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Agua del tiempo muerto: la reincidencia del paisaje y de la memoria en la poesía de José Ramón Mercado

Agua del tiempo muerto: the recividism of the landscape and memory in José Ramón Mercado’s poetry

Agua del tiempo muerto: a reincidência paisagem e memória na poesia de Mercado José Ramón

Adalberto Bolaño Sandoval
Universidad Autónoma del Caribe/ Universidad del Atlántico, Colombia

Agua del tiempo muerto: la reincidencia del paisaje y de la memoria en la poesía de José Ramón Mercado

Encuentros, vol. 15, núm. 2, pp. 37-58, 2017

Universidad Autónoma del Caribe

Recepción: 20 Diciembre 2016

Aprobación: 05 Mayo 2017

Resumen: En este artículo, producto de la investigación sobre Identidad y memoria en la poesía del Caribe colombiano, se analiza el poemario Agua del tiempo muerto de José Ramón Mercado, quien retoma varias de las temáticas de su primer poemario No solo poemas en su primer y segundo apartado: la casa, el pueblo, la región, la memoria familiar. Uno de los objetivos de este texto es desarrollar la propuesta de que Mercado elabora una poesía de la experiencia que busca “vivencializar” el pasado. De igual manera, se plantea que esta obra elabora una poesía geocultural, una geopoética, mediante la conjunción de términos como imagen, tiempo y espacio. Para la propuesta, se aplicó una metodología hermenéutica y comparativa basada en autores como Fernando Aínsa, Thomeu Vidal y Martin Heidegger, entre otros. Se concluye que esta poesía conjuga no solo la naturaleza sino lo ecológico y lo histórico mediante “imágenes-palabras” que representan un intento por trasmitir una cultura en la que se articula con la memoria, la identidad y la naturaleza.

Palabras clave: geocultura, geopoética, identidad, memoria, paisaje.

Abstract: In Agua del tiempo muerto José Ramon Mercado resumes some of the topics seen in No solo poemas (1971) on his first and second chapter: the house, the people, the region and the family memory. One objective of this paper is to develop a proposal that market develops poetry of experience seeking “vivencializar” last. Similarly, it is proposed that this work is a geo-cultural poetry, one geopoetics by the conjunction of terms such as image, time and space. The proposal, a her- meneutic and comparative methodology based on authors such as Derek Walcott, Fernando Ainsa, Thomeu Vidal and Martin Heidegger was applied. We conclude that this poetry combines not only nature but ecological and historical by “images-words” that represent an attempt to transmit aculture in which it articulates withmemory, identity and nature.

Keywords: geoculture, geopoetics, identity, memory, landscape.

Resumo: Em Agua del tiempo muerto, Jose Ramon Mercado ocupa vários dos temas do seu primeiro livro No solo poemas em suas primeira e segunda análises seção: a casa, a cidade, a região, a memória da família. Um dos objetivos deste trabalho é desenvolver uma proposta nesse desenvolve uma poesia de experiência que visa a “vivencializar” do pasado. Da mesma forma, propõe-se que este trabalho desenvolve uma poesia geocultural um Geopoéticas pela conjunção de termos como imagem, tempo e espaço. A proposta, hermenêutica e da metodologia comparativa com base em autores como Fernando Ainsa, Thomeu Vidal e Martin Heidegger foi aplicado. Conclui-se que essa poesia combina não só a natureza, mas ecológico e histórico através de “palavras-imagens” que representam uma tentativa de transmitir uma cultura na qual ele se articula com a memória, a identidade ea natureza.

Palavras-chave: Geocultura, Geopoéticas, identidade, memória, paisagem.

Introducción

El paisaje y la memoria en José Ramón Mercado

José Ramón Mercado ha publi- cado 14 poemarios que van desde los tópicos familiares, espaciales, una poesía con una meditación o aspectos latinoamericanistas y tam- bién un pensamiento profundo, que hace de esta obra poética, a través de 45 años de publicación, la mues- tra patente de un espíritu perse- verante. Así, desde 1970, comienza ese recorrido con No solo poemas, luego El cielo que me tienes prometido (1983), y más adelante: Agua de alon- dra (1991), Retrato del guerrero (1993), Árbol de levas (1996), La noche del knock-out y otros nocauts (1996), Agua del tiempo muerto (1996), Los días de la ciudad (2004), Agua erótica (2005), La casa entre los árboles (2006), Poemas y canciones recurrentes que a simple vista revelan la ruina del alma de la ciudad y la pobreza de los barrios de estratos ba- jos (2008), Tratado de soledad (2010) y Pájaro amargo (2013) y Vestigios del náufrago (2016).

Representa un espíritu perseve- rante porque, a pesar de la poca difusión, del pago de ediciones pro- pias, la insistencia ha mantenido la poesía de Mercado en un limbo en el que el reconocimiento muchas ve- ces ha sido efímero, contradictorio. El poeta nace en 1937 en el departa- mento de Sucre, y su orbe artístico cubre una obra en la que descuellan las huellas de la poesía del Caribetodo: la oralidad, el neorrealismo, lo cotidiano, el lenguaje transparen- te, el compromiso ideologizante, el prosaísmo, la desmitificación del poeta. Se cruzan, además, en con- junción con temáticas que van des- de la cultura popular, el recuerdo de la familia, lo urbano, la violencia en Colombia, la poesía erótica y una poesía simbólica en uno de sus li- bros, Agua de alondra.

Los artistas y personajes de la épo- ca, se convierten en seres con carna- dura, muy de la mano con la poesía de Mario Rivero y sus Baladas y El- kin Restrepo con su Bla, bla, bla, cró- nicas y retratos líricos, propios de un pensamiento que expresa los re- tratos de un poeta nada adolescente. Desde la cultura del poeta, este no hace más que revivir los sucesos y la cultura de esos años, como señala Carlos Fajardo, en las que el intelec- tual y el poeta asumen una actitud crítica frente al capitalismo avasa- llante y sus tradiciones burguesas. La imaginación sin limitaciones fue adoptada por la gran mayoría de es- tos bardos, quienes, entre disidentes y sectarios, comunistas y conserva- dores, florece la llama de una cultu- ra popular de manera golpeante. Es la época de los Beatles y Joan Báez, la revolución cubana, Kennedy, Jo- hnson y Nixon, acompañados de la guerra de Vietnam, los hippies y Mao Tse Tung; Marcuse y el “nuevo” Sartre, y, además, “la imaginación al poder “ y el “prohibido prohibir” del mayo del 68 francés; la invasión de tanques rusos a una Praga y San-to Domingo invadido por marines gringos; del Che Guevara y Camilo Torres Retrepo asesinados en Boli- via (Fajardo Fajardo, 2011, p. 117)

Las nuevas sensibilidades se ad- quieren en las revistas, la radio y la televisión. Frente a los avances de una poesía neovanguardista de Latinoamérica, especialmente la argentina y la chilena, y de alguna forma la peruana, en Colombia se revive un período apenas posna- daísta, aunque crítico. Para Cobo Borda (1995), ya no se tiene miedo a la sensiblería ni al sentimentalismo, a lo cursi, la mistificación moral ni a la música ni a la ficción: “Todo tenía cabida. Todo debía estar allí: mitos, bajezas, presagios y mugres, sueños y depresiones, brutalidad y dulzura […] edificar algo más duradero que la simple pesadumbre” (p. 249).

En este plano se identifica José Ra- món Mercado con la poesía de Jorge García Usta, especialmente en Libro de las crónicas, pues en esta parte el poemario toma una declaración de principios metapoéticos, pero sobre todo de declaración de la poesía de la experiencia de la cultura popular, o, di- gamos, mucho mejor, de una parte de la experiencia lectora de los inte- lectuales y estudiantes de los años 60s, 70s y 80s (y todavía, muchos, de los 90s), poesía, en fin, también cultista.En el caso del poemario de García Usta desfilan, al igual que en la poesía de Mercado, Whitman, Ja- cques Prevert, Johnny Kay, CartierBresson, Verlaine, Simón Bolívar, Edgar Lee Masters, Violeta Parra, Heráclito, Sócrates, Vanessa Redgra- ve. Estos nombres permiten deno- minar a Mercado como un “cronis- ta de la existencia contemporánea” (Castillo, p. 2001, 341).

La poesía de José Ramón Mercado se identifica especialmente por tres temáticas, como mucha de la poe- sía del Caribe: memoria, identidad y paisaje. En este sentido, podría representar una prolongación de la otra dimensión de la poesía cari- beña: aquella que apela a los mitos fundacionales, mas no estáticos, pero también a la que se construye en un espacio sociohistórico dife- renciado, a través de una retórica parecida pero distinta, pues se trata de poner en escena temáticas en las que la dimensión cultural proviene de tres fuentes: lo blanco, lo negro, lo indio, y que, sin embargo, no ad- quieren un color sino que expresa una mirada desde un mestizaje o hibridez de origen aceptado mas no excluyente ni decisivo.

