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Las luchas de Julio Antonio Mella
Las luchas de Julio Antonio Mella
e-l@tina. Revista electrónica de estudios latinoamericanos, vol. 15, núm. 57, pp. 18-34, 2016
Universidad de Buenos Aires
Recepción: 24 Abril 2016
Aprobación: 14 Julio 2016
Resumen:
Las luchas de Julio Antonio Mella
El presente artículo se inserta en una investigación más amplia acerca de los aportes latinoamericanos a la tradición marxista, entendida esta no sólo como teórica sino también como práctica en sentido transformador. En ese marco, el pensamiento y a acción del cubano Julio Antonio Mella (1903 – 1929) constituye uno de los primeros grandes aportes a esta tradición, en un momento en el que el contexto político mundial tenía como protagonistas tanto a la Primera Gran Guerra como al triunfo de la Revolución Rusa. Pero también América Latina irrumpía en la historia universal con las repercusiones del movimiento de la Reforma Universitaria, marcando un cambio de época en nuestros países. En ese marco, el joven dirigente estudiantil cubano formó parte de importantes y revolucionarias iniciativas como la Universidad Popular José Martí, surgida del Congreso Nacional de Estudiantes de 1923. Destacado propagandista y comunicador, abrazó la causa comunista, y siendo un hombre identificado con la III Internacional, Mella se destacó como organizador de la sección cubana de la Liga Antiimperialista y como fuerte polemista contra el APRA. Recorremos aquí algunos de los aportes teóricos y prácticos del líder cubano.
Palabras clave: Mella, Reforma Universitaria, antiimperialismo, América Latina.
Abstract:
The struggles of Julio Antonio Mella
This work is part of a wider research of Latin American contributions to marxist tradition, regarded not only as theoretical but also as practical in a transformative sense. In that context, the thought and action of Julio Antonio Mella (1903-1929) represents one of the first big contributions to this tradition, when the Firs World War and the triumph of Russian Revolution were the main characters of the political context. However, Latin America bursted in universal History with the Universitary Reform, that represented a time of changes in our countries. In this context, the joung Cuban student leader was part of important and revolutionary initiatives such as Jose Marti popular University, created out of National Congress of Students in 1923. Taking up the cause of communism, and identified with III International, Mella stood out as organizer of the Cuban Section of Anti-imperialist League and as a great debater against APRA. We revise here some of the main aspects of his teorical and practical work.
Keywords: Mella, University reform, anti-imperialism, Latin America.
Introducción
No son pocas las polémicas respecto a un marxismo “para” o “desde” América Latina. Desde nuestro enfoque, los pensadores de esta región de mundo interpelaron y resignificaron en muchos casos la tradición marxista procedente de Europa a fin de buscar respuesta a problemas específicos vinculados a nuestras realidades. Aquí, las particularidades del desarrollo capitalista permitieron además el surgimiento de una fuerte corriente de pensamiento revolucionario anticolonialista y antiimperialista, en el que podemos incluir a Tupac Amaru, Mariano Moreno, José Gervasio Artigas, Simón Rodríguez, Simón Bolívar, Francisco Bilbao, José Martí, Julio Antonio Mella, José Carlos Mariátegui, y tantísimos otros que contribuyeron a sembrar una conciencia crítica en su época. La organización del movimiento comunista internacional y la creación de los Partidos Comunistas en nuestro continente marcaron la aparición de la figura del “intelectual comunista” con características particulares.
Su participación práctica, concreta, en los procesos sociales, tanto con sus acciones como por su papel en la formación de la conciencia, tiene innegable relevancia para la construcción de una nueva hegemonía. Si retomamos además la centralidad de la historicidad de los procesos y de los conceptos, planteada por el marxismo se delinea además un muy específico terreno de disputa como parte de lo que hoy llamamos “batalla de ideas”. Dentro de las particularidades del marxismo latinoamericano debemos primeramente resaltar el componente antiimperialista. Mella sin dudas realizó valiosos aportes sobre esto en un momento en que, además, la Reforma Universitaria impregnaba el pensamiento y la acción de todos los revolucionarios de su época. Mella también fue ejemplo de esto, llevando adelante al unísono una acción teórica y práctica que le valdría un reconocimiento temprano en su corta pero prolífera vida.
Por supuesto que esta “reapropiación” del marxismo en nuestro continente no fue lineal ni homogénea, y en ciertas oportunidades se topó con la dinámica de un movimiento comunista internacional que desde el triunfo de la Revolución Rusa en 1917 venía creciendo y complejizándose. En ese contexto de turbulencia, que incluyó también el desarrollo de la Primera Guerra Mundial, una gran cantidad de intelectuales y luchadores latinoamericanos no sólo saludaron la revolución triunfante, sino que abrazaron su causa como un nuevo impulso para las luchas que, en muchos casos, ya venían desplegándose en los países de América Latina. Aquí también podemos encontrar la actuación de Mella.
Breves notas sobre su vida
Sin dudas, el cubano Julio Antonio Mella (1903 – 1929) puede ubicarse entre los primeros marxistas en desplegar en los inicios del siglo XX la potencialidad creadora (de teoría y de práctica) en su tiempo. Logró en su muy corta vida una conjunción pionera entre el accionar obrero y estudiantil. Así escribió sobre él Héctor P. Agosti, por aquel entonces también líder estudiantil comunista, durante su prisión en la década del '30:
El talento de Julio Antonio no estaba cultivado en la tranquilidad del gabinete […] Mella supera la antinomia de la cultura burguesa al fundir brillantemente la teoría y la práctica […] la suya es una vida digna de imitarse. Una vida que merece ser vivida. No buscaremos en Plutarco la inspiración de nuestras actitudes (Agosti, 1976: 84).
Mella nació el 25 de marzo de 1903 y aparece inscrito en el Registro Civil como Nicanor Mac Portland. Fue nieto del general Ramón Matías Mella, prócer de la independencia del pueblo dominicano. Fue hijo extramatrimonial, aunque reconocido, de, Nicanor Mella Breá, sastre en La Habana, y Cecilia Magdalena Mac Portland y Diez, joven inglesa procedente de Hampshire, Inglaterra, que llegó a amar profundamente la tierra de sus dos primeros hijos y nunca dejó de militar en las filas de quienes se oponían a la Enmienda Platt. Como hijo de una unión extramatrimonial, debió enfrentarse con los injustos preceptos del derecho burgués que impedían la voluntad de don Nicanor de reconocerlo con todos los derechos legales, junto a su hermano menor Cecilio. Curso sus estudios primarios en colegios católicos en La Habana, y su bachillerato en el instituto de Segunda Enseñanza de Pinar del Río. En 1921 ingresa a la Universidad de La Habana en Derecho, Filosofía y Letras, iniciándose en su prolífera acción estudiantil.
