De la Reforma a la Guerra de los Treinta Años
Festejar el parto: literatura para celebrar el nacimiento de Carlos II
Festivities and Childbirth: Literature honours Carlos’ II birth
Festejar el parto: literatura para celebrar el nacimiento de Carlos II
Hipogrifo. Revista de literatura y cultura del Siglo de Oro, vol. 7, núm. 2, pp. 363-375, 2019
Instituto de Estudios Auriseculares

Recepción: 04 Abril 2018
Aprobación: 28 Mayo 2018
Resumen: En 1661, tras la muerte de Felipe Próspero, último descendiente varón de Felipe IV, la noticia del nacimiento de Carlos II fue acogida con gran alegría en todos los territorios afines a la Monarquía Hispánica. La celebración no se hizo esperar y la corte madrileña festejó el alumbramiento que parecía reparar el problema dinástico tras la muerte de su hermano. Dada la importancia de este nacimiento para la Monarquía en la segunda mitad del siglo XVII, este trabajo pretende hacer un primer acercamiento al tema del parto en dos academias literarias impresas dedicadas a la llegada al mundo del nuevo príncipe.
Palabras clave: Parto, academias literarias, Carlos II.
Abstract: In 1661 after the last male descendent of Philip IV, Philip Prospero, passed away, the Hispanic Monarchy’s territories joyful embraced the birth of Charles II. The celebration was quickly organized and the Court in Madrid honoured the delivery, which would repair the obvious succession problem. Due to the importance of this birth in the second half of 17th century, this paper aims to focus on the childbirth as a literary theme in two literary academies dedicated to the delivery.
Keywords: Childbirth, Literary academies, Charles II.
El nacimiento de un descendiente de los Austria contaba, sobra decirlo, con una clara dimensión pública y política. Ya sea por garantizar la continuidad de la Corona, solucionar el problema sucesorio o permitir alianzas con otros países gracias al matrimonio, tanto en las Cortes como fuera de ellas, la llegada al mundo de un príncipe era un motivo para el festejo, el cual se sumaba al apretado calendario de fiestas y celebraciones anuales fijas durante el siglo XVII.
En 1661, el primer matrimonio de Felipe IV e Isabel de Borbón dejaba una única hija viva y siete hijos muertos. El segundo enlace con Mariana de Austria había traído al mundo cuatro hijos, de los cuales solo dos, María Margarita y Felipe Próspero, sobrevivieron, mientras que otro se encontraba en camino. Tal y como era costumbre, sus alumbramientos habían sido celebrados por todo lo alto2, si bien «[e]l número de espectáculos y su pompa se incrementaba de manera considerable cuando los acontecimientos celebrados estaban directamente asociados a la sucesión del trono»3. Con el último embarazo de la reina Mariana en la etapa final, el 1 de noviembre de 1661 trajo la muerte del único varón vivo de los dos desposorios de Felipe IV. Sin hijos herederos del trono, un rey de 56 años con una delicada salud, cinco días más tarde de la muerte del infante, Carlos nace el 6 de noviembre de 1661.
En estas circunstancias, su natalicio fue percibido como un milagro y en seguida se dio a conocer la nueva. Carlos fue bautizado en la Capilla Real el 21 de noviembre de ese mismo año delante de los gentilhombres de la Casa, algunos Grandes de España y el duque de Alba, entre muchos otros. El aspecto físico del neonato en su bautismo provocó que, a las noticias enviadas a otras Cortes europeas sobre su llegada al mundo, se sumaran las referencias a su débil y enfermiza apariencia, rasgos que quedarían asociados a la imagen de su reinado para la posteridad. Sin olvidar todos los anteriores hijos muertos del rey y marcadas por el reciente fallecimiento de Felipe Próspero, las acostumbradas festividades se extienden por los territorios de la Corona, de las cuales conservamos relaciones de las organizadas «en algunas ciudades de España […] y de las Indias occidentales»4.
La Corte madrileña, como las demás, se volcaba en estas festividades, cuyos programas de fiestas solían contar con máscaras, teatro, corridas de toros o juegos de cañas. No obstante, al lado de estos entretenimientos, tan bien estudiados y documentados por la crítica5, se conservan otros no tan investigados como fuentes desde la perspectiva del festejo del parto: las academias literarias impresas. Estas reuniones, organizadas con frecuencia por nobles, se unen a la celebración desde selectos y pequeños círculos, pero con la intención de dar a conocer, gracias a la imprenta, sus composiciones poéticas con motivo de la circunstancia.
