Contribución

Génesis del chavismo: visiones de los militares venezolanos sobre las razones del alzamiento del 4 de febrero de 1992

Felipe Nesbet
Universidad Nacional Autónoma de México, México

Génesis del chavismo: visiones de los militares venezolanos sobre las razones del alzamiento del 4 de febrero de 1992

e-l@tina. Revista electrónica de estudios latinoamericanos, vol. 19, núm. 75, pp. 99-115, 2021

Universidad de Buenos Aires

Recepción: 13 Mayo 2020

Aprobación: 20 Noviembre 2020

Resumen: En los años 80’ en los cuarteles militares venezolanos se genera una molestia ante el régimen democrático bipartidista. En 1992 la situación sale a la luz de manera dramática mediante dos intentos armados para deponer al gobierno de Carlos Andrés Pérez. De estos alzamientos surge la figura del comandante[1] Hugo Chávez, uno de sus principales líderes, que en 1999 llegaría al poder, iniciando la llamada Revolución bolivariana, que rige los destinos de la nación caribeña hasta el día de hoy.

Este artículo pretende descubrir las razones que llevaron a una parte de la oficialidad venezolana a tomar las armas, mediante una serie de entrevistas sostenidas con oficiales venezolanos que viven ese proceso, acompañada de distintos estudios, muchos de los cuales también basados en entrevistas.

Palabras clave: Venezuela, militares, izquierda, bolivarianismo, Chávez.

Abstract: During the 1980s a sentiment of exasperation against the democratic bipartisan system started to arise in the Venezuelan military barracks. In 1992, the situation came to light dramatically as a result of two army attempts for deposing the government of Carlos Andrés Pérez. From these uprising militaries emerge the figure of Commandant Hugo Chavez, one of their main leaders, whom in 1999 came to power, beginning the Bolivarian Revolution that rules this Caribbean nation up to this day.

This article pretends discovering the reason that led a part of Venezuelan officers to take up weapons. This research has been carried out through a series of interviews held with officers that experience this process, accompanied some studies, many of which also were based in interviews.

Keywords: Venezuela, militaries, left-wing, bolivarism, Chávez.

Introducción

La revisión de estudios sobre militarismos en Iberoamérica[2] demuestra que algunos de los mejores trabajos sobre el tema como “La Revolución por decreto” de Dirk Kruijt (2008), referente al proceso nacionalista del general Juan Velasco Alvarado en Perú (1968 – 1975), la tesis de Cecilia Ortiz (2006) sobre los indios y los militares en Ecuador y los trabajos de Jennifer Shirmer (2001) basado en el proyecto militar guatemalteco, se realizan mediante entrevistas, pese a que ninguno de los autores es periodista. Lo mismo se puede decir en el caso venezolano con los trabajos de Alberto Garrido (1999, 2000 y 2007) y Agustín Blanco Muñoz (1998).

Aprovechando la expertise profesional del autor, este artículo refleja un trabajo de tipo descriptivo, cimentado en una recopilación de entrevistas con 17 oficiales venezolanos, realizadas entre abril y junio del 2009, además de otras figuras protagónicas del proceso como el mítico exguerrillero Douglas Bravo. Sumado a las respectivas referencias bibliográficas.

El artículo busca exponer las razones que generaron el alzamiento del 4 de febrero de 1992, desde las visiones expuestas por los oficiales entrevistados.

Esta investigación es parte de la investigación del autor en el marco de su tesis de Maestría en el Posgrado de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la que pudo realizarse gracias al aporte del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) de México.

Es importante constatar que entre los entrevistados se encuentra gente identificada con el proceso revolucionario, (el general ® Müller Rojas,[3] el capitán ® Peña, el comandante ® Salmerón y el mayor ® Ríos) otros de línea constitucionalista contrarios al régimen (el general ® Ochoa Antich, el contralmirante ® Itriago, un coronel que optó por quedar en el anonimato) y algunos que participan en el movimiento pero que con el tiempo adoptan posiciones adversas al gobierno (el general ® Baduel y el comandante ® Falcón).

¿Qué van a hacer los militares?

Ya en los últimos años del primer gobierno de Carlos Andrés Pérez (1974 – 1979) y con el fin del boom petrolero se hizo evidente que el ambicioso proyecto de estado de bienestar, denominado la Gran Venezuela, es insostenible (López Maya, Gómez y Maignón, 1989, Sonntag, 1995, Bethell, 2002). Esto implica el fracaso social del sistema de Punto Fijo, que nace tras la dictadura militar del general Marcos Pérez Jiménez (1952 – 1958), cimentado en el entendimiento entre las principales fuerzas políticas, empresariales y laborales del país, lo que se llama “populismo de conciliación de elites” (Rey, 1989).

La llegada de la década de 1980 marca el fin de un periodo de más de veinte años de crecimiento sostenido. Al igual que muchos estados periféricos, tanto de la órbita socialista como capitalista, y más con su ingente riqueza petrolera, Caracas solicita colosales créditos a la banca internacional para cubrir la deuda privada de los bancos nacionales. El país caribeño se convierte en el tercero más endeudado del mundo tras México y Brasil, dos naciones con un volumen geográfico y demográfico muy superior. Cuando el país azteca entra en default en 1982 pronto Venezuela se ve obligado a devaluar el bolívar, y pasar a controlar el cambio, en el famoso viernes negro del 18 de febrero de 1983.

Ese funesto año el porcentaje de hogares que vivía en situación de pobreza aumenta 7%. El desempleo sube del 7% al 10,3%, manteniéndose en los dos dígitos por cuatro años. Entre 1984 y 1988 el porcentaje de pobreza relativa crece un 10%, agudizado por una inflación creciente (Sonntag, 1995 y López Maya, 2005).