Sus primeros trabajos periodísticos aparecieron en la revista universitaria Alma Mater entre 1922 y 1923, de la que fue administrador. En enero de 1923 es líder de la lucha estudiantil por la reforma universitaria. Funda la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU). En octubre de 1923 organiza y dirige el Primer Congreso Nacional de Estudiantes, y en noviembre inaugura la Universidad popular “José Martí”, con el propósito de impartir instrucción política y académica a los trabajadores y de vincular la Universidad con las necesidades de los oprimidos. También se implantó la Declaración de Derechos y Deberes del estudiante, de su autoría, donde se establecía que su deber era divulgar los conocimientos en la sociedad y especialmente entre los obreros.[1]
Fue director y redactor de Juventud entre 1923 y 1925, fundador de la Liga Anticlerical en 1924 y de la sección cubana de la Liga Antiimperialista de Cuba. La Liga, inspirada por la Internacional Comunista, sería un instrumento fundamental para la aplicación creativa de las ideas leninistas en los países coloniales y dependientes. Julio Antonio llegaría a convertirse en el máximo orientador de la organización en toda Latinoamérica. En este mismo año ingresa en la Agrupación Comunista de La Habana y desde ella despliega un trabajo muy activo entre el proletariado. Fue de hecho un lo de los miembros fundadores del Partido Comunista en Cuba, del que fue separado, como señala César Guanche, “por la irresponsabilidad de sus actos `individualistas´, `inconsultos´ y carentes de `solidaridad clasista´” (Guanche, 2009).
Su pensamiento y su accionar transcurrieron principalmente en la década del '20, década de ebullición política e intelectual protagonizada por una creciente protesta obrera, un importante despliegue de intelectuales comprometidos y por la fundación de muchos de los Partidos Comunistas de nuestro continente.
Al igual de Mariátegui, Mella reflexionó profundamente sobre las particularidades de la realidad sobre la que buscaba operar, y reconoció en el imperialismo el principal obstáculo para la emancipación de su país y del continente, obstáculo contra el que combatió desde diversos frentes. Reconociendo además la centralidad de “lo nacional” para pensar la revolución socialista.
El sometimiento de Cuba como marco histórico
Desde 1880, cuando las refinerías azucararas de Estados Unidos se concentran y Cuba se convierte en su principal proveedor de azúcar en crudo, la penetración de capitales norteamericanos en la isla comienza a incrementarse hasta llegar en 1895 a 50 millones de dólares.[2] Los intereses económicos definieron que Estados Unidos decidiera “ayudar” a Cuba a independizarse de España recién en 1898, reservándose el derecho de ocupar la isla para ayudar a su “pacificación”. Los gobiernos instalados en la isla a partir de entonces obraron principalmente para favorecer los intereses imperiales en Cuba, y la penetración de capitales norteamericanos se expandieron a otras ramas de la producción. Esta expansión trajo también la conformación y el crecimiento de una clase obrera que, junto con el movimiento estudiantil, protagonizará las escenas de radicalización política en Cuba durante las primeras décadas del siglo XX.
En los años '20, las denuncias por la dependencia neocolonial de nuestros países respecto a la naciente potencia norteamericana comenzaron a surgir desde diferentes puntos de nuestro continente. En Cuba, de hecho, la Reforma Universitaria desarrollada en Cuba entre 1923 y 1924 tiene como antecedente el perfil antiimperialista del estudiantado que en 1921 firmaron un manifiesto en contra de la propuesta de concederle el título de Honoris Causa al general Leonard Wood, quien fiera gobernador de Cuba durante la ocupación militar de Estados Unidos entre 1899 y 1902, y al general Enoch Crowder, enviado por el entonces presidente estadounidense Woodrow Wilson. Uno de los firmantes de aquel manifiesto fue el entonces estudiante de Derecho en la Universidad de la Habana Julio Antonio Mella. Comenzaba a gestarse un movimiento que pocos años después protagonizaría el intento de profunda transformación de la Universidad en la isla de Cuba.
La Reforma Universitaria y el papel de los estudiantes
La contundencia de la huelga de los estudiantes universitarios cordobeses en Argentina en 1918, pidiendo por una transformación en las relaciones de autoridad vigentes y un mayor protagonismo del estudiantado, prontamente adquirió carácter continental. Reclamos por la autonomía universitaria, la libertad de cátedras y el desarrollo de cátedras libres y paralelas, se conjugaban con la aclamación de una nueva solidaridad latinoamericana y del afianzamiento de las relaciones obrero – estudiantiles, para perfilar un rol radicalmente diferente de la universidad en la sociedad. Los estudiantes de países como Perú, México y Cuba siguieron los pasos de los pioneros argentinos y comenzaron a luchar por el mejoramiento de las condiciones de enseñanza y una mayor ligazón con la realidad social de sus países.
En diciembre de 1922 el doctor José Arce, rector de la Universidad de Buenos Aires quien había viajado a Cuba para el Congreso Médico Latinoamericano, brinda una conferencia acerca de la evolución de la Reforma Universitaria en Argentina. La disertación seguramente reforzó las simpatías que los jóvenes estudiantes cubanos tenían ya con el proceso argentino. Así, apenas dos semanas después de la conferencia de Arce, se crea el Directorio de la Federación de Estudiantes de la Universidad de la Habana (FEUH), que elegirá a Mella como secretario y a Felio Marinello, hermano de Juan, como su primer presidente. En enero de 1923 Mella y Felio Marinello declaran que los estudiantes tienen derecho a ser parte de la administración universitaria y se convoca a una asamblea estudiantil en la que se acuerda una huelga estudiantil exigiendo la reforma de los Estatutos de la Universidad. Los estudiantes tomaron la universidad logrando la destitución de un grupo de profesores acusados de corrupción, y la incorporación de una Comisión mixta con igual representación de profesores y estudiantes. Hacia fines del mes de enero de ese año, se presenta un proyecto de ley sobre la autonomía universitaria y en octubre se celebra el primer Congreso Nacional de Estudiantes, en el que se acuerda el completo repudio y pedido de derogación de la enmienda Platt, que reservaba a los Estados Unidos el derecho a intervenir en la Isla para proteger su independencia, las libertades individuales y la propiedad. También se manifestó un fuerte rechazo al colonialismo y se solicitaba que Cuba restableciera relaciones con la Unión Soviética.
