Entrevista

Diálogo con Ida Vitale: trayectorias, memorias y su trabajo de traducción de una obra de Simone de Beauvoir en los años setenta*

Mariana Smaldone
Universidad Nacional de Luján, Argentina

Diálogo con Ida Vitale: trayectorias, memorias y su trabajo de traducción de una obra de Simone de Beauvoir en los años setenta*

Mutatis Mutandis. Revista Latinoamericana de Traducción, vol. 13, núm. 2, pp. 527-536, 2020

Universidad de Antioquia

Recepción: 24 Enero 2020

Aprobación: 20 Febrero 2020

1. Introducción

La escritora montevideana Ida Vitale (2 de noviembre de 1923) se destaca por su prolífera actividad intelectual como poeta, ensayista, periodista, crítica literaria y, además, por su enorme legado como traductora. Y aunque la autora prefiere desalinearse de una corriente literario-artística, se tiende a situarla en la “Generación del 45” o “Generación Crítica”, junto a otras escritoras y otros escritores, tales como Idea Vilariño (1920-2009), Mario Benedetti (1920-2009), Carlos Maggi (1922-2015) y Ángel Rama (1926-1983).1 Durante su juventud estudió humanidades en Montevideo, su ciudad natal, y se perfeccionó en la lengua y la cultura francesas en La Sorbona, Francia. Ejerció la docencia como profesora de Literatura en distintos institutos de enseñanza secundaria en Montevideo hasta los años setenta y, luego en México, durante su exilio por la última dictadura militar en Uruguay (1973-1985).

Si bien sus dos grandes referentes literarios fueron los españoles José Bergamín (1895-1983) y Juan Ramón Jiménez (1881-1958), algunas poetas fueron muy influyentes en su trayectoria, entre ellas las uruguayas María Eugenia Vaz Ferreira (1875-1924) y Delmira Agustini (1886-1914), y la chilena Gabriela Mistral (1889-1957), a quien comenzó a leer en la escuela. Además, Ida Vitale tiene un especial reconocimiento por la obra de otras escritoras coetáneas, como Elena Garro (1916-1998), a quien conoció en México, y el grato recuerdo de María Rosa Oliver (1898-1977), destacada escritora, traductora y militante feminista y comunista argentina (Becerra, 2013; Smaldone, 2015; Petra, 2017; Valobra y Yusta, 2017).

Como Oliver, Ida Vitale integró el grupo de las primeras traductoras al castellano de la obra de Simone de Beauvoir, principalmente entre los años 1940 y 1980, período que coincide con la proliferación de las publicaciones en vida de la filósofa y escritora francesa. A su cargo estuvo la traducción del ensayo autobiográfico Tout compte fait que la editorial argentina Sudamericana publicó bajo el título Final de cuentas (Beauvoir, 1972), el mismo año en que se publicó en Francia.

El trabajo de Ida como traductora -del francés, el italiano y también del inglés y el portugués- ha brindado la posibilidad de leer en castellano la poesía, la narrativa, la ensayística y la dramaturgia, así como también la teoría estética y crítica, de otros autores y otras autoras. Por ejemplo, ha traducido del italiano obras de Luigi Pirandello (1867-1936), Massimo Bontempelli (1878-1960), Salvatore Quasimodo (1901-1968), Pier Paolo Pasolini (1922-1975), Mario Praz (1896-1982) y Eugenio Montale (1896-1981). Del inglés, obras correspondientes a John Millington Synge (1871-1909), Djuna Barnes (1892-1982) y John Osborne (1929-1994). Del francés, ha traducido textos de Molière (1622-1673), Max Jacob (1876-1944), Benjamin Péret (1899-1959), Jean Genet (1910-1986), Jacques Lafaye (1930), Jean Dubois (1920-2015), Guillaume Apollinaire (1880-1918), Gaston Bachelard (1884-1962), Jules Supervielle (1884-1960), Emil Cioran (1911-1995), Jean Lacouture (1921-2015), y, como señalé antes, de la filósofa Simone de Beauvoir. Asimismo, Ida también se dedicó a la traducción en castellano de textos de otras áreas del conocimiento, como medicina y sociología.