Los militares no son ajenos a los efectos de la crisis, viendo mermado su propio bienestar personal y/o familiar. Bajo esta situación, y ligado al gran prestigio que adquirieren los aparatos castrenses, en medio de la crisis del puntofijismo reaparece una característica histórica de la milicia venezolana: su susceptibilidad a ser motivados políticamente. Este concepto emerge de forma natural en las conversaciones con los oficiales venezolanos. “Un militar no se puede abstraer de lo que se habla. Cuando va a un lugar, y a los cinco minutos la gente está hablando mal del gobierno, que el país no tiene destino, etc.… Todo esto va afectándolo personalmente, hasta convencerse que tiene que tomar cartas en el asunto (entrevista con el gral. ® Fernando Ochoa Antich).” La mayoría de los oficiales entrevistados señalan que es algo común que, en ese contexto de crisis, la población les consulte sobre la situación sociopolítica y la actitud que tomarán al respecto.

Si revisamos la historia venezolana contemporánea vemos que, salvo el golpe de 1948 que derroca al gobierno socialdemócrata del novelista Rómulo Gallegos, todos los otros alzamientos militares (1919, 1921, 1928, 1945, 1948, 1959, 1962, 1991, 1992, 2002) responden a problemáticas sociopolíticas, a veces mezcladas con demandas corporativas, pero siempre priman las cuestiones externas a los cuarteles (Ziems, 1979, Irwin, 2007 y 2012, Irwin y Micett, 2008 y Micett e Irwin, 2012).

La susceptibilidad a ser motivados políticamente está íntimamente relacionada con lo que llamamos “narcisismo institucional”. Este concepto es una adaptación de la teoría de Erich Fromm (2004) sobre los “narcisismos colectivos”, referida a la autovisión idealizada de algunos grupos sociales, en este caso instituciones, sobre el resto de la sociedad. Varios estudiosos del tema militar en el continente coinciden en que ese complejo de superioridad castrense sobre los civiles es casi genérico entre los uniformados iberoamericanos (Rouquié, 1984 y Loveman, 1999). La propia historia parece legitimar esta postura. La existencia de los ejércitos[4] iberoamericanos precede a sus propias naciones. Ellos son los que logran la Independencia, por lo que es natural que mantuvieran el poder por largas décadas; esto es lo que Kees Koonings y Dirk Kruijt (2003) denominan principio de primogenitura. Por ejemplo, en la mayoría de los países se da la dualidad que el Padre de la Patria es también el Padre del Ejército (San Martín en Argentina, O’Higgins en Chile, Sucre en Ecuador, Artigas en Uruguay y Morazán en El Salvador). En Venezuela eso se ve reforzado por el peso omnipotente que la figura de Simón Bolívar ha tenido a lo largo de la historia, lo que los militares revolucionarios también usan a su beneficio, propugnando un bolivarianismo que se identificaba con las luchas contra la hegemonía norteamericana (Garrido, 2007).

Las logias militares revolucionarias que aparecen a principios de los 80’ en absoluto eran ajenas a estas tendencias, de hecho, se consideraban “la reserva moral del país y la vanguardia política [Sic] para reeducar y reconducir la nación (Irwin y Micett, 2012:123).”

La sangrienta decadencia del puntofijismo

Aunque el grueso de la guerrilla venezolana, que surge en los años 60’ con una relevante presencia de militares, estaba replegada para mediados de los 80’ todavía existen algunos remanentes que siguen en la vía armada, especialmente mediante Bandera Roja.[5] Los jóvenes oficiales venezolanos, que están germinando un descontento con el sistema, tienen que marchar hacia zonas alejadas del país a combatir a la insurgencia. Esta experiencia, lejos de alejarlos de las posiciones de sus adversarios, los hace comprender que las demandas de los guerrilleros son justas (Bonilla y El Troudi, 2005).[6] Esto ha quedado reflejado, en el caso de Chávez, en las entrevistas que sostiene con Agustín Blanco Muñoz (1998), y también se observa entre los oficiales que participaron en esta investigación.

Cuando combatíamos a la guerrilla conocimos una Venezuela desconocida, donde todavía había muchas necesidades, y pobreza. Ahí nos dimos cuenta de que este país con tanto dinero, y que regalaba, y regala, tanto, es incapaz de solucionar los problemas de tanta gente. Los guerrilleros podían estar equivocados en los métodos que usaban, pero en muchas cosas que decían tenían toda la razón (Entrevista con el comandante ® Fernando Falcón).

Yo me gradué en el 81 y estuve 3 años en un batallón de Cazadores, donde uno iba a combatir lo que era en aquel momento la guerrilla. Pero, afortunadamente, no tuve encuentro ni con guerrilleros ni con nada, sino con ese pueblo que necesitaba que le atendieran sus necesidades. Tú veías niños barrigones, con parásitos, cayéndose de hambre. A veces, Marta, nosotros, compartíamos con esa gente la ración de combate que llevábamos cuando operábamos o le comprábamos el pollito o el gallito o algo, para ayudar. A veces regalábamos nuestra ración de combate a una persona que se veía pasando hambre... Me tocaron 3 años en esta situación. Jamás vi a ningún guerrillero, lo que sí vi fue un pueblo que estaba bastante mal ¡Eso sí lo vi! (Entrevista al coronel Jesús del Valle Morao, cit. Harnecker, 2003: 54).

La guerrilla es repelida mediante algunos asesinatos masivos. En 1982, en una operación área-terrestre, 23 guerrilleros mueren en la llamada masacre de la Cantaura.[7] Cuatro años más tarde 9 miembros del grupo subversivo Punto Cero son torturados y asesinados en lo que se conoce como la masacre de Yumare.[8]

Aunque la amenaza armada puede ser desarticulada el régimen puntofijista sigue sumido en un evidente desgaste. Una buena muestra del descontento es el alza sostenida del porcentaje de abstención en las elecciones presidenciales de 1988 que llega al 6%. Para 1989 un estudio señala el evidente resquebrajamiento en el pacto tácito, lo cual puede desembocar en el surgimiento de soluciones autoritarias, no solamente bajo un “pronunciamiento militar”, sino también mediante modelos autoritarios que preservan la fachada de una democracia formal (Jácome, 1999).

