Simmel en dos momentos: ciencia y filosofía de lo moral
Simmel in two moments: science and philosophy of morals
Simmel en dos momentos: ciencia y filosofía de lo moral
Aposta. Revista de Ciencias Sociales, núm. 79, pp. 43-63, 2018
Luis Gómez Encinas ed.
Recepción: 05/01/2018
Aprobación: 28/04/2018
Resumen: El propósito de este artículo es comparar dos variantes del pensamiento ético de Georg Simmel: por un lado, la perspectiva científica y, por tanto, empírica de lo moral, que está presente en gran parte de sus escritos, y por otro, la óptica filosófica, de corte metafísico, que caracteriza a su vitalismo tardío. En primer lugar, sostenemos que las dos perspectivas convergen en la crítica al sustancialismo desde un enfoque relacional y, en segundo lugar, que la mirada científica de Simmel pone énfasis en lo social, mientras que la filosófica acentúa lo individual. Bajo esta hipótesis, el artículo busca abarcar los dos momentos de la ética simmeliana, destacando las continuidades y rupturas entre ellos.
Palabras clave: Sociología clásica, Georg Simmel, ética, vitalismo, individualidad.
Abstract: The aim of this article is to compare two versions of Georg Simmel´s ethical thinking: on the one hand, the scientific, and hence empirical perspective on morals, which is present in the greater part of his writings and; on the other hand, the philosophical metaphysical point of view, characteristic of his late vitalism. Firstly, we sustain that both perspectives converge in the critic of substantialism in a relational fashion, and secondly that Simmel´s scientific point of view emphasizes the social scope and the philosophical perspective focuses on the individual aspect. Under this hypothesis the article seeks to encompass both moments of Simmel´s ethics, underlining continuities and differences between them.
Keywords: Classical Sociology, Georg Simmel, ethics, vitalism, individuality.
Und anderes fiel auf den Fels…1 (Lucas 8: 4-6)
1. INTRODUCCIÓN
Entre los intérpretes de la obra de Georg Simmel ha primado una lectura que, exagerando la relevancia de la estética en su teoría, le quita peso a los aspectos éticos del planteo del filósofo y sociólogo berlinés. Así, al ofrecer minuciosas observaciones de fenómenos de la vida social moderna como, por ejemplo, el adorno, el perfume, la coquetería, el intercambio de miradas, la aventura, etcétera, se ha convertido en un lugar común atribuirle a Simmel un “impresionismo sociológico” (Frisby, 1992: 133). No obstante, constituye una verdad a medias considerar que el autor sólo dedicó sus esfuerzos al estudio de esta clase de temas. Pues, desde el comienzo de su trayectoria intelectual, consagró profundas y extensas reflexiones al examen de los problemas éticos de la modernidad.
Para desmontar esta exégesis que ve en Simmel a una figura intelectual juguetona y despreocupada ante los grandes dilemas y tensiones de nuestra época, alcanza con mencionar que, como documenta el último tomo de sus obras completas (Simmel, 2016: 607-624), entre las actividades docentes que desarrolló –primero en la Universidad de Berlín, entre 1885 y 1914, y luego en la Universidad de Estrasburgo, hasta su muerte en 1918– se cuentan 34 seminarios referidos a cuestiones éticas y sólo 10 que tocan temas estéticos. Por otra parte, la preocupación por los tópicos morales es un hilo conductor permanente de la obra simmeliana: arrancando por escritos como “Bemerkungen zu socialethischen Problemen” (Simmel, 1989a [1888]: 20-36)2 y el capítulo dos de Über sociale Differenzierung (Simmel, 2017 [1890]: 57-97), capítulo dedicado, precisamente, al tema de la responsabilidad colectiva, esta preocupación decantará en el primer opus magnum del pensador alemán, Einleitung in die Moralwissenschaft, publicado originalmente en 1892/93 (Simmel, 1989b; 1991). Se trata de dos volúmenes donde Simmel revisa cuestiones capitales de ética, como la noción de libertad, la contraposición entre egoísmo y altruismo, el concepto de felicidad y el de deber, entre otros. Pasando por Philosophie des Geldes (Simmel, 1989c [1900]) y Soziologie (Simmel, 1992 [1908]), sus otros dos grandes escritos, las consideraciones de Simmel sobre lo moral llegan hasta su última obra, titulada Lebensanschauung (Simmel, 2001 [1918]) y publicada póstumamente, donde delinea el concepto de “ley individual”.
De todos modos, el tratamiento de estos temas no es homogéneo a lo largo de la producción de Simmel. De hecho, en una porción importante de sus trabajos recurre a un abordaje empírico –ante todo histórico-sociológico, pero también psicológico– que puede sintetizarse bajo el término “ciencia de lo moral” [Moralwissenschaft] que propone en su texto de 1892/93, mientras que en Lebensanschaung la óptica es metafísico-filosófica y se encuadra en el vitalismo característico de la última etapa de su pensamiento.