Vale subrayar que su legado como traductora se conjuga con su importante producción literaria, en particular poética y ensayística. Contamos con sus nuevas publicaciones: El abc de Byobu (2018a [2004]) y Shakespeare Palace… (2019 [2018]), entre muchas otras reediciones recientes de sus libros. Se cumplieron, además, setenta años de la primera publicación de su poemario La luz de esta memoria (1949), al que le siguió su segundo poemario, Palabra dada (1953). Así, en su amplia producción, a partir de los años cuarenta, se hallan una veintena de libros de poesías, ensayos, antologías, o que contienen sus prólogos, y también artículos publicados en diferentes medios literarios y culturales. En este momento, la autora se encuentra escribiendo su próxima novela; así lo adelantó en la presente entrevista.

En cuanto a su trabajo como periodista, reportera, fundadora y codirectora de múltiples revistas, periódicos y diarios latinoamericanos, se destaca su paso por: Clinamen, entre 1947 y 1948; Marcha (semanario fundado en 1939); Época, entre 1962 y 1964; y el periódico uruguayo Acción, en la década del setenta. Asimismo, participó de algunos medios gráficos europeos, como Écriture de Lausana, y Carte Segrete de Roma. Con el golpe de estado cívico-militar en Uruguay, a partir de 1973, la escritora se vio obligada a exiliarse junto a su compañero Enrique Fierro (1941-2016). Y, en 1974, ya viviendo en México -país que recibió a compatriotas de Uruguay, Chile y Argentina, entre otros países bajo las dictaduras militares alrededor de los mismos años-, Ida Vitale pasó a integrar el comité asesor de la revista Vuelta, por iniciativa de Octavio Paz (1914-1998). Por aquel entonces, también participó en la fundación y trabajó en el periódico Unomásuno (a partir de 1977).

Además, continuó dedicada a la enseñanza, impartiendo un seminario en El Colegio de México. Cuando regresó a Uruguay, al término de la dictadura militar en 1984, Ida Vitale participó en el semanario Jaque y fue parte del consejo editorial de la revista Poética.

Respecto de la publicación de sus traducciones, muchos de estos trabajos se difundieron en revistas especializadas, tales como Plural, Revista de la Universidad de México, Diorama de la Cultura -suplemento del periódico Excelsior- y en Vuelta. Vale destacar que además participó en diversas conformaciones de jurados, particularmente para certámenes literarios, por ejemplo, para Casa de las Américas en La Habana, Cuba, entre los años 1964 y 1967, cuando su directora era Haydée Santamaría Cuadrado (1923-1980).

El 13 de octubre de 2019, Ida Vitale fue declarada Ciudadana Ilustre de Montevideo y en 2018 recibió el Premio Cervantes (con acto de entrega el día 23 de abril de 2019 en la Universidad de Alcalá). Estos premios se suman a varios otros, como el ix Premio Internacional Octavio Paz de Poesía y Ensayo (2009), el Premio Alfonso Reyes (2014), el xxiv Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (2015), el Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca (2016), el Premio Max Jacob (2017) y el Premio fil de la Literatura en Lenguas Romances (Feria Internacional del Libro de Guadalajara México, 2018).

Resulta notable el valor que Ida le da a la memoria, personal y colectiva, y al legado de ideas y pensamientos en nuestras culturas. Precisamente, en su libro El abc de Byobu (2018a), el personaje tiene una serie de recuerdos sobre una hoja impresa que decía: “Estos son pensamientos propios”, y, seguidamente, se abre la siguiente reflexión: “todos tendemos a llamarle ‘propios’ a los nuestros, aunque nadie puede estar seguro de que los pensamientos que descubre en su cabeza lo sean: cualquiera puede venir flotando en la universal correntada, de una criatura en otra, de un tiempo en otro. A él le constan las frecuentes desazones que padece por encontrar las palabras que él tenía por cultivadas y recogidas en huerto propio, ya escritas, aproximadamente o mejor, en lo ajeno” (2018a, p. 75).