Como vemos, en Cuba la lucha universitaria transcurrió paralelamente al fortalecimiento de la conciencia cívica nacional respecto a la opresión neocolonial en manos de los Estados Unidos. Fue precisamente el joven dirigente universitario Julio Antonio Mella, uno de los principales líderes de la Federación de Estudiantes, que se planteó la necesidad de conjugar la lucha contra el autoritarismo universitario del sector juvenil con una lucha antiimperialista más amplia que permitiera incidir de forma directa en la realidad social de Cuba. Tal como señala César Guanche (2009):
Mella entendió el problema de la reforma universitaria en un escenario mucho mayor: el de la dependencia estructural de la sociedad cubana hacia los Estados Unidos y entrevió rectamente la subordinación del desarrollo de Cuba a manos del desarrollo de aquel. Avanzó en la comprensión sobre la interrelación entre capitalismo e imperialismo y vislumbró que hacer avanzar una verdadera reforma universitaria debía atravesar los caminos propios de una revolución.
La relación entre la Reforma Universitaria y el pensamiento comunista en América Latina no fue lineal ni sencilla. En algunos países, como en Argentina, jóvenes y prometedores intelectuales como Héctor P. Agosti, discípulo de Aníbal Ponce, condenaron inicialmente el proceso reformista por el perfil “pequeño burgués” de muchos de sus ideólogos, incapaces de llevar adelante un cambio revolucionario verdaderamente emancipador. Agosti criticaba también la perspectiva de “lucha generacional” que algunos reformistas planteaban en sus discursos.[3] Con todo, Agosti no dejó de reconocer la incipiente tendencia del estudiantado hacia posiciones de izquierda y al contacto con el proletariado como un efecto altamente positivo de la Reforma, por lo que hizo de la cuestión universitaria y el papel del estudiantado, ejes centrales en su pensamiento.
En este sentido puede advertirse un fuerte énfasis en la gravitación de lo juvenil-generacional con claras influencias de pensadores como Rodó, Ingenieros y Vasconcelos, en sus alusiones a una “nueva generación” actuante en la realidad político-cultural. Particular interés en Mella despertó el pensamiento de Martí, en quien reconocerá además una de las centrales inspiraciones de su antiimperialismo.
En lo referente a la universidad y el estudiantado, Mella enfatizaba la necesidad de su influencia en el medio socia y, como dijéramos anteriormente, en la socialización del conocimiento, tal como lo planteaba el movimiento reformista y anticlerical. Tal fue el basamento teórico de su accionar en la creación de la Universidad Popular José Martí, y sus escritos en la revista Juventud.[4] Dicha universidad sería uno de los espacios centrales de articulación entre el movimiento estudiantil y el movimiento obrero, pilar clave de lo que Mella consideraba la formación de verdaderos revolucionarios.
La juventud, como sujeto político, aparece como una constante en las reflexiones teóricas de Mella, sobre todo en las editoriales de la antes mencionada revista Juventud, en la que la influencia de Ingenieros es ostensible. Allí puede leerse acerca de la misión social de la “nueva generación”:
Libertemos al pueblo, esa es la misión de la actual generación; es esclavo porque es ignorante de sus derechos, enseñémosle, vaciemos todos nuestros conocimientos sobre él, no dejemos que la educación clerical y la nacional le inyecten el veneno de la insinceridad y la corrupción (Muñiz, 2013).
Y también:
el eterno rebelde, he aquí nuestro nuevo emblema. Sobre lo alto de una montaña cubierta de fuego y humo un joven ángel vigoroso y musculoso, en gesto de suprema rebeldía tiende el brazo derecho hacia los cielos, hacia las altas regiones de la vida moral (...) He aquí lo que somos hoy, eternos jóvenes rebeldes, luchando en medio del fuego y del humo de la vida, luchando con las ideas en lo más alto del pensamiento humano para la liberación de la humanidad (Muñiz, 2013).
Como en otros países, el movimiento reformista tuvo en su interior ciertas divergencias. Por un lado, quienes buscaban romper con la tradición autoritaria y clerical desde una perspectiva más “liberal” y quienes, como Mella, sostenían que “si la Reforma va a acometerse con seriedad y con espíritu revolucionario no puede ser acometida más que con un espíritu socialista, el único espíritu revolucionario del momento” (Mella, 1928). Por eso también el papel que el joven líder cubano reservaba para el estudiantado:
Seamos la avanzada en el campo de la cultura y en las instituciones de enseñanza del nuevo Régimen Social. Lo que los sindicatos son en un orden: embriones de la futura organización económica socialista, y los partidos del proletariado en otro: embriones de la futura armazón política del estado proletario, seremos nosotros en nuestro campo: iniciadores de los batallones que lucharán al lado de ellos en la rebeldía y en la constitución del nuevo Sistema Social (Mella, 1975: 451)
También condenaba a quienes creían que los intelectuales, o las instituciones de enseñanza no tenían vinculación con la división sociológica en clases de toda sociedad por ser una ingenuidad política. Entender la universidad como un centro de formación de profesionales que generalmente trabajan para la clase dominante implicaba necesariamente plantearse, desde una perspectiva marxista, la convertía en una más de las necesarias transformaciones sociales, culturales y políticas del proceso revolucionario. Escribía Mella (1928):
Un concepto socialista de la lucha por mejorar la Universidad es similar al concepto del proletariado en su acción por mejorar las condiciones de su vida y su medio. Cada avance no es una meta, sino un escalón, para seguir ascendiendo, o un arma más que se gana al enemigo para vencerlo en la “lucha final”.
Esto implicaba sin dudas un corrimiento desde un conflicto planteado en términos de “lucha generacional”, de la que Mella no había escapado inicialmente, hacia una mayor centralidad de la lucha de clases anticapitalista. Es esta línea de pensamiento la que llevará a Mella a ser también uno de los fundadores de la Universidad Popular “José Martí”.