La nula renovación de la clase política venezolana es otro elemento que da muestra del degaste político. En 1989 es nuevamente electo como presidente Carlos Andrés Pérez, apelando al recuerdo de los años felices de su primer periodo y con un gabinete renovador que integra a muchos profesionales jóvenes. En su campaña Pérez anuncia un programa de ayudas sociales, incluido un alza en los sueldos de los empleados públicos de un 30%. No obstante, al igual que muchos gobernantes iberoamericanos[9], apenas llega al poder CAP (como es conocido por los venezolanos) abjura de su anterior propaganda populista. En un discurso televisado al país sostiene que la gravedad de la crisis económica requiere medidas durísimas, que su gobierno llevará a cabo contra viento y marea.

Tras el alza de los pasajes de la locomoción colectiva miles de personas bajan de los cerros, donde se concentra la población marginal de Caracas, e invaden el centro saqueando los locales comerciales. Estas son las primeras protestas populares de gran envergadura que vive el régimen democrático. Su espontánea irrupción, sin que ningún partido (ni siquiera los de izquierda) las haya convocado, demuestra el grado de desprestigio que vive la clase política venezolana. Ante la incapacidad de la policía y la Guardia Nacional (cuerpo de orden interno militarizado) en repeler las protestas, el presidente no duda en sacar al Ejército a la calle. Prácticamente, todos los sectores populares de Caracas sufren la acción de las tropas que, recordemos, no están ni entrenadas ni capacitadas para estas labores. El gobierno reconoce 276 muertos, pero periodistas extranjeros hablan de 1.500 y supuestos informes de la Inteligencia Militar elevan la cifra a 2.227 víctimas (Sonntag, 1992).[10] Aunque el puntofijismo no ha tenido empachos en ejercer una fuerte represión contra elementos armados e incluso contra delincuentes habituales (Bethell, 2002), nunca se llega a una brutalidad cercana genocida.

Se ha dicho mucho que “el Caracazo”, como se conoce este episodio, es uno de los hechos determinantes en los posteriores alzamientos militares, ya que produce una reflexión crítica de parte de la oficialidad ante sus superiores civiles, responsables de la situación que da pie a las protestas. Esta idea la sostienen tanto intelectuales independientes (Agüero, 1993), como los que están comprometidos con el régimen (Bonilla y El Troudi, 2005 y Harnecker, 2003). Entonces cabe preguntarse ¿Por qué ninguna unidad ni siquiera hizo un amago de desobedecer la orden del gobierno central? ¿Por qué las rebeliones militares se producen tres años más tarde, y no inmediatamente después de esos hechos?

De acuerdo a la visión expresada por los oficiales entrevistados la teoría de la reflexión crítica sobre “el Caracazo” no fue una motivación de las insurrecciones de 1992.[11]

Yo trabajaba en ese tiempo en la inteligencia militar, y nadie tenía idea de lo que pasaba. “El Caracazo” fue una explosión social muy caribeña. Por el centro (de Caracas) saquearon una tienda de electrodomésticos, la misma gente del edificio lo saqueó… y las chicas de Liceo con su uniforme; pero la panadería del portugués[12] ni la tocaron. Después me enteré de que el tipo (dueño de la tienda de electrodomésticos) era muy mala persona. También hubo muchos asesinatos por venganza. Por ejemplo, en La Pastora (sector popular de Caracas) mataron a un poeta, que ahora es como un ícono popular, pero lo mataron porque se violaba a la hija todos los días. En ese momento la gente no habló del poeta asesinado, sino del violador muerto, lo que se aplaudió. Para el viernes todo volvía todo a la normalidad, porque era fin de semana, y el fin de semana a los venezolanos se nos respeta (Entrevista con el comandante ® Fernando Falcón).

Nosotros a veces hablamos mucho del pueblo, pero a veces en ese mismo pueblo están incluidos los malandros (delincuentes). Por eso, para mí “el Caracazo” tuvo dos vertientes. Por un lado, el hombre oprimido y por otro, los vividores. Para mí no es ninguna explosión social, cuando se sale a robar cerveza y whisky (Entrevista con el capitán ® Julio Peña).

Ahora es muy simple decir que hubo una masacre, pero lo que paso esa vez había que vivirlo. Para “el Caracazo” yo estaba en la comandancia de la Armada, y si no hubiera sido por los marineros a mí me hubiesen matado (…) En esa ocasión hubo muchos oficiales que hoy en día son revolucionarios, pero esa vez no tuvieron problema en darle con bates de béisbol a la gente (Entrevista con el contralmirante ® Manuel Itriago).

En efecto, en los documentos programáticos del Movimiento Bolivariano Revolucionario (MBR– 200)[13], la logia militar que ejecuta el primer intento del golpe de Estado, el episodio no tiene relevancia (Ramírez, 2017).

Ligado a lo anterior se cuestiona muchísimo el Plan Ávila, como se les llama a los mecanismos defensivos para mantener el orden interno, bajo cuyos protocolos se lleva a cabo la represión del Caracazo. “Este programa (el Plan Ávila) estipulaba claramente que había que agotar los recursos antes de usar la fuerza. Por ejemplo, se instaba a los manifestantes a deponer su actitud, se los asustaba con los escudos, etc. Por ende, decir que el Plan Ávila era casi criminal no es cierto (Entrevista con el general ® Raúl Baduel).”

Por supuesto, a los militares no les agrada matar a civiles indefensos, pero entienden que el caos justifica la represión. La cuestión es que para quien lidera el futuro proyecto militar – revolucionario, “el Caracazo” sí es un hecho determinante.