Aprecio enormemente la atención y tan cálido recibimiento que me brindó Ida Vitale -a sus ya casi noventa y seis años- en su casa de Montevideo, el 8 de octubre de 2019.

2. Primeras memorias e historias con mujeres

Mariana Smaldone (MS): Ida, quisiera comenzar a dialogar con usted acerca de la memoria. Precisamente, en su reciente publicación Shakespeare Palace… (2019[2018]), comienza con una aclaración:

No pretendo presentar como memorias las páginas que siguen, aunque estén determinadas por la mía. Aquellas suelen pretender una ejemplaridad, un zumo moral exprimido de los recuerdos que se ofrecen. No es esa mi intención, si bien todo lector tiene el derecho a utilizar lo que lee tanto como lo que vive para pensar lo suyo. (p. 11)

Y luego (respecto a una charla con los escritores Juan José Arreola y Antonio Alatorre), usted escribe:

Me hacen sentir indiscreta, porque este ir un poco a ciegas al fondo de la memoria, en busca de lo que salga, es una inserción en lo privadísimo humano. El esfuerzo de esas zambullidas en el pasado es una gimnasia, un buceo que no se sabe qué traerá a la superficie. (p. 24)

¿Cuál es el sentido para usted de hacer una autobiografía y el valor de las memorias?

Ida Vitale (IV): En el caso de este libro, Shakespeare Palace..., la cuestión de la memoria es más bien parcial, respecto de ese tiempo de vivir en México. Pero en general, las memorias empiezan cuando uno empieza a tener, justamente, memoria. Para mí tienen sentido; me parecen la manera más directa de llegar al escritor, partiendo de la base de que no es tramposo. Está contando su verdad, que, naturalmente, nunca es una verdad absoluta. Esta verdad siempre pasa por el recuerdo, por la simpatía. En este caso, una simpatía por la ciudad y por la gente. Siempre es un modo de percibir algo. En general, yo supongo que una escribe una memoria cuando quiere destacar algo que fue especialmente importante. Si no la memoria tiende a ser aburrida, para escribirla y para quien la lee.

MS: ¿Está pensando en su amplio público lector que, además, lo conformamos diferentes generaciones?

IV: Te confieso que nunca pienso en lo amplio del público... Más bien pienso: “qué raro que empiece leyendo, en este caso uno de mis libros, y no lo deje a mitad de camino, por puro aburrimiento”. En el caso de Shakespeare Palace..., este libro quedó incompleto. Imagínate, fueron once años en los que conocí a mucha gente. En un determinado momento una se movía en un medio intelectual y cultural, y también afectivo, del cual luego una se alejaba. Yo hice mucho periodismo: eso me llevaba a estar cerca de un diario, después cerca de otro. Los diarios se acababan o surgían otros. Por ejemplo, durante mi exilio en México, en 1977, trabajé en Unomásuno (fundado por Manuel Becerra), que, en primer lugar, me quedaba a cuatro cuadras de casa. Era muy cómodo trabajar allí y sobre todo por el entorno de relaciones que se fue generando.

MS: Tanto en su obra como en entrevistas que le han hecho, usted menciona a integrantes de su familia (como su tía Ida y su abuela), así como también a autoras y autores, en especial Delmira Agustini, María Eugenia Vaz Ferreira, Gabriela Mistral y Juan Ramón Jiménez, que influyeron o tuvieron alguna vinculación con su trayectoria profesional e intelectual: ¿podría contarnos con más detalle acerca de algunas de esas mujeres?