Revolución en la educación: la Universidad Popular “José Martí”
Una de las iniciativas más importantes surgidas del Congreso Nacional de Estudiantes de 1923 fue la creación en noviembre de 1923 de la Universidad Popular “José Martí”.[5] La lógica de la institución reflejaba uno de los ejes centrales que Mella intentó profundizar: el de la convergencia revolucionaria del estudiantado y la clase obrera. Si bien esto último distaba mucho de entrar en los planteos del argentino Domingo F. Sarmiento, cierto es que las ideas del maestro argentino sobre la escuela pública y laica eran bien conocidos en Cuba desde inicios del siglo XX. También el pensamiento de José Ingenieros, de quien Mella era admirador, tenía una gran difusión en Cuba, los jóvenes reformistas cubanos bautizaron el grupo “Renovación” en homenaje a la publicación en la que escribía el autor de El hombre mediocre. En 1925 Ingenieros visita La Habana por segunda vez[6] y es recibido por un grupo de intelectuales y estudiantes entre los que se encontraba Mella, quien prestó especial atención a las reflexiones del argentino en defensa de la juventud y su papel central en las transformaciones políticas y sociales. Seguramente también la simpatía de Ingenieros por la Revolución de Octubre incidió en Mella, quien ese mismo año participaría de la fundación del Partido Comunista de Cuba.[7]
Pero retomemos la experiencia de la Universidad Popular “José Martí”. Inicialmente funcionó en aulas de la misma Universidad de la Habana en horarios nocturnos, en donde los 400 matriculados comenzaron a recibir clases de historia universal y cubana, literatura, matemática, psicología y sobre todo fundamentos explicativos del sistema de explotación al que eran sometidos los trabajadores. Los propios estatutos de la nueva institución afirmaban en su primer artículo: “La clase proletaria funda, profesa y dirige la Universidad Popular”. Esta idea no se limitó a las formalidades declamatorias de los discursos, fue una práctica concreta que llevó tanto a estudiantes como Mella, intelectuales como Rubén Martínez Villena y Juan Marinello, como a destacados dirigentes obreros de la talla de Alfredo López, Miguel Valdez García y José Manuel Acosta. Esto se presentaba con un gran desafío a la hegemonía de las clases dominantes apoyada en el aparato escolar y universitario tradicional, como una tribuna de crítica antiimperialista y como una herramienta de formación de las clases históricamente marginadas de las casas de estudio. La llegada al poder de Gerardo Machado en 1925 marcó el inicio del fin tanto de la experiencia reformista como de la Universidad Popular “José Martí”, finalmente clausurada en 12 de julio de 1927.
Pero las semillas sembradas por el proceso reformista y por la experiencia de la Universidad Popular dieron sus frutos. Los estudiantes, intelectuales y obreros que había participado de la experiencia retomaron la batalla por otras vías. La creación de la Liga Antiimperialista sería una clara muestra de ello. En ella convergieron no sólo algunos de los estudiantes que, como Mella, tenían ya reconocida trayectoria por la experiencia reformista, sino también intelectuales como Rubén Martínez Villena y Juan Marinello, reconocidos tanto por sus antecedentes en el llamado Grupo Minorista, grupo inicialmente de crítica literaria que irá avanzando paulatinamente en el compromiso y la denuncia política. Pero la experiencia de la Universidad Popular había incidido también en la formación de un movimiento obrero cada vez más permeable a las ideas marxistas, ideas que habían sido introducidas por otro personaje de vital importancia en la formación de Mella: Carlos Baliño.
Baliño había nacido en 1848 y luchó junto a José Martí en las guerras por la independencia de Cuba. Daniel Kersffeld (2009: 14) ha señalado a Carlos Baliño como el introductor del marxismo en Cuba con una gran influencia entre los obreros gracias a
su sabia y original combinación de saberes en torno a una teoría marxista de origen europeo que en sus rasgos esenciales pudo conocer durante su larga estancia en los Estados Unidos, y a su fuerte credo antiimperialista y latinoamericanista, asimilado mucho antes, en tiempos de las luchas por la independencia cubanas en el siglo XIX
Sin duda, al igual que Martí, Mella conocía el monstruo imperialista desde sus mismas entrañas. Iniciado ya el siglo XX, el clima de posguerra y el impacto de la Revolución Rusa contribuyeron a la radicalización del movimiento obrero y a que la teoría leninista defendida por Baliño tuviera mayor anclaje en la realidad. De hecho, Baliño se encuentra entre los fundadores de la Agrupación Socialista de La Habana, adherida a la Internacional comunista y que en 1923 se convertirá en la Agrupación Comunista de La Habana, primera agrupación marxista – leninista de Cuba y antecedente directo del Partido Comunista de Cuba fundado en 1925, junto con la Liga Antiimperialista. El Partido Comunista tendrá entre sus fundadores y miembros de su primer Comité Central a muchos de los miembros de la comisión directiva de la Liga, entre ellos Mella, Carlos Baliño, Alejandro Bernal del Riego.
Nacionalismo y antiimperialismo
Otro aporte teórico del joven Mella fue el haber vinculado la cuestión nacional y sus particularidades a la revolución socialista, es decir, la liberación nacional sólo sería posible mediante la revolución socialista, única capaz de derrotar al imperialismo, el enemigo principal. Así lo expuso una carta de 1926:
La lucha contra el imperialismo de todas las fuerzas y tendencias, desde las obreras y campesinas hasta las burguesas nacionales (aunque éstas en su mayoría sean capaces de traicionar) es la lucha más importante en el momento actual, si el imperialismo puso a Machado para tener seguras sus inversiones, todos los oprimidos por el imperialismo lo quitarán para reconquistar o conquistar la libertad, cualquiera que sea el futuro de Cuba […] Tenemos el deber de plantear el "problema nacionalista" para unos, el "social" para otros, pero antiimperialista para todos (Mella, 1975: 259).
Es importante aclarar que, si bien contempla la posible actuación de un sector de la burguesía, la dirección debía estar en mano de los trabajadores, únicos capaces de alcanzar las soluciones para los problemas no sólo de Cuba sino de toda América Latina.[8] Porque en la dimensión nacional quedaba claro que entre una clase explotada y una clase explotadora sólo podría haber muy coyunturalmente un acercamiento. Por eso escribía:
La causa del proletariado es la causa nacional. Él es la única fuerza capaz de luchar con probabilidades de triunfo por los ideales de libertad en la época actual. Cuando él se levanta airado como nuevo Espartaco en los campos y en las ciudades, él se levanta a luchar por los ideales todos del pueblo. Él quiere destruir al capital extranjero que es el enemigo de la nación. Él anhela establecer un régimen de hombres del pueblo, servido por un ejército del pueblo, porque comprende que es la única garantía de la justicia social. Conociendo que el oro corrompe, enloquece y hace tiranos a los hombres, no quiere cambiar al rico extranjero por el rico nacional. Sabe que la riqueza en manos de unos cuantos es causa de abusos y miserias, por eso la pretende socializar (Mella, 1975: 124).
