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TRANSFORMACIÓN DE LA VIVIENDA TRADICIONAL DE MICHOACÁN. PROBLEMÁTICAS Y ACCIONES DE CONSERVACIÓN
TRANSFORMATION OF THE TRADITIONAL HOUSE IN MICHOACAN. CONSERVATION ISSUES AND ACTIONS
Revista Legado de Arquitectura y Diseño, vol. 16, núm. 30, 2021
Universidad Autónoma del Estado de México



Recepción: 11 Enero 2021

Aprobación: 03 Abril 2021

Resumen: La acelerada pérdida y transformación de vivienda tradicional de Michoacán en las últimas décadas hace urgente la necesidad de plantear estrategias y políticas que permitan frenar tal tendencia. Considerando las cualidades que presentan este tipo de construcciones, como su valor histórico-cultural, técnico-arquitectónico, de confort, de sostenibilidad, potencial para generar recursos económicos y satisfacer las necesidades actuales, pueden plantearse estrategias que contrarresten su deterioro y pérdida. Con base en diversos documentos se revisan sus valores y se plantea la necesidad de revalorar este tipo de patrimonio como reflejo de la forma de vida de las generaciones pasadas y para provecho de las actuales y futuras, registrarlo y catalogarlo, hacer más eficientes las prácticas, legislar su protección, así como divulgar su importancia y cualidades.

Palabras clave: Arquitectura vernácula, cambio y continuidad, forma de vida, vivienda sostenible, sistemas constructivos.

Abstract: The acelerated loss and transformation of traditional housing in Michoacán in recent decades makes it urgent the need to propose strategies and policies to stop this trend. Taking into consideration the qualities that these types of constructions present, such as their historical-cultural, technical-architectural, comfort, sustainability, potential to generate economic resources and satisfy current needs, some strategies can be considered to counteract their deterioration and lost. Based on various documents, its values are reviewed and the need to reassess this type of heritage as a reflection of the way of life of past generations and for the benefit of current and future generations, register and catalog it, make practices more efficient, legislate its protection, as well as disclose its importance and qualities.

Keywords: Vernacular architecture, change and continuity, way of life, sustainable housing, construction systems.

INTRODUCCIÓN

La vivienda tradicional[1] en México se ha transformado de manera acelerada y continua en las últimas décadas por una serie de factores, como la urbanización de zonas rurales y crecimiento de las ciudades, la interrupción de la transmisión del conocimiento popular, encarecimiento y escasez de materiales de construcción naturales y políticas públicas que niegan o ignoran la importancia de los sistemas constructivos tradicionales y promueven los materiales industrializados, lo cual genera imaginarias aspiraciones que re-significan el concepto de vivienda digna. Dicho panorama conduce a la pérdida del patrimonio arquitectónico tangible e intangible, así como de los valores arquitectónicos que los pueblos han desarrollado a lo largo del tiempo (Ordoñez y Luque, 2018).

En el caso particular del estado de Michoacán, la vivienda tradicional ha ido desapareciendo, transformándose, deteriorándose o abandonándose de manera acelerada para dar paso a nuevas construcciones que responden a las necesidades actuales de sus propietarios, ya sean pragmáticas o ideológicas (figura 1). Para muchos, este proceso de “modernización”, que sustituye la arquitectura del pasado, (suele vincularse con atraso, pobreza y obsolescencia), por arquitectura de tipo industrial, es relacionado con progreso. En Michoacán se reproduce el mismo caso, como se ha descrito en otras investigaciones (Andrade, 2014), para los habitantes el uso del concreto y otros materiales contemporáneos ofrecen una mejora en la calidad de vida, manteniendo la idea de que aquellos que son de concepción tradicional, como el adobe y la madera, muestran un atraso económico, por lo que no manifiestan interés en conservarlos y son sustituidos en cuanto se tienen los recursos para llevarlo a cabo.



Figura 1.

Vivienda tradicional en contraste con una vivienda contemporánea. Naranja de Tapia, Michoacán.

Fuente: Fotografía de Elda Bedolla Arroyo (julio de 2013).

