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Exiliados políticos chilenos y migración económica en la Venezuela de los setenta

Chilean political exiles and economic migration in the Venezuela of the seventies

Claudia Fedora Rojas Mira
USACH, Chile

Exiliados políticos chilenos y migración económica en la Venezuela de los setenta

e-l@tina. Revista electrónica de estudios latinoamericanos, vol. 18, núm. 69, pp. 33-51, 2019

Universidad de Buenos Aires

Recepción: 04 Enero 2018

Aprobación: 27 Mayo 2019

Resumen: Este artículo es un producto de una investigación más amplia acerca del exilio político chileno en Venezuela durante los años setenta. En este texto queremos aproximarnos al fenómeno a través de sus protagonistas, describiendo las razones de su salida, el contexto de expulsión y el contexto de acogida. Nuestro objetivo es analizar al exilio político como un fenómeno que posee características específicas y que lo distinguen de otras migraciones, hacia Venezuela, ocurridas en el mismo periodo, pero debidas a motivos económicos.

Palabras clave: exiliados políticos, migrantes políticos, migrantes económicos, chilenos, Venezuela, década de los setenta.

Abstract: This article is a product of a wider investigation about Chilean political exile in Venezuela during the seventies. In this text we want to approach the phenomenon through its protagonists, describing the reasons for their departure, the context of expulsion and the context of reception. Our objective is to analyze the political exile as a phenomenon that has specific characteristics and that distinguish it from other migrations, towards Venezuela, which occurred in the same period, but due to economic reasons.

Keywords: political exiles, political migrants, economic migrants, Chilean, Venezuela, seventies.

Introducción

Tras el golpe de Estado de 1973 y la represión que le acompañó, fueron muchos los Estados que acogieron perseguidos políticos chilenos (Sznajder and Roniger, 2009:166)[1]. En Latinoamérica tanto México como Venezuela jugaron un notable papel en relación a la acogida de chilenos que eran perseguidos por la dictadura cívico-militar. En ambos casos hubo razones históricas, políticas, culturales y académicas y también alianzas y relaciones personales que determinaron ese apoyo. Pero, sin duda, las razones geopolíticas y la política interna explican las características del apoyo que brindó Venezuela al exilio chileno. En este texto queremos analizar la presencia del exilio político chileno en ese país, caracterizarlo como grupo específico y dar cuenta de los rasgos, más importantes, que lo definen. La forma de salida del país de origen tiene relevancia en tanto permite definir la condición de exilio.

El estudio del exilio político chileno cobra una primacía particular, porque dicha experiencia da cuenta de los conflictos y tensiones que su presencia generó en los países de acogida en un contexto mundial signado por la Guerra Fría (Westad, 2007; Spenser, 2004; Harmer, 2011; Ulianova, 1998; Ulianova y Riquelme, 2006 y 2009). Su resonancia tuvo distintos significados dependiendo de los entornos e identidades políticas locales, pero en cada caso respondió a las lógicas de ese conflicto global. Es por ello que la experiencia de este exilio, no siendo la única, se hizo más visible y significativa que, por ejemplo, la del exilio argentino (Ayala, 2017; Franco, 2008; Yankelevich, 2004 y 2002; Jensen, 2004; Brunetti y Giardinelli, 2003)[2].

Nuestro objetivo para el presente texto es caracterizar la salida y llegada de los desterrados políticos chilenos a Venezuela y sus particularidades en tanto grupo específico de exiliados políticos. Nos interesa describir las estrategias de salida del país, ya que en si misma constituye un elemento importante en su definición. Al respecto nos preguntamos ¿Cuáles fueron las condiciones de salida de Chile y cuál fue la acogida del gobierno venezolano? ¿Cuán determinantes fueron las relaciones previas entre quienes se asilaron y las autoridades y políticos venezolanos? ¿Cuáles han sido las dificultades para cuantificar la presencia del exilio en Venezuela?

Como hipótesis enunciamos que el número de chilenos y chilenas perseguidos y/o expulsados por la dictadura que se instalaron en Venezuela, como exiliados políticos, fue minoritario en relación a la cantidad de inmigrantes económicos que llegaron a Venezuela en el mismo periodo. La recepción fue restringida y se prefirió presentarla, en general, como migración económica y así fue tratada por las políticas públicas del Estado venezolano. Su definición como exilio político dice relación con sus condiciones y contextos de salida, así como de las condiciones y contextos del país que los acogió.

El texto se dividirá en los siguientes apartados, el primero tratará sobre qué entenderemos por exilio político propiamente tal; el segundo, se referirá al contexto político del país de acogida; el tercero, a las relaciones previas entre ambas sociedades; el cuarto, a las condiciones de salida y entrada a Venezuela; el quinto, se aproximará a las cifras de este exilio y, por último, las observaciones finales.

Migrantes y exiliados políticos

Cuando se habla o se escribe acerca del exilio en general, a lo que se hace referencia es más bien a lo que Marina Franco (2008), con mayor certeza, ha llamado migración política. Es decir, migración política y exilio político son categorías generales que se usan para nombrar el fenómeno histórico y que no consideran la especificidad de la experiencia de los sujetos. Lo mismo ocurre con el concepto de emigrados políticos, que considera al conjunto de actores cuya migración es forzada, que se distinguen de otros tipos de migración en razón de la obligatoriedad de la partida y la prohibición del retorno. La migración política se genera, como fruto de la expulsión, generalmente violenta, de un sujeto o sujetos de su lugar de origen, es una pena decretada, de manera explícita o implícita, por alguna autoridad o por quien o quienes detentan el poder que manda la expulsión (exclusión) y prohíbe el retorno[3]. Con respecto al exilio político es preciso reiterar lo que ya ha dicho la misma Franco (2008): en primer término, se trata de una categoría política porque nombra a un tipo de emigrantes políticos que desarrollan un activismo y una militancia en los países en que son acogidos, participando en organizaciones y acciones directamente relacionadas con la realidad política del país de origen. En segundo lugar, si es verdad que, como dice Franco, se trata de un acto de “auto denominación de los sujetos, con toda su carga de sentidos” (2008:21), nosotros podemos agregar que es un acto voluntario de auto afirmación política que tiene directa relación con su identidad, responde a un proceso marcado por el devenir de la experiencia vivida, cuyos tiempos de instalación y desinstalación dependen de la subjetividad de cada quien; en tercer término, pensamos que dicha voluntad de auto afirmación está directamente relacionada, con la voluntad de la sociedad de acogida y específicamente del Estado territorial que la brinda y establece los marcos para que esa voluntad de ser y estar en el mundo se manifieste. Los exiliados políticos se transfiguran como tales en el país de acogida, no antes; y además los exiliados políticos están sometidos a los vaivenes de la política interna de los países de acogida. Por último, las condiciones de salida del lugar en que son perseguidos y las condiciones de entrada del país de acogida, define asimismo su estatus de exiliados políticos. La noción de exilio tiene, comúnmente, una connotación política que implica la existencia en el exiliado de un cierto compromiso, de una voluntad de jugar un papel activo para terminar con la situación que ha provocado la partida de su país. A los exilios políticos de ciudadanos chilenos, hay que enmarcarlos en un fenómeno más amplio, como lo fueron los exilios políticos del Cono Sur, que se produjeron bajo dictaduras de la llamada Doctrina de Seguridad Nacional (Rojas Mira, 2017).

La Venezuela de los años setenta

Nos parece importante hacer una breve referencia al contexto histórico y político venezolano, éste nos dará luces para la comprensión de su cultura política y la recepción que hubo de parte de la sociedad venezolana y de los gobiernos de turno, a los exiliados chilenos que llegaron al país producto del golpe de Estado en Chile.