Ello significa mirar el texto poéti- co como efecto de cinco formas de identidad: 1) a través de la relación literatura–espacio, lo cual manifies- ta una dimensión “procesual” de la identidad (Ricoeur, 2003; Hall, 2003), cambiante, especie de identidad cul- tural. Ello hace que sus expresiones (artísticas, sociales, culturales), de acuerdo con las mentalidades, lasrelaciones sociales, el lenguaje, las instituciones, el espacio territorial, las ideologías y el tiempo histórico, como asidero o rechazo de las trans- formaciones, se vuelva tornadiza y se observe un fenómeno de identi- dad múltiple, fragmentada y rela- cional (Hall, 2003). También conlle- va 2) una identidad compuesta, múl- tiple y variada, porque la identidad cultural devendría en un fenómeno abierto, de variables explicativas o independientes, entre las cuales se destacarían: el tiempo o momento histórico, el espacio geográfico y la singularidad del ser, el cual reve- laría, de acuerdo con los giros del tiempo, su carácter contingente y al mismo tiempo histórico, frágil y prescindible. Podría haber sido uno u otro, podría haberse perdido par- te de la experiencia o del origen. De allí que devenga el carácter impor- tante que adquiere el distanciamien- to del contexto (Giddens y Lyotard, citados por de Castro, 2011, p. 2) ge- nerado por una pérdida del origen, como un primer elemento que de- fine las relaciones sociales entre los individuos, el mundo, los grupos y nosotros mismos.

Ello conlleva otra identidad: 3) la crítica (2), de resistencia, bajo la cual los actores culturales se hallan en posiciones estigmatizadas por la lógica de la dominación de la socie- dad, y su obra artística representa la mejor forma de cuestionar lo es-tablecido. Para Mercado, entonces, la poesía se torna en una forma de resistir la carga de modernidad y globalización alienante mediante un distanciamiento artístico y reflexivo, en el que la poesía geocultural cues- tiona, afronta, confronta. Al mismo tiempo, acude a otra estrategia: dis- tanciarse, que conlleva descubrir al otro, dar cuenta de la alteridad, para afirmarlo o negarlo. Distanciarse implica iniciar una etapa de creación de diferencias más o menos estables, “que pueden ser siempre renova- bles y siempre provisionales según la transformación de los grupos y de la realidad social” (de Castro, 2011).

Por ello, y también, la identidad es 4) variable y relacional. En el pri- mer caso, depende de la identifica- ción del individuo (valdría la pena mejor hablar de identidades: de transformaciones del individuo se- gún sus cambios de lugar, tiempo, espacio). Por ello, la identidad va- riable se encuentra afirmada por las cogniciones transformativas que el ser humano desarrolla en su vida cotidiana y en las cuales establece vínculos emocionales, da significa- dos y de pertenencia con su entor- no. Un ejemplo se encuentra en las transformaciones que implican los viajes y las diásporas, con los movi- mientos y con los cambios en las cos- movisiones de los autores mediante estos éxodos. Una forma de verlo es la que se asocia a la identidad caribeña, múltiple y fragmentada (De- rek Walcott es un ejemplo) ante lo cual la identidad cultural devendría en un fenómeno abierto, de varia- bles explicativas o independientes, en el que el discurso social busca restituir la comunalidad mediante la palabra evaluativa (del poeta, del escritor). Hall habla, entonces, de la identidad relacional como un pro- ceso articulatorio entre sujetos y su prácticas discursivas (Hall, 2003).

También es relacional, pues la identidad se asume de forma cons- ciente, como discurso racional o vi- vencia cotidiana, en el que ese tipo de identidad l (3) se encuadra en lo consciente y lo vivido en el contac- to con las culturas (Glissant, 1990,p. 157), lo cual habla de las huellas que el creador adopta como sujeto cultural con su entorno. Con ello, establece una comunicación, una comunión y una plenitud conviven- cial o de relación, incorporada a la práctica existencial del poeta, ante lo cual esta poesía se revela como una poesía de la experiencia.

Deviene ello en una literatura que refleja una geopoética, con lo cual promueve dos procesos: uno, como ya se ha indicado, de identidad como proceso relacional (Hall), cultural e histórico, y, con él, uno consecuen- te, el de 5) la identidad narrativa (Ri- coeur), la cual radica en el que al vi- vir con los otros, el autor transmite,narra desde mi yo, de forma que el sujeto lírico o el narrador presenta “una figura de sujeto”, proporcio- nando una “identidad sentimental” (Karlheinz Stierle, citada por Scara- no: 2007, p. 88). El primero es cons- titutivo, externo; el otro, se presenta desde lo interno, sin embargo, se encuentran íntima, inextricablemen- te unidos: una dimensión relacional, que abre los espacios de la expe- riencia para aprender, relacionarse y transformar(se) consigo mismo y con los otros. Por último, 6) la identidad imaginaria, planteada por Julio Orte- ga, que radica en que el poder de la lírica, a través de su autor, “rehace la utopía literaria de un conocimiento fragmentario pero cierto del mundo en las palabras” (1995, p. 61). Esta úl- tima conjuga las tres que la preceden.

Podríamos pensar que existe en la identidad imaginaria de los poetas del Caribe colombiano, aunados a través de tópicos como la memoria y el paisaje, una especie de cruce de alegoría e identidad, entendiendo, en el caso del primer concepto (doy aquí un giro a su consabido concep- to hierático), como las imágenes que buscan, más que personificar o “co- sificar”, rehabilitar edénicamente las ideas paisajísticas (consideradas como instrumentos de expresión y de poder simbólico). Se representa así, bajo esta escritura poética, una propuesta de tipo político-cultu- ral en la que subyace una “políticadel lugar”. Estas imágenes líricas, esta poética muestra una revelado- ra concepción de mundo de la que emana también una reflexión sim- bólica y de corporeidad evocatoria, coherente y resistente al imperio de la globalización. Puede considerar- se entonces que la poesía del Caribe colombiano expresa un giro auto- consciente y resistente, y en esta el poeta, el artista, propone “repensar, reimaginar, reconfigurar lo propio a través de la visibilización de sus fisuras, vacíos, carencias […] y de- seos de los discursos que hablan de lo propio (como el de la misma lite- ratura)” (Mansilla, 2006). Busca, con ello, reinventar, reimaginar desde lo adánico y lo edénico (como rup- tura), recrear ese mundo ficcionali- zándolo como si fuera su primera vez. Ello conllevaría, además, dar continuidad y coherencia a una con- ciencia reflexiva y creativa, que tras- ciende el espacio poético por parte del poeta, revelando a un indivi- duo en la construcción de su propia identidad. La poesía configura esas propuestas.

Justificación

Sobre reconfigurar lo propio a través de los vacíos, carencias y deseos, pero a través de una “fac-tualización” (Caballero, 2010), de una ficcionalización parecida a la verdad, hace, una vez más, que la li-teratura del Caribe, se asuma como un espacio de gran plasticidad. Esta ficcionalización y la plasticidad se acercan también a las nociones po-líticas y geográficas. De allí que Ra-phaël Confiant en su conferencia«Paisaje, historia y literatura en el archipiélago Caribe» exprese que a pesar de que la globalización con-lleve una visión otra,cambios y custionamientos en las nociones de “nación”, “territorio”, “lengua ma-terna” e “identidad”, tal plasticidad en el mundo caribeño lo hace único:

El paisaje se esfuma frente a la imagen en tres dimensiones […] En las novelas del movimiento de la Criollidad (Créolité), la natura- leza no solo es personaje, como en las obras de Glissant, o historia, sino que también se convierte en una entidad que debe ser respe- tada y protegida al igual que los seres humanos (2011, p. 5).

Lo que interesa de esta cita son los términos identidad y naturale- za, entendida esta última en este caso como paisaje. Su visión abierta, posmoderna, cuestiona las nociones de identidad, nación, territorio, len- gua materna y redimensiona la del paisaje. La mirada a este es la que identifican a Edouard Glissant y Confiant. Por su parte, Derek Wal- cott considera que no solo la musa de la historia es relevante para mirar las Antillas y América, sino la visión adánica que han tenido los poetas del Nuevo Mundo. En Saint-John Perse, por ejemplo, se halla «la ma-42 yor amplitud del elogio elemen-tal a los vientos, a los mares, a las lluvias […] Su espíritu es el mismo que el de los poemas de Whitman o Neruda, pues todos ellos buscan es- pacios en los que el elogio de la tie- rra es elemental» (Walcott, 2000, pp. 55-56). La redimensión del paisaje, desnudándolo del naturalismo o del romanticismo, revela su relación con la poesía del Caribe colombia- no. Si bien existen diferencias entre la literatura del Caribe anglófono, francófono e hispánico, el paisaje, la identidad y la memoria son factores aglutinantes, además de los temas señalados por Silvio Torres-Saillant: la historia, la religión y el lenguaje.

En este texto se propone que en el poemario Agua del tiempo muerto, José Ramón Mercado retoma varias de las temáticas de No solo poemas (1971) en su primer y segundo apar- tado: la casa, el pueblo, la región, la memoria familiar. Así mismo, en este libro-collage se conjugan el re- torno a los “lugares sagrados”, la in- temporalidad y el rumor, la sencillez y la ensoñación como retrato de unas relaciones numinosas. El objetivo de esta lectura es dar testimonio de una poesía de la experiencia, que trata de “vivencializar” el mundo (en pa- labras de Mercado), el entorno y la historia del hablante lírico a través de “biografemas” (Barthes, 1970), de momentos culminantes y de arte, de la memoria después de la muer- te (memento mori), de revivir la saga familiar. Esta poesía gira sobre tres ejes: memoria, paisaje e identidad. A través de esta conjugación, el es-pacio, las tradiciones y sus descrip- ciones son revelados como formas de cultura. A partir de ello se puede hablar de una poesía geocultural, de una geopoética, mediante una con- junción de términos como imagen, tiempo y espacio, de manera que se reúnen así, además de la memoria personal, la de la región y el sujeto dentro de la historia, en una pleni- tud convivencial, identitaria.

