanza, cerro Barón y Playa Ancha Alto. Se basa en un trabajo realizado en 2019 y 2020 con habitantes de estos sectores acerca sus experiencias afectivas del cambio urbano. Mientras en 2019 se desarrollaron talleres con personas adultas mayores sobre la temática “Recordando mi barrio”, en 2020 se realizaron entrevistas individuales y grupales con personas de distintas generaciones perteneciendo a familias antiguas de los sectores de estudio. En ambos trabajos, participaron en su mayoría mujeres (en 2019, 41 mujeres de 51 participantes; en 2020, 17 mujeres de 20 participantes). Si bien el artículo se basa en las observaciones y los resultados obtenidos en el marco de los talleres de 2019, se centrará en los resultados de análisis de los relatos de las 17 mujeres que participaron del estudio intergeneracional de 2020.

El artículo se organiza en tres momentos. Primero, se presentan los campos de estudio en los cuales el artículo aporta datos empíricos contextualizados para la discusión. Segundo, se aborda el trabajo de terreno y la estrategia metodológica. Finalmente, se discuten los resultados. Los análisis de las experiencias pasadas, como presentes, de estas mujeres evidencian geografías emocionales y prácticas cotidianas que contribuyen en la discusión, a la vez, sobre la idea de identidad barrial y sobre las desigualdades de género existentes en la producción del espacio urbano.

2. Estudiar la identidad barrial desde una perspectiva de género

En Chile, la idea de “recuperación barrial” es hoy promovida por las políticas urbanas locales como nacionales y por organizaciones vecinales movilizadas por la defensa y la protección de su barrio (Campos y Dupré 2021; Ibarra y González 2021). Estos procesos se basan en discursos que idealizan el barrio como lugar comunitario, identitario homogéneo y de pertenencia compartida (Letelier 2020, 2018). Son discursos que muchas veces acompañan y apoyan prácticas colectivas de habitantes que reivindican y solicitan al Estado la protección patrimonial barrial (Ibarra y González 2021). En Chile, los trabajos en este campo interpretan estos procesos como una forma de reapropiación ciudadana (Pérez y Matus 2017) – simbólica y material – del barrio que se transforma en arena de lucha y de reivindicación (Canteros 2011). Mientras algunos trabajos presentan estos procesos como formas de resistencia contra la gentrificación de su barrio (Janoschka 2016), otros los asocian a la idea de derecho al patrimonio (Rojas y Bustos 2015) y a un soporte de construcción identitaria colectiva a veces conflictiva (Jiménez et al. 2020; Molina 2017). En suma, la literatura aborda estos procesos como una forma de resistencia contra la desposesión urbana provocada por la presión inmobiliaria y la gentrificación. Esta resistencia no implica únicamente aspectos materiales y vinculados con la protección de la propiedad, sino también aspectos simbólicos, psicológicos y emocionales (Janoschka 2016). “Recuperar” el barrio se vincula así con la idea de reparación moral y emocional frente al riesgo de pérdida de un estilo de vida barrial y de los valores que los habitantes asocian con él (Colin 2017). Pero, en este contexto, escasos son los estudios que evidencian las lógicas de exclusión de una parte de la población que puede acompañar y provocar esta construcción identitaria barrial.

A partir de esta constatación, el artículo explora los relatos de mujeres sobre sus experiencias pasadas y presentes en su barrio. A partir del abordaje de sus geografías vecinales, se evidencian otras formas de pensar y significar el barrio y, así, aporta a la discusión tanto sobre la identidad barrial como sobre las desigualdades de género en la producción de la ciudad. El artículo participa entonces de una línea de investigación que propone estudiar el espacio urbano desde las prácticas y las experiencias cotidianas de las mujeres. Busca contribuir en la producción de datos empíricos contextualizados que den cuenta de prácticas, relatos y experiencias de mujeres desde su cotidianeidad en el espacio urbano. Dialoga con otros trabajos que visibilizan las discriminaciones y las desigualdades de género vividas cotidianamente por mujeres en la ciudad (Pumarino y Muñoz 2021). En este campo, mientras autoras abordan la división sexual del trabajo y su relación compleja con el uso, la división y la planificación del espacio urbano (Falú 2014; Czytajlo 2017), otras se interesan en el uso diferenciado del espacio y del tiempo que afecta las formas en que las mujeres habitan la ciudad (Soto 2018), se movilizan en ella (Jirón 2007) y acceden a servicios y equipamientos urbanos (Muxi et al. 2011). También, autoras indagan las violencias y la percepción del miedo e inseguridad experimentada por mujeres en la ciudad, nombradas como “geografías emocionales del miedo” (Soto 2018, 2013; Falú 2014), hasta el establecimiento de un paradigma urbano feminista en torno a un modelo de “ciudad cuidadora” (Valdivia 2018). En este marco, se ha dado una atención especial al estudio de las prácticas de mujeres en la ciudad, develando distintas técnicas y estrategias según las sujetas y sus condiciones socio-económicas y territoriales (Pumarino y Muñoz 2021; Lindón 2020; Soto 2013; Jirón 2007). Autoras mostraron que, a pesar de las limitaciones y los obstáculos encontrados en su camino, las mujeres participan de la producción del espacio urbano y, por eso, la toma en cuenta de sus experiencias y prácticas cotidianas es esencial en la planificación urbana (Larreche y Cobo 2021).