En aquella tragedia del 27 de febrero del 89’, “el Caracazo”, se decretó el 4 de febrero de tres años después. Nosotros no podíamos seguir siendo utilizados como cancerberos contra nuestro propio pueblo. Simón Bolívar, nuestro inspirador, cuando fundó el Ejército el siglo pasado lo dijo. Óyeme esta frase, para que la oiga América Latina, y nos entienda, como unos militares fuimos a una rebelión contra un supuesto demócrata que se transformó en dictador. Bolívar dijo un día: maldito sea el soldado que vuelva las armas contra su pueblo (entrevista con Hugo Chávez, 1998).

En el estudio de las causas que llevan a muchos oficiales a ponerse en contra del régimen puntofijista se asume que las motivaciones particulares que inspiran al comandante Hugo Chávez son genéricas para toda la izquierda militar venezolana (Harnecker, 2003), lo cual merece un análisis más acabado. Uno de los tópicos que más se menciona para explicar el reformismo militar venezolano es el origen social de la oficialidad, básicamente popular. Incluso, se señala como una de las razones fundamentales que explican la tendencia progresista que ha primado entre los militares venezolanos versus el conservadurismo imperante de sus pares argentinos y chilenos, provenientes de estratos sociales más elevados. De hecho, la premisa comunista para infiltrarse en las Fuerzas Armadas, desde tiempos de Pérez Jiménez, es que los militares venezolanos son hijos de las clases medias y los sectores populares, y tienen una ideologización (derechista) mucho menor que sus pares del Cono Sur (Garrido, 2002 y Harnecker, 2003). Esta hipótesis pierde valor al constatar que durante toda la historia contemporánea venezolana la oficialidad tiene un origen popular, con gradualidades en algunas etapas, pero no siempre prima un pensamiento progresista. Los oficiales que respaldan a las dictaduras conservadoras andinas (1899 – 1945), y a Pérez Jiménez, prácticamente, provienen de los mismos sectores que los actuales chavistas. Tampoco hay antecedentes para pensar que los militares que intentan deponer a Chávez el 2002, y algunos que se han separado del proceso, tienen un origen social más “burgués” que el líder bolivariano.

Un hecho curioso, que, con seguridad requiere mayor análisis por parte de los investigadores que estudian el fenómeno del chavismo y el bolivarianismo, es que su educación, tanto política como militar, se da en un medio de una fuerte influencia norteamericana dentro de las Fuerzas Armadas Nacionales (FAN). De hecho, Venezuela es uno de los países más favorecidos por los programas de asistencia militar para Iberoamérica en la década de 1980.[14] Por eso el antinorteamericanismo no está presente entre los principales lineamientos de los bolivarianos.[15] Incluso, varios referentes de la izquierda militar pasan por las academias y cuarteles estadounidenses, como el general Raúl Baduel, uno de los iniciadores del MBR – 200 y Héctor Herrera Jiménez, exdirector nacional de la Federación de Frentes Cívicos Militares Bolivarianos (FRECIMIBOL), ahora director de salud de Petróleos de Venezuela (PDVSA).

Lo anterior demuestra de la teoría que los norteamericanos ideologizan (“les lavaron el cerebro” como reza la propaganda izquierdista) a los militares iberoamericanos, contra todo lo que parezca comunista, es relativa. Por un lado, no en todos los organismos militares estadounidenses se les adoctrina, y no todos los oficiales son susceptibles a la influencia norteamericana, lo que también se constata en las entrevistas.

Claro que molestaba la injerencia de los norteamericanos, como igual ahora molesta la injerencia cubana. Muchas veces los gringos casi nos exigían implementar torturas en los interrogatorios a los guerrilleros. Yo recuerdo que mi superior me dijo: “diles que si no más, pero no les hagas caso” (Entrevista con el comandante ® Fernando Falcón).

Había cierta molestia porque siempre íbamos a entrenarnos en Estados Unidos, y algunos queríamos ir a otros países: Inglaterra, Alemania, por ejemplo. A nosotros (en Estados Unidos) nos metían toda la retórica contraria a Cuba, y a todo lo que fuera socialista. Pero para nosotros eso nos entraba por una oreja y salía por otra (Entrevista con el comandante ® Raúl Salmerón).

De la educación a la revolución

Existe una larga tradición de reformismos militares iberoamericanos, que se remonta a las primeras décadas del siglo XX, y Venezuela es parte importante de esto. Como dijimos anteriormente, varios oficiales se suman a las luchas guerrilleras de los años 60’. Por eso, es muy llamativo que los militares revolucionarios no hubiesen reivindicado a sus antiguos camaradas, aunque si mantienen contactos.

Los primeros reformismos militares en Iberoamérica nacen inmediatamente después de la creación de las academias militares a inicios del siglo XX. Como bien sabemos, la educación amplia la visión de las personas y los concientiza sobre distintos temas, como pueden ser los problemas nacionales lo que es importante para los organismos más nacionalistas de un estado, como son las Fuerzas Armadas. En la propia Venezuela los cadetes recién egresados de la flamante Academia Militar, formada bajo el asesoramiento chileno, se alzan contra la dictadura de Juan Vicente Gómez (1908 – 1935).[16] La creación del Centro de Altos Estudios Militares (CAEM) en Perú tuvo cierta influencia en el pensamiento de los militares reformistas peruanos, que más adelante realizan la revolución nacional peruana (1968 – 1975) (Kruijt, 2008).

Por ende, la mayoría de los referentes militares progresistas son personas de reconocida brillantez y/o inquietud intelectual (el capitán Rafael Alvarado y el comandante Hugo Trejo en Venezuela, el coronel Luis Larrea y el general Frank Vargas en Ecuador, el comodoro Marmaduque Grove en Chile, el coronel Juan Domingo Perón en Argentina[17], el general José del Carmen Marín en Perú, y el coronel Jacobo Arbenz en Guatemala) (Nesbet, 2015). En el caso venezolano esta tónica se repite. El general Alberto Müller Rojas, uno de los ideólogos del chavismo, es un reputado académico. Los comandantes Francisco Arias Cárdenas y Fernando Falcón cursan el Magíster en Ciencias Políticas en la Universidad Javierana de Bogotá y la Central de Venezuela, respectivamente. No podemos decir que Chávez sea una persona brillante, pero indudablemente posee una gran inquietud intelectual; de hecho, también asiste a algunos cursos del postgrado de ciencias políticas de la Universidad Simón Bolívar de Caracas.

