Entrevistas
La alternativa ecosocialista. Una entrevista con Michael Löwy
The Ecosocialist Alternative. An Interview with Michael Löwy
L’alternative éco-socialiste. Une interview avec Michel Löwy
La alternativa ecosocialista. Una entrevista con Michael Löwy
Análisis. Revista Colombiana de Humanidades, vol. 52, núm. 97, pp. 459-475, 2020
Universidad Santo Tomás
Recepción: 06 Mayo 2020
Aprobación: 12 Junio 2020
Resumen: La crisis ecológica planetaria continúa su profundización acelerada mientras si- gue poniendo en peligro el balance de la vida y la sobrevivencia de la civilización humana. Frente a esto, en el último medio siglo varias alternativas radicales de transformación eco-social han emergido en el campo de la ecología política para desafiar al sistema imperante desde distintas consideraciones éticas, ecológicas, sociales, económicas, etc. Una de ellas, el ecosocialismo, que surgió en la década de 1970 en Europa, se ha venido fortaleciendo en los últimos 20 años en América Latina. Aunque presenta variantes, el ecosocialismo tiene en el marxismo ecológico un importante núcleo teórico-metodológico. Michael Löwy, un filósofo y sociólogo ecosocialista franco-brasileño, al ser una de las grandes figuras del pensamiento marxista en la actualidad, constituye un nodo político-filosófico para el debate sobre el tema entre Europa y América Latina. Teniendo esto en cuenta, y con el objetivo de dar cuenta de los principales argumentos de dicha postura, en este documento presentamos una entrevista con el profesor Löwy —realizada en abril de 2020—, así como la transcripción de dos manifiestos ecosocialistas: el Manifiesto Ecosocialista Internacional, de 2001, y la Declaración Ecosocialista Internacional de Belén, de 2008, ambos de coautoría del entrevistado.
Palabras clave: ecosocialismo, Michael Löwy, marxismo, crisis ecológica, ecología política.
Abstract: The planetary ecological crisis deepens at an accelerated rate endangering the balance of life and the survival of human civilization. In the last half century, several radical alternatives of eco-social transformation have emerged in the field of political ecology to challenge the dominant system from different ethical, ecological, social, and economic grounds. One of them, ecosocialism, arose in the 1970s in Europe and has been growing in the last 20 years in Latin America. Although it has variations, ecosocialism has in ecological Marxism an important theoretical-methodological core. Michael Löwy is a French-Brazilian ecosocialist philosopher and sociologist. He is also one of the most important figures of Marxist thinking: a political-philosophical node for the debate between Europe and Latin America. Here we present an April 2020 interview with professor Löwy and the transcription of two ecosocialist manifestos, The First International Ecosocialist Manifesto of 2001 and The Belem Ecosocialist Manifesto of 2009, both coauthored by the interviewee.
Keywords: ecosocialism, Michael Löwy, Marxism, ecological crisis, political ecology.
Résumé: La crise écologique planétaire continue son aggravement alors que l’équilibre de la vie et la survivance de la civilisation humaine se mettent de plus en plus en risque. Face à cette situation, dans le dernier demi-siècle on a vu apparaître plusieurs alternatives radicales tendant à la transformation éco-social dans le domaine de l’écologie politique, dont le but principal consiste à défier le système dominant à partir de considérations éthiques, écologiques, sociales, économiques, etc. Une de ces alternatives : l’éco-socialisme, née vers 1970 en Europe, est devenue très importante au cours des vingt dernières années en Amérique latine. Malgré les nuances, le marxisme lui sert de fondement en termes théoriques et méthodologiques. Michael Löwy, philosophe et sociologue éco-socialiste franco- brasilien, est une des grandes figures de la pensée marxiste d’aujourd’hui, et constitue en conséquence un acteur central de ce débat, aussi bien en Europe qu’en Amérique latine. Par conséquent, afin de rendre compte des aspects essentiels de sa prise de position, on présente cet interview réalisée au mois d’avril 2020, ainsi que la transcription de deux manifestes éco-socialistes : Manifiesto Ecosocialista Internacional, (2001), et la Declaración Ecosocialista Internacional de Belén (2008). Les deux textes ont été co-écrits par M. Löwy.
Mots clés: éco-socialisme, Michael Löwy, marxisme, crise écologique, écologie politique.
Introducción
Con esta entrevista se busca acercar al público colombiano a un debate que parece más bien desconocido en el país: el de la catástrofe planetaria, sus causas, sus alternativas, y las posibilidades de transformación radical.
Michael Löwy (São Paulo, 1938) es un pensador marxista franco-brasileño dedicado a la sociología de la religión y del pensamiento, perteneciente a una corriente de renovación de la tradición marxista que parte de Walter Benjamin y Lucien Goldman. Su extensa obra, traducida a varios idiomas, incluye, entre otras, “El pensamiento del Che Guevara” (1985), “La Teoría de la Revolución en el Joven Marx” (1972), “Para una sociología de los intelectuales revolucionarios: la evolución política de Lukács 1909-1929” (1978), “Redención y utopía: el judaísmo libertario en Europa central. Un estudio de afinidad electiva” (2018), “Guerra de dioses. Religión y política en América Latina” (1999), y “Ecosocialismo. La alternativa radical a la catástrofe ecológica capitalista” (2014).