El artículo se basa y dialoga con estos trabajos mostrando que, a pesar de las restricciones y de los obstáculos encontrados por las mujeres en el barrio, ellas son actoras de su relación subjetiva y afectiva con su espacio cotidiano barrial y participan de la producción de una resistencia frente al discurso hegemónico sobre la identidad barrial y su recuperación. No se trata aquí de una resistencia que se enmarca en situaciones de conflictos abiertos y políticos como el caso de los conflictos socio-ambientales estudiados en algunos trabajos (Christel 2019; Santibañez-Frey 2019). Al igual que otros trabajos (Farris y Salgado 2019), el artículo aborda la resistencia desde los lugares de lo cotidiano. En este sentido, se interesa en una resistencia que, en los términos de Scott, es “disfrazada, discreta, implícita, que comprende el ámbito de la infrapolítica” (2004: 233) y que se vincula con discursos ocultos que, en el caso de las mujeres que participaron en el estudio, son impregnados de miedo, inseguridad, frustración y cólera. Una resistencia que no es aislada y que se inscribe en una trayectoria histórica analizada en otros contextos (Hiner 2019).

Para estudiar este fenómeno, el artículo se centra en las experiencias afectivas de mujeres en tres barrios de Valparaíso. A partir del análisis de sus relatos y experiencias, contribuimos en la discusión sobre ciudad y género, mostrando la relevancia de abordar esta temática desde el enfoque emocional. Con este objetivo, buscamos evidenciar cómo el estudio de las geografías emocionales barriales de estas mujeres aporta en la comprensión de su habitar cotidiano. En el mismo sentido, el artículo concuerda con Pérez Sanz y Gregorio Gil cuando llaman a estudiar el conflicto urbano desde sus dimensiones de género, y “con ello politizar emociones y resistencias cotidianas que suelen quedar fuera de los llamados “movimientos sociales”, concebidos como principales agentes de transformación urbana” (2020: 4). Con este foco, el trabajo participa del campo de los estudios emocionales, mostrando cómo contribuye en la comprensión de realidades sociales actuales. En la misma perspectiva que otros trabajos (Colin, Gervais-Lambony, Hirai y Pinto 2019; Campos, Silva y Gaete 2017; Aguilar y Soto 2013; Davidson, Bondi y Smith 2007) el artículo persigue aportar a la teorización de las relaciones entre espacios y emociones, participando de la construcción de las emociones como objetos no solamente socio-culturales y políticos, sino también geográficos y mostrando cómo estas geografías emocionales pueden también ser analizadas en términos de género. Es desde este enfoque que el artículo propone abordar las geografías vecinales de mujeres de tres barrios de Valparaíso.

3. Metodología

Los relatos analizados en este artículo fueron recogidos en el marco de un estudio realizado en 2019 y 2020 con habitantes y familias de larga estancia (más de 40 años) de tres sectores de estratos socio-económicos distintos de Valparaíso, Chile: los cerros Esperanza y Barón, y el sector Playa Ancha Alto. Los dos primeros fueron antiguamente barrios obreros construidos durante el siglo XIX e inicios del siglo XX. El cerro Esperanza está compuesto por habitantes de categoría social media – media alta, el cerro Barón por habitantes de categoría social media – media baja. Por su parte, el sector Playa Ancha Alto es construido durante la segunda parte del siglo XX por medio de políticas habitacionales del Estado para resolver los problemas de viviendas. Está considerado como un sector vulnerable y está compuesto por habitantes de categoría social media baja – baja.

