ARTIGOS

"Infancia y pubertad" en calendas griegas. Una lectura fenomenológica del arribo

“Infancy and puberty” in greek calends. A phenomenological interpretation of arrival

"Infância e puberdade" em calendas gregas. Uma leitura fenomenológica da chegada

Carlos Eduardo Valenzuela Echeverri
Universidad Pedagógica Nacional, Colombia

"Infancia y pubertad" en calendas griegas. Una lectura fenomenológica del arribo

Childhood & philosophy, vol. 13, núm. 26, pp. 35-48, 2017

Universidade do Estado do Rio de Janeiro

Recepción: 24 Agosto 2016

Aprobación: 22 Diciembre 2016

resumen : "Calendas Griegas" (BUFALINO, 1995). Es este el título que da nombre al libro que Gesualdo Bufalino, escritor siciliano, dedica al ejercicio del recordar, ese volver sobre sí, ese volver, incluso, sobre aquello imposible de rememorar, es decir, el inicio, el nacimiento; ese comienzo que nos es común a todos pero que ninguno es capaz de recordar. Inicio queevocamos sólo en virtud de los nacimientos que hemos atestiguado,por supuesto, siempre del lado del que espera, del que aguarda, expectante, el arribo del recién llegado, del infante. Y es de dicha experiencia originaria de la que se habla en este artículo a través de las categorías de pasividad y actividad de Edmund Husserl, filósofo alemán a partir del cual, me vuelco con ínfulas de hermeneuta sobre el primer capítulo del libro de Gesualdo Bufalino: "Infancia y pubertad" con el objetivo, no sólo de exaltar la excelsa recreación literaria que el escritor italiano hace de la experiencia del nacer, sino también de mostrar cómo el cachorro humano, es decir, el recién llegado transitaría de él mismo como yo, indiferenciado, no escindido, hacia el yo para sí mismo, tornándose, de este modo, "libre" de tomar posición y, por lo tanto, de decidir sobre sí, en tanto sujeto que deviene en el tiempo.

palabras clave: nacimiento, pasividad, actividad, sujeto, infancia.

abstract: “Greek Calends”. Sicilian writer GesualdoBufalino’s book is dedicated to the practice of memories, that returning to one’s self, that coming back, even on that which we cannot remember, that is to say, the starting point, our birth; that same beginning which is common to all of us but which no one is able to remember. A beginning which we evoke just according to births we have witnessed, of course, always on the side of he who awaits, he who waits, anxiously, the arrival of a newcomer, of an infant. And it is with this very initial experience that is dealt in this article by means of categories such as passivity and activity in Edmund Husserl, German philosopher from which, I plunge with hermeneutist aims into the first chapter of Bufalino’s book: “infancy and puberty” in order to, not only, glorify, the sublime literary recreation the Italian writer makes on the experience of being born, but also to show how the human pup, that means, the newcomer, would pass from he himself as I, still undifferentiated, not divided, towards the I to himself, becoming, this way, “free” to take position and, consequently, to decide on himself, as a subject becoming in the time.

key words: birth, passivity, activity, subject, infancy.

resumo: "Calendas Griegas" (BUFALINO, 1995). É este o título que dá nome ao livro que Gesualdo Bufalino, escritor siciliano, dedica ao exercício de recordar, esse voltar-se sobre si, esse voltar-se, inclusive, sobre aquilo impossível de rememorar, quer dizer, o início, o nascimento; esse começo que nos é comum a todos mas que nenhum é capaz de recordar. Início que evocamos só em virtude dos nascimentos que temos testemunhado, certamente, sempre do lado do que espera, do que aguarda, expectante, a chegada do recém chegado, do infante. E é de dita experiência originaria da que se fala neste artigo através das categorias de passividade e atividade de Edmund Husserl, filósofo alemão a partir do qual, me volto com intenção de hermeneuta sobre o primeiro capítulo do livro de Gesualdo Bufalino: "Infancia y pubertad" com o objetivo, não só de exaltar a excelsa recriação literária que o escritor italiano faz da experiência do nascer, mas também de mostrar como o filhote humano, quer dizer, o recém chegado transitaria dele mesmo como eu, indiferenciado, não cindido, para o eu para si mesmo, tornando-se, deste modo, "livre" de tomar posição e, por tanto, de decidir sobre si, enquanto sujeito que devém no tempo.

palavras-chave: nascimento, passividade, atividade, sujeito, infância.

