Resumen: El presente trabajo es una revisión general sobre la producción académica que aborda o toma en cuenta la historia de la familia en el Reino de Guatemala y los primeros años independientes de Centroamérica y Chiapas. Se realiza una revisión general sobre los principales hallazgos historiográficos publicados y presentados entre 1978 y 2020. El análisis ha sido desglosado en varias categorías que permiten tener una visión panorámica de los estudios analizados. Posteriormente se procedió a delinear las principales líneas de investigación realizadas hasta el momento. Por último, se proponen líneas de trabajo que puedan ser exploradas a futuro por jóvenes investigadores del tema1.
Palabras clave:FamiliaFamilia,matrimoniomatrimonio,CentroaméricaCentroamérica,ChiapasChiapas,independenciasindependencias.
Abstract: This paper is a general review of academic production that addresses or takes into account the history of the family in the kingdom of Guatemala and the first independent years of Central America and Chiapas. A general review is carried out on the main historiographic findings published and presented between 1978 and 2020. The analysis has been broken down into several categories that allow a panoramic view of the analyzed studies. Subsequently, the main lines of research carried out to date were outlined. Finally, lines of work are proposed that can be explored in the future by young researchers on the subject.
Keywords: Family, marriage, Central America, Chiapas, independences.
Resumo: Este artigo é uma revisão geral da produção acadêmica que aborda ou leva em consideração a história da família no reino da Guatemala e os primeiros anos independentes da América Central e de Chiapas. É realizada uma revisão geral dos principais achados historiográficos publicados e apresentados entre 1978 e 2020. A análise foi desmembrada em várias categorias que permitem uma visão panorâmica dos estudos analisados. Posteriormente, foram delineadas as principais linhas de pesquisa realizadas até o momento. Por fim, são propostas linhas de trabalho que podem ser exploradas futuramente por jovens pesquisadores no assunto.
Palavras-chave: Família, casamento, América Central, Chiapas, independências.
Número temático (artículos científicos) (sección arbitrada)
Un panorama historiográfico sobre las familias del Reino de Guatemala
A Historiographical Overview Families of the Kingdom of Guatemala
Um panorama historiografico sobre as famílias do Reino da Guatemala
Recepción: 03 Agosto 2021
Aprobación: 18 Octubre 2021
En 1820 se redactó el documento “Estado de los empleos que han sido provistos en una misma familia de esta ciudad de Guatemala, 1820” (Aragón Ibarra, 2018, pp. 1-12). Su objetivo fue denunciar ante la Corona a miembros de la familia extensa de los Aycinena, Larrazábal y Batres que monopolizaban los cargos públicos. Por lógica, otros individuos quedaban excluidos de las labores administrativas. Estos últimos, que se consideraron a sí mismos como los empleados idóneos, firmaron el texto y, así, expusieron la complicidad y complejidad de las redes familiares, y la obsesión por atribuir a estas el devenir político.
A partir de este ejemplo podemos afirmar un hecho bien conocido: la historia de Centroamérica es una historia de familias. De manera más puntual, en la historiografía la familia es un tema que ha sido abordado desde las áreas demográfica, social, institucional, del derecho, de género, étnica y fiscal. Se trata, entonces, de un tema que puede ligar los ramales del análisis teórico, las metodologías y los espacios académicos.
Considerando lo expuesto, este escrito realizará una crítica historiográfica de la familia a través de varias publicaciones de distintas áreas y perspectivas históricas. Estas se circunscriben a un espacio-tiempo específico: el Reino de Guatemala y la Centroamérica independiente. Es decir, los actuales Chiapas, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica entre el siglo XVIII y XIX. Este es un trabajo panorámico y exploratorio, debido a la extensión que se propone abarcar. No obstante, se encuentra precedido por las publicaciones de Eugenia Rodríguez Sáenz, quien ha realizado un balance similar para el caso costarricense (Rodríguez Sáenz 2001a, pp. 105-130; 1992a, pp. 145-183) y de George Lovell y Christopher Lutz centrado en estudios demográficos (Lovell y Lutz, 2000).
Se partió de una revisión, lo más exhaustiva posible, de producciones académicas centradas o que dan importancia a la historia de la familia. Por limitaciones de la pandemia de COVID-19, se usaron bases de datos digitales para encontrar los materiales2.
Se ubicaron al menos 193 trabajos donde la familia es un tema central, o al menos se le dedica atención en el análisis. El corpus documental incluye libros de autor, libros colectivos, artículos científicos y ponencias presentadas en congresos centroamericanos de historia que abordan la temática para la temporalidad señalada. La información se desglosó por fecha, tipo de publicación e idioma en que ha sido publicada.
