Artículo de investigación
El rol, la praxis y las redes de las traductoras en la recepción de la obra de Simone de Beauvoir al Sur de América entre los años 1940 y 1980*1
The Role, Praxis and Networks of Translators in the Reader-Response of Simone de Beauvoir’s Work in South America (1940-1980)
Le rôle, la praxis et les réseaux des traductrices dans la réception de l’œuvre de Simone de Beauvoir en Amérique du Sud (1940-1980)
El rol, la praxis y las redes de las traductoras en la recepción de la obra de Simone de Beauvoir al Sur de América entre los años 1940 y 1980*1
Mutatis Mutandis. Revista Latinoamericana de Traducción, vol. 13, núm. 2, pp. 255-279, 2020
Universidad de Antioquia
Recepción: 24 Enero 2020
Aprobación: 18 Mayo 2020
Resumen: A partir de un enfoque feminista y de género, este artículo aborda el rol, la praxis y las redes que establecieron las traductoras en la recepción de la obra de Simone de Beauvoir en Argentina y la región del Río de La Plata, entre los años 1940 y 1980. A lo largo de estas décadas, el trabajo inicial de traducción y edición en castellano de los escritos de Beauvoir pone de manifiesto la ampliación de su público lector y, a la vez, la conformación del horizonte de su recepción latinoamericana. Notablemente, varias de las traductoras son escritoras de renombre, como María Rosa Oliver, Silvina Bullrich e Ida Vitale. De allí que no solo me interesa visibilizar a estas traductoras, sino también reflexionar acerca del sentido de sus resignificaciones, así como de sus diferencias, y respecto de las constelaciones y redes intelectual-afectivo-políticas que ellas integraron. De este modo, serán centrales los intercambios y la praxis que asumieron las traductoras, especialmente las lectoras y escritoras, en el despliegue del horizonte de la recepción de la obra y la filosofía beauvoirianas, en diferentes contextos culturales y políticos al Sur de América.
Palabras clave: lectoras, traductoras, escritoras, Simone de Beauvoir, María Rosa Oliver, Silvina Bullrich, Ida Vitale.
Abstract: Based on a feminist and gender approach, this article addresses the role, praxis and networks that translators established in the reception of Simone de Beauvoir’s work in Argentina as well as the region of Río de la Plata between the years 1940 and 1980. Throughout these decades, the initial work of translation and editing in Spanish of Beauvoir’s writings shows the expansion of its reading public and, at the same time, the horizon conformation of her Latin American reception. Notably, several translators are writers of renown, such as María Rosa Oliver, Silvina Bullrich and Ida Vitale. Precisely, thence, I am not only interested in making these translators visible, but also in reflecting on the meaning of their resignifications, as well as their differences, and on the constellations and the intellectual-affective-political networks that they integrate. Thus, this article focuses on the exchanges and praxis the readers, translators and writers assumed, especially in the display of the horizon of the reception of Beauvoirian work and philosophy in different cultural and political contexts in South America.
Keywords: women readers, women translators, women writers, Simone de Beauvoir, María Rosa Oliver, Silvina Bullrich, Ida Vitale.
Résumé: Sur la base d’une approche féministe et de genre, cet article aborde le rôle, la praxis et les réseaux établis par les traductrices dans la réception de l’œuvre de Simone de Beauvoir, en Argentine et dans la région du Río de la Plata, entre 1940 et 1980. Tout au long de ces décennies, le travail initial de traduction et d’édition de l’œuvre de Beauvoir montre l’élargissement de son public lecteur et, simultanément, la conformation de l’horizon de sa réception latino-américaine. Notablement, plusieurs traductrices sont des écrivaines renommées, comme María Rosa Oliver, Silvina Bullrich et Ida Vitale. C’est pourquoi je ne m’intéresse pas seulement à rendre ces traductrices visibles, mais aussi à réfléchir sur le sens de leurs resignifications, ainsi que sur leurs divergences et les constellations et réseaux intellectuels, affectifs et politiques qu’elles ont intégrés. En conséquence, cet article se centre sur les échanges et praxis que les traductrices, particulièrement les écrivaines et lectrices, ont assumés dans le déploiement de l’horizon de la réception de l’œuvre et la philosophie beauvoiriennes dans des contextes culturels et politiques différents en Amérique du Sud.
Mots clés : lectrices, traductrices, écrivaines, Simone de Beauvoir, María Rosa Oliver, Silvina Bullrich, Ida Vitale.
1. Introducción
Las trayectorias de la obra literaria y filosófica de Simone de Beauvoir (París, 1908-1986) configuran caminos clave para los feminismos al Sur de América.2 La recepción de su obra, junto a la tarea de traducción, en particular aquella realizada en Argentina y el Río de La Plata -con sus ciudades referentes: Buenos Aires y Montevideo-, ha generado, desde la segunda mitad del siglo XX, debates intensos en el ámbito de la filosofía y el feminismo. Asimismo, ha sido material fundamental para la constitución de redes afectivas (grupos intelectuales, culturales, editores, traductores y militantes). Pero, sobre todo, como se sabe, las ideas de Beauvoir fueron cruciales para el cuestionamiento de los mismos modos del afecto: las jerarquías entre varones y mujeres, la heteronormatividad o la monogamia, así como las distinciones de clase, ideológicas y raciales.
En 2019, se cumplieron 70 años de la publicación de Le deuxième sexe -traducido y editado al castellano por primera vez en Argentina en 1954, con el título El segundo sexo-.3 (Beauvoir, 2010 [1949] y 2011 [1949]) Este gran ensayo ha generado un impacto en diferentes contextos culturales y geopolíticos, sobre todo al ser traducido -también cercenado o tergiversado- en diferentes idiomas (Bellucci, 2019; Borges Vieira, 2013; Chaperon, 1999; Nari, 2002; Rodríguez Agüero, 2010; Smaldone, 2013, 2015; Tarducci, 1999). Muchos otros escritos de Beauvoir -entre ellos artículos- también han circulado en un principio en francés y rápidamente han despertado el interés de ser traducidos y difundidos, por ejemplo, para un amplio público hispanoamericano.
En efecto, a partir de mediados de los años cuarenta y hasta 1980 -período que coincide con la proliferación de las publicaciones en vida de la filósofa francesa-, Argentina y la región del Río de La Plata se convirtieron en escenarios para las lecturas, las traducciones, las ediciones y la difusión de la obra beauvoiriana. Esta tarea inicial de traducción -además de la selección y la edición para diferentes medios gráficos- estuvo a cargo de varias mujeres, entre las cuales están, en su orden, María Rosa Oliver, Silvina Bullrich, María Elena Santillán, Dolores Sierra, Aurora Bernárdez e Ida Vitale, algunas de ellas escritoras de renombre; de allí que estas traductoras igualmente puedan ser consideradas como “letradas” o escritoras (Willson, 2004, 2007).
