Reseña
Stefanoni, Pablo: Los inconformistas del Centenario: Intelectuales, socialismo y nación en una Bolivia en crisis (1925-1939), La Paz, Plural editores, 2015.
Stefanoni, Pablo: Los inconformistas del Centenario: Intelectuales, socialismo y nación en una Bolivia en crisis (1925-1939), La Paz, Plural editores, 2015.
e-l@tina. Revista electrónica de estudios latinoamericanos, vol. 14, núm. 55, pp. 75-80, 2016
Universidad de Buenos Aires
Recepción: 20 Junio 2016
Aprobación: 30 Junio 2016
RESEÑA
ENZO ANDRÉS SCARGIALI
Pablo Stefanoni en Los inconformistas del Centenario: Intelectuales, socialismo y Nación en una Bolivia en crisis (1925-1939), intenta reconstruir una serie de trayectorias y experiencias político-intelectuales ligadas al socialismo que luego de la guerra del Chaco se plasmaron en el ejercicio del gobierno del Estado. El autor destaca que la investigación se encuentra organizada bajo un doble criterio: cronológico y analítico.
En la introducción general el autor se centra en explicitar sus objetivos principales. El texto, que surge de su tesis doctoral, se propone indagar en el entramado de discursos, debates, redes de sociabilidad y transformaciones políticas a partir de las que se disputó el sentido de la nación boliviana desde los años del Centenario, en 1925, hasta el fin del “socialismo militar” en 1939.
La hipótesis que guía el trabajo es que en el periodo estudiado se fue procesando una revolución de las ideas cuya fuente principal fue el antiliberalismo, articulado bajo diferentes figuras del socialismo. Estas ideas se plasmaron en una serie de redes político-intelectuales y otros soportes materiales a partir del cual son reconstruidas las obras –canónicas y menores- que influyeron en la construcción del espíritu de época. Además, a partir de las memorias y las cartas, son reconstruidas biografías intelectuales y círculos de sociabilidad. El libro constituye un intento por comprender como fueron posibles las diferentes expresiones intelectuales en el marco del contexto en que se produjeron.
La “generación del Centenario” incluye una serie de figuras que durante el periodo de crisis y desorganización propiciado por la Guerra del Chacho canalizó su inconformidad a través del “socialismo militar”. En este marco, obreros, estudiantes y militares –los inconformistas– comenzaron a disputar el sentido de labolivianidad y la idea de nación a las clases dominantes. Este conjunto de jóvenes, nacidos a mediados de 1900, alrededor de la década de 1930 asumieron su actividad política e intelectual en la universidad, el movimiento obrero, las Fuerzas Armadas y el periodismo y se convirtieron en portavoces de nuevas ideas revolucionarias.
La primera sección del libro “Una nación más ancha” indaga en los efectos intelectuales, sociales y políticos de la difusión de la cuestión social en los años del centenario de Bolivia hacia mediados de 1925-1930. El apartado problematiza la configuración del mundo intelectual y político a partir de tres actores considerados centrales por el autor: estudiantes, obreros e indígenas y en los siguientes planos de análisis: debates intelectuales, los cambios en el sindicalismo, la emergencia de los partidos socialistas y la circulación de ideas principalmente en revistas como Arte y Trabajo.
El capítulo primero “El Centenario como realidad y como ilusión” invita al lector a reflexionar acerca de las rupturas en el plano político y social que se originaron en el marco del desplazamiento de la hegemonía liberal y la Guerra del Chaco. Los festejos del centenario boliviano produjeron, en palabras de Stefanoni, una introspección crítica de una nueva generación de estudiantes que reflexionaron acerca de qué era lo que había para festejar. En este marco, los estudiantes se declararon en huelga activa e intentaron sabotear los actos por los cien años de la fundación de la república. Respecto de los indígenas, los intelectuales liberales compartían una visión racista que planteaba la eliminación del indio o bien, su civilización.
El segundo capítulo, “Cuando la “cuestión social” se politiza: redes de difusión de la idea socialista”, aborda en particular el entramado de redes sociales provenientes de diversos sectores laborales y parlamentarios que comenzaron a realizar planteamientos ligados a la cuestión social. De este modo, en estos espacios de sociabilidad político-intelectual, se dieron los primeros pasos para el debate de ideas. La organización sindical comenzó a irradiar “partidos socialistas obreros” que lograron ingresar en los consejos de grandes ciudades del país. En 1919 entonces se conformó el Partido Socialista con base en Oruro, Potosí, La Paz y Uyuni. En particular, la difusión de ideas se realizaba a través del periódico Bandera Roja que se convirtió rápidamente en vocero de las diferentes corrientes de izquierda cuyas páginas eran escritas por obreros e intelectuales. En sus páginas, se llamaba a los obreros a solidarizarse con los indígenas y se recomendaba la lectura de diversas obras ligadas a ideas revolucionarias.