"infancia y pubertad" en calendas griegas. una lectura fenomenológica del arribo

Mi propósito en este artículo consiste en dar de qué hablar respecto del mismísimo hacernos sujetos, proceso que leo desde la síntesis pasiva como instancia de constitución del yo y, por tal vía, de constitución del mundo, en tanto dicho movimiento, visto como gesto consciente del yo puro, conmina simultáneamente a un decir también "el mundo" como efecto del trabajo de discernimiento y formación que ejerce sobre sí el que se capta a sí mismo1.

En ese orden de ideas, preguntarse a través de Husserl (2014) por lo que somos, por lo que hemos sido, me resulta una empresa sugerente en razón de las consideraciones a las que ello me remite.Por ejemplo,si me re-descubro mediante el yo puro, es decir, aquel que invita a plegarse a las normas de la razón; ese yo que en principio conduciría a una vida bella, sabia y justa, en una palabra, ética más allá de esa sedimentación psíquica a la que me debo en tanto yo pasivo, es decir, puesto de espaldas, silente, “inactual, dormido, sordo” (VARGAS, 2016, p. 7), claramente regido por la injerencia de lo instintivo, transgredo también por tal vía el ámbito de la mundaneidad distintiva del que nace y, me obligo a responsabilizarme de lo que asciende por obra y gracia del yo puro y sus funciones: razonar, elucubrar, rememorar en fin; accionar del cual me percato y al apercibirle, tal conciencia me concede la libertad de actuar con arreglo, no a los impulsos e inclinaciones que gobiernan el sustrato de la pasividad del yo, sino a aquello que vale para mí y para todos; un "mí" que se reconoce como sujetoconstituido de actividad y pasividad, margen en el que se cuece mi yo autónomo, libre, ético, capaz de hacer-se cargo de lo que es.

Por lo tanto, escribo sobre lo que somos y aspiramos a ser a partir de una idea que asume al Yo como efecto de un devenir: el del sujeto, gracias al cual éste se constituye a sí mismo y actúa, en consideración de lo que ha forjado de sí, en el mundo, en los Otros, afectándolos, co-formándolos.

Ahora, dicho llegar a ser, el del yo, cuya concreción se hace posible gracias a la simbiosis dada entre pasividad y actividad; entre actividad y pasividad, se explora a través de los recuerdos de una vida elucubrada, sobre la que procedo a hablar con el fin de recrear el proceso de individuación del que todos, de alguna manera, hemos sido objeto a lo largo de nuestra existencia. Con la ventaja de que al ser una vida creada por la literatura, tengo la potestad de acceder “a aspectos de nuestro ser en el mundo que no pueden decirse en una forma descriptiva directa, sino solo por alusión, gracias a los valores referenciales de expresiones metafóricas y, en general, simbólicas” (RICOEUR, 2006, p.49 apud PRADA, 2010, p. 63) cuyo saldo principal es el de permitirnos correr los velos de la denotación a la que nos circunscribiría el discurso racional, por ejemplo.

Así pues, acceder a lo que somos no supone un tránsito sencillo. Muy por el contrario, tal discernimiento implica dar un largo rodeo alrededor de la "gran conquista" que, en términos de Husserl, representaría el llegar a ser, ser yo, ser nosotros. Dura empresa cuya complejidad propongo sopesar al recordar con Husserl (2014)2 la génesis de lo que nos constituye, es decir, esa intrincada intersección entre actividad y pasividad, amalgama de la que somos deriva, consecuencia, efecto. En tal medida, hablar de lo que somos pasa por allí, por delinear el carácter de lo que se entiende por pasividad y actividad en Husserl: dos caras de una misma moneda cuyo valor radica en lo que atesora: "[...] entre pasividad y actividad se halla el sujeto que se hace responsable de sí mismo" (VARGAS, 2016, p. 06).

