Artículos
Recepção: 11 Maio 2024
Revised document received: 15 Janeiro 2025
Aprovação: 27 Novembro 2024
DOI: https://doi.org/10.25025/perifrasis202516.35.04
RESUMEN: Este artículo analiza los cuentos "Hongos" (El matrimonio de los peces rojos, 2013) de Guadalupe Nettel (México, 1973) y "Lo profundo" (Avidez, 2023) de Lina Meruane (Chile, 1970) desde la intersección entre los estudios de género, los estudios de la corporalidad y las teorías de la monstruosidad y la abyección. A partir de una revisión de las fronteras corporales en la narrativa latinoamericana contemporánea escrita por mujeres, nuestro objetivo es proponer la reivindicación de la abyección como una de sus estrategias de acción desde una perspectiva marcadamente feminista. En este sentido, se defiende que la reterritorialización del cuerpo enfermo y monstruoso funciona en los cuentos analizados como una estrategia somatopolítica que cuestiona los modelos de deseabilidad corporal obligatoria signados desde la mirada patriarcal.
PALABRAS CLAVE: Narrativa latinoamericana contemporánea, corporalidad, abyección, monstruosidad, orificialidad, cuento, Guadalupe Nettel, Lina Meruane.
ABSTRACT: This paper analyses the short stories "Hongos" (El matrimonio de los peces rojos, 2013) by Guadalupe Nettel (Mexico, 1973) and "Lo profundo" (Avidez, 2023) by Lina Meruane (Chile, 1970) through the intersection between gender studies, body studies, and monster and abjection theories. Based on a first review of body limits in contemporary Latin American narratives written by women, we aim to propose the vindication of abjection as one of its action strategies from a markedly feminist perspective. In this sense, it is argued that the reterritorialization of the diseased and monstrous body works in the stories analyzed as a sociopolitical strategy that questions the compulsory desirable bodiedness patterned by the patriarchal gaze.
KEYWORDS: Latin American Contemporary Literature, corporality, abjection, monstrosity, orificiality, tale, Guadalupe Nettel, Lina Meruane.
RESUMO: Este artigo analisa os contos "Hongos" (El matrimonio de los peces rojos, 2013), de Guadalupe Nettel (México, 1973) e "Lo profundo" (Avidez, 2023), de Lina Meruane (Chile, 1970), a partir da interseção entre estudos de gênero, estudos da corporalidade e as teorias da monstruosidade e da abjeção. A partir de uma revisão das fronteiras corporais na narrativa latino-americana contemporânea escrita por mulheres, nosso objetivo é propor a reivindicação da abjeção como uma de suas estratégias de ação a partir de uma perspectiva marcadamente feminista. Nesse sentido, defende-se que a reterritoria-lização do corpo doente e monstruoso funciona nos contos analisados como uma estratégia somatopolítica que questiona os modelos de desejabilidade corporal obrigatória assinados a partir do olhar patriarcal.
PALAVRAS-CHAVE: Narrativa latino-americana contemporânea, corporalidade, abjeção, monstruosidade, orificialidade, conto, Guadalupe Nettel, Lina Meruane.
No basta con
decidir abrirte.
Debes hundirte los dedos
en el ombligo, con las dos manos
agrietarte,
derramar los lagartos y los sapos
las orquídeas y los girasoles,
virar al revés el laberinto.
Sacudirlo.
Gloria Anzaldúa, "No basta"
1. Introducción
"¿Qué razones tienen los cuerpos para preservar lo abyecto que los abyecta al mismo tiempo? ¿Qué razones ocultan y mueven la decisión de no eliminar lo abyecto como un código residual de sentidos múltiples y abiertos ?" se pregunta Paula Daniela Bianchi en un trabajo reciente (170). En las dos últimas décadas, la narrativa latinoamericana escrita por mujeres ha abordado desde múltiples ángulos el giro corporal (Nancy; Torras, Corporizar el pensamiento; Moraña, Pensar el cuerpo), que se ha venido estudiando desde diferentes disciplinas y enfoques teórico-críticos, incluido aquel que lo vincula con las identidades más-que-humanas y la categoría de lo abyecto, pues "las fronteras físicas de nuestros cuerpos que antaño nos reducían a una unidad coherente, limitada y hermética, son cada vez más dudosas en su consistencia" (Isern, "Black Hole" 16). Desde este planteamiento, autoras como Daniela Tarazona, Cecilia Eudave, Guadalupe Nettel, Jacinta Escudos, Giovanna Rivero, Gabriela Cabezón Cámara, Lina Meruane, Mariana Enríquez o Liliana Colanzi se han ocupado en sus obras de expandir los límites de la corporalidad estándar y de explorar sus colindancias con figuras como las del cyborg, el simbionte o el monstruo. En un movimiento de superación de las estrategias de resistencia ante los cuerpos feminizados normativos que han sido depositarios de la norma del régimen patriarcal, estas autoras apuestan por proponer corporalidades que, desde su carácter marcadamente abyecto en muchas ocasiones, acercan la construcción somato-identitaria de los sujetos a la monstruosidad.