IV: Por un lado, en la familia, rescato la presencia y la relación con mi tía Débora Vitale, también con mi abuela paterna, e indirectamente, por el relato de esta abuela, está presente mi tía Ida. Precisamente, Débora Vitale, era la directora de la escuela a la que yo asistí. Otra tía, Ida, que murió antes de que yo naciera, era bióloga, digamos “bichera”. Mi abuela siempre la nombraba. Esta abuela, Galinda Crespo, y mi abuelo Vitale, tuvieron catorce hijos. Mi abuelo, que era abogado, muere antes que mi abuela. En realidad, a mi abuelo lo mataron, siendo muy joven. El defendía a un señor, a un cliente, ganó el pleito y el perdedor le pegó un tiro a mi abuelo. Y así fue como mi abuela quedó sola, encargada de la casa, con catorce hijos, entre ellos mi padre. Entonces, las hijas mayores -entre ellas Clelia e Ida- tuvieron que estar al frente de la casa también. Clelia era una mujer encantadora -creo que intuyó que iba a tener que ayudar a la crianza de todos esos hermanos-, y se casó con un militar y se fue a vivir en el interior del país. El militar era odiado en la familia -más que todo por mi abuela- por su soberbia. Porque, por ejemplo, si llegaba a la casa, debía lustrarle los zapatos, y yo siempre trataba de hacerme la tonta para no hacerlo. Mi tía Clelia era la que preparaba a las maestras y maestros que viajaban a Montevideo para dar los exámenes y recibirse. Y también estaba mi tía Débora, de la que ya hablé, que era directora de escuela. Débora Vitale (una calle lleva su nombre) se dedicó toda la vida a la educación y murió siendo directora de la escuela República Argentina -de mucho prestigio entre las escuelas públicas de Montevideo-. Trabajaba doble turno. Y yo la tuve de directora, pero era horrible [risas], porque donde había un barullo, si me veía a mí, me mandaba al escritorio. Tenía que ser perfecta para que no me llovieran los retos.

MS: Sin embargo, entre las mujeres de su familia y de su entorno social, su tía Débora fue una de sus referentes…

IV: Sí, claro, y era muy querida. Durante mi infancia, en el año había dos fechas importantes: la Navidad o fin de año, y el día del cumpleaños de mi tía que era el 29 de agosto. Porque, incluso, las vecinas y los vecinos se acercaban a nuestra casa para saludarla y le traían flores. Recuerdo que entré a la escuela primaria con mucho entusiasmo, pero en tercer año, cuando tenía alrededor de ocho años. Porque el primero y el segundo grado los hacía en casa, y era aburridísimo. Durante esos primeros años de educación en mi casa me dejaban los deberes y tenía un tío que estaba enfermo y me ayudaba a resolverlos. Después, mi tía Débora llegaba de trabajar y, antes de cenar, revisábamos los deberes. Recuerdo que, además, en esta escuela, a fin de año, participábamos de obras de teatro. Yo trabajé en tres obras.

MS: ¿Y qué otros recuerdos usted tiene de su abuela y de otras mujeres de la familia?

IV: Mi abuela Galinda Crespo nació en Uruguay, pero su madre y su padre eran inmigrantes españoles. Ella estudió cuando vivía en Colonia y, en aquella época, terminar la escuela suponía ya estar capacitada para enseñar a leer y a escribir. Contaba muchas historias y hablaba mucho sobre su hija Ida, mi tía, que había muerto. Estos dos sillones eran de ella [Ida señala la mecedora donde está sentada y otra similar cerca suyo]. Mi abuela se sentaba en uno y yo enfrente, para escucharla. A la hora de la siesta allí se dormía. En esa época, una absorbe las historias familiares con total inconsciencia. A mí me divertía mucho ir de paseo con mi abuela. Se había caído dos veces, tenía resentido un poco el hombro, y no quería andar en autobús; entonces caminábamos mucho. Íbamos a la casa de familiares y me divertía ahí oyendo los cuentos. De mi tía Ida heredé la biblioteca y su cuarto. Yo tendría alrededor de trece años y ya estaba en el Liceo. En ese cuarto mi tía tenía un mueble con muchas cajitas blancas con especímenes de animales o vegetales; y yo todas esas cosas las cuidaba, para mí eran muy importantes. Por otra parte, en la biblioteca de mi tía había libros de Delmira [Agustini] y de María Eugenia [Vaz Ferreira] que, además, era amiga de mi tía. También había libros italianos y franceses que yo no podía leer en ese momento, pero ese tío que tenía una infinita paciencia me leía y traducía.