El advenimiento: atónito desprendimiento de la nada

Un saco ciego, una guarida delicada. Inútil abrir los ojos para ver sólo tinieblas. De todas formas el cuerpecito va madurando una imprecisa conciencia de sí mismo, de que es uno dentro de otro. Flota, pequeña isla irrisoria, en un baño de misteriosa tibieza. Allí nada y se estanca, elástico e inerte al mismo tiempo, bajo el barniz de aceite que lo protege. De éste se unge, se alimenta y bebe, como de una gota de agua el terrón en una maceta. Sólo que a él el pan de la placenta garantiza día tras día ulteriores jugos y humores a lo largo de un cordón infalible. Por allí engrosa, va creciendo, de muñón se vuelve criatura. Hasta el momento en que en su intocable destierro un rayo brilla, un hálito sopla: "¡Yo, yo, yo!"; un hálito que todavía no es voz, ni conciencia, ni pensamiento, sino sólo infinitesimal, opaco, atónito desprendimiento de la Nada... "¡Yo, yo, yo!"... si así pueden llamarse el confuso sobresalto de remotísimos sonidos y remotísimos movimientos dentro de él, y la aún más desconocida alianza con el monstruo en cuyas vísceras está: ese Leviatán de blanday ondulada carne cuyo corazón siente latir al unísono con el suyo (BUFALINO, 1995, p. 13)

"Atónito desprendimiento de la Nada", bella figura mediante la cual podríamos empezar a acercarnos a lo que supone en gran medida hablar de la pasividad. El Yo no nace, deviene en función del terreno que, como condición inicial, es capaz de labrarle aquel hálito de vida cuya finalidad, podríamos decir, no se reduce a otra cosa que a estar en el mundo. Aquí, ¡Yo! es más una expectativa, una intención que el Otro deposita sobre la blanda y ondulada carne del Leviatán durmiente. Es esta una manera de referirnos al advenimiento de ese recién llegado cuya madre, al sentirle dentro, en su vientre, lo bombardea con palabras, cargadas de su propio deseo. Lo que es, es decir, el cuerpo engendrado, ni siquiera se esfuerza por ser en términos de su naturaleza empírica, allí está a punto de entrar en conjunción con lo que le rodea, a fin de construirse paulatinamente a través de la unidad cuerpo-espíritu que lo comporta. Su destino, gruesa palabra con la que describir los movimientos diastólicos y sistólicos de la fuerza vital que lo anima, no reposa del todo en sus manos.

Es mero cuerpo, materia física que el ojo inexperto del padre divisa de modo indistinto, excepto por el ansía que le embarga de "ver" en medio de las grisáceas formas reportadas por una imagen ecográfica, una que le resulte familiar, cercana; una sobre la cual dirigir libremente su voz, su conciencia, su pensamiento, todo aquello de lo que, de hecho, carece esa fuerza vital que, no obstante, pugnará por salir tarde o temprano al encuentro de lo desconocido, imbuida por una energía hecha de "espasmossin ley, irrefrenables como aquellos que una noche voluptuosamente [la] acogieron semilla" (BUFALINO, 1995, p. 14).

Hablamos aquí, por lo tanto, de un absoluto frenesí por existir, no de un Yo, o quizá de un Yo en ciernes cuya génesis no equivale a otra cosa que al fuerte impulso de existir. Suerte de guiño pre-antrópico, movido por determinación biológica, pues, “el yo no es primigeniamente a partir de la experiencia -en el sentido de la apercepción asociativa en la cual se constituyen unidades de multiplicidades del nexo-, sino a partir de la vida (es lo que es no PARA el yo, sino él mismo el yo) (HUSSERL, 2014, p. 300). En otras palabras, “[…] el mundo se da para uno, pero uno mismo no se tematiza en esto que se le da, o a partir de esto que se da. […] El mundo se da al yo” (VARGAS, 2016, p. 3-4) y, sobre dicho mundo, el que nace, el recién llegado, sabe, como sabe el sol calentar, nada más:

