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Reseña. Claudio Katz: La Teoría de la Dependencia, cincuenta años después. Buenos Aires: Batalla de Ideas, 2018

Facundo Lastra
Universidad de Buenos Aires, Argentina

Reseña. Claudio Katz: La Teoría de la Dependencia, cincuenta años después. Buenos Aires: Batalla de Ideas, 2018

e-l@tina. Revista electrónica de estudios latinoamericanos, vol. 17, núm. 67, pp. 73-77, 2019

Universidad de Buenos Aires

Recepción: 07 Enero 2019

Aprobación: 22 Febrero 2019

Reseña Claudio Katz: La Teoría de la Dependencia, cincuenta años después. Buenos Aires: Batalla de Ideas, 2018.

Con los riesgos que siempre conlleva cualquier esquematización, podría decirse que existen dos formas de acercarse al estudio de una teoría o corriente de pensamiento: una forma estática y otra dinámica. La manera estática de analizar una teoría busca mostrar la inexorabilidad de ciertos postulados teóricos en el desenvolvimiento de las relaciones sociales contemporáneas. En cambio, la forma dinámica de estudiar una corriente de pensamiento se basa en analizar la consistencia interna de una teoría, explicar el contexto de producción de esas ideas y retomar críticamente sus aportes para pensar la dinámica actual de nuestras relaciones sociales. Es esta segunda actitud la que puede encontrarse a lo largo del libro La Teoría de la Dependencia, cincuenta años después de Claudio Katz.

Este trabajo, concebido a sí mismo como un aporte a la vertiente marxista de la teoría de la dependencia, no es una reivindicación, ni una historización, ni una actualización de la corriente en la que se inscribe. Se trata más bien de un aporte hacia la reinvención de una teoría que se ha revitalizado en las últimas dos décadas, de la mano de numerosas contribuciones que resaltan especialmente a la figura de Ruy Mauro Marini (Carcanholo, 2008; Sotelo Valencia, 2012; Osorio, 2013). El trabajo de Katz se enmarca en esta misma corriente teórica, pero es el primero que examina críticamente algunos conceptos centrales del sociólogo brasileño, actualiza otros, y propone una explicación del capitalismo contemporáneo que se distancia en varios aspectos de la propuesta teórica presentada en el célebre texto Dialéctica de la Dependencia (Marini, 1973).

La dependencia en el pensamiento marxista

La teoría de la dependencia como tal es sin duda un resultado del pensamiento crítico latinoamericano. No obstante ello, el trabajo de Katz tiene la virtud de pensar la especificidad de América Latina y de la periferia sin caer en un particularismo extremo. En la primera sección del libro (capítulos I a III), el autor presenta una revisión de la dependencia como un concepto general del pensamiento marxista, que sirve para explicar la inserción subordinada de las economías periféricas en el mercado mundial, pero que también habilita a comprender las particularidades de la fase neoliberal actual en términos mundiales. Esto queda de relieve al comienzo mismo del libro, que empieza por examinar los aportes en los “autores clásicos” del marxismo, demostrando que éstos resultan ineludibles en la reconstrucción de la teoría de la dependencia.

En esta clave, Katz analiza la visión (o, más precisamente, las visiones) de Marx sobre la relación entre los principales países industriales de su época y los países periféricos que se integraban al orden capitalista. En el primer capítulo, examina el desplazamiento del autor alemán desde una visión “cosmopolita” sobre la cuestión nacional hacia una postura de apoyo a las luchas de liberación que se desataban en las colonias. Con este desplazamiento, Marx se convirtió en uno de los primeros pensadores europeos en denunciar el colonialismo británico, apoyar la independencia de la India y promover la independencia irlandesa como camino necesario por la emancipación de los pueblos oprimidos (Katz, 2018: 21-23). El libro también resalta el carácter inconcluso de la obra de Marx para explicar la relación entre centro y periferia. Si bien Marx indicó que existe una tendencia hacia la polarización mundial entre países, no logró elaborar una explicación acabada de los fundamentos del colonialismo, ni del comercio internacional entre las economías industrializadas y las proveedoras de materias primas.

En esta línea, el segundo capítulo analiza cómo los “marxistas clásicos” intentaron solucionar algunos problemas teóricos y políticos que se presentaron con respecto a la relación centro-periferia. Mediante un estudio de los pensadores de principios del Siglo XX, Katz rescata distintos elementos que se vuelven útiles para analizar cualquier etapa del capitalismo: con Luxemburgo es posible entender que la periferia es integrada al centro como una necesidad del capitalismo mundial y que las contradicciones del capitalismo toman formas más agudas en las regiones subordinadas del planeta; los análisis de Lenin “aportan una brújula” para distinguir el carácter progresivo o regresivo de los movimientos nacionalistas, entrelazando las luchas de autodeterminación con la emancipación de los pueblos oprimidos; mientras que el concepto de “desarrollo desigual y combinado” de Trotsky permite explicar cómo el atraso de las regiones subdesarrolladas se mezcla con islotes de desarrollo, en el marco de formaciones que se incorporan al mercado mundial de forma subordinada.