Otro de los periódicos destacados en el capítulo es El Socialista, tribuna del Partido Socialista de Sucre y espacio de redacción y militancia de Tristán Marof, uno de los principales activistas de las ideas revolucionarias del periodo. En este punto, Stefanoni reconstruye el pensamiento en contexto de Cesáreo Capriles López, militante e intelectual, que plasmó sus ideas a partir de 1921 en la revista Arte y Trabajo, otra de las publicaciones que expresaba las “sensibilidades inconformistas” y constituyó un espacio para la intelectualidad crítica de Cochabamba que apostaba por una fuerte renovación moral. Por último, el autor indaga en el pensamiento y la obra de José Antonio Arze, otro de los directores de Arte y Trabajo, fundador del Instituto Superior de Obreros y principal referente del marxismo boliviano. Con una mirada internacionalista y crítica del patriotismo, Arze se posicionó en defensa de la vigencia de la “cuestión social” y del socialismo boliviano.
El tercer capítulo de la primera sección, “Ni dioses en el cielo ni amos en la tierra”, se centra en el plano intelectual y la batalla de ideas desplegada por intelectuales, caciques y obreros. Avanzada ya la década de 1920, Stefanoni plantea una división en torno a dos grupos de jóvenes inconformistas: por un lado, aquellos que se incorporaron al ejercicio del gobierno del Estado durante la presidencia de Hernando Siles (1926-1930) y sus ideas renovadoras, entre quienes se encontraba José Arze, y por otro lado, aquellos en el exilio y ligados al comunismo.
Tristán Marof, anti-silista y activista político, acompañó los levantamientos indígenas del período y ayudó a la consolidación de las redes entre líderes indígenas, artesanos e intelectuales que elevaron el nivel de alerta de las elites. A partir de ello, Stefanoni rescata la presencia de uno de los caciques apoderados, Manuel Michel, en el Tercer Congreso Obrero realizado por el Partido Socialista de Marof en 1927.
Las diferentes manifestaciones indígenas, que fueron fuertemente reprimidas durante el silismo, ocupan parte del capítulo. Entre los principales hallazgos de Stefanoni respecto de este punto se destaca la forma en que es reflejado el accionar de las elites criollas para controlar la cuestión social y la forma en que esto se plasmó a través de diferentes producciones escritas acerca de la relación entre indígenas y partidos socialistas: desde periódicos que condenaban los abusos de las fuerzas del orden, pero justificaban su represión, hasta el reconocimiento del derecho a la rebelión por parte de otros.
En la segunda sección del libro, “Una nación esquiva”, Stefanoni lleva adelante el análisis de cómo el comunismo, el indianismo y el feminismo fueron los clivajes a partir de los que se construyeron redes de sociabilidad de carácter político-intelectual y nuevos imaginarios de cambio social. Estos puntos de encuentro son analizados por el autor a partir de su fluir, tensiones y polémicas en la construcción de redes de sentido antes, durante y luego de la guerra del Chaco.
El capítulo cuarto, “La internacional comunista “descubre América”, ¿y Bolivia?”, se centra en analizar las influencias de la reunión de la Internacional Comunista llevada adelante en Montevideo durante 1928 y la influencia que tuvo para los partidos latinoamericanos, a los que se incitaba a trabajar con campesinos e indígenas.
Para 1930, el silismo había sido derrocado por una revolución cívico-militar que instaura en el poder al general Carlos Blanco Galindo. En estas páginas, Stefanoni se centra en recorrer las vinculaciones político-intelectuales de Waldo Álvarez, director del periódico La Huelga desde donde lanzaba reivindicaciones obreras y sociales, y José Antonio Arze. A partir de la Agrupación Socialista Revolucionaria, Arze intentó articular un partido comunista que integrara a bolivianos, chilenos y peruanos.
Ya en 1932, la Agrupación Comunista se posicionó en contra de la guerra bajo las siguientes proclamas: “Contra la masacre de los indios y contra el robo de sus tierras. Contra los encarcelamientos de soldados. A los obreros, indios, empleados y artesanos.” En el marco de estas disputas, Stefanoni recorre el desarrollo del marxismo indianista de Tristán Marof, un intento por adaptar la teoría marxista a las particularidades de Bolivia. Influenciado por José Carlos Mariátegui, Marof sintetizó en un escrito el programa revolucionario boliviano analizando las condiciones sociales de vida del indio, el cholo y el blanco.