Esta es la clave explicativa que le permite a Mella diferencial un nacionalismo “burgués” (que en muchos países tomo cierto tinte chauvinista, como en el caso argentino en esta época) y un “nacionalismo revolucionario” que aspira a la emancipación nacional, no sólo de la opresión imperialista sino también de la explotación interna. Por eso afirmó contundentemente en su escrito “El grito de los mártires” de 1926 que “Ya no hay patria. Sólo hay clases enemigas” (Löwy, 2007: 99). De allí que la lucha antiimperialista sea en Mella al mismo tiempo la lucha anticapitalista. Uno de las acciones destacadas en este plano fue sin dudas la fundación de la Sección Cubana de la Liga Antiimperialista.
Fundada en junio de 1925 en un acto al que concurrieron representantes de organizaciones obreras, de la Agrupación Comunista de La Habana y un grupo de intelectuales cubanos, la Liga tuvo a Mella como secretario organizador y encargado de la redacción del programa, que respondía a los lineamientos de frente único impulsados por la Internacional Comunista en aquel momento. Estos eran:
• Frente unido de todas las fuerzas imperialistas: organizaciones obreras, campesinas, estudiantiles, es la condición indispensable para el triunfo de los antiimperialistas.
• Unión política y económica de la América Latina: esta unificación puede comenzar por acuerdos regionales como, por ejemplo, la Federación de la América Central.
• La nacionalización del subsuelo y de las grandes industrias monopolizadas por los imperialistas, así como el reparto de tierras entre los campesinos son conquistas que contribuirán poderosa-mente a la destrucción del imperialismo.
• La liberación absoluta de todas las colonias como Puerto Rico y Filipinas.
• La revisión de todos los tratados y convenciones que lesionan la soberanía de los países, como la Enmienda Platt, los tratados Bryan-Chamorro, los de Panamá, las convenciones de Haití y Santo Domingo.
• La retirada de las tropas yanquis de Haití y Nicaragua y la supresión de la Ley Marcial que rige en el primer país.
• La independencia absoluta de todo el territorio de Panamá como una condición previa para el libre tránsito de todas las naciones por el Canal.
• La supresión de las dictaduras cómplices del imperialismo.
La Liga convocaba a luchar contra el imperialismo
con la palabra, en asambleas, mítines conferencias, conversaciones familiares […], con la denuncia cívica, con la protesta viril o con la imprecación fulminante, con la pluma, con el periódico, el panfleto, el libro, con la acción, con manifestaciones pacíficas […], con el boicot de los productos mercantiles que sirven de instrumentos a su odiosa expansión (Kersffeld, 2009: 21-22).
A pesar de la permanente persecución y hostigamiento por parte del gobierno de Machado, la Liga tuvo entre sus puntos principales de lucha la recuperación de Guantánamo, la abolición de la Enmienda Platt, la independencia de Puerto Rico y Filipinas y la internacionalización del Canal de Panamá, país que junto con Nicaragua, Haití y México estaban viviendo un violento intervencionismo.
Pero el clima represivo en ascenso apuntó su mira contra la Liga, el Partido Comunista y la Confederación Nacional Obrera de Cuba, todas ellas con una clara intersección... Julio Antonio Mella. Junto con gran cantidad de dirigentes populares, Mella es encarcelado en septiembre de 1925. Casi inmediatamente se conformó un comité pro libertad de Mella, que trascendió las fronteras de Cuba, recibiendo la solidaridad de personalidades y agrupaciones de todo el continente (Zamora, 2008). Luego de una prolongada huelga de hambre, condenada por el Partido Comunista, Mella sufrió un marcado deterioro en su salud. Las presiones a Machado para que liberara al joven líder comunista aumentaron y finalmente fue liberado bajo fianza. Pero una vez en libertad, luego de la insistencia de sus allegados, parte para México, en donde militará en el Partido Comunista de ese país, y desde el cual levantó las banderas de defensa de la guerrilla sandinista contra la invasión norteamericana. Mella vivirá en México entre 1926 y el 10 de enero de 1929, cuando fue asesinado por la espalda por matones a sueldo.
Fue otro gran intelectual y dirigente comunista, Juan Marinello, el encargado de sacar sigilosamente las cenizas de Mella, por el puerto de Veracruz en septiembre de 1933. Llegados a Cuba, los restos fueron velados en el local de la Liga Antiimperialista hasta la irrupción del ejército batistiano a los tiros, dejando como saldo la muerte de Paquito González Cueto, un niño de apenas 13 años. Marinello ocultó entonces las cenizas de Mella hasta que luego del triunfo de la Revolución, siendo ya rector de la Universidad de La Habana, las entregó a Raúl Castro Ruz. En 1976 fueron depositadas en el mausoleo en la escalinata de la Universidad, oportunidad en la que el propio Marinello señalara:
El imperialismo omnipotente entonces atacó a Julio Antonio en la vida y en la muerte: le arrancó la existencia y persiguió sus cenizas. Ahora, la Revolución que ha realizado sus grandes sueños, acoge sus restos en un monumento que supone un homenaje imperecedero. En la Cuba libre y socialista sus cenizas sin muerte pueden descansar dignamente, porque hemos derrotado al imperialismo que lo asesinó (Valenciaga Diaz, 2013).
Mella, un hombre de la III Internacional
Como Mariátegui, y a pesar de que algunos de sus propuestas cuestionaban el pensamiento predominante en el movimiento comunista, Mella fue un hombre de la III Internacional. Cómo bien ha afirmado Néstor Kohan (2000: 78), Mella
le señalará [al comunismo] contradicciones e imprecisiones, polemizará duramente con el aprismo, pero nunca abandonará ese universo cultural, porque lúcidamente advierte que el antiimperialismo es uno de los componentes fundamentales que debe tener, en nuestro continente, el comunismo (Kohan, 2000: 78).
