Obituario
Valió la pena
It was worth it
Valeu a pena
“Siempre hay que mirar 30º por encima del horizonte” (Juan Bautista González Moreno, 1951-2019)
“El compromiso es ético, ya que nuestra profesión implica actuar permanentemente basados en los preceptos éticos inherentes a su práctica y accionar con el profesionalismo y la actitud proactiva que exige el desarrollo del conocimiento científico”(1).
Valió la pena disfrutar de su amplia sonrisa, sana y campechana, de su sentido del humor, de su optimismo inquebrantable, de su espíritu positivo, de su amor por la familia, de su pasión por la ecocardiografía, su práctica, su investigación, su desarrollo y su docencia, de su poder de convocatoria y convencimiento, de su compromiso, de su desinterés en el beneficio personal en pos del colectivo, de su intuición para detectar las dificultades y buscar el camino, de la fortaleza de sus ideales y de su claridad y honestidad para trasmitirlos. De su coherencia.
Sí, Yayo, valió la pena.
El Dr. Juan Bautista González Moreno nació en Montevideo, el 5 de enero del año 1951, aunque la mayor parte de su infancia y adolescencia transcurrió en la ciudad de Trinidad, en Flores. Ingresó a la Facultad de Medicina de la Universidad de la República en 1971, egresando con el título de Doctor en Medicina en 1979. Su orientación inicial era quirúrgica, pero un hecho familiar ocurrido durante su etapa formativa lo marcó en lo vocacional y en lo humano. Su madre tenía una cardiopatía isquémica severa y debía ser sometida a cirugía de revascularización. En esa época no existía el Fondo Nacional de Recursos y la cirugía era una técnica relativamente nueva a la que accedían quienes pudieran financiarla, lo cual no era el caso de la familia González. La mamá fue operada en el Sanatorio Güemes de Buenos Aires por el Dr. René Favaloro, quien lo hizo en forma gratuita. Sería cardiólogo. En 1981, obtiene su título de Especialista y poco después accede a una beca para formarse en ecocardiografía en el hospital Vall d’Hebron en Barcelona, España. A su retorno, su carrera profesional es más conocida.
Desde 1975, compartió su vida con Hilda, con quien formó una hermosa y sólida familia. Hilda fue siempre un gran soporte en su vida, desde que se conocieron en la etapa de estudiantes hasta el último día de su vida. Tuvieron dos hijos encantadores, Dora (socióloga) y Oscar (médico), a los cuales recientemente se sumó una nieta. Siempre fue un gran deportista, destacándose sobre todo en frontón, donde era casi invencible en su categoría. Además, desarrolló durante toda su vida una pasión por el piano, que practicó desde niño.

La práctica y formación de la cardiología ha evolucionado de forma extraordinaria en las últimas décadas. A su ritmo y con sus particularidades, la Sociedad Uruguaya de Cardiología (SUC) ha acompañado esta evolución. Para los testigos de esta historia, la SUC de hoy poco tiene que ver con la de hace 20, 30 años, cuando desde la sede de la calle Blanes se trabajaba fundamentalmente en la organización del congreso y pocas cosas más. La SUC actual, más allá de su nueva sede, tiene una estructura y una forma de gestión y participación mucho más profesional, que quizás no es percibida por muchos. Esto no sucedió espontáneamente, es el resultado del trabajo de muchas comisiones directivas y presidencias, cada una de las cuales fue aportando distintos elementos que enriquecieron el proceso. Pero la presidencia del Dr. González Moreno marcó históricamente, en nuestro concepto, un antes y un después. Con gran capacidad e intuición supo visualizar los puntos claves de esa evolución, condensarlos, procesarlos colectivamente y plantear en un plan estratégico un proyecto consensuado de la SUC del futuro. Con una idea clara del rol que debía cumplir nuestro colectivo en pos de mejorar la salud cardiovascular de nuestra población y de desarrollar nuestra especialidad.
“Como comunidad científica, el compromiso se centra en la promoción de la salud cardiovascular, la asistencia y la rehabilitación de nuestros pacientes, bregando por impartirlas con equidad y profesionalismo”(1).