El análisis de las obras permitió hacer un balance historiográfico, el cual es una síntesis ajustada de un estudio más extenso3. Además, se señalarán las principales líneas de investigación de las obras, lo que dará una noción general del énfasis analítico y metodológico del tema. Sobre esa base se trazaron líneas generales de los potenciales de investigaciones a futuro, partiendo de propuestas novedosas para Centroamérica y de Chiapas.
La historiografía de la familia en Centroamérica y Chiapas ha abarcado varios temas, problemáticas y líneas gracias al cruce de metodologías y debates contemporáneos4. Dicha producción abarca varias ramas de especialización histórica y, con ello, varios sujetos de estudio.
Los primeros años de dominio colonial dejaron una impronta entre la implantación de modelos matrimoniales tridentinos que fortalecieron a una élite colonial urbana y patriarcal (Herrera, 2003). Sin embargo, el sistema matrimonial y familiar dominante chocó con la desarticulación de poblaciones nativas, la rearticulación de élites indígenas, la introducción de esclavos negros y sus evasiones, y el desarrollo del mestizaje (Newson, 2021; Matthew, 2017; Obando, 2013; Herrera, 2003).
Esas dinámicas demográficas se han estudiado en los espacios urbanos. Por ejemplo, en Santiago de Guatemala la población indígena paulatinamente decrece, los sectores afromestizos y mestizos predominan y una pequeña élite controla el poder político (Lutz, 2005). La fundación de Nueva Guatemala mantiene la predominancia mestiza con una marcada presencia de familias pequeñas con jefaturas femeninas (Langenberg, 1981; Jiménez, 2018). En los valles costarricenses, hubo una acentuada endogamia hispana y afromestiza que en Cartago derivó en la reducción afrodescendiente (Albarracín, 1978; Acuña y Chavarría, 1991; Menjívar, 1991). En tanto, en San José y Heredia se manifestó una mayor exogamia a causa de la migración durante el auge productivo del tabaco (Montero y Fernández, 1982; Soto y Vargas, 1984).
La economía y la fiscalidad definieron el perfil demográfico y familiar de los pueblos de indios. En las regiones del occidente del reino, la ausencia masculina, la escasez de alimentos e imposiciones del repartimiento, derivaron en un orden patriarcal basado en lineamientos fiscales que cambiaron durante el período colonial (MacLeod, 1985; Luján, 1985; Obara, 2012; Obara y Viqueira, 2017). A ello se sumó el cambio en las edades matrimoniales por influencia de párrocos y eclesiásticos (Piel, 1983). A la larga, esas intervenciones arraigaron roles de género con mujeres en situación de embarazo o lactancia continua y hombres que debían acumular capitales previos a casarse, pero obligados a contribuir a los sistemas fiscales (Klein, 1983).
Sin embargo, las familias en el mundo rural podían escapar al control institucional a través de la migración fundando emplazamientos cerca de reales mineros (Obando, 2013), vivir en haciendas (Salguero, 2013) o crear palenques, pajuides y valles. En caso de no migrar, debían interactuar o confrontar a élites rurales, caciques, hacendados, en el medio rural (Bertrand, 1987; Piel, 1983, pp. 60-65; Rodas, 1994, 1997 y 1999; Santiago, 2016) o en espacios institucionales (Palomo, 2010; Tobar, 2015; Jerez, 2018; Morales, 2018). En el caso de los mestizos las familias eran movidas por la búsqueda de tierras y trabajos remunerados en obrajes de añil como en San Salvador (Castellón, 2013 y 2018, pp. 1-28). En todo caso, la proliferación de emplazamientos rurales fue un dolor de cabeza para las autoridades, por lo que buscaron impartir justicia, regular la fuerza de trabajo e imponer el modelo tridentino. En San Salvador y Costa Rica, tenían por objetivo evitar roces entre poblaciones mestizas e indígenas y brotes de violencia al integrar a miembros de las parentelas en cargos públicos (Madrigal, 2016; Villalta, 2010 y 2011; López, 2017).
El análisis demográfico permite observar procesos sociales generales y tendencias. Pero para analizar las dinámicas internas de las familias ha sido necesario recurrir a fuentes documentales como expedientes de juzgados y protocolos notariales. Al revisar dichos fondos, es notable que el orden social de la oeconomia patriarcal no fue una tabla rasa para los sectores populares. En el siglo XVII, el medio urbano fue escenario de discursos y prácticas femeninas de magia y salud que alteraron el orden social (Few, 2002). Con el reformismo borbónico y su orden patriarcal de honor y vergüenza, la unión matrimonial fue más un espacio de contención y disputas periódicas entre sus partes (Hernández, 1999). Y a eso se sumó que las nociones de parentesco y consanguineidad no fueron conceptos fijos, ya que mutaron frente al entorno social y los juzgados (Saffa, 2018 y 2020; Twinam, 2009).