Cuidado: la salida es inminente. Desde el orificio, entre dos piernas abiertas y convulsas, el rugoso viejecito se asoma, todo pliegues, con la piel tímida y azul. Un gnomo miserable y lloroso, un enésimo, efímero fuego, pero también una cáscara y pulpa de bárbara vitalidad, un testimonio incomparable que en un simple vagido absuelve y certifica al mundo. Mírenlo: ya enseña a los pulmones las maravillas de la respiración, los dilata, los contrae, vuelve a dilatarlos; inaugura gloriosamente el aire y sus nutritivas mixturas...

Nació. Ha comenzado a vivir, ha comenzado a morir (BUFALINO, 1995, p. 14).

Ha comenzado a hacer algo de sí, des-entendidamente. Sin arreglo a propósito alguno, el que adviene se insufla de puro existir, aquel que "el pensar y el hablar turban en su principio" (LOURENÇO, 2006, p. 40). La vida le exhorta a "vivir y no pensar en ello" (PESSOA, 2000, p.137). Simplemente es, en consonancia con las cosas de las que aprende sin premeditación, "de una manera tranquila, regular, se diría honesta" (SANTOS, 1991, p. 13). Su mundo "se va poblando de un verdadero cinturón de asteroides regulares, familiares. Aparecen la máquina-cuchara, la máquina-plato, la máquina-orinal. Son máquinas dóciles, pero llegan a imponerse, y un día el niño vive definitivamente en un mundo maquínico con el que ha aprendido a convivir. La realidad está emergiendo" (SANTOS, 1991 p.14).

Y con ella él, pero en pasividad, es decir, en comunión con lo que le rodea, a ello plegado, sin la escisión a la que la conciencia aboca. El mundo es una dádiva, aún más, una extensión de sí, en la que se es indiscernible, aunque sensible, pues, aquí, "el Argonauta de las sensaciones verdaderas" (LOURENÇO, 2006, p. 40), se erige en el "Descubridor de la Naturaleza", podríamos decir, en su hacedor por cuanto realiza síntesis de ella. Al tornarse destino de

[…] datos de sensación como protoobjetos primitivos últimos que no están [...] constituidos por ninguna actividad del yo, sino que son, en el sentido más estricto, PREDACIONES para toda actuación del yo. Son "subjetivos", pero NO ACTOS O ESTADOS DEL YO, sino TENENCIAS que se imponen AL YO, los primeros “HABERES SUBJETIVOS” del yo (HUSSERL, 2014, pp. 261-262. Nuestro destaque).

El niño tiene tres meses, tal vez no los tiene aún. [...] Él duerme la mayor parte del tiempo. Si abre los ojos -dos cabezas de alfiler color avellana- la porción de techo que alcanza a ver es de una blancura dolorosa. De allí cuelga un lastimoso alambre y una lastimosa lámpara de petróleo. Cuando la encienden, por la noche, los ojos color avellana se encienden con ella y tranquilo asombro las dilata. (BUFALINO, 1995, p. 18)

Un alud de realidad que, cribado por lo sentidos amo, se precipita sobre sí, imponiéndose como una lluvia frente a la cual sólo es posible ceder, pues, no hay cómo guarecerse de la tempestad de sensaciones a la que la Naturaleza le empuja:

La luz, ¿qué será? En la cera de su mente se imprime, después de las largas tinieblas, esta inverosímil centella. Y se suma a los fragmentos de mínima ciencia que ya habitan en él: el olor de la teta que acaba de chupar, el peso y la forma de ella entre sus labios, el gusto de comerla, de mamar su coladura viscosa cuya agria dulzura siempre permanece en su garganta; el placer de sentirla irrigar cálida su paladar, su vientre, todo su cuerpo reciente, donde se encarna el escándalo de su existir aquí y ahora, en un instante y un lugar que no pertenecen, jamás pertenecerán, es imposible que pertenezcan, a ningún otro (BUFALINO, 1995, p. 19)