El capítulo quinto, “Pacifismo, antiimperialismo y antifascismo” se centra en conocer el análisis, que los partidos y agrupaciones de izquierda realizaron, a través de diversos medios, del enfrentamiento bélico entre Bolivia y Paraguay, al que coincidieron en conceptualizar como una guerra interimperialista por el petróleo. Durante 1933, en el marco del Congreso Antiguerrero de Montevideo los partidos socialistas buscaron generar la unidad de las izquierdas latinoamericanas. Con un perfil obrerista, pero con el rol preponderante de los intelectuales, la reunión no pudo alcanzar la proclamación de un frente único contra la guerra, principalmente por la disconformidad de los anarquistas. Sin embargo, y a pesar de ello, Stefanoni recoge las expresiones que Marof y el militante argentino, Deodoro Roca, realizaron tiempo después desde la ciudad de Córdoba, en Argentina. En este núcleo, emergió tiempo después la revista América Libre y el Comité Pro Paz y Libertad de América que durante 1935 y 1936 editó la revista Flecha cuyos principales objetivos eran la lucha por las reivindicaciones proletarias y la justicia social, ya en el marco del fin de la guerra entre Bolivia y Paraguay.
Antes de avanzar en el periodo de posguerra, Stefanoni en el capítulo sexto, “Indianismo y nación… en clave vitalista”, analiza otros espacios de sociabilidad centrándose en un indigenismo que articula maestros, arqueólogos, escritores y pintores que conceptualizaban al indio como un sujeto de renacimiento nacional. El autor describe las redes de sociabilidad que posibilitaron la “Semana indianista” que tuvo lugar en La Paz a fines de 1931 y en el que sectores de la elite se dedicaron a discutir el problema del indígena. Avanzando en la cuestión, el capítulo aborda la biografía intelectual de Alberto Villegas, periodista y organizador del evento que contaba con el apoyo del Estado. Además, analiza los suplementos especiales lanzados por varios periódicos de La Paz, en los que se recorría la semana indianista. Por último, el autor describe otros aspectos de la semana indianista como las visitas a espacios históricos de socialización para las comunidades indígena como la escuela-ayllu de Warisata –experiencia a la que Stefanoni le dedica un apartado dentro del capítulo- y Tiwanaku, centro ceremonial indígena.
Otra de las biografías que el autor reconstruye en este contexto es la de Ernesto Quesada, historiador y jurista argentino, quien desde una perspectiva ligada a la sociología relativista, consideraba a los ciclos culturales como organismos vivos. En este marco, afirmaba que el indianismo no caucásico se había erigido como la punta de lanza para superar el ciclo occidental europeo.
También, Stefanoni se centra en describir en este capítulo las ideas de Arthur Posnansky, quien contribuyó al desarrollo del indigenismo desde posiciones biologicistas y antidemocráticas que ladeaban con el nazismo, en particular, a partir de sus consideraciones acerca del mejoramiento racial. Es importante destacar que el indianismo fue terreno de disputa entre diversas concepciones ideológicas que son desarrolladas en este apartado.
El capítulo séptimo, “Ciudadanía, sufragio y sotanas: mujeres inconformistas en la disputa por la nación” indaga en las organizaciones feministas que durante el periodo estudiado lucharon por la ampliación de los derechos de las mujeres y las formas a partir de las cuales adquirieron estado público. En este sentido, Stefanoni se centra en describir las redes intelectuales feministas a través de Feminiflor, una publicación boliviana de los años veinte que fue puesta en marcha por jóvenes orureñas. También describe el surgimiento del Ateneo Femenino, que años después editó el Índice del Ateneo Femenino. Una de sus principales reivindicaciones fue la lucha por el voto femenino y el apoyo a la ley de divorcio. Además, describe la creación del primer sindicato femenino en La Paz a finales de la década de 1920. El autor, avanzando en el periodo de posguerra, describe la organización de las mujeres ligadas al socialismo y el rol que tuvieron durante la Guerra del Chaco. Por último, hace referencia a la Legión Femenina de Educación Popular fundada en 1935 por Etelvina Villanueva. Este espacio se convirtió en una de las principales organizaciones feministas de 1930 que concentraba las demandas y necesidades de la mujer trabajadora.
La última sección del libro, “¿Una nación más densa?, el socialismo como salvación nacional”, intenta reponer el rol que tuvieron los imaginarios juvenilistas en la renovación política boliviana a comienzos de la segunda mitad de la década de 1930. En este sentido, se centra en conocer las formas en que el socialismo posibilitó la construcción una trama de sentido que dio base al “socialismo militar”.
El octavo capítulo, “El socialismo militar en la posguerra: la respuesta funcional a la nación liberal” se centra en el análisis de la alianza entre militares, obreros e intelectuales de izquierda en lo que se conoce como la “Revolución de mayo”. Este proceso tuvo lugar durante la posguerra y el pico del conflicto se dio cuando los obreros, además de paralizar la ciudad de La Paz, comenzaron a controlar la seguridad y el orden público organizando patrullas que contaban con el “apoyo” del General de Ejército Germán Busch.