En este terreno, nuestro objetivo es mostrar los puntos de contacto y discrepancia entre los dos enfoques, y afirmamos, por un lado, que la principal coincidencia estriba en la crítica a las teorías éticas especulativas o sustancialistas desde una perspectiva relacional, a la vez que, por otro, la discrepancia consiste, principalmente, en que sin descuidar el costado individual de lo moral, el primer planteo pone énfasis en lo social, mientras que el segundo hace lo inverso. De esta hipótesis se desprenderán otras convergencias y distanciamientos que pondremos de manifiesto a lo largo de estas páginas.
A efectos de desarrollar nuestro argumento, haremos una exposición de algunos aspectos nodales de las dos perspectivas, para concluir con una síntesis de los elementos de unidad y diferencia entre ambos momentos del planteo de Simmel. Dado que los temas de ética atraviesan toda la obra del autor, nos concentraremos en dos escritos representativos de estos enfoques, a saber: “Über Kollektivverantwortlichkeit”, contenido en la opera prima sociológica de Simmel (2017 [1890]: 57-97), donde el tratamiento de lo moral es empírico, y “Das individuelle Gesetz”, que presenta una perspectiva filosófica de la cuestión y constituye el capítulo final de Lebensanschauung (2001 [1918]: 115-172).
2. LO MORAL COMO PROBLEMA CIENTÍFICO
En algunos de los seminarios que el teórico berlinés ofreció a lo largo de su vida la reflexión ética embona con lo social y lo psicológico. Ejemplo de ello son los seminarios titulados “Ética con especial consideración de los problemas sociológicos” (Simmel, 2016: 607. Nuestra traducción), impartido en 1887, y “Principales teorías de la psicología con aplicación a problemas éticos y sociales” (Ibíd.: 609), que brinda Simmel en 1890. Hacemos referencia a estos cursos ya que su sola mención, como se evidenciará de inmediato, resulta ilustrativa de la perspectiva que el autor bosqueja en gran parte de sus textos.
A propósito, el planteo de Simmel se basa aquí en la crítica, desde una perspectiva empírica, a las filosofías morales especulativas que se abstraen del mundo socio-histórico y su devenir. Esta óptica se estructura a partir de tres dimensiones, a saber: lo social, lo histórico y lo psicológico. En este sentido, si Simmel fuese un contemporáneo, diríamos que desarrolla un enfoque “interdisciplinar” de las cuestiones morales.
En el “Prefacio a la primera edición” de su tratado sobre la “Moralwissenschaft” muestra el teórico alemán estos pilares de la perspectiva que implícitamente utiliza en textos previos, pero también posteriores. Así, señala que
“Por un lado, como parte de la psicología y según sus métodos normalmente comprobados, la ética tiene que analizar los actos de voluntad, los sentimientos y los juicios individuales, cuyos contenidos valen como morales o inmorales. Por otro lado, es una parte de la ciencia social en cuanto representa las formas y contenidos de la vida comunitaria [Gemeinschaftsleben] que están en relación de causa o efecto con el deber moral del individuo. Finalmente, es una parte de la historia en cuanto, a través de los dos caminos mencionados, tiene que reconducir cualquier representación moral dada hacia su forma primitiva, cualquiera de sus desarrollos hacia los influjos históricos con los que se encuentra, y, así, también en este ámbito se puede reconocer al análisis histórico como la cuestión principal frente al análisis conceptual” (Simmel, 1989b: 10. Nuestra traducción).
Como se observa en el remate de este extenso pasaje, se trata de un abordaje donde lo moral se alumbra en su concreción empírica, de ahí el término “ciencia de lo moral”, al que Simmel refiere poco antes de que Émile Durkheim (1995 [1893]) hable de una “science de la morale”. Como señala Donald Levine, “[d]e una manera similar a la primer gran obra de Durkheim, La división del trabajo social […], el texto de Simmel afirma que el estudio contemporáneo de la moralidad requiere la formación de una nueva disciplina” (2010: 63. Nuestra traducción). Pero dejando para otra ocasión el contraste con el alsaciano, en el planteo simmeliano de la moralidad, el eje de lo histórico va a estar representado por el contrapunto entre lo moderno y lo pre-moderno. Por su parte, la dimensión sociológica del análisis, se centrará en la comparación entre los grandes grupos y los pequeños, mientras que la veta psicológica de esta perspectiva, apuntará a enfocar el juicio y la disposiciones morales del individuo en sentido histórico. Incluso así, en las reflexiones que efectivamente desarrolla Simmel el criterio interpretativo del actuar moral será antes que nada socio-histórico y en menor medida psicológico.