Efectivamente, un lugar sobre el que el mundo recae a discreción, por ahora, de un yo que no le interesa dar cuenta de sí, más bien, que no puede dar cuenta de sí, no en tanto que se abstenga, función del yo puro, sino, en tanto entregado, por instinto, a las veleidades del mundo sentir:

Vista y olfato, entonces, y gusto, tacto, oído, todos en él compiten en esta experiencia nueva, conformándose con aquel racimo de mama sólida y blanda, casi tan grande como él, aquel racimo de carne que es el más allá, el afuera, pero es también el sí mismo del cual hace poco se desprendió, el nicho del que conserva sobre sí, inseparablemente, el sello solemne, misterioso, un poco asustador: una maraña de piel, en el ombligo, que poco a poco se momifica. (BUFALINO, 1995, p. 19).

Aquí, el mundo dado es mucho más que un simple proscenio sobre el que pueda enseñorearse el Yo, a título de dueño y señor de sí mismo. De lo único que es posible aquí hacerse acreedor es de un padecer la vida sin que en ello medie reflexión alguna, antípoda del experienciar primigenio que marca la existencia del recién llegado. Reflexión cuyo corolario consiste en acercarnos al yo puro en su condición de instancia leal a la conciencia, circunscrita a la razón que lo ha de guiar. En tal medida, aunque hay cuerpo, enfrentante, el yo que a él subyace no le reclama como "propio", como "mío", pues, a otros menesteres dedica su tiempo:

[...] descargarse de lo sobrante cuando experimenta esta urgencia en el bajo vientre, en la vejiga; [...] quitarse el hambre, casi deglutiendo el pezón entre sus pequeños labios según un sistema de hidráulica perfecta y de previsores ensambles, el mismo que rige el abrazo y el engranaje de la procreación. (BUFALINO, 1995, p. 20).

De este modo, con una muy peculiar soberanía, en esta instancia el yo es plena fluencia, torrente de energía contenida que al golpearse con la vida se precipita sobre las cosas, incluida la que él es, progresiva, aunque no del todo, deliberadamente. Más movido que moviente, menos libre que sitiado, a medida que ausculta las cosas, las cosas lo erigen a él, lo constituyen al concederle lo que procede del fuego del cielo: "mensajes que no pueden ser anticipados, previstos ni programados por nuestro dominio subjetivo del mundo" (TRÍAS, 1996, p. 133).

escondrijo y fuga, pasividad y actividad

Ahora, a tal haber gigantesco de sensaciones del que la criatura hace acopio en pasividad, se suman otras muchas cuyo carácter rebasa el índice de lo objetivo. La persistencia de lo físico cede su lugar al ímpetu de lo subjetivo, registro desde el que se reacciona también, no a fuerza del afuera, sino en razón del misterio que anida en nosotros y nos impulsa a ceder ante el embate del existir, receptivos pasivamente, aunque inventariando, siempre reciclando lo vivido aún a expensas del sí mismo que la actividad concede. Se transgrede aquí el umbral de lo netamente orgánico y visceral, el hábito se instala y rige la fluencia de ser: "Yo, en efecto, no soy solamente el sujeto, el yo que con cierta libertad puede considerar una cosa, mover los ojos viendo, etc. Soy también el sujeto que suele tener agrado en éstas y aquellas cosas, que habitualmente desea esto y aquello, va a comer cuando llega el momento, etc.: sujeto de ciertos sentimientos y costumbres de sentimiento, costumbres de deseo, costumbres de voluntad, tan pronto pasivo, dije, tan pronto activo" (HUSSERL, 2014, p. 304) . No obstante, el yo no funge como mera síntesis de sus contenidos "ni es un polo que esté dirigido a ellos de manera vacía y pura; el yo es un polo de actos" (OSSWALD, 2014, p. 38); es decir, de conquistas mediante las cuales gana en constitución, lo que lo acerca a la libre elección y, en consecuencia, también al apego y a la renuncia.