El joven líder cubano apoyó la causa soviética, algo sin dudas alimentado por la innegable influencia del pensamiento de José Ingenieros como de su amistad con Carlos Baliño. Defenderá así la unión de obreros, campesinos, estudiantes e intelectuales, aunque, también como el amauta, desconfiaba de que la burguesía pudiera jugar un papel revolucionario, por lo que la alianza debía implicar no sólo la independencia del partido proletario, sino el liderazgo del proletariado en ella. El desacuerdo con Mariátegui, a pesar de su admiración mutua, residía en la importancia dada a las Ligas Antiimperialistas. Mientras que Mella jugó un activo papel en la sección cubana, tanto como fundador como en el desarrollo de sus actividades, Mariátegui advertía la peligrosidad de sobreestimar el antiimperialismo como programa político dado que no anula el antagonismo de clases. Pero este desacuerdo reside principalmente en las lecturas que ambos pensadores realizan de sus propias realidades. Mientras que el análisis de la burguesía hecho por el peruano, como vimos, la coloca como uno de los principales aliados del imperialismo, la situación particular de Cuba permitía que el papel de la Liga Antiimperialista, por las tradiciones que recogía, jugara un papel mucho más importante en la movilización política de las masas y hasta en el acercamiento al pensamiento marxista. Como ha señalado Kersffeld (2009: 17),
los primeros meses de 1925 resultaron claves en la definitiva constitución del movimiento comunista cubano, ya que la radicalización de la protesta social, con un claro sesgo antiimperialista comenzó a cobrar un ímpetu tal que ya no pudo ser subestimada por los poderes de turno, ni en Cuba ni mucho menos en los Estados unidos.
Recordemos que para Mariátegui se era antiimperialista porque se es marxista, pero no todo antiimperialismo resultaba homologable a una posición de izquierda.[9]
Los numerosos reparos respecto de la burguesía acercaban también a Mella al planteo de que la lucha debía ser por el socialismo y no por una revolución democrático burguesa como sostenían la mayoría de los miembros de la III Internacional. Con todo, reiteramos, Mella no rompió nunca con ella, como sí lo hizo Haya de la Torre, con quien el cubano tendrá también acaloradas polémicas.
Inicialmente, Mella sintió una profunda admiración por Haya de la Torre. Así lo deja ver en su escrito sobre el aprista cuando éste visitada Cuba en 1923. En esto momentos Mella está embebido de una profunda reivindicación por la juventud y por el proceso de reforma universitaria a que él mismo protagonizaba. Escribía en aquel entonces sobre Haya de la Torre:
es el arquetipo de la juventud latinoamericana, es un sueño de Rodó hecho realidad, es Ariel […] Que como él existan muchos en todos los países de la América, es el más caro anhelo de los libertadores que no han visto terminada su obra. Que sus ideales se realicen en un futuro cercano, es un ferviente deseo de la juventud libre de Cuba (Zamora, 2008:6).
Pero en 1927, durante el Congreso Mundial Antiimperialista reunido en Bruselas, Haya de la Torre sentó las bases de lo que sería la ruptura del APRA con la III Internacional, a la que Mella pertenecía, y hará de su agrupación un partido político.
El APRA, tal como denunciara Mella, había participado de un congreso antiimperialista “paralelo” realizado en Colonia ese mismo año, y en el que el APRA convocaba a todos los trabajadores a luchar bajo sus banderas. Mella no sólo denunció esta maniobra calificándola de “divisionista” y “confusionista” ante Otto Gibarti, Secretario del Congreso de Bruselas, sino ante los comunistas cubanos, quienes resolvieron expulsar a los apristas cubanos de tanto de la Universidad Popular como de la revista América Libre.[10] La neutralización de los apristas cubanos fue dirigida por Martínez Villena y apoyada dirigentes internacionales como el mencionado Gibarti y Victorio Codovilla, miembro del Secretariado Latinoamericano de la Internacional.
En su trabajo ¿Qué es el ARPA? Mella desarrolla sus argumentos contra la agrupación peruana a la par que realiza una efusiva defensa del marxismo-leninismo y el movimiento comunista liderado por la Unión Soviética. Para el cubano, los planteos del APRA no sólo representan maniobras divisionistas en la izquierda latinoamericana, sino que carecen por completo de originalidad, algo que sí aportaron en sus reflexiones sobre el problema del imperialismo en América Latina pensadores como Manuel Ugarte y José Ingenieros “mucho antes de que el ARPA sonara”. El aislamiento de los apristas respecto al movimiento obrero los convertía indudablemente en “grupitos de estudiantes que se atribuyen la redención del mundo”, con el agravante de querer presentarse como “Partido Continental” pero diferenciados del comunismo ¿Por qué esta diferenciación? Porque, afirma Mella, esto les permite llamarse marxistas “son que se les pueda colgar el sambenito de comunistas o socialistas revolucionarios”. Esta ambigüedad del APRA se observa también su visión del “frente único” de obreros, campesinos, y estudiantes, pero que en realidad está encabezado por pequeños burgueses. Hecho confirmado además por el “temor” a definirse como comunistas, según señala el propio Mella:
Hablar de la dictadura del proletariado es “aparecer como agente de Moscú” […] El arpista se dice comunista, pero no se llama así por táctica. Nunca llega a concretar qué táctica es esa. Pero lo cierto es que todo movimiento revolucionario si lo es de veras, no importa su base, es calificado de “comunista” […] El no llamarse comunista por táctica para que les sea útil no puede tener más que un corolario: no actuar nunca como comunista y no tan solo esto, sino hasta contra los comunistas (Zamora, 2008 :88).
Esta crítica tiene sin dudas un parentesco con aquella que el Secretariado Sudamericano de la Internacional Comunista hiciera a la delegación peruana por su propuesta de formar un partido socialista en vez de comunista. Esta dureza para la categorización de los partidos no era, como vemos, una simple obsesión de la dirección de la Internacional, sino que había penetrado profundamente en el pensamiento de sus miembros. De otra forma no pueden entenderse figuras como Mella. La Internacional Comunista era sin dudas el organismo realmente empeñado en hacer la Revolución a nivel mundial.[11]
Mella denuncia que el APRA viene a combatir el leninismo, el comunismo, el verdadero socialismo; a luchar contra los obreros conscientes y contra sus organizaciones, y define al Partido Comunista como la organización que lucha por el marxismo en América, como lo demostraba la fundación de partidos proletarios en el continente y su decidida defensa de la independencia proletaria en las alianzas que los obreros realizaran con fuerzas burguesas. Escribe Mella:
La I.C. Debe marchar en alianza temporal con la democracia burguesa de las colonias y de los países atrasados, pero sin fusionarse con ella y salvaguardando expresamente la independencia del movimiento proletario, aún en lo más rudimentario (Zamora, 2008: 90).