A continuación se transcribe la entrevista realizada al profesor Michael Löwy en abril de 2020 y se publican dos manifiestos ecosocialistas escritos en coautoría por el profesor y que fueron mencionados en la entrevista: el Manifiesto Ecosocialista Internacional, de 2001, y la Declaración Ecosocialista Internacional de Belén, de 2008.
Entrevista con Michael Löwy
Sigifredo Romero Tovar (S. Romero): Estimado profesor Löwy, muchas gracias por concederme esta entrevista. Quisiera comenzar por una pregunta, digamos, personal. Usted hace parte desde hace por lo menos dos décadas de la corriente ecosocialista que viene creciendo a medida que la crisis planetaria se hace cada vez más ineludible. ¿Cómo fue su encuentro con el problema ecológico? ¿Hubo un momento en que se haya chocado con la realidad de la destrucción planetaria en toda su dimensión? ¿o fue más bien un proceso gradual?
Michael Löwy (M. Löwy): Fue más bien un proceso gradual. Al principio, en los años setenta y ochenta, yo tenía una preocupación general por la ecología, la contaminación, la destrucción de los ecosistemas. En los años noventa empecé a darme cuenta de lo que significaba el cambio climático. A partir de entonces, esta temática pasa a tener para mí una importancia creciente. Pero solo en los años dos mil es que la propuesta ecosocialista empieza a transformarse en el tema central de mi reflexión y acción política.
S. Romero: ¿Cómo ha sido su participación en el movimiento?
M. Löwy: Bueno, en 2001 me encuentro en un congreso Marxista internacional en Paris con el ecosocialista norte-americano Joel Kovel, que me propone que redactemos juntos un Manifiesto. Así, es publicado en septiembre de 2001 el Manifiesto Ecosocialista Internacional. Durante mis visitas a Brasil tomé contacto con militantes ecosocialistas y creamos la Red Ecosocialista Brasileña. Pero, a pesar de múltiples tentativas, no hemos logrado crear una Red semejante en Francia. Pero en 2007 logramos organizar en París una pequeña conferencia ecosocialista internacional en la cual se creó la Red Ecosocialista Internacional. La conferencia encargó a Joel Kovel, Ian Angus y a mí de redactar un nuevo Manifiesto sobre el cambio climático. Este documento, conocido como Declaración Ecosocialista de Belén, fue firmado por centenas de personas de unos 40 países y distribuido en dos lenguas (portugués y castellano) en el Foro Social Mundial del 2009 en Belem do Pará [Belén] (región amazónica, Brasil). En esta ocasión, participamos de varios eventos ecosocialistas y organizamos un nuevo encuentro ecosocialista internacional en Belén. En este mismo año, 2009, participé en la Cumbre Oposicional en Copenhagen, y en la manifestación de los cien mil, por ocasión de la reunión del cop 15 en esta ciudad. En esta ocasión sacamos otro folleto, ahora ilustrado, con el título “Copenhagen 2049”, describiendo la ciudad sumergida bajo el mar como consecuencia del cambio climático, que fue distribuido en la manifestación. Infelizmente, la Red Ecosocialista Internacional dejó de funcionar a partir del 2013. Pero, a partir del 2020, surge una nueva iniciativa, la Red Ecosocialista Global, en la cual obviamente participamos. Durante todos estos años he tratado de llevar la propuesta ecosocialista para círculos de la izquierda anticapitalista y de la izquierda ecologista en Francia y al Movimiento de los Campesinos sin Tierra (mst) en Brasil. Mi principal contribución a la reflexión ecosocialista es un librito, “Ecosocialismo. Una alternativa radical a la catástrofe ecológica capitalista”, publicado primero en francés en 2011 y después traducido al castellano, portugués, inglés y alemán.
S. Romero: ¿Cómo funcionan las relaciones entre filósofos, teóricos y académicos con comunidades y movimientos ecosocialistas? ¿Considera usted que hay comunicación fructífera, constante y fluida o que hay obstáculos que impiden la retroalimentación?
M. Löwy: No se puede generalizar. Cada uno tiene sus experiencias. Para mí, como filósofo-militante político, la reflexión está siempre relacionada con la experiencia práctica de los movimientos socioecológicos. No solo los ecosocialistas, sino también otros movimientos: de indígenas, de campesinos, de juventud, comunidades de base cristianas, etc., además del dialogo con militantes revolu- cionarios de Europa y América Latina, filósofos marxistas, ecologistas de varias tendencias, teólogos de la liberación y otros.
S. Romero: Quisiera continuar con una pregunta más práctica y situada en Colombia. Aquí pareciera que los afanes de la izquierda se centran fundamentalmente en defensa de derechos humanos, consolidación del proceso de paz y superación del conflicto armado. Para fines prácticos, ¿cuáles considera usted que son las acciones, pasos y transformaciones que movimientos anticapitalistas de orientación ecosocialista o cercana a ella en sociedades con conflictos sociales agudos como el colombiano deberán priorizar en los próximos años para constituirse como un desafío políticamente concreto al sistema capitalista?