Marco teórico

En la investigación fueron impor- tantes las contribuciones de Rafael Confiant, en lo atinente al marco teórico de la creolidad como movi- miento de importancia en el Caribe antillano y como apertura de una nueva cosmovisión interpretativa; la de Derek Walcott, en lo relaciona- do con el concepto de poesía adáni- ca en el Caribe; también la mirada profunda de Silvio Torres-Saillant acerca de los elementos que unen al Caribe (religión, sociedad, palabra). Así mismo, son relevantes los apor- tes de Ana Mateo y Luis Álvarez y Gabriel Ferrer, con relación a las características del Caribe, y de Fer- nando Aínsa, con su propuesta so- bre una geopoética aplicada a la na- rrativa de Latinoamérica, y del cual adoptamos lo geopético en la poesía del Caribe colombiano.

En este sentido, esta poesía de Mercado se agrega a varias de las temáticas que Ana Mateo y Luis Álvarez consideran más caracterís- ticos del Caribe literario: 1) la anti-llanidad que significa hablar de una insularidad (lingüística, geográfica, histórica, sin embargo, conectada con los cantos de identidad), 2) la exuberancia de la vegetación, 3) las remembranzas, de manera que el es- pacio se muestra como una epifanía, marcada por relaciones intangibles;4) el negrismo, aunque en el Caribe anglófono no es posible hablar de manera prominente de negrismo; 5) los sistemas mágicos religiosos, el mito, y de allí los espacios arquetí- picos; 6) la inmigración y la emigra- ción; 7) el humor, la musicalidad y la identidad étnica (Mateo Palmer y Álvarez Álvarez , 2004, pp. 82-200).

En este aspecto acerca de caracte- rizar el Caribe, para el poeta y estu- dioso de la literatura del Caribe Ga- briel Ferrer Ruiz, en un ejercicio de sistematización sobre las temáticas del Caribe, considera que existen 14 características: el problema de la identidad, el autodescubrimiento y reconocimiento de la propia esencia, la otredad, la indagación de la his- toria, la africanidad y el imaginario cimarrón, el desarraigo y el exilio, el viaje; lo mítico, lo mágico y lo ma- ravilloso; la pluralidad lingüística; la oralidad y el habla coloquial; la carnavalización, lo grotesco y lo desmesurado; el humor la sátira y la ironía; la música; y la nostalgia y la memoria (2005, p.10).

Metodología

Para el estudio se ha utilizado una metodología hermenéutica y com-parativa, a través de la cual se da cuenta del “arte de interpretar los textos, especialmente los sagrados, para fijar su verdadero sentido”, se- gún señala el Diccionario de la Real Academia Española. Inicialmente se dio lectura a los textos poéticos de José Ramón Mercado, luego se bus- caron textos que ubicaran al escritor en el contexto histórico y poético co- lombiano, y se le comparó con poe- tas de la región y con sus temáticas. Al mismo tiempo, se leyeron textos teóricos y críticos del Caribe insular y continental y de teóricos mundia- les que propusieran marcos reflexi- vos sobre el sentido e importancia de términos como región, matria (González, 1992, citado por Gimé- nez, 1996), identidad y memoria, geocultura y geopoética, entre otros. Encontrada la temática y subtemá- ticas, se organizó la propuesta, ha- llándose que una parte en la poesía del Caribe colombiano se encuentra imbricada de tres temáticas princi- pales: memoria, identidad y paisaje. Así mismo, esta relación conlleva un tratamiento acerca de subtemáticas como la cultura y el espacio y el po- der del linaje como representación de la familia y lo filial.

Resultados

Poesía geocultural y geopoética del Caribe colombiano

Si el paisaje, la memoria, el territo- rio, la identidad o las tradiciones son revelados como formas de cultura, a partir de ello se puede hablar deuna poesía geocultural. Así, Cande- lario Obeso, José Ramón Mercado, Gabriel Ferrer y Jorge García Usta podrían encuadrarse como poetas a través de una obra que apunta a la conjunción de términos como ima- gen, tiempo y espacio (Fassi, 2001, p.69) de manera que se conjugan, ade- más de la memoria personal con la de la región y con el sujeto dentro de la historia, el fenómeno de la identi- dad reflexiva, mostrando huellas en las que el creador adopta la visión del sujeto cultural con su entorno, y, además, una comunicación, una comunión y una plenitud conviven- cial, identitaria. Mucho más si se tie- ne en cuenta que el lar, como espa- cio del hogar, representa un cosmos que permite la mirada antropológi- ca, la de un testigo que estuvo “allí” (Geertz, 1989), ante lo cual esta poesía se revela como una poesía de la experiencia. “Reconfigurar lo pro- pio”, repensar, reimaginar a través de los vacíos, la poesía del Caribe colombiano es el resultado también de un modo de ser, de un conjunto de identidades culturales, de expre- siones donde lo socio-geográfico, lo histórico y lo político confluyen en un tiempo y estructuras sociopolíti- cas y geográficas determinadas.

En la perspectiva de Rodolfo Kusch (1976), esta posición identi- ficatoria convendría en constituirse en una concientización del ser lati- noamericano sin resistencias, mani- festado en el miedo a ser identifica- do. Kusch lo ha llamado “el miedoa pensar lo nuestro” y “el miedo a ser inferior” (1976, pp. 9-25), funda- mentado en un legado sin raíces. Pero el poeta no busca esto de ma- nera consciente. Es la lectura inter- pretativa la que busca encuadrarlo en una lectura, porque existen mu- chas más y aquí se plantean, mas no esencializarlo. La mirada que se proyecta aquí pudiera ser señalada de reduccionista, esencialista o ma- niquea, inclusive determinista, mi- rada que podría tener su origen en la identidad del menoscabo o de caren- cia, referida a la representación de la experiencia americana como caren- cia (Ortega, 1995, p. 59).

La identidad cultural no represen- ta una problemática en una zona del mundo donde no existe la homoge- neidad sino que la hibridez y el mes- tizaje representan puntos de partida y llegada. Pudiera afirmarse que existe una mirada criollista o creo- lista en este texto, pero la propues- ta del poeta Mercado tiene muchas provocaciones y nexos indisolubles con el Caribe todo y con Latinoa- mérica. Frente a una percepción o escritura “cosmopolita”, a un arte universalista o, en su defecto, a la búsqueda de reesencializar la auto- nomía de lo artístico, pareciera que se opusiera a una mirada entrópica étnica o regionalista y mediatizada por el retorno a un paraíso feliz, cuando en realidad la nuestra cons- tituye una sociedad multicultural, y por ello, su naturaleza no es cosmo- polita pero tampoco ni india, negra o blanca ni culi, como señala Amílcar Caballero (2010).

Esta poesía geocultural del Cari- be colombiano vendría a constituir- se en una versión de lo que señala Ángel Rama (1982) para los escri- tores neorregionalistas y transcul- turadores como Juan Rulfo, García Márquez, Joao Guimaraes Rosas y José María Arguedas, quienes rein- troducen estrategias como la orali- dad, recolección, personajes populares, selectividad lingüística, bajo las cuales se recuperan las estructuras de la narración oral y popular, a lo que se agrega una recreación de la colecti- vidad desde ópticas espirituales y físicas, encauzándolas a través de una presentación de su cultura y de una historia renovada de su espa- cio, constituyéndose estos poetas en continuadores y transformadores de un neo-regionalismo, una especie de poesía etnográfica y reconstructora del ser, reveladora de la identidad de lugar, de la identidad de origen, de la identidad mestiza Caribe, reve- lándose como parte de una geopoé- tica, pero también de una poética ontológica.

La geopoética puede pensarse como una recreación de la poética del espacio, en la que el espacio fun- dador es reconfigurado mediante formas y distintas sensibilidades, reconectándolo como paisaje, como territorio, mediatizado por la cul- tura, es decir costumbres, tradicio- nes, habitus. La geopoética revela la relación entre cultura y naturaleza, entre los hombres y su geografía; esta relación se muestra a través del reconocimiento, del arraigo, através de la identidad. La escritura geopoética que revela esta relación pasa del topos al logos (Aínsa, 2006), la trasciende, la filtra, la transfor- ma. Construir y habitar confluyen a través de la palabra. Aquí interesa aplicar el concepto de geocultura como intersección de lo geográfico con lo cultural, especialmente para entender el hábitat como generador de los pensamientos del grupo con- dicionados por el lugar. Ello implica una geopolítica, un existir, y, sobre todo, un diálogo con los otros, una ética, una identidad. La poesía se- ñala esa apertura, un florecimiento más allá del camino estético, una geocultura, de allí que sobrepase el nivel de poesía netamente lárica.