Si bien es comprensible que las nuevas formas de vida sean adoptadas por los habitantes de las comunidades rurales y la transformación de la vivienda sea parte de ello, hay quienes consideran que la preservación de centros históricos y viviendas tradicionales o vernáculas, es una necesidad y una forma que confiere identidad y sentido de pertenencia (Tillería, 2010). Desde luego que conservar por conservar no es ni puede ser un objetivo. No se trata de objetos de museo ni de que se imponga una forma de vida, que no corresponda a las necesidades y aspiraciones del usuario, sino de mostrar las ventajas de conservar la arquitectura del pasado y mantener vigentes las técnicas, materiales y sistemas constructivos tradicionales, y cuando es posible, la forma de usar los espacios, para preservar la memoria pasada y beneficiar las generaciones presentes y futuras.

La arquitectura tradicional y vernácula en Michoacán es objeto de interés en numerosos trabajos, desde distintos enfoques, donde se expone el valor cultural que representa dentro de grupos sociales en las diferentes regiones geográficas y culturales. Enfoques a partir de los aspectos sociales, económicos, ambientales y constructivos, son testimonios que muestran los valores identitarios de una región, promueven su apreciación como parte de la arquitectura heredada por sociedades pasadas.

El objetivo de este breve ensayo es reflexionar sobre algunas de las problemáticas en torno a la pérdida, transformación y abandono de las viviendas tradicionales en Michoacán, así como proponer estrategias que podrían atenuar dichas problemáticas a corto, mediano o largo plazo, con el fin de preservar estos bienes culturales, que en algunos casos forman parte del patrimonio nacional. El estudio está basado en la experiencia del autor en el campo de la arquitectura y la conservación del patrimonio, así como la revisión bibliográfica especializada.

PROBLEMÁTICAS

Aunque no siempre es una causa directa de la transformación de la vivienda tradicional, la urbanización de las zonas rurales y el crecimiento de las ciudades generan dinámicas que impactan en la conservación de la vivienda tradicional. Por ejemplo, las viviendas de los centros históricos de una ciudad en franco crecimiento generan mayor especulación y suelen ser transformadas para dar paso a nuevos edificios y nuevos usos, mientras que las familias terminan desplazándose hacia otras zonas de la ciudad, lo que propicia una importante actividad comercial de día y un clima de inseguridad por la noche. Al mismo tiempo, los altos costos de mantenimiento de los edificios, los obstáculos, que las autoridades competentes ponen para permitir intervenciones a las propiedades, motivan a que más residentes vendan su propiedad y se muden a otras zonas de la ciudad, por lo que el abandono de los centros históricos se convierte en un círculo vicioso (Bazant, 2012: 70-74; Carrión, 2017: 21-33).

La interrupción de la transmisión del conocimiento popular está relacionada con otros factores, como el encarecimiento de materiales tradicionales, que llevan a adoptar maneras distintas de construir, el cambio de residencia, aculturación o un cambio generacional, que demanda espacios diferentes y adopta nuevos sistemas y tecnologías constructivas, publicitadas por empresas de materiales. Asimismo, se puede ver una falta de interés de las familias, comunidades o autoridades por promover los conocimientos populares.

El desarrollo en la construcción de la vivienda tradicional se llevó a cabo sin el uso de documentos escritos, el conocimiento se heredó de forma oral a través de generaciones, sin embargo, las nuevas generaciones carecen de interés por conservar la técnica y existe una posibilidad que ese conocimiento se olvide al no existir documentos que preserven el desarrollo de la tradición constructiva de esta arquitectura a través del tiempo.

La falta de empleo, baja rentabilidad de productos, aumento de pobreza y desigualdad salarial entre México y los Estados Unidos de América, motiva un continuo flujo de migrantes al país vecino (Monroy y Juan, 2009: 126). Respecto al tema, en algunas comunidades michoacanas se observa que hasta el 60% de las remesas se utilizan en la construcción o mejora de viviendas (García, 2007), aunque la aplicación de recursos para este fin no implica necesariamente un cambio en la espacialidad, forma, materiales y sistemas constructivos de la vivienda tradicional, por lo que no se sustenta la idea de que la migración es una causa directa de la transformación ni que los modelos observados en el país vecino son replicados en las comunidades mexicanas (Ettinger, 2010: 22).

