Resumen: Las personas que reúnen criterios para trastornos por consumo de sustancias (TCS) son víctimas, con frecuencia, del complejo estigma-discriminación (CED), no solo por parte de la sociedad en general, sino también por profesionales de la salud y por el autoestigma. No obstante, por la relación de los TCS con factores biológicos predisponentes y condiciones sociales adversas, se considera que estos son “autoinducidos”. Asimismo, se conoce que en los TCS se presentan cambios biológicos, psicológicos o del desarrollo que menoscaban la decisión de abandono y la persistencia en el consumo, a pesar de las consecuencias negativas físicas, emocionales y sociales. El CED relacionado con el TCS es un estresor que deteriora aún más la calidad de vida de las personas consumidoras y, al mismo tiempo, se configura como una barrera de acceso a servicios de salud. Es necesario diseñar e investigar la efectividad de estrategias para reducir el CED relacionado con TCS en diferentes poblaciones y contextos.
Palabras clave:Trastornos relacionados con sustanciasTrastornos relacionados con sustancias,condiciones socialescondiciones sociales,inequidad socialinequidad social,estigma socialestigma social,revisiónrevisión.
Abstract: People who meet criteria for substance use disorders (SUD) are often victims of the stigma-discrimination complex (SDC) not only by the society in general, but also by health professionals and the presence of self-stigma. However, because of the relationship of the SUD with predisposing biological factors and adverse social conditions, SUD are considered 'self-induced'. Likewise, it is known that SUD presents biological, psychological or developmental changes that undermine the decision of abandonment and persistence in consumption, despite negative physical, emotional and social consequences. The SDC related to SUD is a stressor that deteriorates the quality of life of consumers and, at the same time, it is configured as a barrier to access to health services. It is necessary to design and investigate the effectiveness of strategies to reduce SDC related to SUD in different populations and settings.
Keywords: Substance-related Disorders, Social Conditions, Social Inequity, Social Stigma, Review.
Artículo de revisión
Trastornos por consumo de sustancias: entre las inequidades y el estigma
Substance use disorders: Between inequities and stigma

Recepción: 05 Abril 2018
Aprobación: 16 Septiembre 2018
Publicación: 15 Marzo 2019
En la actualidad, la Asociación Psiquiátrica Americana clasificó los trastornos relacionados con sustancias en dos grandes grupos: los trastornos por consumo de sustancias (TCS) y los trastornos inducidos por sustancias. En el primer grupo se incluyen todos los cuadros clínicos que se presentan en la intoxicación, los períodos de abstinencia y las características que definen la tolerancia. El segundo grupo abarca los trastornos psicóticos, bipolares, depresivos, de ansiedad, obsesivo-compulsivos y del sueño, lo mismo que las disfunciones sexuales, síndromes confusionales y trastornos neurocognitivos que se explican por el consumo sostenido por largo plazo de una sustancia particular..
El complejo estigma-discriminación (CED) es un constructo que establece una relación lineal simple entre los conceptos de estigma, estereotipo, prejuicio y discriminación2-6, basados en la teoría del etiquetado de Goffman. y Scheff. y la teoría de la atribución de Weiner.. Finalmente, Corrigan et al10 integraron un modelo particular para personas que reúnen criterios para un trastorno mental.
Por estigma generalmente se entiende un atributo, característica, condición, rasgo o situación; se etiqueta en forma desfavorable y ocasionalmente en forma favorable —en estos casos se precisa hablar de estigma positivo2,3—. Mientras que el estereotipo es la idea o concepción general, positiva o negativa, construida a partir de un estigma particular, es decir, se construye una “identidad” basada en una única característica3,4. De tal suerte, se conciben como prejuicios habitualmente los estereotipos negativos4,5 y como discriminación se clasifican todos los comportamientos que vulneran algún derecho de la persona o colectivos y que se generan a partir de la puesta en escena de la secuencia estigma-estereotipo-prejuicio5,6.
La medicina ha conocido siempre las relaciones directas o indirectas de las condiciones de salud de las personas y colectivos con las situaciones sociales y económicas; no obstante, solo hasta la época moderna estas relaciones han sido objeto de estudio y análisis teórico11,12.