El mismo examen crítico es realizado por Katz sobre el pensamiento marxista de la segunda posguerra, el cual también intentó explicar la brecha entre países centrales y periféricos como un fenómeno intrínseco a las relaciones sociales capitalistas. En el tercer capítulo, el autor rescata los aportes de la ‘escuela de la Monthly Review’ (Paul Baran, Paul Sweezy y Harry Magdoff), que tendieron a hacer mayor hincapié en las razones exógenas que obstaculizaban el desarrollo industrial de la periferia, analizando el efecto del subconsumo, el parasitismo financiero y los monopolios en las regiones atrasadas. Si bien sus explicaciones fueron superadas por Samir Amin y Ernest Mandel, Katz resalta el gran aporte de esta escuela en refutar las expectativas, compartidas tanto por liberales como keynesianos, en que la periferia podría repetir la evolución de Estados Unidos o Europa Occidental con tan sólo aplicar un paquete de medidas adecuadas para el desarrollo.

Sobre el final de la primera sección, el autor reconstruye el concepto de “intercambio desigual”, que se originó en el marxismo de posguerra y que luego fue retomado por el pensamiento dependentista latinoamericano. En lugar de pensar las contribuciones sobre la temática de Amin, Mandel y Charles Bettelheim como posturas totalmente irreconciliables entre sí, Katz sostiene que dicho concepto fue perfeccionado con cada uno de estos aportes, presentando un análisis original de una temática tan extensamente debatida como irresuelta. Según esta visión, la jerarquía global que se establece en el capitalismo mundial sólo puede entenderse como resultado de relaciones económicas y políticas desiguales entre países que se integran de diferentes maneras al mercado mundial.

Hacia una nueva forma de leer la teoría marxista de la dependencia

La Teoría de la Dependencia, cincuenta años después se destaca también por el análisis crítico del pensamiento dependentista latinoamericano, el cual se presenta en la segunda parte del libro (capítulos IV a VIII). Katz identifica a la teoría marxista de la dependencia como fruto de la producción conjunta de Marini, Theotonio dos Santos y Vania Bambirra, quienes estuvieron fuertemente influidos por la Revolución Cubana y buscaron construir un nacionalismo radical de carácter anticapitalista, en clara ruptura con el “marxismo oficial” de su época. Con esta perspectiva, los autores crearon una interpretación de la dependencia que se distinguía de la visión mecanicista de André Gunder Frank, basada en el binomio “metrópoli-satélite”, y que polemizaba con el “enfoque de la dependencia” de Fernando Henrique Cardoso.

Katz destaca la centralidad que las ideas de Marini tienen para la vertiente marxista de la dependencia. Subraya el acierto del autor brasileño en explicar el deterioro de los términos de intercambio como parte de un “intercambio desigual” basado en las leyes del valor que imperan en el mercado mundial. Entre las “nuevas categorías” de Marini, Katz retoma el controvertido concepto de “subimperialismo”, creado para explicar el rol geopolítico autónomo de ciertos países de la periferia, con principal referencia en el caso de Brasil de los años sesenta y setenta. En esos años, el desarrollo industrial de este país resaltaba en comparación a sus pares latinoamericanos, mientras que el subimperialismo se constituía como una forma necesaria de colocar las mercancías producidas por el capital industrial localizado en Brasil, sometiendo a sus vecinos a una relación desigual. De esta manera, a la tradicional opresión ejercida por las principales potencias imperialistas se le sumaba la existencia de políticas subimperiales, que tenían cierto grado de autonomía con el centro, aunque manteniendo su asociación y subordinación con el imperialismo estadounidense.

Marini pudo explicar las causas del atraso económico de la periferia combinando dialécticamente los factores exógenos y endógenos de la dependencia. Así expuso que, con el “intercambio desigual”, los países latinoamericanos pierden una masa de valor en el mercado mundial por su posición subordinada en la división internacional del trabajo. La pérdida de valor bloquea cualquier posibilidad de una reproducción del capital en forma ampliada y obstaculiza los procesos de desarrollo capitalista. Por ello, el capital ubicado en las economías dependientes, como no tiene la potencialidad de avanzar significativamente en el desarrollo de las fuerzas productivas, tiende a compensar el flujo de valor perdido mediante la intensificación del trabajo y la extensión de la jornada laboral. De esta manera, se da lugar a una forma específica de acumulación de capital basada en la “superexplotación de la fuerza de trabajo”, que genera un “ciclo de capital dependiente”. Como los bajos salarios determinan que el mercado interno sea muy pequeño, las economías latinoamericanas no dependen de su capacidad interna de consumo para la realización de la producción nacional, sino que se ven obligadas a acudir al mer­cado mundial para vender sus productos.