Así, lo "allí puesto", "propio de las sensaciones primigenias" (VARGAS, 2016, p. 4), se revela peldaño pasivo capaz, sin embargo, de apalancar actos libres.

Llanto y sonrisa son las dos únicas letras de su exiguo alfabeto. Con el llanto quiere expresar mil molestias, pero sobre todo implora ayuda para su supervivencia. Con la sonrisa declara que sabe de estar vivo, y que nosotros estamos vivos y debemos atenderlo. A esta última mímica confía, desdentado y radiante, toda su audacia de existir, su confianza en poder interrumpir, si quiera por un minuto, el destino de decrepitud y muerte que ya le trabaja por dentro y lo envejece, invisiblemente, en cada célula y fibra. (BUFALINO, 1995, p. 22).

A esta altura, el yo del que aquí hemos habladoapenas si reacciona anteal avasallamiento del mundo; su conducta "animal", en aparente pasividad, no hace más que dar cuenta del hambre y el frío que lo aquejan, y de los que busca deshacerse a través del llanto y la sonrisa, únicas monedas de cambio con las que cuenta para menguar su padecer.

No hay en ello asomo de conciencia, sólo "mera receptividad y pasividad en el sentido del ceder" (HUSSERL, 2014, p. 390). En efecto, tal reaccionar es precedido por la sensación3, esa hecha justamente, a propósito de lo señalado, de lágrimas y sonrisas, ceños fruncidos y aspavientos, gestos que acuden básicamente al llamado de lo primariamente anímico, cuasi orgánico, en auxilio, podríamos decir, del requerimiento biológico esencial. Pero del ceño fruncido el yo puede aprender, el llanto también enseña, la sonrisa alecciona y todo aquello que fue en un primer momento reacción pasiva, estricto efecto reflejo, termina convirtiéndose en la antesala de actos libres por primera vez, "actividades del yo propiamente dichas" (p. 390).

El niño está sentado junto a la madre en un sillón de adultos, con los pies en el aire, incapaces de alcanzar el piso. Ello cose a máquina y canta, interrumpiéndose sólo para levantar la lanzadera, romper el hilo con dedos expertos y bruscos, poner de nuevo bajo la aguja otro borde de paño. Él se embelesa con ese vaivén continuo del pedal bajo las pantuflas de trapo y con la armónica cadencia de la lluvia, entremezclada con un plaf de gota, regular, que cae en la palangana desde la grieta del techo. Stizzania, ha aprendido que se llama este gotear sin remedio, y por él se deja cautivar el oído como por una música antigua, con un deleite cada vez más doloroso, mientras espera la caída de la próxima gota (BUFALINO, 1995, p.27)

Acciones, pues, que aunque respuestas proferidas de cara al devenir del yo, resultan irreductibles al mero reaccionar espontáneo, dado que entrañan elección, es decir, la libertad de ceder al cautivante goce del existir. Se accede aquí, en consecuencia, a otro plano, a otra instancia de eso que "somos" y que sólo paulatinamente se nos revela a fuerza de constatar-nos, de volver sobre nosotros mismos y re-conocernos: deseosos aquí, inconstantes allá, envueltos no obstante de continua pasividad, de un aprender que incorporamos para no aprenderlo más, para olvidarlo en actividad, y acudir a él sin acudir a él, permitiendo más bien que sobrevenga en auxilio de nuestros propósitos y metas futuras, las cuales sólo un Yo consciente de sí, es capaz de trazarse.

