Filosofía
El fenómeno de la crisis espiritual del hombre en la actualidad en el contexto de la “cultura de la muerte”[1]
El fenómeno de la crisis espiritual del hombre en la actualidad en el contexto de la “cultura de la muerte”[1]
Sincronía, núm. 69, pp. 38-46, 2016
Universidad de Guadalajara
Recepción: 12 Agosto 2015
Revisado: 22 Septiembre 2015
Aprobación: 30 Octubre 2015
“Nos hemos convertido en la generación del fin… el fin no es nada externo… esta en nosotros, se ha convertido en nuestro ser. Somos la generación del fin y deberíamos saber que somos.”[2]
El objetivo de esta contribución es avisar de la tendencia de abreviar el estado de reflexión de la sociedad, cultura, y de la misma supervivencia del hombre contemporáneo. Son significativas las interpretaciones en las ciencias humanas y sociales con la ausencia de consideración del amplio diapasón de problemas y de la dinámica del contexto como también del insuficiente aprovechamiento de la moda del principio de interdisciplinariedad. ¿Por qué llegamos a un „colapso de contextos“? Precisamente el tema de la crisis que todo lo abarca, no solo de la económica, agrícola, ambiental o cultural, sino también de la crisis del ser humano mismo crea un espacio para el discurso sobre contextos. Nosotros consideramos que la tendencia actual de la interpretación de la imagen del mundo y del hombre responde marcadamente sobre la marginalización, es decir, sobre la localización del énfasis en la dimensión existencial del ser humano y de su supervivencia en la periferia del interés.
El término “cultura de la muerte”, por desgracia, no es aplicable solo a los problemas discutidos vivamente desde el punto de vista ético-moral relacionados con la eutanasia, el aborto, la pena de muerte, la reproducción artificial, la clonación y otros. La cultura de la muerte es sinónimo para la cultura en estado de crisis, para cualquier tipo de muestra de intolerancia por diferencia ya sea desde el punto de vista racial, creencia religiosa, etnicidad, sexualidad, discapacitación física, deformación de la relación con la naturaleza, con el medio ambiente, de la relación del hombre con el hombre, de la represión de la seriedad de la vida, mientras que lo que pasa es un desagüe hacia un estado de ansiedad, el cual el filósofo alemán Paul Tillich clasificó en tres tipos y sus muestras en las diferentes épocas en la historia de la humanidad.
Tillich escribe sobre la ansiedad espiritual en la edad moderna, entendiendo ansiedad como el estado de entendimiento de la posible inexistencia, es la experiencia de la posible inexistencia.[3] Sobre la edad de la ansiedad también escribió el ensayista, poeta y escritor Wyston H. Auden, quien se inspiró en la obra de Soren Kierkegaard pero también en Paul Tillich. En su obra La edad de la ansiedad (1947) analiza el dilema moderno del hombre de la sociedad contemporánea y presenta un punto de vista sobre la gente viviendo en la edad de la ansiedad.[4]
Bajo la influencia de esta ansiedad, de la decadencia de los valores espirituales y morales, de su relativización, del pluralismo, la secularización, la amenaza de los derechos humanos fundamentales del hombre, la sobreestimación de la libertad personal, del individualismo y la formación de los así llamados juegos lingüísticos, el hombre en el tercer milenio se siente en una “encrucijada” o, según varios futurólogos y pronósticos escépticos, en un callejón sin salida. El filósofo francés Paul Virilio, como uno de muchos, defiende su reflexión crítica de la época con los síntomas identificados de la “guerra total que la cultura lleva contra sí misma”.[5] Los expertos constatan escépticamente que la cultura occidental no tiene futuro, sin abandonar el pesimismo del filósofo alemán Oswald Spengler, mientras no suceda algún tipo de cambio de dirección de la auto-liquidación y del colapso.[6] ¿Es la cultura de la muerte una muestra de la edad moderna? Una respuesta simple es complicada y también está determinada por la esfera del discurso. El hecho, sin embargo, se mantiene, que según varios expertos, desde el punto de vista histórico-antropológico, la cultura de la muerte no es una muestra de la nueva era y no se origina automáticamente. La prueba de esta afirmación son las varias catástrofes, cataclismos y las alternantes épocas de “terror” y miedo de los regímenes políticos. En el signo de la comodificación y comercialización de prácticamente todo, la misma muerte se ha convertido en una “inversión” en una cultura que ya no protege al hombre, no le necesita como un creador específico, le convierte simplemente un adicto existencial. El problema de la “adicción” existencial del hombre en la cultura como su “subsidio” a su propia manera para la auto-creación y auto-reflexión también camina por una fina capa de hielo. La revisión necesaria es una importante observación del entendimiento del hombre moderno como homo oeconomicus. El teólogo, filósofo y crítico literario danés Soren Kierkegaard recomendó que el hombre primero debería existir y luego pensar. Con su concepción del hombre como individuo, liberado de la falsedad y por tanto de la multitud, el esfuerzo por la existencia individual en la relación con Dios manifiesta problemas que eran importantes en la sociedad y cultura contemporáneas. Él anticipó la tesis sobre la categoría del aburrimiento en la vida del hombre con respecto a su relación con Dios: “El hombre que vive en un mundo sin Dios estará enseguida aburrido consigo mismo – y lo demuestra altivamente estando aburrido del mundo entero, pero el hombre que tiene una relación con Dios realmente vive con aquél cuya presencia da un sentido infinito incluso a lo más insignificante.”[7] Esta tesis es analizada por un gran número de expertos en el contexto de la cultura consumista o, mejor dicho, hiper-consumista y del fenómeno de convertir algo en divertido y entretenido.