Las inequidades sociales pueden ser el producto de ventajas o desventajas a las que se enfrentan colectivos sociales definidos a partir de la condición socioeconómica, el género, la raza-etnia, la religión o la orientación sexual, entre otras13.
Las disparidades en el ámbito de la salud en las regiones, países o entre distintos países son completamente improcedentes, injustas, evitables e innecesarias y constantemente suelen afectar a los colectivos o poblaciones que se encuentra en situación de vulnerabilidad como consecuencia de las estructuras o instituciones sociales, políticas, económicas y legales subyacentes14.
Los efectos de las inequidades son ubicuos y se traducen en la práctica en diferencias económicas, sociales, en salud (morbilidad y mortalidad), escolaridad, acceso y calidad de empleo, clase social, funcionamiento familiar, condiciones de vivienda, ambiente comunitario, redes de apoyo, estresores psicosociales, riesgo de adversidades, capital social, acceso a servicios de salud, trastornos mentales menores y mayores e inversión social15-19. De tal suerte que las inequidades dan cuenta de problemas complejos como la pobreza, criminalidad, ilegalidad, exclusión social, psicologización y medicalización de la vida cotidiana20-25.
El objetivo de esta revisión fue sintetizar el estado del conocimiento del CED y las inequidades en el inicio, curso y remisión de los TCS.
La palabra “adicción” no se usa en la clasificación de la Asociación Psiquiátrica Americana (APA) para denominar los trastornos relacionados con el consumo de sustancias específicamente26, aunque el término “adicción” se usa frecuentemente en muchos países para referirse a los casos más graves relacionados con el consumo habitual o difícil de controlar27. La APA utiliza la expresión más neutra “trastorno por consumo de sustancias” para describir el amplio abanico de un trastorno, desde un estado leve a uno grave con consumo compulsivo, continuo o recidivante y la reserva para los comportamientos como el juego patológico y el consumo de sustancias26.
Algunos clínicos preferirán la palabra “adicción” para las presentaciones más extremas, pero esta palabra se omite intencionalmente de la clasificación oficial por definición incierta e imprecisa y las connotaciones negativas que tomó la palabra en contexto médico y en la comunidad en general26,27.
El complejo estigma-discriminación por trastorno mental
Los trastornos mentales mayores como los relacionados con el espectro de la esquizofrenia, los trastornos bipolares y el trastorno depresivo mayor recurrente son socialmente mal calificados y, en consecuencia, las personas son víctimas del CED28. En general, sin ser exhaustivo, los pacientes que reúnen criterios para un trastorno mental mayor son sujetos de CED porque se piensa que presentan un pobre control de las emociones, que son personas discapacitadas, que el conjunto de síntomas son irracionales, que son el resultado de una “débil” personalidad, incapaces de afrontar los estresores cotidianos, que son personas impredecibles y en consecuencia peligrosas o pueden ser violentas o “no ponen de su parte” realmente para el control o remisión de las manifestaciones emocionales y fisiológicas2,29.
Aunque se consideren, técnicamente, trastornos mentales aquellos relacionados con sustancias, muchos consumidores, familiares, comunidad en general, profesionales de la salud y autoridades legales los relacionan o equiparan con un estilo de vida y, por lo tanto, los consideran merecedores del juicio social negativo30.
Se debe considerar que el consumo persistente de sustancias guarda relación tanto con factores biológicos como factores asociados a inequidades y desigualdades sociales31-34. Los cambios biológicos, psicológicos o del desarrollo que se han observado con el uso frecuente de sustancias escapan frecuentemente a la voluntad de la persona que consume35. De hecho, el consumir induce los cambios neuroplásticos en las regiones corticales prefrontales36. Estas modificaciones secundarias al TCS alteran significativamente las funciones ejecutivas como autorregulación, toma de decisiones, flexibilidad en la selección e iniciación de una acción y monitoreo del error37. En consecuencia, se menoscaba la capacidad de resistir fuertes impulsos de consumir la sustancia o avanzar en la decisión de parar el consumo de estas38,39.