En esta dirección, el propósito de este trabajo es contribuir a esta línea de estudio que ensancha las fronteras de la corporalidad, ofreciendo un análisis de los cuentos de dos autoras que han hecho de la incomodidad, la desviación corporal y las "visiones oblicuas" (Pascua Canelo) el motor estético-político de su escritura. Nos ocuparemos, así, de los cuentos "Hongos", de la escritora Guadalupe Nettel (México, 1973), incluido en su libro El matrimonio de los peces rojos (2013), y "Lo profundo", de la escritora Lina Meruane (Chile, 1970), integrante de su último título, Avidez (2023). Nuestra intención es ofrecer una lectura comparada de ambos relatos, ubicando nuestro análisis en la intersección entre los estudios de género, los estudios de la corporalidad y los estudios de la monstruosidad y la abyección, con el fin de leer las construcciones somato-identitarias de las dos protagonistas como monstruosidades abyectas que, desde su desviación corporal, construyen un cuerpo-para-sí al margen de la normatividad heteropatriarcal. Pero lo hacen sin atentar contra la "deseabilidad corporal obligatoria" (Carretero Sanguino) que impone el régimen patriarcal a los cuerpos feminizados; antes bien, hacen de su abyección un nuevo centro de subversión de la deseabilidad y la norma sociocultural de salud-belleza. Por tanto, nuestro objetivo último es demostrar que la construcción de las monstruosidades somáticas de ambas protagonistas incorpora lo abyecto como eje desestabilizador y subversivo de las subjetividades feminizadas. Defenderemos, finalmente, que construyen, desde su monstruosidad abyecta, un cuerpo-para-sí al margen de la normatividad heteropatriarcal, persiguiendo una subjetividad y un deseo no mediados por los discursos del poder.
2. Monstruosidad y abyección (o cómo construir un cuerpo-para-sí)
Pero ahora que son monstruos, tienen poder.
Mayra Santos Febres, "La venganza de las sirenas"
El matrimonio de los peces rojos (Nettel, 2013), publicado bajo el sello editorial Páginas de Espuma como ganador del III Premio Internacional de Narrativa Breve Ribera del Duero, ha sido leído como un bestiario que abarca diversas especies de seres vivos y ahonda en la relación de estos con los humanos, aunque excede notablemente las relaciones interespecie, mediante una propuesta narrativa que permite imaginar formas diferentes de la existencia y los vínculos que hacen posible conocer el mundo a través del cuerpo. Diez años más tarde, Lina Meruane publica Avidez (2023) con el mismo sello editorial para proponer también una suerte de bestiario donde, esta vez, no solo se ven representadas las relaciones entre lo humano y lo no humano, sino que va más allá en el ensayo de las posibilidades de la subjetividad que se alejan de la idea de un cuerpo hermético, único, cerrado e individual.
Desde este planteamiento común que invita a exceder los límites de la corporalidad hegemónica, "Hongos" y "Lo profundo" son dos cuentos donde la abyección se vuelve absoluta protagonista. La narradora del texto de Nettel se contagia de una infección por hongos en la zona genital tras tener una relación sexual extramatrimonial que se sostiene en el tiempo. Lejos de querer erradicar ese parásito, como sí sucediera años atrás con un hongo en la uña del pie que acompañó toda la vida a su madre, un hongo tildado en aquella ocasión de "calamidad vergonzosa" que la hija recuerda insistentemente, esta micosis genital, con la que "bastaría aplicar una crema durante cinco días" (97) para que quedase erradicada, revela ahora un cambio en la misma concepción del cuerpo de la protagonista: deja de ser un parásito sobre el que recae el discurso patologizador que pretende extirparlo para erigirse, por contra, como una huella somática que reconfigura su corporalidad. Ante esta patologización la narradora se revuelve y se reconoce, desde la convivencia con su micosis, en su nueva identidad abyecta pues, como ella arguye, seguir envenenando al hongo con los ungüentos prescritos por la medicina "era mutilar una parte importante de mí misma" (67). Así, Guadalupe Nettel, insumisa ante el mandato de lo que se supone bello y normal, como observa Alejandra Amatto, opta por la reconfiguración del aparente defecto físico y le da "el valor de exclusividad que sólo la extrañeza de lo antiestético puede aportar" (33). Construye, de ese modo, una "poética de lo freak" fuertemente marcada por la influencia de lo abyecto (Amatto Cuña 34)1, definición que sin duda podría aplicarse también al conjunto de cuentos que Lina Meruane recopila en Avidez.
"Lo profundo", por su parte, comienza con la siguiente sentencia: "No se iba a dejar coser el agujero que ellos le habían hecho" (79). Desde ese momento, nos narra el caso de una mujer que ha sido operada. Tras dejar la herida abierta unos días para que termine de supurar, se niega rotundamente a que la norma médica decida nuevamente sobre su cuerpo y toma la decisión de no dejar que vuelvan a intervenirla para cerrar la cavidad. La protagonista ve en ese agujero algo único y milagroso, algo que, además de alejarla de un cuerpo normativo, le va a permitir ganarse mejor la vida, sacar rédito a su anomalía porque, como descubrimos, su oficio es el de la prostitución -"cómo era posible que su estado civil estuviera vacío, que el hueco del oficio figurara en blanco, que no hubiera nada en el agujero de los ingresos" (83), relata la administrativa encargada de su seguimiento clínico-. Llegados a este punto, no es difícil averiguar el giro del relato. En efecto, el agujero sin coser va a fungir como un nuevo dispositivo del deseo y la penetración, por el que llegan a pagarle hasta tres veces más dada la anomalía de esa práctica sexual, de ese agujero extraordinario.