Convenció, entusiasmó y lideró al medio centenar de colegas que trabajaron durante todo un año en el desarrollo de ese plan. Más allá que originalmente era quinquenal (2005-2010), y quizás muy pocos recordemos sus detalles con claridad, su repaso permite comprobar cuántos de los objetivos allí planteados se han ido cumpliendo y han contribuido a fortalecer nuestra sociedad.
Pero su tarea no se limitó a nuestro país, sino que trabajó incansablemente en varios frentes promoviendo la inserción internacional de la SUC. Con la misma claridad y visión, supo detectar las características y carencias de las sociedades regionales, la Sociedad Sudamericana y la Sociedad Interamericana, relanzando y potenciando a la Sociedad Sudamericana de Cardiología (SSC). En un hecho inédito, logró reunir en nuestra sede de la calle Garibaldi a todos los presidentes de las Sociedades de Cardiología de Sudamérica. Generó, con un enorme esfuerzo personal, un hecho político histórico, de gran valor simbólico y real. Logró que la SSC, una sociedad con historia, creada por referentes continentales de la especialidad muchos años antes, pero sin presencia y sin marco legal, adquiriera Personería Jurídica, pasara a existir y tener presencia institucional en el mundo real. Para concretarlo debía convencer, comprometer y obtener la firma de todos los presidentes de todas las sociedades sudamericanas. Todos concurrieron a su convocatoria y en un acto con la solemnidad que correspondía, aprobaron y firmaron los nuevos estatutos de la SSC. La SSC había sido refundada. A partir de ese hecho se confirma a Uruguay como sede y secretaría permanente. Con su convicción y empuje habituales, dejó a disposición de los cardiólogos del continente una herramienta para su desarrollo.
Presidió la Sociedad Sudamericana y fue vicepresidente de la Interamericana, y en ambos cargos supo dejar su impronta. Resulta enriquecedor releer su nota editorial, publicada en nuestra revista en abril de 2012(2), titulada “Un cambio de mentalidad en América”. En ella, traza un análisis histórico desde su origen hasta la realidad de ambas sociedades y posteriormente puntualiza sus principales críticas a la Sociedad Interamericana, las cuales también planteó personalmente y con gran energía en los ámbitos correspondientes. Sus propuestas, siempre centradas en el bien colectivo y despojadas de todo interés personal, quizás no hayan sido posteriormente desarrolladas como merecían, superadas por otros intereses, pero la historia demostró que fueron escuchadas.
“Ya es tiempo de crecer, para ello hay que cambiar de mentalidad, tomando como ejemplo a quienes han marcado y marcan el camino. Utilicemos todos los americanos nuestro máximo potencial, asumamos el compromiso de trabajar por el bien común y busquemos esa identidad que está en penumbras y que aún no vemos con claridad”(2).
Su legado más importante, a mi criterio, no ha sido ése. Tuvo pasión y se dedicó enteramente en su práctica a la técnica en la cual se formó, logrando ser un referente en el país. Fue un pilar en su desarrollo e investigación, contribuyendo a instalar y difundir técnicas como la ecocardiografía transesofágica, de estrés, valoración de la disincronía y otras. Participó en más de 90 publicaciones y también del ensayo STICH. Recordamos, por su originalidad y metodología, el trabajo sobre diagnóstico de la cardiopatía isquémica a través de un protocolo de reversibilidad de alteraciones sectoriales en condiciones basales con drogas antiisquémicas.
Pero lo más importante ha sido su contribución a la cardiología nacional a través de su docencia en ecocardiografía. Una gran cantidad de colegas, no solo sus compañeros en Casa de Galicia, sino de otras instituciones de Montevideo y de todo el país, se sentaron a su lado para conocer los secretos de esta técnica y hoy la practican con solvencia. Lo hizo en silencio, en su ámbito laboral, sin títulos ni grados, sin otro retorno que el agradecimiento de sus alumnos y como siempre sin interés personal alguno. Como debe ser. Más que un profesor, fue un Maestro.
Yayo querido, valió la pena conocerte.