Según algunos especialistas (Kantor, 1959; Tugwell, 1965; Levine, 1984; Hellinger, 1984;Aznar, 1990; Neuhouser, 1992; Molina and Pérez, 1998) “la singularidad” de Venezuela está dada por tratarse de un Estado cuyo poder se ha sustentado en los altos ingresos provenientes del petróleo y de una democracia, decimos nosotros, relativamente estable, así como de partidos políticos sólidos, disciplinados y consolidados. Tras la experiencia de dos dictaduras, la de Juan Vicente Gómez (1908-1935) y la de Marcos Pérez Jiménez (1950-1958), se instaló en 1958 un régimen democrático que logró, transitar procesos como: la insurrección de la guerrilla de los años sesenta (Oliveros, 2012); las dictaduras en América Latina de los años sesenta y setenta; y la crisis de la deuda en los años ochenta debida entre otras, a las medidas neoliberales de ajuste económico (Rivas, 2000). Dicho régimen se fortaleció gracias a un pacto político establecido el 31 de octubre de 1958; entre Acción Democrática (AD), de tendencia socialdemócrata, el Comité de Organización Política Electoral Independiente (COPEI), de tendencia demócrata cristiana y la Unión Republicana Democrática (URD)[4], representante de la izquierda no comunista; llamado “punto fijo”, que le permitió dar cauce institucional a la vida política de Venezuela. Este pacto fue, finalmente, producto de un gran consenso al interior de la élite política que se estableció en el contexto mundial de la Guerra Fría y que se alineó con la política exterior de los Estados Unidos hacia América Latina (Philip y Murillo, 2004).

Se trató de una democracia formal representativa, que excluyó a sectores disidentes tales como la izquierda comunista y a los grupos guerrilleros, que fueron fuertemente reprimidos, con un saldo no menor de muertos y desaparecidos (Cabieses, 1963). Su política exterior se basó en lo que se llamó la doctrina Betancourt[5], como dijimos, alineada con los Estados Unidos, y con un énfasis notable en las sanciones contra Cuba en la OEA y, además, contra la dictadura de Rafael Leonidas Trujillo, de República Dominicana.

Sin embargo, con el presidente copeyano Rafael Caldera (1969-1974) se suspendió la doctrina Betancourt y se postuló una política de “solidaridad pluralista latinoamericana” promoviendo la idea de una “justicia social internacional” y la distensión con los países “llamados comunistas”, incluida Cuba. Con Carlos Andrés Pérez (1974-1979), Venezuela se integró activamente al Movimiento de los No Alineados y la colaboración interamericana y tercermundista se consolidó.

Entre el gobierno copeyano y el gobierno de la Unidad Popular (UP) chilena, las relaciones fueron frías y distantes debido al distinto enfoque político ideológico de sus gobernantes. Salvador Allende, socialista apoyado por la UP, coalición de centro izquierda que incluía a los comunistas chilenos y Rafael Caldera[6], social cristiano, integrante de “punto fijo” que excluía a los comunistas venezolanos. Sin embargo, se sostuvo el pluralismo ideológico y el respeto mutuo.

En los setenta Venezuela recién comenzaba a encaminarse hacia la consolidación de un proceso democrático que sólo tenía doce años a su haber. Recordemos que la dictadura de Pérez Jiménez había concluido en 1958. Inicialmente algunos sectores de izquierda quedaron al margen de ese proceso de democratización, como el Partido Comunista que fue perseguido por el gobierno de Rómulo Betancourt. En este período (comienzo de la década de 1960) se organizó el Frente de Liberación Nacional (propuesta realizada por el Partido Comunista venezolano), así como otros grupos armados y partidos políticos que lucharon en contra del gobierno de Rómulo Betancourt y que se propusieron la instauración de un sistema socialista en la Venezuela de la época. Bajo esa inspiración nació el Movimiento Electoral del Pueblo (MEP), fundado en 1967 por Luis Beltrán Prieto Figueroa, producto de una división del sector de izquierda de Acción Democrática (AD) y de clara orientación socialista. Comenzando la década de 1970, emergió en el escenario político el partido Bandera Roja que se autodefinió marxista-leninista y vanguardia de la revolución venezolana. La influencia de la revolución cubana había sido fundamental para la Venezuela de la década del 60 y la organización de nuevos actores y sectores políticos en el panorama del período. El proceso de democratización, paulatinamente, permitió la incorporación de la izquierda en el escenario de los partidos políticos lo cual facilitó el proceso de “pacificación” de la guerrilla. Es decir, la década de 1970 se encuentra con una diversidad de actores políticos que se confrontan en el escenario de un país que recién comienza a consolidar su democracia, y donde la izquierda tenía poca presencia y era vista con recelo, tanto por la participación de un sector en la guerrilla, como por el temor que los exiliados cubanos contribuyeron a impregnar en la población. Muchos exiliados cubanos tuvieron una notoria presencia y una muy extendida influencia en los medios de comunicación venezolanos -cine, radio, televisión y prensa escrita-, de los cuales muchos eran dueños o profesionales en esas áreas[7].

Por otra parte, la década de 1970, especialmente durante el gobierno de Carlos Andrés Pérez (1974-1979) coincidió con un momento de bonanza petrolera venezolana, debido al aumento de los precios del petróleo. Ello contribuyó a crear muchas expectativas de enriquecimiento a corto plazo en el sector de la clase media, hecho que también facilitó la consolidación del bipartidismo en el gobierno, de los partidos de centro-derecha (AD y COPEI), y coadyuvó a desplazar aún más a la izquierda del protagonismo político. Este período de bonanza petrolera se caracterizó, también, por la amplia importación de productos y un acelerado proceso de consumo en la población de los sectores de la oligarquía y de la burguesía, con el consiguiente empobrecimiento de una mayoría; así como por una corrupción que se extendió ampliamente en la estructura del Estado.

Esos son algunos elementos que permiten comprender el contexto de Venezuela durante el periodo que recibió a los perseguidos políticos que huían de la dictadura en Chile a partir de 1973.

Antecedentes de las relaciones entre figuras políticas venezolanas y chilenas y caminos migratorios previos

En el transcurso del siglo XIX los recién inaugurados gobiernos latinoamericanos iniciaron una serie de intercambios y establecieron relaciones consulares. La instalación de representantes diplomáticos fue paulatina e inestable, recién en 1865 el gobierno chileno de turno nombró a Manuel Antonio Matta como primer encargado de negocios ante el gobierno venezolano. Sin embargo, llegado el siglo XX las representaciones diplomáticas se hicieron cada vez más estables, así como sus relaciones culturales, políticas y sociales (MINREL, Chile).

También en el siglo XIX llegó a Chile uno de los intelectuales venezolanos más notables de nuestra América, Andrés Bello (1781-1865), humanista, político y jurista.

Cabe destacar que Chile, durante el siglo XX, fue el país de acogida de connotados venezolanos como Mariano Picón Salas (1901-1965), escritor, diplomático y académico que llegó a Valparaíso a comienzo de los años veinte, residiendo en Santiago entre 1925 y 1936. Una de las actividades que realizó fue estudiar pedagogía en la Universidad de Chile (Uzcátegui, 2018a: 183). En el ámbito de la Pedagogía hubo importantes intercambios entre Chile y Venezuela: en 1914 un selecto grupo de venezolanos ingresó a la Escuela Normal José Abelardo Núñez de Santiago, con el fin de estudiar los métodos activos de enseñanza respecto de los cuales Chile estaba bastante adelantado; en 1936, 1939 y en 1946, llegaron a Venezuela tres misiones pedagógicas chilenas, lideradas por el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, para apoyar al Ministerio de Educación de Venezuela en el desarrollo de la escuela y el profesorado (Uzcátegui, 2018:188). En medio de esa atmósfera de intercambio pedagógico se funda en 1938 el Instituto Chileno-Venezolano de Cultura a instancia de los intelectuales venezolanos Mariano Picón Salas y Héctor Cuenca y del escritor chileno José Santos González Vera (Uzcátegui, 2018b:101).