En 1971 se inician los planes Andrés Bello en el Ejército, y el plan José María Vargas[18] en la Armada, que dan a los cadetes un nivel académico equiparable con las universidades civiles; de hecho, al graduarse pasan a ostentar el grado de Licenciados en Ciencias y Artes Militares, y pueden continuar su preparación en las universidades civiles. Ambas iniciativas toman la idea norteamericana de hacer del militar un líder social. Pero en el marco de una institucionalidad aún en fortalecimiento, como la venezolana, sus objetivos se desvirtúan y terminan siendo argumento para nuevos golpismos (Micett e Irwin, 2008). A la oficialidad se le inculca una sesgada lectura de la sociedad venezolana, en la cual se imponía la necesidad de transformarla, lo que la Fuerza Armada, por su autoconcepción como institución pilar de la patria, no puede rehuir.

De acuerdo, a los estudiosos del proceso chavista el plan Andrés Bello es un factor determinante en la decantación del movimiento bolivariano (Harnecker, 2003 y Ochoa Antich, 2007); lo que también se constata en el proceso de entrevistas que realizamos. No es casualidad que la promoción del presidente Chávez haya sido la primera que participa de este programa.

Las reformas académicas refuerzan el “narcisismo institucional” de los militares venezolanos. Con sus conocimientos adquiridos, sumado al modus operandi castrense, los uniformados asumen que estaban en mejores condiciones que los civiles para superar los problemas sociales que aquejan a Venezuela (Buttó, 2005).

Aprecian que la dirigencia civil fracasó en sus esfuerzos por superar la pobreza y llevar la nación a niveles aceptables de bienestar material. Participan de la idea que la dirigencia política civil es no sólo incapaz, gerencialmente, sino corrupta y hasta corruptora de la organización militar misma. Esto último como un medio para seguir ejerciendo un poder que beneficia a unos pocos y propiciando, en consecuencia, el que las mayorías permanezcan en una condición generalizada de pobreza (Irwin y Langue, 2004: 555-556).

No obstante, entre los oficiales izquierdistas también se observa el típico desprecio hacia la civilidad, lo que es producto de ese mismo “narcisismo institucional”. William Izarra,[19] el nexo directo entre las guerrillas militares y los oficiales izquierdistas, que lidera otra logia militar revolucionaria, propone la toma del poder mediante un golpe de estado, típico recurso militar, y la posterior conformación de una junta militar, lo que implica la exclusión absoluta de los civiles del poder (Marcano y Barrera, 2004). Dentro del MBR – 200 existe una soterrada disputa entre narcisistas, que quieren actuar solos, y los cívico-militares, que deseaban integrar a los civiles a sus planes. En un inicio Chávez es de la segunda postura, pero con el tiempo se va decantando hacia el narcisismo. En la última reunión de los complotados en la que asiste, Douglas Bravo relata que el futuro presidente se opone terminantemente a la participación civil.

José María – que era su nombre clandestino – yo veo que aparecen todas las unidades movilizándolas. De Maracaibo, de Valencia, de Carora, de Barquisimeto, de Yaracuy, de Maracay, de Caracas. Pero nosotros, los civiles, dónde estamos en este plan.”Y le dijo Chávez, categóricamente: “Los civiles estorban. Después que lleguemos al poder los vamos a llamar” (Garrido, 1999:33).

En 1996, en entrevistas con Margarita López Maya (2005), Chávez refuta esta teoría sosteniendo que siempre se busca la participación del mundo civil. Desde nuestro punto de vista esta afirmación responde al interés de un líder político que incursiona en el mundo electoral, por lo que su pasado “narcisista castrense” le es contraproducente. La mejor muestra de ello es que el propio Chávez, en un discurso público, explica que la marginación de los civiles en el golpe de febrero de 1992 se debe a que “no quisieron, otros porque no pudieron, y otros porque no supieron (Chávez, 2007:21).

Con su mayor educación se asume que los oficiales venezolanos están más atentos a lo que ocurre en el continente. Por eso, los futuros bolivarianos se convierten en simpatizantes de Velasco Alvarado en Perú, Torrijos en Panamá y, en menor medida de Rodríguez Lara en Ecuador y Juan José Torres en Bolivia (Harnecker, 2003). En contrapartida adoptan una férrea oposición a las represivas dictaduras del Cono Sur: Augusto Pinochet en Chile y Jorge Videla en Argentina. Esto pudo haber sido efectivo en la persona de Chávez, que es amigo de unos reclutas panameños y conoce personalmente a Velasco Alvarado, pero no en el grueso del movimiento. Pese a valorar algunos aspectos sociales de los proyectos de Velasco Alvarado y Torrijos los miembros del MBR – 200 reconocían que sus pares peruanos y panameños ejercían regímenes dictatoriales, que ellos que no desean imitar (entrevista con el general ® Raúl Baduel y el comandante ® Raúl Salmerón). Tampoco está muy presente la idea de la integración iberoamericana, la cual más tarde impulsa con fuerza el gobierno chavista.

Apenas es derrotada la asonada de febrero de 1992, Chávez justifica su acción por el reconocimiento del presidente Pérez de los derechos colombianos sobre el Golfo de Venezuela (Golfo de Coquivacoa para los colombianos) (Ochoa Antich, 2007). Dado el intrínseco nacionalismo castrense en todo el espectro uniformado, independiente de sus posturas políticas, existe una fuerte molestia por el tema.[20] Bajo nuestra óptica el problema colombiano es un pretexto de Chávez para que su alzamiento sea bien visto por el grueso de la oficialidad que, aparte de sus resquemores con el sistema puntofijista, en ningún caso toleraría una insurrección armada. Muestra de ello es que en su programa de gobierno, redactado en septiembre de 1991, hablan de proponerle a Colombia “un tratado de paz, de no agresión, solidaridad mutua y un desarme general entre los dos países, que redundaría en inmensos beneficios para ambos pueblos (Ramírez, 2017:74).”