La Pragmática Sanción de 1776, orientada a limitar las uniones matrimoniales entre personas de calidad desigual y fortalecer al Pater Familias, amplió los márgenes institucionales de intervención doméstica y, con ello, crecieron los acervos judiciales (Rodríguez Sáenz, 2000, pp. 85-107; Jiménez, 2010). Ello demostró que las familias estaban lejos de ser un remanso de paz al registrar múltiples tensiones en donde el género era la raíz de múltiples disputas protagonizadas por la violencia doméstica (Rodríguez Sáenz, 1995, pp. 73-93 y 1996, pp. 41-102; Palomo, 2002, pp. 25-34). A raíz de esta situación, las acciones legales eran un punto de partida para que las mujeres salieran de la casa compartida o bien exigir un divorcio eclesiástico (Werner, 2008, pp. 578-590; Alvarado, 1996). No obstante, ya que los marcos institucionales eran formulados y dirigidos por hombres dentro del utillaje mental oeconómico patriarcal (Zamora, 2012), muchas veces las denuncias eran desestimadas, por lo que en esos casos apoyarse en la parentela podía inclinar la balanza de las decisiones judiciales. Otras denuncias incluían causas que abarcaban la bigamia, el incesto y el estupro (violación) que solían agravar las disputas judiciales (Rodríguez Sáenz, 1994, pp. 19-45; 2002b, pp. 77-98; Komisaruk, 2008, pp. 369-396). En esos casos, las diferencias de género se acentuaban ya que mujeres sin capitales sociales, viudas, infantes y huérfanos tenían una notable desventaja ante sus contrapartes masculinas (Palomo, 2005, pp. 312-342; Sánchez, 2005, pp. 22-35).
La agencia de las familias rebasó el escenario judicial. El espacio familiar cotidiano era una dimensión atravesada por la cosmovisión, las nociones de calidad y la condición socioeconómica (Benítez, 2010; Schumann, 2012). De esa cuenta, las testamentarias fueron un conducto para transmisión de bienes y el reconocimiento dentro de la jerarquía familiar en el umbral mortuorio. Gracias a esa acción se evidencia la existencia de parentescos con disputas entre hermanos de calidad diferente y la existencia de ramas familiares “entenadas” afromestizas en los núcleos hispanos blancos (Gudmunson, 2008, pp. 20-32; Meléndez, 2006). El drama humano incluyó la venta de parientes “ilegítimos” y bebés no natos, la muerte de párvulos por la exigencia hispana de contar con amas de leche o chichiguas indígenas, y la búsqueda de la libertad por afrodescendientes (Payne, 2014, pp. 215-232; Lobo, 2018; Álvarez, 1996, pp. 139-148; Webre, 2002, pp. 25-48; Fallas, 2008; Cáceres, 2016; Palomo, 2012; Acuña León, 2005).
Las élites tejieron sus historias familiares sobre el tapete institucional. Sus disputas transpiraban en cofradías, cabildos e instituciones monárquicas y locales. Gracias a la alquimia de los matrimonios –la forja de uniones de familias notables como estrategia política y económica–, los linajes criollos y peninsulares se perpetuaron en cargos y jurisdicciones del gobierno secular y eclesial (García Giráldez, 1993; Casaús, 2007; Palma, 1986; Belabure, 1992; Madrigal, 2006; Bertrand, 2005; Schott, 2014; Martos-Crespo, 2019; Dym, 2010, pp. 196-229). Ello afianzó a las familias notables consolidando su ideología gracias a redes intelectuales y el control de capitales económicos. Sus alianzas podían determinar el éxito o fracaso de familias enteras, por lo que no era casual la mutua dependencia financiera, mediada por parentescos y clientelas con burocracias y élites regionales (Belaubre, 2005 y 2006; Brown, 1997; Dunn, 1999; Parrilla, 2013; Fernández, 2003; Payne, 1999; Moya, 1991; Leavel, 2016; Taracena, 1998 y 2000; Martínez, 2002; Ventura, 2010). De esa forma se fortaleció un orden patriarcal beneficiado de su jerarquía social, y redes de sociabilidad en que linaje y parentesco (consanguíneo político, espiritual o patrimonial) facilitaron la integración de magistrados y migrantes en la burocracia borbónica (Bertrand, 2012 y 2011; Grafe e Irigoin, 2012).