En este contexto, ser y texto des- pliegan el espacio recordado. La memoria se convierte en testimonio a través de lo que relata de su en- torno. Cuando ello sucede esta es- critura del y sobre el espacio revela la identidad de quien la reescribe, su mismidad. Soy y canto sobre y desde mi alrededor, desde mi en- torno. Esta poesía celebra un “siste- ma de lugares” literario, un campo donde lo imaginario reabre un ele- vado contexto geográfico, mítico, cosmológico, mediatizado por una interpretación, una especie de her- menéutica poética que representa los lugares fundacionales a través de una escritura del aquí y del ahora, de una apropiación de la naturaleza y de la cultura. La poesía, como una forma de pensamiento, de conscien- cia, contribuye al erigir, al velar porlos lugares en tanto forma humani- zada del espacio, a través de la crea- ción simbólica, a reapropiarse del entorno.

Es el caso del poema de José Ra- món Mercado “La casa de mi ma- dre”, de Agua del tiempo muerto, en el que se lee:



Una calle larga apenas recobrada en la memoria
El verde ultrajado que acerca a la colina
El calor que enciende los sueños La tarde solitaria El patio lejano
El tatuaje de verano de chicharras incendiadas
Los árboles del huerto
Aún el viento llega alegre entre el paisaje
Hay un cielo de pájaros cantando que pasa
Todo parece igual Menos la casa El silencio de los cuartos
La puerta de tejuelo El quicio
La tinaja
La sombra del árbol

Fuente: (1996, p .44).

Afloran allí la familia, el espacio recordado, el tiempo que se fue. En poetas como Rojas Herazo, Mer- cado Romero, Gómez Jattin, Fe- rrer Ruiz y García Usta se observa también la conjunción espacial a través de la conjugación de casa-ex- periencia-oralidad-memoria-entor- no-familia, la cual contiene varios acercamientos y posibilidades: laprimera, en conjunto con la familia, representa una poesía, una poética del linaje, esa que celebra la conjunción de lo épico y de lo mítico, donde el valor del linaje como destino adquie- re “fuerza valorativa que concluye y organiza artísticamente la vida del otro”, de manera que el valor crece en el destino (destacado del autor) (Bajtin, 1982, pp. 157-158). De esta manera en la otredad, el poeta, como valorador de un proceso dramático se considera continuador de la vida de los otros, de la familia-pueblo, del género humano, y así mismo de los sagrado y de la muerte; de lo épico en tanto “narración mítica de lo vivido” (Paladines, 1991, p. 110). Pero además, refleja la extensión del cuerpo que las habita y se afirma como bases de recreación e imagina- ción, de refugio y seguridad. Igual sucede ello en poetas como Rómulo Bustos, Jaime Manrique, Meira Del- mar y los ya mencionados. En cuan- to al entorno, el poeta se viste de lo estable, preservándolo a un “seguro estar”, de manera que en palabras de Heidegger (1983) ese “Mantener todo en pie y por sí mismo” signi- fica “fundar” con cuatro voces que resuenan: tierra, cielo, hombres, dioses (pp. 163-192). Pero acá agre- gamos, además, otros elemento pri- migenios: agua, aire, viento, fuego).

Se piensa, entonces, que todo es- pacio habitado contiene en su esen- cia la concepción de hogar, de mora- da, y, desde el terreno de los valores,conforman una comunidad donde se unen memoria e imaginación, de forma que la casa o el patio experi- mentan y traducen una narración o cuentan la propia historia de los te- soros del pasado, su fundación, sus raíces, su lugar mítico, o, como lo ha llamado Javier del Prado (2009), el “espacio o añoranza del nido”, ejer- cicio de proyección o contemplación del paisaje en el que el yo que crea armoniza con el yo que lo vio.

La casa y la tierra allí son signos del asidero del (con el) tiempo, y los elementos terrenales y corpora- les cobran su sentido escritural, su levitación y culminación. A su vez, estos espacios hablan de lugares de la memoria (Nora, 2009), que a su vez conforman identidad de lugar, la cual sucede entre las personas y no geográficamente (Proshansky y otros, citado por Vidal, 2005) y, tras de ello, se muestra como expresión de la cultura. Así, se observa una geopoética, que revela una cone- xión íntima, sinónima con la poesía geocultural pues convendría en ser la unión de los constructos tiem- po-memoria y espacio en un con- texto, en un espacio determinado. La identidad de lugar o cultural se afirma en las cogniciones que el ser humano desarrolla en su vida coti- diana y en las cuales establece vín- culos emocionales, da significados y de pertenencia con su entorno, entre los cuales se destaca la familiaridad y la estabilidad. No obstante, su ser se va transformando de acuerdo adonde vaya, sin dejar en el olvido su lugar originario (4).

Quizá una primera respuesta se- ría la que expresa Gilberto Gimé- nez (2009) a este respecto cuando explica que al articular los términos cultura, identidad y memoria, debe asumirse a la cultura (retomando a Geertz, 1989) como “pautas de sig- nificado” que provocan “materiales de construcción” de las identidades sociales, “en tanto que la memoria sería el principal nutriente de las mismas” (p. 7). Ello culmina en una identidad ontológica, en la que pre- gunta por el ser conlleva, en el caso de Mercado y de los poetas del Cari- be colombiano, también la pregunta por la identidad de origen, una identi- dad caribe (mestiza) (Ralph Premdas, citado por Gabriel Ferrer, 2004, pp. 252-263), reflejada en una escritura identitaria creativa.

Es lo mismo que viene a decir Ju- lio Ortega en cuanto a hablar de una identidad imaginaria, que es aquella “donde el poder de la lírica reha- ce la utopía literaria de un conoci-miento fragmentario pero cierto del mundo en palabras. Más inmediata a los lenguajes de la cotidianidad, como un registro de la subjetividad conflictiva del sujeto en este fin de siglo”. Así, la poesía del Caribe co- lombiano, desde esta perspectiva, vendría a reconstruir el “cuerpo sim- bólico de la identidad, esto es, como valor moral del habla dialógica” (1995, p. 61), mediante una trama de la subjetividad del poeta (5), en la que entran percepciones, memorias, sa- beres y sentimientos que impulsan una orientación para actuar en el mundo, mediante una identidad re- flexiva, del distanciamiento. Se trata de un percibirse como un nosotros, con un sentido de pertenencia a un espacio, a una comunidad, pero sin hacerlo de manera esencialista.

Así, la poesía de Mercado, García, de Gómez y de Ferrer devendrían en reinstaurar “una moral de la co- munalidad como una política de la identidad actual” (Ortega, 1995,p. 59). Esta poesía tendría que ver como una muestra de la poesía del espacio, como muestra de resisten- cia ante un mundo globalizado, anteuna conciencia poética antinacio- nal, pero inserta en una poesía del mundo, de “hacer sentido”, de una posición sobre los imaginarios do- minantes o hegemónicos. Represen- ta, también, una poesía anticanónica que, como la de Candelario Obeso, cuestiona el canon occidental his- pánico, blanqueado, occidental. De allí que quepa recordar la propues- ta de Caballero (2010) en el sentido de que las literaturas del Caribe se puedan leer como un corpus de poé- ticas unificadas cuyos objetivos son reconstruir la identidad de sus pue- blos y deconstruir el canon estético occidental.

Discusión

Agua del tiempo muerto: la reinci- dencia del paisaje y de la memoria

En Agua del tiempo muerto (1996) Mercado retoma varias de las temá- ticas de No solo poemas (1971) en su primer y segundo apartado: la casa, el pueblo, la región, la memoria fa- miliar como retrato de unas relacio- nes numinosas, de un recuerdo nun- ca mancillado, sagrado. Allí están los hermanos, la madre, el padre y su labor de zapa dentro de la fami- lia, una imagen provocativa y dolo- rosa.

Constituido por crónicas, prosas semipoéticas y poemas, el libro se inscribe como un texto híbrido. Sir- ven aquí los términos de Glissant para describir que este libro contie- ne desplazamientos metonímicos, como se ha señalado antes, de una natura- leza fugitiva o heteróclita que busca mostrar al lector un libro variado, lleno de textos, en el que es impor- tante su naturaleza de “complicidad relacional”, en palabras de Glissant (1990, p. 161). Agua del tiempo muerto manifiesta una alta calidad poética, al igual que La casa entre los árboles (2006) y Tratado de soledad (2010), en los que demuestran un cambio de ritmos y temas, de expresiones y formas poéticas. Junto con Agua de alondras y Tratado de soledad, es de los libros más significativos de la obra poética de Mercado.

Y es que la poesía de Mercado había girado alrededor de muy di- versos y variados temas: en No solo poemas, desde su primer apartado, “Infancia”, el hablante realiza una apertura temática: la casa, dentro de la cual permanecen la familia, los hermanos, la madre, el padre, el hijo. En la poesía posterior, hasta antes de Agua del tiempo muerto, gi- raba alrededor de otras situaciones: el amor erótico en Agua de alondra; se desplegaba la poesía política en El cielo que me tienes prometido; lapuesta en escena de personajes his- tóricos mediatizada con la reflexión de un hablante lírico que convidaba o conminaba, en Retrato del guerrero; el juego temático y de títulos en Ár- bol de levas, además de textos poéti- cos que reiteraban su crítica acerba al sistema y la dramatización de hé- roes populares en La noche del knock- out y otros nocauts (1996).