Por otra parte, Rómulo Betancourt, líder histórico de Acción Democrática (AD) estuvo exiliado en Chile entre 1938 y 1941, fue amigo personal de Eduardo Frei Montalva y Salvador Allende -aunque con este último hubo un distanciamiento, posterior, por razones político-ideológicas-.

El 13 de marzo de 1937 el presidente -venezolano- Eleazar López Contreras dicta un decreto para expulsar a los dirigentes considerados comunistas…La lista de los cuarenta y siete -47- dirigentes expulsados del país, estaba compuesta por Rómulo Betancourt… Rómulo Betancourt se quedó en el país trabajando en la clandestinidad hasta 1937, cuando es apresado. Al año siguiente es expulsado de Venezuela. En su segundo destierro, vive en Chile hasta 1941, año en que regresa a Venezuela durante el mandato de Isaías Medina Angarita (Hernández, 1983: 67, 68 y 69).

En los años cincuenta, Chile volvió a ser lugar de acogida para las estancias exiliares de otros políticos venezolanos: Valmore Rodríguez, periodista, dirigente sindical, fundador de AD y presidente del Senado; Jaime Lusinchi, jefe de la colonia de exiliados de AD en Santiago (futuro presidente de Venezuela entre 1983 y 1989); Luis Beltrán Prieto Figueroa, político e intelectual, fundador del MEP[8]; Ángel Fariñas, sindicalista y, con posterioridad, Gobernador del Estado de Sucre; José Manzo González, militante adeco; Clarisa Sanoja, militante adeca y Héctor Mujica, periodista, escritor, militante del Partido Comunista venezolano y futuro parlamentario (Mujica, 1964); Ramón Yáñez, periodista, fundador y director del periódico Provincia de Cumaná, por señalar algunos (Muñoz, 2007: 365). Ya en esos años Acción Democrática había establecido relaciones formales con el Partido Socialista chileno y con algunos de sus militantes, férreas relaciones personales.

Tales fueron los casos de Jaime Lusinchi y Clarisa Sanoja con el líder del PS chileno Aniceto Rodríguez, quien jugó un papel clave en el activismo político del exilio chileno en Venezuela[9]. Según el historiador Hernán Muñoz, después del golpe de Estado de 1973, ya exiliado en Venezuela Aniceto Rodríguez, solicitó a Jaime Lusinchi, en ese momento jefe de la fracción parlamentaria de AD, que:

…viajara a Santiago y gestionara la libertad de presos políticos…Lusinchi…culminó con éxito su negociación rescatando a 26 detenidos, muchos de ellos importantes personeros del acontecer político chileno, como el ex ministro de agricultura Jaime Tohá; el ex presidente del Partido Radical, Anselmo Sule; el ex senador de esa misma organización, Hugo Miranda y Carlos Morales Abarzúa, también… Camilo Salvo -militante del partido Radical-(Muñoz, 2007: 371).

En 1959 con motivo de la repatriación de los restos de Valmore Rodríguez, fallecido en Chile y sepultado, momentáneamente, en Viña del Mar, en el mausoleo de la familia de Salvador Allende, viajó una delegación de parlamentarios chilenos conformada por: Salvador Allende (Partido Socialista), Luis Bossay (Partido radical), Hugo Miranda (Partido Radical), Carlos Acharán Arce (Partido Liberal), Raúl Irarrázabal (Partido Conservador Unido), Alfonso David Lebón (Partido Agrario Laborista), Alfredo Lorca (Partido Demócrata Cristiano) y Aniceto Rodríguez (Partido Socialista) (Muñoz, 2007: 366). De este grupo de 1959, además de Aniceto Rodríguez, Hugo Miranda pasó una corta estancia de destierro en Caracas, post golpe de Estado de 1973, para luego exiliarse en la ciudad de México. Como ya se leyó, otros militantes del Partido Radical también fueron, primero, desterrados a Venezuela, desde donde viajaron a México. Estos fueron los casos de Anselmo Sule y Carlos Morales Abarzúa (Rojas Mira, 2013).

En la década del sesenta, la lucha armada en Venezuela atrajo a algunos militantes de la izquierda chilena. En diciembre de 1958, llegó a Venezuela el periodista Manuel Cabieses Donoso, quien entusiasmado con la experiencia que vivía aquel país, escribió el libro “Venezuela Okey. Origen y desarrollo de la lucha armada” que logró ser editado en 1963, destinando los ingresos de su venta al Frente de Liberación Nacional. En ese contexto estuvo también en 1963, otro periodista chileno, Luciano Cruz (Cabieses, 1963). Igualmente hay noticias de que el chileno Carlos Alberto Zambrano Mira, militante de Bandera Roja y jefe de la retaguardia del Frente Américo Silva, fue asesinado en la masacre de Cantaura, el 4 de octubre de 1982 (Rosas, 2005: Hurtado, 2008).

La asunción del presidente Salvador Allende generó dos fenómenos, por una parte, hubo una emigración política hacia Venezuela de sectores opositores a su gobierno, debido a razones de desafección con el proyecto socialista de la Unidad Popular (UP); y, por otra parte, la experiencia del proceso chileno dirigido por la UP atrajo el interés de jóvenes de diversas nacionalidades que se avecindaron en Chile. Tan así, que tras el golpe de Estado de septiembre de 1973 hubo un contingente de venezolanos que fueron repatriados por el presidente Rafael Caldera, estimado en alrededor de 2.000 personas (Muñoz, 2007: 367). Las fuentes que reportan cifras de chilenos viviendo en Venezuela durante la década del setenta, coinciden: según la información de los Censos Nacionales que se hacían cada una década, en 1971 había alrededor de 3.000 chilenos y que esta cifra pasó a 24.000 en 1980; una segunda fuente son los registros de extranjeros cedulados entre 1971 y 1983. De acuerdo con ésta, el total de chilenos cedulados en 1983 era de 25.249 en contraste con los 2.527 de 1971 (Bidegain Greissing, 1984. Citado en Ayala, 2017). Otra documentación indica que para el momento de golpe de Estado en Chile ya había una pequeña colonia de chilenos instalados en Venezuela. Así lo reporta un testimonio de destierro y exilio:

Elegimos Venezuela porque un primo hermano que era periodista se había ido a vivir allí hacía varios años y tenía muchos contactos que, por una parte, lo ayudaron a sacar a través de Amnistía Internacional a un hermanastro de él, que estuvo preso en Chile (y había sido del GAP -Grupo de Amigos Personales, que custodiaban al presidente Allende-) para llevarlo a Venezuela, y también a un hermano de mi madre que estaba preso y que también viajó a Venezuela gracias al apoyo de Amnistía Internacional. Asimismo, nuestro primo ayudó a mi padre a buscar trabajo y a obtener un visado. Nosotros posteriormente viajamos a unirnos a todo el núcleo que se estaba formando en Venezuela[10].