M. Löwy: Francamente, no puedo dar consejos a la izquierda colombiana de cómo debe actuar. Más bien puedo aprender con ella cómo enfrentan los varios desafíos. En lo general, nos parece que la estrategia adecuada es la que busca cómo articular los problemas ecológicos con las cuestiones sociales, con las reivindicaciones democráticas, etc. Por ejemplo, en América Latina muchos indígenas o campesinos víctimas de asesinatos son luchadores por sus comunidades en contra de las actividades destructoras del medio ambiente del agro-negocio, o de multinacionales. El combate ecológico y la defensa de los derechos humanos están aquí asociados.
S. Romero: Dentro del conjunto de las alternativas políticas que se presentan hoy en día al capitalismo y su capacidad de destrucción planetaria, incluyendo el ecofeminismo, el buen vivir y la décroissance [me reservo las relaciones entre ecosocialismo y anarquismo verde para una pregunta aparte], ¿en qué términos y de qué manera el ecosocialismo debate y/o dialoga con estas tendencias?
M. Löwy: El ecosocialismo no pretende tener el monopolio de la alternativa al capitalismo. Tenemos mucho que aprender (y quizás algo a contribuir) en un diálogo con otras corrientes, que no son necesariamente contradictorias con el ecosocialismo. Por ejemplo, hay varias representantes del ecofeminismo que se declaran también ecosocialistas: son dos visiones complementarias. El “buen vivir” tiene varias versiones: las más radicales están muy cerca del ecosocialismo; por otro lado, los ecosocialistas tienen mucho que aprender con la cosmovisión y el relacionamiento con la naturaleza de las comunidades indígenas. En cuanto al decrecimiento: en sus versiones de izquierda se sitúa en el campo del socialismo ecológico. Nuestro desacuerdo con el concepto de “decrecimiento” es su carácter demasiado cuantitativo; el ecosocialismo tiene una visión cualitativa de la cuestión: supresión total de algunas producciones (pesticidas químicos) y pseudoservicios (¡publicidad!), reducción de muchas (coches), desarrollo de otras producciones y servicios (producción agro-ecológica, energías renovables, saneamiento básico, salud, educación, etc.).
S. Romero: Pareciera que el ecosocialismo, al hacer la crítica al comunismo soviético y otros experimentos burocráticos en el siglo xx, adquiere un claro componente libertario. ¿Es el ecosocialismo una posibilidad de diálogo entre marxistas y anarquistas?
M. Löwy: Depende de cada ecosocialista. Personalmente, soy favorable a este diálogo y a una convergencia en las luchas. He desarrollado esta idea en mi libro, en colaboración con mi amigo Olivier Besancenot (portavoz del Nuevo Partido Anticapitalista de Francia), “Afinidades Revolucionarias. Por la convergencia entre marxistas y libertarios”, publicado en francés en 2017 y traducido en castellano, griego, portugués y alemán. Tengo algunas críticas, pero una gran admiración, por la obra del ecoanarquista Murray Bookchin. Su propuesta de municipalismo libertario y ecología social ha tenido una gran influencia en el movimiento de liberación kurdo a través de los escritos de su dirigente (en- carcelado en Turquía) Abdullah Öcalan. La experiencia del movimiento kurdo en Rojava (norte de Siria), inspirada por Murray Bookchin, es interesantísima.
S. Romero: Al revisar las fuentes teórico-políticas del ecosocialismo y sus pensadores, sobresalen por supuesto que Marx y Engels en primer lugar, pero también William Morris, Rosa Luxemburg, Gramsci y Walter Benjamin como sus principales pioneros y predecesores. ¿No pareciera haber un distanciamien- to del ecosocialismo frente Adorno, Horkheimer y Marcuse? Si así fuere, ¿qué posibles fuentes de ese distanciamiento podríamos advertir?
M. Löwy: Es un tema interesante, que merecería un estudio más profundo. Mi impresión es que la crítica de Adorno-Horkheimer a la racionalidad instrumental y al “progreso” industrial-capitalista podría ser integrada en la teoría ecosocialista. En Herbert Marcuse encontramos incluso una reflexión directamente ecológica de gran valor. Pero son cuestiones que no hemos aún explorado suficientemente.
S. Romero: En el debate ecosocialista planetario, aquel al que pueden acceder fácilmente personas de todo el planeta y que se lleva a cabo en The Great Transition Initiative, Mientras Tanto, Capitalism, Nature Socialism, entre otros, uno percibe que este se lleva adelante en buena medida en inglés, y entre pensadores y activistas procedentes principalmente de América del Norte, España, Inglaterra, Australia. Al mismo tiempo, buena parte de los pensadores ecosocialistas coinciden en afirmar que es, de hecho, en el “sur global”, en la Amazonía, en Chiapas, en las tierras indígenas de Norteamérica y por parte de campesinos e indígenas, donde está la vanguardia de la lucha por la defensa de la vida, de la sociedad y de la naturaleza. ¿Se está haciendo poco en el centro del sistema-mundo para detener la catástrofe? Y, al mismo tiempo, ¿estamos reflexionando muy poco en América Latina?