Ahora bien, Katz propone poner en duda estos postulados fundamentales de la teoría marxista de la dependencia, en un ejercicio que resulta fructífero para problematizar unas herramientas de análisis creadas hace ya casi un lustro. La reflexión del resto del libro se guía por las siguientes preguntas: “¿Los pilares señalados por Marini son suficientes? ¿La valoración de su enfoque se refiere a la época del revolucionario brasileño o se proyecta hasta la actualidad? ¿Cómo evaluar los cuestionamientos que recibió desde el campo del marxismo?” (Katz, 2018: 117).

Un primer aspecto que resalta de su propuesta es la apertura del marxismo dependentista hacia el diálogo y empalme con el endogenismo de Agustín Cueva y la teoría del sistema-mundo de Amin y Emanuel Wallerstein. Con el primero, la teoría marxista de la dependencia puede superar la “singularidad metodológica” a la que aspiró en sus comienzos, para concebirse a sí misma como un paradigma de carácter universal que explica la dinámica de la periferia y el funcionamiento específico del capitalismo dependiente (Katz, 2018: 138). Por su parte, el empalme con los teóricos del sistema-mundo también permite adaptar las ideas dependentistas a las trasformaciones registradas en el capitalismo actual. Particularmente, el autor destaca la utilidad del concepto de “semiperiferia” para explicar la existencia y dinámica del degradé de situaciones intermedias que existen entre los polos centro-periferia (Katz, 2018: 165).

Formaciones intermedias, superexplotación y renta de la tierra: tres debates necesarios para la teoría marxista de la dependencia

La tercera parte del libro (capítulos IX a XIV) está dedicada a poner en marcha la “reinvención” de la teoría marxista de dependencia, reflexionando especialmente en torno a tres dimensiones sobre las cuales esta corriente debe avanzar para captar las particularidades de la fase actual del capitalismo. La primera dimensión, estudiada en los capítulos noveno y décimo, es la reconsideración de la cuestión del subimperialismo y las semiperiferias, tomando así las dimensiones económicas y políticas de las “formaciones intermedias”.

La propuesta de Katz es pensar el subimperialismo como un concepto con mayor gravitación geopolítica que económica, de manera inversa a como fue pensado originalmente por Marini al examinar el caso de Brasil. Las transformaciones operadas desde los años ochenta cambiaron drásticamente el escenario mundial estudiado por el sociólogo brasileño. La crisis del Estado de bienestar de posguerra conllevó un deterioro de los salarios, una pérdida relativa de la importancia de los mercados internos de las semiperiferias y su consecuente primarización productiva. Asimismo, la forma de estudiar las economías intermedias se ha complejizado por los cambios generados como resultado de la internacionalización productiva. Debido a estas transformaciones, ahora pueden distinguirse semiperiferias que mantienen su especialización primaria (como Argentina), formaciones intermedias que se insertaron en procesos industriales globales sin expandir su influencia regional (Corea) y aquellas semiperiferias que mantienen su poder en las zonas de influencia aledañas sin avanzar en el desarrollo económico, como en el caso de la India (Katz, 2018: 224). Dada esta variedad de situaciones, Katz afirma que la actual fase del capitalismo se destaca por “la ausencia de proporcionalidad entre la supremacía económica y la hegemonía político-militar” (Katz, 2018: 227), siendo este último factor el que determina el carácter subimperial de las formaciones intermedias.

El libro tiene la virtud de buscar respuestas para dos temáticas que fueron identificadas como centrales en el debate que la teoría marxista de la dependencia sostiene con otras explicaciones alternativas del capitalismo latinoamericano: las transferencias internacionales de valor y la superexplotación de la fuerza de trabajo (Lastra, 2018). A contramano del consenso existente en la teoría marxista de la dependencia, Katz propone “formular un enfoque de la dependencia sin recurrir al concepto de superexplotación” (Katz, 2018: 271). El problema de este concepto radica en que el valor de la fuerza de trabajo encierra un componente “histórico y moral”, que vuelve imposible determinar si los salarios se corresponden con las necesidades de reproducción de la clase trabajadora. Este componente explica las diferencias salariales entre economías nacionales para una fuerza de trabajo del mismo tipo, lo que según Katz debería ser conceptualizado como “diferentes valores de la fuerza de trabajo” y no como una superexplotación.