En este artículo, me interesa dar cuenta de las posibles vinculaciones e influencias, en algunas de estas traductoras, especialmente por su rol de lectoras y escritoras -particularmente en sus miradas, sus pensamientos y sus propias producciones-, en relación con el ingreso al Sur de América de la obra literario-filosófica beauvoiriana. En este sentido, cabe preguntar: ¿en qué medida se puede hacer referencia a un público lector beauvoiriano? ¿Hay un vínculo entre el ingreso, en la región del Río de La Plata, de la obra beauvoiriana y la del existencialismo en general? Y, más específicamente: ¿se pueden registrar determinados rasgos comunes entre algunas de las lectoras-traductoras-escritoras de la obra de Beauvoir, sobre todo al tener como punto de partida sus lecturas, traducciones, intercambios o resignificaciones en torno a la obra de la pensadora francesa en dicho contexto regional y de épocas?
En todo caso, se trata de reconstruir las redes de intercambios intelectuales y político-afectivos, de saberes, pensamientos, miradas y, también, las diferencias o tensiones, como formas posibles de influencias o permeabilidades locales, históricas, epocales. Esto es, siguiendo a Michel Foucault (1976) y sus investigaciones genealógicas, resulta necesario considerar, en primer lugar, los “saberes sometidos” (“savoir assujetti”), que designan los “contenidos históricos” que han estado sepultados, enmascarados en el interior de coherencias funcionales o en sistematizaciones formales. En segundo lugar, el filósofo francés se refiere a toda una serie de saberes calificados por ciertas jerarquías científicas como “incompetentes” o “insuficientemente elaborados y registrados”, por ejemplo, como los “saberes ingenuos” (“savoirs naïfs”) (Foucault, 1976, texto 193; Foucault, 1979, pp. 128-129).
Sobre esta base y desde un enfoque feminista y de género acerca de la traducción y la recepción (Castro Vázquez, 2008; Chamberlain, 1988; Simon, 1996; von Flotow, 2007), además de visibilizar a dichas traductoras (Pagni, 2014; Venuti, 1995),4 me propongo reflexionar sobre el sentido de las resignificaciones y, a la vez, respecto de las “constelaciones” (Willson, 2007) o las “redes intelectual-afectivo-políticas” (Arnés, 2016, 2017) que ellas integran.
En este marco, en la segunda sección de este artículo presento la llegada de los escritos de Beauvoir a Argentina y al Río de La Plata, al enfocarme en las traducciones, como también en su difusión -distinguiendo, a la vez, a las revistas, las editoriales y, sobre todo, a sus editoras/es y traductoras/es comprometidas/os-.
En la tercera sección me centro en el rol y la praxis de tres de las “traductoras-escritoras”: María Rosa Oliver, Silvina Bullrich e Ida Vitale, a partir de un corpus acotado de textos, entre los que menciono: Mundo, mi casa de Oliver (1965); Mis memorias (1980), Historia de un silencio (1949), Bodas de cristal (1951), Los burgueses (1964) y La aventura interior (1969, 1977) de Bullrich; y Palabra dada (1953), Cada uno en su noche (1960), Oidor andante (1972) y Jardín de sílice (1980) de Vitale. Como puede verse en los anexos, quedan cartografiados algunos de los escritos de estas primeras traductoras y escritoras, puesto que se inscriben en una época de recepción beauvoiriana, y porque ponen de manifiesto, por ejemplo, la situación de opresión y el malestar de las mujeres.
Me interesa analizar aquí las posibles resignificaciones -pero asimismo sus diferencias y tensiones- en la conformación de las constelaciones y las redes intelectual-afectivo-políticas, regionales y transfronterizas,5 en el despliegue del horizonte de la recepción y de la traducción (Silva-Reis y Silva, 2018),6 de la obra y la filosofía beauvoirianas en diferentes contextos culturales y políticos al Sur de América.
2. De Francia al Río de La Plata: Lecturas, traducciones y difusión de la obra beauvoiriana7
Sin lugar a duda, la obra literaria y filosófica de Simone de Beauvoir ha trascendido, desde un principio, las fronteras francesas y, a la vez, ha desafiado el poder hegemónico -ya sea el de determinado gobierno o el de una religión y su Iglesia-. Como señala la estudiosa Sylvie Chaperon (1999), desde la publicación de El segundo sexo en Francia -incluso cuando en 1948 salieron a la luz algunos de sus capítulos en la revista Les Temps Modernes-, Beauvoir tuvo que enfrentar diferentes momentos de censura, por ejemplo, cuando el Vaticano lo incluyó en el Index librorum prohibitorum (Índice de los libros prohibidos), en 1956.
Con su difusión por diferentes países y continentes y, simultáneamente, con la puesta en marcha de las ediciones en diversos idiomas, también operaron distintos mecanismos de censura, por ejemplo, mediante una serie de modificaciones a partir de las traducciones (Chaperon, 1999, pp. 6, 62-63). Es el caso de países como Estados Unidos y Japón, donde las traducciones y ediciones de El segundo sexo presentaron tergiversaciones y recortes importantes, signo de que el pensamiento beauvoiriano despertó polémicas y adversarios. Además, como indica Chaperon, hay que tener en cuenta el contexto de la Guerra Fría, que fue poco favorable para la llegada del ensayo tanto a países comunistas, a la España franquista o a Estados Unidos, donde las críticas durante la “era macartista” fueron severas.8
Así y todo, una vez publicado, el libro El segundo sexo se agotó desde la primera semana y, rápidamente, traspasó las fronteras de Francia. Y como señalé, este gran ensayo apareció publicado en castellano en el año 1954 en Argentina. Dicha traducción no fue una excepción, puesto que, a partir de mediados de los años cuarenta y hasta principio de los ochenta, gran parte de los escritos beauvoirianos fueron traducidos y editados en Argentina, casi en simultaneidad con las publicaciones francesas.
El primer escrito de Beauvoir que se registra traducido y publicado en Argentina es de 1947. Se trata del artículo “Literatura y metafísica”, que tradujo la escritora María Rosa Oliver, y se publicó en la revista Sur a solo un año de salir a la luz en la revista francesa Les Temps Modernes. En 1948, este artículo, entre otros, formó parte del libro L’existentialisme et la sagesse des nations, y se tradujo y editó en Argentina hacia los años sesenta.
A partir de los años cincuenta, las editoriales Ariadna, Compañía General Fabril Editora, Emecé, Schapire, Siglo Veinte -que ofició además de distribuidora para Psique y Leviatán-9 y Sudamericana llevaron adelante estrategias que favorecieron la difusión, en lengua castellana, de la obra de Beauvoir. Aunque, algunas de estas editoriales -también Ibero-Americana, Losada y Sur- ya habían difundido, a principio de los años cuarenta, la obra existencialista en general y de Jean-Paul Sartre en particular (Correas, 1994, 2007; Loedel, 2018; Savignano, 2016; Smaldone, 2015).10
En cuanto a las revistas difusoras de las obras existencialistas, vale destacar, en primer lugar la revista Sur, medio local donde se publicó el artículo de Beauvoir y otras producciones de escritoras/es y filósofas/os existencialistas, en particular de Albert Camus y Sartre.11
Sur fue fundada por Victoria Ocampo (directora) y María Rosa Oliver -ambas editoras, traductoras y escritoras- y su primer número salió al público en el año 1931. A partir de entonces, la revista contó con un importante equipo de redacción y colaboración, en su mayoría figuras destacadas de la literatura y el pensamiento contemporáneo, entre quienes se encontraban, además de Oliver, la poeta Gabriela Mistral, la escritora María Luisa Bombal, Silvina Ocampo, hermana de Victoria y también escritora, así como las escritoras, y en algunos casos militantes feministas, Alejandra Pizarnik, Alicia Jurado, Alicia Moreau, María Luisa Bastos, María Zambrano, Pelegrina Pastorino y Rosa Chacel.