En algunos lugares donde los materiales regionales ya no están disponibles, fueron vetados (como el tejamanil) o donde su costo los convierte en materiales de lujo, se ha podido observar que las viviendas llegan a conservar sus formas y usos, pero incorporan otro tipo de materiales. No obstante, lo que predomina es un abandono de todo el concepto de la vivienda tradicional y una adopción de viviendas de tipo industriales, incorporando a veces espacios que son copiados, pero que no corresponden a las necesidades reales de sus habitantes (Martínez, 2005; Bedolla, 2014).

En efecto, la escasez y/o encarecimiento de los materiales de construcción tradicionales, como la madera, el adobe y la teja, es una de las principales causas para que las viviendas tradicionales se transformen. La madera es cada vez de menor calidad y más escaza, la que se usa no tiene la misma durabilidad que la que dotaban los árboles maduros. El adobe, por su lado, se ha dejado de utilizar de manera cotidiana como se hacía, en parte porque ocupa mayor espacio que el tabique, pero también por la idea, muy debatible, de que requiere de mayor mantenimiento y es menos duradero que el bloque de cemento y el tabique rojo. En el trabajo de campo se pudo notar que cada vez son más escasos los talleres donde aún se fabrica el adobe; por ejemplo, en Erongarícuaro, donde hace algunas décadas era el principal material de construcción (figura 2). Y, aunque en muchos casos, se reconoce que los materiales, como el adobe y la madera, permiten un mejor clima interno, lo propietarios se ven obligados a optar por materiales industriales (Ettinger, 2010: 59; Ayala y Azevedo, 2019: 13).



Figura 2.

Fábrica de adobes en Erongarícuaro, Michoacán.

Fuente: Fotografía de Elda Bedolla Arroyo (marzo de 2018).

Actualmente, existen pocos que conocen y aplican la técnica constructiva tradicional, son oficiales albañiles quienes se encargan de construir edificaciones con materiales contemporáneos, que por experiencia conocen los procesos constructivos tradicionales. En el caso de las generaciones más recientes han demostrado no conocer la técnica constructiva ni el interés para adquirirlo, o en otros casos, conocen la técnica por la inclusión de especialistas, quienes son completamente ajenos a su comunidad.

De manera paralela, las empresas cementeras, tiendas de materiales, constructoras, bancos y programas de gobierno promueven el uso de materiales contemporáneos y demeritan la utilización de materiales vernáculos; argumentando que los primeros son altamente deleznables y poco duraderos, mientras que los industriales garantizan una mayor resistencia, fácil mantenimiento y durabilidad. En este mismo sentido, la publicidad, que se puede ver en distintos medios, muestra ideas e ilustraciones de la casa tradicional como “atrasada”, y por lo tanto debe ser reemplazada por una nueva de tabique, concreto, acero y otros materiales industriales, como representación no sólo de una vivienda digna, sino como sinónimo de éxito, modernidad y felicidad (Ettinger, 2010: 21).

Entre las problemáticas se puede ver que dependencias de gobierno, como la Secretaría de Turismo (SECTUR), promueve la visita a los Pueblos Mágicos y a otros centros históricos del estado, pero el mismo gobierno carece de instrumentos efectivos para la conservación de estos. En el caso de la arquitectura vernácula de zonas rurales, no existen programas efectivos para su conservación, por el contrario, se promueve la construcción de viviendas que no se adecua a las formas de vida locales y que rompe la imagen del entorno (Rodríguez y Velasco, 2017: 12). De la misma manera, el Centro INAH (Instituto Nacional de Antropología e Historia) Michoacán, tiene entre sus competencias las de investigar, conservar, proteger y difundir el patrimonio histórico y arquitectónico del estado, pero su capacidad es limitada y en muchos casos en lugar de asesorar sobre cómo conservar un edificio o cómo adaptarlo a las nuevas necesidades con respeto a lo preexistente, pone obstáculos y restricciones a los propietarios.