M. Löwy: Bueno, existe una reflexión ecosocialista importante en América Latina. En Brasil, Arlindo Rodrigues, Luiz Marques, el teólogo Leonardo Boff, el sector ecosocialista del psol (Partido del Socialismo y la Libertad); en Perú, Hugo Blanco y el boletín Lucha Indígena; en Colombia mismo, Renán Vega Cantor, Daniel Libreros; en México, Luis Martínez; solo para mencionar algunos ejemplos. Pero, como siempre, la producción de la periferia no llega al centro. Por otro lado, existe una lucha ecológica importante en los países del centro del sistema: en Estados Unidos y Canadá, los indígenas que luchan en contra de los mortíferos pipelines de petróleo son apoyados por ecologistas, socialistas, sindicalistas de izquierda, intelectuales, etc.; en Francia, el movimiento de jó- venes en contra del aeropuerto de Notre-Dame-des-Landes triunfó a pesar de las tentativas de represión de varios gobiernos; en Alemania, hay un movimiento fuerte en contra de las minas de carbón que está luchando por el cierre de esta producción ecocida; sin hablar de la “huelga de los estudios” iniciada por Greta Thunberg, que tuvo enorme impacto en muchos países. El problema es que hasta ahora no hemos aún reunido fuerza suficiente, ni en el Norte ni en el Sur, para romper con la lógica ecocida del sistema capitalista. Infelizmente, no nos queda mucho tiempo para evitar la catástrofe.
S. Romero: La pandemia del Covid-19 pareciera una oportunidad histórica para repensar la vida en nuestro planeta. Hemos sido testigos de la enorme capacidad de la naturaleza para recuperarse en poco tiempo y algunos gobiernos se han visto forzados a desembolsar ayudas a los sectores más marginalizados. ¿Es esta crisis aprovechable para los propósitos de un mundo post-capitalista, sostenible y democrático?
M. Löwy: Francamente, no creo que la pandemia del coronavirus pueda provocar un cambio substancial. Recordemos que la influenza hispánica del 1918-19 resultó en millones de muertos, pero sin consecuencias políticas. Para llegar a un mundo post-capitalista, ecológico y democrático necesitamos mucha organización, consciencia y lucha. Ningún virus puede resolver estas tareas en nuestro lugar.
S. Romero: La revista Análisis es una revista de humanidades. ¿Cuál considera usted que es el papel de las humanidades frente a este sigo xxi que, parece, será definitivo para la historia de la humanidad?
M. Löwy: Creo que las grandes tareas para las humanidades (filosofía, historia, ciencias humanas, etc.) en el siglo xxi son: 1) desarrollar una crítica radical al sistema inhumano, ecocida y opresor que se llama civilización capitalista industrial moderna; 2) proponer alternativas antisistémicas radicales, humanistas, libertarias y ecológicas, en búsqueda de un nuevo paradigma de civilización.
Manifiesto ecosocialista internacional
Los comienzos del siglo xxi son catastróficos: riesgo ecológico sin precedentes, orden mundial caótico cercado por el terror y las guerras de baja intensidad que se esparcen como la gangrena por el planeta —en África central, en Oriente Medio, a lo largo de la costa del Pacífico de América del Sur— y reverberan a través de las naciones.
Las crisis ecológicas y societales están intrínsecamente vinculadas y deberían ser percibidas como las manifestaciones diferentes de las mismas fuerzas estructurales. Las primeras, de manera general, tienen su origen en una industrialización rampante que destruye la capacidad terrestre de amortiguar la degradación ecológica. Las segundas provienen de una forma de imperialismo conocida con el nombre de globalización, que tiene efectos devastadores sobre las sociedades que se le resisten. Estas fuerzas subyacentes representan los diferentes aspectos de una misma dinámica central: la expansión del sistema capitalista mundial. Rechazamos todos los eufemismos y la propaganda que consiste en reducir la brutalidad de este régimen: un lavado de fachada de sus costos ecológicos, como toda relativización de sus costos humanos en nombre de la democracia y de los derechos del hombre. Insistimos, por el contrario, en la necesidad de considerar el capital a partir de lo que realmente ha perpetrado.
Al actuar sobre la naturaleza y su equilibrio ecológico, con la obligación constante de extender su rentabilidad, este régimen expone los ecosistemas a contaminaciones desestabilizadoras, fragmenta los hábitats naturales que han evolucionado durante milenios para permitir la realización plena de los organismos vivientes, despilfarra los recursos, reduce la vitalidad carnal de la naturaleza al intercambio glacial que exige la acumulación del capital.
Del lado de la humanidad y de sus exigencias de autodeterminación, de bienes comunes y de existencia plena de sentido, el capital reduce a la mayoría de la población del planeta a un puro y simple reservorio de mano de obra y a la mayoría de los otros al rango de cosas. Ha invadido y minado la integridad de las comunidades por la inclinación de su cultura consumista de masa despolitizada. Ha aumentado las disparidades de ingresos y de poder a niveles jamás alcanzados en la historia humana. Ha trabajado con una red de Estados clientes, corruptos y serviles, cuyas élites locales llevan a cabo el trabajo de represión y protegen al centro de cualquier oprobio. Además, ha comenzado a crear una red de organizaciones transnacionales establecidas bajo la supervisión de los poderes occidentales y de la superpotencia norteamericana con el fin de minar la autonomía de la periferia mientras mantiene un enorme aparato militar que refuerza la sumisión al centro capitalista.