3. Formación, afectos y trabajo intelectual

MS: ¿Cómo continuó su formación intelectual? Y, principalmente ¿cómo aprendió los idiomas que usted no solo conoce, sino que han sido sus herramientas en su trabajo de traductora?

IV: Comencé a aprender idiomas, especialmente el francés y el italiano, en el Elbio Fernández, colegio privado, laico y de origen masónico. Poco antes de mi ingreso, este liceo era exclusivamente de varones. Pero se creó la sección femenina, aunque de todas maneras funcionaba aparte. El liceo de varones funcionaba sobre la calle Maldonado y la sección femenina sobre Canelones. Nos comunicábamos por un corredor. Para los actos escolares íbamos dos chicas, generalmente, a buscar la bandera que la seguían teniendo en la sección varones. La iniciativa de crear el liceo para las jóvenes surgió de Débora. Las jóvenes que terminaban la escuela a veces se casaban. Faltaba ofrecerles una sección educativa que les brindara conocimientos, por ejemplo, en historia, literatura, economía “doméstica” -como se llamaba en esa época-. Había asignaturas de este tipo pensando en las jóvenes que iban a casarse y serían madres inmediatamente -que era la visión y el criterio de la época-; pero a la vez, mi tía Débora dijo: “hay algunas que van a trabajar”. Así, primero se creó la sección femenina del liceo y, luego, poco a poco, la escuela. La mayoría de las alumnas de la escuela República Argentina continuamos estudiando en la sección femenina del liceo Elbio Fernández. Al tiempo, también se creó la sección de comercio. Esto generó problemas, sobre todo para mi tía, que era la impulsora de estos avances en el liceo, porque no entusiasmaron a una parte, complementaria, de la institución. Y yo me fui con ella, luego vinieron los tres meses de vacaciones. Prácticamente, la sección femenina dio lugar al nuevo Colegio José Pedro Varela. Pero lo notable fue que, en el liceo Elbio, quedaron cuatro o cinco alumnas solas y las tuvieron que aceptar en la sección de varones. Volviendo a mi aprendizaje de idiomas, en francés tuvimos a Madame Boymier, por cinco años: cuatro años en el liceo y uno en preparatoria y me ganó de inmediato para la literatura francesa. De italiano había un solo año, en preparatoria, y nos cayó un personaje de novela: Clelia Ceccarelli, recién llegada de Italia, huyendo de la guerra y de Mussolini. Interrumpía la clase para beber leche de frasquito y comer uno o dos grisine. Tenía úlceras. Ella estuvo un año con nosotras, y al siguiente volvió a Italia, en el barco en el que se iban los diplomáticos que habían quedado aquí. Como italiana la creímos admiradora de Mussolini y hacíamos en el pizarrón la “V” de la victoria y, claro, ella, que no era tonta, dijo: “bueno, hoy, una vez en el año, no va a haber clases, yo voy a contarles mi historia”. Y nos contó que sus seis hermanos habían muerto en la primera guerra luchando del lado de Francia. A partir de ese día que nos habló, durante su clase no hubo un minuto que se perdiera. Nosotras la escuchábamos en silencio y aprendíamos italiano. Por algún lado todavía tengo esos cuadernos de italiano: llenos de gramática y gramática…

MS: ¿Y el portugués?

IV: Nunca estudié portugués con persona alguna, lo aprendí por mi cuenta. Lo fui aprendiendo al traducir, finalmente, por interés personal, ayudándome con libros de gramática y diccionarios. En general, aprendía traduciendo.

MS: ¿Este fue su método de aprendizaje principal?

IV: Claro, quería leer un libro, por interés, pero al estar en francés, italiano, inglés o portugués, por ejemplo, tenía que traducirlo para saber qué decía. Y también resolver las palabras o las frases más coloquiales, por ejemplo, que no tenían una traducción directa.

MS: Durante sus estudios en Humanidades ¿qué cantidad de población “femenina” había en los cursos? ¿Era minoritaria o mayoritaria?