VALORES DE LA VIVIENDA TRADICIONAL

La transformación y pérdida de la vivienda tradicional son procesos naturales a la inherencia humana, ya que las formas de vida cambian y los espacios se van adecuando a las necesidades y aspiraciones de cada momento, por lo que es imposible mantener inalterables todos aquellos edificios que se consideran vernáculos o tradicionales. La transformación de la vivienda tradicional, según Bonfil (1982), es considerado como elemento cultural de un fenómeno histórico que tiene que cambiar a través del tiempo, aunado a una imposición social, al adaptar formas distintas a su cultura.

La continuidad en las formas de habitar el espacio de la vivienda tradicional es determinante dentro de su cultura, no obstante, se observa una disolución en la tradición constructiva y en el uso de algunos aspectos espaciales que es posible que en un tiempo cercano logren predominar de manera homogénea dentro de ésta. La forma de construir a través de los siglos se transforma o se modifica constantemente; en el caso de la vivienda tradicional ésta se desarrolla a través de un patrón preestablecido por las formas de habitar un espacio dados por los usos y costumbres.

Teniendo en cuenta los beneficios que pueden ofrecer a las sociedades actuales las mismas edificaciones, ya sea de manera individual o colectiva, se pueden plantear mecanismos y estrategias para conservar y aprovechar la arquitectura de los centros históricos y de los poblados rurales. Entre las cualidades de este tipo de arquitectura se puede identificar su valor histórico-cultural, técnico-arquitectónico, económico, de confort y de sostenibilidad.

Histórico-cultural. La arquitectura tradicional es un testimonio del pasado, de la manera en que vivieron las generaciones pasadas, por lo que se puede considerar un vestigio material con valor histórico que dota de identidad y sentido de pertenencia a una comunidad. No sólo aquellos edificios donde vivió algún personaje de interés o donde sucedió un evento de importancia, sino aquellas viviendas que conforman un conjunto o que son testimonio de tiempos pretéritos. Este valor histórico no es el único motivo para conservar la arquitectura sino el hecho de que puede seguir siendo utilizada para satisfacer las necesidades de las sociedades actuales, con intervenciones respetuosas que permitan la coexistencia entre la arquitectura del pasado y los usos actuales.

Técnico-arquitectónico. El tipo de arquitectura que se analiza posee valores de una manera de pensar los espacios habitables, obtener los materiales de construcción, emplearlos para erigir los edificios, darles un carácter funcional, pero también estético. Asimismo, puede hablarnos de técnicas y sistemas constructivos comunes o particulares que siempre tienen una enseñanza teórica y práctica.

En esta categoría podemos incluir al valor del espacio arquitectónico de la vivienda tradicional, debido a que los usos están condicionados por la vida cotidiana de los habitantes, la cual es construida por elementos que adopta de una vida contemporánea y los incorpora a prácticas tradicionales, por ejemplo, el remplazo del fogón o estufa de leña, por estufa de gas. Esto provoca discrepancias y similitudes de uso, y aunque muestran una adaptación a un estilo de vida más contemporáneo, existen ciertas resistencias al cambio, como lo es el uso del patio como elemento regidor del partido arquitectónico.

Además de los elementos materiales que componen a la arquitectura vernácula, su valor cultural se complementa con los aspectos intangibles, como los modos de vida de los habitantes, las formas de habitar el espacio y la tradición constructiva.

En esta tipología arquitectónica, es de gran relevancia la tradición constructiva, la cual muestra el conocimiento adquirido por generaciones pasadas y aunque se observan cambios como parte del proceso de adaptación a las condiciones de vida contemporánea, se conservan los oficios que la representan, como los adoberos, carpinteros y canteros, los cuales conservan el uso de herramientas ordinarias, tal es el caso de los moldes utilizados en la fabricación del adobe, cajones de madera fabricados in situ, o herramientas para la obtención del tejamanil conformadas por machete de madera y hacha, además de los hornos para fabricación de elementos de barro recocido elaborados con ladrillo de la misma fabrica.