Los estudios muestran que las personas que reúnen criterios para TCS experimentan mayor estigma-discriminación que otros trastornos mentales, como la esquizofrenia o el trastorno bipolar, porque se considera que son “autoinducidos”, que se trata del desenlace de “decisiones personales” y, en consecuencia, de problemas de salud altamente evitables40. Kulesza et al41, en una revisión sistemática, observaron que entre 47% y 86% de los consumidores de sustancias se habían sentido estigmatizado-discriminados por el uso de sustancias por personas de la comunidad general. Asimismo, describieron que el CED por consumo de sustancias fue mayor que el CED observado por la raza o la historia de comportamientos delictivos. De la misma forma, Ahern et al42 entrevistaron una muestra de 1008 personas con trastornos relacionados con el consumo de sustancias, 66% de ellos informó que se sentían discriminados por los amigos y 75%, incluso por los familiares, evento que se presenta con menor frecuencia con otros trastornos mentales y por otras características como la etnia-raza.
Es importante anotar que el CED por el consumo de sustancias no se limita a la población general o a los familiares, está presente igualmente en profesionales de la salud. Van Boekel et al43 hallaron en una revisión sistemática de 28 artículos que los profesionales de la salud consideraron habitualmente a los pacientes con diagnóstico de TCS como violentos, manipuladores y escasamente motivados para abandonar el consumo, lo que dificultaba la prestación de los cuidados en salud. Posiblemente, la alta frecuencia de CED para el consumo de sustancias se explique por el origen del problema. Por ejemplo, Mota et al44 exploraron en 609 profesionales de atención primaria las causas del consumo de alcohol, cannabis-cocaína y tabaco; los profesionales manifestaron que las causas eran personales en 61% de los pacientes con dependencia al alcohol, 73% en cannabis-cocaína y 78% para el consumo de tabaco. Por otro lado, dieron razones médicas 14% en dependencia al alcohol y 10% para consumo de cannabis-cocaína y tabaco. El CED por el personal de salud se puede explicar parcialmente por el pobre entrenamiento en el área e inconsistencias en los programas de formación en TCS45-47. Las personas con entrenamiento para el manejo de trastornos relacionados por el consumo de sustancias están más motivadas para interactuar con este grupo de pacientes y, por lo general, presentan menos actitudes o comportamientos relacionados con el CED por el uso de sustancias48-50.
Por lo tanto, es de esperar alta frecuencia de autoestigma en personas con consumo de sustancias42,51,52. Ahern et al42, investigación antes citada, informaron que 85% de personas con TCS se sintieron percibidos como peligrosos, 76%, malas personas y 86%, como poco confiables por aquellas personas que no consumen regularmente sustancias. En otra investigación, Luoma et al51 observaron en un grupo de 197 personas en tratamiento ambulatorio que estas se pueden reprochar o descalificar, así mismo, el consumo. Y Kulesza et al52hallaron en una muestra de 396 pacientes de atención primaria en manejo para dependencia al alcohol u opiáceos que pensaban, al menos a veces, que "habían arruinado sus vidas de forma permanente" (60%), se sentían "avergonzados" (60%) y "fuera de lugar en el mundo" (51%) como resultado de su uso de opiáceos o alcohol.
El autoestigma por consumo de sustancias es más frecuente en mujeres, personas desempleadas, cuando se tienen hijos, en familias de mayores ingresos económicos, en personas con mayor formación académica, en presencia de comorbilidad con síntomas de ansiedad o depresión, cuando se percibe un alto deterioro en la calidad de vida y en consumidores de sustancias intravenosas51,53,54.
El CED tiene implicaciones importantes en pacientes con consumo de sustancias: representa un estresor adicional, deteriora aún más la calidad de vida y se configura como una barrera de acceso a servicios de salud55-57. Por ejemplo, Semple et al58 hallaron en una muestra de 292 personas con trastorno por consumo de metanfetaminas que puntuaron mayor para autoestigma el grupo que nunca había hecho intentos de recibir tratamiento.
De la misma forma, el complejo estigma-discriminación brinda una peor percepción de la salud física y mental, se asocia a mayor comorbilidad con otros trastornos mentales, incrementa notablemente el riesgo suicida, prolonga los períodos de recuperación o rehabilitación e incrementa las estancias en centros de rehabilitación59.