En la base de ambos argumentos, donde encontramos la relación directa entre la abyección, el deseo y la emancipación de una corporalidad normativa para abrirse a otros modelos de subjetivación, reside el punto de anclaje que permite conectar la abyección con la monstruosidad, pues el desprendimiento de las normas que rigen la corporalidad hegemónica propicia su lectura como una forma singular de lo monstruoso. De hecho, Alejandra Amatto sostiene que precisamente un matiz de lo monstruoso es el que lo asemeja con lo abyecto. Como agrega la autora, "no hay que olvidar que lo monstruoso, en ciertas posibilidades y alcances contextuales, puede referir también a algo contrario al orden natural, feo, desagradable y execrable" (37). Por ende, si, como explica Foucault, los modos de subjetivación no atañen exclusivamente a las formas de educar la conducta, sino también de construir la corporalidad, estos cuerpos abyectos de las protagonistas las aproximan, en efecto, a la categoría del monstruo, entendida por Mabel Moraña como un "dispositivo cultural orientado hacia una interrupción productiva de los discursos dominantes y de las categorías que los rigen" (El monstruo como máquina de guerra 23).
Partimos, así, de esa etimología del "monstruo" que advirtió Moraña, puesto que, como observa la autora, el monstruo refiere tanto la exposición y el revelado como la advertencia. En sus propias palabras, el monstruo encarna "una materia contaminada en la que las cualidades humanas han sido definitivas o al menos parcialmente desplazadas, borradas o sustituidas por rasgos espurios, fuera de lugar' (El monstruo 32-33). Consideramos, por supuesto, una noción del monstruo alejada en esta ocasión del terreno de lo fantástico, pues estas monstruosidades abyectas son miméticas por cuanto participan, al menos parcialmente, de lo posible en el plano de lo real. Estos monstruos miméticos, como consecuencia de la abyección que posiciona sus cuerpos en el terreno de lo prohibido, lo rechazado y, por ello, deseado y fetichizado, fungen, a nuestro parecer, como instigadores de las estrategias somatopolíticas (Preciado) de la contemporaneidad. En este sentido, responden a la propuesta de Antonio Negri en torno al monstruo político, entendido como acontecimiento positivo, que se opone a la vida desnuda signada por la vulnerabilidad, como consecuencia de su capacidad de construcción de otras comunidades. Así, como bien señala Noguerol, la propuesta de Negri se basa en una reconquista del monstruo, "entendido este como representante de una ciudadanía híbrida que busca liberarse de todo límite disciplinario" ("Hablas" 18).
A su vez, contemplamos también la necesidad de imbricar las teorías de la corporalidad, de la abyección y de la monstruosidad con una lectura de género manifiesta en los relatos. De ahí que, en lo que respecta particularmente a los modos de subjetivación de los sujetos feminizados, y con el fin de ensayar otras posibilidades, nos interese contemplar primeramente la idea del cuerpo-para-otros que Marcela Lagarde, en sintonía con las teorías de Franca Basaglia, propone como esa concepción del cuerpo de las mujeres bajo el sistema patriarcal que, desde todos los órdenes, y particularmente desde la corporalidad, establece la subjetividad femenina como aquella sujeta a los deseos y aspiraciones patriarcales. Así, nos preguntamos si, ante este escenario, no sería posible una alternativa en la codificación de la corporalidad. Proponemos, entonces, la noción opuesta de un cuerpo-para-sí, es decir, de un cuerpo emancipado de la norma patriarcal que coincidiría en gran medida con las características que Lagarde propone para el cuerpo vivido, ese que, en palabras de la autora, integra la "síntesis de la impureza, del mal y del pecado" (242).
Mary Douglas establece en Pureza y peligro que allí donde hay suciedad, hay sistema. En otras palabras: todo aquello que es considerado potencialmente contaminante es expulsado fuera de las fronteras de lo limpio, lo puro y lo que constituye un orden que es amenazado por el desorden de la suciedad y la impureza. Es el borrado, la expulsión, lo que conecta con la abyección que plantea Julia Kristeva en Los poderes de la perversión.
Lo abyecto se refiere a lo que es considerado como repulsivo, impuro o excluido, que desvía una ley y amenaza un orden, que "solicita y pulveriza simultáneamente al sujeto" (12) al encontrar en sí lo imposible, vinculado a la impureza y lo escatológico. De acuerdo con la autora, las mujeres, por el hecho de serlo, portan en sí la abyección, en palabras de Lagarde, son "recipientes y portadoras de la inmundicia y del mal" (335). La puesta en común de los planteamientos de Douglas y Kristeva evidencia la relación entre el cuerpo de las mujeres, la impureza y la abyección, cuyas implicaciones aluden a un plano social y político a la par que simbólico. Teniendo en cuenta la variación genital de lo abyecto, una mujer considerada impura será vista como doblemente abyecta y estará en el margen del margen, al encontrarse fuera de la categoría mujer. De este modo, se pueden trazar puentes entre el género, la monstruosidad y la abyección en la medida en que se cifran sujetos ilegibles dentro del orden, sujetos que suponen una amenaza directa al régimen de la normatividad.