Según una tercera fuente, el Censo venezolano de 1990, las cifras de chilenos en el país desde la década del cincuenta eran las siguientes: 519, en 1950; 2.051, en 1961; 3.093, en 1971; 25.200, en 1981 y 20.820 en 1990 (Muñoz, 2007:370).

En suma, antes del golpe de 1973 en Chile, existió una pequeña migración tanto de chilenos a Venezuela como de venezolanos a Chile. Sin duda, el golpe de Estado y la brutal represión desatada en contra de los adherentes al proyecto de la UP y a los militantes de los partidos de la izquierda chilena, más las recesiones económicas que se desencadenaron entre 1974 y 1982 dan cuenta del gran salto del número de chilenos que se instalaron en Venezuela entre 1971 y 1981.

No obstante, cabe hacer notar que en las fuentes consultadas no se incluyeron los que residieron como indocumentados. Permanecer sin documentos fue una práctica común de quienes ingresaban a ese país en esos años (Muñoz, 2011: 54). Igualmente, es preciso recordar que muchos perseguidos políticos quisieron pasar inadvertidos frente al gobierno y la sociedad venezolana, por tanto, no optaron ni por el asilo ni por el refugio debido a que dichas categorías los marcaban políticamente y lo que ellos deseaban era sobrevivir, en un escenario de persecución política brutal de que fueron objeto[11]. Por lo tanto, muchos de estos perseguidos políticos quedaron dentro de la gran masa de indocumentados o de migrantes por razones económicas, haciendo difícil hacer la distinción entre unos y otros[12].

Los avatares de la salida para el exilio

No todos los perseguidos políticos salieron de Chile en las mismas condiciones y la decisión de asilarse en la embajada de Venezuela respondió a distintas circunstancias. Entre ellas un factor importante fueron las relaciones políticas previas al golpe, las cuales hemos reseñado en el apartado anterior. Venezuela debido a su política de asilo se presentó para alrededor de unas seiscientas (600) personas como una posibilidad para salvar sus vidas, ingresando a la embajada en Santiago de Chile (Ayala y Rojas Mira, 2018).

La embajada estaba cerrada, tenías que saltar el muro. Vigilada por la policía y los militares instalados con una tanqueta apuntando la embajada. El embajador recibía gente directamente en su casa, en la residencia…con Hernán me metí a la Embajada de Venezuela. Nos montamos por la reja, por el muro…Me asilé en 1973. Salté las rejas de la embajada de Venezuela en Santiago. Había como 200 personas en septiembre de 1973, eso fue delirante, entre el día del golpe y el 21 de septiembre, no recuerdo qué día ingresé a la embajada…En la residencia del Embajador se recibió a dirigentes destacados. Teníamos condiciones precarias en una casa de tres pisos. Cuando dejé la embajada había 250 personas y 3 baños disponibles...[13]

El asilo diplomático no significó que su ingreso a territorio venezolano estuviera garantizado; como demostramos en otro lugar (Ayala y Rojas Mira, 2018). La mayoría de los asilados en la Embajada venezolana de Santiago de Chile entre 1973 y 1974 fueron trasladados por el gobierno venezolano a terceros países para evitar que se instalaran en Venezuela. Con el cambio de gobierno, de Rafael Caldera a Carlos Andrés Pérez, Venezuela ofrecía ciertas condiciones políticas y económicas favorables y muchos perseguidos políticos ya tenían amistades y relaciones personales en el país. Esto fue muy importante a la hora de elegir Venezuela como país de refugio:

…en Colombia no había como hacer actividad política, porque estaba bien restringida por la política oficial y había muy pocos chilenos; en cambio, la situación era totalmente opuesta en Venezuela, allí sí que iban a estar las puertas abiertas para todos y había miles de chilenos, entonces, ahí se podía…era importante que hubiera alguna organización a la cual yo pertenecía, que pudiera reunir la gente del MAPU que estaba allá; la que pudiera organizar algo y que colaboraran en la política del conjunto de los partidos que estaban allá en el exilio[14].

Un grupo significativo de chilenos que se exiliaron en Venezuela después del golpe militar fue expulsado de Chile luego de sufrir detenciones ilegales en campos de concentración y/o en las cárceles. Un caso relevante es el de Aniceto Rodríguez, alto dirigente del PS -senador y ex Secretario General del Partido Socialista- quien solicitó asilo en Venezuela, porque ya tenía relaciones personales y políticas con dirigentes de ese país, entre otras razones. Recordemos que el Partido Socialista de Chile que sustentaba una postura latinoamericanista, había estrechado lazos con políticos de Venezuela, principalmente del partido Acción Democrática. A partir de estas relaciones, políticos venezolanos intercedieron y presionaron al régimen militar para obtener la libertad de importantes dirigentes políticos chilenos. Así, por ejemplo, en junio de 1974 el Contralor General de la República de Venezuela, Manuel Vicente Ledezma, gestionó personalmente la libertad de Aniceto Rodríguez que se encontraba prisionero en la Isla Dawson (Muñoz, 2007: 370). De esta forma Rodríguez resumió su situación de exiliado:

…Yo fui Senador durante 20 años en Chile y tres veces Secretario General del partido Socialista hasta el -año- 70, y tengo 50 años de militancia en este partido que acabo de cumplir. No me dejan entrar y por eso estoy acogido a la hospitalidad de Venezuela, y cuando llegué me recibió con gran afecto mi gran amigo Jaime Lusinchi con el cual me unen lazos de amistad desde que él estuvo en el exilio en Chile…[15]

Los documentos de época y los testimonios recabados muestran que, en el contexto de una campaña internacional por la defensa de los derechos Humanos en Chile el gobierno venezolano gestionó la salida de importantes dirigentes políticos de los partidos de la Unidad Popular, sobre todo del Partido Socialista. Uno de estos casos fue el de Orlando Letelier, ex canciller de Salvador Allende, quien salió en libertad en septiembre de 1975, gracias a las gestiones de Diego Arria, gobernador del Distrito Federal, mandatado por el Gobierno de Carlos Andrés Pérez (Muñoz, 2007:371). Bajo el mismo gobierno y aprovechando la coyuntura de la Sexta Asamblea General de la OEA, que se realizó en Santiago de Chile, entre el 4 y el 18 de junio de 1976, el canciller venezolano Ramón Escovar Salom gestionó ante el mismo Pinochet una lista de presos solicitando su libertad. Dentro de este listado estaban José Cademartori -ex ministro de Economía de Allende- y Luis Corvalán Lepe, Secretario General del Partido Comunista de Chile (PCCH) (Muñoz, 2007: 371).

Otros expulsados desde campos de concentración llegaron a Venezuela desde terceros países, en donde ya habían vivido el destierro e incluso un exilio de varios años. De “Tres Álamos” salió Mario Benavente Paulsen miembro del Comité Central del Partido Comunista, quien fue subido a un avión de la KLM en dirección a Suecia (Benavente, 2003).

…Hasta que un día me propusieron, en la dirección del Partido, viajar a Venezuela a participar en el “Segundo Encuentro de Universidades Latinoamericanas en Solidaridad con la Universidad Chilena y contra el fascismo” -EULA II, Caracas, 18 al 22 de febrero de 1976-Entonces me trasladé a Venezuela, mi esposa y mis hijos quedaron en Suecia y organizamos ese torneo en Venezuela, contando con el respaldo del gobierno Venezolano, que en ese entonces estaba dirigido por Carlos Andrés Pérez y además con el respaldo de los partidos políticos venezolanos y yo diría, sin excepción…El Rector de la Universidad Central de Venezuela, una universidad muy grande, muy grande, en ese entonces tenía alrededor de cien mil estudiantes y comparado con las universidades chilenas, era enorme. En ese entonces el Rector, Dr. Rafael José Neri, él mismo me propuso, que por qué no me quedaba en Venezuela y como era dirigente político y profesor, que había seguido un curso de especialización en filosofía en Moscú…bueno, entonces me quedé en Venezuela y al año siguiente -1977- llegaron a Venezuela mi esposa con mis dos hijos[16].