IV: Había más mujeres que varones, creo. A los varones les parecía poco redituable, luego, el trabajo de dar clases de humanidades. En cambio, en ingeniería, sí había una mayoría de varones estudiantes. Hay que tener en cuenta que, cuando se creó la Facultad de Humanidades, empezaron a ingresar más mujeres. Y esto fue variando por razones económicas. Porque la mujer era considerada un complemento del hogar y que un hogar no se mantenía con lo que ganaba un profesor. Los muchachos buscaban algo que les diera más dinero, por ejemplo, estudiar ingeniería. Los sueldos eran iguales para mujeres y varones y, simplemente, el que daba más clases ganaba más.

MS: Ida, usted tiene una hija, Amparo Rama Vitale, y un hijo, Claudio Rama Vitale: ¿a qué edad fue madre y cómo vivió la relación entre el trabajo intelectual y la maternidad?

IV: Fui madre después de mis veinticinco años. Nunca me planteé la escritura como una cosa torturante. Se daba; se podía o no se podía. Obviamente que, cuando tenés una niña o un niño de por medio, hay menos tiempo para todo.

3. Lecturas y traducción: sobre la experiencia de traducir un ensayo de Simone de Beauvoir

MS: Traigo a colación, nuevamente, un fragmento de su libro Shakespeare Palace…, cuando usted señala: “Empezábamos a leer y admirar autores traducidos en editoriales mexicanas que suplían en parte a las españolas, rehuidas por llegar del dominio franquista” (2019, p. 14). ¿Podría ampliar esta cuestión acerca de cómo influyeron estos contextos (de guerras, sobre todo en Europa, y de exilio) para el arribo de algunos libros y, en específico, de las ideas?

IV: Realmente recuerdo que las librerías, al menos en Uruguay, por aquel entonces, eran muy buenas. Me acuerdo de que, durante mis años en el Liceo, iba a una librería más bien pequeña que se llamaba Cruz del Sur y que la atendía una mujer. Era una librería exquisita; y allí conseguías gran variedad de libros. Además, le encargábamos los libros que queríamos y los traían al tiempo. Pero durante el franquismo, muchos rehuíamos lo que llegaba desde él, y muchas de las ediciones y traducciones se realizaban en algunos de los países latinoamericanos, como en México o Argentina.

MS: ¿Y cómo se fue planteando su relación laboral con las editoriales?

IV: Buscábamos los libros disponibles para traducir en determinada editorial. Tengo un especial recuerdo al traducir un libro de Mario Praz. Fue un trabajo que hice cuando ya vivía en México, también con una relación diferente con las editoriales, donde por ejemplo podía elegir el libro a traducir. Como en Montevideo se editaba menos, traduje teatro para una gran amiga y buena directora, Laura Escalante.

MS: Antes de su exilio en México: ¿cómo eran las vías de comunicación con las editoriales, por ejemplo, de Uruguay y Argentina?

IV: Generalmente yo me presentaba a la editorial con alguien que más o menos tenía idea de quién era yo, aunque vagamente. De todos modos, me daban a hacer una prueba. Recuerdo que, siendo muy joven, hice una traducción, pero no la firmé. En aquel momento tenía un amigo que me pidió que lo ayudara a hacer una traducción que le habían encargado; y, al final, hice la traducción completa. Pero se publicó a su nombre. De todas formas, a mí me vino bien, puesto que yo trataba de hacerlo lo mejor posible y así practicaba. Sé que ese libro que traduje trataba de sociología, pero francamente no recuerdo ni el texto ni la editorial.

MS: Respecto de la traducción que usted realizó del ensayo Final de cuentas de Simone de Beauvoir, ¿fue una iniciativa suya o por encargo de la editorial Sudamericana?

IV: Fue un encargo. Nunca le hubiera dado prioridad… recuerdo que viajé a Buenos Aires, especialmente a la editorial Sudamericana, para buscar trabajos de traducción. Pero creo que el nexo con esa editorial lo hizo mi amigo Eduardo Gudiño Kieffer, a quien recuerdo como una persona muy generosa. Y una vez que ya me presenté en la editorial, me propusieron traducir Final de cuentas de Beauvoir, y yo dije “bien, es largo, vale la pena” [Ida señala el libro voluminoso de esa primera edición].