Del mismo modo que la abyección construye al sujeto a partir de una exterioridad constitutiva, lo monstruoso remite a lo feo, lo informe, lo grotesco y lo repugnante que es igualmente rechazado. En línea con la importancia que Bajtín les otorga a los orificios del cuerpo grotesco, en diálogo con las significaciones que Kristeva otorga a la abyección, cabe destacar el concepto de "grotesco anatómico" acuñado por la profesora Francisca Noguerol ("Matrices violentas") para hablar de la experiencia de la maternidad en algunas ficciones de autoras latinoamericanas del siglo xx que refieren "un cuerpo que excreta y pierde sus confines" a través del parto. Esta idea, coincidiendo con el análisis propuesto por Meri Torras ("Los desbordes") para el libro de Meruane, en el que defiende la pérdida de los límites corporales como un desafío frente al poder docilizador de los cuerpos, se puede hacer extensible a los textos aquí analizados en tanto que el cuerpo contagiado y el cuerpo agujereado se emparentan con esa pérdida de los límites de lo propio, por un lado, mediante la incorporación de otro organismo vivo, y, por otro, mediante los huecos en la carne.
El monstruo es por definición, a decir de Foucault, "lo otro": aquello que aglutina en sí lo imposible y lo prohibido. Siguiendo a Moraña (El monstruo), observamos la conexión evidente entre la monstruosidad y la abyección que existe en la construcción de las subjetividades feminizadas, pues "la organicidad femenina es entendida como repositorio de elementos abyectos que se oponen a la elevación espiritual y racional y cuya representación transgrede las normas sociales de ocultación de los desechos" (233). También en el monstruo, la corporalidad exhibe el exceso, la falta de armonía y los principios estéticos y morales que los modelos hegemónicos han construido como norma (Moraña, El monstruo). Los cuerpos alejados de la norma y, por ello, "extra/ordinarios", aparecen en los dos cuentos. Esta categoría sigue la propuesta de Adriana López-Labourdette, Claudia Gronemann y Cornelia Sieber quienes retoman los planteamientos de Rosemarie Garland-Thomson, para abordar los excesos de la "somatofi-lia" constitutiva de las prácticas literarias de las últimas décadas (López-Labourdette, Gronemann y Sieber 15). El ethos de estos cuerpos es desobediente y transgresivo, y responde a la función perturbadora del monstruo, que instala "un desorden simbólico que puede ser leído como un sistema semiótico que se independiza de los códigos dominantes y requiere una nueva hermenéutica de lo social" (Moraña, El monstruo 41).
Los desbordamientos monstruosos y abyectos de la corporalidad de las protagonistas de los textos de Nettel y Meruane refieren entonces, de dos modos diferentes pero análogos, las características señaladas para estos cuerpos extra/ordinarios y, ante todo, desobedientes. Por un lado, la micosis genital promueve la emergencia de un cuerpo contagiado que hace de la infección la marca de un deseo prohibido, contraviniendo tanto el mandato corporal de la salud y la limpieza como el moral de la fidelidad matrimonial. Por otro lado, el cuerpo agujereado se resiste a ser curado porque es precisamente el hueco lo que alimenta el éxito de su actividad económica. Así, la contaminación de unos cuerpos sanos, limpios y cerrados resulta inteligible dentro del sistema y provoca un desequilibrio que alcanza la misma categoría política de "mujer", entendida como cuerpo deseable y puro, intensificando el carácter monstruoso de la abyección.
Nos preguntamos, en definitiva, si el "dar piel", en palabras de Jean-Luc Nancy, a lo abyecto que constituye la preservación de un cuerpo contagiado y agujereado, situado en los márgenes de la institución médica y de la construcción del cuerpo bajo el mandato de la pureza, no podría leerse como esta constitución de un cuerpo-para-sí. Un cuerpo que abraza, en esa reconfiguración, todas las metáforas, comparaciones y exclusiones vertidas sobre los cuerpos disidentes y monstruosos que remecen los cimientos del sistema desde la reivindicación de la impureza y la abyección, entendida como "el surgimiento masivo y abrupto de una extrañeza que, si bien pudo ser familiar en una vida opaca y olvidada, ... hostiga ahora como radicalmente separada, repugnante" (Kristeva 8). De esta forma, ambos textos estarían proponiendo otra concepción de lo repugnante en el cuerpo de las mujeres y ofreciendo una reversión del modelo de deseabilidad corporal obligatoria instaurada por el sistema patriarcal2.
3. De cavidades y protuberancias: monstruosidades abyectas ante la deseabilidad corporal obligatoria
Il était une fois... un corps béant que ne poursuivait
aucune honte3.