No obstante, la era de las revoluciones demostró la existencia de jefaturas femeninas en hogares indígenas, el rechazo y desobediencia pública de sectores populares y la juventud criolla eran síntomas de una crisis en que se cuestionaba la autoridad paterna y los regímenes fiscales y económicos separaban las unidades familiares (Komisaruk, 2020, pp. 291-317; Burns, 1991). A ello se sumaron las disputas entre élites regionales del reino (Quiel, 2018). De esa cuenta, tensiones entre facciones políticas (Sánchez, 1996), rechazo a magistrados reformistas (Polushin, 1999), rivalidades entre notables e indígenas (Grandin, 2007; González Alzate, 2015; Rodas, 2004), delimitaron la agencia política y social de las élites.
El advenimiento de la independencia política de España trajo cambios y continuidades. Si bien los afrodescendientes pudieron liberarse con la manumisión y tener trayectorias socioeconómicas independientes, las parentelas criollas continuaron en cargos de poder en las repúblicas independientes (Meléndez, 2006). Asimismo, los nuevos corpus legislativos mantuvieron los privilegios masculinos en los sistemas de herencia doméstica y su control de capitales inmuebles (Doré, 1995, 2000 y 2006). Las mujeres casi no tuvieron el control o acceso a propiedades, aunque su agencia política familiar se amplió gracias a la exigencia del divorcio civil (Rodríguez Sáenz, 2001b y 2006) y la participación en luchas políticas o a favor de instituciones eclesiales (Leavitt-Alcántara, 2020). Si bien se integraron nuevos elementos jurídicos para la ciudadanía, en las leyes familiares dieron continuidad a elementos de las leyes canónicas, por lo que el orden patriarcal de los jefes de familia fue una continuidad (Rodríguez Sáenz, 1996). Quizá, por ello fue que la introducción en Guatemala de las leyes de Livingston, que permitían el divorcio civil, fueron tan violentamente rechazadas (Arriola, 2012). No se deseaban cambios.
En el efervescente escenario revolucionario, las familias extendidas estuvieron en el centro de la toma de decisiones políticas tanto en la articulación de partidos o facciones políticas (Cañas, 2010), la praxis institucional de aparatos estatales, movilizaciones armadas y protestas populares (Woodward, 1974, García, 2008, Estrada, 2006). La construcción de las repúblicas demandó la movilización de recursos que solo los jefes de familia notables estuvieron dispuestos a dar. Pero ello dependió de beneficios fiscales, acceso a créditos y mercados para mantener sus fuentes de riqueza. Para muchos eso significó jugarse el todo por el todo, lo que llevó a descapitalizaciones por exilios o desgaste en luchas partidistas, delineando la agencia de las redes de sociabilidad en esta convulsa etapa. La formulación de proyectos regionales, separatistas y anexionistas fue moldeada por las ambiciones políticas e ideológicas, la consanguineidad y matrimonio, y la búsqueda o imitación a modelos de parentelas hegemónicas en el período federal (García, 2021). La consolidación de los estados independientes descansó en parte, gracias a la agencia de miembros de las familias notables y su capacidad financiera, política y alianzas con linajes regionales y provinciales de orígenes afromestizos o indígenas (Chandler, 1978; Jefferson, 2000; Sarazúa, 2007). Gracias a eso, algunos clanes se fortalecieron luego de la independencia con la fundación de nuevas compañías mercantiles o, bien, apostando por sectores agropecuarios rentables para los mercados abiertos con la independencia (Doré, 2006; Torres, 2012; Esponda, 2014).
El estado de los estudios sobre la familia ha sido prolífico, aunque con ciertos desbalances. Para hacer un balance cuantitativo se seleccionaron investigaciones no genealógicas en que la familia y matrimonio han sido ejes centrales desde el título de los materiales, o bien han sido estudiados dentro de otros contextos. Ello da por resultando un estimado de 193 investigaciones realizadas entre 1963 y 2021. Tal número se puede desglosar por espacio trabajado y tipo de publicación. Eso facilita analizar tanto qué lugares han sido más estudiados, como qué medios académicos han sido más privilegiados para el estudio y difusión. Con ello se ha elaborado la Tabla 1 que se ve a continuación:
A Guatemala (38 %) se le han dedicado más estudios, seguida por Costa Rica (26 %). Chiapas (12 %) y Honduras (11%) han tenido promedios similares. Nicaragua (7 %) y El Salvador (6 %) puntean con menos trabajos. Los medios académicos más aprovechados han sido los artículos en revistas arbitradas. La tesis suele ser el formato más usado, ya que son las investigaciones documentales donde se aplican teorías y metodologías que renuevan la historiografía y pueden ser convertidas en libros monográficos. A continuación, se tienen los capítulos en libros colectivos y las ponencias presentadas en cuatro de los últimos Congresos Centroamericanos de Historia (2010, 2014, 2016, 2018)5. Al guiarse por los títulos de los materiales, solo 38 llevan la palabra familia, 6 pariente o parentesco, y 5 matrimonio y divorcio. En ese sentido, pocos trabajos consideran el tema de la familia como el problema central de investigación.