No duerme. Más aún: pugna por dentro de sí (pero ha resuelto que ganará) contra la prohibición paterna de salir. Una fuerza, de la cual se da cuenta con asombro que ignora dónde radica y por qué es tan torva y radiante, le hormiguea en los pies y lo obliga a vestirse a toda prisa en la penumbra; luego, con los zapatos en la mano, por corredores que parecen no tener fin, se escurre hacia el zaguán para finalmente fugarse en el resplandor polvoriento. [...] La obstinación con que busca la luz es idéntica -confusamente lo recuerda- a aquella que lo empujaba, en la crisis de su nacer, a salir del orificio materno, de aquella entraña feliz, para encarnarse criatura. No encuentra las palabras para decirlo pero otra vez, como entonces, él está tratando, para ser él mismo, de salvarse de un hábito y de un amor. Ayer liberándose de la prisión de un vientre, hoy de una casa, mañana de una familia o de una isla, siempre irá desenvolviendo su destino entre un escondrijo y una fuga... (BUFALINO, 1995, p. 38).

Es momento ahora de arrogarse el vivir, de ser objeto de sí y no mero objeto del Ser. Se trataría aquí de discernir-se en medio del acontecer al que el mundo de la vida arroja, de aprehender nuestro ser en el mundo desde las reglas trascendentales de la razón. No es la vida la que pugna por salir, a costa del que la vehiculiza. Ahora es él quien toma las riendas de sí, responsabilizándose de sí mismo, "a pesar de los límites en su margen de acción" (VARGAS, 2016, p.06). Claramente, ya no duerme.Pese a que el sueño y la piel lo exhortan a retornar, a darse en pasividad,su creciente avidez por constituirse le reclama ser esta vez protagonista, en franca autonomía.

Y hablar de autonomía "en este marcono es llanamente hacer lo que se me da la gana, escamoteando la incidencia de miinconsciente o del deseo del otro en mi decisión; es, de acuerdo con Castoriadis (1964,citado por Poirier, 2006), precisamente evitar que mi inconsciente determine misactos, estableciendo una relación reflexiva con mi imaginario, de manera que ya no me halle enajenado de él" (ECHEVERRI, 2014, p. 50). Por supuesto, la determinación persistirá, se seguirá basculando siempre entre la entraña y la criatura; entre el hábito4y la motivación; entre pasividad y actividad, pero es justamente allí donde nos hallamos como sujetos (VARGAS, 2016).

En efecto, en tanto nos captamos, nos hacemos dueños de la escena, y ese hacerse dueño de la escena sólo es posible en actividad, instancia en la que actúo motivado, es decir, bajo la égida de la razón con la que opero sobre ese yo que actúa, y de cuyas acciones me hago consciente en la medida en que hay un yo, un yo puro, atento, pensante, vigilante, despierto, quien les confiere vida, las produce, las crea, siempre activamente, pese a que el destino final de tales acciones no sea otro que el de la pasividad,aquel reino de la costumbre, aquella esfera de lo habitual en la que nos dejamos conducir por la rutina, esa que fue fruto de la actividad alguna vez y ahora sólo es andamio para ulterioresproducciones, muchas de las cuales resultarían imposibles de gestarde no ser, precisamente, por la rutina misma, pues, sobre ella he de apoyarme siempre5, ya sea para formarme en razón de alcanzar nuevos horizontes en actividad o, para efectos de no emprender jamás la fuga al ser presa de la afección, del goce perpetuo.

Es precisamente en tal intersección donde decidimos o no,liberarnos hoy de una casa, mañana de una familia o de una isla. "Soy enteramente libre cuando no estoy motivado pasivamente, esto es, cuando no presto obediencia a la afección, sino a motivos de razón. Tengo que seguir éstos y no ceder a la afección. (HUSSERL, 2014, p. 391).

Me constituyo por tanto al rebelarme y, fundamentalmente, al re-velarme, "al pensar sobre el yo, sobre ese que soy yo mismo, el que hace las veces de polo de todas las acciones, al reír, al caminar, al amar, etc., y, desde luego, también al pensar. Pero sólo deviene cuando yo me pienso cogito, a mi mismo; entonces, y sólo entonces, aparece el yo puro: una abstracción que es efecto de ejecutar o "poner en ejecución"el pensar sobre quien está pensando o, en general, viviendo. No se trata por tanto, de un mero fluir corporal, sino de un pensar en el que me capto como primera personadel hacer, del vivir, del ser" (VARGAS, 2016, pp. 6-7).