Tras lo dicho, podemos fijar una primera característica del planteo simmeliano: su punto de arranque es la operación de desmontaje científico de las éticas sustancialistas, apartadas de la concreción socio-histórica. De esta manera resume Simmel sus objetivos en una carta que envía el 5 de septiembre de 1891 al editor de su escrito sobre la “ciencia de lo moral”: “Con este libro busco realizar una transición desde la ética reflexiva, especulativa o popular, que existe hasta ahora, hacia su forma histórico-sociológica que, sin duda, pertenece al futuro cercano de la ética como ciencia” (2008a: 43. Nuestra traducción). Los dardos de Simmel apuntan, principalmente, contra la filosofía moral kantiana y, como dice Duk-Yung Kim a propósito del filósofo de Königsberg, “…Simmel […] no trata de elaborar una ciencia filosófica normativa, sino una ciencia empírica de la acción en la cual sean consideradas las condiciones socio-culturales del comportamiento moral dentro de sociedades determinadas” (2002: 552. Nuestra traducción).
Bajo esta óptica, disecciona el berlinés los dilemas de la praxis moral moderna y para ello se vale de un instrumental teórico relacional. Al respecto, se lee en el primer capítulo de Über sociale Differenzierung que “[t]enemos que aceptar como principio regulativo del mundo que todo está en algún intercambio de efectos con todo, que entre cada punto del mundo existen fuerzas y relaciones que van y vienen” (Simmel, 2017 [1890]: 44). Como sostiene Olli Pyythinen (2010: 41), el concepto de “intercambio de efectos” [Wechselwirkung] es la pieza teórica fundamental del planteo relacional de Simmel. En Soziologie (Simmel, 1992 [1908]) esta noción será relevada por la más precisa de “socialización” [Vergesellschaftung],3 pero siguiendo a Pytthinen, con el concepto de “intercambio de efectos”, que, de hecho, nunca desaparece de los escritos de Simmel, la sociología muestra que “[l]os individuos y las sustancias están atravesados por redes de relaciones; están en la intersección de relaciones y son constituidos por ellas. Por lo tanto, en lugar de arrancar por seres o sustancias, la sociología, esencialmente, comienza por relaciones” (Pyythinen, 2010: 40. Nuestra traducción). Y como también advierte este intérprete finlandés (Ibíd.: 42) “…el enfoque relacional simmeliano descansa en un sentido de totalidad [wholeness]”, en otras palabras, es en el marco de un conjunto de relaciones y procesos sociales que lo parcial y fragmentario adquiere un sentido.
De tal modo, el obrar humano carecerá para Simmel de una coloración moral intrínseca, la cual, por el contrario, sólo resulta de su inserción en una trama de hilos sociales que llevan un índice histórico. Así, sólo una consideración holística de las acciones, que las observe a trasluz de una totalidad social que las enmarca y atraviesa, permitirá decidir sobre su valía moral.
Dicho esto, si se sigue de cerca el modo de teorizar simmeliano, se advierte que este enfoque deriva en una serie de consecuencias paradojales. En concreto, el acto fragmentario, con sus intenciones particulares y limitadas, cuando es considerado, como dijimos recién, de modo holístico, es decir, enmarcado en un plexo relacional del cual no se distingue por completo, se baña de un sentido distinto al que tendría al ser analizado de manera aislada.
A la primera de las paradojas que encontramos en el enfoque de Simmel vamos a llamarla “paradoja de la responsabilidad individual/colectiva”, a la segunda, “paradoja de lo moderno/pre-moderno”, y a la tercera, “paradoja de lo moral/inmoral”. Para referir a estos temas nos apoyaremos en el texto titulado “Über Kollektivverantwortlichkeit” que constituye el segundo capítulo del primer libro de sociología que compusiera Simmel (2017 [1890]: 57-97).
En este sentido, generalmente, los teóricos modernos suelen poner al individuo como portador último de la responsabilidad moral, pero la primera paradoja simmeliana implica que la responsabilidad no sea ni completamente individual, ni completamente social. La diferencia entre lo individual y lo colectivo no es más que temporal: de cara a las generaciones pasadas, nadie es responsable por las condiciones sociales que moldean parcialmente sus acciones, estos condicionamientos son heredados y no están sujetos a elección alguna, mientras que en relación a las generaciones futuras, cada uno es responsable como individuo por sus actos, pues el porvenir es algo aún abierto y a decidir.
Simmel expresa esta ambivalencia de la responsabilidad mediante una referencia implícita y reformulada a la “Parábola del sembrador” que citamos como epígrafe al comienzo de este artículo. Si allí se lee que una “[semilla] cayó sobre la roca y así como brotó, se secó porque no tenía humedad” (Lucas 8: 4-6. Nuestra traducción),4 el pensador berlinés, en contraste, afirma que en la vida social ninguna acción queda sin efectos. Cito in extenso el párrafo final de este capítulo de Über sociale Differenzierung ya que el refinamiento literario del autor resulta inigualable por la pluma de este humilde exégeta:
“[M]ientras que, por un lado, la comprensión de nuestra dependencia social puede embotar la conciencia individual, por el otro tiene que agudizarla, ya que enseña que todo hombre está en un punto de intersección de innumerables hilos sociales, de manera que cada una de sus acciones tiene que producir los más variados efectos. Por así decirlo, dentro del grupo social ninguna semilla cae sobre una roca […]. El ensimismamiento del individuo se interrumpe, tanto a parte ante como a parte post, de tal modo que la contemplación sociológica aliviana un peso al individuo, pero también acrecienta su carga…” (Simmel, 2017 [1890]: 96-97).