Divisiones en la familia militar

Al igual que las experiencias militares reformistas de los años 20’ y 30’ (juventud militar chilena, tenentismo brasileño, julianismo ecuatoriano) en el caso venezolano también se va generando una grieta entre el alto mando, muy ligado a las cúpulas del régimen puntofijista, y la oficialidad, que se identifica con los sectores bajos y medios (Nesbet, 2015). De hecho, los propios militares revolucionarios venezolanos acuerdan no contactarse con los generales (Irwin y Micett, 2012).

Por supuesto los abusos jerárquicos son un elemento que iba aumentando la distancia entre ambos sectores. Por ejemplo, a los oficiales medios les avergüenza que se le use como sirvientes, transportistas privados e incluso como contrabandistas de familiares y amigos de generales y políticos (Ramírez, 2017).

Pero más allá de eso un factor más determinante en el distanciamiento del alto mando de la oficialidad es el papel que van adquiriendo las secretarias-amantes de los altos funcionarios y generales, que se hace frecuente en la presidencia de Jaime Lusinchi (1984 – 1989) y en el segundo gobierno de Pérez (1989 – 1993) (Bonilla y El Troudi, 2005). Tanta es su influencia que incluso se habla de la institución del “barraganato”, debido a la denominación de barraganas para las amantes. “Por su rol de secretarias de los generales y altos funcionarios las barraganas sabían muchos chismes de los oficiales, e influenciaban a sus amantes en los ascensos y designaciones (Entrevista general ® Alberto Müller Rojas).” “Nadie criticaba el hecho de tener amantes, hasta yo he tenido relaciones fuera de mi matrimonio, la cuestión es que estas mujeres no tenían por qué inmiscuirse en los asuntos militares (Entrevista con el general ® Raúl Baduel).” A tal nivel llega la molestia con las barraganas que algunos oficiales abandonan las filas armadas cansados de esta situación (entrevista con el mayor Edis Ríos[21]). La amante de Lusinchi, Blanca Ibáñez, se disfraza de generala en medio de una catástrofe natural, lo que enerva a los militares. En la oposición hacia el “barraganato” vemos el celo castrense de no permitir que gente extraña interfiera en sus misiones; el machismo por el hecho de tratarse de mujeres; y un cierto clasismo por ser personas, generalmente, de clase baja.

El fenómeno del “barraganato” se relaciona directamente con una de las principales problemáticas que afecta al régimen puntofijista: la corrupción, que entre 1973 y 1988 llega a su punto álgido (Pérez Perdomo, 2006). En un país como Venezuela con ingentes recursos, y con una estructura estatal feble, lo que implica escasos mecanismos de control, la corrupción prolifera fácilmente. Durante toda la historia contemporánea este es un factor clave en el desprestigio de los regímenes políticos venezolanos. Sin embargo, cuando la oposición asume el poder termina cayendo en los mismos vicios que tanto critica de sus antecesores. En los 80’ una organización denominada los Comacates (comandantes, mayores, capitanes y tenientes, obsérvese cómo respetan la jerarquía militar) llegan a publicar algunos panfletos, criticando la corrupción de la clase política y del propio alto mando castrense. Nunca se sabe bien quienes lideran a este grupo, lo único claro es que son distintos a las organizaciones de índole bolivariana, que aparecen más tarde. El rearme que lleva a cabo Venezuela, tras el incidente de la irrupción de la corbeta colombiana Caldas en aguas del Golfo de Venezuela en 1987, alimenta más la corrupción del generalato (Garrido, 1999). En enero de 1992 hubo un escándalo debido al mal manejo de fondos en el proyecto de comunicaciones Turpial de la Armada.

La crítica hacia la corrupción era casi universal en todo el mundo militar. Por ende, algunos de nosotros nos fuimos haciendo republicanos, no en el sentido norteamericano del término, sino en su sentido más clásico, que nos remitía al honesto ejercicio de las funciones públicas. Así, el profesor Luis Castro Leiva se convirtió en una gran inspiración en este aspecto, no todo su pensamiento[22] (…)

Yo vi morir uno de mis soldados en operaciones contra la guerrilla, porque el helicóptero que tenía que transportarlo a un hospital estaban ocupado por la esposa de un general que andaba de compras (Entrevista con el comandante ® Fernando Falcón).

A mí me da una arrachera (enojo) ver como estos chavistas roban a diestra y siniestra. Cuando antes nosotros criticábamos mucho la corrupción que había en la Cuarta República[23], la politización en las Fuerzas Armadas, la relación de algunos generales con el gobierno, el “barraganato”, etc. Y ahora estamos viendo lo mismo, y tal vez peor (Entrevista con un coronel de la Guardia Nacional, que optó por quedar en el anonimato).

Por eso, desde nuestro punto de vista el emblema anticorrupción es el principal factor que motiva a los militares bolivarianos a insurreccionarse. Muestra de ello es que entre las siete características primordiales del nuevo estado se menciona el combate a este mal. Incluso, un gobierno posterior al derrocamiento de Pérez incluiría un Comité de Salud Pública, al estilo revolucionario francés, cuya función es vigilar y calificar los actos de los funcionarios públicos (Ramírez, 2017). De hecho, uno de los principales de objetivos del MBR – 200 tras el golpe es hacerle un juicio público al presidente Pérez, por sus malversaciones de fondos públicos (López Matute, 1992).[24] Esto también se observa en los documentos de otra de las logias militares la Alianza Revolucionaria Militares en Acción (ARMA), que califica a la dirigencia de los partidos gobernantes de inmoral, corrupta y carente de ideales (Irwin y Micett, 2012).