MS: ¿Cómo fueron las condiciones de la editorial, por ejemplo, acerca de los plazos de entrega?

IV: Calculo que me dieron un plazo de dos meses, no mucho más. Luego, viajé a Buenos Aires y entregué el trabajo finalizado.

MS: Claro, porque justamente este libro se publica en Francia en 1972 y el mismo año usted lo traduce y Sudamericana lo saca al mercado. A propósito: ¿tiene usted alguna visión o idea acerca de por qué, desde los años cuarenta, se traducen y se publican los artículos y los libros de Beauvoir, así como también los de Sartre y otros existencialistas, con muy poca diferencia o casi en simultaneidad con las publicaciones en Francia?

IV: Bueno, porque tanto Uruguay como Argentina, sobre todo sus ciudades, tenían mucha presencia de la cultura francesa. Y… todavía, no mandaba Estados Unidos. Cualquier librería, que realmente fuera buena, tenía libros en francés. Me acuerdo, además, de la librería Monteverde de aquí [Montevideo], muy grande y atendida por varios empleados. Era del tipo de librería que también se encontraban en Buenos Aires, por ejemplo, en la calle Florida. La librería Monteverde tenía una gran variedad de libros y, además, eran tiempos en los que un librero hacía recomendaciones con conocimientos. Eran gente que sabían acerca de lo que tenían entre manos. Y en esta librería había muchos libros en francés, también recién llegados.

MS: Volviendo a la traducción del libro Final de cuentas: ¿cuál fue el desafío -en sus términos: “el juego de enfrentar un desafío”- al traducir precisamente una autobiografía de Beauvoir?

IV: No creo que Simone de Beauvoir haya pasado a la historia como una estilista, que son las autoras y los autores que pueden implicar un desafío. Ella escribía correctamente. Para una traductora era perfecto porque las páginas salían traducidas muy rápido. Este ensayo en particular no planteaba problema alguno.

MS: ¿Y cuál es su apreciación respecto de Simone de Beauvoir o de otra filósofa de su época, como Simone Weil?

IV: Respecto de Beauvoir envidiaba ese mundo en el que se movía. Recuerdo que también leíamos a Simone Weil, que me caía y me sigue cayendo más simpática. Quizás tampoco me caiga muy simpático Sartre. Quizás lo consideraba un intelectual demasiado seguro de sí mismo.

MS: ¿Conoció a algunas de las editoras u otras traductoras de Beauvoir, como Victoria Ocampo, María Rosa Oliver y Silvina Bullrich?

IV: Tenía relación con María Rosa Oliver, era encantadora. No puedo precisar si nos conocimos primero en Montevideo o en Buenos Aires, pero tengo la imagen de ella bajando de un auto. María Rosa era muy conocida e importante en el ámbito cultural y social. No es que fuéramos amigas íntimas, pero sí teníamos una relación afectuosa. A Victoria Ocampo no la conocí personalmente y mucho menos a Silvina Bullrich.

MS: María Rosa Oliver era militante del Partido Comunista. ¿Usted estuvo también vinculada al Partido?

IV: En su momento, estuve vinculada a algunos escritores del partido, pero nunca acepté integrarlo. Por aquel entonces, el comunismo parecía ser una maravilla y la salvación de la humanidad. No lo creo ahora. En el caso de María Rosa, era una escritora que sabía con quiénes y dónde tenía que vincularse y cómo enterarse de lo que sucedía. Recuerdo, además, la amistad entre ella y María Elena Walsh muy querida amiga mía.

MS: ¿Conoció a otros editores o traductores de la obra de Beauvoir, sobre todo en la región del Río de La Plata?

IV: No sé, nunca los vi como una categoría especial, destacada, menos en términos de amistad, pero sí recuerdo a [José] Pepe Bianco, encantador y excelente traductor, quien venía seguido a Montevideo. Y, respecto al trabajo de traducción, resulta importante pensar que uno no es totalmente responsable de las traducciones. En general, es un trabajo enteramente vinculado a una editorial. Las editoriales tienen un escalafón que establece a quiénes les dan los libros y a quiénes aceptan. Eso era una cadena de trabajo y relaciones. Salía un libro allá [en Europa] y mandaban las propuestas o las ofertas.