El sistema capitalista actual no puede regular, y menos aún remontar, las crisis que ha engendrado. No puede resolver la crisis ecológica porque debería poner límites a la acumulación —elección inaceptable para un sistema basado en la regla del “¡crece o muere!”—. No puede resolver la crisis planteada por el terror y otras formas de rebelión violenta porque debería abandonar la lógica del imperio e imponer, en consecuencia, inaceptables límites al crecimiento y al “modo de vida” sostenidos por este imperio. La única solución a su alcance es el recurso a la fuerza bruta, que incrementa la alienación y siembra las semillas tanto del terrorismo como del contraterrorismo, evolucionando hacia una variante nueva y maligna de fascismo.
El sistema capitalista mundial ha caído históricamente en bancarrota. Ha devenido en un imperio cuyo extraordinario gigantismo oculta cada vez menos la debilidad subyacente. Siguiendo el vocabulario de la ecología, se volvió profundamente “insostenible” y debe ser radicalmente cambiado. Debe ser reemplazado si se quiere un futuro mejor.
Así, la elección dramática planteada por Rosa Luxemburg retorna: ¡socialismo o barbarie! El rostro de la barbarie revela ahora las huellas del nuevo siglo y toma el aspecto de catástrofe ecológica, de la pareja terror/contraterror y de su degeneración fascista.
Pero ¿por qué el socialismo?, ¿por qué revivir una palabra que estaría condenada al cesto de basura de la historia a causa de las interpretaciones erróneas del siglo xx? Por la simple razón de que, incluso inacabada, la noción de socialismo aún representa la superación del capitalismo. Si el capital es vencido, tarea que reviste hoy la urgencia de la supervivencia misma de la civilización, el resultado solo podrá ser el “socialismo”, dado que este término es el que designa la ruptura y el pasaje hacia una sociedad postcapitalista. Si decimos que el capital es radicalmente insostenible y que se orienta hacia la barbarie, decimos igualmente que tenemos necesidad de construir un socialismo capaz de resolver las crisis que el capital ha creado. Si los “socialismos” pasados fracasaron en esta tarea, es nuestro deber, a menos de someternos a un fin bárbaro, luchar para que el socialismo triunfe. Así como la barbarie ha cambiado de una manera que refleja el siglo, desde que Rosa Luxemburg anunció su alternativa profética, el socialismo debe también evolucionar para corresponderse con la época en la que vivimos.
Por todas estas razones, hemos elegido nombrar ecosocialismo a nuestra interpretación del socialismo y dedicarnos a realizarlo. ¿Por qué el ecosocialismo?
En el contexto de la crisis ecológica, comprendemos el ecosocialismo no como la negación de los socialismos de “primera versión” del siglo xx, sino como su prolongación. Como ellos, se funda sobre el hecho de que el capital es trabajo muerto objetivado que se beneficia con la separación de los productores y de los medios de producción. El socialismo en su primera versión no fue capaz de realizar su objetivo por razones demasiado complejas para explicar aquí, salvo si se las resume como los efectos diversos del subdesarrollo en un contexto de hostilidad de los poderes capitalistas existentes. Esta coyuntura tuvo numerosas consecuencias nocivas sobre los socialismos existentes, principalmente la negación de la democracia interna, a la par de una emulación productivista del capitalismo, conduciendo finalmente al desmoronamiento de esas sociedades y a la ruina de su medio ambiente.
El ecosocialismo conserva los objetivos emancipadores del socialismo de primera versión y rechaza los objetivos atenuados, reformistas, de la socialdemocracia y las estructuras productivistas del socialismo burocrático. Insiste en una redefinición de las vías y del objetivo de la producción socialista en un marco ecológico.
No lo hace para imponer la penuria, el rigor y la represión, sino para respetar los límites de crecimiento esenciales para una sociedad durable. Su objetivo es, más bien, transformar las necesidades y sustituir por una dimensión cualitativa lo que era cuantitativo. Desde el punto de vista de la producción de los bienes, eso se traduce en la prioridad de los valores de uso sobre los valores de cambio, proyecto cargado de consecuencias para la actividad económica inmediata.
La generalización de una producción ecológica en condiciones socialistas puede permitir conseguir una victoria sobre las crisis presentes. Una sociedad de productores libremente asociados no se detiene en su propia democratización. Debe insistir en la liberación de todos los seres como su fundamento y su objetivo. Triunfa así sobre el movimiento imperialista tanto subjetiva como objetivamente. Al realizar este objetivo, lucha contra toda forma de dominación, incluyendo las de género y de raza, y supera las condiciones que alimentan las derivas fundamentalistas y sus manifestaciones terroristas. En resumen, el principio d una sociedad mundial se inscribe en una perspectiva de armonía ecológica inconcebible en las condiciones presentes. Uno de sus resultados prácticos sería, por ejemplo, la extinción de la dependencia petrolera como el capital industrial. A cambio, eso puede crear la condición material de liberación de tierras hoy en manos del imperialismo petrolero, conteniendo el calentamiento del planeta y otros males nacidos de la crisis ecológica.