La Tabla 2, realizada a partir de fechas de publicación, ayuda a contextualizar la época historiográfica de las obras.
El aumento de la producción académica tiene varias explicaciones. Primero, el fin de los años más duros de las guerras civiles y dictaduras militares centroamericanas y el paulatino retorno a los gobiernos civiles y pacificación. Segundo, la estabilización alentó el impulso académico que tuvo como polos a Costa Rica y Guatemala. Tercero, la consolidación de centros de investigación sostenidos por financiamiento externo y la circulación de académicos. Finalmente, la regularización de espacios de encuentro como los Congresos Centroamericanos de Historia, esfuerzos editoriales y la formación de nuevas generaciones de investigadores.
Por su parte, la disminución de los años 2010-2020 podría ser a falta de trabajos no sumados al listado bibliográfico. También podría ser producto de los efectos combinados de la crisis económica de 2008 y el sostenido retorno al provincialismo nacional académico. Huelga señalar que, pese a lo anterior, en la última década las investigaciones reflejan generaciones más profesionalizadas, la creación o renovación de carreras universitarias y el uso de herramientas digitales.
Respecto a la accesibilidad de trabajos sobre familia se debe considerar el idioma y los lugares de publicación, para lo cual se realizó la Tabla 3. En esta aparecen publicaciones en castellano (133), inglés (26), francés (10) y alemán (1). Esto sugiere que es un tema con un buen desarrollo por la comunidad de habla hispana, lo cual se corrobora con que muchas obras se publican en el país del caso analizado, lo que también tiende a fortalecer la endogamia académica. A pesar de eso, Costa Rica, México y España han destacado como nichos para publicar y dar acceso a las investigaciones. En inglés, francés y alemán, las publicaciones han sido menores y pocos de esos trabajos han sido traducidos.
En síntesis, el panorama cuantitativo indica estas tendencias: se publica en revistas académicas, investigaciones de autor o de grado; la historiografía de la familia sigue las tendencias académicas centroamericanas con un auge entre 1990-2010; en la mayoría de obras prevalece el castellano y hay un acentuado nacionalismo metodológico.
Existen límites por la endogamia académica o la barrera del idioma. Lo último se agudiza en publicaciones anglosajonas, francófonas y germanas, y por la restricción a pago para acceder a artículos digitales6. Ello contrasta con el acceso libre a consulta y descarga de tesis en portales universitarios centroamericanos o de revistas iberoamericanas.
Finalmente, aunque en 2016 la mesa de historia colonial del Congreso Centroamericano de Historia dedicó un espacio a la familia, no ha tenido continuidad cronológica o con líneas afines en otras mesas temáticas.
La historiografía sobre la familia ha robustecido la historia social gracias a un desarrollo historiográfico en que destacan Ann Twinman (2009), Pilar Gonzalbo, Steve Stern (1999), entre otros. Esto se reflejó en encuentros académicos traducidos a obras colectivas que han ahondado en el matrimonio, el divorcio, las jefaturas domésticas, estrategias, ilegitimidad, género, la vida privada, etcétera (Gonzalbo Aizpuru, 1991; Gonzalbo Aizpuru y Rabell Romero, 1996; Gonzalbo Aizpuru, 1998; O´Phellan Godoy, Muñoz Cabrejo, Joffré y Ricketts, 2003; Rodríguez, 2004). Sin embargo, con la notable excepción de Costa Rica, el análisis de las familias del antiguo Reino de Guatemala, la Federación Centroamericana y los estados nacionales están ausentes de dichos trabajos. Por lo tanto, es importante señalar aportes historiográficos sobre las familias del antiguo régimen y la experiencia centroamericana colonial.
El matrimonio fue un acto jurídico reglamentado por un corpus legislativo como las Leyes de Toro y de Castilla (Werner, 2010 y 2014). Fue una institución forjada en la reconquista y la reforma tridentina, instaurando un modelo familiar centrado en el Pater familias del derecho civil romano y con base en una cosmovisión cristiana donde la virginidad tenía un protagonismo central (Oyuela, 1993 y 1999). Tal modelo desarrolló una espacialidad urbana de casas pobladas, es decir, hogares dotados de servidumbre (Zamora, 2010; García González, 2017), regidas por la oeconomia –el gobierno de la casa, relaciones y bienes, para el bienestar doméstico– de jefes de familia que imponían su voluntad y poder. Para los patriarcas, solo otros padres de familia eran sus iguales en el gobierno de la república a través del bien común, por ejemplo, ayuntamiento, cofradías, milicias (Zamora, 2012). Sin embargo, algunos patriarcas estuvieron sujetos a las estrategias matrimoniales impuestas por parientes bien posicionados en instituciones de gobierno y de alcance atlántico (Imízcoz, 2004).