MS: Con respecto al contexto de traducción y recepción de la obra de Beauvoir, ¿usted tuvo algún acercamiento al pensamiento feminista en los inicios de su actividad intelectual? ¿Y qué piensa sobre las luchas feministas en la actualidad, particularmente al Sur de América?

IV: Yo nunca he sentido la necesidad de ser feminista Es un asunto personal. Mi marido, Enrique [Fierro] me decía “ah, tú porque no estás en una mesa de hombres solos y no oís lo que hablan”. Eso es un tema. Yo creo que, mientras la escuela sea buena, te asegura condiciones igualitarias. Estas te las va dando la cultura de un país; y la cultura de un país te la da la escuela. Por eso, creo la escuela debe ser tan cuidada como la salud.

MS: Pero, más allá de su vida personal o de su entorno social, Ida: ¿qué piensa de nuestras luchas feministas en Latinoamérica? Por ejemplo, en Argentina y Chile, como en otros países de nuestra región Sur, aún seguimos luchando por un derecho tan fundamental como lo es el de poder acceder a la interrupción voluntaria del embarazo.

IV: En Uruguay existe ese derecho. Países con gobiernos religiosos tienen ese problema.

MS: Después de un día primaveral, al despedirnos en la puerta de su casa -a unas pocas cuadras del mar- la escritora Ida Vitale manifestó su interés de seguir pensando sobre nuestras luchas, reivindicaciones y horizontes feministas en Latinoamérica.

Referencias

Beauvoir, S. de (1972). Final de cuentas (Ida Vitale, Trad.). Sudamericana.

Becerra, M. (diciembre, 2013). Género y antifascismo en la autobiografía de María Rosa Oliver. Estudios Avanzados, 20, 97-114.

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Bruña Bragado, M. J. (Ed.) (2017). Vértigo y desvelo: dimensiones de la creación de Ida Vitale. Ediciones Universidad de Salamanca. https://doi.org/10.14201/pdf_xxxx

Caballé, A. (Ed.) (2004). Lo mío es escribir. La vida escrita por las mujeres. Lumen.

Mántaras Loedel, G. (1989). Introducción. En G. Mántaras Loedel (Comp.), Contra el silencio. Poesía uruguaya 1973-1988. Túpac Amaru.

Petra, A. (2017). Rosita, la roja. María Rosa Oliver y el mundo comunista de posguerra. Mora, 23, 159-168. https://doi.org/10.34096/mora.n23.5207

Smaldone, M. (2015). Las traducciones rioplatenses de Le deuxième sexe de Simone de Beauvoir: marcas de época en torno a la enunciación de identidades generizadas. Mutatis Mutandis, 8(2), 394-416. https://revistas.udea.edu.co/index.php/mutatismutandis/article/view/24117/20686

Valobra, A. M. y Yusta, M. (Eds.) (2017). Queridas camaradas. Historias iberoamericanas de mujeres comunistas. Miño Dávila.

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Vitale, I. (1953). Palabra dada. La Galatea.

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Vitale, I. (2018a[2004]). El abc de Byobu. Estuario.

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Vitale, I. (2019[2018]). Shakespeare Palace. Mosaicos de mi vida en México (1974-1984). Lumen.

Notas

1 En este punto son importantes los estudios iniciales de Emir Rodríguez Monegal (1921-1985), crítico literario uruguayo que también perteneció a dicho movimiento, y de la profesora, ensayista y periodista Graciela Mántaras
* Cómo citar este artículo: Smaldone, Mariana. (2020). Diálogo con Ida Vitale: trayectorias, memorias y su trabajo de traducción de una obra de Simone de Beauvoir en los años setenta. Mutatis Mutandis. Revista Latinoamericana de Traducción, 13(2), 527-536. https://doi.org/10.17533/udea.mut.v13n2a15
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