Está demostrado que la tecnología y sus técnicas constructivas continúan siendo vigentes a pesar de la implementación de nuevas tecnologías constructivas que ignoran los sistemas locales y que fueron bien recibidos por los habitantes a partir de mediados del siglo XX. A pesar de que los oficios se mantienen, se trata de actividades económicas generalmente complementarias a otras, además los oficios tradicionales ya no son parte de la identidad de la región para las nuevas generaciones que no crecieron rodeadas de estos procesos.

Económico. La arquitectura de integración es una buena manera en que la vivienda tradicional puede responder a las necesidades actuales, sin tener que desaparecer, es decir, aprovechar la estructura existente e incorporar elementos necesarios para un nuevo uso o una nueva apariencia, con respeto al edificio original. Esto permite además un ahorro económico, porque en lugar de demoler una estructura y construir otra, se aprovecha lo preexistente y la intervención es menor. Además, los centros históricos o poblados con arquitectura tradicional y vernácula son un atractivo para el turismo, de manera que los sitios que conservan su originalidad pueden tener potencial para atraer recursos económicos generados por los visitantes.

De confort. Es sabido y comprobado que las viviendas que utilizan materiales tradicionales, como la madera, la piedra y el adobe, dan un confort térmico que las construcciones modernas no poseen: sus espacios internos se mantienen a una temperatura idónea para el ser humano, aunque la del exterior tenga cambios importantes durante todo el día (González, 2007). Además, los sistemas constructivos, como el uso los techos inclinados, tienen la función de desalojar el agua de manera rápida y efectiva, y crear una cámara que da aislamiento térmico, por poner un ejemplo. En el caso de las construcciones de materiales vegetales en zonas costeras o cálidas, éstas protegen a sus habitantes de las altas temperaturas, mientras que permiten la circulación del aire.

Sostenibilidad. La arquitectura tradicional y vernácula es considerada especialmente sostenible por su carácter de integración con el ambiente, el uso de materiales orgánicos y, por supuesto, por las opciones y soluciones arquitectónicas que posibilita características como el buen aislamiento térmico y acústico. Algunas prácticas de estas arquitecturas milenarias son estudiadas por profesionales contemporáneos para ser reproducidas en proyectos que visen, por ejemplo, la disminución del uso de energía.[2]

ACCIONES Y POLÍTICAS DE CONSERVACIÓN

Aunque ya desde finales del siglo XIX se había planteado la importancia de la arquitectura vernácula, fue hasta 1999, en un afán de normalizar este patrimonio, que ICOMOS declaró a través de la Carta del Patrimonio Vernáculo Construido, la importancia de esta arquitectura como expresión de identidad de una comunidad, el valor del modo natural y tradicional en que han producido su propio hábitat, y la manera en cómo se integra al paisaje cultural. Este documento deja ver que gobiernos y autoridades deben reconocer el derecho de todas las comunidades a mantener su modo de vida tradicional y a protegerlo a través de todos los medios posibles, tanto legales como administrativos y financieros, y legarlo a las generaciones futuras, por lo que propone principios de conservación y líneas de acción, que indican que la conservación del patrimonio vernáculo construido debe ser llevada a cabo por grupos multidisciplinarios de expertos, que reconozcan la inevitabilidad de los cambios, así como la necesidad del respeto a la identidad cultural establecida de una comunidad; que tradicional es mejor apreciado y conservado por el mantenimiento y preservación de los conjuntos; que el patrimonio vernáculo construido forma parte integral del paisaje cultural; que no sólo obedece a los elementos materiales, edificios, estructuras y espacios, sino también al modo en que es usado e interpretado por la comunidad (ICOMOS, 1999). Plantea también la importancia de la investigación y documentación, de dar continuidad de los sistemas tradicionales de construcción y cuando sea necesaria la sustitución de partes o elementos, esta debe respetuosa con lo preexistente; que los cambios a lo largo del tiempo deben ser considerados como parte integrante del patrimonio vernáculo; que debe existir una difusión para conservar los valores del legado tradicional, con la participación de gobiernos, autoridades, grupos y organizaciones, entre otros aspectos (ICOMOS, 1999).