Esta forma de concebir al individuo, como una intersección entre las generaciones pasadas y futuras, enmarcando sus acciones en un escenario histórico que las hace comprensibles, constituye el correlato, en el plano de lo diacrónico, de la perspectiva que Simmel (2017 [1890]: 189-215) traza en el terreno de lo sincrónico en “Über die Kreuzung socialer Kreise”, capítulo quinto del libro que estamos analizando, replicado y ampliado luego en Soziologie (Simmel, 1992 [1908]: 456-511). Al respecto, sostiene el autor que la combinación de membrecías que ostenta cada individuo compone un “sistema de coordenadas” que, al aumentar la cantidad de grupos de pertenencia, lo cual es característico de la modernidad, difícilmente se repita en otro. Desde este punto de vista, la individualidad es algo puramente relacional. No consiste en otra cosa que un abanico de roles más o menos independientes entre sí. Podríamos decir que el “ADN sociológico” de cada individuo se compone de una síntesis de membrecías grupales, única en cada caso, cuya acumulación es producto de trayectorias en cierta medida azarosas.
En resumen, el individuo, falto de toda sustancia, mera interface de vínculos sociales, por un lado, no es más que una condensación de roles, y por otro, es un punto de tránsito en la historicidad que conecta a las generaciones. Ahora bien, aunque la responsabilidad –ni completamente colectiva, ni completamente individual– ostente una cara bifronte, la carga explicativa del hacer moral está puesta del lado de lo social: si hay una parte de la responsabilidad que recae sobre el individuo, carece de todo sentido fuera de los “intercambios de efectos” y tiene por referencia la vida social del porvenir, las nuevas generaciones5. Por eso afirmamos al comienzo de este artículo que, a pesar de que Simmel no descuida lo individual en su aproximación empírica a las cuestiones éticas, su “Moralwissenschaft” pone un claro acento en lo social.
Avanzando con nuestro análisis, de lo anterior se desprende una segunda ambivalencia que pone en cortocircuito, al menos en parte, la distinción entre lo moderno y lo pre-moderno. Esta paradoja refuerza y da mayor profundidad a la que acabamos de desarrollar.
A propósito, como es conocido, el joven Simmel hace suyos los planteos de Charles Darwin y Herbert Spencer, cuyas intuiciones quedan incorporadas a la sociología de Über sociale Differenzierung a partir de conceptos como “herencia”, “adaptación” y “selección natural”, que en obras posteriores están presentes, pero con menor fuerza6. De hecho, entre 1885 y 1890, el autor ofrece dos seminarios relacionados con este punto de vista: diserta en dos ocasiones sobre las “Consecuencias filosóficas del darwinismo” y en cuatro acerca de “Las más nuevas teorías filosóficas, especialmente en su relación con las ciencias naturales”. (Simmel, 2016: 607-609. Nuestra traducción). Sin embargo, una de las particularidades del planteo simmeliano es que no propone un enfoque lineal de la evolución, entendido como “desarrollo” o “progreso”, sesgo que constituye la impronta de un evolucionismo sociológico vulgar. La imagen de la que se vale no es la del decurso rectilíneo, sino la del espiral. Así, señala en “Die Differenzierung und das Kraftersparnis”, capítulo final de su primer libro de sociología, que “…el espiral de la evolución alcanza un grado que es perpendicular al punto de partida: en esta altura del desarrollo, el individuo se comporta frente al todo de igual manera que en la condición primitiva, pero en esta última ambos están indiferenciados y en aquella diferenciados” (Simmel, 2017 [1890]: 245). Es a partir de ahí que resulta contrario al habitual tratamiento de los temas éticos en la modernidad el planteo de Simmel. En vez de poner el acento en el individuo como soporte indisoluble de la responsabilidad moral, sitúa a lo social en este lugar. Su concepto de individuo, repitámoslo una vez más, no es el de una entidad sustancializada que, como una subjetividad à la Kant, esto es, outsider de la historia y los vínculos sociales concretos, se interroga ante el fuero de la conciencia por la moralidad de sus actos. Como se señaló al tratar la anterior paradoja, detrás del individuo está lo social. La individualidad aquí no es más que la condensación, en cada caso única, de un conjunto de membrecías sociales. En este sentido, para Simmel, lo moderno, reino de la diferenciación y la individualidad, se toca con lo pre-moderno, donde impera lo indiferenciado. Con anterioridad a la modernidad, la responsabilidad siempre es colectiva ya que la individualidad como tal no existe, mientras que, en la modernidad, la sociología contribuye al “revival”, por así decirlo, de un enjuiciamiento gregario del actuar moral del hombre, i.e., pone lo colectivo como fundamento del individuo, lo desustancializa, y, con esto, como se lee en “Über Kollektivverantwortlichkeit”, “…en lugar de la responsabilidad individual, tiene que aparecer otra vez la responsabilidad colectiva” (Ibíd.: 83). En concreto, el carácter paradojal de este planteo consiste ahora en mostrar que lo nuevo no es tan nuevo o, lo que es lo mismo, lo viejo no es tan viejo, cuando se trata de cuestiones éticas. Así, lo moderno se solapa en algún punto con lo premoderno.