Noëlle Châtelet, Le corps à corps culinaire
Orificios, bultos, múltiples deformidades presentes en los cuerpos encarnan los desbordes de los límites cerrados de la corporalidad normativa impuesta por el régimen de salud, belleza, productividad y deseo bajo las coordenadas del patriarcado. Las protagonistas de ambos relatos alimentan y dan cabida en sus cuerpos a cavidades y protuberancias mediante las cuales construyen modos alternativos de concebir la corporalidad y el deseo femeninos. Precisamente en los agujeros, como notara Noëlle Châtelet, penetran y son expulsadas aquellas sustancias necesarias no solo para la supervivencia, sino también para el placer (89). Si la orificialidad habita en primer plano en el relato de Meruane, en el de Nettel la infección micótica genera un conjunto de pequeñas protuberancias que sobresalen en la zona genital de la protagonista: "los hongos se fueron haciendo visibles. Lo primero que noté fueron unos pequeños puntos blancos que, alcanzada la fase de madurez, se convertían en pequeños bultos de consistencia suave y de una redondez perfecta. Llegué a tener decenas de aquellas cabecitas en mi cuerpo" (Nettel 97). Así pues, en la apreciación del cuerpo como un "territorio heterogéneo, hecho de zonas irregulares, orificiales, protuberantes, estriadas, rugosas, lisas" (Isern, "El cuerpo orificial" 532) nace el interés, a juicio de Maria Isern, de pensar no solo cómo se escribe el cuerpo, sino también cómo puede escribirse. En esta propuesta de reconsideración de cómo puede escribirse un cuerpo es donde se ubican los relatos de Nettel y de Meruane, dado que apuestan por modelos renovados de reterritorialización de la corporalidad y del deseo. La monstruosidad abyecta, entonces, se manifiesta en los cuerpos de las dos protagonistas, bien mediante el exceso -la presencia de un organismo vivo-, bien mediante el defecto -la ausencia de la carne.
En la reconfiguración de los cuerpos del placer que encontramos en "Lo profundo" se dan cita los planteamientos de Marta Segarra en Teoría de los cuerpos agujereados, donde refiere la importancia de los orificios corporales en las representaciones artísticas, ahondando "en su rebelión contra el cuerpo hermético" (23), y pone en diálogo la reivindicación de un cuerpo abierto vinculado a la noción del "cuerpo sin órganos" que, de acuerdo con Deleuze y Guattari, refiere una reterritorialización de la organización corporal: "El cuerpo sin órganos se opone, pues, no tanto a los órganos como a la organización de los órganos, en la medida en que ésta compondría un organismo. No es un cuerpo muerto, es un cuerpo vivo, tanto más vivo, tanto más bullicioso cuanto que ha hecho desaparecer el organismo y su organización" (Deleuze y Guattari 37). A este respecto cabe señalar la importancia de la teoría deleuziana que define el cuerpo sin órganos a partir de "la presencia temporal y provisional de órganos determinados" (Deleuze 47). Es decir, refiere un cambio en la funcionalidad del cuerpo que produce orificios polivalentes, lo cual tributa a la justificación de un cuerpo desorganizado, en el caso del cuento de Meruane, que desplaza la funcionalidad de los órganos genitales hacia otro lugar. Así, el erotismo del cuerpo abyecto, en este caso, implica necesariamente una reconfiguración de las estrategias por las cuales un cuerpo se hace cuerpo-para-sí desplazando también el lugar y la función de los orificios de la boca y la vagina, tradicionalmente orientados a la satisfacción de un deseo ajeno y construidos como los únicos orificios del cuerpo femenino que responden a la economía libidinal del patriarcado. El agujero, como condición heteróclita que vuelve al cuerpo monstruoso y abyecto, también abre la corporalidad al placer o a lo que David Loría nombra como el "goce por lo abyecto" (Leer el cuerpo gordo 33) y a un modo alternativo de construcción del cuerpo feminizado. En este sentido, se pregunta Maria Isern: "¿De qué manera los orificios corporales resemantizan, en su escritura, las construcciones hegemónicas de la diferencia sexual?" ("El cuerpo orificial" 534).
El ejercicio que configura al sujeto ante la deseabilidad corporal obligatoria implica un viraje hacia lo grotesco, la estética feísta y la abyección como líneas de fuga que posibilitan concebir el propio cuerpo fuera de los límites que alcanzan la mirada y el deseo hegemónicos. Así, la suciedad, la enfermedad no tratada, la deformidad o el mal olor, entre otros, fungen como estrategias que vuelven a los sujetos ininteligibles como mujeres dentro del sistema. Estas corporalidades actúan a la contra de los mandatos heteropatriarcales de la feminidad, pero también del discurso médico patologizador y de la idea de pureza vinculada con la limpieza y la salud. De esta forma, devenir abyecta y desear ser repugnada serían los modos principales por los que se reconfigura la deseabilidad corporal obligatoria y puede construirse un cuerpo-para-sí que no responda a los deseos ni a la sexualidad hegemónicos, bien bajo la intención de producir un rechazo que evite las consecuencias de ser un cuerpo deseable, bien mediante la propuesta de otras coordenadas que determinen la deseabilidad de los cuerpos feminizados. Este abordaje teórico imbrica los planteamientos de Robert McRuer, Judith Butler y Adrienne Rich a fin de abordar las estrategias de los cuerpos feminizados contra aquellos modelos que los han cifrado como cuerpo-para-otros (Lagarde; Basaglia), esto es, como objetos de deseo depositarios de la violencia machista y de los discursos médicos patologizadores.
La abyección en este caso es abordada desde la norma del deseo en su vinculación con la disponibilidad presupuesta para los sujetos femeninos en el sistema heteropatriarcal. Este marco establece no solo la obligatoriedad de disponer de un cuerpo funcional e íntegro, de acuerdo con los planteamientos acerca de la "compulsory able-bodiedness" o integridad corporal obligatoria de Robert McRuer, sino de que este cuerpo cumpla con las condiciones de la pureza, la belleza, la sumisión, la disponibilidad, la objetualización y el silencio. Si el cuerpo-para-otros establece, según esta óptica, un modelo concreto de deseabilidad corporal obligatoria, proponer un cuerpo-para-sí debiera, en cualquier caso, contravenir o desequilibrar los andamiajes de dichos modelos. Será entonces a través de la desterritorialización del cuerpo deseable como pueda abrirse un camino que desactive la dialéctica pureza/impureza para proponer otras corporalidades bajo la asunción de un devenir abyecto, pues el cuerpo-para-sí obligatoriamente debe ser un cuerpo que enarbole la monstruosidad y la repugnancia como conceptos centrales para explicar la repulsión y la amenaza, al mismo tiempo que la atracción y el deseo, de los individuos con respecto a la normatividad.