El estudio se estructuró en dos momentos. Un primer momento consistió en la realización de talleres con adultos mayores en los Centro de Salud Familiar (Cesfam) de cada sector sobre la temática “Recordando mi barrio”. La selección de los participantes se basó en tres requisitos: tener más de 65 años, vivir en el barrio/sector de estudio y ser un habitante de larga estancia (más de 40 años). El taller se organizó en base a cuatro actividades principales: dibujar o escribir su barrio; mapear los lugares pasados y presentes que los participantes consideran como estructurantes o importantes en su barrio; llevar y narrar la historia de objetos personales (fotografías, objetos de lo cotidiano pasado o actual) vinculados con su experiencia del barrio; y comentar fotografías de lugares actuales del barrio para provocar reacciones emocionales y discusiones a propósito de su situación actual. Las actividades se adaptaron a los diferentes grupos y contextos. En el cerro Esperanza, los talleres se desarrollaron en cuatro sesiones de dos horas con 13 participantes; en Barón, en seis sesiones de dos horas con diez participantes; y, en Playa Ancha Alto, hubo dos grupos diferentes: uno de ocho personas en seis sesiones de dos horas, y otro de 15 personas en dos sesiones de dos horas. Además, se realizaron entrevistas en profundidad con personas que, por razones de salud, no pudieron participar en los talleres, o para profundizar en las experiencias de los participantes de los talleres anteriores. Participaron en el estudio un total de 51 personas, dentro de las cuales 41 eran mujeres. En este marco, se pudo identificar en los relatos experiencias individuales y compartidas de desigualdades de género vividas en su acceso al espacio barrial. Es a partir de este primer momento que se conformó un estudio intergeneracional capaz de complementar y profundizar en los primeros resultados obtenidos en los talleres.

Un segundo momento se centró en las experiencias afectivas del cambio socio-urbano expresadas por miembros de distintas generaciones de las mismas familias. La selección de las familias se hizo en base a los contactos establecidos durante el primer momento del estudio (los talleres) en 2019. Se realizaron entrevistas en profundidad con 2 a 5 miembros de distintas generaciones en las mismas familias. En el complejo contexto de pandemia de COVID19, las entrevistas se desarrollaron en línea a través de una plataforma virtual o una aplicación de redes sociales. Tomaron la forma de un relato de vida donde se abordaron los recuerdos individuales, familiares y colectivos vinculados con el barrio, así como la percepción que el sujeto tiene del barrio hoy. Según la situación, las entrevistas fueron individuales o grupales. Estas distintas configuraciones permitieron identificar y analizar la manera de interpretar las experiencias barriales por cada una de las generaciones y personas. En el cerro Esperanza, participaron dos familias compuestas por tres generaciones distintas. En el cerro Barón, participaron dos familias: una compuesta por dos generaciones y otra por tres generaciones. Finalmente, en el sector Playa Ancha Alto, participaron tres familias: dos compuestas por tres generaciones y una por dos generaciones. En suma, participaron de este estudio siete familias con un total de 20 personas entrevistadas, de las cuales 17 eran mujeres de distintas generaciones. El artículo se centra en los relatos y las experiencias de estas mujeres para comprender las formas en que se relacionan afectivamente y subjetivamente con su barrio, así como también identificar sus prácticas cotidianas en el barrio.

A partir de este trabajo, se pudieron identificar tres tipos de experiencias vividas por estas mujeres. Dependiendo de los contextos y de las trayectorias, pues no todas vivieron el conjunto de estas experiencias. Mientras algunas asocian con el barrio la idea de prohibición, otras se refieren a su hogar para definir su ideal barrial. Finalmente, las mujeres presentan prácticas y usos del barrio que difieren de la concepción masculina del barrio y que visibilizan una geografía vecinal femenina.

4. El barrio percibido como lugar prohibido

Las experiencias barriales de una parte de las mujeres entrevistadas están atravesadas por recuerdos acerca de la prohibición al uso del espacio público barrial. Pueden estar asociados a una crianza restrictiva en su niñez o a formas de violencia de género. Destacan en algunos de sus relatos emociones como el miedo, la frustración o la resignación cuando se refieren al acceso y experimentación del espacio barrial producto del repliegue al espacio familiar. En este sentido, estas mujeres no pudieron acceder al barrio como lugar compartido. Esta experiencia de la prohibición se genera desde el contexto familiar y ha sido compartida por mujeres de distintas generaciones. Se puede así definir como una forma de desposesión vivida por estas personas por el hecho de no poder moverse libremente en la ciudad. Una desposesión que significa una negación de “la habilidad de tener o poseer algún tipo de control sobre sus vidas” (Butler y Athanasiou 2017: 21). Sin embargo, según la edad, esta experiencia se vincula con distintas realidades y no se expresa de la misma forma.