Vale señalar que muchas/os de las/os colaboradoras/es de Sur residieron en Argentina en condición de exiliadas/os de diferentes territorios europeos, sobre todo españolas/es, al estallar la Guerra Civil y con el ascenso del franquismo en su país (fue el caso de Chacel). Asimismo, fue muy frecuente el trabajo conjunto con intelectuales de nacionalidad uruguaya (como Bastos y Juan Carlos Onetti), propiciado por la comunicación, los viajes asiduos y los intercambios culturales regionales.
Notablemente, con los años, Sur se convirtió en una revista emblemática de Argentina y también para el público hispanohablante en general, constituyendo un puente cultural entre el ámbito intelectual argentino y del exterior (Altamirano y Myers, 2008; Willson, 2004). En esta revista, por si no fuera poco, la escritura mujeril (o feminizada) y las ideas feministas no pasaron desapercibidas. Y aunque las publicaciones anarquistas y socialistas ya sostenían hacía más de medio siglo dichas cuestiones (fuertemente la “cuestión de la mujer trabajadora”), Sur abrió caminos y tendió puentes para muchas escritoras y filósofas, a pesar de un ambiente de preponderancias del canon literario con rasgos masculinos.
En este sentido, destaco la publicación, en la revista Sur, de artículos pertenecientes a escritoras y filósofas nacionales y extranjeras. Además del mencionado artículo de Beauvoir, salieron a la luz los ensayos de figuras aún no conocidas para la época, como la filósofa argentina Lucía Piossek Prebisch, quien por entonces reflexionó y discrepó sobre la posición beauvoiriana acerca de la maternidad (Piossek, 1970-1971; Smaldone, 2013). Paralelamente, hay que tener en cuenta la publicación de una serie de reseñas y comentarios críticos de la obra de Beauvoir. Me refiero, por ejemplo, a la reseña (traducida) de Emilie Noulet, titulada “El segundo sexo” (1950), el artículo de Rosa Chacel titulado “Comentario tardío sobre Simone de Beauvoir” (1956), como también el artículo de Alicia Jurado, “El camino que falta recorrer”, y el de Marta Elena Samatán, “Enfoques sobre la educación de la mujer”, ambos con menciones a la obra y la filosofía beauvoiriana, y publicados conjuntamente con el ensayo de Piossek en el marco de la edición de los números especiales sobre “La mujer”, correspondiente a los meses de septiembre de 1970 y junio de 1971.
Tras la fundación de la revista Sur, surgió la editorial que llevó el mismo nombre. Esta casa editorial, creada también por Victoria Ocampo, se encargó de dar a conocer obras nacionales e internacionales, entre las que se encontraba, por ejemplo, la obra de escritoras como Virginia Woolf. Dicho proyecto editorial complementó la función difusora de la revista, con un matiz ampliamente intelectual y cultural. En particular, estos medios de difusión, por iniciativa de Victoria Ocampo, significaron proyectos clave para comprender los cambios respecto al contexto cultural e intelectual nacional (Willson, 2004, p. 85).
Además de la revista Sur, otros medios gráficos fueron un soporte fundamental en la difusión tanto de la obra beauvoiriana como de la obra existencialista en general, ya sea por la publicación de artículos traducidos, como por las reseñas o los comentarios críticos que aportaron a dar visibilidad e importancia a sus lecturas. De allí la función substancial de intercambios entre sus agentes (editoras/es, traductoras/es y comentaristas), desempeñándose en diferentes revistas argentinas y uruguayas: Centro, Ciudad, Contorno, Crisis, Cuadernos de Filosofía (de la Universidad de Buenos Aires), Marcha, Persona, Qué!, Realidad, Señales y Vea y Lea. Asimismo, se destaca la importancia de los periódicos y los diarios de alcance local o nacional, como La Nación, La Gaceta (de Tucumán), Prensa, entre otros.
Respecto de las publicaciones argentinas en formato de libro y sus respectivas traducciones, el primer registro corresponde a la novela Todos los hombres son mortales, editada por Emecé en el año 1951. Correlativamente, en la década de los sesenta se publicaron La plenitud de la vida, La fuerza de las cosas, Norteamérica al desnudo, Una muerte muy dulce, entre varias otras ediciones.12 Vale señalar que, a lo largo de esta década, se reeditaron varios de los libros de Beauvoir y, en algunos casos, con cambios de sello editorial; por ejemplo, a cargo de Compañía General Fabril, Siglo Veinte y Sudamericana.
Entre las décadas de los cincuenta y de los sesenta aumentó progresivamente la difusión de la obra beauvoiriana, como también la consolidación de la recepción latinoamericana.
Hay ciertos hechos de impacto mundial que no pueden pasarse por alto al momento de pensar, sobre todo, el fenómeno de la transmigración de las ideas durante el siglo xx. Algunos de estos hechos son: la Guerra Civil española (desde 1936 hasta 1939) y la Segunda Guerra Mundial (entre 1939 y 1945); es en el marco, además, de la Guerra Fría, que se inició entre los años de la posguerra (1945 y 1947) y, por supuesto, los regímenes dictatoriales, como el nazismo y el franquismo -el primero situado inicialmente en Alemania entre los años 1933 y 1945, y el segundo ubicado en España, seguidamente a la Guerra Civil, con el ascenso del dictador Francisco Franco y que se extendió hasta su muerte, en 1975-.
En efecto, hacia fines de los años treinta y durante la década de los cuarenta, el impacto de la Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial modificó las condiciones del sector industrial argentino, por ejemplo, en lo que respecta al desarrollo de la industria editorial que, hasta entonces, había liderado España (Belini y Badoza, 2019; Diego, 2014; Loedel, 2018). En particular, la guerra en España generó, como consecuencia, por un lado, la caída de su mercado editorial de competitividad externa y, por otro, sus exiliadas/os, mayormente republicanas/os, se radicaron en Argentina, donde se dedicaron a la industria editorial.
Producto de esta situación, algunas editoriales, como Emecé, Losada y Sudamericana, fueron fundadas por las/os exiliadas/os españolas/es o, incluso, dejaron de ser sucursales españolas y pasaron a constituirse como sociedades anónimas.13 En el caso de Sudamericana (fundada en 1939), tuvo como impulsoras/es a españolas/es y, también, a intelectuales argentinas/os como Victoria Ocampo y el poeta Oliverio Girondo.
Asimismo, al modificarse el sector industrial argentino, sobre todo como consecuencia de la situación que atravesó Europa tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial, se conformaron algunas editoriales, como Compañía General Fabril que, a partir de 1958, comenzó a organizar la venta de libros y revistas al Sur de América y España (Belini y Badoza, 2019, p. 8).
Otra editorial argentina que creció fue Siglo Veinte, funcionando, además, como distribuidora de las ya mencionadas Psique y Leviatán. Estas mismas editoriales, que protagonizaron la difusión de la obra beauvoiriana y de la sartreana, aparecen mencionadas en los Anexos 1 y 2. Allí se registran parcialmente algunas de las primeras ediciones y traducciones de la obra de Sartre, con el fin de mostrar la simultaneidad de dichas publicaciones y el rol de las traductoras y los traductores en relación con el ingreso de la obra de Beauvoir.