Igualmente constan los casos de los periodistas Manuel Cabieses Donoso y Carlos Jorquera Tolosa (militante del PS) para quienes se solicitó la libertad y visas para viajar a Venezuela. Fueron gestionadas por la Asociación Venezolana de la Prensa (AVP) representada por el periodista venezolano Jesús Losada Rondón y la Junta Directiva de la AVP encabezada por el periodista Eleazar Díaz Rangel quien “…obtuvo la autorización del presidente Carlos Andrés Pérez, para que se les concediera visa y pudieran ingresar al país en diciembre de 1974…” (Muñoz, 2007: 371)

Otros casos que pueden presentarse fueron los de Julio Alegría, embajador de Salvador Allende en Bulgaria; Mario Palestro, alto dirigente del Partido Socialista, que había salido para Noruega; o la diputada socialista Carmen Lazo, quien primero llegó a Colombia (Hernández, 1983). El testimonio de Jorge Leiva Lavalle recrea la situación en este último país en aquellos momentos:

…bueno, en Colombia, la verdad que la política del gobierno de Colombia era recibir a todos los chilenos que solicitaran asilo; pero inmediatamente, tratar de que se fueran, no querían que se quedaran; como que pensaban que podrían haber conexiones con las distintas guerrillas… Entonces, había muy pocos chilenos que pudieron quedarse. En general, nos pudimos quedar gente que estaban en universidades…[17]

Hubo un grupo de perseguidos políticos chilenos que se vio obligado a abandonar Chile por sus propios medios, debido al contexto represivo que se vivía, entre ellos el conocido y renombrado Héctor Ríos, cineasta y director de fotografía:

…Luego de la desaparición de (el camarógrafo) Jorge Miller, nos dimos cuenta que nos teníamos que ir -recuerda Magis Vargas (viuda del cineasta Héctor Ríos), que partió a Perú junto a su marido y su única hija, Carolina-. Tres meses después se fueron a Tegucigalpa, gracias a un amigo cineasta que les pagó los pasajes. Pero en Honduras no encontraron trabajo. Ríos recibió una invitación para ir a un festival en Venezuela y pensó en la opción de radicarse allá: se quedaron 10 años en Caracas…tuvo un gran éxito como director de fotografía de País portátil -film venezolano- y había logrado una tranquilidad económica…[18]

Dentro de este grupo que llegó a Venezuela, por medios propios, también pueden hallarse los casos de Aníbal Ortiz Pozo, artista plástico; Humberto Soto, escultor; Hugo Jorquera, pintor; Fernando Lamberg, escritor y académico; Pedro De La Barra, director de teatro y fundador del teatro experimental de la Universidad de Chile; y Orlando Rodríguez, actor, director de teatro e investigador sobre el teatro latinoamericano, entre muchos otros. De igual forma llegaron los reconocidos periodistas y militantes del Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR), Ernesto Carmona y Doris Jiménez quienes debieron huir primero a la Argentina, en donde la situación era sumamente inestable y Carmona fue secuestrado y estuvo preso, para luego partir hacia Venezuela[19]. En este caso, también, las relaciones personales y profesionales jugaron un papel decisivo en la solidaridad para conseguir visas, boletos de avión u otros que salvaran la vida de los perseguidos políticos.

…Estando en Argentina, me llegó una invitación para ir a Venezuela, a un Encuentro Latinoamericano de Periodistas, que no estaba en mis planes, me invitó un señor que no conocía y que ahora somos grandes amigos, un hombre ya mayor…actualmente dirige el diario Últimas Noticias, un gran hombre, en ese tiempo era senador…Eleazar Díaz Rangel (militante comunista, llegó a ser miembro del Comité Central del Partido Comunista Venezolano y secretario general de la Asociación Venezolana de Periodistas -AVP-) …Eleazar me mandó una carta oficial del senado, se la mostré al dueño del diario…y le dije “necesito un boleto de avión”, “yo me lo pago, pero en cómodas cuotas porque así no puedo”…me dio el permiso y me dio el boleto…tuve oportunidad de conocer en Venezuela a un montón de gente…estuve una semana…entre otros, me hice bastante amigo de José Vicente Rangel…que es periodista y abogado y está casado con una chilena…al regreso a Buenos Aires ocurrió esto del secuestro, que en el fondo yo creo que fue para mostrar a los chilenos que la policía tenía un control, sobre todo de la gente de izquierda…salí en libertad…meses después…¿de qué me acusaron? De promover la guerra con un país amigo…una ley del siglo XIX…Hipólito Solari Yrigoyen se hizo cargo del proceso…me tipificaron como ideólogo...Recibí una amenaza de muerte antes de salir a la calle…el abogado me dijo: “…te aconsejo que te vayas del país…” no estaba en mis planes “…todo esto es lento, que se enteren en Ezeiza que estás procesado va a pasar un tiempo…ándate…” Y por eso, llamé a José Vicente Rangel y le pedí que me consiguiera una visa para viajar a Venezuela, después de varias dificultades menores llegó la visa…salí oficialmente con un boleto para Lima…me fui a Lima a esperar a Doris y al final Doris se demoró mucho…estaba en Perú sin plata…Le pedí un boleto para irme a Venezuela y no teníamos dinero…llegué a Venezuela con 10 dólares, el 21 de diciembre de 1975[20].

Los viajes de destierro hacia el país caribeño fueron por variados medios de transporte: avión, automóvil y barco, dependiendo de la situación económica de los migrantes políticos, pero también de los contextos de persecución en Chile y en los países del Cono Sur en ese momento[21].

…habían dos opciones: nos podíamos ir en avión o nos podíamos ir en el último barco italiano, que era el Donizetti…y cuando uno viaja en barco, que yo…ha sido la única travesía larga que yo he hecho en un barco, tú puedes llevar 3 metros cúbicos de cosas personales y eso significaba que como éramos tantos, podíamos llevar muchos metros cúbicos y llevarnos la casa…porque allá era muy caro y solamente mi papá tenía trabajo en ese minuto…así que nos llevamos casi la casa entera…nosotros nos fuimos en junio de 1974 a Venezuela y mi padre se fue en mayo…el viaje en barco fue terrible…tardamos 15 días…dejamos todo…era terrible, era toda tu vida…íbamos a un destino incierto…[22]

Mi familia y yo salimos de Chile en octubre de 1974. La principal razón fue el temor de mis padres frente a la posibilidad de una inminente represalia por parte de la dictadura debido al hecho de que mi padre había viajado a Moscú como ingeniero jefe de una adquisición de maquinarias de electricidad para Chile (por ENDESA), negociación que se realizó entre el gobierno de la entonces Unión Soviética y el gobierno de Salvador Allende…[23]

De acuerdo con varios testimonios, las razones para migrar a Venezuela desde terceros países de exilio se debieron tanto al deseo de acercarse más a Chile, como a las dificultades de adaptación en Europa y a una necesidad existencial de estar en América Latina. También puede observarse un grupo de exiliados que se instalaron en Venezuela porque sus condiciones permitían realizar las actividades políticas de su partido, es decir por razones estrictamente políticas (Hernández, 1983:112).