Por ejemplo, entrevistamos a tres mujeres de diferentes edades pertenecientes a la misma familia, quienes viven en el cerro Barón. Sandra1, 79 años, abuela, viuda y todavía activa laboralmente como cuidadora, ha vivido toda su vida en el mismo barrio y actualmente comparte domicilio junto a algunos de sus hermanos en la vivienda familiar. Por su parte, Yesika, su hija, tiene 49 años y se desempeña como administrativa, vive en la casa colindante a la de su madre junto a su hija Raquel, quien tiene 26 años, es estudiante universitaria y madre de un hijo de tres años. Caracterizan su barrio como antiguo y compuesto por familias establecidas desde larga estancia, en particular por adultos mayores, donde según ellas “casi todos se conocen”. A pesar de sus diferencias de edad, las tres mujeres comparten recuerdos de una crianza restrictiva y de prohibición respecto del uso del espacio público barrial. Estas experiencias cotidianas ligadas a la prohibición y la promoción de prácticas compartidas limitadas al círculo familiar cercano tienen distintas implicancias en la forma en que piensan y se piensan en el espacio barrial. Sandra ha vivido durante años una experiencia de desposesión, en el sentido de Butler y Athanasiou (2017), por el hecho de no poder salir, moverse, usar y practicar el espacio del barrio de forma libre. Pero, hoy, busca reivindicar su derecho a la ciudad a través de las actividades que desarrolla en el barrio. En sus palabras, nos explica: “yo creo que por eso yo soy callejera, porque a mí me limitaron tanto”. Hoy camina por la calle de forma libre y voluntaria, se genera como práctica de resistencia contra la experiencia de prohibición o de limitación de uso libre del espacio público, pero la resistencia contra la experiencia de desposesión no es compartida por todas. Por ejemplo, Yesika expresa un miedo hacia la ciudad que sigue asociando con la idea de lugar prohibido. Tiene conciencia de las diferencias de comportamiento que tiene con su madre. Como lo señala,

somos muy distintas con mi mamá. Mi mamá desde que sale va saludando, hasta que llega a su casa. Yo no. Si salgo de aquí, no saludo a nadie porque no conozco. Voy a lo puntual. Compro y me devuelvo.

Finalmente, por su lado, Raquel, su hija, tiene conciencia de la educación que ha recibido y la forma en que se ha repetido de generación en generación. Crítica así esta situación demostrando su voluntad de no replicar esta herencia a su posible futura hija:

Es una familia bien tradicional. Las niñitas no iban a la calle. Mi mamá repitió el patrón también conmigo y con mi hermana. No siento que me haya influido a mí la verdad, pero… no me gustaría por ejemplo hacer eso si yo tuviera una hija más adelante no, me gustaría que se sintiera segura de poder salir y no que porque es mujer que eso no se hace porque se ve feo no, que fuera más igualitario.

En el caso de Raquel, la resistencia frente a la desposesión del derecho al acceso a su barrio y a la ciudad se expresa a través de su discurso reflexivo sobre su propia experiencia. Reflexividad que le permite pensar en un futuro distinto.

En las entrevistas, frente a la desposesión en su derecho a la ciudad (Lefebvre 1968), las mujeres perciben generalmente el hogar como un lugar seguro y de repliegue para sus prácticas cotidianas. Sin embargo, aun cuando puedan existir medidas restrictivas para realizar prácticas en el barrio, en acuerdo con otras autoras (Soto 2013), el hogar familiar no siempre se constituye como un lugar que entregue seguridad. Es el caso de dos mujeres de Playa Ancha Alto, pertenecientes a una misma familia – Sara, 84 años, viuda, y Antonia, una de sus hijas, 64 años, que vive con ella – quienes comparten experiencias barriales basadas en un sentimiento de inseguridad y miedo, influyendo en su percepción del barrio y del espacio público. Si bien viven en un sector que califican de “tranquilo” y “sin problema”, sus relatos están atravesados por un sentimiento de inseguridad que se genera desde experiencias de violencia física y psicológica por parte del cónyuge de Sara y padre de Antonia. Si bien esta persona falleció hace algunos años atrás, el relato de ambas mujeres sigue estando marcado por el miedo que les generaba su presencia. De esta manera, hablar de la vida barrial significa para ellas hablar sobre experiencias de prohibición. Sus experiencias cotidianas están así ligadas a la desposesión que involucra una violencia a la vez subjetiva, simbólica y epistémica contra la cual busca luchar a través de sus prácticas actuales (Butler y Athanasiou 2017). En este marco, Sara identifica un cambio claro en sus formas de practicar el barrio después del fallecimiento de su marido. En sus relatos, eleva sus prácticas barriales cotidianas actuales como una forma de resistencia y de rechazo contra lo que ha vivido en el pasado. Esta prohibición se extendía también a sus hijas e hijos. Antonia recuerda que, en su niñez, junto a sus hermanas y hermanos, no jugaron mucho con los vecinos en la calle, debido a que su padre no los dejaba salir. Sus recuerdos están, así, asociados a la violencia que ejercía su padre hacia su familia. En este contexto, para ella, el fallecimiento de su padre también ha significado una tranquilidad en su vida cotidiana. Sin embargo, su vida personal y la de su madre han estado marcadas por estas experiencias lo que hace que actualmente generen prácticas cotidianas mayormente en su casa y no en los espacios públicos barriales. Como lo explica Antonia:

