Reseña
Campos, Esteban: Cristianismo y Revolución. El origen de montoneros: violencia, política y religión en los 60, 1a ed. Buenos Aires: EDHASA, 2016
Campos, Esteban: Cristianismo y Revolución. El origen de montoneros: violencia, política y religión en los 60, 1a ed. Buenos Aires: EDHASA, 2016
e-l@tina. Revista electrónica de estudios latinoamericanos, vol. 16, núm. 62, pp. 75-77, 2018
Universidad de Buenos Aires
Campos Esteban. Cristianismo y Revolución. El origen de montoneros: violencia, política y religión en los 60. 2016. Buenos Aires. EDHASA |
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Recepción: 29 Mayo 2017
Aprobación: 27 Agosto 2017
Esteban Campos es historiador y Doctor en Historia por la Universidad de Buenos Aires y se especializa en historia de los movimientos armados de Argentina y América Latina. El libro es en una versión concentrada de su tesis doctoral defendida en 2011. Este trabajo de historia política realiza un “análisis de coyuntura situado en el corto plazo” (p. 203) de las transformaciones en la identidad de los actores políticos de la década de 1960. El estudio del caso de Cristianismo y Revolución (C & R) permite una aproximación general al contexto de la segunda mitad de la década de 1960. Para llevarlo adelante Campos se valió del análisis de contenido y del discurso de C & R utilizando la edición digital publicada por el CEDINCI (aunque se pueden encontrar referencias a otras publicaciones y documentos de la época) y de la historia oral, por medio de entrevistas realizadas a distintos actores vinculados a la revista.
La aparición de C & R se comprende a partir de tres procesos. El primero, de índole europea, es la renovación del catolicismo que comienza en el periodo de posguerra. El segundo es el contexto político y eclesiástico argentino. El agotamiento de la democracia y el conservadurismo de la jerarquía eclesiástica permitieron que muchos laicos y religiosos que adherían al catolicismo renovador radicalizaran sus concepciones políticas y religiosas y forjaran la identidad del cristianismo liberacionista. Por último, el surgimiento del Tercer Mundo como identidad política y cultural y la identificación con las luchas sociales latinoamericanas, anticolonialistas de Asia y África y la revolución cubana aceleraron ese proceso de radicalización. En ese marco C & R se convirtió en un ámbito de oposición a la dictadura de Onganía y terminó comprometiendo a los cristianos en la lucha armada, presentada como el método más eficaz para instaurar el socialismo y vivir de acuerdo a los valores cristianos.
El autor retoma la periodización de Germán Gil (2003) y sostiene que hasta abril de 1968 predominó el contenido teológico en la revista, mientras que hacia 1970 con la muerte Juan García Elorrio, el contenido religioso fue sustituido por el discurso político secular, articulando principalmente peronismo y lucha armada. En este punto el título resulta confuso ya que el mismo autor sostiene que es erróneo considerar al Comando Camilo Torres como una organización protomontonera. Si bien varios de sus integrantes más conocidos migraron a Montoneros, tantos otros lo hicieron a otras organizaciones o dejaron la militancia.
En el primer capítulo, Campos cuestiona la postura que sostiene que la radicalización de los militantes del catolicismo renovador obedece a la evolución interna de la Iglesia. Apoyándose nuevamente en Gil (2003) sostiene que ese proceso fue el emergente de un clima de ideas, poniendo el énfasis en el contexto cultural que permitió las síntesis políticas que surgieron en los 60. El diálogo entre cristianos y marxistas fue un elemento importante en este proceso. Sin embargo, en el paso hacia el cristianismo liberacionista fue necesaria la mediación del nacionalismo de izquierda y el encuentro con el peronismo. C & R realizó una traducción del vocabulario político de la izquierda al lenguaje cristiano y viceversa, logrando conformar un nuevo sujeto a través del acto de lectura que no necesariamente estaba involucrado a priori con el cristianismo liberacionista.
El segundo capítulo analiza las formas del pensamiento teológico-político en lo que el autor denomina periodo intermedio de C & R que se extiende desde la conformación del Comando Camilo Torres en 1967 hasta la llamada “revolución de los enanos” (ruptura de parte del grupo por desacuerdos con García Elorrio) en 1968. C & R comprendió la historia como indagación y confrontación de relatos sobre el pasado. Era necesario pensar a la Iglesia en términos históricos y romper con el relato de la inmutabilidad. A su vez el hombre adquirió un rol protagónico y se consideró que asumir un compromiso activo en la historia y en la realización de la escatología era un deber de todo cristiano. Campos llama mesianismo histórico a esta articulación entre escatología e historia. Si bien esta última mantiene su independencia respecto de la primera, esta fusión entre elementos tradicionales y modernos es un ejemplo de bloqueo tradicionalista.
A partir de 1969, en un contexto de agudización del conflicto social, radicalización ideológica y de creciente influencia de las corrientes renovadoras de la Iglesia, tuvo lugar un desplazamiento desde la teología antropocéntrica de la historia hacia una teología de la violencia. Esta nueva perspectiva teológica no era homogénea. Si bien se reconocía una violencia estructural, para algunos la violencia de los oprimidos era justa, para otros el cristianismo debía humanizar la violencia revolucionaria. Sin embargo, la mayoría presentaba esta violencia como el medio más eficaz para llevar a cabo las transformaciones necesarias.