Junto a dicho impulso para la conformación de algunas editoriales argentinas, las exiliadas y los exiliados provenientes de España llevaron a cabo las tareas de difusión de colecciones y de traducción (tales fueron los casos, por ejemplo, de la escritora Rosa Chacel, antes mencionada, y de Manuel Lamana, quien se encargó de traducir la obra de Sartre).
Así, las situaciones de guerras y exilios forzados a partir de los regímenes nazi y franquista impactaron en los modos de circulación cultural, local y regional, en este caso de las obras existencialistas. Y si bien, inicialmente, dichas obras circularon y se leyeron en francés, fueron traducidas al castellano casi de inmediato (Smaldone, 2013, 2020). En dicho contexto, Argentina inició la tarea de traducción y edición de la obra beauvoiriana antes que otros países latinoamericanos e incluso que España, donde el régimen totalitario franquista había proscripto a las/os filósofas/os existencialistas, incluidos Beauvoir y Sartre (Behiels, 2006; Corbí Sáez, 2010; Godayol, 2017).14
En relación con el contexto latinoamericano en general, la Revolución cubana (1959) igualmente marcó nuevos caminos en la cultura intelectual rioplatense, en especial para la militancia y el compromiso político. En este contexto, Casa de las Américas -fundada por la revolucionaria Haydée Santamaría Cuadrado, también en 1959- fue clave para la integración y la difusión de la literatura de Latinoamérica y del Caribe.
Pero para distintos países, el panorama fue cambiando hacia fines de los años sesenta y durante los años setenta. Entre varios hechos se destaca que España tomó otros rumbos políticos y económicos, sobre todo a partir de 1975, y en diferentes países latinoamericanos se fueron sucediendo los golpes de Estado cívico-militares, como en Uruguay y Argentina. Estos acontecimientos impactaron directamente en la cultura y en las condiciones productivas. En Argentina, la dictadura de 1966 -que se inició con el dictador Juan Carlos Onganía y, tras los pases de mando, se extendió hasta 1973-, dio el primer golpe a la industria editorial, conjuntamente a las detenciones, los asesinatos, la persecución política y el exilio forzado.
No obstante, puede observarse que, hasta principio de los años setenta, se registran algunas publicaciones argentinas de los escritos de Beauvoir, en consonancia con las novedades francesas. Asimismo, en esta época, la editorial Sudamericana pasó a tener mayor protagonismo, por ejemplo, con la edición de La vejez (1970) y Final de cuentas (1972).
En los años siguientes, las dictaduras casi simultáneas en Uruguay y Argentina golpearon de nuevo a la industria editorial y, en particular, a la intelectualidad y la militancia política. En junio de 1973, Uruguay sufrió un golpe cívico-militar que se extendió hasta 1985. Y el 24 de marzo de 1976, los militares dieron un nuevo golpe en Argentina, que se perpetuó hasta diciembre de 1983. Como se sabe, estas dictaduras cívico-militares se caracterizaron por el terrorismo de Estado y por instaurar el horror en la vida cultural, ligado a la sistemática violación de los derechos humanos. Este contexto arrasador, junto a medidas que tendieron a instaurar paulatinamente el modelo económico neoliberal, bastó para el desmembramiento de la cultura intelectual en general, y la red de editoriales y librerías en particular.
Pese a este contexto, en 1980, Sudamericana reeditó algunos de los libros y sacó a la luz Cuando predomina lo espiritual, a solo un año de su difusión en Francia. En 1983 -al finalizar la última dictadura militar en Argentina-, esta misma editorial publicó La ceremonia del adiós.
Subrayo que las etapas de golpes cívicos-militares, como también de exilio, impactaron considerablemente en la cultura de Argentina y Uruguay, al igual que en otros países latinoamericanos bajo regímenes dictatoriales -en los casos de Brasil (1964-1985) y Chile (1973-1990)- en lo que aquí respecta a la circulación y las estrategias de lectura, recepción y resignificación de la obra literario-filosófica de Simone de Beauvoir y de otras autoras clave para los feminismos al Sur de América.15
En estos escenarios que recorren diferentes épocas del contexto nacional y rioplatense en general, sitúo el interés de las editoriales que llevaron adelante la publicación y la difusión de los escritos de Beauvoir, como también la tarea y la praxis de sus traductoras y traductores. Por una parte, en cuanto al trabajo y en materia de políticas editoriales -y, en específico, respecto de la toma de decisiones acerca de la selección de determinados textos-, resalto el rol de las editoras Victoria Ocampo y María Rosa Oliver, antes aludidas, sobre todo vinculadas al proyecto cultural y político Sur (revista y casa editorial). Asimismo, no quiero dejar de mencionar que otros editores, como Gregorio Schvartz, librero y responsable de la editorial Siglo Veinte, tuvieron un rol fundamental en la tarea de difusión en castellano de la obra de Beauvoir (Bellucci, 2019).
Por otra parte, junto a la tarea de estas editoriales, destaco el trabajo y la praxis de las traductoras y los traductores, en tanto ponen en evidencia la ampliación de la recepción beauvoiriana, sobre todo al tener en cuenta a aquellas “lectoras-traductoras-escritoras”. Vale observar que muchas de las lectoras beauvoirianas leían en francés y, algunas de ellas, fueron quienes tuvieron la iniciativa de seleccionar los escritos y traducirlos. Así, resulta importante evidenciar el rol de las lectoras tempranas (en francés), antes de difundirse dichos escritos en castellano en la región del Río de La Plata.16
En cuanto a sus traductoras oficiales -y si bien María Rosa Oliver fue la primera traductora del artículo publicado en Sur-, la escritora argentina Silvina Bullrich fue, a partir de la década de los cincuenta, una de las más requeridas por las editoriales y prolífica en su tarea, en especial en la traducción de la obra beauvoiriana. Entre sus traducciones de los escritos ya aludidos, alrededor de los años cincuenta y sesenta, se hallan: Todos los hombres son mortales, La invitada, Los mandarines y Memorias de una joven formal. En los años sesenta tradujo La plenitud de la vida; hizo una revisión de El marqués de Sade (ya traducido por J. E. de la Sota en 1956) y, seguidamente, diferentes editoriales reeditaron la obra beauvoiriana traducida por la escritora argentina.
Luego, además de Oliver y Bullrich, se encuentran los nombres de Ida Vitale, traductora de Final de cuentas (1972); Aurora Bernárdez,17 traductora de La vejez (1970); María Elena Santillán, traductora de Una muerte muy dulce (1965); y Dolores Sierra, quien, junto a Néstor Sánchez, tradujo La mujer rota (1968). Me detendré especialmente en las actividades de algunas de estas “traductoras-escritoras”, al entrelazarse en las redes de intercambios y relaciones (intelectuales, afectuosas y políticas) en diferentes momentos y contextos históricos, principalmente de Argentina y del Río de La Plata.