La motivación anticorrupción, que es un tema que va más allá de las definiciones ideológicas, indica la carencia de una fundamentación ideológica definida por parte del movimiento bolivariano. En efecto, por más instructivos que sea el Plan Andrés Bello, la mayoría de los oficiales venezolanos eran ingenuos y/o ignorantes en política (Romero, 2002). Incluso se pude sostener que “el llamado a una “revolución” por parte de los militares golpistas no pasaba en ese entonces de ser otra consigna gaseosa más, de las tantas que han hecho vibrar el cambiante y turbulento proceso histórico venezolano, un proceso caracterizado precisamente por la abundancia de “revoluciones (Romero, 2002:14).”

Lo mismo cabe sobre su adscripción a la democracia. Como se vio los militares revolucionarios critican la democracia bipartidista, que, según entienden, ya no representa al pueblo venezolano, por lo que aspiran a construir un modelo más amplio. El nuevo gobierno, llamado de emergencia nacional, se hará cargo de la Corte Suprema, los poderes legislativos y los gobiernos estatales y comunales, negando cualquier espacio a la oposición interna, lo que demuestra un claro cariz autoritario.

De acuerdo a lo que plantea el general Baduel y el propio Douglas Bravo dentro del MBR – 200 se generan dos proyectos paralelos.[25] Uno el mayoritario y más visible de raíz nacionalista y desarrollista, enfocado en terminar con la corrupción del régimen, y otro de índole revolucionario-izquierdista, que seguía el comandante Hugo Chávez. Esta postura es validada por otros autores como Ochoa Antich (2007) e Irwin y Micett (2012). De hecho, Nelson Sánchez (nombre de guerra Harold), uno de los puentes entre el los sectores revolucionarios civiles y los militares, señalaba que Arias Cárdenas había denunciado corrupción en la compra de fragatas y tanques. “Tenía una gran visión nacionalista, y una lucha contra la corrupción en las fuerzas Armadas”, asegura Harold. “En base a eso aglutinaba a los oficiales en su equipo (Sánchez, 2014:60). El mismo autor habla que en 1987 los militares decidieron separarse de los grupos marxistas. Esto era más que entendible. Desde un punto de vista teórico, la esencia nacionalista de toda Fuerza Armada, que no podía dejar de sentirse alejada de una doctrina que cuestiona la esencia misma de las nacionalidades. En efecto, los vínculos de Chávez con sectores de la izquierda radical no son bien vistos por gran parte del mundo militar. Por lo mismo, la mayoría de los miembros del MBR – 200 desconocen la relación del comandante con Bravo, lo que también busca no dañar el narcisismo institucional castrense que los insta a actuar solos (Garrido, 2007).

Aunque el MBR – 200 llega a tener cierto peso dentro de las filas militares venezolanas, muy pocos son los oficiales dispuestos a subvertir el orden constitucional mediante un alzamiento armado. Por eso, ninguna unidad militar, fuera de las que estaban comprometidas desde un inicio, se pliega espontáneamente a la insurrección del 4 de febrero, pese a que defendían un gobierno sumamente impopular.

Después la historia es conocida. El golpe de estado fracasa, pero Chávez se convierte en una figura nacional, y en el líder de la izquierda militar, posición que anteriormente compartía con Arias Cárdenas, con mayor antigüedad (aspecto clave desde la óptica militar) y nivel intelectual. En 1998 gana las elecciones y al año siguiente asume la presidencia, gobernando hasta su muerte en marzo de 2013.

Conclusiones

Las entrevistas que sustentan este trabajo respaldan algunas de las teorías expuestas por distintos estudiosos, que explican las razones que llevan a una parte del Ejército venezolano a sublevarse, mientras otras visiones se ponen en entredicho. Entre las primeras se pueden nombrar el efecto que tuvo entre los uniformados su participación en las luchas antisubversivas, la influencia de las reformas académicas en el desarrollo de una postura crítica ante el régimen, la distancia de los mandos medios frente al generalato y la crítica a la corrupción de estos y la clase política venezolana. Entre los factores que este estudio le quita relevancia se citan la importancia de “El Caracazo”, el rechazo a la influencia norteamericana y el origen social como factor de acercamiento hacia la izquierda.

Entre sus análisis más importantes este artículo refuerza la postura que el MBR – 200 no busca generar una revolución izquierdista, como la que más tarde desarrollaría Hugo Chávez. Por ende, el proceso chavista no es heredero directo del MBR – 200. La Revolución bolivariana responde mucho más al pensamiento de su líder, que a la historia de la izquierda militar venezolana.

La susceptibilidad a ser motivados políticamente y el “narcisismo institucional” son concepciones teóricas que este trabajo aporta en el estudio de la influencia militar en la política venezolana y se puede extrapolar a otros contextos iberoamericanos, donde la presencia castrense es una constante histórica.

Pese a que continuamente los analistas de la realidad del continente pronostican que los militares se retiraran para siempre a sus cuarteles, continuamente aparecen nuevos políticos de verde olivo que desestiman esta esperanza. Últimamente hemos visto el caso de Jair Bolsonaro en Brasil. En la propia Venezuela, aunque el poder está en manos de un civil, los estamentos armados mantienen una tremenda influencia en la toma de decisiones. En consecuencia, sigue siendo importante estudiar qué piensan los militares y cuáles serán sus próximos movimientos tanto en Venezuela como en toda Iberoamérica.