“Estancia del poeta”: región, ma- tria, geosímbolo, memoria

En esta primera parte, titulada “Estancia del poeta”, en la introduc- ción, el autor, Mercado(1996) toma la palabra a través de una declara- ción o introducción titulada “El ofi- cio de escritor”, en el que hace un balance de su obra para culminar con una afirmación: esta obra ini- cial, hasta ese momento, resulta un esfuerzo “dirigido a un reencuentro conmigo mismo” (p. 11) y de su pro- pia obra, y el libro, el resultado de una publicación en un libro–home- naje al festival de gaitas, en Ovejas, Sucre. La reincidencia del nombre de este lugar se encuentra, para lla- mar la atención, en la dedicatoria a su segundo poemario, El cielo que me tienes prometido, en el que expresa: “a Ovejas, mi pueblo, empinado ahí bajo el cielo” (1983, p. 7). Ello es co- herente con la declaración-introduc- ción de Mercado, en la que conside- ra que el texto nace como memoria, como:

testimonio de afecto sobre al- gunos personajes de mi pueblo.Sobre temas y aspectos conju- gados entre la intemporalidad y el rumor que surge de la poesía […] He tratado de construir una poesía útil a mi sentido estéti- co, que calcara el espíritu de la gente humilde que evoco. Ello, de acuerdo con las corrientes in- teriores que nos obligan a dejar un testimonio de amor ante los amigos, ante el mundo, ante la vida. Es una visión íntima de este mundo que se aparece como un fantasma en mis recuerdos (Mer- cado, 1996, p. 12).

Dar testimonio, “poesía útil” y “vivencializar”, en sus palabras, aparecen como tres ejes de esta de- claración, de este libro-collage, para conjugarse con el retorno a los “lu- gares sagrados” y en el que la poesía trata de conjugar la intemporalidad y el rumor, la sencillez y la ensoñación. Tiene una semejanza con las palabras con que Gonzalo Rojas describe en su Introducción a los poemas de Delia Domínguez: “una ruralidad siempre trascendida, con mucha agua honda en el seso de la alumbrada, sin que deje de hablar el aire ahí, la tierra, el fuego” (Rojas, citado por Mansilla, 2004). Lugares sagrados, lugares de memoria, lugares de identidad, que se entroncan con el término Cuater- nidad que emplea Martin Heidegger al integrar cuatro vocablos: tierra, cielo, divinos y mortales, a través de los cuales se fundamentan el lugar, el espacio de las divinidades y los hombres que viven bajo ese cielo ycomparten a través de una unidad originaria, a través de un espacio primitivo en el que se vive un histo- rial, una narrativa donde se vinculan modalidades trágicas y románticas que tienen que ver con la conjunción memoria y territorio, lar, Mnemosine y locus amoenus:

[…] haber nacido en un paraje que creo que debió ser un lugar del paraíso, que estaba lleno de árboles, de pájaros, de sueños, de soledades, de amor, de animales, de cielos abiertos, de aguas vivas y de flores silvestres (Mercado, 1996, pp. 12-13).

Destacan allí varias palabras como una poética que se expresa a sí misma: paraje, que se convierte en paisaje, en “vivencializaciones pro- fundas” (en palabras de Mercado) o revelación experiencial, pero que va más allá. Edouard Glissant, acerca de ello, ha indicado: “décrire le paysa- ge ne suffit pas. L’individu, la commu- nauté, le pays sont indissociables dans l’épisode constitutif de leur histoire. Le paysage est un personnage de cette his- toire” (“describir el paisaje no es su- ficiente. El individuo, la comunidad, el país, son episodios, componentes inseparables de su historia. El pai- saje es un personaje de la historia”) (Glissant, 1981, p 199. Traducción mía).Al mismo tiempo, se colige una teoría literaria en la que la expresión adquiere condiciones de utilidad, de transmisión. Existe allí una coin- cidencia con la poesía lárica chilena: recuerdos de paraísos perdidos, me-moria de la infancia. Para Bachelard, quien retoma una vieja frase, “trans- portamos allí nuestros dioses lares” (1997, p. 25), implica que la región lejana, la memoria y la imaginación no se pueden disociar (1997, p. 35).

Acerca de las modalidades láricas, se presenta en el siguiente poema, “Estancia”, en una primera lectura, el retorno a la infancia:



Es como si la infancia se hubiera ido de la estación
De los pájaros
Del abierto sol que maduraba los frutos
Del dulce cielo de la gaitas
La vida tenía un aire secreto en cada espiga del día
[…] La Estancia era un tiempo aro- mado de paisajes
De amaneceres picoteados de pájaros Y presagios alojados
[…] El recuerdo florecido
El camino sembrado de silencio
El tiempo perpetuo de la memoria […]

Fuente: (1996, p. 31).

El lar, en este caso, el hogar, repre- senta el lugar del ayer. A este respec- to, Jorge Teillier, en su ensayo “Los poetas de los lares” expresa:

Un primer hecho que establece- remos es el de que los “poetas de los lares” vuelven a integrarse al paisaje, a hacer la descripción del ambiente que los rodea. [… de] su búsqueda del reencuentro con una edad de oro, que no se debe confundir solo con la de la infan-cia, sino con la del paraíso perdi- do que alguna vez estuvo sobre la tierra […] ¿Por qué esta vuel- ta? […] algo más, un rechazo a veces inconsciente a las ciudades, estas megápolis que desalojan el mundo natural y van aislando al hombre del seno de su verdade- ro mundo. En la ciudad el yo está pulverizado y perdido. (Teillier, 1965, en línea).

Estos versos dan el tono del li- bro: paisajes y tiempo de memoria, identidad de lugar, pero también de elegía. No es una memoria trá- gica sino nostálgica. En el poema siguiente, “Caminos”, el hablante describe “Los caminos recorridos agonizan en la memoria” (p. 32). O: “Los caminos de invierno eran de niebla /—Memorias de ceniza— […] Grietas de sueños que se bo- rran en el tiempo” (1996, p. 33). La memoria se conjuga como recuerdo, como canto a lo ido. Se presenta, de alguna forma, la desaparición y la recuperación del espacio, del lu- gar. Canto al recuerdo, la memoria cubre los visos de una recuperación ahistórica (“El recuerdo florecido”), de la imagen de lo ausente, de lo mí- tico, de lo mitificado.

Esa “creación del mito” y del or- den conviene en un retorno a lo an- tiguo para Mercado:



[…] Del barro negruzco era el can- sancio de los caminos
El corazón de súbito saltaba Como el eco entre las breñas […]
Los caminos de la tarde eran lentos Hilos desvanecidos en el tiempo del crepúsculo
—Como el aroma de la lluvia—
Los caminos de la noche eran largos Senderos zurcidos de sombras Sueños pendientes como témpanos de agua muerta […]

Fuente: (“Caminos”, 1996, pp. 32-33).

Lo onírico (“Sueños pendientes”), conjugado con lo acuoso, pero es- tancado “como témpanos de agua muerta”, dan cuenta de la conju- gación de una interioridad que se externaliza, para resemantizar un magnificación de los espacios, del inscape al landscape, de lo interno a lo externo, cuya redescripción permi- te la elaboración de una poesía que se constituye en un homenaje a los lugares región-memoria también, pero como “Hilos desvanecidos en el tiempo del crepúsculo”, a una región en desaparición pero que se mantiene por los hilos unificadores del camino, de los signos. El camino se constituye en la construcción on- tológica, lírica y conectora. En la sín- tesis cordial del diálogo de los espa- cios rutinarios, del orden espacial, del espacio-tiempo. El cronotopo se convierte en un ahí y un ahora. El camino es la síntesis que revela a un viajero, a un observador que recorre con los signos semánticos, con los signos de la escritura un recorridode la memoria y el paisaje. Repre- senta un viajero del cuerpo, un pere- grinar del mundo. Cuerpo y mundo combinan una constelación de pere- grinajes, de caminos: por el cuerpo, por el mundo, por la memoria, por la escritura.

Existe allí, también, una mitifica- ción del espacio. No es un espacio primitivo; es un mundo revelado por “objetos aislados”, sin continui- dad. Ese espacio mitológico se pre- senta “a modo de mosaico” y se di- lata arbitrariamente en el tiempo de los loci (lugares) llenos de nombres propios, dándoles un carácter refe- rencial y definido a esos mismos es- pacios, delimitado siempre, peque- ño y cerrado, aunque el mito tenga dimensiones cósmicas (en palabras de Lotman y Uspenskij) (1979, pp. 118-119). Estos lugares, así descritos, revelan la identidad. Esta surge de la referencialidad con que el poeta utiliza o menciona el paisaje.

Mímesis y representación verbal de la realidad exterior, bajo un pro- ceso semiótico, se configura una reconstrucción de la realidad exter- na mediante una realidad interna, nuevamente exteriorizada a través de la escritura. Donde culmina el es- pacio real empieza el de la creación. Parafraseando el título del ensayo de Fernando Aínsa, se pasa del to-pos al logos, como un propuesta de geopoética (6) en la que el espacio fun- dador es recreado por el lenguaje desde diversas perspectivas.