Pero antes quiero completar la lista que integran los demás traductores: uno de los más reconocidos, junto a las traductoras y escritoras mencionadas, es Juan José Sebreli, quien tradujo Norteamérica al desnudo, Para qué la acción y El existencialismo y la sabiduría de los pueblos. Otro de los traductores y escritores reconocidos fue José Bianco, quien tradujo Hermosas imágenes y Cuando predomina lo espiritual. Además, entre estos primeros traductores de los textos de Beauvoir -y también de otros/as autores/as existencialistas, sobre todo de Sartre y Camus-, figuran: Aníbal Carlos Leal, Ezequiel de Olaso, Floreal Mazia, Francisco Jorge Solero, Hellén Ferro, J. E. de la Sota, Jesús Sanjosé Carbajosa, Osiris Troiani, y Pablo Tischkovsky Blant -conocido como Pablo Palant-.18
En términos generales, estas traductoras y estos traductores fueron, además, filósofos (Olaso y Sebreli), escritoras/es y críticas/os literarias/os (Bullrich, Bernárdez, Bianco, Mazia, Oliver, Sánchez, Sebreli, Solero, Vitale); y, algunas/os de ellas/os, igualmente, abogados (Palant), periodistas y críticas/os de cine y teatro (Bullrich, Ferro, Sánchez, Troiani y Vitale). Asimismo, muchas/os tuvieron un marcado compromiso político, por ejemplo, por su militancia marxista, al vincularse o afiliarse al Partido Comunista (como Mazia, Oliver, Palant y Vitale), o al sentar las bases para la organización de mujeres (Oliver) y del Frente de Liberación Homosexual (Sebreli y, en alguna medida también, Bianco). Incluso, en varios casos aparecieron sus nombres en “catálogos” o “listas negras” que, como el Index del Vaticano, sirvieron a los grupos de derecha y “anticomunistas” -como la Federación Argentina de Entidades Democráticas Anticomunistas- para perseguir el trabajo de intelectuales y artistas, como fue la situación que vivió María Rosa Oliver (Clementi, 1992, p. 156). Por el contrario, algunas/os tuvieron una posición liberal o “reaccionaria”, y hasta se mostraron afines con determinados gobiernos dictatoriales, como fue el caso de Silvina Bullrich (Mucci, 2003). Algunos de estos aspectos los retomo en el apartado 3, al centrarme específicamente en las actividades y las producciones de algunas de las “traductoras-escritoras”.
Ahora bien, ante lo desarrollado hasta aquí, me interesa ahora recuperar algunas de las preguntas planteadas en la “Introducción”: ¿en qué medida se puede hacer referencia a un público lector beauvoiriano? ¿Hay un vínculo entre el ingreso de la obra beauvoiriana y la del existencialismo en general? Si bien no busco aquí dar respuestas concluyentes, me parece importante hacer algunas consideraciones al respecto: por una parte, destaco que la difusión inicial en las revistas, como en los periódicos y los diarios antes mencionados, principalmente a partir del rol de sus agentes (editoras/es, traductoras/es y comentaristas), pone en evidencia que el ingreso de la obra de Beauvoir en lengua castellana estuvo por completo emparentada a la difusión de la obra existencialista en general.
Por otra parte, lejos de afirmar que, en la recepción de las obras y la filosofía existencialistas y, en particular, de la obra literario-filosófica de Simone de Beauvoir, estas son reductibles a lecturas de moda o a cuestiones de esnobismos intelectuales, pienso que dicha recepción pone de manifiesto la potencialidad de un público lector diverso por sus pensamientos, ideales y, también, por sus compromisos culturales, sociales y políticos. Así como la recepción del pensamiento sartreano desde sus inicios estuvo marcada por el interés de las temáticas especulativas -propias de la ontología y la ética- y por la crítica literaria del compromiso (Savignano, 2016), la recepción de la obra y la filosofía beauvoirianas se dio en simultáneo a las crecientes luchas por el reconocimiento, el ejercicio de la libertad y la búsqueda de emancipación (colectiva) de las mujeres, como también de las disidencias sexo-generizadas. Y hacia los años sesenta y setenta, dichas lecturas se vincularon, todavía más, a las militancias mujeriles y feministas.
3. Las lectoras, traductoras y escritoras: praxis, resignificaciones y constelaciones al Sur
La extensa producción narrativo-ensayística -en especial a partir de El segundo sexo- de Simone de Beauvoir se focaliza en poner en evidencia el lugar de otredad y la situación de opresión que viven las mujeres, al tiempo que desnaturaliza determinadas representaciones “femeninas”. Simultáneamente, la filósofa francesa revisa algunos conceptos clave del pensamiento existencialista, como otro, libertad y situación.
En particular, y en cuanto a su recepción inmediata, no es menor el estilo narrativo beauvoiriano que va desde un “yo (mujer)” ficcional, hasta un “yo” conjetural, al poner en evidencia las condiciones y las situaciones que viven las mujeres -como esposas y madres, obreras o burguesas, lesbianas y prostitutas, entre otras-. Esto es, ya sea en la narrativa o en los relatos testimoniales que son base para el análisis filosófico, la enunciación “yo (mujer)” reúne ficcionalmente las voces de diferentes mujeres, como también contiene muchas veces, a modo de indicio, la voz de la autora (Beauvoir) y sus propias experiencias.
Acorde con esto, a partir de mediados del siglo xx, tanto el estilo narrativo como la filosofía de Beauvoir se multiplicaron en las producciones de quienes la leyeron, así como de quienes la editaron, la tradujeron y difundieron. Pero igualmente surgieron divergencias de parte de quienes tuvieron un rol imprescindible en el horizonte de su traducción y recepción en castellano. De algún modo, esto se pone de manifiesto al considerar la praxis de las lectoras, traductoras y escritoras, como María Rosa Oliver, Silvina Bullrich e Ida Vitale, quienes a su vez conformaron redes intelectuales, afectivas y políticas en dichos horizontes.19
Sin lugar a duda, se destaca la figura de María Rosa Oliver (Buenos Aires, 1898-1977), ya sea por su condición de traductora (la primera en castellano), por su tarea de editora (en el proyecto cultural Sur) y, además, por su rol como lectora y escritora, puesto que recibió y resignificó la filosofía de Beauvoir en su propia obra.
Como ya lo mencioné, Oliver fue la traductora del artículo “Literatura y metafísica” (1947), publicado en la revista Sur. A partir de los años treinta, la creación y dirección de esta revista vinculó a Oliver con Victoria Ocampo. En 1936, además, ambas intelectuales se unieron en la fundación de la Unión Argentina de Mujeres. Dos años después, Oliver pasó a ser la presidenta de dicho movimiento feminista. Este movimiento, que unió aún más a ambas intelectuales y activistas feministas, tuvo como finalidad principal promover el voto “femenino”.20 Después de los años cuarenta, Oliver y Ocampo conocieron y se vincularon con Beauvoir, pese a que, como trascendió, fue la primera quien entabló mayor relación con la filósofa francesa y la segunda tuvo una posición más de “encontronazo” con la filósofa existencialista y marxista (Amícola, 2019; Clementi, 1992; Sarlo, 1998; Uzín, 1999).
En el caso de Oliver y su obra, se hace hincapié en el itinerario militante y viajero, sobre todo por su participación en “el mundo comunista de posguerra” (Becerra, 2013; Clementi, 1992; Petra, 2017; Valobra y Yusta, 2017), aunque, en esta etapa, donde Oliver abrazó las ideas comunistas, se produjo un distanciamiento con Ocampo, de ideas liberales.