Para explicar la especificidad de la explotación del trabajo en el capitalismo dependiente, el autor propone retomar las ideas de Amin (1973) sobre la estratificación entre países centrales, periféricos y semi-periféricos, mediante un estudio de la internacionalización productiva y los flujos de valor entre economías nacionales. En la fase actual del capitalismo neoliberal, la posibilidad que tiene el capital de desplazarse a lo largo del planeta le permite localizarse en aquellas regiones o países donde los salarios son más bajos. Así se establecen brechas salariales entre la periferia y el centro que son mucho mayores a las brechas de productividad, de manera que los salarios en las economías periféricas más que compensan su atraso productivo. Mediante estas brechas, el capital extranjero logra acumular ganancias extraordinarias gracias a la internacionalización productiva y la movilidad del capital, estructurando una jerarquía global entre países que perdura a lo largo del tiempo.

La otra problemática que aborda Katz es el fundamento de las transferencias internacionales de valor. En su análisis explicita la polémica con quienes explican la jerarquía global exclusivamente por las diferencias de productividad entre países (Astarita, 2010) y con quienes sostienen que las economías latinoamericanas captan una masa de valor en concepto de renta de la tierra proveniente de los países centrales (Iñigo Carrera, 2008). Con respecto al primer debate, Katz señala que la existencia de un “trabajo potenciado” en el centro no invalida la existencia del intercambio desigual, es decir, que la existencia de trabajo complejo de mayor productividad en los países industrializados complementa a las transferencias de valor desde la periferia al centro.

Por su parte, la innovación más llamativa que se presenta en el libro es la de introducir la renta de la tierra al análisis dependentista. Según Katz, Marini desestimó la gravitación de la renta y no le asignó ningún rol en sus explicaciones del capitalismo dependiente. Sin embargo, la experiencia reciente del “boom de las materias primas” y la persistente importancia de la renta petrolera demuestran la relevancia de la renta agraria y minera para entender la realidad actual. Por ello, Katz propone retomar los pocos estudios dependentistas que trataron la problemática e incorporar el concepto de “renta imperialista” como parte del ciclo de capital dependiente. Con esta idea sería posible explicar la sustracción del valor generado en la producción agraria y minera en la periferia, que finalmente fluye hacia el centro. El peso geopolítico de las principales potencias mundiales y las luchas sociales que se desatan en la periferia serían los determinantes de este flujo de valor, que tiene lugar junto con el intercambio desigual. Si bien Katz destaca el fundamento económico de la generación de la renta, la posibilidad de capturar o perder dicho valor para los países dependientes queda determinada principalmente por la fuerza política de las clases sociales.

La Teoría de la Dependencia, cincuenta años después toca una gran variedad de temas que no pueden ser examinados en un solo trabajo sin que queden aristas para ser exploradas en próximas investigaciones. Tal vez por ello, la principal debilidad que puede encontrarse en el libro es la falta de una mayor articulación entre la dimensión política y los condicionantes económicos que determinan la jerarquía global entre países. Si bien el autor analiza la importancia de la división internacional del trabajo y los diferenciales en el valor de la fuerza de trabajo de cada país, el fundamento político del subimperialismo y la conceptualización de la “renta imperialista” aparecen como desconectados de las relaciones económicas que le sirven de basamento. Por su parte, las principales fortalezas del libro radican en el estudio de la dependencia como un paradigma de investigación de carácter universal y en la interesante contribución de estudiar sin dogmatismos el concepto de la superexplotación, las formaciones intermedias y la renta de la tierra. Si la teoría de la dependencia logra articular todas estas dimensiones para explicar la dinámica del capitalismo contemporáneo, el libro de Claudio Katz seguramente habrá sido un importante aporte para esta necesaria tarea.

Bibliografía

Amin, S. (1973). ¿Cómo funciona el capitalismo?, Buenos Aires: Siglo XXI.

Astarita, R. (2010). Economía Política de la dependencia y el subdesarrollo, Buenos Aires: UNQui Editorial.

Carcanholo, M. D. (2008). Dialética do desenvolvimento periférico: dependência, superexploração da força de trabalho e política econômica. Revista de Economia Contemporânea, 12(2).

Iñigo Carrera, J. (2008). El capital: razón histórica, sujeto revolucionario y conciencia, Buenos Aires: Imago Mundi.

Katz, C. (2018). La Teoría de la Dependencia, cincuenta años después. Buenos Aires: Batalla de Ideas.

Lastra, F. (2018). La teoría marxista de la dependencia y el planteo de la unidad mundial. Contribución a un debate en construcción. Cuadernos de Economía Crítica, 4(8).

Marini, R. (1973). Dialéctica de la dependencia, México: ERA.

Osorio, J. (2013). Sobre dialéctica, superexplotación y dependencia. Argumentos, 26(72).

Sotelo Valencia, A. (2012). Los rumbos del trabajo: superexplotación y precariedad social en el siglo XXI. México: Porrúa.

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