Era normal para nosotros eso de pasar digamos, de ser caseras [...] Porque yo creo que siempre hemos sido así, no sé lo llevamos en la sangre, no somos mucho de, o sea de ¿cómo lo puedo decir?, de andar en el vecindario o salir, somos un poco malos para salir.

En definitiva, los relatos de estas mujeres, perteneciendo a familias y barrios distintos, muestran que las trayectorias y experiencias familiares de estas mujeres se vinculan intrínsecamente con el sentido que dan y las prácticas que despliegan en el espacio público barrial. Frente a años de prohibición, la generación más antigua mira negativamente este período y a la vez buscan salir adelante reinventando nuevas formas de pensar su relación con el barrio. Mientras para las otras generaciones la prohibición sigue constituyendo un sustento al fomento de prácticas centradas en las necesidades y el hogar como espacio familiar privado. Cual sea la forma de responder hoy a estas experiencias pasadas, la idea de barrio como espacio compartido se ve afectada y no se vincula con emociones compartidas con otras y otros vecinos.

5. El hogar como lugar de pertenencia barrial

En los relatos de las mujeres entrevistadas, el hogar familiar surge muchas veces como lugar central al momento de definir el barrio y pensar su pertenencia al mismo. Sean adultas mayores o adultas jóvenes, el imaginario del hogar familiar sigue constituyendo una referencia identitaria importante en las trayectorias individuales de cada una de estas personas. En este marco, la idea de hogar va mucho más allá que la materialidad de la vivienda y se comprende como un espacio de pertenencia dónde se despliegan sentidos, significados, emociones, experiencias individuales y colectivas (Blunt 2005). El hogar, en esta perspectiva y según los relatos, se puede referir tanto a la vivienda en sí-misma (casa o departamento) como a la familia cercana. Aquí, la experiencia de la desposesión no es vivida de la misma forma que en el caso del impedimento y de la prohibición al acceso al barrio como espacio compartido. Esta experiencia es más suave, sutil y menos visible. No se vincula con situaciones o personas en particular, sino más bien a estilos de vida y pautas culturales dentro de las cuales las mujeres centran su cotidianidad en trabajos y actividades (muchas veces no remunerados) que influyen en sus prácticas del espacio y que las orientan hacia los espacios privados y familiares (Soto 2018; Czytajlo 2017; Falú 2014).

Muchas veces, las adultas mayores nos relatan sus recuerdos asociados con su vivienda. Son recuerdos de reuniones familiares que les hacen sentir bien en su casa actual. En este marco, el lugar más importante del barrio es su vivienda, tanto en el pasado como en el presente. Esta alegría por compartir con familiares está por ejemplo expresada también por Nashla, 74 años, quien se presenta como “dueña de casa” y voluntaria de la Cruz Roja, quien ha vivido siempre en el mismo sector del cerro Barón. Un sector de familias antiguas, pero que se caracteriza según ella por una delincuencia provocada por el tráfico de drogas. En este contexto, ella construye su sentido de pertenencia barrial a partir de los recuerdos familiares, de cuando se dedicaba a la crianza de sus hijas e hijos. Sus recuerdos incluyen reuniones familiares, cumpleaños y el juego de sus hijos cuando eran niños. En la actualidad, para Nashla, su casa es el lugar referente de su identificación. Sin embargo, no expresa afectividad por su barrio. En este marco, explica:

En realidad, me gusta mi casa no más. [Pregunta: ¿Por qué le gusta su casa?] Porque es grande, tiene harto patio, tengo jardín, me puedo entretener, con los únicos que hablo son con mis vecinos de aquí de al frente de mi casa, entonces no le podría decir que el barrio es una maravilla.