Además de la relación entre ambas escritoras argentinas, hay que tener en cuenta la presencia de Josefa Pepa Freire junto a Oliver, quien tenía el rol de “asistente” o “ayudante” de la escritora y conferencista (Clementi, 1992). Ambas recorrieron varios países y participaron de diferentes movimientos internacionales. Y cabe suponer que, en sus viajes a Francia, Oliver y Freire se encuentran y se relacionan con Beauvoir.
A propósito de la militancia y el compromiso internacional de Oliver, en 1942 viajó a Estados Unidos y, como partidaria de la causa aliada, participó de la lucha contra del nazismo. Años después, junto a Freire, participó reiteradamente del Consejo Mundial de la Paz (entre los años 1948 y 1962). Vale señalar que, en algunos de los primeros congresos de dicho Consejo, estuvo presente también Sartre, entre otros filósofos y activistas (Clementi, 1992, pp. 143-144).
En el contexto de la Guerra Civil española, Oliver se solidarizó y brindó su ayuda a las/os exiliadas/os. Asimismo, viajó a Cuba, después de su Revolución, donde conoció a Ernesto Che Guevara. Por entonces, Beauvoir y Sartre también se reunieron con el Che y lo entrevistaron durante su viaje al país caribeño. Igualmente, Oliver se comprometió con la iniciativa cultural de Casa de las Américas.
Respecto de otras traducciones que Oliver realizó, sobre todo para Sur, se encuentra la obra de Waldo Frank (del inglés): City Block [1922 (1937)]. Con este escritor estadounidense, Oliver, junto a Victoria Ocampo, entabló un importante vínculo de amistad. Por otra parte, además de su trabajo como integrante del Consejo de redacción de Sur -y consultora editorial de Victoria-, colaboró para otros medios, como la revista Propósito (Clementi, 1992, pp. 89, 168).
Y en cuanto a las huellas de la recepción beauvoiriana en los escritos de Oliver -por ejemplo, en Mundo, mi casa (1965)-, destaco las concepciones acerca de las representaciones “femeninas” y los modos de vivir la corporalidad y la maternidad, sobre todo al tomar distancia de un “destino biológico” -en términos de El segundo sexo-. Asimismo, considero que, en la producción literario-ensayística de Oliver -especialmente de memorias-, influirán otros escritos beauvoirianos de época, como Memorias de una joven formal.
Otra grande traductora beauvoiriana fue Silvina Bullrich (Buenos Aires, 1915-Ginebra, 1990), quien contrariamente a María Rosa Oliver, presentó una compleja relación con las ideas y la posición política de la filósofa francesa, aunque la tuvo de “modelo”. En cuanto a su profesión, fue traductora luego de estudiar en la Alianza Francesa, título que le valió para ejercer la docencia en la asignatura de literatura francesa en la Universidad Nacional de La Plata. Fue escritora (de novelas, relatos y guiones para el cine argentino) muy leída en su época e integró la “Generación del sesenta y setenta”, entre las cuales se encontraron también las escritoras Marta Lynch y Beatriz Guido (Mucci, 2003).
Si bien se registra un trabajo profuso de traducción de la obra de Beauvoir, fue además la traductora de El tercer hombre de Henry Graham Greene, Bola de sebo de René A. Guy de Maupassant, y de escritos de otros autores, como Roger Peyrefitte.
En relación con su actividad periodística, ella misma la destaca como parte de su trayectoria profesional. En efecto, en el “Prólogo” al libro Historia de un silencio (en una nueva versión que reunió algunos de sus cuentos y nouvelles), la autora señala que
[…] el cuento es para mí un intermedio entre novela y novela, incrustado más o menos en medio de mi labor periodística en general como crítica de libros o narradora de viajes pues he recorrido el mundo entero impulsada no sólo por mi deseo sino por las circunstancias [...] por eso que en definitiva se llama destino. (Bullrich, 1976, pp. 11-12)
Su labor se centró en la crítica de teatro -inicialmente para programas radiales- y la crítica literaria en general para revistas como Claudia y suplementos de diarios como La Nación.
Además de sus viajes y el encanto por Francia, en la producción literaria de Bullrich también se da -como en el caso de Oliver- una resignificación de la filosofía de Beauvoir, pero sin estar exenta de importantes contradicciones y divergencias con la propia autora francesa. Así y todo, existen evidencias a partir del análisis de una serie de elementos (reseñas, declaraciones y sus mismas “memorias”) que me disponen a comprender que Beauvoir fue una escritora “referente” para la argentina.21
En efecto, resulta notable que, en Mis memorias (1980), Bullrich utiliza el término “nosotras”, que de algún modo incluye su propia voz y la de otras mujeres protagonistas de la historia. De esa forma, en una búsqueda estilístico-constructiva, da cuenta del malestar de las mujeres, sobre todo en la condición de “esposa-madre” -también en escritos como: Historia de un silencio (1949), Bodas de cristal (1951) y Los burgueses (1964)-. Asimismo, en sus memorias, la autora refiere a su no identificación con los estereotipos femeninos: “Nunca me gustaron las muñecas [...]. De haber nacido cincuenta años después me hubieran llevado a un psicoanalista y hubieran creído que tenía tendencias lesbianas” (Bullrich, 1980, pp. 22-23).
En estas memorias, Bullrich hace explícita la presencia de la filósofa francesa, cuando escribe:
Nací estrangulada por el cordón umbilical, naufragué a los trece años, estuve tuberculosa y pasé las mil y una como se verá a lo largo de esta confesión. Sin embargo estoy viva [...]. He sentido protecciones ultraterrenas, sutiles, inasibles, pero alguien desde el más allá me ha tendido la mano en los momentos en que todo se derrumbaba. Y oigo a Simone de Beauvoir que me dice:
¿Cómo quiere que crea en Dios, yo que he presenciado los horrores de los campos de concentración? Simone Weil22 también los vio y cree en Dios […] (Bullrich, 1980, pp. 74-75).
Por una parte, puede notarse una presencia de las ideas beauvoirianas en el texto, aunque no por eso exenta de contradicción con la filosofía de Beauvoir, representante del existencialismo ateo. Por otra, resulta importante resaltar aquí que dichas reflexiones se inscriben en el contexto de la dictadura militar en Argentina, momento en el cual se perpetraron desapariciones y asesinatos, y en el que existían los centros clandestinos de detención, como los campos de concentración del nazismo a los que alude Bullrich.
Pero si se trata de poner en evidencia las tensiones en torno a la figura de Beauvoir, resulta significativa la visión de la escritora uruguaya Ida Vitale (Montevideo, 1923). Como mencioné, Vitale tuvo un rol clave a inicios de los años setenta, al traducir el ensayo autobiográfico beauvoiriano: Tout compte fait (1972). Sin embargo, la autora ha declarado su poca simpatía que sintió por aquel entonces hacia la filósofa francesa (Smaldone, 2020).