El progreso de la era postmoderna guía al hombre a la elección entre lo conocido como “cultura de la vida” y “cultura de la muerte”, para que tome responsabilidad de sus actos y decisiones. El fortalecimiento y el reencuentro de los valores cristianos centrales tanto como de los valores universales humanos – amor, fe, esperanza – es un mensaje destinado a toda la humanidad, no solo a los cristianos. El hombre se posiciona, a la luz de Kierkegaard, ante la decisión “o lo uno o lo otro”, lo importante es “… la energía, la seriedad y la pasión con las que elige.”[8] En el marco de la reflexión sobre la cultura de la muerte y la urgencia de su impacto en el hombre como miembro de una sociedad sociocultural, es importante el “Espejo, de cierto, tiene la función de que el hombre puede ver en él su imagen, pero después tiene que mantenerse tranquilo. Si lo pasa aprisa, apresurándose, no verá nada.”[9] La sociedad contemporánea posmoderna y la cultura es vista como “descentralizada y mezclada, materialista y psicológica, pornográfica y discreta, innovadora y retro, consumista y ecológica, forzada y espontanea, espectacular y creativa.”[10] La manera de pensar, de sentir y de actuar es influida por varios factores, o mejor dicho, por varias tendencias aplicables en la cultura occidental. La crisis del sujeto era una realidad ya en los siglos pasados, sin embargo culmina en la era postmoderna. La “pseudo” individualización contemporánea, de la cual somos testigos o mejor dicho “víctimas” no contribuye en ninguna manera al entendimiento de la propia existencia individual, a la comprensión del propio “Yo”. El fenómeno de la emancipación del individuo habla de la liberación, la cual sin embargo llega al extremo en forma de transcender o incluso de eliminar las normas culturales, sociales o de la civilización, incluso a la negación de la dimensión vertical.
Kierkegaard describió este materialismo y ambición de “auto-creación” del hombre como el carácter de una época, en la cual “un hombre joven apenas envidiaría a otros sus habilidades o su arte, el amor de una chica joven o su importancia, pero sin duda envidiaría su dinero.”[11] En la era del consumismo, los deseos humanos se manifiestan analógicamente en el estilo de vida estético, ante el cual Kierkegaard advirtió: “Para el hombre no hay nada más peligroso que estar atrapado en un comportamiento superficial.”[12] Las muestras de la sociedad consumista en las intenciones de la cultura de la muerte provocan que “los fuertes puntos de referencia son refutados entre el liderazgo y el engaño, entre la realidad y el pensamiento, y nos dejan un mundo marchito y vacío de una pseudo-realidad momificada, libre de vida, pensamientos o espíritu y organizado para la interpretación de los símbolos externos, que nadie sabe lo que significan.”[13] La crisis y sus marcadas manifestaciones, las cuales ya han sido mencionadas – desesperación, alienación, resignación al sentido, aburrimiento, indiferencia, soledad, sentimientos de culpa, ansiedad, desordenes ansiosos, miedo – son una parte esencial de nuestra época. En el pasado ocurría de la misma manera, pero el conflicto existencial ha cambiado, ya que han ocurrido cambios fundamentales en el área de los valores. En el plano del “pseudo” individualismo, el cual entendemos como antropocentrismo lleno de prejuicios y con la alusión a los errores del hombre basados en su desesperada ignorancia sobre el propio “Yo”, tal y como dijo Kierkegaard, cuando lo importante es “…que pese a todo obtengas lo que es importante en la vida – que te obtengas a ti mismo.”[14] A la luz del reto de Kierkegaard de elegir “o lo uno o lo otro” es importante y de hecho aun más importante “…elegir y elegir en el momento adecuado.”[15] La época revolucionaria, tal como la llamó por el apasionado carácter existencial “…no anula el principio de la contradicción y no puede ser ni bueno ni malo, y elija el camino que elija, su dedicación tiene tal impulso que las huellas de los hechos deben ser marcar visiblemente su progreso o su desvío.”[16] La era indecisa, por el contrario, anuló este principio, el compromiso según el cual el crítico no comprometido, Kierkegaard, no es aceptable.[17] El filósofo, científico literario y culturólogo Dalimír Hajko, en su monografía dedicada a Kierkegaard, no está de acuerdo con este punto de vista y avisa de que es necesario reflexionar sobre el deseable compromiso en el desarrollo evolutivo de la sociedad, especialmente en el contexto de la sociedad contemporánea que asiente al tranquilo desarrollo del evento.