Nadie puede leer estas prescripciones sin pensar en las numerosas cuestiones teóricas y prácticas que generan, y no sin cierto desaliento, en la medida en que parecen tan alejadas del estado actual del mundo realmente existente, ya sea que se trate de las instituciones o de los niveles de conciencia. No tenemos necesidad de desarrollar estos puntos fácilmente reconocibles por todos. Pero querríamos insistir para que sean tomados en consideración. Nuestro objetivo no es ni definir cada paso a dar, ni gritar contra el poder exorbitante del adversario. Más bien se trata de una lógica de transformación necesaria y suficiente del orden actual para franquear las etapas intermedias hacia ese objetivo. Actuamos así de manera tal de pensar más profundamente estas posibilidades y, al mismo tiempo, de empezar a trabajar con aquellos que comparten nuestras preocupaciones. Si estos argumentos tienen algún valor, ideas y prácticas similares germinarán de manera coordinada en innumerables lugares del globo.
El ecosocialismo será internacional, universal, o no será. Las crisis de nuestra época pueden y deben ser comprendidas como oportunidades revolucionarias que debemos hacer eclosionar.
Joel Kovel y Michael Löwy, 2001.
Declaración ecosocialista internacional de Belén (2008)
El mundo sufre de fiebre debido al cambio climático, y la enfermedad es el modelo de desarrollo capitalista.
Fuente: Evo Morales, presidente de Bolivia, septiembre de 2007.
La elección de la humanidad
La humanidad se enfrenta hoy a una elección crucial: ecosocialismo o barbarie. No tenemos necesidad de más pruebas de la barbarie del capitalismo, sistema parasitario que explota a la humanidad y a la naturaleza por igual. Su único motor es el imperativo de la ganancia y, por tanto, la necesidad de crecimiento infinito. Crea productos inútilmente, despilfarrando los recursos limitados del medio ambiente y devolviéndole tan sólo toxinas y contaminantes. Bajo el capitalismo, la única medida de éxito es el aumento de las ventas cada día,
cada semana, cada año —implicando la creación de enormes cantidades de productos que son directamente nocivos para los humanos y para la naturaleza, mercancías que solo pueden ser producidas propagando las enfermedades, destruyendo los bosques que producen el oxígeno que respiramos, demolien- do ecosistemas y empleando nuestra agua, nuestro aire y nuestra tierra como cloacas para deshacerse de los desechos industriales.
La necesidad de crecimiento del capitalismo existe en todos los niveles, desde la empresa individual hasta el sistema en su conjunto. El hambre insaciable de las corporaciones se ve facilitada por la expansión imperialista en busca de un acceso cada vez mayor a los recursos naturales, la mano de obra barata y nuevos mercados. El capitalismo ha sido siempre ecológicamente destructivo, pero en nuestros días sus agresiones a la tierra se han multiplicado. El cambio cuantitativo está dando paso a la transformación cualitativa, conduciendo al mundo a un punto de inflexión, al borde del desastre. Un número cada vez más importante de investigaciones científicas ha identificado las múltiples vías por las cuales un pequeño aumento de la temperatura podría desencadenar un proceso irreversible y galopante —como el rápido derretimiento del casquete glaciar en Groenlandia o la liberación del metano enterrado en el permafrost y debajo de los océanos—, que provocarían un cambio climático catastrófico inevitable.
Si no se detiene, el calentamiento global ejercerá efectos devastadores sobre la humanidad, la fauna y la flora. Los rendimientos de las cosechas caerán drásticamente hasta la hambruna en una amplia escala. En ciertas regiones, cientos de millones de personas serán desplazados por las sequías y, en otras, por el ascenso del nivel de las aguas de los océanos. El tiempo caótico e imprevisible se convertirá en la norma. El aire, el agua y el suelo serán envenenados. Las epidemias de malaria, de cólera y de otras enfermedades aun más mortales castigarán a los más pobres y a los miembros más vulnerables de cada sociedad.
El impacto de la crisis ecológica se siente más severamente por aquellos y aquellas cuyas vidas ya fueron asoladas por el imperialismo en Asia, en África y en América Latina, y los pueblos indígenas son, en todas partes, particularmente vulnerables. La destrucción medioambiental y el cambio climático constituyen un acto de agresión de los ricos contra los pobres.
La devastación ecológica, resultante de la necesidad insaciable de aumentar las ganancias, no es una dimensión accidental del capitalismo: está inscrito en el adn del sistema y no puede ser reformada. La producción orientada al lucro sólo considera un horizonte de corto plazo para tomar sus decisiones de inversión, y no puede tomar en consideración la salud y la estabilidad a largo plazo del medio ambiente. La expansión económica infinita es incompatible con ecosistemas finitos y frágiles, pero el sistema económico capitalista no puede tolerar límites al crecimiento: su necesidad constante de expansión derribará todos los límites que podrían ser impuestos en nombre del “desarrollo soste- nible”. Por lo tanto, el sistema capitalista, intrínsecamente inestable, no puede regular su propia actividad, y menos aún superar las crisis provocadas por su crecimiento caótico y parasitario, porque para hacerlo sería necesario establecer límites a la acumulación —opción inaceptable para un sistema basado en una regla: ¡crece o desaparece!
Si el capitalismo sigue siendo el orden social dominante, lo mejor que podemos prever son condiciones climáticas insoportables, una intensificación de las crisis sociales y la difusión de formas cada vez más bárbaras de la dominación de clase, como enfrentamientos entre potencias imperialistas o entre estas últimas y el conjunto de las regiones del Sur, por el control de los recursos decrecientes del mundo.
En el peor de los casos, la vida humana puede que no sobreviva.