El ser en el texto representa el ser- en-el-mundo. La escritura represen- ta su despliegue. El mundo, el espa- cio, se reactivan intertextualmente a través de la memoria transformada en la representación lírica que rea- liza el poeta. La memoria testimo- nia su continuidad temporal a tra- vés de lo que se relata, de lo que se poetiza, y, con ello, su identidad, su mismidad en el tiempo, dándole su configuración específica. Cuando el espacio soporta ser relatado, cuando se vuelve acción narrativa, se consti- tuye allí la identidad, según Ricoeur (2003, p. 88). La memoria y la ima- ginación, pero también la identidad imaginaria que postula Julio Ortega atrás, a través de la escritura, entran en juego. La poesía del espacio se considera, así, un verdadero “siste- ma de lugares” literario, un campo semántico de lugares posibles que reabren un prodigioso imaginario geográfico, mítico, cosmológico, acorde a una interpretación, a una hermenéutica escriturada del poeta, representado en un nombrar funda- cional, en una esencia y escenifica- ción de todas las cosas, a una escri- tura geocultural, si se trata de una representación del aquí y del ahora.

La poesía, como una forma de pen- samiento, de consciencia, contribuye al erigir, al velar por los lugares en tanto forma humanizada del espacio, a través de la creación simbólica. Se trata del papel de la apropiación de la naturaleza a través de la represen- tación desplegada del paisaje, de allí que el espacio se considere

un punto de anclaje, y una ima- gen fundacional de la realidad, las geografías literarias serán tam- bién signos complejos, abarcado- res y expresivos, con una enorme resonancia en los mapas mentales sociológicos de pueblos e indivi- duos (Llarena, 2007, p. 44).

La poesía de Mercado Romero, pero también las de García, Ferrer y Gómez Jattin se hacen parte del retorno del término arquitectóni- co de “espacialismo” o “giro espa- cial”, que no considera el espacio como algo absoluto sino relativo y se constituye en parte de los replan- teamientos del arte y de las ciencias humanas en tiempos en que la glo- balización se constituye en el lugar y tiempo de la disgregación, ante lo cual ha resurgido en el mundo un retorno por la memoria y la identi- dad. Estos se constituyen en meca- nismos, en estrategias de reforza- miento, en elementos reterritoriali- zantes, antiglobalizantes.

En el poema de Mercado la me- moria redescribe el pasado, lo hace suyo, a través de recuerdos, de imá- genes, de fragmentos, de la expe- riencia, de lo inmediato, de lugares. Ante lo cual, podría afirmar, como en el caso del poeta Teillier, quien, desde una visión etnográfica-poéti- ca, geopoética, geocultural, puede indicar: estuve ahí. De allí que Teillier exponga que los poetas láricos

son observadores, cronistas, transeúntes, simples hermanos de los seres y las cosas. Los habi- tantes más lúcidos, tal vez, pero en todo caso, habitantes más de la tierra. Y quizás consecuencia de esta actitud es la de que el lenguaje poético no se diferencia fundamentalmente ya del de la vida cotidiana: no se buscan pa- labras brillantes y efectistas, se emplean frases y giros corrien- tes, sin desdeñar por esto las ex- periencias de renovación verbal (Teillier, 1965, on line).

Poesía etnográfica, de testimonio, pero en el fondo naturalista, es de- cir, panteísta, busca, también, tras- poner los lugares de la memoria, de reconstruir, de evocar la “región – memoria”, dice Pierre Nora. En este caso, la poesía adquiere otra conno- tación: de alguna forma geocultural, de “lugares de la memoria”, en elque se concentra la “identidad de lugares” o “ámbito original” (Mo- reiras, 1991, pp. 42-44), y al mismo tiempo una identidad lárica en su concepción. La poesía se asume como descriptora de una combina- ción: memoria y paisaje. Esta combi- nación conjuga el espacio identitario en el que “sucede” el poema. Este se asume como un espacio singular; el paisaje desde donde se “narra” sirve para ubicar un espacio no solo enunciativo sino terrenal, histórico, del que surge el yo poético: este es- pacio desde el que canto es mío, me identifica, revela mi identidad. Así, en el poema “Caminos”, de José Ra- món Mercado, el paisaje se agranda más allá de lo terrenal, y el patio se constituye en otro cronotopo.7 Cen- tro del universo, el patio también se constituye en el lugar de la intimi- dad, del compartir y disfrutar, cen- tro vital de la memoria, el retorno y la identidad:

Los caminos recorridos agonizan en la memoria

Cada camino era el fuego del día Una luz
Un sol encendido en los pasos Cristal de agua derretida entre pie- dras
Rama florecida de cantos
Sombras diáfanas bajo el agobio de los amaneceres
Cielo azuloso y distante
Aroma de frutas maduras y pájaros y árboles […]

Fuente: (1996, p. 32).

También representa un itinerario, una travesía, el camino emocional que se axiologiza semánticamente (Mateo Palmer, Álvarez Álvarez, 2004, p. 147). Las metáforas empla- zan imágenes vívidas no solo por los elementos (fuego, luz, sol, agua, cantos, cielo, frutas, pájaros), sino por la verticalidad y materialidad representadas en un movimiento continuo: día, encendido, derretida, florecida, diafanidad. Pero el paraí- so que se retorna adquiere también otras connotaciones: de decadencia, dolorosa nostalgia. Tal es el caso de “Ovejas”:



No existe una fruta madurando en el patio
No hay un grito que te llene
Solo te puebla ese aire blando y seco De gaita de hueso por dentro […]

Fuente: (1996, p. 34)

Bachelard (1997) llama a este tipo de casas de ensueños, donde se estable- cen, cuando la casa no existe, los va- lores del sueño, “la casa de aliento”, del soplo y de la voz, estremecida entre el límite de lo real y de lo irreal. A este tipo de espacio se le podría de- nominar también espacios de ensueños. Afirma también Bachelard:

Todo espacio realmente habitado contiene la esencia del concepto de hogar, porque allí se unen lamemoria y la imaginación, para intensificarse mutuamente. En el terreno de los valores forman una comunidad de memoria e imagen, de tal modo que la casa no sólo se experimenta a diario, al hilvanar una narración o al contar nuestra propia historia, sino que, a través de los sueños, los lugares que habitamos im- pregnan y conservan los tesoros del pasado. Así pues la casa re- presenta una de las principales formas de integración de los pensamientos, los recuerdos y los sueños de la humanidad. Sin ella, el hombre sería un ser dis- perso (pp. 92-93).

El poema hace referencia a un tiempo trágico, a “un invierno que moja el tiempo / Y se posa sobre el polvo de las calles”, donde la gente “se ahoga en el ron caliginoso del silencio”, en una



Tierra herida de muerte Atada al sol
Y al viento
A pan y agua sobre el tiempo
¡Cómo te pesan las sombras! Y esa angustia
Que me cae en silencio
Como el agua que rueda en la luz Y me sabe a óxido de aldabones (p. 35)[…]
¡Ovejas!
Solo existes en el color blanco de tus tumbas
Y en el musgo triste de tu aire deso- lado

Fuente: (p. 35 - 36).

El tiempo no solo se sustantiviza, se recosmiza. Se torna en escritura de y con el tiempo de la memoria, de la luz. La escritura del tiempo se escribe también en el silencio, en el agua. La naturaleza se reescribe y ahonda. Se quiere trasladar a un tiempo bucólico, a un paisaje pasto- ral, de exuberancia. El paisaje rural se encuentra cargado de melanco- lía, de beatus ille. Pero no obstante, ese espacio tan finamente delinea- do, lo es también de rupturas, pues es un tiempo feudalizado, ruraliza- do, ha penetrado la modernidad en forma de violencia: “Tierra herida de muerte […] Solo existes en el color blanco de tus tumbas”. Estos versos resultarán premonitorios con relación a las que mostrará Romero en Tratado de soledad y desarrolla en otros textos.

El tono dramático retorna en “Dos o tres vidas y otras muertes”. El poe- ma comienza con una mirada edé- nica: “La casa era patio de juego de la soleada infancia / […] Y el amor como el fuego residía entre noso- tros” (p. 39). No obstante, el poema se torna ominoso: el hermano que no regresa, la madre que se diluye por la pena, la muerte del padre y del caballo, los problemas económi- cos, la salida del pueblo, de manera que



Solo que mi pueblo es ya un mon- toncito
De luces ya difusas
Y uno que otro recuerdo apagándose
en la memoria

Fuente: (p. 39).

Entre el patio, el camino, la calle, el cronotopo hace tangible la identi- dad. El espacio, como eje simbólico y social, señala la pertenencia a un entorno identificatorio, como una categorización social e histórica, y el escritor se encarga de revivificarlo en lo territorial, psicosocial, temporal, conductual, social e ideológicamen- te (Valera, citado por Vidal y Pol, 1994). El cronotopo en tanto espacio y tiempo de/para los lugares mar- ca los procesos identificatorios y de memoria, reconstruyendo con ello el sentido humano y el sentido históri- co. La poesía, así, se constituye en un “re-construir” sentidos y significados mediante la apropiación del espacio en el sentido de lugar “propio” a tra- vés de su experiencia, de un apego, de una apropiación, en identidad. La poesía se torna en apropiación histó- rica, cultural y social.