Sin pasar por alto la visión de Vitale, considero que tanto su rol de traductora como, en general, su vasto trabajo intelectual, que inició a mediados del siglo xx -donde se entrecruzan la producción literaria, la praxis de la traducción y también la actividad periodística-, no pueden desvincularse del contexto de propagación del pensamiento existencialista francés por la región del Río de La Plata -que incluye, además, el intercambio constante, cultural y social, entre las ciudades de Montevideo y Buenos Aires-. Cabe destacar que entre los años 1955 y 1956, Vitale contó, además, con una beca para perfeccionarse en la lengua y la cultura francesa en La Sorbona, Francia.
En la trayectoria de Vitale se despliega una extensa lista de escritos traducidos de diferentes autores y autoras. Por ejemplo, del francés, además del ensayo de Beauvoir, tradujo algunos escritos de: Benjamin Péret, Emil Cioran, Gaston Bachelard, Guillaume Apollinaire, Jacques Lafaye, Jean Dubois, Jean Genet, Jean Lacouture, Jules Supervielle, Max Jacob y Molière. Del italiano tradujo obras de: Eugenio Montale, Luigi Pirandello, Mario Praz, Massimo Bontempelli, Pier Paolo Pasolini y Salvatore Quasimodo. Vitale también tradujo algunos textos del inglés, correspondientes a Djuna Barnes, John Millington Synge y John Osborne.
De esta escritora, destaco su práctica de traductora, en este caso de un ensayo de Beauvoir, en tanto se conjuga con su propia obra literaria, especialmente la poética. En ese sentido, hago hincapié en determinados aspectos: el valor de la memoria a partir de las experiencias vividas; las apreciaciones acerca de la libertad, sobre todo ligada a la experiencia de la soledad; y, simultáneamente, la enunciación “yo-mujer” (“yo-sola”, “ti misma”) como una forma, aunque moderada, de habilitar las experiencias y las voces de las mujeres. Estos elementos expresan, en la forma de permeabilidades, determinadas resignificaciones literario-filosóficas (como las vinculadas a las lecturas beauvoirianas) y, además, los diversos “saberes” que se sitúan en diferentes contextos de épocas.
En este punto retomo las investigaciones genealógicas de Foucault. En términos del autor:
Por saberes sometidos entiendo dos cosas: por una parte, quiero designar los contenidos históricos que han estado sepultados, enmascarados en el interior de coherencias funcionales o en sistematizaciones formales. […]. En segundo lugar, por saberes sometidos, pienso que debe entenderse también otra cosa y, en cierto sentido, una cosa diferente: toda una serie de saberes calificados como incompetentes, o, insuficientemente elaborados: saberes ingenuos, inferiores jerárquicamente al nivel del conocimiento o de la cientificidad exigida (Foucault, 1979, pp. 128-129).23
Siguiendo de algún modo dichas investigaciones foucaultianas, resultan importantes determinados géneros y producciones (por ejemplo: la poesía, las memorias, los diarios íntimos), a veces catalogados como “femeninos”, y que en función de las jerarquías patriarcales han sido considerados “saberes sometidos” o “saberes ingenuos”. Estos ponen de manifiesto algunas voces disidentes o disonantes que, de algún modo, implican “saberes” locales y de época.
Así, en primer lugar, traigo a colación el poema “Sobrevida”, correspondiente al libro Palabra dada que Vitale publicó en 1953:
Dame noche
las convenidas esperanzas,
dame no ya tu paz,
dame milagro,
dame al fin tu parcela,
porción del paraíso
[...]
dame, noche, verdad
para mí sola
tiempo para mí sola,
sobrevida (2017, p. 456).
Puede notarse aquí la vinculación entre la experiencia de la soledad -como parte de la condición humana- y la proyección de libertad. Y, en simultaneidad, sobresale una voz (en femenino).
Para cuando Vitale edita este libro, había ya comenzado su trabajo como periodista-como cronista, reportera y, en algunos casos, como fundadora y codirectora de múltiples revistas, periódicos y diarios latinoamericanos-. Por entonces, y en adelante, Vitale desempeñó su trabajo de traductora -del francés, el italiano, el inglés y, además, del portugués- para distintas editoriales y para varias revistas uruguayas, latinoamericanas y europeas, como: Plural (dirigida por el escritor Octavio Paz, desde 1971 hasta 1976); La Revista de la Universidad de México (fundada en 1930); Diorama (creada en 1949 como suplemento cultural del periódico mexicano Excelsior) y Vuelta (fundada en 1976 también por Octavio Paz). En varias de estas publicaciones mexicanas, Vitale se incorporó al encontrarse en condición de exiliada política (Vitale, 2019).
En este contexto rioplatense de mediados del siglo xx, la autora uruguaya entabló diversas relaciones intelectuales, políticas y, por supuesto, afectivas. Al respecto, Vitale recuerda su amistad con Oliver, al considerarla, además, “una escritora que sabía con quiénes y dónde tenía que vincularse y cómo enterarse de lo que sucedía” (Smaldone, 2020). Y al tener presente la militancia de Oliver en el Partido Comunista, Vitale comentó que si bien estuvo relacionada con escritores y escritoras pertenecientes a dicho partido, nunca aceptó integrarlo (Smaldone, 2020).
En 1960, la poeta publicó Cada uno en su noche. En el poema “Obligaciones diarias”, aparece el lugar de la memoria (el acordarse, el recordar, el no olvidar) que se enlaza, además, a la temática de la proyección de libertad, aunque condicionada por la situación de lo “doméstico”. A la vez, se pone de manifiesto el “cuerpo” en la cotidianeidad de las faenas: “Atenida a la sal, a la miel, / a la harina, al vino inútil, / pisa sin más la inclinación ociosa, / la ardiente gruta de tu cuerpo”. Así, las obligaciones domésticas se (nos) oponen al ejercicio de pensar; toda una cuestión de época donde la domesticidad -ligada a la representación de ser madre y esposa, como también al lugar de “la otra” del sujeto-varón- se presenta como “destino” para las mujeres, tema de análisis de El segundo sexo de Beauvoir.
Este poema, y el siguiente que he seleccionado, coinciden con los primeros pasos de aquellos grandes movimientos decisivos para la lucha feminista a nivel internacional: el Women´s Liberation Movement -en Estados Unidos- y el Mouvement de libération des femmes -este último en Francia y hacia 1970-. Y, como se sabe, El segundo sexo de Beauvoir fue uno de los escritos que más impactó en el desarrollo de estos movimientos feministas.
En cuanto a sus actividades, entre los años 1962 y 1964, Vitale participó de diferentes revistas, entre ellas la revista literaria Asir (de Uruguay), Crisis (de Argentina), Eco (de Colombia) y El pez y la serpiente (de Nicaragua). Además, entre los años 1964 y 1967, Vitale integró el jurado para Casa de las Américas, cuando aún su directora era Haydée Santamaría Cuadrado.
De los años setenta me interesa destacar el poema “Mujer con perro” -correspondiente al libro Oidor andante (1972)-. Aquí distingo un modo de encarnar la experiencia misma de la soledad -dicha condición humana, pero también una posibilidad de rehuir al “destino” de “ser mujer”-. Y de nuevo prevalece la enunciación (en femenino): “a ti misma”. A continuación transcribo algunos versos que dan cuenta de esto:
Puedes andar lentísima, detenerte inexacta,
correr de nada a nada,
mirar lo absurdo, lo perdido, lo inútil,
coser a cada noche su frío,
introducir sílabas de estar viva,
de empecinada renaciente,
parecerte a ti misma.