Este acertado procedimiento estaba comprobado en la práctica en las experiencias del Partido Comunista de México, que apoyó a la burguesía liberal en su lucha contra el imperialismo y sus aliados del clero católico y militares, del Partido Comunista en Chile, en su lucha contra la dictadura imperialista de Ibáñez, y en la propia Cuba, en donde los comunistas participaron activamente de alianzas antiimperialistas y anti dictatoriales.
Si bien es cierto, como vimos, que Mella sobredimensionó inicialmente el papel de la juventud, incluso citando a Haya de la Torre en 1923, su propia experiencia política y el contacto con las posiciones de los comunistas fueron apartándolo de aquella visión. Hablar de la juventud como un sector homogéneo y necesariamente revolucionario implicaba desconocer la diferencia de clases dentro de ese sector como si la lucha social fuese fundamentalmente una cuestión de glándulas, canas y arrugas, y no de imperativos económicos y de fuerza de las clases, totalmente consideradas. La única revolución socialista triunfante hasta hoy en día, no ha sido una revolución de jóvenes y estudiantes, sino -a menos que el ARPA demuestre lo contrario- de obreros de todas las edades.
Mella intentó explicar la “confusión” de los apristas a partir de la inexistencia de un proletariado fuerte en Perú, hecho que lo llevaba a “desestimar el valor del obrero, dudar de su papel y hasta no comprender qué está surgiendo diariamente y tomando el papel hegemónico en la lucha contra el imperialismo y contra la reacción nacional, representativa del anterior”. Si consideramos lo planteado por Mariátegui, gran estudioso de la realidad peruana, quizá deberíamos matizar tan contundente afirmación. Con todo, los planteos del APRA, como vimos lejos estaban de coincidir con los de Mariátegui. En todo caso, Mella coincidía en que el problema indígena no podía encararse desde la perspectiva tradicional de inferioridad o superioridad de razas, sino del punto de vista económico. Escribe al respecto:
la penetración del imperialismo termina con el problema de la raza en su concepción clásica al convertir a los indios, mestizos, blancos y negros en obreros, es decir, al dar una base económica y no racial al problema. La experiencia ha probado que el campesino -el indio en América- es eminentemente individualista y su aspiración suprema no es el socialismo, sino la propiedad privada, error de que solamente el obrero puede liberarlos por la alianza que el Partido Comunista establece entre estas dos clases. Las revoluciones de México, Rusia y China han demostrado esto hasta la saciedad (Zamora, 2008: 96).
Mella criticaba duramente la visión “indo americanista” sustentada por el APRA, que presentaba al llamado comunismo primitivo incaico como un antecedente fundamental para la revolución proletaria en Perú, desatendiendo el problema fundamental de las clases sociales como eje articulador de los antagonismos. Pero la ausencia de la clase social como centro del análisis “populista” del APRA, a diferencia del marxismo, llevaba también a considerar a ciertos sectores de la burguesía o pequeña burguesía y sus instituciones políticas como plausibles de ser incluidos en una “alianza popular” desconociendo por completo la situación de clase, la base material de la dependencia de estos sectores, y depositando en ellos esperanzas de acción progresiva.[12] Porque estos abandonan al proletariado y se pasan al imperialismo antes de la batalla final. Por todo esto Mella afirma que el surgimiento del APRA viene
a combatir el leninismo, el comunismo, el verdadero socialismo; a luchar contra los obreros conscientes y contra sus organizaciones; a intentar neutralizar la acción de los verdaderos revolucionarios que han comprendido la lucha en su aspecto de acción internacional contra el imperialismo mundial capitalista, y no en el de la gritería pequeño burguesa y patriotera latinoamericanista de los arpistas (Zamora, 2008: 99).
una
En 1927 los apristas habían sido neutralizados en Cuba con ayuda recibida desde el exterior, no sólo de Mella, que se encontraba en México, sino de Codovilla desde el Secretariado Sudamericano de la Internacional.
No debe olvidarse, sin embargo, que Mella mantuvo una relación “tensa” con el movimiento comunista internacional, e incluso con su propio Partido Comunista. Como ha señalado Guanche (2009),
Su búsqueda de alianzas con fuerzas nacionalistas burguesas para hacer frente común contra Machado le acarreó graves problemas con la doxa de la Internacional Comunista, y mostraba no solo a un ideólogo herético sino a un político encaminado de veras a capturar posibilidades revolucionarias en la realidad. Cuando Mella se declaró en huelga de hambre, el Partido Comunista cubano, pequeño, muy golpeado, inexperto, le envió dos mensajes para que desistiese de su propósito. A lo largo de más de cuatrocientas infinitas horas ― cuando cada segundo trae un nuevo espasmo incontrolable― Mella sostuvo, solo, desde un camastro, un combate contra todos los ejércitos: contra el Estado cubano, contra la cultura del sistema de dominación imperante, contra la fuerza brutal de una dictadura, pero asimismo contra los dogmas revolucionarios centrales de su época.[13]
Los últimos días de Mella
La corta pero intensa trayectoria de Mella en las luchas estudiantiles, en el Partido Comunista y en la Liga Antiimperialista hicieron del joven cubano un objetivo central de la dictadura de Gerardo Machado. Este último había puesto al Partido Comunista en la ilegalidad y había logrado desarticular sus acciones conjuntas con la Liga Antiimperialista de Cuba. El 27 de noviembre de 1925 Mella fue arrestado junto a otros activistas, hecho de desencadenó la casi automática respuesta por parte de ambas instituciones, aunque el Partido estuvo en total desacuerdo con la huelga de hambre que Mella mantuviera entre el 5 y el 23 de diciembre de ese año, y promoviendo sanciones por este accionar. A consecuencia de la prisión y del debilitamiento producido por la huelga de hambre, el joven líder estudiantil sufrió una fuerte descompensación. Tras una incesante presión de organizaciones y, ahora también, de un grupo de diputados para que se lo liberara, Mella logró salir bajo fianza. El Partido Comunista de Cuba decidió separar a Mella de la estructura por “indisciplina”. El caso tuvo trascendencia internacional. El propio Humbert-Droz, desde el Secretariado Latinoamericano de la Internacional Comunista, si bien coincidía con que Mella había actuado equivocadamente en prisión, afirmó que la sanción por parte del Partido Comunista de Cuba estaba en total desproporción en relación a los acontecimientos. El propio embajador soviético en México calificó la sanción como un “suicidio político” por parte del Partido Comunista de Cuba. Las presiones de la Internacional Comunista hicieron que el Partico Cubano diera marcha atrás en su decisión.