Aplicar ese modelo chocó con las realidades de una monarquía globalizada y la colonización: parentelas sefardíes con prácticas de origen judío (Ventura, 2009 y 2016); sistemas políticos y de parentesco nativos del Nuevo Mundo alterados por desplazamientos, guerras y regímenes fiscales desmedidos (Matthew, 2017; Newson, 2021); la inesperada, pero indiscutible miscigenación humana por la interacción sexual entre poblaciones africanas, americanas y europeas (Herrera, 2003, Few, 2002; Peña, 2009); y las poblaciones diversas y dispersas (Piel, 2006). Así, esfuerzos institucionales coexistieron, chocaron y se articularon a organizaciones familiares extensas y abiertas.
Al asentarse el sistema monárquico, las familias fueron la base social de las poblaciones del reino, ya que eran una tropología social que permeaba toda la sociedad y que se replicaba miméticamente en las instituciones (Colombo y Dotti, 2011, p. 122). Esos principios jurídicos contrastaban con la diversidad de su cotidianeidad y sus circunstancias.
En su pluralidad compartían varias características como el linaje y el parentesco (Bertrand, 2012). Así, la familia articuló redes de sociabilidad que fluyeron entre lo privado y lo público según el contexto. En ese sentido, condicionantes materiales –como epidemias, sequías, helada, plagas, tributación– y estructurales –del tipo esclavitud, pureza de sangre, honor, ilegitimidad, tez de piel– solo podían superarse con los capitales relacionales y económicos proveídos por la familia.
Para mantener la unidad familiar, fueron esenciales las actividades económicas, religiosas, festividades y participación política. Estas prácticas afianzaron jerarquías internas y la división de trabajo, reproduciendo facetas del modelo dominante, con excepciones y variaciones circunstanciales según la época y la región.
Ahora bien, en la historiografía centroamericana, ¿qué y cómo se ha estudiado sobre la historia de las familias? Para responder a esta interrogante, se ha optado por señalar las principales tendencias o rutas de investigación respecto a la temática de la familia. Los estudios que han analizado el tema de la familia han seguido varias líneas generales: la genealogía, la demografía, la historia social y de género, y la política y de redes.
Los genealogistas fueron los primeros en estudiar a las familias desde una perspectiva profesional. Aunque en las academias fundadas a inicios del siglo XX siempre hubo interés en la reconstrucción de familias notables, fue hasta 1952 que se organizaron las primeras academias dedicadas a los estudios genealógicos tanto en Costa Rica como en Guatemala, integrándose Nicaragua desde el año 2005. En líneas generales sus investigaciones han reconstruido y seguido el rastro de varias generaciones de linajes destacados e individuos privilegiados de las élites políticas, religiosas y sociales del periodo colonial e independiente (Castillo Canela, 2016). Ello es especialmente útil al abordar la extensión y parentesco de miembros de las élites del periodo de transición. Estos estudios han sido criticados por el énfasis en las familias de origen hispano por sobre otros miembros de las sociedades coloniales, independientes. Pese a ello, en las últimas décadas, la perspectiva del estudio genealógico se ha ido renovando, especialmente en Costa Rica, ya que se han destacado la presencia indígena y afrodescendiente en las familias costarricenses. En ese sentido destacan las publicaciones de Tatiana Lobo y Mauricio Meléndez, es especial este último, al reconstruir la ascendencia afrodescendiente de individuos públicos de Nicaragua y Costa Rica, reconstruir a la línea masculina de familia de arquitectos Porres de Santiago de Guatemala, entre otras investigaciones (Meléndez Obando, 2010 y 2008, II, pp. 45-50; Ventura, 2009).