Permanecer en la abyección a través de la construcción y el mantenimiento de un cuerpo monstruoso, aquejado por la presencia externa y por la falta, implica aquí un modo de configuración de la subjetividad que ya no implica un devenir abyectas para frenar el deseo masculino, como sucedería en otros textos de las narradoras latinoamericanas a las que nos referíamos al inicio del trabajo, siendo ejemplos preclaros los cuentos "Subasta" de María Fernanda Ampuero y "Las cosas que perdimos en el fuego" de Mariana Enríquez, o la novela Romance de la Negra Rubia de Gabriela Cabezón Cámara. "Hongos" y "Lo profundo", por contra, invitan a reivindicar, yendo un paso más allá, la deseabilidad de la abyección, de la monstruosidad, de la enfermedad. Esta posición se podría definir mediante el uso de la preposición ante, y no contra -como sucede en los textos que acabamos de mencionar-, al representar un deslinde y una des-territorialización de los marcos por los cuales se considera deseable al sujeto femenino. Se trataría, entonces, ya no de presentar estrategias de corporalidad abyecta que persiguen el rechazo de la deseabilidad, sino de proponer corporalidades que ensayan modos alternativos de subjetivación ante esa deseabilidad obligatoria mediada necesariamente por la normatividad. Así se comprueba en "Lo profundo", cuando relata Meruane: "Y sin lavarse ni perfumarse ni maquillarse, casi sin vestirse pero dueña de sí misma, había salido al único boliche que podía estar abierto a esas horas noctámbulas" (83). Vemos aquí, en el afán de liberación de la norma de la feminidad, la belleza y la higiene, esa emancipación de las estrategias de deseabilidad hegemónica por la que apuestan los relatos, que conduce a la desterritorialización que implica hacerse dueña de sí misma o, lo que es lo mismo, construir un cuerpo-para-sí.
En este sentido, también Moraña, al vincular monstruosidad y género, señala la cualidad emancipatoria del monstruo y lo sitúa en "un entre-lugar en el que la naturaleza anómala existe en estado de contaminación, con capacidad de contagio y diseminación de la impureza, y alterando los paradigmas dominantes y sus recursos representacionales" (Moraña, El monstruo 235). Así, los cuerpos presentes en los textos de Nettel y Meruane funcionan como un desborde que posibilita una redefinición del estatuto ontológico de las mujeres. Esta asociación, por tanto, de lo monstruoso y lo femenino parte, como bien indica Moraña:
de la interpretación del cuerpo femenino como un cuerpo carente, mutilado, que evidencia -como el cuerpo del monstruo- una desviación de la norma. La mujer se define, en esos contextos discursivos, por lo que le falta. Los flujos femeninos, la presencia de la sangre menstrual, la deformación del cuerpo por el embarazo, la carga de un ser otro en el interior del cuerpo propio y los horrores del parto fueron tradicionalmente representados con los códigos de la monstruosidad y sometidos a similares estrategias interpretativas y representacionales. (El monstruo 231)
En esta dirección, siguiendo esta interdependencia entre la abyección y el deseo presente en la construcción de estos cuerpos-para-sí como respuesta ante la deseabilidad corporal obligatoria, cabe hablar, a tenor de ambos relatos, de la emergencia de un erotismo del cuerpo abyecto que sienta sus bases, en palabras de Claudia Apablaza, en "la atracción por narrar los detalles del cuerpo físico, un cuerpo que sangra o supura por determinados orificios, haciendo hincapié en cada una de sus partes y fluidos, uñas, ombligos, huesos, piel, dientes, sangre, pus y olores, una fijación que viene a demostrar un goce perverso y grotesco" (s.p.). En el caso de "Hongos", se trataría de una forma de autoerotismo que se despliega al amparo del cuerpo abyecto, pues la narradora reconoce que pasa muchas horas tocando la cavidad de su sexo y mirando cómo se habían extendido los hongos sobre la superficie de sus labios mayores. Por su parte, "Lo profundo" invita a pensar en un erotismo productivo del cuerpo abyecto en términos de capital económico, en la medida en que su orificialidad monstruosa le concede una parcela de deseabilidad mayor a ojos de sus clientes: "se levantó la falda y le mostró los muslos enjutos y la pelvis puntuda y el pubis afeitado, y su agujero, su insondable agujero, y el dueño del local le abrió el candado y la reja y la invitó a sentarse mientras metía su dedo ahí para medir hasta dónde llegaba" (84).