Tu perro es tu testigo y tu constante huérfano.
Por él la soledad te privilegia [...] (2017, p. 415).
En el mismo año que Vitale publicó Oidor andante, tradujo el ensayo Tout compte fait que la editorial argentina Sudamericana publicó bajo el título Final de cuentas (1972). Como recordó la autora, dicha traducción la hizo por encargo de la editorial; le dieron un plazo de alrededor de dos meses y, luego, ella misma viajó a Buenos Aires y entregó el trabajo de traducción finalizado. Dicha elaboración no le significó mayor esfuerzo, ya que, como explicita Vitale, “[Beauvoir] escribía correctamente. Para una traductora era perfecto porque las páginas salían traducidas muy rápido” (Smaldone, 2020).
Este ensayo, producto de la vida ya madura de la escritora y filósofa francesa, pasó a conformar el vasto corpus de sus traducciones en lengua castellana. En las primeras líneas del “Prólogo” de dicha edición, puede leerse:
Cuando apareció mi ensayo La vejez, algunos críticos y algunos lectores me reprocharon no haber hablado más de mi vejez. Esta curiosidad me pareció que a menudo provenía de una especie de canibalismo más que de un verdadero interés. Sin embargo me ha animado a completar mi autobiografía. Cuando más me acerco al término de mi existencia, más fácil me parece abarcar en su conjunto ese extraño objeto que es una vida: intentaré hacerlo al comienzo de este libro. (Beauvoir, 1972, p. 9)
Por entonces, Vitale continuó su trabajo en diferentes medios, como el periódico uruguayo Acción. Pero, en 1974, sus actividades en su país natal se interrumpieron con el golpe cívico-militar. En este contexto, Vitale, junto a su familia, se vio obligada al exilio. Ya en México, reanudó su actividad intelectual, también marcada por el compromiso político, e integró el comité asesor de la revista Vuelta, ya mencionada, por iniciativa de Octavio Paz. A partir de 1977 participó en la fundación y trabajó en otro periódico mexicano: Unomásuno, fundado por Manuel Becerra Acosta.
Posteriormente, Vitale publicó el poemario Jardín de sílice (1980). De aquí traigo a colación el poema que lleva el mismo título. Mediante un epígrafe, Vitale recuerda a la poeta chilena Gabriela Mistral, influyente desde los inicios de su escritura. Y, a continuación, pone de manifiesto el lugar de la memoria. Se trata de “un pasado que pulveriza las raíces, / que alisa el luto / y nos despide” (2017, p. 373). La memoria de este pasado aparece en conjunción con la cuestión de la libertad -“apenas memoriales donde hubo un aire libre” (2017, p. 373)-. No obstante, esa “mujer” parece vivir un ocaso y, simultáneamente, la experiencia de soledad y desesperanza contrasta con las experiencias y el proyecto de libertad del poema “Sobrevida”.
En efecto, desde el primer poema seleccionado hasta el último hay casi treinta años de distancia y eso se expresa en matices estéticos, filosóficos y políticos. Además, en dicho recorrido, acorde con determinados momentos de la producción vitaleana, pueden hallarse algunos elementos y rasgos más próximos a las recepciones de época de las temáticas e ideas beauvoirianas y feministas.
Más allá de la mayor o menor intensidad receptiva que se pueda poner en consideración -tanto en el caso de la literatura de Vitale como de otras traductoras y escritoras-, subrayo que existen permeabilidades epocales que expresan, además, las valoraciones sociales en torno al cruce entre la práctica de la traducción, determinadas lecturas y resignificaciones literario-filosóficas. Y es que estos roles y estas praxis de las lectoras-traductoras-escritoras se han encontrado muchas veces con/en los márgenes (lo feminizado) y, desde allí, también en tensión o pugna por lograr reconocimiento e inclusión, a pesar de los enmascaramientos, de los silencios y los silenciamientos.
4. Conclusiones
A partir de esta aproximación histórico-cultural acerca de la llegada de la obra beauvoiriana al Sur de América, remarco que existe una fusión entre la configuración del horizonte de recepción y el horizonte de traducción de la obra extranjera. En dicha fusión se reconoce el rol y la praxis de las traductoras-escritoras (en algunos casos, además, periodistas, docentes, críticas literarias y militantes), que incluye la confluencia de sus lecturas, el trabajo específico de traducción, las políticas editoriales y de difusión, y sus múltiples recepciones -pero también las contradicciones y tensiones- en relación con la obra y la filosofía de Simone de Beauvoir.
En un aspecto, dicha confluencia resultó particularmente productiva en nuestros escenarios culturales y políticos latinoamericanos de ampliación de la participación de las mujeres, como también tuvo una paulatina visibilidad, en el espacio público, de las disidencias sexo-generizadas. Y es que los textos beauvoirianos fueron cruciales en dicho contexto de recepción porque, fundamentalmente, se focalizaron en la situación de opresión que viven históricamente las mujeres, pivotearon en la desnaturalización de determinadas representaciones de lo “femenino” y abrieron un posible camino para el proyecto de emancipación.
Por otra parte, resulta importante comprender que los intereses en torno a las lecturas y las recepciones argentina y rioplatense de la obra beauvoiriana fueron de lo más diversos y dispares. Así, tengo en cuenta las tensiones políticas y culturales entre sus lectoras (entre ellas, traductoras, editoras y escritoras), especialmente por razones de pertenencia de clase o ideológica (por ejemplo, la filiación comunista de María Rosa Oliver, y, en contraposición, la posición liberal de Victoria Ocampo). Además, dichos posicionamientos respecto de la pertenencia de clase o ideológica fueron decisivos en los modos de leer, resignificar o hasta para vincularse con Beauvoir y su filosofía. Subrayo que el interés y las posibilidades de recepción, sobre todo entre las traductoras-escritoras dejaron de manifiesto importantes contradicciones (por ejemplo, en las memorias de Silvina Bullrich) o, en determinados casos, existió muy poca empatía en relación con la figura y el pensamiento de Simone de Beauvoir, particularmente al considerar las declaraciones recientes de Ida Vitale (Smaldone, 2020).
En este sentido, retomo la pregunta inicial que quedó pendiente: ¿se pueden registrar determinados rasgos comunes entre algunas de las lectoras-traductoras-escritoras (Oliver, Bullrich y Vitale), sobre todo al tener como punto de partida sus lecturas, traducciones, intercambios o resignificaciones en torno a la obra de la pensadora francesa en dicho contexto regional y de épocas? Considero que, por un lado, la recepción de estas autoras no estuvo exenta de las exclusiones, los silencios/silenciamientos, la heterogeneidad y también las contradicciones/tensiones entendidas epocalmente. Así y todo, por otro lado, insisto que el estilo, las temáticas y las ideas beauvoirianas fueron influyentes (en mayor o menor medida) para una parte importante de las producciones de sus traductoras-escritoras, pero en concreto, tomaron la forma de permeabilidades epocales en sus saberes y manifestaciones múltiples. De este modo, el rol y la praxis de las lectoras-traductoras-escritoras -conjuntamente con sus saberes- constituyen una pieza preciada para comprender la conformación del horizonte de la recepción-traducción de la obra de Simone de Beauvoir al Sur de América.
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Anexos



Notas