Estrategias capitalistas de cambio
No faltan proposiciones estratégicas para enfrentar la ruina ecológica, incluida la crisis del calentamiento global que se cierne como resultado del aumento negligente del dióxido de carbono en la atmósfera. La gran mayoría de estas estrategias comparten una característica común: son concebidas por y en nombre del sistema global dominante, el capitalismo. No sorprende, entonces, que el sistema global dominante, responsable de la crisis ecológica, también establezca los términos de la discusión en relación con esta crisis, ya que el capital domina los medios de producción del conocimiento tanto como los que producen el dióxido de carbono en la atmósfera.
En consecuencia, sus políticos, burócratas, economistas y profesores elaboran un raudal continuo de proposiciones que son todas variantes sobre la cuestión de que el daño ecológico global puede ser reparado sin la interrupción de los mecanismos del mercado y del sistema de acumulación que dominan la econo- mía mundial.
Pero nadie puede servir a dos amos —la integralidad de la Tierra y la rentabilidad del capitalismo—. Uno debe ser abandonado, y la historia deja pocas dudas respecto a las fidelidades de la gran mayoría de los que diseñan las políticas. Hay razones, entonces, para dudar radicalmente de la capacidad de las medidas propuestas para frenar el deslizamiento a la catástrofe ecológica.
Y, en efecto, más allá de los barnices cosméticos, las reformas de los últimos 35 años han sido un fracaso monstruoso. Mejoras aisladas se producen, por supuesto, pero son aplastadas y barridas, de manera inevitable, por la expansión despiadada del sistema y por el carácter caótico de su producción.
Un ejemplo que demuestra este fracaso: durante los cuatro primeros años del siglo xxi, las emisiones globales de carbono fueron casi tres veces superiores por año a las de los años 1990, a pesar de la adopción de los Protocolos de Kioto en 1997.
Kioto cuenta con dos dispositivos: el sistema “Cap and Trade” de comercio de créditos de contaminación para lograr la reducción de determinadas emisiones, y proyectos en el sur, los denominados “mecanismos de desarrollo limpio” para compensar las emisiones en las naciones fuertemente industrializadas. Todos estos instrumentos cuentan con mecanismos de mercado, lo que significa, ante todo, que el dióxido de carbono se convierte en una mercancía bajo el control de los mismos intereses que llevaron al calentamiento global. Los contaminadores no están obligados a reducir sus emisiones de carbono, sino que se les permite emplear su potencia económica para controlar el mercado del carbono para sus propios fines, que incluyen la explotación devastadora de más combustibles basados en el carbono. Tampoco hay un límite a la cantidad de créditos de emisión que pueden ser emitidas por los gobiernos que pretenden respetar ese protocolo.
Dado que la verificación y la evaluación de los resultados son imposibles, el Protocolo de Kioto no solo es incapaz de controlar las emisiones, sino que presenta igualmente medios que permiten la evasión y fraudes de todo tipo. El Wall Street Journal afirmó en marzo de 2007 que el comercio de emisiones “enriquecerá a algunas corporaciones muy grandes pero no es posible creer ni por un minuto que esta charada hará mucho por el calentamiento global”.
El encuentro sobre el clima en Bali, en 2007, abrió la vía a abusos aún mayores en el futuro. Bali evitó precisar cualquier cosa en lo que concierne a los objetivos de reducción de las emisiones del carbono propuestos por los mejores climatólogos (90 % desde ahora hasta 2050). Dejó a los pueblos del Sur a merced del capital, dando al Banco Mundial la jurisdicción sobre el proceso y haciendo la compensación de la contaminación de carbono aún más fácil. Con el fin de asegurar el futuro de la humanidad, es necesaria una transformación revolucionaria, en la que todas las luchas particulares tomen parte en una lucha mayor contra el capital. Esta lucha más amplia no puede permanecer meramente negativa y anticapitalista. Debe anunciar y construir un tipo diferente de sociedad, el ecosocialismo.
La alternativa ecosocialista
El movimiento ecosocialista tiene como objetivo detener y revertir el desastroso proceso de calentamiento global en particular, y el ecocidio capitalista en general, y construir una alternativa radical a la práctica y al sistema capitalista. El ecosocialismo se basa en una economía fundada en valores no monetarios de justicia social y equilibrio ecológico. Critica tanto la “ecología del mercado” capitalista como el socialismo productivista, que ignoraba el equilibrio de la tierra y sus límites. Redefine la ruta y el objetivo del socialismo dentro de un marco ecológico y democrático.
El ecosocialismo implica una transformación social revolucionaria, que conllevará la limitación del crecimiento y la transformación de las necesidades por un profundo desplazamiento de los criterios económicos cuantitativos hacia criterios cualitativos, y una sustitución del valor de cambio por el valor de uso.
Estos objetivos exigen el control democrático de la esfera económica, permitiendo a la sociedad definir colectivamente sus objetivos de inversión y de producción y la colectivización de los medios de producción. Solo la toma colectiva de decisiones y la propiedad colectiva de la producción pueden ofrecer la perspectiva a largo plazo que es necesaria para el equilibrio y la sostenibilidad de nuestros sistemas sociales y de la naturaleza.
El rechazo del productivismo y el abandono de los criterios cuantitativos por los cualitativos implican repensar la naturaleza y los objetivos de la producción y la actividad económica en general. Las actividades humanas esenciales creativas, no productivas y reproductivas, tales como el trabajo doméstico, la crianza de los hijos, la educación de los niños y de los adultos, y las artes, serán los valores clave en una economía ecosocialista.