La abyección no solo construye sujetos físicamente monstruosos, sino que va, en ambos cuentos, un paso más allá alcanzando una reconfiguración de la subjetividad que pasa a depender, emocional y económicamente, de las protuberancias y los huecos. En el texto de Nettel el hongo abarca su cuerpo y se extiende, contagioso, a su subjetividad. Esta infección ocupa el lugar del deseo por el amante, de tal forma que los hongos sirven "como un parche que sella su orificio abandonado" (Vázquez Tapia 150). Al mismo tiempo, son la huella del amante en el cuerpo, de tal forma que ese carácter parasitario empieza a definir la propia subjetividad de la narradora al concebirse, ella misma, como un parásito en la vida de Laval. El cuento acaba con el encierro dentro de la casa, en un ambiente oscuro y húmedo donde todo gira alrededor de los órganos genitales contaminados que fungen como el centro del placer y la supervivencia: mientras el hongo se alimenta del cuerpo de la protagonista, ella sostiene su vida en la presencia del parásito como organismo vivo que mantiene el recuerdo del amante. Así lo enuncia la voz narrativa: "Hace más de dos años que asumí esta condición de ser invisible, con apenas vida propia, que se alimenta de recuerdos, de encuentros fugaces en cualquier lugar del mundo, o de lo que consigo robar a un organismo ajeno que se me antoja como mío y que de ninguna manera lo es" (101).
En "Lo profundo", Meruane, no solo hace del agujero del cuerpo de su protagonista la fuente de ingresos que permite su supervivencia, sino que, formalmente, constituye el texto. Toda la narración está construida con base en los huecos que la autora deja para ser rellenados por el lector. De esta fragmentación deliberada participa la administrativa encargada de notificar a la protagonista la necesidad del cierre del agujero corporal, que va rellenando mentalmente los huecos en el expediente médico de la paciente y permiten al lector ser consciente de la amenaza a la salud y al sistema que este sujeto provoca. Para la administrativa, es decir, para la institución médica, el hueco abierto en el cuerpo porta un índice de peligrosidad tanto para el cuerpo que lo posee -por el riesgo de infección- como para un sistema que no concibe más orificios en un cuerpo femenino sino los estrictamente necesarios para eliminar las impurezas fisiológicas: "ella retiraba la gasa para exhibir su perfecto boquete. El que ellos le habían hecho en el pabellón para quitarle lo podrido. El que habían decidido dejar así, descosido, arguyendo que el agujero aún debía soltar su pus, escurrir la recóndita mugre que ella había acumulado" (79). Todo ello alimenta el carácter monstruoso de un cuerpo abyecto que, si bien resulta repugnante para el sistema, al mismo tiempo es exhibido y utilizado para el lucro personal de la protagonista, que se adueña de su abyección.
Por su parte, la relación extramatrimonial que la protagonista de "Hongos" establece con el músico Laval, además de encarnarse en el hongo genital que ocupa su atención y sostiene su deseo, implica la expulsión de su marido. Las palabras de la narradora cuando sentencia que "vivir con un parásito es aceptar la ocupación" (100) revelan esa sustitución material de un organismo vivo por otro. Si convivir con la enfermedad y la abyección implica, como decíamos, un índice de peligrosidad, de contagio y de disidencia, se entiende que en el instante en que la narradora decide alimentar su hongo y entregarse a él, en tanto correlato también de su relación adúltera y de su entrega exclusiva a la infección y a Laval, sea el momento en que se aleja definitivamente de su marido y asuma el fin de su matrimonio.
Sin embargo, el devenir parásito de la narradora tiene consecuencias también en la relación extraconyugal con Laval, quien manifiesta un miedo a la amenaza que esta mujer-parásito supone para su propio matrimonio, pues "el contagio confirma la vulnerabilidad del cuerpo pero también descubre su poder de vulnerar, su capacidad de transformar al otro, de exterminarlo o por lo menos de marcarlo" (Guerrero y Bouzaglo 17). Así, resulta interesante el hecho de que, aunque ella sí abraza y fomenta su deseabilidad abyecta, esta supone un rechazo doble a ojos del régimen patriarcal: tanto el de su marido, que abandona el hogar para que ella se entregue al cultivo de su micosis bajo esas condiciones en las que goza de "la penumbra y la humedad de los muros" (Nettel 102), como el de su amante Laval, quien rechaza su carácter parasitario y su condición de abyecta y enferma. Bajo esa condición de contagiada/contagiosa, produce un rechazo en el amante que intensifica su carácter monstruoso y amenazante. Ese carácter difiere de lo que una identidad abyecta supuso para su madre, quien luchó por mantener durante toda su vida un cuerpo signado por el binomio belleza-salud que se vio amenazado por el hongo en su pie. Ahora bien, en virtud de la aversión que le inspiraba ese hongo a su madre, la protagonista reconoce: "Al contrario de lo que hizo mi madre durante mi infancia, yo había decidido quedarme con los hongos indefinidamente" (100). Así, frente a ese afán de mantenerse en la normatividad con el que la protagonista fue educada, decide finalmente adueñarse de su abyección y de su no normatividad, incluso cuando eso acarrea el desprecio del régimen patriarcal y, con ello, su exclusión social. Se intensifica, de ese modo, su condición de abyecta en tanto que sujeto expulsado a los márgenes del sistema, de acuerdo con la propuesta de Judith Butler en torno a la distinción entre los cuerpos que importan y los sujetos desechables.