Respecto a las condiciones de llegada a Venezuela hay que señalar que, aunque hubo una marcada diferencia entre los gobiernos del democristiano Rafael Caldera y el adeco Carlos Andrés Pérez, en ambos gobiernos los migrantes políticos identificados como tales fueron vigilados por la policía política. Mayores dificultades tuvieron los asilados que llegaron directamente a Caracas desde la embajada venezolana en Santiago. El gobierno de Caldera no quería que permanecieran en el país y gracias a la presión de la izquierda venezolana agrupada en partidos políticos, organizaciones sociales y sindicales, y universidades se logró su estancia legal en el país (Ayala y Rojas Mira, 2018).

Exilio y migración económica: caracterización y cifras

Una parte importante de los chilenos que salieron del país fue a causa de la represión y persecución política desatada, en distintos niveles y grados, durante la dictadura cívico militar. Pero entre los miles que huyeron del país hubo un contingente considerable que migró por razones económicas, producto de las consecutivas recesiones de los años 1974-1976 y 1982-1985 (Del Pozo, 2004:4). Si bien es cierto que la migración de chilenos por razones económicas fue resultado de la política implementada por la dictadura que los empujó a buscar en otros países mejores condiciones de vida y trabajo; esta situación no es comparable con la de los desterrados por razones políticas, es decir, persecución directa y abierta, con riesgo de detención, desaparición, asesinato y/o con prohibición explícita de retorno. La actividad política y la imposibilidad del retorno son los elementos que nos permiten definir la condición de desterrados y exiliados. Por el contrario, muchos de los migrantes económicos chilenos podían viajar a Chile y luego regresar a Venezuela, donde residían y trabajaban[24]. Una experiencia compartida por migrantes y desterrados fue que llegaron a Venezuela con visas de turista y después de un tiempo variable lograron regularizar su condición legal en el país. La coincidencia entre desterrados políticos y migrantes económicos en el caso de Venezuela se produce porque ambos se dirigen hacia el mismo territorio en igual periodo, pero las causas de esta migración son distintas, una es económica y la otra política. Seguramente en muchas situaciones hubo una correspondencia entre ambas causas, sin embargo, pensamos que es necesario intentar diferenciarlos no solo desde el punto de vista de la cantidad sino por la condición de su salida y de su actividad.

…en ese minuto cualquier Ingeniero que llegara a Venezuela, con dos o tres años de experiencia, llegaba ganando 2.000 a 2.500 dólares mensuales, en Chile no ganaban más de 300 dólares, era lo que podía ganar un Ingeniero…la cantidad de gente que postulaba…yo escuchaba a todo mundo que quería venirse…para esas fechas había un plan de desarrollo en Venezuela…que era un plan por así llamarlo endógeno, del gobierno de Carlos Andrés Pérez, que era un gobierno social demócrata, con la riqueza de la bonanza petrolera que se había dado en esa época, ellos decidieron invertir en el desarrollo de la industria siderúrgica, de la industria del aluminio y otras…la necesidad de técnicos, la necesidad de ingenieros era muy grande en esa época…y salieron desde acá delegaciones…la Corporación Venezolana de Guayana que era la que manejaba todos esos grandes proyectos, proyecto forestal incluso…llegaron a buscar ingenieros a Chile, porque también era una oportunidad desde el punto de vista de lo barato de la mano de obra, para ellos…llegaron delegaciones que se instalaron en el Hotel Carrera y la gente llegaba a dejar su currículum con la esperanza de que fueran contratados…eran colas gigantescas de ingenieros y estudiantes…todo el mundo quería venirse para acá[25].

En el contexto internacional de la Guerra Fría y producto de la crisis política militar de medio oriente se produjo un alza en los precios del petróleo y los gobiernos venezolanos de ese momento promovieron desde el Estado una fuerte expansión económica, con grandes inversiones en la industria, la agricultura, la minería y las obras públicas (Melet, 2009). El gobierno de Carlos Andrés Pérez lanzó la consigna “Hacia la gran Venezuela” y elaboró el “V Plan de la Nación”. A poco andar se evidenció la falta de mano de obra calificada en el país, por lo que se creó “El Consejo Nacional de Recursos Humanos” (CORDIPLAN) (decreto N°1649, 23 de junio de 1976) que se integró con representantes del gobierno, la Federación de Cámaras Empresariales de Venezuela (Fedecámaras) y la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV). En vista de la falta de mano de obra calificada el CORDIPLAN acordó solicitar asesoría al Comité de las Inmigraciones Europeas (CIME). El resultado de tales gestiones fue la contratación de más de 3.000 personas de nacionalidad chilena y portuguesa, con profesiones y oficios variados, para que se instalaran en Venezuela y trabajaran en las grandes obras de construcción que se estaban llevando a cabo. Un ejemplo de ello fue la represa hidroeléctrica de “El Guri” en el Estado Bolívar (Muñoz, 2011:49). Estos son los recuerdos de Jorge Leiva Lavalle[26] sobre el tema:

La gente llegaba allá porque había posibilidad de conseguir trabajo; estaba en un momento muy expansivo…el petróleo estaba alto y habían muchos proyectos, los grandes proyectos de Carlos Andrés Pérez; que era fundamentalmente una gran Represa en el Orinoco que producía electricidad, había una Siderúrgica del Orinoco y una Planta de Aluminio, también; todos estos proyectos había que hacerlos y ahí llegaron, ingenieros, centenares de ingenieros chilenos. Una vez, Sergio Bitar -ex ministro de Minería del presidente Allende y exiliado en Venezuela y EEUU- hizo una reunión de curso con la gente que estaba en Puerto Ordaz, en estos grandes proyectos del Orinoco y él me comentó que estaba prácticamente la mitad del curso; en ese momento, trabajando en Venezuela, en estos grandes proyectos. En Chile, los ingenieros no tenían trabajo…estoy hablando del 75; bueno, el 74 y el 75 fue la peor crisis, fue peor que la del 82; había una dictadura férrea, digamos; y después la derecha cuidaba de borrar todo lo que se pueda…entonces, esa fue una de las cosas que se borró…la crisis de 75; lo único que siempre quedan las cifras...[27]

En el caso de Venezuela el número de exiliados chilenos en ese país es difícil de precisar debido a la escasez de estadísticas confiables sobre el tema, potenciada por las características del fenómeno y su tendencia al subregistro (Roniger, 2014). Por el momento sólo contamos con datos aportados por testimonios personales basados en percepciones, puesto que la recepción de perseguidos políticos chilenos mediante la institución del asilo diplomático y el asilo territorial fue restringida y solo se flexibilizó debido a la expansión económica que vivía Venezuela. Este último hecho facilitó a que una gran cantidad de chilenos ingresaran con contratos de trabajo en el marco de la política de inmigración selectiva que priorizaba a los migrantes con preparación técnico-profesional (Pellegrino, 1989). Ambas situaciones, la política y la económica, se superpusieron. Por lo que es probable que los gobiernos venezolanos hicieran la vista gorda frente a los migrantes políticos, siempre que estos tuvieran cierta calificación laboral y se sometieran a restricciones de su acción política en el ámbito interno.