Al igual que las fiestas en palacio y las conmemoraciones oficiales6, este tipo de fuentes nos permite incidir en la importancia otorgada al nacimiento del heredero de la Monarquía Hispánica en un momento crucial de su historia. Ahora bien, en particular, las academias literarias impresas resultan una interesante vía para, por un lado, estudiar un reflejo a escala menor de tal celebración y dentro de unas características concretas, pues estamos ante un ejercicio poético académico, en unos ambientes predominantemente compuestos por nobleza, quienes, desde sus espacios de entretenimiento fuera de Palacio, desde localidades lejanas a Madrid e incluso desde sus casas, crean y publican textos para unirse a ensalzar y festejar al recién llegado Carlos. Por otro lado, la elección de las academias en formato impreso pone de relieve tanto el interés por dar a conocer el acontecimiento a través de las prensas como el mecenazgo necesario para su publicación. Unidas al tema del alumbramiento de un futuro rey, estas dimensiones de patrocinio y de ser de dominio público no solo son una muestra abierta de deseo de afinidad a la Corona, sino que también ayudan a construir una imagen en la que historia, cotidianeidad y ficción son enlazadas. Así pues, dentro de este contexto, el objetivo de este trabajo consiste en analizar el enfoque del tema del parto y la representación de la familia real en dos academias literarias impresas dedicadas a festejar la ocasión7 del nacimiento de Carlos II:
Como se adelantó, tras la muerte de Felipe Próspero, la llegada de un nuevo descendiente capaz de garantizar la continuidad de la Casa de Austria en España fue, sin lugar a dudas, un gran motivo de alegría. Estas dos academias literarias seleccionadas tomaron, pues, esta circunstancia para su ejercicio poético. Granada/1661 fue convocada por don Pedro Alfonso de la Cueva y Benavides; por su parte, Madrid/1662 se integró en las organizadas con cierta regularidad por don Melchor Fonseca de Almeida. En ambas se identifican características prototípicas de estas reuniones (oración de apertura, cedulillas, desarrollo de los asuntos, vejamen…) y, como también es habitual, la ocasión condiciona los asuntos8. Estas constantes se dan junto con la flexibilidad que caracteriza al esquema académico y que provoca la singularidad de cada academia, de manera que, para su desarrollo, Granada/1661 utiliza el conocido recurso de construir un marco ficcional para introducir sus asuntos, la búsqueda de un cronista digno para el evento, mientras que Madrid/1662 da pie directamente a la intervención de sus poetas tras la apertura musical, las cedulillas y la oración. Estas quedarán para un análisis futuro; ahora se atenderá a los asuntos y a las materias de las composiciones poéticas, condicionadas temáticamente, como ya se avanzó, por el evento celebrado. Los asuntos propuestos son:
A la vista de estos asuntos, marcados transversalmente por la cercanía entre la nueva vida de Carlos y la muerte de su hermano Felipe Próspero, la circunstancia de celebración es enfocada desde unas líneas comunes a las dos academias literarias. Como cabría esperar ante la llegada al mundo de un nuevo príncipe, las alabanzas al recién nacido, las felicitaciones a los reyes y la alegría como sentimiento universal resultan ser empleados como objetos poéticos junto con la trascendencia política e histórica de este nacimiento. Al lado de esto, se poetizan dos aspectos más, de carácter híbrido entre ficción y acontecimiento, a los que prestaremos mayor atención: una dimensión de carácter íntimo y que resalta la humanidad de la familia real al imaginar sus sentimientos, y otra dimensión que versifica los momentos vinculados al parto: el mismo momento del nacimiento, el bautismo del niño y su crianza.
1. Dimensión de trascendencia política e histórica, de felicitación, alabanza y alegría pública
La mayoría de los asuntos y las composiciones de ambas academias literarias centran su atención en la trascendencia política e histórica del nacimiento de Carlos II, ya sea por prolongar la estirpe de los Austria y ser un prodigio esperado («príncipe dichoso, / prodigioso niño»9, «prodigio de las esferas»10), ya sea por el temor que provocará en los enemigos o por las triunfantes batallas que librará. Las alabanzas y la felicitación a los reyes, así como el júbilo generalizada de España, la Corte y Granada por el nuevo príncipe ocupan otra gran parte de los poemas, siempre poniendo de relieve tres aspectos claves para el momento histórico: cómo este alumbramiento viene a alegrar y reparar la muerte del anterior heredero, poetizar su horóscopo y augurar el futuro victorioso que le espera a nivel bélico y político, y, por supuesto, incidir en la no debilidad del recién nacido («Con novedad fénix nazca, / que vuestra luz nunca débil»11o «porque se conserve bello, / puesto que nació tan lindo»12), cuya frágil apariencia había desatado los rumores en toda Europa13. Frente a lo que se verá, estas temáticas apenas aluden a la figura maternal más allá de la felicitación y no suelen hacer referencia ni a las facetas más humanas ni a los rituales vinculados al parto.