Teniendo en cuenta tanto la reacción del personal sanitario en "Lo profundo" como la del marido y el amante en "Hongos", se descubre que ambas revelan la peligrosidad de estos sujetos abyectos y monstruosos por la posibilidad de contagiar su disidencia, "devenir Otro, transformarse en un cuerpo ajeno, volverse irreconocible para sí mismo y para la sociedad" (Guerrero y Bouzaglo 17). La transformación de los cuerpos, en la reivindicación de su condición abyecta y monstruosa, ubica su no normatividad en el terreno de la enfermedad y sitúa a los sujetos fuera de la obligada integridad corporal estudiada por Robert McRuer. Lo no bello y lo no deseable a ojos de la norma se imbrican con lo no sano para ofrecer un modo de construcción de la subjetividad femenina desde la monstruosidad y la abyección. Las protagonistas, lejos de reconocer en sí mismas la enfermedad y la repugnancia, reivindican su condición abyecta en un ejercicio que contraviene los mandatos de belleza, salud e integridad corporal obligatoria para producir un devenir de la corporalidad signado por el alejamiento de los marcos de deseabilidad corporal hegemónicos, y la propuesta de otras coordenadas desde las que producir un cuerpo social y sexualmente deseable al margen del sistema patriarco-capacitista. En el ejercicio de devenir monstruosas, alimentado por la enfermedad y la apertura corporal, el cuerpo deviene un terreno de experimentación y renovación, en la línea de la propuesta de Rubino, Saxe y Sánchez cuando señalan, en Lecturas monstruo, que las figuras resignificadas del monstruo "se presentan dislocando el orden de la supuesta naturaleza y de la sociedad, devienen seres abyectxs siempre ambivalentes entre la intervención normalizadora del poder y las posibilidades terroristas de resistencia" (9). De este modo, argüimos que las narrativas analizadas en este trabajo tributan a la dimensión monstruosa de las subjetividades abyectas que piensan otros horizontes resignificados portadores de las posibilidades emancipadoras del futuro (Rubino, Saxe y Sánchez 10).
En consecuencia, estos cuerpos deformados por cavidades y protuberancias anómalas suponen la creación, acudiendo a las palabras de Maria Isern ("El cuerpo orificial" 545), de nuevas reglas de producción corpodiscursiva que dibujan un sistema desde el que poder ensayar nuevas relaciones corpotextuales y somatopolíticas, en tanto que funcionan como vasos comunicantes que sostienen la construcción de cuerpos monstruosos, abyectos y abiertos al mundo, en oposición al carácter cerrado que atañe tanto a los cuerpos normativos como a esa tradición textual carente de una porosidad que resulta, en cambio, inherente a las escrituras indómitas de esta hornada de narradoras latinoamericanas. Siguiendo un diálogo establecido entre Gabriel Giorgi y Sylvia Molloy, podríamos entonces afirmar, en suma, que Guadalupe Nettel y Lina Meruane aplican en sus cuentos la máxima, a todas luces somatopolítica, de "ningún cuerpo sano, ningún texto limpio" (Giorgi 95).
4. Conclusiones
Los cuentos "Hongos", de Guadalupe Nettel, y "Lo profundo", de Lina Meruane, permiten, como se ha comprobado, un acercamiento conjunto hacia estos ejercicios feministas de reconsideración de la deseabilidad corporal obligatoria desde la asunción de la monstruosidad abyecta como código emancipatorio. Imbricando, como hemos planteado aquí, los estudios de género con las teorías de la corporalidad, la abyección y la monstruosidad, cabe concluir que ambas ficciones proponen una liberación feminista y abyecta del cuerpo que alcanza, además, a todos los estamentos de la sociedad. Independientemente de la clase social de las protagonistas, pues el oficio de una es la prostitución y la otra es violinista, en ambas se torna efectiva esta estrategia de emancipación abyecta en aras de alcanzar un cuerpo-para-sí, un cuerpo cercano a la monstruosidad y opuesto a la norma de salud-belleza dado que, en efecto, los dos cuentos evidencian que los modelos de deseabilidad corporal obligatoria impuestos a los sujetos feminizados no entienden siquiera de distinción entre clases y determinan, indistintamente, el estatuto ontológico de las mujeres.
Desde este planteamiento, hemos considerado ambos relatos como propuestas alternativas ante la deseabilidad corporal obligatoria que tributan a una reconfiguración de los modos de subjetivación de lo femenino. Coincidimos, así, con las palabras de Ana Gallego cuando en la conferencia de clausura del III Congreso Internacional Radicantes, celebrado en febrero de 2024 en la Universidad de Salamanca, mencionó que, si el siglo XXI es el momento de la crisis climática y económica, también es el tiempo de la crisis de los modos de subjetivación. En este sentido, hemos defendido que en los textos analizados las corporalidades monstruosas de las dos protagonistas asumen una marcada posición ante la deseabilidad corporal obligatoria y no ya contra ella, pues no solo se adueñan de sus propias abyecciones, sino que incluso las alimentan con el fin de consolidar la monstruosidad de sus cuerpos. La importancia de estas escrituras somatopolíticas reside entonces en su enunciación desde cuerpos abyectos que reivindican su deseabilidad y no la rechazan, pero la configuran desde unas coordenadas, si no contrarias, al menos sí alternativas y desestabilizadoras de los marcos que hacen al sujeto "mujer" legible dentro del orden hegemónico. Por consiguiente, las monstruosidades abyectas de estos relatos estarían fluyendo, como la sangre, el semen, el pus o los ungüentos de la medicina, para desarticular en la escritura los códigos de salud-belleza-deseo de esas tablas de la ley del patriarco-capacitismo.
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Notas