Otra vertiente, la historia demográfica, fue apuntalada tanto por académicos anglosajones, franceses, costarricenses y alemanes. Esta línea ha aprovechado el matrimonio, así como registros parroquiales, censos, visitas pastorales y relaciones geográficas, en tanto datos, para la reconstrucción de las sociedades coloniales. Echando mano de la metodología demográfica, se han analizado los procesos interconectados de endogamia, exogamia, mestizaje, ilegitimidad, movilidad social y migración. Aunque los criterios pueden variar debido a la formación e influencias académicas, un excelente balance sobre dichos estudios es Demografía e Imperio de George Lovell y Christopher Lutz, que realizaron una exhaustiva revisión bibliográfica en esta línea hasta el año 2000 (Lovell y Lutz, 2000). En líneas generales, la demografía ha permitido conocer los principales comportamientos, tendencias sociales y características de los distintos tipos de familias del Reino de Guatemala y los estados centroamericanos: matrimonio, la endogamia y exogamia, la ilegitimidad, la fertilidad, la mortalidad, la jefatura doméstica y la migración (Salguero Hernández, 2013; Castellón Osegueda, 2018, pp. 1-28; López Mejía Velásquez, 2017). Para las familias, estos aspectos fueron fundamentales ya que los vaivenes históricos a causa de oscilaciones climáticas, microbiológicas, económicas y políticas incidieron en sus transformaciones. En años recientes, una propuesta prometedora han sido las investigaciones realizadas para Chiapas, que abren una puerta para conocer las dinámicas de la ladinización, el mestizaje y la migración desde el potencial del análisis de la geografía y fuentes fiscales (Obara Saeki y Viqueira Albán, 2017).
Desde la historia social, las familias se han estudiado a partir de procesos judiciales, actividades socioeconómicas y la cosmovisión doméstica. En ese sentido, se tiene presente al matrimonio como un escenario donde la hegemonía de las relaciones de género está en constante transformación (Hernández, 1999; Obando Solano, 2010). La obra de Eugenia Rodríguez Sáenz, para el caso de Costa Rica, es ejemplar (1997, pp. 1-6; 1998, pp. 9-30; 2003 y 2002a), al hacer hincapié en la agencia de las mujeres frente al medio social, a las múltiples formas de violencia de género –abusos, agresiones, violaciones (Rodríguez Sáenz, 2002b, pp. 77-98; Komisaruk, 2008, pp. 369-396; Villalta Galdámez, 2011)– y sus respuestas por acciones o recursos a vías legales e institucionales. Asimismo, otros estudios han señalado las experiencias de las viudas, los infantes, huérfanos y expósitos, al ser personas con mayores desventajas en el medio social (Sánchez, 2005, pp. 22-35; Palomo de Lewin, 2005, pp. 312-342). También dentro de la dimensión social de la familia, el patriarcado ha sido objeto de análisis por su protagonismo al moldear a las sociedades entre el antiguo régimen y la modernidad, tal como se puede observar en varios trabajos (Burns, 1991, pp. 66-81; Rodríguez Sáenz, 1992b, pp. 45-76; Doré, 1995, pp. 9-39 y 2006). En definitiva, socialmente la familia siempre estuvo atravesada por la etnicidad, ya que tanto el mestizaje de los afrodescendientes, como la presión económico fiscal y bacteriológica hacia las familias indígenas moldearon el carácter de las relaciones interétnicas (MacLeod, 1985, pp. 101-116; Piel, 1983, pp. 41-72; Klein, 1983, pp. 273-286; Obara-Saeki, 2010; Gudmunson, 1978; Romero Vargas, 1988; Lohse, 2005; Acuña León, 2006 y 2009; Menjívar, 2006, pp. 125-243; Cáceres, 2000; Velásquez Lambur, 2015; Lokken y Lutz, 2008, II, pp. 33-37).
El rubro político ha sido el más prolífico para el estudio de familias, aunque mayormente de élites o de familias notables (Balmori, Voss y Wortman, 1984, pp. 52-78). En ese sentido, destacan obras que estudiaron la permanencia de linajes de conquistadores que se consolidaron gracias a intelectuales orgánicos y su influencia política y económica (Stone, 1975 y 1990; Casaús Arzú, 2007). Por su parte, los estudios sobre el dominio político institucional, como los ayuntamientos, ha sido otro prisma para las familias notables u oligárquicas (Nájera, 1963; Palma Murga, 1986, pp. 241-307; Santos Pérez, 1999; Martos-Crespo, 2019, pp. 67-84; Madrigal, 2006 y 2015, pp. 193-226). Gracias a ello se han desentrañado sus prácticas de ejercicio del poder político y económico. Asimismo, gracias a metodologías prosopográficas y de redes han dado más profundidad al análisis de las estrategias colectivas de las redes familiares de migrantes (García Giráldez, 1993; Ballet, 1998; Gutiérrez Cruz, 2009), junto a sus allegados y dependientes (Casasola Vargas, 1998, pp. 63-85, 2001 y 2003, pp. 80-102; Cuenin, 2001). Tales métodos han facilitado conocer la creación de redes para formular alianzas o confrontar rivales alrededor de cargos, instituciones y proyectos políticos monárquicos y regionales (Bertrand, 2000, pp. 74-85, 2007, pp. 863-919 y 2011; Gutiérrez Cruz, 2007, pp. 163-185 y 2008, pp. 655-666). De esa manera, el estudio de redes articuladas alrededor de familias y el gobierno (eclesial y secular) ha logrado dilucidar la praxis de la agencia política colectiva (Bertrand, 2005, pp. 37-59; Belaubre, 1992 y 1999, pp. 119-150; 2012).