Para Nashla, su casa es un espacio-refugio emocional frente a un exterior a lo cual no se asocia valores ni afectividades particulares. Esta situación se repite en los relatos de otras mujeres más jóvenes. Podemos ilustrarlo con el caso de Casandra, 22 años, quien regresó a vivir en la calle de su infancia en Playa Ancha Alto, donde sigue viviendo gran parte de su familia, después de haber vivido 8 años en España. Su relato da así cuenta de la importancia que tuvo su experiencia en el extranjero en su forma de pensar y relacionarse con su barrio hoy. En efecto, mientras vivía en España, su mente y sus afectos estaban principalmente orientados hacia su barrio en Valparaíso, el cual hace referencia mayoritariamente a los recuerdos transmitidos por sus padres sobre una vida familiar con fuertes vínculos, que incluyen a abuelos, tíos, tías, primos y primas que seguían viviendo en Valparaíso. En este marco, construyó su sentido de pertenencia con su barrio familiar desde el extranjero a partir de sus recuerdos, de fotografías y de recuerdos compartidos por sus padres. A la pregunta sobre su experiencia de regreso a Chile, ella responde: “volver sí que fue cómo una sensación de yo pertenezco a este lugar, como que este es mi hogar, aquí está mi familia”. A través de estas palabras, se entiende que su lugar de referencia identitaria y de pertenencia se vincula con su familia como lugar de arraigo. Sin embargo, el barrio no aparece como un lugar valorizado en sus relatos, menos como un lugar de identificación. En este sentido, ella nos comenta:

No sé si me quedaría eternamente en el barrio, pero que siempre va a ser como mi hogar, como que siempre voy a volver aquí porque, porque aquí está mi familia, y porque, sí, creo que aquí he construido todo lo que soy hoy en día.

A través de sus relatos, se puede entender que el barrio juega menos el rol de referente identitario que el hogar familiar. Es en este contexto que su espacio de socialización en el barrio se limita a los círculos familiares cercanos. Este tipo de situación es vivida por la mayoría de las mujeres entrevistadas. Sea por desinterés o falta de tiempo, estas personas no practican el barrio de forma recurrente y no sienten la necesidad de practicarlo en su cotidianidad. Su geografía emocional cotidiana se centra en su hogar familiar y no se extiende hacia el espacio público barrial, imposibilitando la construcción de una relación afectiva y de arraigo con su barrio.

6. Lugares de encuentro y de resistencias

Si bien los relatos de las mujeres sobre sus experiencias en el barrio se centran en el hogar familiar como lugar de pertenencia, existen también distintos espacios de encuentro en/con el barrio. Pueden ser espacios a veces efímeros tales como los encuentros en torno a los juegos de niños, o también lugares establecidos, tales como el Centro de Salud Familiar del barrio u otros centros institucionales locales. Son lugares que participan en la construcción simbólica de un espacio social autónomo en el barrio y que constituyen un espacio de resistencia silencioso y no reivindicativo para enfrentar la situación de desigualdad de género vivida en la cotidianeidad barrial. Estos lugares no se forman para reivindicar o defender ideas políticas, más bien se basan en redes informales familiares, de vecinas, amigas y de miembros de lo que se considera ser la comunidad barrial. Aquí no son personas que practican y enfrentan lugares de resistencia política formal y oficial, como en otros estudios (Pumarino y Muñoz 2021), sino que se trata más bien de mujeres que constituyen, a veces de forma inconsciente y sin elaboración de estrategias previas, espacios efímeros de resistencia dentro de sus lugares cotidianos.