Así las cosas, captarme me hace dueño de sí y, por esa vía, del interés por adueñarme del Otro, con quien busco empatizar al saberle común, dueño también de un sí mismo que me resulta, no obstante y pese a todo, tan ajeno como yo a él.

Desde hace algún tiempo, al mirarse mientras se peina y verse delgado, diáfano, con dos hoyos negros en el lugar de los ojos y una arruga precoz en medio de la frente, se ha prendado de su reflejo. Sabe cómo se denomina este mirarse en el espejo: narcisista pasión por sí mismo; y que puede llevar a la perdición... ¿Pero Sí Mismo no es acaso el único ser a quien se le permite conocer y acariciar? ¿No es el único que le contesta con igual consentimiento, sin esconderse dentro de un ancho uniforme de alumna, como bajo una coraza o un sayo? ¿O el único a quien puede bautizar como quiera, ya sea Cleopatra o Evelina?... "Te quiero", se repite furiosamente a sí mismo con cadencias de letanía, y en voz baja se invoca por su nombre hasta que de las sílabas aglutinadas y revueltas se genera un soplo ajeno: "¡Evelina!" , éxtasis y misterio de un nombre-cuerpo del cual irradian olas de palpable deseo. (BUFALINO, 1995, p. 52).

Arribar en esa medida al yo puro, equivale al hecho de comprenderme como el sujetoque soy y, por tanto, el que es el otro a fin de responsabilizarme de todo ello con arreglo a un horizonte ético y racional que nos impida perdernos. Así, "el paso del yo empírico al trascendental, del psíquico al puro, de la pasividad a la actividad, es la búsqueda de lo que vale para uno y vale para todos, es la aspiración a regirse por las normas trascendentales de la razón" (VARGAS, 2016, p. 12), teniendo como referente a ese SUJETO ABSOLUTO, al que se aspira, pese a lo inasible de su condición. Soy, pues, de acuerdo con lo anterior, una promesa cuyo futuro radica en saber oscilar entre la constituido que le dio a luz y lo por constituir [la cultura] a lo que puede dar lugar. Es eso lo que somos.

Y es, en buena medida a la condición de lo que somos, a lo que alude todo lo expuesto. Texto cuyo sinuoso despliegue entre lo literario y lo filosófico buscó poner de relieve una lectura poco ortodoxa respecto de la experiencia originaria del nacer y la formación del recién llegado a través del pensamiento de Husserl, y algunas de sus categorías.

bibliografía

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Notas

1 Ciertamente, el trabajo de constitución de sí que el sujeto emprende a medida que vive, produce a su vez el mundo que le alberga, pues, "[...] el sujeto al formarse se forma a sí mismo y forma la cultura: al constituirse como ego individual transforma y reconfigura el escenario en el cual se realiza, esto es, el mundo vital -con su lenguaje y demás instituciones- es condición de posibilidad de la constitución del sujeto, pero éste, en la medida en que lo apropia: lo interviene y lo transforma (VARGAS, 2012, p. 76)
2 Todas las citas de Husserl expuestas de ahora en más remiten a la obra: Ideas II.
3 Sensación que "es lo primero en tanto que un yo que ejerce una función solamente puede ser con un haber, y en tanto que el haber tiene primero que afectar para que el yo reaccione: toda actividad del yo presupone afección, aunque -en el sujeto desarrollado- no justamente la de la protosensibilidad." (HUSSERL, 2014, p. 390)
4 "Todo lo que es habitual pertenece a la pasividad. Incluso la actividad que se ha vuelto habitual" (Husserl, E., Analysen zur passiven Synthesis, Den Haag: M. Nijhoff, 1996, p. 28 citado por Osswald, 2014, p. 40)
5 Pues claramente la actividad está hecha de pasividad y la pasividad de actividad. El acto educativo resulta sumamente ilustrativo al respecto.
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