El 17 de mayo de 1936, tras el golpe de Estado, con el apoyo de Busch, el general David Toro pasó a ejercer el gobierno con el apoyo social de los núcleos urbanos. La revolución, en palabras de Stefanoni, marcaría la entrada en la política del movimiento obrero. Bajo el “socialismo de Estado”, el nuevo régimen se asentaba en el Ejercito, los partidos ligados al socialismo y el movimiento obrero. En este marco, salió a circulación La calle, periódico que actuaba como vocero del socialismo militar. Uno de los pasajes más destacables del capítulo es la indagación que Stefanoni realiza del rol de Waldo Álvarez, cuyas ideas son expuestas anteriormente, al frente del Ministerio de Trabajo y Previsión social. Durante su gestión se marcaron los lineamientos para un proyecto de salario mínimo, y comenzaron a tomar relevancia las cuestiones relativas a la sanidad pública, y los derechos de los trabajadores. Toro, además apoyaba la organización de una democracia funcional, basada en la doble representación parlamentaria: por un lado, representación partidaria mediante el voto ciudadano y por otro, representación gremial. De todos modos, la posición anti-comunista que mantuvo el gobierno terminó apartando a Álvarez del Ministerio. A pesar de ello, siguió ligado al gabinete e impulsó el Partido Socialista del Estado cuyo líder era Toro.
El último capítulo, “Rejuvenecer la nación: ¿socialismo nacional o nacionalsocialismo?” se concentra en la segunda mitad de la década de 1930. Durante 1937, en el marco de una crisis económica, el apoyo al socialismo de Estado comenzó a diluirse y el golpe contra Toro, consumado tiempo después, fue apoyado por sectores de la oligarquía paceña y del socialismo que llevaron a Germán Busch al poder. A partir de ello, Stefanoni recorre las líneas que la prensa pro-oligárquica dedicó al nuevo presidente en El diario de La Paz. Busch, seguía los lineamientos de la justicia social y propugnaba por el equilibrio entre capital y trabajo. Bajo el subtítulo Con la Alemania nacionalsocialista como inspiración, el autor describe las relaciones entre el Estado boliviano y el Reichdurante estos años rastreando las diferentes redes de confraternidad entre ambos países. En un segundo apartado, también se centra en describir la relación entre –la autoproclamada- dictadura de Busch y el fascismo italiano a partir del rol de relevancia que tenía Luigi Mariani, embajador italiano en La Paz, y por otro lado, la influencia del comunismo a través del Estado mexicano.
Por último, el autor hace referencia a la Asamblea Constituyente de 1938, que según Stefanoni, marcó la escenificación –en parte- de un nuevo orden que retomaba el socialismo de Estado. Esta decisión, motivó una fuerte ruptura con los partidos tradicionales y la pérdida del apoyo que hasta el momento le daban los sectores oligárquicos. En este marco, Stefanoni se centra en recorrer el clivaje intelectual de Augusto Céspedes, convencional socialista, que por esos días escribía en La Calle. La Convención, repuso la Constitución de 1880 y realizó cambios estructurales ligados a la democracia funcional.
Además, Stefanoni en este último apartado se centra en analizar las posiciones en tornos a temas que hoy en día continúan siendo de álgida discusión tales como la cuestión agraria y la cuestión indígena.
El autor, a lo largo de este capítulo se concentra en analizar el rol que los partidos de izquierda tuvieron en la Convención y la creciente oposición de derecha que, a través de El Diario, hacia presión sobre el gobierno de Busch. En este marco, las presiones por izquierda y derecha lo llevaron a auto-proclamarse Dictador. Meses luego, se suicidaría dando por finalizado al socialismo militar. El antiliberalismo entonces, comenzó a discurrir en diversas agrupaciones cuya máxima expresión fue el Frente de Izquierda Boliviano fundado por Arze.
Los inconformistas del Centenario, a partir de la reconstrucción de la trayectoria de varios jóvenes del Centenario, biografías, escritos y publicaciones, permiten nuestro acercamiento a la circulación de ideas de una época en que se sientan las bases para lo que sería en la década de 1952 la revolución boliviana. Nación, ciudadanía y socialismo, son los clivajes que articulan las tensiones, ideas, y discusiones que nutren a estos jóvenes inconformistas y ponen de relieve las preocupaciones de una época en que, a partir de la transformación política y social, se pensaba en un país diferente.
RESEÑA
Stefanoni, Pablo: Los inconformistas del Centenario: Intelectuales, socialismo y Nación en una Bolivia en crisis (1925-1939), La Paz, Plural editores, 2015.