Los lugares de encuentro informales y espontáneos en el barrio se construyen en torno a la noción de familiaridad entre habitantes. Muchas veces las personas entrevistadas relatan experiencias pasadas de encuentro que hoy no son más accesibles para ellas debido al envejecimiento y al paso del tiempo. Se acuerdan, por ejemplo, de los encuentros entre vecinas en la calle en la tarde como espacios de socialización importante en la estructuración de su cotidiano. Naya, 37 años, vive en el cerro Barón y lamenta fuertemente las escasas relaciones vecinales. En este contexto, recuerdan que en su barrio “antes se veía mucho que se sentaban en las puertas de las casas. La gente, los adultos se sentaban en las escaleras a ver pasar a la gente, a conversar”. Juana, 74 años, vive también en el cerro Barón y comparte la crítica de Naya, recordando que cuando era niña “lo familiar que era antes las familias, las mamás salían a la calle con nosotros a conversar en las veredas con las otras mamás”. Por su lado, el conjunto de las adultas madres en los tres barrios del estudio, comparte su emoción recordando los momentos pasados con sus hijas e hijos en la plaza y en los espacios públicos. Momentos que fueron importantes para ellas para compartir y encontrar otras mujeres en una situación familiar similar, pero que hoy no existen más porque sus hijas e hijos ya crecieron.

Otras veces las mujeres se organizan para constituir sus propios espacios de socialización, en los cuales se pueden encontrar regularmente. Es la experiencia que compartió Cristina, 84 años, quien vive en uno de los sectores más vulnerables de Playa Ancha Alto y que forma parte de un grupo compuesto por distintas mujeres de su barrio. El grupo empezó con doce personas hace casi 30 años y se juntaban (antes de la pandemia) una vez al mes para conversar, compartir comidas y jugar lota. Como relata Cristina “Yo y otra señora más somos las más viejitas, […] las demás ya son todas jóvenes”. Para ella, este grupo representa un espacio importante en su forma de relacionarse con otras personas del barrio. Como comenta, “ese es mi escape”. Lugar reconocido por sus maridos e hijas/hijos, el grupo se puede así pensar como un lugar de empoderamiento por parte de sus integrantes que reivindican, según Cristina, una libertad de actuar en la organización de este espacio de socialización que se ubica fuera de la institucionalidad barrial.

Por otra parte, los relatos de estas mujeres revelan la importancia de lugares oficiales e institucionalizados donde concurren principalmente mujeres, ya sea en Juntas de Vecinos o Consultorios, donde ellas buscan y propician espacios para compartir principalmente con otras vecinas. Estos espacios les permiten salir, muchas veces, de las limitaciones que les conlleva la reproducción de roles tradicionales en el espacio del hogar, como el cuidado de otro, protagonismo en la crianza y el trabajo doméstico, situación que, como lo vimos, limita sus prácticas y experiencias en el espacio barrial. Un ejemplo particular es la participación de muchas de las entrevistadas en Centros de Madres, los cuales se configuran como espacios de mujeres para mujeres. Como sostiene Francisca, 64 años, habitante del cerro Esperanza, en estos lugares se generan espacios de contención para estas mujeres:

A veces es tan importante que la mujer tenga ese espacio. Nosotros veíamos casos de amigas que al marido no le gustaba que estuvieran participando con más mujeres o que se enteraran de cosas, porque ahí las mujeres tienen el espacio de abrirse y contar si tiene problemas o si está feliz por un hijo, algún familiar, que se da el espacio para socializar entre todas nosotras.

De esta forma, a través de los relatos de las participantes se da cuenta de cómo se construyen sus propios espacios de encuentro en el barrio, sean estos pasajeros o con la intención de crear vínculos de solidaridad, contención y comunidad entre ellas, algunas incluso sosteniendo estas redes en el presente. Esto les permite establecer nuevos sentidos de pertenencia barrial, creando estrategias de resistencia frente a la exclusión y la violencia experimentada tanto en espacios privados como en el espacio urbano.

7. Conclusión

A partir del análisis de los relatos de mujeres sobre sus experiencias barriales cotidianas, el artículo aporta datos empíricos que develan geografías vecinales marcadas por dinámicas sociales y experiencias de desigualdades de género asociadas con el barrio y que muestran otras realidades sociales vividas en la cotidianeidad que no son visibles en los discursos dominantes sobre la recuperación y la identidad de barrio. En este marco, el análisis de estos datos contribuye en la construcción de conocimientos sobre las desigualdades de género en la producción de la ciudad (Larreche y Cobo 2021; Pumarino y Muñoz 2021; Lindón 2020; Pérez Sanz y Gregorio Gil 2020; Soto 2018, 2013; Czytajlo 2017; Dammert 2007). Desde el contexto barrial, el artículo evidencia los límites y los obstáculos que encuentran mujeres en su acceso a la vida urbana y al espacio público urbano. Límites y obstáculos que no emergen solamente de problemas de recursos o de falta de infraestructuras, sino también de imaginarios, emociones y experiencias asociadas con el barrio actual y pasado.