En el caso de Chile, la migración política hacia Venezuela fue relativamente mayor, en comparación con México y con Cuba, y también tuvo sus particularidades. Para ejemplificar que los datos de que se disponen están asociados a percepciones de los sujetos presentamos el testimonio, relativamente reciente, de José Cademartori un dirigente del exilio chileno, encargado del Partido Comunista en Venezuela:

…En algunos años se calculó la residencia de más de 80.000 chilenos en Venezuela. Una parte menor constituía el éxodo político “voluntario” que obedecía a las persecuciones de todo tipo contra quienes habían colaborado o simpatizado con el gobierno de Allende. Por último, existía un pequeño número de desterrados con prohibición de regresar, formado por dirigentes políticos o altos funcionarios de la Unidad Popular… (Cademartori, 2012: 25-26)

De este modo Cademartori deja constancia de las especificidades de los distintos grupos de migrantes llegados a Venezuela: primero, los migrantes económicos que fueron el grueso de los chilenos; segundo, los migrantes políticos que, como muy bien lo señala, no son voluntarios sino que perseguidos políticos en distintos grados e intensidades; y tercero, los desterrados con prohibición de regresar, devenidos en exilio político propiamente tal junto con otros migrantes políticos que sí tuvieron que salir de Chile debido a la persecución, que no estaba prohibido su regreso.

Por su parte, Aniceto Rodríguez alto dirigente de los socialistas en Venezuela y del exilio político en ese país, expresó lo siguiente sobre las cifras de exiliados chilenos en Venezuela:

…A medida que pasaba el tiempo, crecía el número de compatriotas que arribaban a la generosa tierra de Bolívar en busca de paz, libertad, trabajo para ellos y sus familias, hasta el punto que en el momento del éxodo mayor, sumábamos aproximadamente unas cien mil -100.000- personas distribuidas en su amplia y acogedora geografía… (Rodríguez, 1995: 447)

Más allá de que la estimación realizada por Rodríguez es negada por las cifras totales de chilenos en Venezuela durante las décadas de 1970 y 1980, su testimonio reconoce la existencia de un número importante de chilenos que migraron a Venezuela en busca de “trabajo para ellos y sus familias”.

Por otra parte, una tercera fuente de 1986, entrega información sobre el gran contingente de chilenos en Venezuela, en estos términos:

Marcos Faúndez, actual presidente de la Alianza Democrática de chilenos en Venezuela, se reunió con POLCOUNS -Consejero Político, Consulado- el 25/8/86 para solicitar asistencia financiera y de otro tipo para que sus compatriotas desplazados regresaran a sus hogares. Faúndez dijo que los exiliados chilenos pedían a los partidos políticos de Venezuela dinero y/o transporte para regresar a Chile. Los exiliados están buscando a sus hermanos para determinar cuántos de los 65.000 chilenos residentes en Venezuela realmente desean regresar. Proyectos similares de repatriación están en marcha en otros lugares según Faúndez[28].

Es decir, las tres fuentes recién referidas señalan cifras de 65.000, 80.000 y hasta 100.000 chilenos residiendo en Venezuela, que contrastan fuertemente con las señaladas por fuentes oficiales destacadas en páginas anteriores. Sin duda la migración chilena a Venezuela tuvo un carácter masivo y seguramente estuvo representada por un contingente de migrantes económicos que el gobierno venezolano incentivó y reconoció, dentro del cual los exiliados y desterrados fueron un grupo significativo, aunque no mayoritario.

El primer estudio sistemático sobre los exiliados chilenos en Venezuela apareció en 1983, cuando el exilio era aun fenómeno vivo, la periodista María Angélica Hernández presentaba la siguiente caracterización cuantitativa del fenómeno:

…En Venezuela, se encuentran ochenta exiliados políticos más sus familias, quienes están registrados en una encuesta realizada por el Comité Pro-Retorno a Chile; cifra que difiere de la aportada por la Dirección Nacional de Extranjería (DIEX), que señala dos mil (2.000) exiliados políticos radicados en el país (Hernández, 1983: 10).

Para finalizar, presentamos el fragmento de un testimonio que hace referencia a las cifras de desterrados políticos y migrantes económicos:

…Por ejemplo, en la zona de Guayana que era la zona de mayor recepción de migrantes económicos, nosotros llegamos a contabilizar alrededor de 40.000 chilenos…es una zona del Estado de Bolívar…la mayoría obreros especializados, técnicos o ingenieros, ya con una preparación…Acá a Venezuela tienen que haber llegado por lo menos unos 100.000 chilenos…a Caracas, Puerto Ordaz, Valencia, Maracaibo…el 95% eran migrantes económicos…el otro 5% es el que había llegado como asilado político, migrante político propiamente tal…la primera oleada de exiliados que llegan…la primera gente que llega acá a Venezuela son los dirigentes más conocidos chilenos, que estaban algunos presos en Dawson…llega Aniceto Rodríguez…llega una cantidad importante de políticos de esa época…Letelier -Orlando- llegó acá a Venezuela. Letelier, particularmente, llega porque era compadre con el que era gobernador de Caracas en esa época…Diego Arria…eran compadres, eran amigos…ellos consiguieron para esa primera oleada de los que salen de prisión, liberados por Pinochet…consiguieron un hotel, en el centro de Caracas que se llama Hotel El Conde…llegaron a vivir ahí…entonces era como el centro del exilio chileno connotado por así decirlo…Una cifra aproximada…no creo que hayan pasado más allá de 1.000…a 1.500, los que hayan sido realmente exiliados políticos, no fue mucho…sin contar las familias…[29]

Para la lucha del exilio político chileno en los países de acogida, no sólo en Venezuela, fue importante presentar altas cifras de desterrados y por ello se habló a nivel internacional de una demanda de retorno presentada por el Comité Pro Retorno de Exiliados bajo la consigna por “El derecho a vivir en mi tierra”.

La emigración y el exilio chilenos son masivos. El diez por ciento de la población vive fuera del país[30]. Pero, en el caso de los exiliados políticos, que alcanzarían a ochenta mil[31], el drama propio del emigrado se agudiza al estarles prohibido su ingreso al territorio nacional. (Esponda, 1981, p. 698).

Estas cifras, sin duda, servían para legitimar el reclamo y lucha política por el retorno, así como las denuncias contra la dictadura en los foros internacionales. Tal escenario sensibilizó a la comunidad internacional que pasó a conformarse en un importante factor de presión sobre la dictadura chilena.

Observaciones finales

Los datos con los cuales hemos contado para poder responder a nuestras preguntas apuntan a confirmar que las condiciones de salida de los perseguidos políticos fueron variadas. Un número importante salió a través de la embajada; sin embargo, hay que precisar que esta situación no garantizó, como analizamos a lo largo del texto, el ingreso a territorio venezolano. Asimismo, los gobiernos venezolanos realizaron gestiones para rescatar y acoger a grandes personalidades de la política chilena, es decir, militantes de alta jerarquía del gobierno de la Unidad Popular y de la Democracia Cristiana chilena, y sobre todo, con aquellos partidos análogos y con los que había coincidencias políticas e ideológicas, como el partido Demócrata Cristiano y con algunos dirigentes del Partido Socialista, como Aniceto Rodríguez, quien recibió un amplio apoyo de AD, partido que para los setenta sustentaba una postura socialdemócrata contrariando su pasado y origen revolucionarios.

Tal acogida le permitió al gobierno venezolano presentarse en el contexto internacional con una postura de defensa de los derechos humanos y de la democracia en América Latina. La trayectoria de los vínculos entre las dirigencias de ambos países facilitó las gestiones para el otorgamiento de asilo y las solicitudes para rescatar a ciertos detenidos por la dictadura. Hubo, en este caso, una fuerte solidaridad intra-élite, señalada también por autores como Sznajder y Roniger (2009). En ese sentido podemos concluir que dichas relaciones fueron determinantes para la obtención de asilo y rescate de militantes políticos.