El aire puro, el agua potable y el suelo fértil, así como el acceso libre y universal a la alimentación libre de químicos y a las fuentes de energía renovables y no contaminantes, son derechos humanos y naturales básicos defendidos por el ecosocialismo. Lejos de ser “despótico”, el diseño colectivo de las políticas en los niveles local, regional, nacional e internacional apunta al ejercicio de la libertad y de la responsabilidad por el conjunto de la población. Esta libertad de decisión constituye una liberación de las “leyes” económicas alienantes del sistema capitalista orientado al crecimiento.
Para evitar el calentamiento global y otros peligros que amenazan la supervivencia humana y ecológica, sectores enteros de la industria y la agricultura deben ser suprimidos, reducidos o reestructurados y otros deben ser desarrollados, asegurando el empleo para todos. Una transformación tan radical es imposible sin el control colectivo de los medios de producción y la planificación democrática de la producción y del intercambio. Las decisiones democráticas sobre la inversión y el desarrollo tecnológico deben sustituir el control por parte de las empresas capitalistas, los inversores y los bancos, con el fin de servir al horizonte a largo plazo del bien común de la sociedad y de la naturaleza.
Los elementos más oprimidos de la sociedad humana, los pobres y los pueblos indígenas, deben participar plenamente de esta revolución ecosocialista, con el fin de revitalizar tradiciones ecológicamente sostenibles y dar voz a aquellos a los que el sistema no puede oír. Debido a que los pueblos del Sur y los pobres son, en general, las primeras víctimas de la destrucción capitalista, sus luchas y reivindicaciones ayudarán a definir los contornos de la sociedad ecológica y económicamente sostenible en construcción.
Del mismo modo, la igualdad de género es un componente esencial del ecosocialismo, y los movimientos de las mujeres han sido entre los adversarios más activos y mas expresivos en la lucha contra la opresión capitalista. Otros agentes potenciales de cambio revolucionario ecosocialista existen en todas las sociedades.
Un proceso como este no puede comenzar sin una transformación revolucionaria de las estructuras sociales y políticas, basadas en el apoyo activo por la mayoría de la población de un programa ecosocialista. La lucha de los obreros, de los agricultores, de los campesinos sin tierra y de los desempleados por la justicia social es inseparable de la lucha por la justicia ambiental. El capitalismo, social y ecológicamente explotador y contaminador, es el enemigo de la naturaleza y del trabajo por igual. El ecosocialismo propone transformaciones radicales en:
reducción drástica y ejecutiva de las emisiones de gas de efecto invernadero;
desarrollo de fuentes de energía limpia;
disposición de un amplio sistema de transporte público gratuito;
sustitución progresiva de los camiones por trenes, del transporte por carreteras por el transporte ferroviario;
creación de programas de limpieza de la contaminación;
eliminación de la energía nuclear y de los gastos de guerra.
Estas demandas y otras similares están en el corazón de la agenda del movimiento por la Justicia Global y de los Foros Sociales Mundiales, que han promovido, desde Seattle en 1999, la convergencia de los movimientos sociales y medioambientales en una lucha común contra el sistema capitalista.
La devastación del medio ambiente no será detenida en las salas de conferen- cias y las negociaciones de los tratados: solo la acción de masas puede hacer la diferencia. Los trabajadores urbanos y rurales, los pueblos del Sur global y los pueblos indígenas de todo el mundo están en la vanguardia de esta lucha contra la injusticia social y medioambiental. Su combate contra las multinacionales explotadoras y contaminantes debe llegar hasta volver ilegales los productos de los agronegocios, tales como las semillas genéticamente modificadas o los biocombustibles que no hacen más que agravar la crisis alimentaria actual. Debemos alentar estos movimientos socioambientales y fomentar la solidaridad entre las movilizaciones ecológicas y anticapitalistas, en el Norte y en el Sur.
Esta declaración ecosocialista es un llamado a la acción. Las clases dirigentes atrincheradas son poderosas; no obstante, el sistema capitalista se manifiesta cada día más financiera e ideológicamente en bancarrota, incapaz de superar las crisis económicas, ecológicas, sociales, alimentarias y de otros tipos que engendra. Y las fuerzas de oposición radical están vivas y vitales. En todos los niveles —local, regional e internacional— estamos luchando para crear un sistema alternativo basado en la justicia social y ecológica.
Referencias
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Löwy, M. (1978). Para una sociología de los intelectuales revolucionarios: la evolución política de Lukács 1909-1929. México: Siglo xxi. (Original en francés: 1975).
Löwy, M. (1985). El pensamiento del Che Guevara. México: Siglo xxi. (Original en francés: 1970).
Löwy, M. (1999). Guerra de dioses. Religión y política en América Latina. México: Siglo xxi. (Original en inglés: 1996).
Löwy, M. (2014). Ecosocialismo. La alternativa radical a la catástrofe ecológica capitalista. Buenos Aires: Ocean Sur. (Original en francés: 2011).
Löwy, M. (2018). Redención y utopía: el judaísmo libertario en Europa central. Un estudio de la afinidad electiva. Santiago: Ariadna. (Original en francés: 1988).