Por último, una ambivalencia similar hace patente Simmel en lo que toca a la distinción entre lo moral y lo inmoral, contraste fundamental para cualquier perspectiva ética. En este respecto, sostiene que los círculos sociales grandes, propios de la modernidad, moralizan lo inmoral al franquearle un espacio donde pueda desplegarse de modo útil a la totalidad. La acción individual, al ingresar en el tráfico social, es llevada hacia otra connotación que la que tendría por sí misma. Así, puede calificarse como moral a aquel obrar que termina reportando un beneficio social, más allá de las intenciones individuales de partida.
En contraste con la articulación, sin roces, ni mediaciones, entre el grupo y sus miembros, que define a los pequeños círculos premodernos, donde la individualidad es inexistente y, por tanto, no se produce ninguna tensión entre el egoísmo y el altruismo, en los grandes círculos modernos no hay una coincidencia punto por punto entre el todo y las partes, sino que, sólo por el rodeo de la diferenciación social, el egoísmo puede converger con el altruismo7. Una observación que aparece en el texto que estamos examinando resulta aclaratorio en este sentido. Simmel, aparentemente, recuperando una experiencia personal, comenta que le
“[F]ue relatado en un hospital cómo una monja enfermera y piadosa se caracterizaba por una sed insaciable de sangre y se veía apremiada a participar de las más espantosas e intimidantes cirugías. No obstante, esta sangre fría y esta intrepidez ofrecían los servicios más valiosos para los cuales a una persona compasiva le faltaría el sosiego necesario. Las mismas disposiciones naturales que, en épocas primitivas, tal vez hubieran dado forma a un monstruo criminal, conducen a las relaciones sociales avanzadas por la senda de la acción moral” (Simmel, 2017 [1890]: 91).
Esta monja sanguinaria, por cierto, un personaje que no tiene nada que envidiar a las figuras del cine gore, desempeña una función socialmente útil e imprescindible. Entonces, al pasar un input egoísta y antisocial por la maquinaría de la diferenciación, el output es un servicio altruista al todo. Es este resultado final, que tiene por detrás intenciones individuales de dudosa catadura moral, el que puede valorarse desde un punto de vista ético. En otros términos, en la retícula moderna de la división del trabajo, incluso puede sacarse provecho de algunas personalidades inmorales, y es sólo en una ética relativista como la de Simmel que los límites entre polos aparentemente inconciliables, como moral/inmoral, individual/social y moderno/pre-moderno, se vuelven porosos, dinámicos, paradójicos.
Sintetizando lo dicho hasta ahora, hemos mostrado que la “Moralwissenschaft” que propone Simmel es antisustancialista y relacional, y esto es resultado de una aproximación empírica, o sea, socio-histórica, a las cuestiones éticas. Como señalamos recién, de ahí se desprende una perspectiva que echa luz sobre lo moral acentuando sus paradojas y ambivalencias. Veamos ahora cómo trata el berlinés estos temas desde el vitalismo de Lebensanschauung.
3. ÉTICA Y VITALISMO
La modulación tardía que adoptan los escritos de Simmel consiste en la transcripción de su enfoque relacional en clave de una filosofía de la vida. La metafísica contenida en Lebensanschauung, libro que, en estado de enfermedad, escribe el autor a contrarreloj de la muerte, convierte a lo fluido e inestable en el basamento más hondo de la realidad. Aún con un tono crítico que consideramos desacertado, por un conjunto de razones que aclararemos de inmediato, Siegfried Kracauer brinda una imagen clara y condensada del vitalismo de su maestro. Así, señala que Simmel postula a “…la «vida» como el último absoluto que libera de su regazo ideas y formas que durante un tiempo subyugan la vida para luego ser devoradas nuevamente por la vida” (Kracauer, 2008: 114). No obstante, agrega a paso seguido que “[e]sta doctrina reconoció normas y valores que van más allá de la vida, por así decirlo, sólo a corto plazo y destrozó lo absoluto justamente por el hecho de elevar el flujo y reflujo indiferente de valores, por el hecho de elevar el proceso de la vida al absoluto” (Ibíd.).