Sobre la crisis espiritual, la cual entendemos primariamente como la atrofia del aspecto espiritual del hombre, es posible considerar también en el contexto del llamado desarraigo de los valores tradicionales, cuando “…el hombre es confrontado con la presión de la época y con valores que no son permanentes.”[18] Las condiciones para la conservación y el anclaje de la espiritualidad, el deseo por lo transcendente, contenida inmanentemente en cada persona, esta significativamente infectada por el materialismo, el consumo y la orientación hacia el beneficio a expensas de la calidad e incluso de la ética y la moral tanto como de la humanidad y la solidaridad. En nuestra actualidad se refleja el carácter de la época sobre la cual Kierkegaard constató que, en la era desapasionada no encontramos ningún valor “…ya que todo es transferido a lo presentable.”[19] Es más que apropiado constatar que el concepto de la cultura de la muerte no se puede reducir solo al área de los ataques a las vidas de los individuos y naciones, tal y como avisan los teólogos y la iglesia católica, sino también otros sistemas religiosos o iglesias. La cultura de la muerte esta presenta y se muestra también en variadas formas ocultas, manteniéndose en pie al final detrás de la misma crisis del hombre y la cultura. La cultura de la muerte al final habla sobre el estado o la “afinación” del hombre en su dimensión existencial pero sin excluir también el entendimiento de la realidad que ya no es el espíritu de dar, sino una construcción desechable. El área del arte también transmite más bien la infertilidad y el vacío, es como un museo de patología, como un lugar de creatividad y revuelta. ¿Qué manera de emancipar al hombre del círculo deambulante de la crisis, que resulta en la cultura de la muerte o brota de ella, es el correcto o el más efectivo?
Referencias
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______. (1993). Three Discourses on Imagined Occasions. Edited and translated by Hong, H.V. – Hong, E. H., Princeton: Princeton University Press, 200 p.
______. (1993). Upbuilding Discourses in Various Spirits. Edited and translated by Howard. V. Hong and Edna H. Hong with Introduction and Notes. Princeton: Princeton University Press.
______. (1988). Stages on Life´s Way. Edited and Translated by Howard V. Hong and Edna H. Hong with Introduction and Notes. Princeton: Princeton University Press, 780 p.
______. (2006). Rovnováha medzi estetickým a etickým pri utváraní osobnosti. Bratislava: Kalligram, 208 p.
Kondrla, P. - Pavlíková, M. - Pavlovičová, P. – Gál, Ľ. (2013). Tri aspekty skúmania hodnôt. Ljubljana: KUD Apokalipsa, 120 p.
Králik, R. et al. (2014). Päť mysliteľov. Ljubljana: KUD Apokalipsa, CERI-SK, 170 p.
Pavliková, M. (2015). Wystan Hugh Auden. En KRÁLIK, R. et al. Kierkegaard a tí druhí. Ljubljana: KUD Apokalipsa, CERI-SK, pag. 143-164.
Lipovetsky, G. (2008). Éra prázdnoty. Úvahy o současném individualismu. Praha: Prostor, 2008, 360 p. ISBN 978-80-7260-190-5.
Marino, G. D. (2014). The Quotable Kierkegaard. Princeton and Oxford: Princeton University Press, 2014, 234 p. ISBN 978-0-691-15530-2.
Šabík, V. (2001). Diskurzy o kultúre. Bratislava: Vydavateľstvo Spolku slovenských spisovateľov, 2001, 427 p. ISBN 80-8061-127-0.
Tillich, P. (1955). The New Being. New York: Charles Scribner´s Sons, 1955, 179 p.
Notas
Notas de autor