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Notas

[1] El grado oficial es teniente coronel, pero su verbalización más común es “comandante”. Como esta denominación es idéntica al rango militar de las fuerzas subversivas, Chávez usa este apelativo casi con mayor frecuencia que su título de “presidente”.
[2] Dado que las terminologías de “América Latina” o “Latinoamérica” excluyen las poblaciones francoparlantes de Canadá, Estados Unidos y El Caribe (incluso a veces tampoco se toma en cuenta a Haití), el autor prefiere usar la taxonomía “Iberoamérica”, que, desde nuestro punto de vista, es mucho más preciso para referirse a los contextos de lengua española y portuguesa.
[3] Meses antes de su muerte en 2010, el general Müller Rojas renuncia al Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), del cual es uno de sus vicepresidentes. No obstante, cuando se realiza la entrevista aún apoya al gobierno.
[4] No se menciona a las Marinas que no tienen participación en el proceso independentista, salvo el caso chileno, ni menos a las Fuerzas Aéreas que nacen en el siglo XX.
[5] Ideológicamente Bandera Roja postula una visión dogmática del marxismo, cercana al estalinismo, por lo que se vincula con el Partido Albanés del Trabajo de Enver Hoxha.
[6] Este texto es una suerte de “historia oficial” del proceso chavista, editada por los órganos estatales.
[7] En este episodio participa, como oficial de la Fuerza Aérea, Roger Cordero Lara, quien entre 2011 y 2018 es diputado de la Asamblea Nacional.
[8] En septiembre de 1988 en la localidad de El Amparo, 14 personas, presuntamente guerrilleros colombianos, son asesinados por agentes de seguridad. Con el tiempo se demuestra que se trata de pescadores sin filiación política.
[9] Carlos Menem en Argentina, Alberto Fujimori en Perú y Lucio Gutiérrez en Ecuador, por citar tres ejemplos.
[10] Bonilla y El Troudi (2005) llegan a calcular en 10.000 las víctimas fatales.
[11] Uno de los recuerdos que varios militares ligaron con el acontecimiento fue la muerte del comandante Felipe Acosta Carles. El comandante Falcón llega a señalar que él es el principal líder de la izquierda militar venezolana, por sobre Chávez y Francisco Arias Cárdenas, el otro gran referente del movimiento militar revolucionario
[12] En Venezuela hay una importante colonia portuguesa que, entre sus principales ocupaciones productivas, está la producción de pan.
[13] A principios de los 80’ Chávez crea el Ejército Popular de Liberación del Pueblo de Venezuela (EPLV) de escasa duración. Luego nace el Ejército Bolivariano Revolucionario 200 (EBR), que en 1982 cambia el “Ejército” por “Movimiento”. El 200 se debe al segundo centenario del natalicio de Bolívar. Raúl Baduel, junto con Chávez, Felipe Acosta Carles y Jesús Urdaneta, realizan el juramento bolivariano frente al Samán del Güere, el árbol ante el cual solía descansar el “Libertador.” El juramento consistía en comprometerse a no descansar hasta liberar al pueblo de quienes lo oprimen.
[14] “Oigan ustedes, ¿ahora cómo se han vuelto tan antiyanquees, cuando antes eran los regalones (consentidos) de los norteamericanos?”, le pregunté a un colega venezolano. “La necesidad mi amigo, usted sabe que hay que quedar bien con el que éste mandando (Entrevista con el coronel ecuatoriano José Núñez)”.
[15] Incluso el propio Hugo Chávez manifiesta que le hubiese gustado estudiar en el Colegio Interamericano de Defensa en Washington. Véase Marcano y Barrera (2004).
[16] El coronel chileno Samuel McGill fundador de la Academia Militar venezolana, señala que apenas salen de esta entidad los cadetes manifestaban sus posturas democráticas contrarias a la dictadura de Gómez. Véase Ziems (1979).
[17] Aunque Perón y el ecuatoriano Larrea tienen simpatías por el fascismo es innegable su tendencia reformista, lo que también es parte inherente al fascismo.
[18] Connotado médico y político venezolano que ocupa la presidencia por breve tiempo en 1835.
[19] William Izarra es uno de los cuadros más brillantes de la Fuerza Aérea venezolana. Su vinculación con la izquierda viene de su experiencia personal cuando interroga al oficial cubano Antonio Briones, exjefe de seguridad de Castro, capturado en una operación de desembarco de guerrilleros venezolanos entrenados en Cuba en 1967. Horas después de hablar con Briones le toca reconocer su cuerpo, con su rostro desfigurado por una bala (Izarra, 2006); la versión oficial señala que el cubano muere en un intento de fuga. En 1979 Izarra, de regreso de una maestría en Harvard, comienza a organizar células revolucionarias dentro del FAN. En un inició su organización tiene cuatro comandantes del Ejército y uno de la Aviación, que es el propio Izarra. Ideológicamente, plantea una síntesis entre el marxismo y la doctrina de seguridad y desarrollo, esbozada en los años 60’, que sostiene que las fuerzas armadas iberoamericanas tienen que ser una herramienta que ayude a superar las condiciones de pobreza en las que vive buena parte de la población (Garrido, 2007).
[20] Pérez tiene una debilidad personal sobre el problema, por haber nacido muy cerca de la frontera colombiana (muchos decían que su nacimiento se dio en el país vecino). Además, en su gobierno se dicta la ley que declara que los hijos de los colombianos ilegales reciben nacionalidad venezolana. Por eso, su sigla CAP pasa a usarse como “colombianos al poder”.
[21] Este oficial es miembro de la Asamblea Nacional entre los años 2000 y 2011.
[22] Importante intelectual venezolano, investigador de la historia de las ideas, que en muchos de sus escritos es muy crítico de la figura Bolívar y el culto que se desarrolla en torno a su figura.
[23] El gobierno chavista denomina al régimen anterior como IV República. Los historiadores entienden a este período como la etapa inmediatamente posterior al colapso de la Gran Colombia en 1830 y el restablecimiento de la soberanía venezolana. Siguiendo a la historiografía venezolana nos abstendremos de usar ese término.
[24] El nombre del autor es un seudónimo. Domingo López Matute es un capitán venezolano, (aunque algunos lo identifican como colombiano) que participa en la batalla de Ayacucho y muere como montonero peleando en Salta, Argentina.
[25] Idéntica situación se dio en ARMA. Véase Irwin y Micett, 2012.
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