Al mismo tiempo, se expresa el landscape y el inscape, lo exterior e interior, espacio y casa y memoria, paisaje y apropiación, el espectáculo exterior contribuye a configurar lo íntimo, a corporeizar el ser y a re- presentar el estar y consolidar el ser. La relación entre existencia humana y mundo se transforma en percep- ción y experiencia del lugar a través de la conquista interior, en espacio vivencial, espacio vivido; en espacio que se tiene y se es (del yo) tanto en lo íntimo como en lo imaginativo. Se presenta, entonces, un espacio de concentración: el ser-uno con el espacio se constituye en arraigo, en espacio de apego, de habitar el ser.Lo espacial se vuelve intenso. La simultaneidad de lo externo en lo interno conviene en convertirse ya no una espacialidad dual sino una manifestación in-tensa de lo ex-ten- so (Aínsa, 2003, p. 24). Se descubre la “inmensidad íntima” en lo vas- to. Existe, pues, una conexión entre casa y universo, entre cuerpo, casa, universo y árboles o madera como sostenedores de la casa, como cen- tros de lo estable y de lo vertical, de lo concentrado.

Se puede pensar, a partir de Mer- cado Romero, García Usta y Ferrer Ruiz, entonces, que todo espacio habitado, todo paisaje, contiene en su esencia la concepción de hogar, y, desde el terreno de los valores, conforman una comunidad donde se unen memoria e imaginación, de forma que la casa o el patio re- presentan una narración del pasado desde el presente, en el que el tiem- po se espacializa como recuerdo en y desde el lugar. Estos poetas buscan mostrar la estructura de sentimientos, en el sentido inicial que lo expresa Raymond Williams:

la eventual estructura de senti- miento no se basa solo en la idea de un pasado más feliz. Se inspi- ra además en esa otra idea, aso- ciada a la primera, de inocencia: la inocencia rural de los poemas pastorales, neopastorales y re- flexivos [...] El contraste retórico entre la vida de la ciudad y la del campo es en realidad tradicional (2001, p. 75).

La casa conjura la integración de los sentidos, pensamientos y sueños, constituyéndose en un paralelo con el cuerpo y de este con la memoria como tiempo. Al mirar desde la casa y del cuerpo se aprende a mirar des- de nosotros otros conceptos como los de valor, cultura y naturaleza, in- dividuo y sociedad. La casa y el pai- saje como espacio de símbolos y de recuerdos revisitados, su figuración (su lectura y recreación) se consti- tuyen, en el decir de Bachelard, en “diagramas de psicología que guían a los escritores en el análisis de la in- timidad” (1997, p. 70).

Y son justamente los dos siguien- tes poemas de José Ramón Merca- do donde el recuerdo cobra vida, se sustantiviza, pero repitiéndose también las primeras imágenes-pa- labras, imágenes-mundo de cada poema:



La casa despertaba cada mañana Alboreada de pájaros
Tibios cantos que poblaban los árbo- les despiertos
El cielo reposado al fondo […]

Fuente: (“La casa, los árboles y los pájaros”, 1996, p. 37).

Y en “Dos o tres vidas y otras muertes”:



La casa era el patio de juego en la so- leada infancia
Las mañanas poblaban de trinos la arboleda del patio
Las ciruelas y las moras aromaban el cielo por las tardes
Y el amor como el fuego residía entre nosotros […]

Fuente: (p. 38).

En este último poema se revelan la expansión de lo íntimo desde los diferentes conceptos de memoria, donde casa y patio se constituyen en el centro de los recuerdos y par- te de la memoria, lugares de memo- ria, término que para el historiador francés Pierre Nora, sirve para nom- brar los locus memoriae, constituidos por el espacio, el gesto, la imagen, el objeto, hechos o personajes que conforman un conjunto en el que es- tos espacios desentrañan su verdad simbólica más allá de su realidad histórica. Se quiere, así, constituir su conjunto simbólico y la unión que las reúne busca “fijar un estado de cosas, inmortalizar a la muerte, ma- terializar lo inmaterial”, de manera que

la memoria solo se acomoda de detalles que la reconfortan; ella se alimenta de recuerdos vagos, globales, flotantes, particulares o sensibles […] La memoria ins- tala el recuerdo en lo sagrado; la historia lo desaloja, siempre procesa […] los lugares de me- moria viven de su aptitud a la metamorfosis, en el incesante rebote de sus significaciones y el bosque imprevisible de sus rami- ficaciones (Nora, 2009, pp. 3- 16, en línea).

Desde el ángulo socio-cultural, la región o la matria representa para los poetas y narradores la asunciónde un “espacio cuasi-sagrado do- tado de alta densidad simbólica”, un geosímbolo bajo el cual adquie- re una “dimensión simbólica que alimenta y conforta su identidad” (Bonnemaison, citado por Giménez, 1996, p. 12), adoptándola de mane- ra semiótica, es decir, como pautas de significados (Geertz, 1991). Me- diante la contemplación subjetiva o contemplativa y mediante términos simbólicos-expresivos y emocio- nales, el creador estructura su per- tenencia dando cuenta de su apro- piación estética mediatizando al pe- queño espacio vivencial de su nicho o matria. La poesía se convierte en un geosímbolo. Esta geopoética re- estructura la concepción espacial y temporal, la resignifica. La poesía se convierte, más allá del lugar, en una expresión recontextualizada y recontextualizadora. El poeta la im- buye de una autonomía que, como en el caso de Aurelio Arturo, revali- da un espacio otro, americano, cier- to. Esa revalidación, de ese retrato espacializado revela el paisaje como autonomía estética, geocultural.

“Del tiempo muerto” y el paisaje bajo la mirada del otro

Si en el apartado “Estancia del poeta” la poesía mostraba el terri- torio y los espacios íntimos, media- tizada por una voz en primera per- sona interpuesta, ahora, en el que el hablante se refería a un espacio abs- traído, en “Del tiempo muerto”, el segundo apartado, el hablante edul- cora la temática: el paisaje se mues-tra a través de la mirada del otro, de un oyente lírico y de unos perso- najes que desfilan a través de este. Los lugares, abiertos, designados, tiene nombres: El Pozón, Tinavieja, El Tendal, Puertoescondido; reen- carnan un mundo “familiar”, con espacios mitológicos, entendidos como lugares con nombres propios, realizados, definidos, delimitados (Lotman y Uspenskij, 1979, pp. 119- 120). También se presenta una temá- tica de manera esclarecida: el agua. De hecho, es una prolongación del primer apartado, pero ahora el agua es el camino, la imagen. Lo lárico aparece a través de la “gritería del pueblo llegando como un aroma / Que se regaba en los brocales // Agua chapoteada de bestias […] En el agua espesa de la alberca / Las alondras locas del verano / Bebían el agua del tiempo muerto” (“Agua del tiempo muerto”, 1996, p. 54). El cronotopo resurge:



Perdida entraña de los motungos en el tiempo
Tiempo que se distancia de la memo- ria
Nicolasa Concepción Eloísa
Eva María Praxedes
Eran el aroma del agua La frescura de la tarde[…]
Alcanzo a recordar el alero de la calle nueva
Como un estribo colgando de los ija-res del pueblo

Fuente: (“Breve aljibe bordado en oro”, p. 55).

Tiempo detenido, tiempo muer- to, la memoria entroniza, dinamiza a través de la escritura. Como libro misceláneo, en el texto Mercado in- troduce en este poemario descrip- ciones, crónicas poéticas, poesía en prosa, las cuales perpetúan un espa- cio secularizado y al mismo tiempo poético. Caminos, infancia, nom- bres, familia, se funden:

Toco tus aguas tersas que respiran frescamente desde la entraña pro- funda de tus propias raíces. Desde la misma cofia de los árboles. Y mi in- fancia se inunda con la presencia de las voces de mis hermanos Marco y Jairo. Oigo el cristal de la risa de mis primos Laureano y Julio, rompién- dose en el aire, como una tonada que llega de lejos. No es posible agolpar tantos recuerdos. Tenía que estar in- clinado sobre tu brocal, como ahora, para sentir el borde intangible de los sueños (“Concierto íntimo del agua delgada”, p. 59)

El aquí y el ahora, el tiempo y el lugar rememorativo, el pasado ante el presente, reconocimiento y apro- piación, la memoria reconstruye a través de asociaciones y transferen- cias, se teje una historia relacional: autobiografía y ficcionalización, apropiación del lugar y memoria de los lugares, donde la memoria familiar concurre. Es la misma que va aparecer en forma acendrada en el poemario La casa entre los árboles.

En “Variaciones alrededor de tu sue- ño”, una especie de poema amoro- so, el hablante, en su parte IV y VI, a través de un tono dramático implo- ratorio, combina el espacio paisajís- tico con el de los vegetales nativos y aculturados:

IV

Hay un sol que naufraga en las sombras
Entre delgadas rebanadas de remolachas
Y lonjas terracotas de zanahorias Y cocombros y pepinillos encur- tidos
Y cantos de pájaros en la ma- ñana
Y sortilegios florecidos
¿Cómo deshollejar berenjenas tiernas
Entre vinos añejos?
¿Un cielo de cerezas tornasolado al punto de tu paladar? […]

Fuente: (1996, pp. 41-42).