Efectivamente, como señala Kracauer, Simmel le atribuye un estatus metafísico a lo indómito y fluctuante, pero no “destrozó el absoluto” de esta manera, sino que, por un lado, propuso un absoluto antisustancialista que le otorga un formato filosófico al planteo relacional que está presente desde sus primeros escritos y, por otro, mostró que el proceso constitutivo de la vida, que, en palabras de Kracauer, sólo reconoce normas “a corto plazo”, tiene su propia ley, la cual, como evidenciaremos pronto, es tanto más exigente y rigurosa que cualquier absoluto sustancializado y apartado de la concreción vital del individuo que hayamos imaginado jamás. Pero antes de tratar este problema, desarrollaremos algunos lineamientos del planteo que Simmel presenta en Lebensanschauung, fundamentales a la hora de dar cuenta de su filosofía moral madura. En particular, hay que exponer cómo entiende el teórico alemán la noción de vida y, al calor de ello, el concepto de vivencia.
En este terreno, sostiene Vladimir Jankélévitch (2007: 8) que recién en este escrito nos ofrece Simmel una noción de vida despojada de toda adjetivación. Con anterioridad, se trata siempre de la vida artística, religiosa, económica, etcétera, pero no de la vida a secas.
Para definir el concepto refiere Simmel (1999 [1918]: 229) al contraste entre Mehr-Leben y Mehr-als-Leben, más-vida y más-que-vida. Vimos aparecer en el apartado anterior el carácter paradojal del pensamiento simmeliano. Pues esta misma ambivalencia está en el corazón de su filosofía vitalista. De tal modo, la vida consiste en un proceso incesante en el que se incrementa y potencia a sí misma, pero, al mismo tiempo, cristaliza en formas que se le oponen y con las cuales rompe una y otra vez. Hete aquí una metafísica relacional en la cual lo fragmentario y circunspecto adquiere su significado al ser absorbido en la trama relacional de la vida. Ahora bien, a diferencia de la operación que realiza la “ciencia de lo moral” al enfocar tópicos de ética en el marco de vínculos sociales que llevan un índice histórico, el vitalismo simmeliano corre el eje interpretativo desde el escenario social exterior del individuo hacia su propia interioridad. Es en este sentido que en el planteo de Simmel el énfasis de la ética pasará de lo social a lo individual, aunque sin perder de vista el entrelazamiento de la vida con los vínculos sociales y las condiciones históricas.
De tal modo, el último Simmel desmonta el sustancialismo, no al relativizarlo en sentido histórico-social, sino al convertir lo moral en una forma de vivencia. Se trata de lo moral como es sentido en primera persona. En efecto, señala Hans Georg Gadamer (1999: 103) que Simmel “…no sólo utiliza el término «vivencia», sino que es también ampliamente responsable de su conversión en palabra de moda”. Para captar la particularidad de estas reflexiones ético-vitalistas, por tanto, hay que detenerse en la noción de vivencia, que Simmel, junto a otros filósofos, contribuye a instalar en las discusiones filosóficas de su época.8
Al respecto, es en el conocido ensayo “Das Abenteur” (Simmel, 1988 [1911]) donde el autor aclara algunos elementos que permiten entender cómo define esta noción. La aventura se caracteriza por el vínculo entre lo fragmentario y efímero, que, desgajándose del continuo vital uniforme de un individuo, sin embargo, acoge por un instante al conjunto de su vida. Nuevamente con Gadamer, se puede decir que “[t]oda vivencia está entresacada de la continuidad de la vida y referida al mismo tiempo al todo de ésta” (1999: 104). Por tanto, la vivencia –y la aventura no es más que una forma intensificada de la misma– conecta la parte discreta con el todo continuo. Y es en una veta más cercana a los intereses de nuestro artículo que refiere Simmel en Hauptprobleme der Philosophie (2005 [1911]) al deber-ser con un tono vivencial. Así, luego de mostrar cómo el formalismo de Kant significó un avance respecto a las éticas fundadas en diversos contenidos o teleologías, observa –con Karl Löwith (2006 [1932]) se podría ver aquí un gesto característico de las “filosofías de las existencia”, es decir, de los enfoques que ponen en cuestión las abstracciones conceptuales en pos de la consideración del existente humano concreto y singular– que “[e]l postulado más profundo, con el cual se desvía, por supuesto, enteramente este rumbo del pensamiento del concepto moral kantiano, estaría […] dirigido al ser del hombre…” (Simmel, 2005 [1911]: 120). En este plano alude Simmel a lo moral como “…una rítmica de la voluntad que sólo se puede experimentar…” (Ibíd). En contraste, “…los imperativos morales serían sólo expansiones, formaciones, substancializaciones de la buena voluntad…”, dicho de otra manera, “…especificaciones discontinuas y simbólicas del íntimo y profundo proceso vital…” pues “…la voluntad es […] un acontecimiento que solamente podemos vivir y volver a vivir…” (Ibíd.: 121-122).