Finalmente, si bien el estudio de las familias abarca otras líneas de trabajo tales como la historia del derecho (Rodríguez Sáenz, 2001b, pp. 231-275; Werner, 2008, pp. 578-590; Cardona Amaya, 2019, pp. 21-27), la empresarial (Brown, 1997; Torres Soto, 2012) y cultural, consideramos que lo anterior ha sido la base de la historiografía de familias del Reino de Guatemala y en la etapa federal de Chiapas y Centroamérica.
Aunque no se ha propuesto como una rama historiográfica tal cual, la historiografía de la familia en Chiapas y Centroamérica ha sido un campo prolífico. El escenario privilegiado de los estudios ha sido sobre todo las ciudades, lo que se debe a que allí se ubicaron los principales centros productores de documentación. Sin embargo, en dichos espacios las familias escapan a la ilusión de las familias tradicionales, a causa de sus conexiones atlánticas y pacíficas, los mestizajes, las jefaturas domésticas y las redes familiares endógamas. La temporalidad que mayor atención ha recibido es el período 1750-1850, con cerca de 63 estudios publicados. Ello se debe a que se trata de una etapa de transición en que se observan, en acción cotidiana e íntima, los efectos del reformismo borbónico y las revoluciones de independencia a las etapas federales y nacionales.
A la luz de lo anterior, cabe plantearse ¿qué propuestas se pueden plantear a futuro? En el caso de la historia demográfica, por ejemplo, es necesario continuar realizando estudios en el área centroamericana, en temas como la epidemiología, la movilidad y el mestizaje. Los estudios sobre Chiapas y El Salvador son propuestas novedosas para entender dinámicas regionales. Asimismo, la propuesta de las familias pluriétnicas, desarrollada desde la Red de Historia Demográfica, puede problematizar temas que se han pensado superados (Carbajal, 2014).
El análisis de género debe ser un punto clave en los estudios futuros, ya que la violencia y su relación con la institucionalidad reformista e independiente es una línea de trabajo que puede y debe profundizarse. El estudio de las élites necesita integrar el género, ya que permitiría entender cómo el orden patriarcal doméstico pudo proyectarse institucionalmente, con igual o mayor intensidad que nociones de calidad, raza, etnicidad y clase social.
Los estudios políticos y económicos han señalado que las familias no se limitaban a las fronteras parroquiales. La existencia de parientes en varias provincias de la monarquía o del Reino de Guatemala desempeñó roles clave en negocios comerciales, evasión fiscal o actividades políticas. En ese sentido, el uso combinado de la genealogía, la demografía y datos de protocolos de escribanos, podrían revelar la extensión y alcance de la agencia tanto de redes familiares como ambiciones personales. Aunque, siempre será necesario seguir las recomendaciones lanzadas por Stephen Webre respecto a datos documentales como el cuidado sobre la capacidad de individuos en construir ficciones sobre sí mismos e imponer ficciones a través de la verdad notarial (Webre, 2008, pp. 563-577).
Las herramientas metodológicas usadas para de la historia política, podrían usarse en otros rubros. Un ejemplo es el caso de la historia económica, donde en combinación con la historia empresarial y neo institucional podrá estimular el análisis de redes familiares devenidas en compañías mercantiles tal como lo han estudiado Cristina Mazzeo y Antonio Ibarra (Mazzeo, 2012; Ibarra, 2017). Lo mismo en el estudio de las prácticas devocionales de las élites, tal como lo hizo Selene García Jiménez con la Virgen de la Soledad en Oaxaca (García Jiménez, 2017) o en sectores populares urbanos (Leavitt-Alcántara, 2020).
Finalmente, aunque las familias notables han concentrado la atención de la historia política, surge la pregunta si acaso ¿solo este sector participó en ejercicio del poder de forma pública o privada? Huelga recordar cómo ciertas adaptaciones de la oeconomía patriarcal en élites indígenas fueron esenciales para legitimar los regímenes liberales (Grandin, 2007). Más allá de las alianzas por compadrazgo o parentesco secundario, ¿las clases populares no se apoyaron en las familias para ejercer la política? Indicios de vínculos familiares en protestas, motines y luchas por el poder político local en los períodos local y republicano sugieren otra historia (González Galeotti, 2020, pp. 237-266). En ese sentido, la metodología microhistórica de Giovanni Levi, Raúl Fradkin o Luis González y González podría abrir aún más el abanico de la historia política a las clases populares (Levi, 1990; Fradkin, 2006; González y González, 1995). En fin, hay mucho por trabajar.