2. Dimensión íntima y de momentos asociados al nacimiento
Sin olvidar la condición pública de todo alumbramiento de un descendiente de la familia real14, estas dos academias literarias llevan a las imprentas una serie de asuntos y textos poéticos, varios de ellos de tono burlesco o jocoserio, que parecen presentar e imaginar una vertiente más humana de los reyes, del príncipe y del parto. Destacan, en primer lugar, las materias propuestas que tratan supuestos sentimientos de la familia real: «Ponderar cómo se hallaría su Majestad con la falta evidente de un príncipe muerto y la esperanza dudosa de otro que había de nacer» (soneto) y «Pintando el cariño con que le hablaría su Majestad a la reina por haber parido un príncipe y consolándole por la pena del otro» (décimas) de Granada/1661. Las composiciones resultantes se valen de las metáforas y las comparaciones basadas en el ocaso, el occidente de la muerte de Felipe Próspero frente a la luz, el sol, el oriente de Carlos, al que se le desea una gloriosa vida:

No obstante, si el soneto incide en la integridad de Felipe IV, más adelante las décimas simulan la voz poética del rey que, en su papel de esposo, se dirige a su mujer («¡Vivas, oh, alemana aurora!, / dijo el rey», fol. 26r) para, por un lado, exaltar la alegría que le ofrece, pese a que ella recuerde el dolor de la muerte («cuando, en el mayor fracaso, / lloro con triste lamento, / tú, con mayor lucimiento / haces oriente el ocaso», fol. 26v), y, por otro, animarle a templar su dolor ante la buena y esperanzadora nueva («Cese el inútil rigor / de tu pena […] Vivas feliz en buen hora, / pues a mi reino previenes», fol. 26v).
En un segundo lugar, el llanto y el miedo del recién nacido son tratados desde una perspectiva jocosa en las quintillas para el asunto «Si el Príncipe tuviera miedo como los demás niños, ¿qué cosa le podrían servir de coco?» y en el soneto escrito para «Pregunta la academia que por qué lloró el Príncipe después de haber nacido y dase respuesta» de Madrid/1662, puesto que ambos aprovechan estas situaciones comúnmente infantiles como pretexto para unos poemas burlescos sobre personajes-tipo conocidos: dueñas, una dama fea, una vieja, un calvo o el portero del Retiro.
En tercer lugar, debemos llamar la atención sobre aquellos asuntos poéticos asociados al parto, al bautismo y a la crianza del hijo. El primero, «Pintando Lucina el parto de la reina y cómo pediría las albricias del nacimiento del Príncipe» de Granada/1661, da pie a unas redondillas burlescas (fols. 13-14) de Pedro Córdoba y Valencia que retratan a Lucina, tras poner en la silla de partear a la asustada y dolorida Mariana:
Duda le causó y cuidado
a la reina su preñez,
pero Lucina esta vez
la sacó de aquel preñado.
Luego que el parto, señores,
llegó, la reina con susto
estaba y ella su gusto
era verla con dolores.
Viéndola en tan gran mancilla,
porque su dicha se ajuste,
como comadre de fuste
puso a la reina en la silla.
Tras el «feliz parto», sin olvidar a los hijos fallecidos, habla con el rey para que le pague por darle un heredero (fol. 14r). Por su parte, el segundo, «Encárgase a las gracias de Venus la crianza del príncipe» de Madrid/1662, ofrece una canción real de Sebastián de Vergara y Salcedo que emplea la materia propuesta de la crianza del príncipe por las gracias de Venus como parte de una exaltación de la vida futura tras la muerte de su hermano (p. 96).
Ya alejadas de lo burlesco, el acontecimiento del bautismo se hace poesía en las quintillas de Diego de Enciso y Velasco para «Cuéntase el bautismo del príncipe a la reina» de Granada/1661. Son constantes las prototípicas temáticas de la sana y feliz llegada del recién nacido, del amor que reduce el sufrimiento de la parturienta15y las continuas relaciones del neonato con el sol y la luz, que se oponen al día nublado16; ahora bien, en estrecho vínculo con las noticias conservadas de la época, el grueso del texto consiste, como cabe esperar, en el relato poético del bautizo celebrado el 21 de noviembre de 166117. Las referencias a los hechos reales documentados y a los presentes se suceden: la máscara en la Villa, el traslado del niño en la silla a la Capilla Real («y en un traslado de gracia», p. 82; «Llegó el acompañamiento, / la silla el niño dejó», p. 85), los gentilhombres de Boca, los mayordomos, los Grandes, los Vélez y Alba, la infanta de madrina y sus damas, los vasallos, el Patriarca encargado de celebrar el sacramento o la sal en la boca como parte del ritual («Empezó el Oficio Real, / el patriarca a quien le toca / con gusto y afecto tal / que puso al niño en la boca / los dedos con mucha sal», p. 86).