Esta caracterización sucinta de los conceptos simmelianos de vida y vivencia nos servirá ahora para ocuparnos de la perspectiva de Lebensanschauung y su relación con la óptica socio-histórica de lo moral que desarrollamos con anterioridad. En efecto, estos planteos son una extensión y profundización del enfoque que Simmel insinúa en el pasaje de Hauptprobleme que citamos recién. De tal manera, el deber-ser, en el último libro de Simmel, es una forma de sentir la totalidad de la vida, mientras que los imperativos desconectados de la concreción vital de los individuos, son una expresión, en el terreno de lo moral, de ese Mehr-als-Leben –las formas petrificadas– que se opone al Mehr-Leben –la corriente, el flujo continuo–. Por tanto, la “ciencia de lo moral”, desde una óptica empírica, y esta filosofía vitalista, desde un enfoque metafísico, coinciden en la crítica a los planteos éticos especulativos, representante de los cuales, es para Simmel, en primer lugar, la filosofía moral de Kant.9
Otro punto de coincidencia, en este caso sólo parcial, entre las dos éticas de Simmel radica en la forma de entender el objeto del juicio moral, i.e., las acciones humanas. Al respecto, indicamos más arriba que su perspectiva es holística en tanto abarca los nexos sociales que condicionan el obra moral y aquellos en los que desemboca, en otros términos, el valor moral de un acción sólo puede ser estimado en el contexto de una totalidad de “intercambios de efectos” que le otorga su sentido. Así, en “Das individuelle Gesetz”, capítulo final del Lebensanschauung, Simmel critica la filosofía moral convencional en tanto cercena las acciones humanas, cortando sus raíces con la trama relacional que les confiere un sentido, pero ahora, en contraste con el enfoque empírico del autor, este plexo relacional pasa a ser el hilado de la vida individual y única en la cual la acción tiene su génesis. Así, oponiéndose a Kant, sostiene que este es el Leitmotiv de su perspectiva:
“La ley universal sólo puede dirigirse a las acciones singulares, entresacadas del engranaje de la vida individual. La individualización del hecho, lograda por éste subordinándose a un concepto […], contradice la individualización que posee a título de escena o latido de la vida total de un sujeto, la única en que pude exponerse –tal es, en todo caso, mi axioma fundamental– su significación moral y última” (Simmel, 2001 [1918]: 141).
Coherentemente con este cambio del foco de la ética, desde la exterioridad socio-histórica hacia la inmanencia vital del individuo, se modifica el significado de las acciones morales en uno y otro caso. Por un lado, el marco temporal ya no es la relación del individuo con las generaciones pasadas y futuras, sino el nexo de la acción con el pasado y el futuro de la propia vida. Por tanto, aquí el planteo pasa de la historia social a la biografía. Refiriendo a la metáfora que emplea Simmel en su primer libro de sociología, ninguna “semilla” es infértil, pero el efecto del obrar humano ya no se mide en sus repercusiones sobre las generaciones del porvenir, sino sobre la vida futura del propio individuo. Como exclama nuestro autor:: “…¡tú, pues, eres capaz de hacer una cosa así, y para todo el futuro!” (2001 [1918]: 152). Pero, por otro lado, el pasaje de lo exterior a lo interior conduce a un deslizamiento aún más profundo. Pues si para la “ciencia de lo moral” la acción es virtuosa cuando, más allá de las intenciones individuales, reporta un beneficio al conjunto social, ahora, aunque Simmel no se exprese en estos términos, el norte de la actuación moral es la autorrealización. En este sentido, señala que “…la moralidad brota precisamente del punto en que el hombre está a solas consigo y en que vuelve a hallarse a sí mismo” (Simmel, 2001 [1918]: 132). Ahora bien, ¿no cae Simmel con esto en un solipsisimo o, en la terminología popularizada por la sociología, una “robinsonada”? ¿Acaso el berlinés se desdice al final de su vida de sus inestimables aportes a la sociología y concibe individuos desprendidos de todo lazo social? Creemos que este problema se hizo evidente a Simmel mismo. De hecho, en “Das Individuelle Gesetz” señala, aunque sin ahondar demasiado en ello, que la vida singular se encuentra entrelazada con los nexos sociales: “…la individualidad que vive en la forma del deber-ser no es ahistórica, exenta de material […], antes bien está codeterminada […] por el hecho de que ese hombre es ciudadano de un Estado determinado” (Simmel, 2001 [1918]: 160). Pero aquello que la comunidad política solicite del individuo sólo podrá influir en él, en la medida en que tal interpelación pase por su filtro interior, en otros términos, en tanto sea vivida en primer persona. Entonces, en este planteo el centro es la individualidad, pero lo histórico-social no queda olvidado por completo, aunque pase a un segundo plano.