El artículo identifica dos principales experiencias de desposesión del derecho al acceso y al uso del barrio vividas por estas mujeres. Ambos se vinculan con una restricción generada por parte de familiares. Mientras la primera tiene que ver con una prohibición directa, a veces violenta, tanto simbólica como físicamente; la segunda es más sutil y se vincula con una reproducción de los roles tradicionales de género dentro de las familias. Este resultado evidencia, como otros trabajos (Czytajlo 2017), la relación compleja existente entre la división sexual del trabajo y el uso del espacio urbano. En este marco, sea impuesta o integrada como modelo cultural, la restricción marca la forma en que estas mujeres piensan y se piensan en el barrio. Desde sus experiencias pasadas y actuales, no definen este lugar como un espacio compartido y seguro. Tampoco lo abordan como un espacio de socialización y referente identitario. A las geografías emocionales del miedo identificadas por otras autoras (Soto 2013, 2018; Falú 2014) como marcadores de las rutinas cotidianas de las mujeres en su barrio, se puede también visibilizar dos otras dinámicas emocionales que se constituyen en relación con el barrio: la frustración por no poder acceder al espacio público barrial como los hombres y el desinterés por ser parte del barrio hoy, añorando a su vez un barrio pasado idealizado.

Por otra parte, como en otros trabajos (Soto 2013; Massolo 1996), el análisis de los relatos muestra que el barrio no es solamente un espacio vivido como impuesto, sino más bien un espacio en el cual se elaboran estrategias de evitamiento del miedo y de la opresión vivida en lo cotidiano. Estas geografías emocionales vecinales son productoras también de espacios-refugios permanentes o efímeros en el barrio. En estos espacios se desarrollan prácticas compartidas y de apoyo mutuo para enfrentar esta desigualdad de acceso al barrio como espacio relacional. Efímeras o establecidas, informales o institucionales, estos lugares constituidos como espacios de encuentro les sirven para pensar(se) en/con el barrio. Estos espacios se constituyen a partir de redes de solidaridad basadas en “gestos” entre vecinas, en atenciones particulares para las fechas importantes, en el cuidado compartido de las y los hijos o también en la ayuda en situaciones de violencias. Se podría definir como otro barrio en el barrio fundado en relaciones de afectos y de ayuda mutua. No pretenden invertir las relaciones desiguales de género reivindicando el derecho a acceder al barrio. Se trata más bien de espacios de socialización que favorecen otra forma de apropiarse el barrio. En suma, el análisis de estos procesos invita a pensar en una ciudad del cuidado que, como lo propone Valdivia (2018), se podría definir desde un paradigma feminista, tomando en cuenta estas geografías emocionales complejas, cotidianas y a veces intimas que, si bien son poco visibles, participan de la producción de la ciudad.

En conclusión, los datos analizados en el artículo contribuyen en la comprensión de los espacios vividos y percibidos de la ciudad actual (Lefebvre 1974) desde sus desigualdades de género (Pérez Sanz y Gregorio Gil 2020). En este sentido, el artículo muestra el aporte de la geografía de las emociones para identificar y analizar estas desigualdades. Bajo este enfoque, se evidencia cómo estas emociones sentidas y expresadas por las mujeres participando del estudio, toman forma en el espacio y cómo sirven de base para significarlo y practicarlo. Más que un discurso, las emociones participan de la construcción simbólica y material de nuestro entorno e influye por lo tanto en las formas que toman las desigualdades de género en la ciudad. Es por este motivo que el análisis de estas relaciones de poder discretas en el espacio induce una politización de lo emocional y de lo cotidiano.

Agradecimientos

La autoría agradece el apoyo de ANID Chile para la realización de este trabajo y de este artículo, a través del proyecto Fondecyt Iniciación 11180372 “La (re)producción de los espacios nostálgicos de la ciudad neoliberal: el caso de Valparaíso” y del proyecto Fondecyt Regular 1210677 “Etnografías de la desposesión urbana en el Chile actual. Sujetos, territorios, resistencias”.

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Notas

1 Por anonimato, cambiamos los nombres originales de las personas entrevistadas.
* La autoría agradece el apoyo de ANID Chile para la realización de este trabajo y de este artículo, a través del proyecto Fondecyt Iniciación 11180372 “La (re)producción de los espacios nostálgicos de la ciudad neoliberal: el caso de Valparaíso” y del proyecto Fondecyt Regular 1210677 “Etnografías de la desposesión urbana en el Chile actual. Sujetos, territorios, resistencias”.


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