Se considera que los trastornos relacionados con el consumo de sustancias son problemas de salud complejos en los que se imbrican factores constitucionales y medioambientales predisponentes35-38,60. Sin duda, factores como la pobreza, la clase social, el nivel de ingreso, el nivel de escolaridad y otros condicionantes sociales están obviamente implicados61,62. Estudios más recientes señalan que los factores constitucionales, biológicos y genéticos explican un porcentaje reducido de casos, en el mejor de los escenarios solo el 50% de la dependencia a sustancias63. Verbigracia, Abeldaño et al64 observaron en una muestra probabilística de 6122 adultos argentinos entre 18 y 34 años que las personas por debajo de línea de la pobreza mostraron mayor riesgo de consumo de sustancias legales durante el último mes y el más reciente año. Por su parte, Delker et al65 concluyeron que factores ambientales como pobreza, violencia y criminalidad incrementaban significativamente el riesgo de uso y dependencia de sustancias en adultos de Estados Unidos. Por otro lado, estudios de seguimiento más recientes han demostrado que un ambiente de crianza de alta calidad puede reducir sustancialmente el riesgo de abuso de drogas en personas con alto riesgo genético de adicción66.
Por lo tanto, no se puede desconocer que los TCS constituyen un fenómeno multifactorial, que tiene, además de las dimensiones biológicas y psicológicas, determinantes sociales complejos que necesitan ser abordados desde varios enfoques67, no solo desde el neurobiológico sino también desde el ámbito clínico y de salud pública39,68.
Las inequidades se deben considerar en el inicio, en el mantenimiento y en la recuperación de los TCS. Es posible que con la medicalización de los trastornos por consumo de sustancia se haya esperado una reducción del CED y del autoestigma, con un incremento de la empatía y la ayuda a estas personas69; sin embargo, esta consideración no solo incrementó el CED70, sino que también lo fortaleció al consolidarse como una medida de control social71y promovió el tratamiento farmacológico para atender los intereses de las casas farmacéuticas72.
Si bien ha habido en los últimos años una rápida expansión de investigaciones sobre el CED en trastornos mentales73, los esfuerzos se han centrado en describir la magnitud del problema y entender sus efectos59,74. Los investigadores se han tardado en enfocar la atención en la reducción del CED asociado a TCS75,76.
Las estrategias para la reducción del CED asociado a TCS necesitan acciones en diferentes niveles y contextos77-80. Se ha dado particular importancia al papel que juega la información y la educación de la población general, los profesionales de la salud y las personas con TCS en la reducción del CED77,78.
Livingston et al79 realizaron una revisión sistemática sobre las intervenciones para la reducción del CED relacionado con TCS y encontraron pocos estudios. Tres investigaciones abordaron el autoestigma, otras tres estuvieron orientadas a reducir el CED hacia los TCS en la población general y otras siete se centraron en minimizar el CED en profesiones de la salud y estudiantes de medicina y otros grupos profesionales. En nueve estudios la intervención consistió en educación y/o contacto directo con personas que cumplían criterios para TCS. En trece investigaciones se observó algún efecto positivo en la reducción del CED relacionado con TCS. Sin duda, estas acciones pueden ser más efectivas si se enmarcan en una política efectiva de comunicación masiva para favorecer el apoyo público a las políticas que benefician a las personas que reúnen criterios para TCS80.
Se debe cuantificar y manejar el CED por parte del personal de salud. Asimismo, es necesario explorar y trabajar el autoestigma en personas que reúnen criterios para un TCS en proceso de rehabilitación para mejorar el pronóstico y sostener la remisión del consumo. Se necesitan más investigaciones orientadas a probar la efectividad de estrategias de reducción del CED relacionado con TCS en diferentes poblaciones y contextos.
Título corto: Trastornos por consumo de sustancias
Para citar este artículo: Cassiani-Miranda CA, Campo-Arias A, Herazo E. Trastornos por consumo de sustancias: entre las inequidades y el estigma. Duazary. 2019 mayo; 16(2): xx-xx. Doi: https://doi.org/10.21676/2389783X.2751