Además de lo planteado, se propone analizar la problemática particular de Michoacán, para definir acciones y políticas que proporcionen garantías para la conservación y uso adecuado del patrimonio construido, en particular de la vivienda vernácula, pero también la tradicional de los centros históricos en poblados y ciudades. Sin embargo, se debe reconocer que el manejo de este tipo de patrimonio no queda exento del resto de edificios con valor patrimonial ni del resto del pueblo o ciudad, que puede ser heterogéneo, es decir, en primer lugar, la vivienda tradicional no debe entenderse como un objeto de museo, aislado sino como parte de un contexto histórico, urbano, social y cultural.

Ante el abandono de los centros históricos y la transformación de la vivienda tradicional, Alejandra González (2013: 12) propone implementar políticas para la recuperación integral de estos como una manera de fortalecer la identidad local y el sentido de pertenencia de sus habitantes, así como recuperar las áreas centrales y sus edificios de valor patrimonial de manera de reactivar el mercado del turismo cultural, que es una fuente importante de recursos. Aunque el fin último de estas acciones es el mejoramiento de la calidad de vida de la población residente. Los elementos indispensables para la sostenibilidad y prosperidad económica y social de dichas intervenciones son la continuidad de las políticas a lo largo del tiempo, la autofinanciación (recursos), la coordinación, la formación, la promoción, el mantenimiento y control.

A su vez, desde el aspecto patrimonial, debe entenderse que el centro histórico como parte central de la ciudad no debe quedar al margen de las transformaciones sociales y debe adecuarse urbana y arquitectónicamente. La aceptación de incorporación de nueva arquitectura respetuosa de su contexto, le permitirá ser un centro vivo de función y sociedad, y evitará que este sector clave de la ciudad se convierta en un museo y en una zona que durante el día es únicamente comercial y en la noche se vuelve inhabitable (González, 2013: 13).

Otro de los aspectos que requiere de atención es la difusión de los valores que tiene la vivienda tradicional y vernácula y la importancia de su conservación. Esta difusión debe llegar a todos los ámbitos de la sociedad y del gobierno. Únicamente con la participación de todos los actores involucrados se podrán tener resultados efectivos.

Además, es indispensable incluir la generación constante de trabajo de investigación de la vivienda tradicional desde distintas disciplinas, aportar nuevo conocimiento desde su concepción más cultural, enriquecer el conocimiento integral de la composición arquitectónica, social, económica y sustentable que contiene esta tipología arquitectónica, con la finalidad de reducir el índice de desvalorización que la aqueja actualmente dentro de las mismas comunidades y sus habitantes. Revalorizarla como un espacio que denota una profunda identidad cultural que data de siglos atrás.

La importancia de la revalorización de los oficios tradicionales y las técnicas constructivas, por parte de las mismas comunidades, las autoridades gubernamentales y los constructores externos, es fundamental para la conservación de la vivienda tradicional, es necesario identificar y difundir el conocimiento de los procesos de aplicación de la práctica constructiva, la difusión y/o transmisión del conocimiento, tipo y usos de herramientas, el conocimiento y selección de los materiales, y de las técnicas constructivas particulares que se caracterizaban en la zona, las cuales determinaron las condiciones antes descritas, además de los actores que intervinieron durante todos los procesos que se llevaron a cabo en la construcción de esta vivienda.

CONCLUSIONES

Como bien señalan Juárez et al. (2018: 207), la vivienda es una construcción social, por lo que “se construye y transforma como producto de la intervención del hombre y de la sociedad sobre el medio físico (y) de acuerdo con el momento histórico…” Sin duda, el fondo de la transformación de la vivienda tradicional es complejo y multifactorial. Desde procesos ideológicos y culturales, económicos, políticas y programas de gobierno, modas y aparición de nuevas tecnologías, entre otros aspectos. Sin embargo, con el uso de políticas y estrategias adecuadas se puede aprovechar de manera respetuosa, permitiendo la coexistencia con nuevas estructuras edilicias, necesidades y formas de habitar el espacio.