Pero el ensañamiento contra su persona hizo imposible su permanencia en Cuba. El 18 de enero de 1926 partió hacia México, pasando por Guatemala, en donde a pesar de permanecer sólo tres días logró fundar la Liga Antiimperialista en ese país. Llegado a México, se integró al PC mexicano, que estaba en total desacuerdo con su separación del PC cubano).
Su contribución a la lucha revolucionaria en nuestro continente lo hizo figurar ya en 1927 en los informes de inteligencia de embajada de Estados Unidos como “a radical Cuban student and agitator”. Conocidos los lazos entre las dictaduras latinoamericanas y el país del norte, permanentemente denunciados por las Ligas Antiimperialistas, los brazos de la tiranía machadista llegarían a México a través de sus mercenarios, Arturo Sarabia y Agustín López Valiñas, quienes terminarían con la vida del joven comunista el 10 de enero de 1929.
Así lo recordaba Agosti (1976: 85-85), a quien citáramos en los inicios de este trabajo:
Wall Street ha tolerado demasiado. Hay que acallar la voz del joven líder que, a los veinticinco años de edad, enseña a la América india y cándida el camino de su libertad. Y Gerardo Machado también ha tolerado demasiado. No olvida que se le escapó hace tres años, con un gesto de pelea, valiente y arrojado.
Los banqueros deciden. El tirano ejecuta […] El líder de la juventud americana cae mortalmente herido. La escultora Tina Modotti recoge sus últimas palabras:
- ¡Muero por la revolución!...
Aquellos que con su asesinato creyeron destruir un movimiento que tiene su savia nutricia en los anhelos más profundos del pueblo, se han equivocado. Los cegó su odio. Si antes fue el líder admirado, ahora es la bandera de la pelea. Sique sirviendo la causa por la cual ofrendó su vida.
Como si lo presintiera, escribió estas palabras poco antes de caer: “Triunfar o servir de trincheras a los demás. Hasta después de muertos somos útiles. Nada de nuestra obra se pierde. Son pasos, avances triunfales... La victoria llegará a nuestra clase por ineluctable mandato de la historia...”
Ese era Julio Antonio....
Comentarios finales
Mella vivió un momento histórico que en cierta forma marcó un parte aguas en la historia de la tradición marxista en América Latina. Tanto por la irrupción de la Revolución Rusa y la Reforma Universitaria, como por los escritos de Lenin sobre el imperialismo y la fundación de Partidos Comunistas en todo el continente. Como afirmó Néstor Kohan, Mella pertenece a una época que marca una ruptura epistemológica con la generación anterior de pensadores marxistas, que “no había realizado aún –ni se lo proponía como meta inmediata– un análisis a fondo de nuestros países, de nuestras formas sociales” (Kohan, 2000: 78). Por eso la generación anterior encontró dificultades para establecer sus tareas revolucionarias más allá de la solidaridad internacional que se concentraba fundamentalmente en la naciente Unión Soviética. Mella se situó temporalmente en un momento de superación de, en términos gramscianos, el momento económico-corporativos de los trabajadores para pasar a plantearse tareas de transformación para el conjunto de la sociedad. En nuestro continente esas tareas debían contemplar además las realidades indígenas, campesinas y profundamente antiimperialistas. De un marxismo en américa Latina a un marxismo de américa latina.
Así fue como su defensa de la Reforma universitaria y su antiimperialismo cada vez más radical, progresivamente lo van acercando al comunismo, estableciendo una fuerte ligazón entre la Reforma, la lucha antiimperialista y el camino al socialismo. Su lectura de la Reforma Universitaria apunta en este sentido, como bien enunció en su trabajo “Los estudiantes y la lucha social”, en la que sentenció:
el estudiante se ha lanzado a la lucha social: a la lucha revolucionaria. Desde 1918 en la Córdoba argentina, hasta 1925 en La Habana antillana y yanquizada, pasando por Chile y Perú, la juventud universitaria ha venido luchando en un movimiento denominado Reforma o Revolución universitaria. Este movimiento tiene un carácter continental (...) Lo que caracteriza a la Revolución Universitaria es su afán de ser un movimiento social, de compenetrarse con el alma y necesidades de los oprimidos, de salir del lado de la reacción, pasar a la ‘tierra de nadie’, y formar, valiente y noblemente en las filas de la revolución social en la vanguardia del proletariado. Sin esta guía, no hay revolución universitaria (Mella, 1927).
Otro aporte que intentamos destacar de su marxismo revolucionario es la ligazón entre la lucha antiimperialista y la anticapitalista. Por ello tempranamente denunció la imposibilidad de que una burguesía nacional pudiera encabezar una lucha emancipatoria. Sólo podrían ser parte de una unión que debía estar comandada por los trabajadores, únicos capaces de realizar los intereses del pueblo y combatir al mismo tiempo a la opresión imperialista y a la opresión interna.
Para todos estos ejes de su pensamiento, Mella desplegó notables habilidades como propagandista y agitador, tarea que llevó adelante tanto en su acción organizativa de la FEU, el Partido Comunista, la Liga Anticlerical y la Liga Antiimperialista de Cuba, entre otras iniciativas, como en su despliegue teórico desarrollado como editorialista y creador de revistas para la batalla cultural.
Con todo, su trayectoria no estuvo libre de tensiones y conflictos, como pudimos ver en oportunidad de su huelga de hambre contra la dictadura de Machado. Retomando a Guanche una vez más, la incomprensión por parte de muchos de sus compañeros de militancia no puede explicarse sólo a través de la lectura de sus escritos sino también a partir de sus prácticas concretas. La sanción recibida por el Partido Comunista de Cuba se suma a la que posteriormente recibió por parte del Partido Comunista de México, cuando, luego de una fractura, se incrementaron las presiones de Internacional. Su particular visión sobre la relación entre nacionalismo y socialismo indudablemente tuvo mucho que ver en las críticas que para quienes, en la línea de los líderes comunistas de Latinoamérica, vinculaban el nacionalismo con posiciones reaccionarias y hasta fascistas.
Bibliografía
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Notas