Al igual que en la anterior dimensión política, este conjunto de asuntos y composiciones tiene presente la cercanía de la vida de Carlos y la muerte de Felipe Próspero, pero aborda ahora una faceta más íntima al imaginar y poetizar unos supuestos sentimientos de los reyes-padres. En sus construcciones poéticas individuales, en esta dimensión el rey aparece como figura central y política en el soneto a «Ponderar cómo se hallaría…», pues es pretexto para exaltar la fama que le esperará al neonato, pero también se presenta como voz poética que se dirige a su esposa para ofrecerle consuelo por las emociones compartidas en las décimas al asunto «Pintando el cariño…». Si bien el resto de composiciones de esta dimensión íntima y de momentos asociados al parto está dedicado a la reina y al recién nacido, Felipe IV tendrá de nuevo una voz poética en las redondillas burlescas sobre el parto de Mariana, pues negocia con Lucina el precio de ser comadre.
La dimensión política y pública de la reina parte de su papel de procreadora y madre, reflejada en los textos poéticos que le dan las gracias por haber parido y que le relatan el bautismo de Carlos, así como, ya dentro de un carácter más íntimo, se poetizan los sentimientos por sus hijos. En ellos, su figura femenina está caracterizada por la maternidad, la cual es asociada, por un lado, a los sentimientos de dolor por la pérdida y de la alegría por el recién nacido y, por otro, a su imagen poética como procreadora de un heredero que consuela al país. Siempre sin voz poética y en claro vínculo con la función reproductora, su constructo poético se complementa con las menciones de la felicidad del parto y con la descripción ficcional y burlesca del alumbramiento, donde la parturienta tiene dolores, es asistida por la diosa Lucina y se sienta en la silla de parir.
Con respecto al príncipe Carlos, el tratamiento de su imagen poética no ofrece ninguna novedad en este apartado. Los elementos que ya estaban presentes en la dimensión anterior son retomados; así, se vuelve sobre la exaltación de su fama, la transcendencia política e histórica de su nacimiento y su prometedor futuro, entendido como la prolongación del éxito de sus antepasados familiares masculinos. Los asuntos «Si el Príncipe tuviera miedo…» y «Pregunta la academia por qué lloró el Príncipe…», que proponen la poetización jocoseria de expresiones de angustia de un recién nacido, se abordan en composiciones en las que el llanto por la llegada al mundo y el temor infantil del neonato solo sirven como pretexto para hacer una galería de personajes-tipo burlescos.
3. Conclusión
Al lado de las fiestas, entretenimientos y eventos organizados por el nacimiento de un miembro de la familia real, en este caso Carlos II, las academias literarias impresas seleccionadas nos ofrecen una nueva vía de investigación de cara a la representación literaria del parto y del nacimiento de un sucesor a la Corona. Como una expresión más de júbilo y de celebración que es patrocinada y que aspira a llegar a todo público lector gracias a la imprenta, estos ejercicios poéticos académicos se suman al entusiasmo por el acontecimiento histórico, a la exaltación de la monarquía, del nuevo heredero y de los monarcas. Ahora bien, el uso de la ficción y de los tonos jocoserios permite imaginar y poetizar tanto los sentimientos encontrados de los reyes, también caracterizados como unos padres que pierden un hijo y ganan otro, como representar en clave burlesca el momento del parto de la reina. El hecho histórico y su exaltación, pues, se hacen poesía y se completan con la ficción para proyectar una faceta íntima, sentimental y humana, en la que, por descontado, tampoco se olvida la alabanza.
Este engarce entre acontecimiento, imagen, imaginación y entretenimiento vuelve a estar presente en las construcciones poéticas individuales del príncipe, la reina y el rey. Además de destacar su no fragilidad, hecho influenciado por las circunstancias históricas, y del enaltecimiento de su nacimiento, el príncipe, visto como un infante, sirve como pretexto para crear dos composiciones de tono jocoserio. Mariana de Austria es construida sin voz poética, como madre que sufre por los hijos muertos y que encierra en su seno a un gran futuro rey, a la par que, aunque en tono burlesco, se le dedica un poema como parturienta. A su vez, el constructo de Felipe IV, también desde sus voces poéticas, destaca por su fama, por la sensibilidad para con su esposa y por ser progenitor de una estirpe prometedora.
En suma, las academias literarias impresas nos permiten abordar el modo en que los nobles, cercanos y alejados de la Corte madrileña, participan y colaboran en el fasto del nacimiento de un nuevo heredero desde sus entretenimientos particulares. A la par, gracias a la unión de acontecimiento y ficción de estos textos poéticos, son una interesante vía para aproximarse a las representaciones literarias del parto, a su función pública y a las construcciones de los integrantes de la familia real, vinculadas a un momento histórico crucial: la sucesión de Felipe IV en el ocaso de la Casa de Austria.
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Notas
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