Y así como la “Moralwissenschaft” da lugar a un conjunto de ambivalencias que hacen porosas y dinámicas algunas oposiciones teóricas, el vitalismo simmeliano hace lo propio al imprimirle una connotación paradojal al concepto ético alrededor del cual se articula, a saber: el de “ley individual”. Como señala el autor, usualmente la ética se valió de “magnitudes fijas determinadas con seguridad”, pero para captar el dinamismo de la vida se requieren “conceptos más elásticos” (Ibíd.: 135).
De esta necesidad de poner los conceptos en movimiento surgen dos innovaciones teóricas: en primer lugar, sostiene Simmel que hay que separar universalidad y legalidad. La moralidad del hacer humano no puede medirse a partir de una ley válida universalmente y en todo momento. Pero esto no significa asumir que las normas sólo tienen una vigencia a “corto plazo”, como decía Kracauer; por el contrario, la vida única de cada individuo posee una exigencia ideal que la gobierna y que sólo rige para esa vida irrepetible. Por tanto, con la “ley individual” se trata de una legislación paradójica que se aplica al caso único, i.e., el existente humano singular. Si este precepto tiene un alcance universal, éste sólo podrá ser la totalidad de la vida del individuo. Entonces, el deber-ser entendido de esta forma, comparativamente, es de un rigor superlativo frente a cualquier legislación impersonal del obra humano: no apunta a actos aislados, sino a la totalidad de una vida.
Con ello se conecta el segundo hallazgo conceptual de Simmel, a saber: la distinción entre individualidad y subjetividad. Al desmantelar la ley impersonal, no cae en un “anything goes”. La “ley individual” no es algo discrecional y contingente, en otros términos, no se trata de un planteo ético subjetivista, por más que, a simple vista, lo parezca. Como sostiene nuestro autor: “El concepto decisivo es […] la objetividad de lo individual. Desde que existe como hecho objetivo […] una vida determinadamente individualizada existe también como válidamente objetivo su ideal deber-ser, de suerte que sobre él pueden hacerse representaciones verdaderas o erróneas…” (Simmel, 2001 [1918]: 159). En otras palabras, Simmel propone una ética cuyo fundamento último es un absoluto indómito, fluctuante, procesual, pero sin perder asidero en la objetividad y la posibilidad de verdad del actuar humano orientado por valores que le dicta su propio centro vital, singular, concreto, irrepetible.10
4. CONSIDERACIONES FINALES
En las páginas anteriores hemos pasado revista de dos momentos del pensamiento ético del sociólogo y filósofo berlinés. Ahora estamos en condiciones de compendiar los resultados de nuestras reflexiones. A efectos de contribuir a la claridad y comprensión del contrapunto propuesto, volcaremos en la siguiente tabla los aspectos centrales de la exégesis comparativa que realizamos:

Tras este compendio, podemos decir que los aspectos analizados en este artículo muestran la diversidad de estratos de sentido y la riqueza del pensamiento ético de Simmel. De este modo, una síntesis aún por realizar podría dar lugar a un planteo que, por ejemplo, contenga tanto elementos provenientes de las ciencias sociales como de la filosofía, tanto aspectos de historia social como de la biografía individual y única de cada ser humano. De las consideraciones anteriores se desprende, por tanto, la posibilidad de desarrollar un marco teórico integral para las cuestiones morales. Quedará para otros trabajos el intento de llevar a cabo este objetivo.
Otra tarea todavía pendiente consiste en un estudio del planteo ético de Simmel en todas sus obras. En efecto, en este artículo sólo hemos considerado dos extremos de su producción: por un lado, el enfoque de lo moral en su sociología de juventud, de lo cual es representación “Über Kollektivverantwortlichkeit” (2017 [1890]: 57-97) y, por otro, la filosofía moral madura del autor, bosquejada en “Das individuelle Gesetz” (2001 [1918]: 115-172). Entonces, quedará para próximas investigaciones integrar en nuestro esquema el problema de los efectos del dinero sobre la moralidad y, sobre todo, una reflexión en torno a Einleitung in die Moralwissenschaft (1989b [1892]; 1991 [1893), del cual afirma Günther Lüschen (1998: 20. Nuestra traducción) que “…es hasta ahora uno de los análisis más minuciosos sobre la cuestión moral en la sociología alemana…”, texto que sólo en forma parcial ha sido objeto de las consideraciones aquí bosquejadas.
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Notas
Notas de autor
Información adicional
Formato de citación: Lewkow,
L. (2018). “Simmel en dos momentos: ciencia y filosofía de lo
moral”.
Aposta.
Revista de Ciencias Sociales,
79, 43-63, http://apostadigital.com/revistav3/hemeroteca/lewkow3.pdf