Coincidimos en que los actores sociales no sólo han de ser tenidos en cuenta en toda estrategia de desarrollo local, sino que son una pieza fundamental para impulsar el cambio (Torres, 2013; Tillería, 2010: 15). Los propietarios, especialistas e instituciones de gobierno deberían colaborar para poner en valor este tipo de patrimonio que cada vez es menor. Si se busca que no desaparezca la vivienda tradicional y vernácula, y si es posible que se recuperen y mantengan los conocimientos ancestrales de la manera de construir y habitar el espacio en este tipo de arquitectura, es necesaria la realización de estudios serios, políticas adecuadas, apoyándose en convenciones internacionales, nacionales y en las propias problemáticas locales.

La vivienda tradicional es apreciada por grupos externos como un monumento o como un elemento con características históricas, que deja de formar parte de los modos de vida contemporáneas, quienes visitan a las comunidades para apreciar el paisaje que estas generaban; sin embargo, actualmente estos paisajes rurales tradicionales se encuentran casi perdidos, o bien, un porcentaje considerable de viviendas son de carácter contemporáneo. La vivienda tradicional debe formar parte de la vida contemporánea y su conservación puede asegurarse si la tradición constructiva se mantiene vigente dentro de la memoria colectiva de los habitantes de las comunidades, son los gremios y los oficios tradicionales que se mantienen activos, los procesos de manufactura de la materialidad que envuelve esta tradición.

No se puede ni debe intentar conservar por conservar, ni imponer a las comunidades que conserven las viviendas tradicionales, como se intenta hacer en la mayoría de centros históricos del mundo. Si se evidencian los valores que este tipo de viviendas tienen, como su confort, economía, beneficios medioambientales, entre otros aspectos, podría ser el primer paso para su revaloración y conservación. En muchos casos ya se han visto comunidades y arquitectos regresar a los conocimientos ancestrales de los materiales y sistemas constructivos para aplicarlos en la construcción de nuevas viviendas. En Michoacán hay instituciones, como la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, donde se están formando especialistas en restauración que pueden coadyuvar a la conservación de este tipo de viviendas de manera directa e indirecta. Se han dado los primeros pasos, pero falta mucho por hacer.

FUENTES DE CONSULTA

Andrade, M. H. (2014), “Prácticas culturales en la construcción de vivienda metropolitana”, Red de vivienda CONACYT, vol. 1, Chihuahua. Disponible en https://www.researchgate.net/publication/276124556_Practicas_culturales_en_la_construccion_ de_vivienda_metropolitana, consultado el 24 de marzo de 2021.

Ayala, L. A. y Azevedo, E. (2019), “Vivienda Tradicional de Tierra Caliente: un estudio de caso regional michoacano”, Revista Legado de Arquitectura y Diseño, vol. 14, núm. 26, pp. 1-18.

Bazant, J. (2012), “Deterioro del centro histórico de las ciudades ¿Es viable su reactivación?”, Tiempo y espacio, núm. 28, pp. 61-86.

Bedolla A., E. (2014), Transformación espacial y funcional de la vivienda vernácula en localidades de la Ciénega de Zacapu, Michoacán, Tesis de maestría en arquitectura, investigación y restauración de sitios y monumentos, Facultad de Arquitectura/Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, México.

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Notas

[1] Para este trabajo se entiende por vivienda tradicional a aquellas construcciones de género habitacional que tienen características propias de una región, que se han transmitido con pocos cambios durante generaciones. Regularmente utilizan materiales naturales y sistemas constructivos compatibles; se adaptan a las condiciones climáticas del lugar y su partido arquitectónico corresponde a formas de vida pre modernas. La arquitectura tradicional puede ser vernácula cuando además son construcciones sencillas que no requieren de un alto grado de especialización técnica, por lo que son diseñadas y levantadas sin asesoría de profesionistas, casi como una creación artesanal (Upton, 1983: 262; Chico, 1996: 31). Aunque en la actualidad muchas de las viviendas tradicionales y vernáculas se encuentran en áreas rurales o de población indígena, se conservan numerosos casos de este tipo de arquitectura en los centros históricos de pueblos medios o ciudades.
[2] En Michoacán se pueden reconocer tres grandes tradiciones constructivas: la construcción con base en muros de adobe con cubiertas de madera y terminado de teja de barro, la construcción con tablón de madera con cubierta de viguería con tejamanil y la construcción con materiales ligeros, como varas, ramas y zacates (Ettinger, 2010: 38).


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