VI

Pedacitos de sueños que gotean de una lluvia que regresa
El cocido de blandas acelgas El guisado de garbanzos naca- rados
El cielo estrellado de verdes carautas
El sabor íntimo de las espinacas La torta de coles palpitando bajo la lumbre
La ensalada de habichuelas re- llenas al vapor
El encanto de las candias silves- tres
Los almíbares amorosos reparti- dos entre los hermanos
Los atardeceres lentos de cre- púsculos apagados Coronados de tu presencia

Fuente: (1996, pp. 41-42).

En el decir de Walter Mignolo (1996), ocurre en esta poesía el cru- ce de percepciones culturales, de las muestras y sensibilidades en la que concurren las ubicaciones geocultu- rales con su sentido de territoriali- dad, en la que no solo se incluyen el idioma la comida, los olores, el paisaje, el clima sino todos los sig- nos básicos que vinculan el cuerpo a los lugares (Mignolo, p. 24). De allí que el entorno cobra un inusitado valor de intercambio, de armonía. Y una de esas muestras surge a par- tir de una versión de la gastronomy poetry, en el sentido de re- fundar, de renombrar, a través de los frutos y vegetales de la tierra, a través de su imaginería, lo cual agrega mayor sentido a la apropiación del lugar identitario.

Conclusiones

La poesía constituye una forma de renombrar, de dar identidad na- rrativa a quien la crea. El artículo ha planteado que el poemario Agua del tiempo muerto, de José Ramón Mer- cado, ha conjugado tres elementos importantes en su poética: la memo- ria, pues para Mercado esta consti- tuye un elemento relevante a través de la cual el autor ha dado cuentade cómo esta cifra un contar y un ser, es decir, esta, a través de su re- cordar reelabora y da posesión a un ser cambiante, transformativo, lo cual constituye una forma de dar testimonio de una poesía de la expe- riencia, lo genera una “vivencializa- ción” del mundo. Para el poeta esta recreación cimienta una identidad: soy, pero me transformo.

Por otra parte, el segundo elemen- to, el paisaje, se constituye en una realidad en la que subyace, en la que se recrea la posibilidad del mundo de la memoria, de tal manera que el espacio poético se asocia a un mun- do de recuerdos, un mundo lárico, a través del cual se recrea una geopoé- tica, un mundo en el que aparece una cultura, en la que se funden una memoria personal, la del espacio y la de un sujeto dentro de la historia, mediante una plenitud conviven- cial, identitaria. Entonces, la identi- dad, el último elemento, surge como una expresión narrativa, reflexiva, a partir de un distanciamiento donde el pasado y el futuro se refiguran, se transforman, se sustantivizan, mediante imágenes-palabras, imá- genes-mundo. Contar y recordar se funden. Coinciden estas apreciacio- nes con lo planteado por Adolfo de Nordenflycht (2003), en el que estas imágenes producen imaginarios geo- culturales, de los que resulta unas literaturas distintas, “otras”, desde las provincias, zonas, o localidades. Ello conlleva un “espacio subalter-no localizado” —según la catego- rización de Lefebvre—; y vivido y asociado a imágenes-símbolos, a “un lugar, estipulado histórica y relacionalmente, formado por iden- tidades individuales”, imbricadas por “lenguajes, referencias locales, reglas implícitas, escenario existen- cial concreto y simbólico, productor y producto de experiencias vividas” (p. 1).

El poeta, al escribir sobre su espa- cio, sobre su paisaje, lo ausculta y lo redefine en su conciencia artísti- ca, aplicándole técnicas como la se- lección, la simplificación, el despla- zamiento, el realce y la reducción o el aumento a escala (Barrow, 2001). En otras palabras, como ha indicado Fassi (2001), en el marco de su es- tudio sobre Evaristo Carriego, muy coincidencial con la poesía de Mer- cado, el creador rastrea y expresa los núcleos semánticos que la cultu- ra cotidiana le entrega mediante la densifación de las imágenes poéti- cas, reintegrándolos, dando cuen- ta de su figuración geocultural (p. 76). En ese sentido, Agua del tiempo muerto se constituye en un ejercicio poético que ahonda en la sensibili- dad del espacio-tiempo recordado y que ubica al paisaje contextualizado como escritura de la memoria geo- cultural, que se mueve, en muchos momentos, en una política de la me- moria de la experiencia, en memo- ria de una cultura. Como un viajero del tiempo, de la memoria, el poetaasegura no solo la supervivencia de su espacio, sino de todo su territorio convertido en paisaje (Pastor Bláz- quez, 2013, p. 95).

Lo que se ha pretendido es dar cuenta de que la poesía de Jairo Mercado revela una dimensión sim- bólica que reconforta una identidad narrativa, reflexiva, adoptándola de manera semiótica, es decir, como pautas de significados (Geertz, 1991), simbólicamente. Mediante la contemplación subjetiva o contem- plativa y mediante términos sim- bólicos-expresivos y emocionales, el creador estructura su pertenen- cia dando cuenta de su apropiación estética mediatizando al pequeño espacio vivencial. Reconocimiento, identidad, ser-en-en-el mundo, la poesía buscan reconstruir. La cul- tura se articula con la memoria y la identidad. Una poesía dialógica no solo con la naturaleza sino con lo ecológico y lo histórico. Entonces, nominar, poetizar, significan reco- ger los susurros de la naturaleza y del mundo, transcribirlos y eviden- ciarlos.

En ese sentido, estos poemas plantean «actos de redescubrimien- to imaginativo », de «reunificación imaginaria » (Hall, 2010, pp. 350- 351), frente al olvido de la Historia. Representan una mirada novedosa desde el Edén, con la que el mundo se reinventa, y el artista, de nuevo, representa un dios que reescribe bajo la luz del sortilegio.

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Notas

2 Julio Ortega, en su texto “identidad y postmodernidad en América Latina” (1995) indica que la identidad habla de un yo dramáticamente plural (p. 56), de una identidad pluralizada, analógica, que descubre lo similar en dos cosas distintas; una identidad crítica, parte de nuestra propia identidad y diálogo; una identidad de la hibridez, que busca un “diálogo inclusivo y profundo”.
3 El término lo utiliza Ottmar Ette, citado por Werner Mackenbach, en “Del éloge de la créolité a la teoría del caos. Discursos poscoloniales del Caribe más allá de la identidad” (2013). Aquí los utilizo indistintamente para Glissant o Hall, pero más como una propuesta mía.
4 La identidad de lugar surge como una relación dialéctica entre la identidad del yo, la forma física del espacio y el escenario social (actitudes, valores y tendencias conductuales), expresadas también en las características socioculturales y demográficas del individuo. Los cambios y transformaciones de las cogniciones de recursos, espacios, valores y preferencias definen la identidad de lugar sin que la persona se dé cuenta por lo cual, aparentemente, no puede comunicarse sino a través de las actitudes y comportamientos o cuando el individuo evoluciona o se ve amenazado. La identidad se integra en el self o yo cuando da cuenta de su ser en el mundo a través de las funciones del reconocimiento, de expresión y de atribución de significados: soy en cuanto me expreso, me muestro y me revelo desde mi lengua, mi dialecto, desde mi espacialidad y mi tiempo (Sergi Valera, citado en Zárate, 2004, pp. 216-225).
5 Esta irrupción de lo biográfico y lo autobiográfico desde finales del siglo XIX —y que se ha hecho más explosivo a partir de la mitad del siglo XX— es lo que ha denominado José Miguel Marinas (1999) el síntoma biográfico, una contrapropuesta rememorativa resultado del poder de homogeneización que la globalización ha invocado, el cual ha irrumpido en los procesos de memoria individual, grupal y colectiva. Las historias biográficas o autobiográficas producidas se orientan, así, a generar profundas redefiniciones identitarias al “proporcionar recursos y relatos para la sutura de las identidades rotas, o de dar nombres e imágenes a los huecos experienciales que no encuentran figura ni palabra” pero también a “colmar las formas de identificación del linaje o del trabajo o de las subculturas” (p. 60).
6 El título de la obra Del topos al logos. Una propuesta de geopoética (2006), de Fernando Aínsa, se relaciona con la apropiación del entorno por la palabra, a través de un ensayo que muestra el papel de la fundación del espacio en la narrativa latinoamericana, sus símbolos y cómo se apropia y es representado el ser humano como transformador de la naturaleza (topos) para luego recrearla y configurarla artísticamente (logos).
7 A este se ha referido Lázaro Valdelamar en su artículo (2008) “El cronotopo del patio en textos de cuatro autores del Caribe colombiano” al enfocar tal te- mática en la poesía de Héctor Rojas Herazo, Rómulo Bustos, Roberto Burgos Cantor y Mario Jurisch Durán. Allí postula que Respirando el verano, de Rojas Herazo, se constituye en un texto que influyó en los dos poetas y el narrador citados, a través de la figura del patio como forjador de identidades y la infancia como su lugar mágico, los cuales se unen mediante nudos indisolubles a través de imágenes cronotópicas (2008, pp. 35-38).
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