La situación económica de Venezuela durante ese periodo abrió espacios para la llegada de inmigrantes económicos calificados. Este hecho y la coincidencia con la situación de exilio parece haber instalado en la memoria colectiva, que Venezuela recibió un masivo exilio político. Muy posiblemente, en este gran espacio que se abrió para los migrantes económicos, lograron pasar inadvertidos muchos perseguidos políticos, militantes de más bajo perfil político y de otros partidos políticos que no tenían coincidencias con AD ni con COPEI, pero con credenciales profesionales universitarias y técnicas que encajaron con la demanda de mano de obra especializada que demandó la estructura productiva del país. En ese sentido como hemos afirmado resulta muy difícil poder precisar las cifras de exilados políticos ya que no todos los que se asilaron en la embajada ingresaron a territorio venezolano, sino que fueron conducidos a otros destinos. Y por otra parte muchos perseguidos políticos quedaron subsumidos en la categoría de inmigrantes económicos.

Como lo enfatiza Pellegrino, el gobierno de Venezuela fue receptor de las tres principales corrientes de migrantes internacionales que se originaron en la región durante el período: primero, la movilidad de profesionales y técnicos en busca de mejores condiciones laborales y salariales; segundo, la migración de tipo fronterizo, similar a las migraciones internas campo-ciudad; y tercero, los movimientos de exiliados y refugiados por conflictos armados internos o la represión política de dictaduras militares del cono sur (Pellegrino, 1989: 256-257).

Hoy, frente a la masiva llegada de venezolanos a Chile, se argumenta -desde voces sensibles a la situación de los migrantes y para motivar la solidaridad con éstos en general y con los venezolanos en particular- que Venezuela recibió a un numeroso exilio político, confundiendo nuevamente las particularidades de las experiencias de los exiliados políticos y los migrantes por razones económicas, aunque el contexto temporal y espacial haya coincidido.

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Notas

[1] Tales autores hablan de 120 países, sin describir especificidades de los individuos y grupos que llegaron a cada uno de ellos.
[2] Quiero agradecer, sinceramente, a los evaluadores anónimos del presente artículo que me instaron a mejorarlo y al historiador Mario Ayala, pionero en los estudios sobre el exilio político argentino en Venezuela, por su generosidad y por su tiempo para dialogar sobre los exilios y los asilos en América Latina. Reconocerle, también, por compartir conmigo sus entrevistas, citadas en el presente texto.
[3] Otros conceptos clave son los de “refugiado”, considerándose así a quien obtuvo ese estatuto jurídico, y de “asilado”, un estatus que es otorgado por el Estado Asilante (Convención de Ginebra de 1951).
[4] Se retiró del pacto en 1962, por estar en contra de la política exterior de Betancourt, entre otras razones.
[5] Rómulo Betancourt, político adeco, ocupó la presidencia de Venezuela entre 1958 y 1963.
[6] En su juventud, siendo estudiante de leyes, fue dirigente de la Unión Nacional Estudiantil (UNE) que agrupó a los estudiantes que simpatizaban con el fascismo español y que décadas más tarde se transfiguraría en el principal dirigente del socialcristianismo venezolano (Cabieses, 1963: 25).
[7] Entrevista a María Angélica Hernández, exiliada chilena en Venezuela, desde Estados Unidos vía Skype, 26 de julio de 2017.
[8] Luis Beltrán Prieto Figueroa, había visitado Chile en diciembre de 1943. En 1959 viajó, nuevamente, al país como jefe de una delegación para repatriar el cadáver de Valmore Rodríguez, en esa situación compartió con Aniceto Rodríguez y con Salvador Allende. Volvió en 1962 a Valparaíso para asistir al Congreso del Partido Socialista (Rodríguez, 1995: 446).
[9] Entrevista a Clarisa Sanoja, dirigente de AD, exiliada en Chile en los años ‘50, Caracas, Venezuela, julio 2016.
[10] Entrevista a María Angélica Hernández, exiliada chilena en Venezuela, desde los Estados Unidos vía Skype, 26 de julio de 2017.
[11] Idem.
[12] Entrevista a María Virginia Rojas Quiroga, hija de exiliado político chileno en Venezuela (1978-1991), en Santiago de Chile, 9-11 de noviembre de 2016.
[13] Entrevista a Julio Zúñiga (Peli), exiliado chileno en Venezuela, Caracas, 24 de febrero de 2017.
[14] Entrevista a Jorge Leiva Lavalle, exiliado chileno en Venezuela, Santiago de Chile, 23 de marzo de 2016.
[15] Universidad Católica Andrés Bello, Centro de Investigación de la Comunicación, Red Venezolana de Comunicación y Cultura, Sala Virtual de Investigación Sofía Ímber y Carlos Rangel. Entrevistadores: Ímber, Sofía; Rangel, Carlos; Entrevistado: Rodríguez, Aniceto, Secretario General del Partido Socialista Chileno; Programa: Buenos días; Canal: Venevisión; Fecha: martes 23 de abril de 1985; Hora: 07:00 a.m.
[16] Entrevista a Mario Benavente, exiliado chileno en Venezuela, Santiago, 15 de diciembre de 2016.
[17] Entrevista a Jorge Leiva Lavalle, exiliado chileno en Venezuela, Santiago de Chile, 23 de marzo de 2016.
[18] “Héctor Ríos. El maestro de la luz”, por Rodrigo Munizaga, Revista Sábado (Diario El Mercurio), 25 de marzo de 2017, N° 966, p.26.
[19] Entrevista a Ernesto Carmona y Doris Jiménez, exiliados chilenos en Venezuela, Santiago de Chile, 20 de enero de 2017.
[20] Entrevista a Ernesto Carmona y Doris Jiménez, exiliados chilenos en Venezuela, Santiago de Chile, 20 de enero de 2017.
[21] Véase Testimonio de Álvaro De La Barra Puga (11 de noviembre de 2014. Duración 54’), en Archivo Oral “Los caminos del exilo”, Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, Santiago de Chile.
[22] Entrevista a Ana Beatriz Rodríguez, hija de Aniceto Rodríguez, Santiago de Chile, 2 de agosto de 2016.
[23] Entrevista a María Angélica Hernández, exiliada chilena en Venezuela, desde los Estados Unidos vía Skype, 26 de julio de 2017.
[24] Entrevista a Luis Cárcamo, migrante económico en Venezuela desde 1976, Santiago de Chile, 24 de mayo de 2016.
[25] Entrevista a Raúl Acuña, exiliado chileno en Venezuela, Caracas, 20 de febrero de 2017. Hay que decir que hubo algunos migrantes económicos que, en el país de recepción y en el contexto de una férrea dictadura en Chile, se transfiguraron en exiliados políticos comprometiéndose con la realidad política del país que abandonaron por razones económicas.
[26] (1939-) Economista, académico y político chileno. Estuvo exiliado en Colombia y Venezuela. Después de su regreso a Chile formó parte del gabinete ministerial del presidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle (1994-2000).
[27] Entrevista a Jorge Leiva Lavalle, exiliado chileno en Venezuela, Santiago de Chile, 23 de marzo de 2016.
[28] Chile Project (#S199900030), U.S. Department of State. Subject: Chileans in Venezuela contemplate their return to Chile.
[29] Entrevista a Raúl Acuña, exiliado chileno en Venezuela, Caracas, 20 de febrero de 2017.
[30] “Según datos proporcionados por el director del Instituto Católico para las Migraciones (INCAMI), un rnillón de chilenos”. Citado por "Solidaridad", N° 21, p. 8”.
[31] “Cifras de Cruz Roja Internacional. Citada en "Exiliados. el dolor de no poder vivir en su país", Ana Catalina Rodríguez. Mensaje N° 281, agosto de 1979”.
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