El tercer capítulo analiza el lugar que se daba a los trabajadores en C & R. Desde 1966 a 1968 tenemos otro ejemplo de bloqueo tradicionalista ya que los trabajadores fueron identificados con los pobres y desfavorecidos. Luego, al calor de los conflictos gremiales apareció la noción de proletariado y el trabajador comenzó a caracterizarse como un sujeto autónomo, conformándose un discurso híbrido en el que junto a nociones modernas se mantuvo el discurso pauperista. En la segunda etapa de la revista, se hace explícita una postura clasista y peronista. El peronismo aparecía como el máximo nivel de conciencia de clase alcanzado por los trabajadores y como límite, por no desarrollar una teoría y organizaciones revolucionarias que puedan representar sus intereses de clase.
El cuarto capítulo indaga en la relación entre política y violencia a partir de un reportaje de Paco Urondo a Carlos Olmedo, principal dirigente de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). Allí se estableció una equivalencia entre lo político-militar. El enfrentamiento bélico era considerado parte de la misma esencia política. El objeto de la violencia no era definido por el lugar de clase, sino por su posicionamiento político conformándose la dicotomía amigo-enemigo. La guerra interpretada como la forma más elevada de la lucha política sirvió como horizonte de la ética revolucionaria y la violencia se transformó en un fin en sí mismo capaz de reglamentar las prácticas político-militares. La primacía de la técnica, es decir la valoración de la destreza militar sobre el programa o la organización política, era la demostración de que la lucha armada formaba parte de la identidad revolucionaria.
Si en el momento de empate hegemónico las organizaciones armadas contribuyeron a erosionar el poder de la dictadura y poner en duda el monopolio de la violencia legítima del Estado, esas prácticas atentarán contra el proyecto hegemónico alternativo ya que arrastrarán a las organizaciones del campo político al militar, donde se mostrarían insuficientes para vencer a las Fuerzas Armadas. Por otro lado la proliferación de organizaciones armadas volvió obsoleta a C & R, la cual había surgido para reconciliar a los cristianos con la lucha armada. Los mártires cedieron su lugar a los vindicadores y las discusiones teológicas se volvieron anacrónicas. Ese agotamiento del ciclo de C & R sumado a las amenazas y la censura de la dictadura de Onganía explican el fin de la revista.
En el quinto capítulo se sostiene que C & R generó un efecto de unanimidad que favoreció la constitución de una subjetividad política. No obstante, la elaboración de esta trama simbólica se realizó a partir del movimiento de las propias contradicciones que aparecían en la revista. Las diferencias respecto del sujeto revolucionario y el lugar que debían ocupar la teoría y la organización mostradas en los artículos de John William Cooke y Regís Debray, publicados entre 1966 y 1967, ampliaron el campo semántico, permitieron la elaboración de nuevos conceptos y orientaron a la militancia en un momento de crisis y segregación del movimiento.
Entre 1968 y 1969 se produjo una articulación de identidades en la que trabajadores, estudiantes y cristianos conformaron el pueblo. Este fue presentado como el sujeto revolucionario y se reabrió la cuestión respecto de quién constituiría la vanguardia que pueda organizar sus luchas y realizar el proyecto hegemónico alternativo.
Campos sostiene que el peronismo revolucionario encontró su razón de ser en el estado de excepción que impuso la dictadura de Onganía. Una vez recuperado el juego electoral, encontró muy difícil poder accionar dentro del movimiento para llevar a cabo su proyecto.
El último capítulo indaga en los efectos que tuvieron en el discurso de C & R los arreglos para una salida electoral de la dictadura de Onganía, así como el lugar que ocupó la figura de Perón en la revista en este nuevo contexto. Hacía 1970 la vanguardia armada se había convertido en la metáfora del pueblo trabajador que aglutinaba a los diferentes sectores en lucha. Las organizaciones armadas “construyeron su identidad en una posición que las situaba entre el discurso vanguardista de izquierda revolucionaria y el verticalismo que las subordinaba a las palabras de Perón”. Si el discurso del peronismo revolucionario implicaba una ruptura con la tradición peronista, la vuelta del viejo líder se presentaba como un problema. Aún cuando continuaban los acuerdos para llevar a cabo las elecciones, desde C & R se denunciaba a quienes habían formado parte de los mismos y se sostenía que las elecciones solo podrían realizarse sin Perón.
Las organizaciones armadas trataron de transferirse la legitimidad del líder político y pretendieron mostrarse como la “futura conducción político-militar del Movimiento” (p. 190). Sin embargo, al considerarlas formaciones especiales, estas no serían tenidas en cuenta por Perón más que como el brazo armado de su propio proyecto. Con la vuelta de Perón y el fortalecimiento de la instituciones se produjo una recomposición hegemónica que hirió de muerte al proyecto alternativo que se había articulado en C & R. Campos advierte que esta situación llevó a la institucionalización de la lucha hegemónica en la década del 70, la cual se dio dentro del peronismo y profundizó el antagonismo entre las Fuerzas Armadas y la derecha peronista por un lado y las organizaciones guerrilleras, los sindicatos clasistas, las ligas agrarias y el movimiento estudiantil por el otro.
Al mostrarnos como se transformaron los discursos conforme se modificaba el contexto político, las identidades y proyectos que se formularon en las páginas de C & R, esta obra nos brinda nuevos elementos para comprender como se conformaron las condiciones de la conflictividad política argentina de la década del 70. Es por ello que los alcances de las conclusiones de este trabajo exceden el caso estudiado y hacen de este libro una referencia importante para comprender la violencia política de la época
Referencias
Campos, Esteban: Cristianismo y Revolución. El origen de montoneros: violencia, política y religión en los 60, 1a ed. Buenos Aires: EDHASA, 2016